lunes, 1 de marzo de 2021
La Pandemia es una cosa; el agua otra; la falta de trabajo otra; los bajos salarios otra…, y todas ellas juntas más otras cosas hacen un total de muchas cosas, que además no se pueden solucionar una a una porque todas dependen de todas, y el marco donde todas esas cosas están inscritas, cuyo marco es el que las produce, que es el qua hay que cambiar para que cambien todas las cosas, pues que parece como si este marco no existiera, y claro, así nos va (a los trabajadores me refiero, que somos ni más ni menos que la aplastante mayoría de la población)
El inicio de la cotización del agua en el mercado de futuros de las materias primas de Wall Street pondrá precio a la vida del planeta y sus habitantes. La mercantilización de ese derecho vital podría derivar en una privatización del agua.
¿Acaso no sabemos que sin agua no somos ni seremos?
El Viejo Topo
28.02.2021
La agencia
Bloomberg difundió no hace mucho, mientras avanzaba por el planeta la tercera
fase de la más grave pandemia ocurrida en el último siglo, que el agua va a
cotizar en Wall Street. Preocupados como estamos por la mortal incidencia del
coronavirus en el mundo e ignorantes la mayoría del léxico financiero, quizá
esta noticia no tuvo toda la trascendencia que comporta. Tampoco sabemos si el
hecho de que se haya dado a conocer ahora ha sido, precisamente, para embuchar
la gravedad de una noticia en otra.
El inicio de la
cotización del agua en el que llaman mercado de futuros de las materias primas
de Wall Street se marcará, debido a su escasez, según el índice no sé
cuantos (NQH2O), un indicador que según leo se basa en los precios
de los futuros del agua en el estado de California, que el 7 de diciembre del
año pasado cotizaba a 486,53 dólares (casi 397 euros) por 1.233 metros cúbicos,
casi medio dólar por metro cúbico, mucho más que los 0,2 céntimos de euro que
pagan los regantes del valle del Ebro, según dicen los expertos.
No creo que se
pueda pasar por alto que los primeros contratos lanzados por la empresa
estadounidense CME Group Inc se anunciaron el pasado mes de septiembre,
coincidiendo con la gran tragedia que vivía precisamente la costa oeste de
aquel país, arrasada por el calor y los incendios forestales, según recordamos
por la alarmante y espectacular voracidad de las llamas.
El agua es ya
un producto más de los que cotizan en Bolsa, tal como ocurre con el oro, el
trigo o el petróleo. Esto quiere decir que a partir de nuestros días el agua
potable -uno de los derechos humanos esenciales declarados por las Naciones
Unidas y de cuyo acceso carecen en el mundo tres de cada diez personas (2100
millones), mientras que seis de cada diez (4500) no disponen de saneamientos
seguros- estará sujeto a las especulaciones del mercado. Conviene no olvidar en
estas circunstancias que el llamado estrés hídrico afectará en cinco
años a determinadas zonas de África y podría desembocar en una crisis
migratoria que afectaría a 250 millones de seres humanos.
La
mercantilización de ese derecho vital podría derivar en una privatización del
agua. Sin embargo, no hemos escuchado las suficientes y significadas voces como
para llamar la atención de la humanidad acerca de tan oscuro porvenir. Se echa
especialmente de menos la del Papa Francisco que vive en Roma y tan franciscano
se muestra a menudo. Si escuchamos la del ex presidente de Bolivia, Evo
Morales: “Cotizar el agua en Wall Street es como ponerle precio a la vida”,
dijo y pienso. La del planeta y la de quienes lo habitan.
El agua es la
fuerza motriz de toda la Naturaleza, escribió Leonardo da Vinci, y el fallecido
investigador japonés Masaru Emoto cree que todo en el
universo es producto de la vibración, transmitida a través del agua. «Y quizás
a eso se refieran los textos sagrados al señalar que en el comienzo fue la
Palabra que no es sino una expresión de la vibración. Las vibraciones son
energía. Sin energía el hombre se muere y cualquier objeto que existe en el
mundo desaparece. La vibración es vida. Cuando el corazón deja de vibrar todo
se degrada. Y es el agua precisamente el medio de transmisión de esas
vibraciones”.
Somos agua. Sin agua no seremos. Pretenden poner precio a nuestras vidas y percibir tanto y tan sonoro silencio ante ello espanta, sobre todo ante un planeta en el que a la pérdida de biodiversidad y el cambio climático acelerado de los años corrientes y por venir se unen la ignorancia e inacción política, amenazando la sobrevivencia de todas las especies. Incluida la que somos y ha sido y es máxima responsable de lo que se avecina.
Publicado
originalmente en El Salto diario.
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