viernes, 16 de febrero de 2024

La desmilitarización de la banda terrorista OTAN en Ucrania a fecha de hoy

 

La desmilitarización de la banda terrorista OTAN en Ucrania a fecha de hoy

 

DIARIO OCTUBRE / febrero 16, 2024



Los resultados de la operación especial de las Fuerzas Antifascistas contra el brazo armado del capital financiero estadounidense, la OTAN.

469 sistemas de defensa aérea S-300, Buk-M1 y Osa

15.056+22 tanques y otros blindados

8.061+20 cañones de artillería de campaña y morteros

1.221+1 lanzacohetes múltiples

571+1 aviones

266 helicópteros

12.485+95 drones

18.729+74 vehículos de diferentes tipos

Fuente: Ministerio de Defensa de Rusia
Tomado de Sputnik

Si quieres seguir de cerca cómo se desarrolla la operación en el campo, el mapa interactivo de la agencia Spuntik te permite conocer la situación que se está viviendo día a día.

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·         Desmilitarización de la OTAN

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España e Irlanda instan a alto el fuego inmediato en Gaza

 

España e Irlanda instan a alto el fuego inmediato en Gaza


TERCERA INFORMACION / 15.02.2024

 

Ambos países destacaron que el compromiso de la Unión Europea con los derechos humanos y la dignidad no puede tener excepciones e insistieron en que un alto el fuego facilitaría el acceso necesario de ayuda humanitaria a Gaza.



España e Irlanda llamaron a un alto el fuego inmediato en Gaza para evitar un deterioro adicional y subrayaron la necesidad de que la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (Unrwa) continúe su trabajo y reciba apoyo.

Ambos países destacaron que el compromiso de la Unión Europea con los derechos humanos y la dignidad no puede tener excepciones e insistieron en que un alto el fuego facilitaría el acceso necesario de ayuda humanitaria.

El presidente español, Pedro Sánchez, declaró que las dos naciones solicitaron a la Comisión Europea examinar el cumplimiento de “Israel” con sus compromisos de respetar los derechos humanos.

Dada la situación crítica en Rafah, en el sur de la Franja de Gaza, ambos gobiernos enviaron un mensaje a la Comisión Europea solicitando una investigación urgente sobre si “Israel” cumple con sus compromisos de respetar los derechos humanos en Gaza.

El Ministerio de Salud en Gaza informó este miércoles que la cifra de víctimas de la agresión sionista superó 28 mil 500 muertos, con alrededor de 68 mil 300 heridos desde el 7 de octubre.

Asimismo, el ente de salud anunció que “Israel” perpetró 11 masacres contra familias gazatíes en las últimas 24 horas, que resultaron en la muerte de 103 personas y 145 heridos.

Los habitantes de Gaza sufren condiciones humanitarias extremadamente difíciles debido al bloqueo continuo y la brutal agresión del ente ocupante, incluida Rafah, que alberga a más de un millón y medio de desplazados.

“Israel” destruyó las instalaciones de atención médica e impidió la entrada de agua, alimentos y medicinas, lo que provocó la muerte de decenas de palestinos por la propagación de enfermedades, así como por hambre y frío en condiciones climáticas adversas.

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La cuestión de Taiwán, a principios de 2024

 

Numerosos analistas sugieren que el detonante de una guerra EEUU-China sería la anexión de la isla por parte del gobierno de Pekín. Sin embargo, visto desde la óptica china, ese conflicto, hoy por hoy, no tiene por qué aparecer.


La cuestión de Taiwán, a principios de 2024


Alberto Bradanini

El Viejo Topo

16 febrero, 2024 

 


En una reunión del American Enterprise Institute celebrada el 2 de noviembre de 2021 en Florida –en presencia de personalidades políticas del frente trumpista, como H. Brands, D. Blumenthal, G. Schmitt, M. Mazza, J. Bolton y otros–, la derecha republicana había llegado a la conclusión de que la estrategia china de reabsorción de la isla no tiene nada de excéntrico ni de ideológico. Incluso un gobierno imaginario favorable a Estados Unidos pondría la recuperación de Taiwán, un territorio históricamente chino, en el primer lugar de la agenda política, pero esto choca con la mayoría de los taiwaneses, que por ahora se oponen a ello.

Para los dirigentes del país, ça va sans dire, la vía preferible debe ser la pacífica, conscientes de que un hipotético conflicto con Taiwán tendría fuertes repercusiones sobre la estabilidad y el crecimiento económico, por no hablar de que las fuerzas armadas de Taipei (al margen de una posible intervención estadounidense) harían muy costosa en todos los sentidos una hipotética invasión de la isla.

Las elecciones presidenciales celebradas en Taiwán el 13 de enero proclamaron vencedor a Lai Ching-te (William Lai), vicepresidente saliente de la República de China (éste es el nombre oficial de la isla). Lai, que tomará posesión de su cargo el 20 de mayo, es ahora el líder del Partido Democrático Progresista (PDP), que ha gobernado durante los últimos ocho años.

La presidenta saliente, Tsai Ing-wen, la primera mujer en ganar las elecciones dos veces consecutivas (2016 y 2020), había dimitido como presidenta del partido el pasado otoño tras su derrota en las elecciones locales. En cualquier caso, Tsai no podía optar a la reelección debido a la limitación de mandatos.

Dado que, según la ley electoral taiwanesa, se declara vencedor a quien obtenga aunque sólo sea un voto más que los demás candidatos (sistema de mayoría relativa), Lai se convierte en presidente aunque sólo obtenga el 40,05% de los votos, ya que sus dos oponentes obtuvieron el 33,49% (Hou Yu-ih, actual alcalde de Taipei, del partido nacionalista Kuomintang, KMT) y el 26,46% (Ko Wen-je, del Partido Popular, TPP), respectivamente.

El pasado noviembre, parecía que el KMT y el TPP podrían unirse con una candidatura compartida. Sin embargo, los dos partidos no lograron ponerse de acuerdo, perdiendo una oportunidad histórica. La participación fue del 71,86%, (–3,04% respecto a 2020) y es la primera vez desde las elecciones de 2000 que el candidato ganador se sitúa por debajo del 50%.

Ahora bien, si las elecciones eran la clave para calibrar la voluntad del pueblo taiwanés de avanzar hacia la independencia, hay que deducir que esta voluntad se ha reducido significativamente en comparación con hace cuatro años. Lai sólo obtuvo el 40% de los votos, frente al más del 50% de Tsai Ing-wen en 2020, y además su partido perdió la mayoría en el Parlamento, lo que dificulta la gestión del país y hace aún más rocambolesca la hipótesis independentista que el DPP, consciente de los riesgos, ni siquiera se había planteado seriamente cuando tenía mayoría absoluta en el Parlamento. Además, antes de proceder por esa vía, el gobierno tendría que consultar a los 24 millones de habitantes de la isla recurriendo a un referéndum potencialmente desestabilizador. Aunque la mayoría de los taiwaneses están en contra de la reunificación, no por ello están a favor de un tira y afloja con Pekín.

Mientras tanto, tras las elecciones, el ex asesor de seguridad nacional estadounidense Stephen Hadley y el ex vicesecretario de Estado James Steinberg –que aterrizó en Taiwán con provocadora puntualidad junto a otros ex altos funcionarios estadounidenses– expresaron «su felicitación al pueblo estadounidense» al presidente electo, que respondió que agradecía a Estados Unidos su firme apoyo a la democracia taiwanesa por la sólida asociación mutua.

En nombre de la Administración, el portavoz de la Casa Blanca –al reiterar la profundidad de las relaciones con Taiwán, que estará gobernada por el mismo partido durante los próximos cuatro años– declaró que el compromiso de EEUU con la isla sigue siendo sólido como una roca, basado en principios bipartidistas y a favor de los amigos, palabras que fuera de la ambigüedad habitual ocultan la expectativa de Washington de que la isla siga plegándose a los intereses estadounidenses a cambio de una hipotética protección ante una amenaza igualmente hipotética.

El Secretario de Estado, Antony Blinken, alabó la fortaleza de la democracia taiwanesa, mientras que desde la Casa Blanca, J. Biden, en un tono inusualmente conciliador, afirmó que Washington no apoya la independencia de la isla, en línea con el contenido de los conocidos comunicados conjuntos que, partiendo del reconocimiento de la existencia de una sola China, habían propiciado la apertura de relaciones diplomáticas entre ambos países a finales de los años setenta.

En el frente opuesto, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Pekín, Mao Ning, juzgando una provocación la visita a Taiwán de ex altos funcionarios estadounidenses a menos de dos días de las elecciones, reafirmó la absoluta oposición de China a cualquier injerencia en Taiwán, un asunto que, como Pekín no se cansa de repetir, debe considerarse exclusivamente interno.

Mientras tanto, al día siguiente de la victoria de Lai, otra nación –Nauru, con poco más de 12.000 habitantes, la más pequeña del mundo– rompía relaciones políticas con Taiwán, que ahora sólo es reconocido por doce países. Un acontecimiento menor, pero que ilustra el cambio de temperatura estratégica en el mundo.

Mientras tanto, en Occidente, la ola mediática antichina, encabezada por Estados Unidos, no cesa. Esta última es una nación de 335 millones de habitantes que no tiene intención de liberarse de la patología irrealista de querer dominar un planeta de ocho mil millones de personas. En las técnicas subterráneas del expansionismo estadounidense –donde el Estado profundo se encuentra con el Estado permanente– la estrategia que prevalece hoy se centra en el complejo industrial militar frente a los impulsos neocoloniales de las Grandes Finanzas que extraen la riqueza ajena.

Por tanto, Washington seguirá avivando el fuego de un conflicto Pekín-Taiwán, con el objetivo de detener la locomotora china, que en términos demográficos y económicos constituye el principal desafío al hegemón unipolar. La estrategia estadounidense consiste en reproducir el guion prescrito para Europa (el conflicto OTAN/EEUU contra Rusia a través de Ucrania), utilizando esta vez los recursos humanos y militares de Taiwán, ante la inviabilidad de un enfrentamiento directo entre dos potencias nucleares.

En cuanto a Xi Jinping, su pensamiento sobre Taiwán refleja recomendaciones pasadas que Deng Xiaoping había relegado a la historia allá por 1979. El Pequeño Timonel había dejado claro que la reunificación de China es una misión histórica de la nación china, compartida por todos sus hijos, al tiempo que sugería que debía prescindirse de la retórica de la liberación forzosa. Si en este momento de la historia, razonaba Deng, las condiciones políticas no lo permiten, habrá que dejar la solución a las futuras generaciones de dirigentes de Pekín y Taipei, cuando dichas condiciones sean favorables.

Mientras tanto, según Xi, los compatriotas a ambos lados del Estrecho están llamados a trabajar juntos para derrotar cualquier tentación independentista, asegurar un futuro brillante para el camino de rejuvenecimiento de la nación china y proteger la soberanía y la integridad territorial del país.

En los últimos treinta años, los dirigentes chinos se han ceñido al llamado Consenso de 1992. En aquel año, al término de una histórica reunión en Hong Kong, las partes acordaron la existencia de una sola China, compuesta por el continente y las islas, es decir, los territorios controlados por Pekín y Taipei. En aquella ocasión, sin embargo, no se abordó la cuestión crucial de la soberanía, mientras que el significado que debía reservarse a la noción de «una sola China» se dejó a la libre interpretación de las partes, en la clásica tradición oximorónica china.

Este Consenso, en su ambigüedad hermenéutica, representaba para Pekín la base política de sus relaciones con Taiwán, que en cambio en 2016, con la llegada al gobierno de Tsai Ing-wen, decidió renegar de los entendimientos de 1992, apostando por una futura metamorfosis de China en un país democrático liberal al estilo occidental.

Dicho esto, hay que señalar que, rebus sic stantibus, la única eventualidad que podría inducir a Pekín a considerar hoy el posible uso de la fuerza es una declaración de independencia por parte de Taiwán. Queda sin respuesta, a este respecto, la razón que podría empujar a los dirigentes de la isla por una vía destructiva, que incluiría un bloqueo naval, bombardeos y devastación de territorios, infraestructuras, ciudades, con un elevado número de víctimas civiles y militares, cuando de hecho Taiwán ya es independiente. Se trata, por tanto, de un escenario sólo concebible si los dirigentes taiwaneses cedieran a los halagos, presiones o corruptelas de Estados Unidos. Pero tanto en Taipei como en Pekín, donde los dirigentes tienen la cabeza sobre los hombros, prevalece un juicioso espíritu de espera, para que la historia indique la dirección de los acontecimientos hacia un compromiso aceptable para ambas partes.

Mientras tanto, mirando más allá del horizonte inmediato, Pekín apuesta por dos perfiles seductores: a) las relaciones económicas y comerciales, hoy ventajosas para Taiwán, superávit comercial e importantes inversiones en ambas direcciones; b) el mantenimiento de una propuesta que prevé una mayor autonomía en caso de que Taipei acepte la ingeniosa fórmula de Deng (un país, dos sistemas), hasta ahora aplicada a Hong Kong y Macao, aunque de momento sin éxito.

En cuanto al calendario de la reunificación, Xi Jinping nunca ha dado fechas precisas, aunque señala que la cuestión no puede posponerse indefinidamente. Sin embargo, según algunos análisis occidentales sin pruebas convincentes, el PCCh ha fijado 2049 como fecha definitiva para la reunificación. Los argumentos en apoyo de esta tesis serían la aceleración de los preparativos militares, el aumento de la inversión en la industria armamentística, la intensificación de las actividades militares sobre el Estrecho, los ataques aéreos y el uso de tecnologías avanzadas. Esta tesis, como se ha señalado, era débil y poco persuasiva. Nada más ser elegido a la dirección del Partido, Xi Jinping había afirmado en 2012, en cambio, que el calendario del sueño de la nación se centraba en dos centenarios: a) el surgimiento de una sociedad moderadamente acomodada en China para el centenario del PCCh (2021); b) la culminación del rejuvenecimiento nacional para el centenario de la proclamación de la República Popular (2049). Según la narrativa occidental, también carente de validación, Pekín haría coincidir el momento de la reunificación con Taiwán con el del rejuvenecimiento nacional. En cambio, es plausible que la exégesis de esta locución antiaristotélica –una de las muchas a las que recurre la dirigencia china– pretenda equilibrar la dialéctica política con la flexibilidad filosófica. En última instancia, la ausencia de rigidez léxica o temporal permite al Partido mantener sus promesas aunque el objetivo de la reunificación no se alcance en 2049. Para terminar, pues, si son concebibles las ambiciones de Xi Jinping de pasar a la historia como el reunificador de China, hay que decir que en 2049, si aún vive, tendrá la madura edad de noventa y seis años, con una influencia mínima por tanto en tales complejidades.

Fuente: La fionda.

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