lunes, 18 de abril de 2022

Guerra comunicativa: El relato dominante como otro frente de batalla de la Guerra de Ucrania

 



Guerra comunicativa: El relato dominante como otro frente de batalla de la Guerra de Ucrania

18 de abril de 2022 / Por Todo Por Hacer

Si bien hay algo de lo que no andamos escasas en el siglo XXI, es de saturación de información. El periodismo ha tendido a convertirse en puro marketing para envolver un caramelo envenenado. La búsqueda de sensacionalismo, de morbo social, del relato personalizado de confortable digestión, la microhistoria, y la tendencia a convertir en meme toda información, han conseguido hacer de la crítica informativa una pieza de ajedrez fundamental completamente eliminada. La proliferación de informaciones debido al crecimiento de las redes sociales, han convertido escenarios bélicos como la Guerra en Ucrania en un campo de batalla de fake news que, como misiles, pretenden generar un relato dominante donde es muy complicado introducir una vía de antibelicismo activo, de apoyo mutuo militante y una voz contra la violencia del imperialismo.


No todas las guerras importan mediáticamente lo mismo

Los medios de comunicación han estado antes (la guerra en realidad comenzó en el 2014) y durante este conflicto actual intoxicando mediáticamente, y se han expuesto las contradicciones de estos grandes medios sobre el tratamiento informativo de este conflicto bélico respecto de otros anteriores. Tanto en su lenguaje comunicativo, como en las sanciones sociales y culturales contra Rusia, o el tratamiento a las personas refugiadas a diferencia de otras guerras. Y es que el lema No a la Guerra, actualmente llega muy tarde a este conflicto y desprovisto de contenido. A veces, incluso los colectivos sociales, plataformas anticapitalistas o algunas individualidades a la izquierda, vemos que nos acercamos a la información con una mirada muy panfletarista. No tenemos que estar completamente de acuerdo con lo mencionado en un texto como si se tratase de un catecismo, ni tampoco rechazar sistemáticamente noticias de grupos activistas sobre el propio terreno y que quieren dotarnos de ciertas claves de contexto. Es interesante revisar otras estrategias comunicativas y textos en otras latitudes, como la Red Antimilitarista de América Latina y el Caribe, o un comunicado de las zapatistas del sureste mexicano sobre el conflicto en Ucrania; una apuesta por poner un poco de cordura sobre la guerra.

Numerosas guerras o agresiones militares de la pasada década (actualmente están activos una veintena de conflictos abiertos ante el olvido de la comunidad internacional, principalmente en África y en Asia), no han ocupado de manera tan enérgica tanto espacio mediático como la actual Guerra en Ucrania. Obviamente este hecho no solo esconde una hipocresía moral que a estas alturas es demasiado evidente, sino que atesora motivos de carácter estratégico, geopolítico e ideológico en el bloque internacional de la OTAN, del que forma parte el propio Estado español, alineado con la Unión Europea y EEUU. Sin ir más lejos, la industria armamentística española vendió más de 2.800 € millones en armas a los países involucrados en la guerra de Yemen, pero eso poco importaba. Actualmente los medios de comunicación han lanzado una campaña sensacionalista, que lejos de tener como objetivo informar convenientemente, ha continuado la estela marcada en estos últimos años respecto de la situación bélica creada en Ucrania y que supusieron el germen del conflicto, su invisibilización sistemática.


Estos intereses muchas veces no son solo materiales, y no se pueden reducir a cuestiones energéticas o mercados concretos, sino a múltiples factores; y por supuesto, también son un pulso geopolítico a muchos niveles contradictorios y complejos entre sí, y que hacen complicado sintetizarlos. En un mundo multipolar como el que vivimos ya no podemos hablar de bloques ideológicos enfrentados como en tiempos de la Guerra Fría del siglo pasado, sino de diversas versiones distintas de imperialismo y autoritarismo, bajo el marco de un mismo sistema económico neoliberal. Ese sensacionalismo del que hablamos reduce los conflictos armados a historias individuales, y sin embargo, algunos periodistas que cubren conflictos bélicos nos advierten que no hay nada más colectivo que una guerra, y hay que situarlos en la historia y en el análisis geopolítico. Además, con toda esta intoxicación mediática actual, se pone de relieve la dificultad con la que en el futuro nos encontraremos para construir una digna memoria del conflicto y la violencia bélica.

Algunos periodistas, que a día de hoy trabajan como freelance, se exponen a enormes peligros. Se ha reportado la muerte de al menos cinco periodistas en Ucrania, y 35 heridos por el conflicto bélico. En el Estado español lleva semanas denunciándose el caso del periodista vasco Pablo González, detenido en la frontera polaca, y acusado de espionaje por este país. Las investigaciones de su detención han sido en colaboración con los servicios de inteligencia ucranianos, y el CNI español, que llegó a interrogar a su familia en Euskadi. Este periodista ha sido incomunicado en una prisión de Polonia, exigiéndose al Estado español tome cartas en el asunto y permita que se entreviste con su familia y con su abogado libremente. Un caso represivo al periodismo que vulnera hasta 18 artículos de la Carta de Derechos Fundamentales de la propia Unión Europea. Por otro lado, se han puesto sobre la mesa algunos debates que ya estaban sentenciados previamente y dirigidos, como el de la censura a medios rusos como Sputnik o Russian Today, así como la excepcionalidad en Facebook de enaltecer apoyos y violencias si son dirigidas contra objetivos rusos. El incremento de la rusofobia y la profundización del cliché de lo ruso como el enemigo, ha alcanzado peligrosas líneas rojas.

La guerra permanente que el capitalismo alimenta

La propaganda, la diplomacia, las acusaciones cruzadas, los bulos… son otra manera de hacer la guerra. Algunas plataformas como Newtral (periodismo tecnológico y verificación de fake news), Maldito Bulo (periodismo para que no te la cuelen), o Al Descubierto (medio especializado en desenmascarar la ultraderecha), han venido haciendo una intensa labor en el sentido de destapar fake news. También desde Descifrando la Guerra, plataforma especializada en conflictos internacionales y geopolítica, han tratado de poner luz sobre la desinformación de la Guerra en Ucrania. Estas informaciones con fines propagandísticos son un factor determinante para legitimar socialmente ciertas políticas de restricción de libertades colectivas o dar pasos adelante en el incremento generalizado de los presupuestos militares, como está pasando en todos los países de la Unión Europea respecto de la OTAN, organización que debería haberse disuelto hace ya varias décadas.

Esta guerra comunicativa no es selectiva, es una guerra que va dirigida a todo el mundo, pues anula nuestra capacidad de sensibilizarnos, esas informaciones deciden por nosotras lo que debemos pensar o de qué manera debemos sentir. Se fomenta una infantilización de las personas civiles que sufren esas violencias, les tratamos de marionetas como los trata el poder. No sabemos gestionar la rabia que supone hacia dónde dirigir la resistencia sin apoyar estructuras oligárquicas y autoritarias a un lado u otro de la trinchera; y es difícil porque la guerra en el mundo capitalista es eso, apoyar la barbarie. La guerra permanente, mencionada recientemente en una publicación de Daniel Treviño, hace referencia a un concepto real, y es que el propio capitalismo genera explícitamente guerras, y narra su relato sobre ellas. Un conflicto entre intereses privados e intereses colectivos. Este conflicto en Ucrania lo han relatado como algo genuino, inesperado y aparecido de la nada, obviando los muchos niveles de autoritarismo y guerra previa de intereses privados y sesgados. De esta manera se justifica el conflicto y lleva a una reducir a los sujetos en liza en buenos o malos, y el discurso a un mero enfrentamiento entre ideologías morales. Y no está vacío de ideología, por supuesto, pero responde a cuestiones económicas y a intereses materiales de dominadores que desean seguir dominando, y los vencidos siempre somos las poblaciones. La mejor representación de esto es ver a mandatarios enemigos ante una mesa escenificando un teatro de tregua, mientras sus ejércitos privados, compuestos por máquinas de matar, que algún día fueron jóvenes expuestos a violencias sociales, están coordinadamente educados para matar al enemigo.


Sumarse a la resistencia no solamente es empuñar un arma, eso es quizá la respuesta fácil, matar al de enfrente, sobre todo cuando las armas llevan la huella del autoritarismo ruso o del imperialismo de la OTAN. Hay quienes se suben al carro del relato de las guerras como conflictos genuinos desprovistos de contexto y acciones previas que llevan a esa enajenación militarista. Hay quienes denunciamos día tras día la guerra permanente del capital contra los pueblos de todo el mundo. Una tercera vía es necesaria, no solamente en lo político, también en lo intelectual y sensiblemente, que confronte los discursos hegemónicos.

El miedo instaurado sobre guerra nuclear, es un miedo con el que juegan, porque es el perfecto aliado de la irracionalidad y del estado de shock que el capitalismo necesita. Por ello mismo, se necesita de cierta frialdad mental sin inconsciencia para tratar de separar el grano de la paja. No todas las guerras valen lo mismo, ni todos los muertos, ni todas las personas refugiadas, y esa es la conclusión de un relato escrito desde la clase dominante para continuar controlando la narrativa de lo que podemos conocer. Se evidencia nuevamente, igual que como con la pandemia del Covid-19, quién tienen el control sobre los relatos; y si nos roban la capacidad de crear narrativa de la realidad, nos roban todo.

TODO POR HACER

 *++

Reino Unido despliega un submarino cazador-asesino en Gibraltar después de que Rusia incluyera en la lista negra a Boris Johnson y otros altos funcionarios

 

Reino Unido despliega un submarino cazador-asesino en Gibraltar después de que Rusia incluyera en la lista negra a Boris Johnson y otros altos funcionarios

 

DIARIO OCTUBRE / abril 18, 2022

 

El Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia impuso sanciones al primer ministro Johnson, la secretaria de Relaciones Exteriores Liz Truss, el ministro de Defensa Ben Wallace y otros diez altos funcionarios del Reino Unido el sábado, impidiéndoles ingresar a Rusia. Las sanciones reflejaron las medidas implementadas por Gran Bretaña contra Vladimir Putin y el ministro de Relaciones Exteriores Sergei Lavrov en febrero.



El submarino cazador-asesino de clase Astute más nuevo de Gran Bretaña, el HMS Audacious, llegó a Gibraltar pocas horas después de que Moscú prohibiera a los políticos británicos de alto rango ingresar a Rusia, según informaron los medios sensacionalistas del Reino Unido.

El HMS Audacious atracó junto al USS Georgia, un submarino de misiles balísticos de propulsión nuclear de clase Ohio, que llegó a Gibraltar el miércoles.
El buque de la Royal Navy de 1.600 millones de libras se puso en servicio en 2020 y está equipado con torpedos pesados ​​Spearfish y misiles de crucero de ataque terrestre Tomahawk capaces de alcanzar objetivos a una distancia de hasta 2.400 km. El ejército británico se ha jactado de la capacidad de movimiento silencioso del submarino gracias a unas 39.000 baldosas de goma antiacústicas que recubren su superficie. También se dice que el buque está equipado con un equipo de sonar avanzado, lo que le permite detectar barcos a una distancia de hasta 3000 millas náuticas (5556 km).

El HMS Audacious fue el cuarto submarino de clase Astute que se puso en servicio, con un total de siete planeados.

El año pasado, uno de los submarinos de la serie se adjuntó para proteger al grupo de ataque del portaaviones HMS Queen Elizabeth mientras zarpaba en un viaje por todo el mundo que, según el primer ministro Johnson, estaba destinado a reforzar el estatus de Gran Bretaña como «la potencia naval más formidable de Europa». Los helicópteros a bordo del portaaviones se apresuraron a buscar un presunto submarino diesel-eléctrico súper silencioso de clase Varshavyanka del Proyecto 636 ruso que se creía que estaba acechando al buque de guerra durante su excursión por el Mediterráneo. La Marina del Reino Unido nunca informó si encontraron el misterioso submarino ruso. El rol del submarino de clase Astute en la operación no fue detallado.

En 2018, news.com.au informó que otro submarino de clase Astute se había visto envuelto en una persecución del gato y el ratón con un presunto submarino ruso en el Mediterráneo mientras buques de guerra y aviones estadounidenses, británicos y franceses golpeaban Siria con misiles de crucero después de un ataque químico de bandera falsa que los tres países occidentales culparon al gobierno sirio.

El Ministerio de Defensa ruso no comentó sobre ninguno de los presuntos incidentes.

Fuente

VÍA:https://novedad-news.info/2022/04/18/reino-unido-despliega-un-submarino-cazador-asesino-en-gibraltar-despues-de-que-rusia-incluyera-en-la-lista-negra-a-boris-johnson-y-otros-altos-funcionarios/

 

*++

Carta a Sigmund Freud

 

Tal día como hoy en 1955 moría Albert Einstein. Creador y rebelde. Científico eminente, particularmente sensible ante los problemas socio-políticos de su época, librepensador humanista. Amó la razón, despreció el poder, alabó la desobediencia civil.


Carta a Sigmund Freud

 

Albert Einstein

El Viejo Topo

18 abril, 2022 

 


Desde Caputh (Potsdam), Albert Einstein escribió a Freud el 30 de julio de 1932, un año antes de que el nazismo tomase el poder en Alemania. La elección del corresponsal fue decisión suya, al igual que el motivo central de la correspondencia: arrojar luz sobre la manera de liberar a los seres humanos de la fatalidad de la guerra[1]. Freud contestó desde Viena apenas un mes más tarde, septiembre de 1932, señalando que cuando se enteró de que Einstein se proponía invitarle a un intercambio de ideas sobre un tema que le interesaba y que le parecía digno del interés de los demás, lo aceptó de muy buen grado, sin vacilación.


Estimado señor Freud:

Tengo la satisfacción, a instancias de la Sociedad de Naciones y de su Instituto Internacional para la Cooperación Intelectual, con sede en París, de poder analizar un problema libremente escogido por mí con una persona de mi elección, en el marco de un intercambio libre de opiniones, lo que me da una oportunidad única de dialogar con usted sobre la pregunta que, tal y como están las cosas en la actualidad, resulta la más importante de las que se le plantean a la civilización: ¿Hay una manera de liberar a los seres humanos de la fatalidad de la guerra? Es sabido que, debido a los progresos de la técnica, de esta pregunta depende la existencia de la humanidad civilizada; y, sin embargo, los apasionados esfuerzos por resolverla han fracasado de forma alarmante hasta la fecha. Yo creo que también entre los seres humanos que se ocupan práctica y profesionalmente de este problema existe el deseo, resultado de una cierta sensación de impotencia, de interrogar a personas que, debido a su actividad científica habitual, mantienen la distancia necesaria respecto de todos los aspectos de la vida. En cuanto a mí, la habitual orientación de mi pensamiento no me permite formarme una idea acerca de las profundidades del querer y del sentir humanos. Por lo tanto, en el presente intercambio de opiniones no puedo hacer gran cosa más que intentar formular la pregunta acertadamente y, por medio de la anticipación de las respuestas más obvias, darle a usted la oportunidad de dilucidar la cuestión echando mano de su profundo conocimiento de la vida de los instintos humanos. Confío en que usted podrá indicarnos unos métodos educativos que hasta cierto punto se alejan de la política para eliminar los obstáculos psicológicos. La persona inexperta en temas psicológicos intuye la existencia de estos obstáculos, pero no sabe cómo valorar sus correlaciones y su variabilidad. Puesto que me considero una persona libre de sentimientos nacionalistas, el aspecto exterior o, mejor dicho, organizativo del problema me resulta sencillo: que los Estados creen una autoridad legislativa y judicial para la solución de todos los conflictos que surjan entre ellos. Que cada Estado se comprometa a someterse a las leyes sancionadas por la autoridad legislativa, a acudir al tribunal en todos los casos de conflicto, a acatar sin reservas sus decisiones y a ejecutar todas las medidas que dicho tribunal considere necesarias para la realización de sus decisiones. En este punto se encuentra la primera dificultad: un tribunal es una institución humana cuya tendencia a permitir que influencias extrajudiciales afecten a sus decisiones es tanto mayor cuanta menos fuerza tiene a su disposición para imponer sus decisiones. Es un hecho con el que debemos contar: el derecho y la fuerza están unidos de forma inseparable, y las decisiones de un organismo judicial se aproximan más al ideal de justicia de una comunidad, en cuyo nombre e interés se emiten los fallos, cuantos más medios coercitivos pueda procurarse esta comunidad para que su ideal de justicia sea respetado. En la actualidad [1932], sin embargo, estamos lejos de poseer una organización supraestatal que se halle en condiciones de dictar sentencias de indiscutible autoridad y de obtener por medio de la fuerza la obediencia absoluta para su ejecución. Se abre paso aquí, pues, la primera constatación: el camino a la seguridad internacional pasa por la renuncia sin condiciones de los Estados a una parte de su libertad de acción o, mejor dicho, de su soberanía, y parece indudable que no existe otro camino para alcanzar esta seguridad. Una ojeada al fracaso de los sin duda serios esfuerzos de los últimos decenios para conseguir este objetivo, hace que todos percibamos con claridad que existen enormes fuerzas psicológicas que paralizan estos esfuerzos. Algunas de estas fuerzas son evidentes. La necesidad de poder del sector dominante se resiste en todos los Estados a una limitación de sus derechos de soberanía. Dicha necesidad de poder se alimenta con frecuencia de un afán de poder material y económico de otro sector. Me refiero sobre todo al pequeño pero decidido grupo de aquellos que, activos en todos los Estados e indiferentes a las consideraciones y limitaciones sociales, ven en la guerra, la fabricación y el comercio de armas una oportunidad de obtener ventajas personales, o sea, de ampliar su esfera de poder personal. Esta sencilla constatación supone, sin embargo, sólo un primer paso hacia la comprensión del estado de las cosas. Inmediatamente se plantea la pregunta: ¿Cómo es posible que la citada minoría pueda poner a las masas al servicio de sus deseos, si estas, en el caso de una guerra, sólo obtendrán sufrimiento y pérdidas? (Cuando me refiero a las masas, no excluyo a aquellos que, en calidad de soldados de cualquier graduación, han hecho de la guerra su oficio, con la convicción de que sirven a la defensa de los bienes más preciados de su pueblo y de que, a veces, la mejor defensa es el ataque). Aquí la respuesta más indicada es: la minoría de los dominantes tiene sobre todo la escuela, la prensa y casi siempre también las organizaciones religiosas bajo su control. Con estos medios, domina y dirige los sentimientos de las masas, al tiempo que los convierte en sus instrumentos. Pero tampoco esta respuesta ofrece una solución completa, ya que puede plantearse la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible que las masas se dejen enardecer hasta llegar al delirio y la autodestrucción por medio de los recursos mencionados? La respuesta sólo puede ser: en los seres humanos anida la necesidad de odiar y de destruir. Esta predisposición permanece latente en las épocas en las que impera la normalidad y se manifiesta sólo en circunstancias excepcionales; puede, sin embargo, ser fácilmente despertada e intensificada hasta alcanzar la psicosis colectiva. Aquí parece residir el problema más profundo de todo el aciago conjunto de factores que estamos analizando. Este es el punto que sólo el gran conocedor de los instintos humanos puede dilucidar. Todo esto nos lleva a una última pregunta: ¿es posible dirigir el desarrollo psíquico de los seres humanos de tal manera que éstos se vuelvan más resistentes a las psicosis del odio y de la destrucción? De ninguna manera pienso aquí sólo en las llamadas masas incultas. De acuerdo con mi experiencia, son sobre todo los denominados intelectuales los que sucumben con mayor facilidad a las funestas sugestiones colectivas, puesto que no acostumbran tener un contacto directo con la realidad, sino que la experimentan por medio de su forma más cómoda y cabal, la del papel impreso. Para acabar, una última cosa: hasta ahora sólo me he referido a la guerra entre Estados; es decir, a los llamados conflictos internacionales. Soy consciente de que la agresividad humana obra también bajo otras formas y en otras condiciones (pienso, por ejemplo, en las guerras civiles, originadas antaño por motivos religiosos, hoy en día por causas sociales; o, también, en la persecución de minorías nacionales). No obstante, he destacado conscientemente la más representativa y desastrosa, en tanto que desenfrenada, forma de conflicto entre comunidades humanas, porque considero que ésta nos permite conocer, sin demasiados rodeos, los medios para evitar los conflictos bélicos. Sé que usted, en sus escritos, ha contestado tanto directa como indirectamente a todas las preguntas relacionadas con el problema que nos interesa y nos preocupa. Con todo, sería de gran utilidad que usted expusiera por separado el problema de la pacificación del mundo a la luz de sus nuevos conocimientos, puesto que de una exposición de este tipo podrían resultar empeños fértiles. Le saludo amistosamente. Suyo, A. Einstein

Nota:

[1] He usado la siguiente traducción: Albert Einstein y Sigmund Freud, ¿Por qué la guerra?, Barcelona, Minúscula, 2001, págs. 63-65. Agradezco al profesor Francisco Fernández Buey su llamada de atención sobre el interés de este intercambio epistolar.

Carta reproducida en el nº 254 de El Viejo Topo, marzo de 2009.

 

El lado equivocado de la historia

 

El lado equivocado de la historia

 

Por Alejandro Marcó del Pont

Rebelion

 | 18/04/2022 | 


Fuentes: El tábano economista


Los occidentales están pagando la guerra con la caída del nivel de vida en lugar de con sus vidas (Paul Roberts)

Erick Hobsbawm cuenta en su libro “La historia mundial del siglo XX” que el 28 de junio de 1992 el presidente francés François Mitterrand se desplazó súbitamente y sin previo aviso a Sarajevo, escenario central de la guerra de los Balcanes, que a la postre se cobraría unas 200.000 vidas por los bombardeos humanitarios de la OTAN. Su objetivo era hacer patente ante la opinión pública mundial la crisis de Bosnia. La fecha elegida por el presidente francés no se dejó al azar. El 28 de junio de 1914 era el aniversario del asesinato en Sarajevo del archiduque Francisco Fernando de Austria-Hungría que desencadenó semanas más tarde el estallido de la Primera Guerra Mundial. Por cierto, la visita de Mitterrand pasó inadvertida para la OTAN, Europa y para el mundo. 

Quizás lo más interesante de este pasaje del libro es que a Hobsbawm le llama la atención cómo la destrucción y el olvido del pasado se ha constituido en unos de los fenómenos más característicos de finales siglo XX, y según nuestro entender, recrudece en el siglo XXI. En su mayoría jóvenes, hombres y mujeres creen en una especie de presente permanente sin relación alguna con el pasado del tiempo en el que viven, agravado en los inicios del siglo XXI con las posverdades.

Occidente ha tenido particulares e innovadoras ideas a lo largo de su historia, a dios gracias pocas veces repetidas, que deberían darle un poco de vergüenza y eximirlo de calificar moralmente a terceros. La generación de riqueza del siglo XVI al XIX, con la esclavitud –trata de personas– propició que Inglaterra, EE.UU., Francia o los Países Bajos se erigieran como primeras potencias mundiales. Hoy, más de 40 millones de personas en todo el mundo son víctimas de la esclavitud moderna, incluidas unas 24,9 millones en trabajo forzoso y 15,4 millones en matrimonio forzado. Hay 5,4 víctimas de la esclavitud moderna por cada 1000 personas en el globo, y una de cada 4 víctimas de la esclavitud moderna son niños, pero esto no llama la atención de nadie.

A 60 años de la independencia de Argelia, Francia no se ha disculpado por sus crímenes. El colonialismo francés, entre 1830 y 1962, se vio envuelto en atrocidades como genocidio, tortura, asesinatos selectivos, pruebas nucleares y saqueo de archivos históricos en el país africano.

La Liga Argelina para la Defensa de los Derechos Humanos sitúa la cifra en 10 millones de argelinos muertos en manos de los colonialistas franceses en un informe publicado en 2017. La masacre del 8 de mayo de 1945 fue la atrocidad más grande cometida por Francia en un solo día a los habitantes del país africano. Esa fecha, cientos de miles de argelinos celebraron el final de la Segunda Guerra Mundial y exigieron que Francia cumpliera su promesa de otorgarles la independencia. Las fuerzas coloniales se apresuraron a utilizar munición real contra manifestantes desarmados, matando a al menos 45.000 civiles.

El 17 de octubre de 1957, unos 60.000 argelinos se manifestaron en Francia contra el colonialismo de su país. Los manifestantes se enfrentaron contra municiones reales en un incidente que llegó a conocerse como el “Crimen del río Sena” en el que murieron 1.500 personas, 800 desaparecieron y miles fueron detenidos. Hasta el día de hoy, Francia conserva 18.000 cráneos en el Museo Homme de París. De estos, solo se han identificado 500. En julio de 2020, Argelia recuperó 24 cráneos pertenecientes a líderes de la resistencia argelina, antes del estallido de la revolución de noviembre de 1954, que habían sido asesinados y luego decapitados por las fuerzas coloniales francesas a mediados del siglo XIX.

Los crímenes de guerra japoneses se refieren a aquellos ocurridos durante el período de expansionismo japonés, principalmente durante la Segunda Guerra, para lo que también se utiliza la frase holocausto asiático. De una larga lista de asesinatos carente de disculpa, la masacre de Nankín quizás se lleve las palmas de los crímenes cometidos por el Ejército Imperial Japonés, en la entonces capital de la República de China, durante la segunda guerra chino-japonesa el 13 de diciembre de 1937. En diciembre de 2007, algunos documentos del Gobierno de los Estados Unidos, que eran secreto de Estado, pero fueron desclasificados, consideraron el número total de muertos en 500.000.

Dentro de las imaginativas ideas occidentales, la Segunda Guerra contó con el ingenio  europeo de crear fábricas de muertes. Primero se crearon los ghettos, y como esto no alcanzó, se diseñó el exterminio. No conozco en la historia de la humanidad que se concibieran galpones para guiar personas a su muerte y hacerlo en masa, aumentando así la productividad de la aniquilación. Pero ese ejército que encabezó el holocausto tuvo divisiones militares externas, como la que realizó la llamada “operación Barbarroja”, de invasión a Rusia de italianos, búlgaros y rumanos, quienes colaboraron, y no fueron los únicos.

Dentro de varios regímenes establecidos con el avance alemán, el Ustacha de Croacia fue uno de los más brutales, creado bajo el amparo de los nazis. Ustacha fue el principal aliado de Hitler en Yugoslavia. Por su parte, los ucranianos no se quedaron afuera y vivieron algunos de los episodios más sangrientos de la Segunda Guerra Mundial. En el actual oeste de Ucrania, los nacionalistas fascistas ucranianos colaboraron con los nazis en su lucha contra los soviéticos y crearon la Policía Auxiliar de Ucrania. Esta fue la principal autora del Holocausto en los territorios soviéticos, basándose en los orígenes nativos, y esas unidades policiales participaron en el exterminio de 150.000 judíos solo en el área de la Volhynia ucrania.

El estado húngaro colaboró con la represión provocando miles de deportaciones y asesinatos de judíos húngaros. Austria, que tenía 7 millones de habitantes durante la guerra, contaba con la afiliación al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán de 700 mil personas. En un estándar muy particular de mirada de la Unión Europea, el gobierno griego demandó a Alemania para que pague € 279.000 millones en concepto de reparaciones de guerra como compensación por la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial. La compensación era por los crímenes de guerra infligidos por Alemania e Italia durante su ocupación del país heleno entre 1941 y 1944. Durante ese tiempo, pueblos enteros fueron arrasados, decenas de miles murieron de hambre y más de 70.000 judíos griegos fueron deportados para no volver nunca más.

Difícilmente alguien hubiera tenido la osadía de decirle al presidente americano Harry S. Truman «Este hombre no puede permanecer en el poder», como lo afirmó el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Joe Biden, sobre el líder ruso Vladimir Putin el 26 de marzo de 2022 durante un discurso que pronunció en Polonia. Pero en este caso, después de borrar del planeta a 264.000 personas, aunque Japón estima en 500.000 los muertos, de los cuales el 80% eran civiles, en Hiroshima y Nagasaki. 

Algunos de los sancionadores de Rusia hacen negocios vendiendo personas, parte de los europeos atacan a Rusia y crean fábricas de muerte durante la guerra con la colaboración de la mitad de su territorio, Japón mató chinos sin la menor preocupación y Canadá prepara a las tropas nazis de Ucrania, pero sin saber que son nazis, algo típicamente canadiense. Veamos qué hacen los Estados Unidos más allá de las bombas atómicas.

Durante los últimos 240, años después de que declarara su independencia el 4 de julio de 1776, los EE.UU. no estuvieron involucrados en ninguna guerra durante menos de 20 años, según un informe publicado por la Sociedad China de Estudios de Derechos Humanos en mayo de 2021. Los datos muestran que, desde el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945 hasta 2001, de los 248 conflictos armados que ocurrieron en 153 regiones del mundo, 201 fueron iniciados por los EE.UU., lo que representa el 81% del total.

Estas guerras han devastado los países invadidos, matado a millones de civiles y desplazado a decenas de millones de personas. El péndulo se mueve desde provocar guerras en todo el mundo hasta liderar la expansión hacia el este de la OTAN, desde imponer sanciones a los «países desobedientes», matando de hambre a sus habitantes y  destrozando su economía, hasta obligar a otras naciones a tomar partido.

La suposición que, de manera abrumadora, Occidente es la voz del el mundo, oponiéndose a las acciones militares de Rusia en Ucrania, suena extraña. Occidente  parece tener un solo relato y una sola voz en su condena. Pero en todo el mundo el panorama es bastante más complicado. En la Asamblea General de la ONU el 3 de marzo, mientras 141 países condenaron la invasión de Rusia y pidieron una retirada inmediata, 35 países se abstuvieron y cinco votaron en contra. En la reciente votación para excluir a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, 93 países votaron a favor, y 82 o se abstuvieron (58) o votaron en contra (24). 

Si bien muchas naciones expresan claras dudas sobre las acciones de Rusia, también existe una preocupación generalizada sobre la postura de los EE.UU. El mundo en desarrollo, hogar de la gran mayoría de la población mundial, tiene una visión marcadamente diferente a la de Europa. Está tan preocupado, si no más, por la respuesta de Estados Unidos que por las acciones de Rusia. La militarización de las sanciones, como una nueva forma de guerra, es vista ampliamente como negativa. Estados Unidos ha asumido el derecho, basándose en la redacción más vaga, de actuar de manera arbitraria contra cualquier país que considere que ha continuado comerciando con Rusia. Sin embargo, la prioridad primordial de los países en desarrollo es el derecho a comerciar y recibir inversiones de donde sea que vengan.

Si hay alguien a quien no se lo puede acusar de anti americano es a Paul Craig Roberts, el hombre del epígrafe de este artículo. Fue subsecretario del Tesoro de EE.UU. durante la presidencia de Ronald Reagan, elogiado por esta administración como la «conciencia económica» del presidente, ex editor asociado de The Wall Street Journal, entre otros cargos. Y nos deja una visón muy interesante al ser entrevistado por Asia Times sobre la guerra de Ucrania.

Según Roberts, Rusia cometió varios errores estratégicos en los últimos veinte años. Quizás el primero fue su regreso, como una restricción al unilateralismo estadounidense que enfureció a los neoconservadores. Fuera de broma, el primer error estratégico fue no haber incorporado a Georgia después de expulsar a las fuerzas georgianas de Osetia del Sur. El segundo error fue prestar más atención a los Juegos Olímpicos de Sochi que a la revolución de colores que Washington preparaba en Ucrania. Rusia permitió ocho años de bombardeos por parte de las milicias ucranianas y neonazis de Azov contra los rusos de Donbas, mientras intentaba que Ucrania y Occidente apoyaran el Acuerdo de Minsk que Ucrania había firmado.

Las armas son el método de Occidente para librar una guerra de poder con Rusia “hasta el último ucraniano”. Las armas no tendrán ningún impacto en el resultado de Donbass. Por su parte, el efecto de las sanciones recaerá principalmente sobre los europeos, pero esto no preocupa a los EE.UU. y sus estados títeres. El objetivo de las sanciones es separar a Europa de Rusia. Para Rusia, las sanciones son un regalo del cielo. Las empresas occidentales retiradas crean oportunidades de sustitución de importaciones para que sus empresas ocupen su lugar. El objetivo de Washington es desconectar a Europa de Rusia, pero Washington no tiene capacidad para desconectar a Rusia del mundo, y eso es un gran error.

Ante la pregunta de si se había llegado al punto de no retorno, o todavía hay alguna posibilidad de que nuestras relaciones con Rusia vuelvan del abismo Paul Craig Roberts contestó: ¿Quién es “nosotros”? Occidente arruinó intencionalmente sus relaciones con Rusia. Ese es el plan. Excluir a Rusia de Europa. Rodear a Rusia con misiles que puedan llegar a Moscú en cuatro minutos para impedir que Rusia restrinja la hegemonía estadounidense. El grave peligro en la política de Occidente es que las provocaciones cada vez más imprudentes de Rusia den como resultado una guerra nuclear.

Que Occidente haya creado las mayores aberraciones de la historia no significa que Rusia se encuentre exenta de las críticas por su invasión. Jamás una guerra será buena para la humanidad a pesar de los desvaríos de los líderes de cada lado de la historia. Como bien dijo la vicepresidenta argentina, con la excepción de China todos los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU con poder de veto han incumplido con la paz. La OTAN tiene una base en las Islas Malvinas, a 14.000 kilómetros del territorio del Reino Unido, diciendo que esas Islas no son argentinas. Si Rusia no es confiable, la OTAN y el oeste tampoco lo son. Ahora, creer que Occidente es el que atesora a los piases del área del bien, los dueño de la verdad, la libertad y la democracia, es sumamente absurdo.

Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2022/04/17/el-lado-equivocado-de-la-historia/

*++

 

La crisis y la recesión que se viene en la U.E. castigará sobremanera a los trabajadores. [Esto significa empeorar todavía más las condiciones de vida de los trabajadores, aunque Putin sea calvo, medio calvo o calvo entero]

 

La crisis y la recesión que se viene en la U.E.  castigará sobremanera a los trabajadores

 

INSURGENTE.ORG / 16 abril 2022



La crisis en los países de la UE no ha hecho más que continuar tras la intervención en Ucrania, pero de un modo más acentuado y rápido. Mientras, la inflación se dispara con un aumento de precios exponencial y se come la ridiculez del aumento salarial pactada por los dos sindicatos del Régimen. Y lo peor es que todo indica que la cosa va para largo, lo que está sucediendo con la energía (tema básico no solo para el consumo doméstico sino para mover la industria, el campo, etc, etc) prevé una situación imprevisible en los países capitalistas. La idea de comprar gas a EE.UU no parece la mejor, los costes son mucho mayores y la distancia, junto a la limitación de cantidades por el traslado en barcos, hace muy compleja la sustitución del gas ruso. Los países europeos se quejan de que le están dando a Rusia más de 800 millones de euros al día en compra de energía, pero Alemania y Hungría dicen que dejar de comprarles sería un suicidio. En el caso de Alemania la dependencia para con el gas ruso es del 40%, y encima tienen el gaseoducto Nord Strem II para recibir gas desde Rusia terminado y a la espera (con permiso de EE.UU) de ponerlo en funcionamiento. Las propias empresas occidentales que participaron en la obra son las que presionan al gobierno alemán para que dé el visto bueno al grifo y poder ellas cobrar lo adeudado.

En este contexto, el Presidente de Rusia, Vladimir Putin afirmó que Europa no tiene posibilidad «por ahora» de sustituir el gas ruso y acusó a la Unión Europea (UE) de desestabilizar el mercado y provocar subas de precios con su debate sobre el embargo al petróleo y gas ruso. El mandatario ruso dijo que «todo el mundo sabe que en estos momentos simplemente no hay volúmenes libres» disponibles que Europa pudiera adquirir como alternativa. «Los países europeos hablan continuamente de prescindir de los suministros rusos, y al hacerlo desestabilizan el mercado y hacen subir los precios», acusó el presidente ruso, horas después que el gabinete económico del gobierno alemán admitiera que el país entraría en recesión de un modo inmediato si se dejara  de comprar gas a Rusia.

*++