miércoles, 7 de octubre de 2020

Como decíamos ayer (diremos mañana y habrá que seguir diciendo mientras el cuerpo aguante y sea sangre lo que circula por las venas y no aceite quemado de motor diésel como ocurre en más de seis casos en muchos que, encima y para mayor gracia, dicen ser jóvenes. Bueno, también digo yo algunas veces que soy El Copón con ruedas, por lo que ni ellos ni yo tenemos necesariamente que suicidarnos), la naturaleza no la destruimos entre todos en abstracto, así, por las buenas, ni el hombre en abstracto en particular, así, porque lo digo yo, sino algo tan concreto como el sistema capitalista o, más concreto, el modo de producción capitalista o, la repera ya de concreto, la forma de producir, distribuir y consumir basado en las relaciones de producción y de explotación económica, política e ideológica de los trabajadores que tiene el capitalismo (Oigan, que yo más en concreto ya no lo sé decir). ¿Que no sabemos los trabajadores las leyes de funcionamiento del modo de producción capitalista y que por eso, entre otras razones, confundimos los efectos con las causas? Esto ya es otra cosa, pero es otra cosa que tiene una solución tan posible, tan real, tan grande y voluminosa como siete campos de futbol (delos grandes) juntos, que consiste en aprender esas leyes, cuyo aprendizaje de tales leyes no afecta negativamente a la salud, al menos la historia no registra, que se sepa, caso alguno de nadie que se le hayan caído los brazos y oreja y medía por haberlas aprendido, sino que muy al contrario, puede afectar a la salud ecológicamente (porque no contiene elemento químico alguno) de forma muy positiva y singular, dado que con el aprendizaje las telarañas del cerebro se van que es un primor, y con ellas los miedos, que es lo que más afecta y encoje al espíritu, porque al ir aprendiendo es como elevarse de la tierra como un palmo, tampoco más, y empezar a ver al mundo con una cierta perspectiva, y es cuando ya te entran ganas de cantarle las cuarenta al primero que pase por la calle haciéndose el chulillo diciéndote que tienes que trabajar más y mejor y sin protestar por menos dinero. Quedamos entonces, según lo dicho, en que es el sistema capitalista el que destruye la naturaleza y crea las penurias materiales y el desasosiego social y la desesperanza actuales entre las personas, ¿no? Siendo esto así yo no tengo ya por que seguir diciendo nada más, porque para eso están las Agrupaciones locales; los Círculos y las Asambleas locales en los casos concretos del PSOE, Podemos e Izquierda Unida, para formar e informar a sus afiliados y al resto del personal, para decirles que, efectivamente, algunos de los efectos del capitalismo, los más perentorios y urgentes, como la comida, la vivienda y medicina en estos momentos, hay que solucionarlos de manera inmediata, como sea: a empujones, patadas, con los dientes, como sea digo, sencillamente porque existen los medios materiales y humanos para ello, como sea, insisto, y sin cachondeos de palabrerías, ni con el decreto pirulero, histórico por demás, que se aprobará un día de estos en función de esto y lo otro, pero que es en el origen del problema donde hay que actuar, en la causa fundamental de la cual derivan la inmensa mayoría de los problemas que hoy se tienen, y esta causa principal originaria de la mayoría de los problemas actuales (sin contar con los que se avecinan) la constituye el sistema de relaciones de explotación en las que se sustenta el capitalismo que son las relaciones de explotación en que se basa las que hay que sustituir, por las nuevas relaciones de producción socialistas para erradicar el problema, sacarlo de raíz, que ese es el significado del radicalismo, sacarlo de cuajo. ¿Y que cómo se hace eso? Pero, bueno, ¿es que no me van dejar ni respirar tranquilo? ¡Qué yo no sé cómo se hace eso! Que eso no lo sabe nadie. Que yo sólo digo más o menos articuladamente, mejor o peor razonado, lo que deduzco y lo que infiero, más o menos racionalmente, de lo que visto, hablado y leído, que lo que haya de ser hecho me lo tienen que decir ustedes (Los trabajadores, que con los demás no me meto) cuando se vayan reuniendo, analizando, discutiendo y acordando. Así que, menos preguntitas a mí, y más hablar y más reunión con la gente más cercana que tengan para decidir qué y cómo se hace lo que se tenga que hacer. Venga, venga, menos excusas –pájaros, que aquí ya nos vamos conociendo y vamos sabiendo del pie que cojea cada cual-. A lo dicho, que aquí quedo a la espera de ver que me dicen qué tengo que hacer, que yo también soy hijo de Dios y soy muy mío.

 

Viejo Mundo, cinismo congénito

Europa exporta venenos prohibidos en sus propios países


Por Sergio Ferrari | 07/10/2020 | Europa

Fuentes: Rebelión

Los pesticidas europeos invaden los cinco continentes. Para las multinacionales agroquímicas con sede en el Viejo Mundo no importa si sus productos no son autorizados para la venta en la misma Europa. Todo vale y la deontología, para ellas, no existe en el diccionario de la rentabilidad.

En 2018, grandes empresas de los países de la Unión Europea (UE) exportaron más de 81.000 toneladas de pesticidas prohibidos a la venta en el propio mercado continental por contener sustancias que afectan seriamente la salud humana o el medio ambiente.

Los principales exportadores fueron empresas del Reino Unido con 32.187 toneladas; de Italia 9.499; de Alemania 8.078; de los Países Bajos 8.010. En igual período, desde Francia se vendió fuera de la UE, 7.663 toneladas; desde España 5.182 y desde Bélgica 4.907. El destino: unos 85 países – las tres cuartas partes catalogados como “en desarrollo” o emergentes. Entre los cuales, en América Latina, Brasil, México, Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Honduras, por citar solo algunos.

Entre los principales destinatarios de esos químicos prohibidos en suelo europeo se encuentran países que, paradójicamente, nutren, a la postre, a la Unión Europea con productos agrícolas. La UE permite así a sus empresas químicas y agroquímicas exportar desde su territorio sustancias que luego se encontrarán residualmente en las comidas consumidas por su población. Perversa práctica boomerang de mercado.

Dichas empresas aprovechan así de actividades económicas en naciones donde las reglamentaciones y controles son menos severos y los riesgos más elevados que en la misma UE, concluye la investigación elaborada por la ONG suiza Public Eye (el Ojo Público) en colaboración con Unearthed, célula de investigación de Greenpeace de Gran Bretaña. El estudio, cuyos resultados iniciales fueron develados a inicios del 2020, vuelve a ocupar hoy el espacio mediático a través de detalles y complementos difundidos a fines de septiembre.

Una pesquisa inteligente

Para evitar las respuestas edulcoradas de las multinacionales agroquímicas, durante varios meses, los investigadores de las dos ONG solicitaron informaciones, directamente, a la Agencia Europea de Productos Químicos (ECHA), encargada de regular las sustancias químicas y biocidas en el mercado continental.  Esta instancia procesa expedientes de ese tipo de productos y observa si respetan las normas. Se dedica también, en colaboración con los gobiernos nacionales, al análisis de las sustancias más peligrosas y en ciertos casos, pone el foco en aquellas que obligan a una mayor gestión de riesgos para proteger las personas o el medio ambiente. Colabora, además, con un centenar de organizaciones “acreditadas” ligadas a la producción, al medio ambiente, académicas, sindicales (https://echa.europa.eu/es/about-us/partners-and-networks/stakeholders/echas-accredited-stakeholder-organisations), entre las cuales, Greenpeace.

A través de la ECHA lograron recolectar “miles de notificaciones de exportaciones”, es decir, los formularios que, según la legislación europea, las empresas deben completar cuando se trata de productos que contienen sustancias químicas prohibidas para la comercialización en la Unión Europea. “Si a veces dichas notificaciones pueden diferir de los volúmenes efectivamente exportados, esa documentación constituye la fuente de información más completa” señala el estudio. Resultado: las dos ONG lograron elaborar una cartografía hasta ahora inédita de las exportaciones pesticidas prohibidas que salen de los diferentes países de la UE. (https://www.publiceye.ch/fileadmin/doc/Pestizide/202009_EU-export-pesticides_worldmap_FR.pdf)

Identifican un total de 41 productos de esa categoría. De los cuales se reconocen oficialmente algunos de los efectos más graves: toxicidad aguda; malformación genética; problemas reproductivos o del sistema hormonal; cáncer; contaminación de fuentes de agua potable; impactos perversos para los ecosistemas.

Como parte de la investigación, Public Eye y Greenpeace contactaron también a unas 30 empresas, de las cuales quince – incluida Syngenta- respondieron formalmente. Las mismas coinciden en cuatro argumentos retóricos repetidos: que sus productos son seguros; que están comprometidas con la reducción de riesgos; que respetan las leyes de los países donde operan – y que éstos deciden libremente sobre los pesticidas más adecuados para los agricultores locales. Y, en particular, que es normal que numerosos pesticidas vendidos al extranjero no sean registrados en la UE dado que el clima y el tipo de agricultura son diferentes a los europeos.

Círculo macabro: semillas de laboratorio y pesticidas

Producido por la transnacional química suiza Syngenta en su fábrica inglesa de Huddersfield, el Paraquat está prohibido desde 1989 en Suiza y desde el 2007 en la Unión Europea.

En 2018, funcionarios británicos la autorizaron a exportar nada menos que 28.000 toneladas de un producto que incorpora dicho veneno vendido en muchos mercados bajo el nombre de Gramoxone. La mitad, destinada a Estados Unidos, donde la multinacional agroquímica es acusada ante los tribunales por campesinos que padecen del Mal de Parkinson. La otra mitad, en dirección, principalmente de los principales consumidores mundiales como Brasil, México, India, Colombia, Indonesia, Ecuador y África del Sur. Aunque su comercialización se expande en buena parte del planeta, incluido muchos países latinoamericanos.

Primer productor de pesticidas del mundo y tercer fabricante de semillas, Syngenta constituye, junto con Monsanto, el símbolo de la agricultura industrial. En 2018, la organización suiza Multiwatch publicó la versión francesa de su Libro Negro de los Pesticidas. Esa asociación que se dedica a denunciar las políticas ilegales de las transnacionales, describe en su publicación que las tres cuartas partes de la actividad de Syngenta está consagrada a productos fitosanitarios y un cuarto a organismos genéticamente modificados (OGM).  “Asistimos a la apropiación de la naturaleza por parte de las multinacionales con el fin de constituir monopolios en el mercado de semillas y pesticidas”. Y denuncia el mecanismo diabólico que lleva a los campesinos, fundamentalmente en el Sur, a tener que comprar las semillas, “con el gran riesgo de aumentar sus deudas y de disminuir la biodiversidad”. Y de estar obligados a usar pesticidas, de las mismas multinacionales, responsables de la degradación de la salud de ellos y de las poblaciones expuestas a esos productos. Los ejemplos, no faltan: de Pakistán a Hawai, de la India al continente africano y en toda América Latina. Multiwatch dedicó este libro al militante social brasilero Keno, dirigente del MST (Movimiento de Trabajadores rurales sin Tierra) asesinado en el 2007 en Santa Tereza do Oeste, Estado de Paraná, por miembros de una sociedad privada de seguridad contratada por Syngenta, quien ocho años después fue condenada por tal hecho.

En esa publicación los militantes helvéticos retoman cifras que provienen de la misma ONU. El organismo internacional calculaba ya en el 2017 alrededor de 200 mil decesos anuales resultantes del uso de pesticidas. Y subrayan la gran capacidad de las multinacionales de cambiar de ropaje cuando el descrédito amenaza sus intereses. De la misma manera que la estadounidense Monsanto desapareció en 2017 al ser absorbida por el gigante alemán Bayer, la Syngenta suiza fue formalmente vendida en el 2016 a la Chemchina, aunque su sede principal sigue estando en Basilea, capital suiza de la industria química.

Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de septiembre del 2019 indicaba, por otra parte, que cada 40 segundos se produce el suicidio en una persona en algún lugar del planeta. El envenenamiento con pesticidas es uno de los tres métodos más usados. Y concluye que “la intervención con mayor potencial inmediato para reducir el número de suicidios es la restricción del acceso a los plaguicidas que se utilizan para la intoxicación voluntaria”.

Concesión a las multinacionales

En julio del año en curso Baskut Tuncak, por entonces todavía Relator Especial de las Naciones Unidas sobre productos tóxicos, pidió a los países ricos que pongan fin a la “deplorable” práctica de exportar productos químicos y plaguicidas tóxicos prohibidos a las naciones más pobres que carecen de «capacidad para controlar los riesgos».

Su declaración fue sostenida por otros 35 expertos del Consejo de Derechos Humanos. Entre ellos David Boyd, Relator Especial sobre derechos humanos y medio ambiente, Tendayi Achiume, Relator Especial sobre las formas contemporáneas de racismo, Francisco Cali Tzay, Relator Especial sobre los derechos de los pueblos indígenas, y Michael Fakhri, Relator Especial sobre el derecho a la alimentación.

Tuncak explicó que las naciones más ricas suelen aplicar un mecanismo cuestionable “que permite el comercio y el uso de sustancias prohibidas en partes del mundo donde las regulaciones son menos estrictas, externalizando los impactos sanitarios y ambientales en los más vulnerables… Estos vacíos legales son una concesión política a la industria”, que permite a los fabricantes de productos químicos aprovecharse de trabajadores y comunidades envenenadas en el extranjero… Hace mucho tiempo que los Estados deberían haber finalizado con esta explotación, concluyó.

Veneno para muchos -especialmente campesinos de países periféricos-, rentabilidad extrema para las grandes multinacionales agroquímicas. Cara y cruz de una realidad planetaria que sin embargo no se queda solo en la sanción sanitaria y ambiental del Sur. Va y viene, como un enorme boomerang interoceánico, y llega también, inexorablemente, al plato diario del consumidor europeo.

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De acuerdo, de acuerdo. Ya tenemos 24 mundos a donde mudarnos, pero vamos a ir arreglando este en el que estamos que está más jodido que la pata de un banco de madera, no sea que nos quedemos sin este mundo y sin los otros 24 mundos que andan por ahí volando.

 

Identifican 24 exoplanetas «superhabitables» que pueden ser mejores para la vida que la Tierra

 

DIARIO OCTUBRE /06.10.2020

Algunos de esos mundos son más antiguos, más grandes, más cálidos y posiblemente más húmedos que nuestro planeta.


Ilustración artística del primer planeta del tamaño de la Tierra en orbitar una estrella distante en la zona habitable identificada por el Telescopio Espacial Kepler de la NASA. | NASA Ames / SETI Institute / JPL-Caltech

 

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Científicos de EE.UU. y Alemania identificaron 24 exoplanetas que pueden tener unas condiciones para la vida más óptimas que las de la Tierra. Los resultados del nuevo estudio fueron publicados en la revista Astrobiology. «Los 24 principales aspirantes a planetas superhabitables están a más de 100 años luz de distancia, pero nuestro estudio podría ayudar a enfocar los esfuerzos de observación futuros», anunció Dirk Schulze-Makuch, geobiólogo de la Universidad Estatal de Washington y de la Universidad Técnica de Berlín.

«Tenemos que centrarnos en ciertos planetas que tienen las condiciones más prometedoras para una vida compleja. Sin embargo, debemos tener cuidado de no quedarnos atascados buscando una segunda Tierra porque podría haber planetas que fueran más adecuados para la vida que el nuestro», agregó el geobiólogo, quien trabajó junto con los astrónomos René Heller, del Instituto Max Planck para la Investigación del Sistema Solar (Alemania), y Edward Guinan, de la Universidad de Villanova (EE.UU.), para identificar criterios de superhabitabilidad y buscar entre los 4.500 exoplanetas conocidos más allá de nuestro sistema solar.

Los científicos concluyeron que algunos de esos mundos pueden ser más antiguos, un poco más grandes, más cálidos y posiblemente más húmedos que nuestro propio planeta. Y apuntan a que en nuestro planeta la preferencia por el calor y la humedad, por ejemplo, se observa en las selvas tropicales, cuya biodiversidad es mayor que la de las áreas más frías y secas.

Sostienen también que el mejor momento para la vida se da cuando un planeta tiene entre 5.000 y 8.000 millones de años, mientras que la Tierra tiene alrededor de 4.500 millones de años. Además, un planeta un 10 % más grande que la Tierra debería tener más tierra habitable y una gravedad más fuerte para retener una atmósfera durante un período de tiempo más largo.

Los investigadores también observaron sistemas con estrellas enanas K, que son más frías, menos masivas y menos luminosas que nuestro Sol, además de tener una vida útil prolongada de entre 20.000 millones y 70.000 millones de años, en comparación con la vida útil de nuestro Sol, que es de menos de 10.000 millones de años.

Entre los 24 planetas identificados, ninguno cumple con todos los potenciales criterios para que un planeta sea superhabitable, pero uno de ellos junta cuatro de esas características cruciales, lo que lo hace posiblemente mucho más cómodo para la vida que la Tierra.

«A veces es difícil transmitir este principio de planetas superhabitables porque creemos que tenemos el mejor planeta. Tenemos una gran cantidad de formas de vida complejas y diversas, y muchas que pueden sobrevivir en ambientes extremos. Es bueno tener una vida adaptable, pero eso no significa que tengamos lo mejor», dijo Schulze-Makuch.

FUENTE: actualidad.rt.com

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