sábado, 29 de abril de 2017

BANCO EXTERIOR DE ESPAÑA; BANCO HIPOTECARIO DE ESPAÑA; BANCO DE CRÉDITO INDUSTRIAL; BANCO DE CREDITO A LA CONSTRUCCIÓN; BANCO DE CRÉDITO LOCAL; CAJA POSTAL DE AHORROS.... TODO ESTO ERA PARTE LA BANCA DE TODOS LOS ESPAÑOLES

La verdad es que no he consultado en el Diccionario de la Lengua Española el significado de criminal. Tampoco me he parado a pensar el significado de ese mismo término en mi pueblo (que por lo general acertamos al darle nombre a las cosas), pero para mi un criminal es aquel que comete un crimen.

Unas veces puede ser con derramamiento de sangre, como e cometido por don Felipe González en tanto que presidente del gobierno cuando organizaciones criminales paraestatales actuaba contra ETA, en cuyas acciones se asesinaron a más de 50 personas QUE-NA-DA-TU-VIE-RON-QUE-VER CON-ETA, de lo que hay que suponer deberá responder algún día por mucha cuchibamba de razones de Estado que se puedan argüir.

Otros crímenes, sin salpicones directos de sangre es el Pacto de Toledo, en el que se maquina el cómo se nos quitará las pensiones a los jubilados, que quiérase o no, por mucho que les pese a los economistas de postín televisivos y locutores de la Cadena Cope, tal que Carlos Herrera, las pensiones que cobramos los jubilados es dinerete ahorrado precisamente por nosotros. Otro crimen, el impedimento de la Moción de Censura (figura política y legal recogida en la Constitución Española. ¡Ay Constitución y ay democracia española!) para señalar con lso diez dedos de las manos al principal responsables de la corrupción en estos momentos... ¡SEÑOR RAJOY!, sin sangre de por medio, de momento, porque la "caprilización" de la política venezolana que tan tamborilicamente apoyan PP, PSOE, Ciudadanos, PNV y otros, podría ser aplicado en España en un momento determinado, y este momento determinado podría llegar en el momento que PP (jefes), PSOE (jefes), etc., etc., etc., pierdan las elecciones democráticamente.

Pero a lo que yo quería ir, a la banca: SEÑOR DON FEIPE GONZÁLEZ, ¿POR QUÉ Y EN BASE A QUÉ, Y QUÉ, Y QUÉ Y QUÉ, LE QUITÓ USTED LA BANCA PÚBLICA AL ESTADO ESPAÑOL QUE TAN BIEN ESTABA FUNCIONANDO?

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Campaña por una Banca Pública de Attac Navarra-Nafarroa
La banca pública, una necesaria ancla de estabilidad


29.04.2017



El profesor Christoph Scherrer, de la Universidad de Kassel (Alemania), expone ejemplos exitosos de Bancas Públicas en una charla en el Parlamento de Navarra

El sistema bancario privado es incapaz de garantizar la correcta circulación del dinero. La última crisis, cuyas secuelas tardaremos en superar, lo ha puesto en evidencia. Esto es así porque los bancos privados, como casi cualquier otra empresa, tienen como objetivo principal conseguir el máximo beneficio. Por supuesto, es un objetivo lícito, pero tiene sus consecuencias. Durante años, y en aras de satisfacer los requerimientos de sus inversores, estos bancos incurrieron en riesgos desmesurados, y contribuyeron al crecimiento de las burbujas inmobiliaria y financiera cuyo estallido dio origen a la crisis.

Fue entonces cuando cientos de miles de pymes (más de 200.000, según datos de la CEOE) y casi dos millones de autónomos tuvieron que cerrar. De un día para otro, los bancos privados cortaron el grifo del crédito, y estas pequeñas entidades no tuvieron dónde acudir para financiar su día a día. Esto supuso que millones de personas perdieran sus puestos de trabajo y, por tanto, el estado viera cómo caían los ingresos por cotizaciones mientras aumentaban los gastos para sufragar subsidios y ayudas sociales.

La crisis bancaria hizo tambalearse los cimientos del Estado, que tuvo que acudir al rescate. Según datos del Banco de España, son ya 61.000 millones de euros de dinero público los que se han introducido en el sector bancario privado para evitar un desplome que habría tenido efectos catastróficos sobre la economía. Otros grandes bancos de países de nuestro entorno, como USA, Gran Bretaña, Holanda o Bélgica, también estuvieron en la cuerda floja, y fueron rescatados mediante ayudas públicas. Evidentemente, la economía actual está sometida a este riesgo porque ha fiado la totalidad del flujo de capitales a los bancos privados, con lo que se ha convertido en rehén de los mismos.

En Attac Navarra-Nafarroa tenemos clara esta reflexión, y es por ello que hemos lanzado la Campaña por una Banca Pública. Lo que pretendemos es iniciar un debate colectivo que nos permita delimitar qué necesidades financieras hay en Navarra, y cómo podrían ser cubiertas estas mediante una institución pública que no estuviera a merced de los vaivenes del mercado o de la voracidad de determinados accionistas. Por supuesto, creemos que este debate tendrá sentido en la medida en que la mayor parte de grupos políticos, sindicales, sociales y empresariales se sumen a él.

El pasado lunes dimos el primer paso en esta dirección. El investigador alemán Christoph Scherrer, profesor de la Universidad de Kassel y miembro del Centro Internacional para el Desarrollo y el Trabajo Digno (ICDD), ofreció una charla en el Parlamento de Navarra, donde desentrañó algunas de las claves de su último libro, “Banca Pública en la era de la financiarización”. En líneas generales, definió a la Banca Pública como un “ancla de estabilidad”, que permite llevar a cabo políticas monetarias anticíclicas que permitan paliar los efectos negativos de los vaivenes de la economía. En su libro resaltan algunos casos de éxito, como por ejemplo en Alemania, donde los efectos de la crisis han podido ser suavizados mediante algunas de estas entidades. O en India, donde el sector bancario público es mayoritario y ha jugado un papel fundamental en el desarrollo del país y el correcto reparto de los recursos.

Scherrer explicó que una banca pública es una entidad financiera con gestión pública, controlada democráticamente y con una finalidad social que huya de las inversiones especulativas. Su objetivo fundamental debe ser gestionar de manera prudente los ahorros de la ciudadanía para proporcionar crédito a familias y empresas. Eso implica definir un modelo de gestión distinto al visto en las extintas cajas de ahorros. Un modelo que incluya criterios y controles sociales, así como una financiación de la economía productiva que resulte eficaz y rentable.

Precisamente hizo hincapié en la gobernanza de estas entidades, que si bien deben estar sometidas al control público y a las necesidades de la ciudadanía, deben contar con modos de funcionamiento muy estrictos para evitar excesos en épocas de bonanza, como ocurrió con las cajas españolas.

Una banca pública en Navarra

Para ponerla en marcha, debemos tener claras políticas respecto a diferentes aspectos. Por un lado está el aspecto ciudadano. Una banca pública debe garantizar la inclusión financiera de todas las personas. Hoy día es prácticamente imposible tener un salario, hacer la declaración de la renta, disponer de una tarjeta que nos dé acceso a dinero en efectivo o pagar los mínimos necesarios para vivir si no contamos con una cuenta bancaria. Y por tanto el sector público debería ofrecer este servicio básico a la ciudadanía.

Pero también una banca pública debería garantizar que los ahorros de las personas tengan una seguridad, y evitar que ese capital se pierda en inversiones especulativas que nada tienen que ver con la economía real. Una de las principales razones de la crisis financiera que asoló la economía mundial está en la ligazón entre los bancos de ahorros y los de inversión, que han evaporado millones de euros hacia productos financieros de alto riesgo, y que no suponen ningún beneficio para la actividad productiva.

Además, una banca pública permitiría destinar el ahorro disponible hacia actividades de interés social, primando unos sectores sobre otros. El caso de India, donde un 40% del capital prestado por los bancos estatales se destina a la actividad agrícola, base fundamental de la producción del país, ha hecho que se creen millones de puestos de trabajo en ese sector. Y también pensamos, por supuesto, que podría servir para financiar proyectos estratégicos y líneas de desarrollo socioeconómico de interés público, que se pretendan implantar tanto por parte del Gobierno de Navarra, como de los ayuntamientos.

Creemos que una banca pública es una herramienta financiera fundamental para orientar las políticas públicas hacia otras formas de funcionar, más acordes con las necesidades de la mayoría social. En Attac Navarra-Nafarroa tenemos el convencimiento de que es necesario iniciar este debate, y encaminar nuestras energías hacia el alumbramiento de una entidad financiera que permita desarrollar la sociedad de forma más equitativa y justa.

Firmas: Juan Bautista Astigarraga, Joan Josep Bosch, Raúl Ciriza, Patricia Díaz de Rada, Alberto Górriz, Feli Mateo, Íñigo Muerza, Iosu Osta, Josu Pardo y Blas Simón. Todos ellos miembros de Attac Navarra-Nafarroa

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¿A DÓNDE VA FRANCIA?




29.04.2017


En Francia algo está cambiando, pero no poseemos marcos interpretativos adecuados. Empiezo por algunos problemas de enfoque para explicar luego la estrategia y el discurso de Macron y los dilemas y perspectivas de los cambios en Francia.

Una interpretación realista

Ya hace cuatro décadas, E. Laclau hablaba de un populismo de clases dominantes y otro populismo de clases dominadas. Ch. Mouffe avanza y distingue entre un populismo de derechas (o reaccionario) y otro de izquierdas (o democrático-progresista). En todo caso, el significante ‘populismo’ (al igual que ‘izquierda’) es polisémico y equívoco, especialmente en Europa con un potente populismo derechista, xenófobo y reaccionario. Es difícil ‘resignificar’ ese significante; además, se manipula mediáticamente para adjudicar a fuerzas alternativas características antidemocráticas, ultranacionalistas o extremistas que sirvan para aislarlas de la mayoría de la sociedad. Confunde más que aclara la interpretación y la posición normativa de las distintas tendencias políticas. No es muy conveniente su uso para identificar dinámicas de progreso. Hay que explicar e interrelacionar los hechos, su interpretación y su nominación, que debe precisar su significado. No vale el determinismo economicista ni el idealismo discursivo. Veamos la experiencia francesa.

El más claro ejemplo de populismo como antagonismo nosotros/ellos es el del ultraderechista Frente Nacional, no solo a desechar desde una óptica democrática e igualitaria, junto con otros fenómenos similares en otros países del norte europeo, sino a combatir abiertamente.

Por otro lado, Mèlenchon, de tradición republicana-socialista y de izquierdas, ha ampliado su discurso ecologista y un elemento ‘nacional-popular’, más bien gramsciano y algo bolivariano. Pero es difícil catalogarlo como populista de izquierda; en todo caso, de izquierda (insumisa) con componentes populistas.

Sobre todo, no tiene sentido nombrar a ambas corrientes políticas, una de derecha extrema y autoritaria y otra democrática y de progreso (como Podemos, Syriza o Bloco portugués), es decir antagónicas en lo sustantivo, con la misma palabra de populismo.

Lo secundario para el análisis es si hay un ‘momento’ populista, sumando hechos de dos sentidos contrarios, aunque tengan (al igual que con otras formaciones) alguna característica parcial común. Lo fundamental a dilucidar es si en la actual crisis política, aparte de su profundidad e intensificación, la tendencia dominante es hacia una tendencia reaccionaria-regresiva-autoritaria (a contrarrestar) u otra dinámica igualitaria-progresiva-democrática (a promover). La diferenciación y la pugna entre ambas son decisivas y hay que nombrarlas de forma distinta. La descripción y las palabras compuestas son inevitables hasta conseguir un consenso social sobre su significado.

Macron, que no es un simple tecnócrata financiero sino que también ha sido discípulo aventajado del filósofo (interpretativo y discursivo) P. Ricoeur, ha renovado su lenguaje con grandes palabras vacías (pueblo, reformas, modernización…) que ocultan más que desvelan su proyecto político real. Su discurso está incrustado con las estructuras reales de poder fáctico y cumple una función de enmascaramiento. Así, se ha definido como ni de izquierdas ni de derechas o recogiendo lo ‘mejor de la derecha y lo mejor de la izquierda’. Ha utilizado una transversalidad político-ideológica de ‘extremo centro’, continuadora de la Tercera vía o el Nuevo centro del laborismo y la socialdemocracia de los años noventa. Pero también hay que precisar el significado de transversal según que contexto para ser útil a un cambio de progreso. Tampoco es un ejemplo a imitar su populismo centrista.

Estrategia y discurso de Macron

Pero, ¿cuál es la estrategia política o el modelo social y económico de Macron? Si en el tema de la inmigración es algo ambiguo, su proyecto socioeconómico está claro, el continuismo neoliberal regresivo, ya ejercido como Ministro de Economía: disminuir el gasto social por habitante, menores derechos sociales y laborales, privatizaciones, privilegios fiscales para las grandes empresas… Su plan modernizador, a consensuar con los conservadores y el ala derecha socialista y embellecido como europeísta, se basa en la estrategia liberal-conservadora dominante. Su intento es fortalecer las ventajas comparativas de su alto grupo financiero y productivo, estabilizar el poder político hegemónico y renegociar con Merkel un estatus más equilibrado, haciendo valer (todavía más tras el Brexit) su potencia militar y nuclear. Su objetivo es recomponer una nueva élite institucional (compartida y negociada con las dos fuerzas afines a derecha e izquierda), que frene el desgaste de legitimidad que ha sufrido el poder establecido (económico y político) en este periodo. Las oposiciones a ese ambicioso proyecto son dobles y las aspiran a representar las dos dinámicas contrapuestas, por un lado la derecha extrema autoritaria-reaccionaria-etnicista y, por otro lado, la izquierda insumisa, democrática y popular-solidaria.

Por tanto, el anti-elitismo o el anti-establishment de su discurso son leves, así como es retórico su llamamiento al pueblo. Su posición se reduce, prácticamente, a modificar la situación preponderante, ya desgastada, de algunos altos representantes de las dos élites políticas tradicionales. Es una operación de ‘recambio’ representativo para consensuar y fortalecer la hegemonía de fondo del mismo poder establecido y reforzar similar estrategia de austeridad y dominación a las clases subalternas. Su discurso renovador (transversal en lo político-ideológico pero dependiente del poder establecido y parcialmente populista) está al servicio de la consolidación del grupo de poder oligárquico, asegurando la subordinación popular. Ha sido eficaz para desplazar y absorber al aparato institucional socialista con su desgastado discurso y su torpe gestión. Pero no ofrece un cambio sustancial de políticas, quizá a peor, y tampoco de gestores y representantes intermedios que necesita recuperar.

Significa que, a pesar de la fuerte deslegitimación cívica de las dos fuerzas tradicionales y el amplio malestar social frente a la austeridad, todavía la mayoría de la población no ha llegado a un cuestionamiento profundo del bloque de poder liberal-conservador ni de la permanencia en el euro (la apoyan el 68%) o la UE. No hay crisis, en su sentido fuerte, del Régimen, del Estado o del capitalismo; no hay una perspectiva ‘revolucionaria’ inmediata. Falta todavía más erosión de la legitimidad social y la credibilidad ciudadana de la clase dominante y, sobre todo, mayor articulación cívica y apoyo popular a una opción de progreso. Otra dinámica se produciría en el caso de ganar Le Pen, cosa improbable (aunque no totalmente descartable).

Con los datos actuales, prolongados para las legislativas de junio y al margen de los efectos del sistema mayoritario a dos vueltas (que puede variar mucho el acceso a la Asamblea Nacional), se configuran tres grandes tendencias: La más homogénea, la reaccionaria y xenófoba de la ultraderecha, con entre el 25% y el 30% del electorado; la más fragmentada y pendiente de recomponer sus pesos relativos y el grado de acuerdo, la continuista liberal-centrista (¡En Marcha! con participación y dura negociación con la derecha y parte del Partido Socialista para construir el ‘extremo centro’), entre el 45% y el 50%; y la izquierda crítica (pendiente de la división socialista y la convergencia de Hamon y Mèlenchon), entre el 25% y el 30%.

Eso significa que dadas las peculiaridades del sistema electoral francés, si funciona el renovado pacto liberal-republicano, en forma de gran coalición tripartita y asimétrica, Macron contaría con una mayoría parlamentaria y una gran estabilidad gubernamental para emprender, de momento, su ambicioso proyecto reformador… regresivo. Se frenaría, de momento, la inestabilidad política y se avanzaría hacia la salida liberal-conservadora de la crisis, deseada por el poder establecido: hegemonía de los poderosos, subordinación popular con marginación de lo social, neutralización de las izquierdas, fuerzas alternativas y movimientos populares, democracia débil y mínima cohesión social, nacional y europea. Ése es el objetivo de la Troika, de Berlín, Bruselas y los ‘mercados’. Claro, que no es descartable la lucha cainita de las tres fracciones, con Los Republicanos parcialmente recompuestos y un Partido Socialista luchando por su supervivencia; llevaría a cierta ingobernabilidad y un escenario impredecible.

El cambio más relevante de esta recomposición de la élite política dominante es la práctica irrelevancia del Partido Socialista, cuyo aparato institucional, mayoritariamente, quizá se encuentre cómodo bajo el manto y el poder del centrismo neoliberal de Macron. Una parte de su electorado les puede seguir, como ha ocurrido ahora. Y otra parte de su base social y sus representantes inmediatos tiene la posibilidad de reenganche en la Francia insumisa de Mèlenchon, que debería ser abierto, flexible y acordado. En todo caso, se encaminan hacia una desarticulación de su proyecto autónomo socioliberal, ya en decadencia y abandono.

No obstante, la gravedad de los problemas de fondo, los efectos limitados de la renovación discursiva y el pequeño y cosmético recambio dirigente, así como la ausencia de cambios socioeconómicos y políticos sustantivos que respondan a las demandas populares de progreso, prolongará la deslegitimación de la nueva élite política (atravesada por lo viejo). Además, según la evolución del conflicto social, se puede ampliar el descontento cívico frente al entramado económico-institucional liberal-conservador y europeo. Aun así, la pugna seguirá con la bifurcación entre las presiones (oligárquicas) autoritarias, segregadoras y ultranacionalistas y las dinámicas (populares) democráticas, igualitarias y solidarias. Esta última es la tarea para las fuerzas alternativas. Persiste la oportunidad para ensanchar sus apoyos sociales y defender los intereses y demandas de la mayoría popular.

Dilemas y perspectivas

Existe un dilema de fondo entre cambio democrático y de progreso y continuismo neoliberal autoritario: quién y cómo reconstruye un nuevo contrato social, favorable para las mayorías sociales, democrático-igualitario desde una cultura nacional popular integradora y una actitud solidaria en el marco europeo; o bien, cómo el poder dominante francés (sus principales fracciones) articula su hegemonía interna y su inserción en la conformación de la clase dominante europea (y mundial), al decir de la colega de sociología, Marina Subirats; y si es capaz de evitar una posición real y simbólica (más o menos) subordinada al bloque de poder liberal-conservador centroeuropeo representado por Merkel.

Es decir, cómo queda Francia (sus élites dominantes y/o sus capas populares) en una UE entre dos campos fragmentados que se prefiguran: la hegemonía alemana con sus aliados centroeuropeos de Holanda y Austria -acreedores y con superávit comercial-, y la subordinación del Sur europeo –deudores y con déficit diversos-. O sea, existe una relación entre hegemonía del bloque de poder liberal-conservador (con la subordinación de las capas populares europeas, especialmente del Sur y el Este) y jerarquización u ordenación ‘nacional-estatal’ de la clase dominante (francesa y europea) que controla los recursos financieros, productivos e institucionales, así como los valores simbólicos. Y las recetas son distintas entre las tres opciones fundamentales.

Para la segunda vuelta las encuestas dan ganador a Macron, por el 60%, y perdedora a Le Pen, con el 40%, es decir, con veinte puntos de diferencia. Al primero se le sumaría gran parte del voto conservador, el voto socialista y la mayoría del ‘insumiso’. En el caso del electorado que ha apoyado a Mèlenchon, y según un sondeo, la gran mayoría del 62% votaría a Macron, el 29% se abstendría y el 9% votaría a Le Pen (es un porcentaje pequeño, pero indica la desorientación de algunos sectores populares); todo ello antes de los resultados de la consulta popular que están realizando y que va a definir la posición oficial de esa formación que pasa por evitar la victoria de Le Pen sin conciliar con el proyecto de Macron. Al Frente Nacional se le añadiría el voto recibido por el ultraderechista Dupont de Francia Levántate (4,7% y 1,7 millones), y a ese 26% se sumaría una parte (hasta la mitad) del voto conservador a Fillon; es decir, según esos sondeos, sin el cerco republicano total de 2002 a Le Pen (padre), podría arrancar todavía, adicionalmente, más de diez puntos.

Por tanto, aparte del apoyo electoral de la élite gobernante anterior (Fillon y Valls-Hollande) a Macron en la segunda vuelta, la cuestión es en qué medida debe negociar con esas dos fuerzas su proyecto ‘europeísta’. Es decir, como implementa su continuismo estratégico con la orientación liberal-conservadora dominante en Bruselas y Berlín (incluido el SPD), que ya han mostrado su alta satisfacción. Lo que se ventila en las elecciones legislativas es la estabilidad, cohabitación o el equilibrio relativo de la presidencia y el grupo parlamentario de ¡En Marcha!, necesitado de la colaboración de los otros dos viejos grupos gobernantes de la derecha y (parte de) los socialistas.

Ahí, es cuando se conforman (como en España) dos dinámicas paralelas: la consolidación del giro centrista y neoliberal del núcleo Hollande-Valls, con el apoyo (incluso participación) al Gobierno Macron, bajo amenaza de escisión del PSF; así como la neutralización de la posibilidad de acercamiento de Hamon a la Francia Insumisa de Mèlenchon, con el refuerzo de opciones alternativas y de izquierda. Esa apuesta del núcleo dominante en el aparato institucional del PSF no solo impide una deseable unidad popular sino que, dada la particularidad del sistema electoral mayoritario y a dos vueltas, prefigura la tensión entre las dos opciones socialistas y la minoración de la representación de ambas izquierdas.

Por otro lado, Le Pen representa una opción de fracciones oligárquicas (al igual que Trump aunque él si contó con el conjunto de la derecha, el Partido Republicano) que, instrumentalizando el malestar popular para aumentar su legitimidad, pretende asegurar por la vía del nacionalismo excluyente su objetivo de incrementar su dominio interno mediante el autoritarismo, el ultra-conservadurismo y la división popular con la segregación o exclusión de personas de origen inmigrante. Ante su proceso de declive económico relativo, su diversidad social y cultural y su subordinación al núcleo de poder centroeuropeo esperan recuperar la grandeur representada por una élite dominante reaccionaria, xenófoba y competidora con otros pueblos que margina a las capas populares más vulnerables.

En Francia siempre ha habido dos almas, dos identidades nacionales con amplias bases populares. Por un lado, la reaccionaria: conservadora, nacional-católica o etnicista (colaboracionista con los nazis), imperialista o militarista agresiva (1ª Guerra Mundial), colonialista (Argelia). Por otro lado, la progresista: democrático-republicana, ilustrada, laica, resistente, social e integradora de la diversidad étnica y cultural. Siempre ha tenido un bloque de poder fuerte, económico-empresarial e institucional, una clase dominante representada por la derecha con tendencias autoritarias, fuerte control social y subordinación de las clases subalternas; y también ha habido una importante oposición sociocultural y resistencia popular con fuerte identidad democrática y de izquierdas, desde la gran Revolución, con muchas fases defensivas y fragmentadas, pero con una cultura solidaria.

En ese marco impacta la crisis socioeconómica y las políticas de austeridad, sus graves consecuencias y las nuevas dicotomías que agudizan la división social. Las tendencias de fondo son contradictorias y es difícil interpretar la profundidad y, sobre todo, el sentido del cambio o, más bien, la ambivalencia de los distintos cambios. A la dificultad por la existencia de hechos contrapuestos, con fracasos y éxitos relativos, se añade el sesgo interpretativo condicionado por los intereses y la perspectiva de cada actor político y su reflejo en España. Habrá que esperar a su evolución. Pero la interpretación adecuada de la compleja realidad actual todavía es más necesaria para facilitar una posición transformadora.

Hace falta profundizar en un proyecto de país democrático y socialmente avanzado que resuelva su modernización económica y productiva y su inserción en una Unión Europea más justa y solidaria; que sea capaz de regular los embates más negativos de la financiarización globalizada y expresar un horizonte de salida de los distintos bloqueos económicos, institucionales y nacionales. Pero no existe un consenso social amplio. Existe una fuerte pugna en el propio diagnóstico de las prioridades y el desarrollo de las propuestas o estrategias de solución. Y, sobre todo, ante la legitimación de los discursos y la recomposición de las nuevas élites dirigentes o bien el reforzamiento de la participación y articulación popular. La alternativa, convenientemente renovada, sigue siendo, como en los dos últimos siglos, desde la gran Revolución francesa, entre las opciones liberal-conservadoras, más o menos autoritarias, regresivas y segregadoras (lo cual no es indiferente), y las dinámicas de progreso, democráticas, igualitarias y solidarias.

En definitiva, el carácter y el ritmo de los reajustes económicos, la continuidad de la eurozona, la reforma institucional de la UE y la misma convivencia ciudadana e intercultural, dependen de la evolución de la pugna por una dinámica u otra. O hacia una Europa más justa o hacia mayor disgregación social y nacional. El camino que escoja Francia va acondicionar fuertemente al conjunto europeo, particularmente al Sur.

Antonio Antón. Profesor Honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid.

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EUROPA SÍ, EUROPA NO. ¿PROBLEMA DE EUROPA O PROBLEMA DE LOS DESALMADOS PEONES DE LOS GRANDES CAPITALES QUE LA HAN FORMADO Y DIRIGIDO EN FUNCIÓN DE LOS INTERESES DE LOS GRANDES CAPITALES?



Europa tiene un problema en Hungría. Se llama Viktor Orbán





Por Kaos. Internacional
17.04.2017

La Unión Europea tiene desde hace años a un dirigente muy similar a Le Pen al frente de Hungría, Estado miembro desde 2004.



El historial de Orbán contra los derechos humanos es conocido: persigue a las ONGs, utiliza retórica xenófoba, trata a los refugiados de forma miserable y ha laminado la libertad de prensa, al tiempo que dirige una gran campaña de propaganda contra la Unión Europea. Su reciente cruzada para hacer una consulta pública entre los ciudadanos húngaros no ofrece disimulos. Lleva como nombre: “Stop Bruselas”.


Su última maniobra ha multiplicado la presión internacional sobre su gobierno. Una ley recientemente aprobada en el parlamento húngaro establece nuevas condiciones para las universidades extranjeras en Hungría y tal y como está redactada es considerada como un ataque directo a la Universidad Central Europea. La nueva legislación pone en riesgo la libertad universitaria de operar de forma autónoma, contratar libremente a sus profesores y que sus títulos tengan carácter internacional.
“Sólo quiero que me dejen en paz para poder seguir haciendo mi trabajo”,Ignatieff
La universidad fue abierta en 1991 tras la caída del Muro de Berlín y la llegada de la democracia a Hungría. Su cierre sería todo un símbolo sobre los retrocesos que conducen al país al tiempo en que vivió bajo una dictadura. La institución goza de gran prestigio, está financiada por George Soros -a quien Orbán considera su enemigo público, a pesar de que la fundación del filántropo húngaro americano le dio una beca a él mismo en el pasado– y tiene al frente a Michael Ignatieff, ex líder de la oposición en Canadá y académico de largo recorrido internacional.


“Sólo quiero que me dejen en paz para poder seguir haciendo mi trabajo”, ha dicho Ignatieff en una conferencia a su paso por Bruselas. “Pensé que estaba a salvo en mi regreso a la academia”, ha bromeado el autor de Fuego y cenizas, donde Ignatieff narra de manera elocuente sus lecciones aprendidas tras su fracasado intento de llegar a ser primer ministro de Canadá. Pero lo cierto es que el gobierno de Viktor Orbán detesta todo lo que esta universidad representa: pensamiento crítico, valores liberales y libertad académica. A nadie extraña que esté en su punto de mira.

La movilización para evitar el cierre del campus en Budapest –Ignatieff insiste en que su universidad no cerrará, en todo caso se tendrá que marchar a otro país– va en aumento: desde los miles de jóvenes húngaros que se han manifestado por las calles de Budapest, hasta las decenas de premios Nobel, pasando por la administración norteamericana y ahora también la UE. Ignatieff insiste en que su cruzada ahora no es política, sino académica. “Déjennos en paz hacer lo que las universidades hacemos: ¡enseñar!”, ha exclamado visiblemente irritado ante un público universitario. “La libertad académica es como estar embarazada: no admite matices, no se puede negociar: o bien la tienes o no la tienes”.
EFE

“La Unión Europea está fundada en los valores de respeto a la dignidad humana, la democracia, la igualdad, el estado de derecho y el respeto a los derechos humanos, incluyendo los derechos de las personas pertenecientes a minorías. Estos valores son comunes y exigidos en todos los Estados Miembros en una sociedad en la que el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre hombres y mujeres prevalece”. Es el artículo 2 del Tratado de la Unión Europea y a la vista de lo que ocurre en Hungría parece literatura lunar.

“¿Cuál es su siguiente paso, señor Orbán, le veremos ponerse a quemar libros en las calles?”, le ha dicho a la cara Guy Verhofstadt, líder liberal, al político húngaro, presente en el hemiciclo del Parlamento Europeo en Bruselas, en una alusión velada a la quema de libros llevada a cabo por los Nazis. Gianni Pittella, líder socialista, ha dicho: “No nos va a engañar. No es sólo la Universidad Central Europea, es la libertad de prensa, las ONGs y los refugiados. Estamos viendo lo que está haciendo en Hungría”. Orbán se ha defendido justificando todas sus políticas y ha llegado a afirmar con gran descaro que su gobierno representa “una nueva ideología y un nuevo pensamiento: un soplo de aire fresco en Europa”.

Los titubeos de Bruselas para confrontar a Orbán hasta el momento se han debido a una realidad muy incómoda para el Partido Popular Europeo. Orbán es uno de los suyos. Su partido, Fidesz, es parte de la organización y gracias a él tienen un puñado de escaños más en el Parlamento Europeo. Hace unas semanas, en una reunión de partido en Malta a finales de marzo, afirmó delante de Merkel, Rajoy y otros líderes conservadores que la inmigración “ha acabado siendo el caballo de Troya del terrorismo”. La presión sobre los populares para que expulsen a Orbán aumenta, pero por el momento no se producirá.
La Comisión Europea considera que la nueva ley universitaria de Hungría “vulneraría la libertad de proveer servicios y la libertad de establecimiento”.
Los separados viajes de Michael Ignatieff y Viktor Orbán en Bruselas han coincidido con el anuncio por parte de la Comisión Europea del inicio de un procedimiento de infracción contra el gobierno húngaro, al considerar que la nueva ley universitaria no es compatible con las libertades fundamentales del mercado interior de la UE. En concreto, “vulneraría la libertad de proveer servicios y la libertad de establecimiento”. El ejecutivo de Orbán tendrá un mes para responder a la carta comunitaria y después la Unión podría decidir llevar el caso ante el Tribunal de Justicia de la UE.

La Unión se reserva su particular botón nuclear, conocido como el procedimiento del artículo 7, susceptible de ser activado ante “una violación seria y persistente de los valores descritos el artículo 2 del Tratado de la UE”. Dicha medida podría suspender los derechos de voto del gobierno húngaro en El Consejo, lo que mermaría la capacidad de Hungría de influir en la agenda europea. Otras medidas, como congelar los cerca de 6000 millones de euros en fondos que recibe Hungría anualmente también podrían considerarse.

Hungría fue considerada un alumno modelo entre los países que pertenecieron a la órbita soviética y se incorporaron a la UE en 2004. Ahora representa un quebradero de cabeza para los líderes europeos y una mala noticia para una regla de oro no escrita sobre Europa: al entrar la democracia sólo puede madurar y asentarse sin vuelta atrás.


http://www.huffingtonpost.es/2017/04/26/europa-tiene-un-problema-en-hungria-se-llama-viktor-orban_a_22057009/?utm_hp_ref=es-homepage

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