Europa tiene un problema en Hungría. Se llama Viktor Orbán
17.04.2017
La Unión Europea tiene desde hace años a un dirigente muy similar a Le Pen al frente de Hungría, Estado miembro desde 2004.
Logre o no ganar Le Pen las elecciones en Francia, la Unión Europea tiene desde hace años a un dirigente muy similar al frente de Hungría, Estado miembro desde 2004. Viktor Orbán, perteneciente al Partido Popular Europeo, gobierna desde 2010 y en los últimos tiempos agita orgulloso la bandera de su “revolución iliberal”, como él mismo la llama, erosionando cada día un poco más las instituciones democráticas de su país. Su último arrebato autoritario – el posible cierre de una universidad internacional de prestigio en Budapest– ha sido la gota que ha colmado la paciencia de la Comisión Europea para tomar cartas en el asunto.
El historial de Orbán contra los derechos humanos es conocido: persigue a las ONGs, utiliza retórica xenófoba, trata a los refugiados de forma miserable y ha laminado la libertad de prensa, al tiempo que dirige una gran campaña de propaganda contra la Unión Europea. Su reciente cruzada para hacer una consulta pública entre los ciudadanos húngaros no ofrece disimulos. Lleva como nombre: “Stop Bruselas”.
Su última maniobra ha multiplicado la presión internacional sobre su gobierno. Una ley recientemente aprobada en el parlamento húngaro establece nuevas condiciones para las universidades extranjeras en Hungría y tal y como está redactada es considerada como un ataque directo a la Universidad Central Europea. La nueva legislación pone en riesgo la libertad universitaria de operar de forma autónoma, contratar libremente a sus profesores y que sus títulos tengan carácter internacional.
“Sólo quiero que me dejen en paz para poder seguir haciendo mi trabajo”,Ignatieff
La universidad fue abierta en 1991 tras la caída del Muro de Berlín y la llegada de la democracia a Hungría. Su cierre sería todo un símbolo sobre los retrocesos que conducen al país al tiempo en que vivió bajo una dictadura. La institución goza de gran prestigio, está financiada por George Soros -a quien Orbán considera su enemigo público, a pesar de que la fundación del filántropo húngaro americano le dio una beca a él mismo en el pasado– y tiene al frente a Michael Ignatieff, ex líder de la oposición en Canadá y académico de largo recorrido internacional.
“Sólo quiero que me dejen en paz para poder seguir haciendo mi trabajo”, ha dicho Ignatieff en una conferencia a su paso por Bruselas. “Pensé que estaba a salvo en mi regreso a la academia”, ha bromeado el autor de Fuego y cenizas, donde Ignatieff narra de manera elocuente sus lecciones aprendidas tras su fracasado intento de llegar a ser primer ministro de Canadá. Pero lo cierto es que el gobierno de Viktor Orbán detesta todo lo que esta universidad representa: pensamiento crítico, valores liberales y libertad académica. A nadie extraña que esté en su punto de mira.
La movilización para evitar el cierre del campus en Budapest –Ignatieff insiste en que su universidad no cerrará, en todo caso se tendrá que marchar a otro país– va en aumento: desde los miles de jóvenes húngaros que se han manifestado por las calles de Budapest, hasta las decenas de premios Nobel, pasando por la administración norteamericana y ahora también la UE. Ignatieff insiste en que su cruzada ahora no es política, sino académica. “Déjennos en paz hacer lo que las universidades hacemos: ¡enseñar!”, ha exclamado visiblemente irritado ante un público universitario. “La libertad académica es como estar embarazada: no admite matices, no se puede negociar: o bien la tienes o no la tienes”.
“La Unión Europea está fundada en los valores de respeto a la dignidad humana, la democracia, la igualdad, el estado de derecho y el respeto a los derechos humanos, incluyendo los derechos de las personas pertenecientes a minorías. Estos valores son comunes y exigidos en todos los Estados Miembros en una sociedad en la que el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre hombres y mujeres prevalece”. Es el artículo 2 del Tratado de la Unión Europea y a la vista de lo que ocurre en Hungría parece literatura lunar.
“¿Cuál es su siguiente paso, señor Orbán, le veremos ponerse a quemar libros en las calles?”, le ha dicho a la cara Guy Verhofstadt, líder liberal, al político húngaro, presente en el hemiciclo del Parlamento Europeo en Bruselas, en una alusión velada a la quema de libros llevada a cabo por los Nazis. Gianni Pittella, líder socialista, ha dicho: “No nos va a engañar. No es sólo la Universidad Central Europea, es la libertad de prensa, las ONGs y los refugiados. Estamos viendo lo que está haciendo en Hungría”. Orbán se ha defendido justificando todas sus políticas y ha llegado a afirmar con gran descaro que su gobierno representa “una nueva ideología y un nuevo pensamiento: un soplo de aire fresco en Europa”.
Los titubeos de Bruselas para confrontar a Orbán hasta el momento se han debido a una realidad muy incómoda para el Partido Popular Europeo. Orbán es uno de los suyos. Su partido, Fidesz, es parte de la organización y gracias a él tienen un puñado de escaños más en el Parlamento Europeo. Hace unas semanas, en una reunión de partido en Malta a finales de marzo, afirmó delante de Merkel, Rajoy y otros líderes conservadores que la inmigración “ha acabado siendo el caballo de Troya del terrorismo”. La presión sobre los populares para que expulsen a Orbán aumenta, pero por el momento no se producirá.
La Comisión Europea considera que la nueva ley universitaria de Hungría “vulneraría la libertad de proveer servicios y la libertad de establecimiento”.
Los separados viajes de Michael Ignatieff y Viktor Orbán en Bruselas han coincidido con el anuncio por parte de la Comisión Europea del inicio de un procedimiento de infracción contra el gobierno húngaro, al considerar que la nueva ley universitaria no es compatible con las libertades fundamentales del mercado interior de la UE. En concreto, “vulneraría la libertad de proveer servicios y la libertad de establecimiento”. El ejecutivo de Orbán tendrá un mes para responder a la carta comunitaria y después la Unión podría decidir llevar el caso ante el Tribunal de Justicia de la UE.
La Unión se reserva su particular botón nuclear, conocido como el procedimiento del artículo 7, susceptible de ser activado ante “una violación seria y persistente de los valores descritos el artículo 2 del Tratado de la UE”. Dicha medida podría suspender los derechos de voto del gobierno húngaro en El Consejo, lo que mermaría la capacidad de Hungría de influir en la agenda europea. Otras medidas, como congelar los cerca de 6000 millones de euros en fondos que recibe Hungría anualmente también podrían considerarse.
Hungría fue considerada un alumno modelo entre los países que pertenecieron a la órbita soviética y se incorporaron a la UE en 2004. Ahora representa un quebradero de cabeza para los líderes europeos y una mala noticia para una regla de oro no escrita sobre Europa: al entrar la democracia sólo puede madurar y asentarse sin vuelta atrás.
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