sábado, 20 de febrero de 2016

LO MILITAR: ASÍ, SÍ


 
Las Fuerzas Armadas con el Pueblo
EL COLECTIVO DE MILITARES ANEMOI

La verdad es siempre revolucionaria
Antonio Gramsci
 
Hace dos años ya que iniciamos nuestra andadura pública mediante la presentación del colectivo en el Club de Amigos de la Unesco de Madrid (CAUM). Nos definimos en aquella ocasión como un grupo de militares republicanos antifascistas y lo expresamos mediante nuestro ideario: “Las Fuerzas Armadas con el Pueblo”. Al término de su lectura se estableció un turno de preguntas que respondimos los portavoces del colectivo. La sala del CAUM estaba abarrotada, muchas personas tuvieron que permanecer en los pasillos contiguos.
 
El sábado 23 del pasado mes de enero, coincidiendo con el segundo aniversario de Anemoi, celebramos un sencillo acto de homenaje a nuestro compañero Luis Gonzalo Segura, ex-teniente del Ejército, autor de “Código rojo” y de “Un paso al frente”.
 
Luis Gonzalo, ejemplo a seguir por su valor, honradez e inteligencia, ha sido expulsado injustamente del Ejército por un gobierno incompetente y extremadamente reaccionario. Exigimos su reincorporación inmediata y la rehabilitación de su honorabilidad, nunca perdida.
 
El homenaje a nuestro compañero, por iniciativa de Anemoi, ha sido apoyado por miembros de la Unión Militar Democrática (UMD), representados por el coronel (R) Luis Otero, fundador de la UMD, que tomó la palabra. Su esfuerzo generoso en la defensa de los valores democráticos durante su etapa de presidente del Foro Milicia y Democracia -en particular de la libertad de expresión- le hace merecedor de nuestro respeto y agradecimiento. Desde este modesto escrito apoyamos su ascenso a general honorífico del Ejército en atención a sus muchos méritos.
 
El acto se celebró en un restaurante de Madrid. A él acudieron numerosas personalidades civiles y militares, entre ellas nuestra amiga la escritora y periodista Enriqueta de la Cruz, cuya obra más reciente, “César Navarro, vida y testimonio de un francmasón”, muestra una vez más su gran talento literario y su compromiso político. Ella fue la encargada del discurso y autentica artífice del éxito del homenaje. Su inquebrantable voluntad al servicio de la República, y su valeroso apoyo a nuestra causa, la hacen merecedora de toda nuestra confianza y admiración.
 
Con este acto se cierra una etapa de Anemoi y comienza otra. El año 2015 fue decisivo para la consolidación de nuestro colectivo, especialmente por las simpatías que ha despertado en amplios sectores civiles y militares. Se hace, pues, conveniente definir una nueva “hoja de ruta” que nos acerque aún más, si cabe, a los pueblos y naciones históricas de nuestra patria.
Nuestra diversidad como colectivo, y nuestra indomable resistencia frente a un régimen monárquico en descomposición, es el fundamento de nuestro compromiso. Somos un colectivo radicalmente independiente de cualquier grupo de presión. Por dignidad democrática deseamos una forma de Estado republicana. Queremos una España fraternalmente en paz con todos los pueblos de este frágil planeta azul, origen de nuestra especie.
 
La paz está amenazada hoy por innumerables focos de conflicto generados por la codicia imperial bajo el pretexto de una guerra interminable contra el terror. Nuestra participación en la OTAN acrecienta el riesgo de destrucción masiva de grandes núcleos de población y nos hace cómplices de su apoyo a dictaduras genocidas.
 
En el orden interno España atraviesa una grave crisis de identidad y está abocada, si no se actúa con generosidad y decisión, hacia un proceso de descomposición irreversible. Es el efecto demoledor de un largo proceso de decadencia histórica. Su origen está, en gran medida, en el rechazo visceral de las clases dominantes y de sus representantes políticos a los avances sociales. El resultado final es una gran desafección al Reino de España dominado por una oligarquía centralista apoyada en sus aliados tradicionales: el trono y el altar. A menudo mediante cruentas guerras civiles y dictaduras militares promovidas por esos mismos poderes.
 
El derecho a decidir de los pueblos es irrenunciable. Avancemos pues impulsados por una voluntad indomable de dignidad y de justicia social. Oigamos sin temor el grito fraternal que brota desde las entrañas de nuestro pueblo: ¡Viva la República!
 
Manuel Ruiz Robles es capitán de navío de la Armada, miembro del Colectivo Anemoi y de la Unión Militar Democrática (UMD).
Notas:
Las Fuerzas Armadas con el Pueblo
El colectivo de militares republicanos homenajea al ex teniente Segura
 
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SER CULTO NO ES NECESARIAMENTE LA POSESIÓN DE UN TÍTULO UNIVERSITARIO, NI VESTIR MUY BIEN, NI GANAR DINERO NI PROPONERSE A ASPIRANTOTE A LA PRESIDENCIA DE UN GOBIERNO

 

LAS LLAMADAS "GUERRAS CULTURALES" EN UN REINO DONDE SE PRESUME DE LEER A KANT
20.02.2016
 
Para empezar, al autor de estas líneas no le satisface demasiado la expresión “guerra cultural”. La cultura siempre ha formado parte de los conflictos sociales y económicos, así que en realidad las nuevas guerras culturales son los viejos conflictos sociales y económicos camuflados en el lenguaje mediático y político, que cambia con el tiempo, pero siempre dentro de la sociedad del espectáculo de la que hablara Guy Debord.
 
Un peligro manifiesto de abusar del término “guerra cultural” es que se trata de una copia academicista del relato sobre los conflictos a partir de esquemas usamericanos (USA) en relación a los “marcos” hegemónicos al estilo de George Lakoff, que es una forma edulcorada de obviar los intereses sociales de base, reduciéndolos a una competición entre partidos o entre elefantes, algo que silencia de fondo las luchas por el reconocimiento de las comunidades y de los movimientos.
 
El relato de las “guerras culturales” le viene bien a cierto sector de la derecha y su política cultural, como los artículos y discursos de José María Lassalle, donde se busca camuflar la realidad bajo los oropeles de una Ilustración sesgada y aparentar que los desmanes de la derecha cometidos en nombre de un liberalismo progre son faro y destino de Occidente. Al final, solo son caretas, como siempre se comprueba en cuanto se rasca un poco debajo de la buena conciencia de toda la ideología liberal, hueca y vacía.
 
¿De verdad es apropiado el término “guerra cultural”? Voy a contar algo en primera persona. En el año 2012 el Ayuntamiento de Pamplona –entonces gobernado por la derecha rancia y regionalista del lugar– censuró una conferencia que tenía que impartir. Lo que experimenté entonces no fue una guerra cultural, sino la opresión de un sistema, de un régimen, cuyos hilos de poder van desde el caciquismo económico hasta los espacios públicos y las palabras. Así son las cosas, sin aditamentos.
 
Hablar de “guerra cultural” en el contexto actual no es mucho más que reconocer, por caso, que la derecha tradicional –sea la vieja de origen franquista, sea la nueva de diseño neocon– recurrirá a los medios que tiene a su alcance para conseguir sus objetivos. Todo aquello que no consigue por los votos, los pactos, los medios de comunicación y la religión, lo lleva a los tribunales. Solo hay que recordar que tanto la censura y la persecución en el teatro como la negativa a retirar símbolos franquistas y fascistas forman parte de una historia de décadas. No son algo reciente.
 
En relación al poder judicial y los tribunales hay que añadir una observación: en los debates actuales se da mucha importancia a la necesidad de cambiar la política, la economía y la cultura, pero con frecuencia se olvida que también hay que cambiar el poder judicial. Cuando se lanzó el concepto de “Cultura de la Transición” (CT) como herramienta interpretativa de la historia del Reino de España desde la Segunda Restauración borbónica, la mayoría de los trabajos trataban de novelas, partidos políticos, redes digitales y medios de comunicación. La CT no hacía referencia a la cultura judicial. Un vacío que quedó por analizar para el futuro (el jurista Bartolomé Clavero ha sido una excepción en este campo).
Hubo una época, en la década de los 80 y gran parte de los 90, que los sueños de la posmodernidad en el Reino de España hicieron pensar que se había pasado del movimiento franquista a la movida cultural, pero eso solo fue un espejismo para un sector de la población y para una región determinada (además nació muerta bajo la estética de una desmemoria autodestructiva que quedaba ya patente en la visionaria película Arrebato de Iván Zulueta). Aún y todo, en aquella época también funcionaron las listas negras, el silenciamiento de amplios sectores culturales y la marginación de ideas no consensuales; solo que se hizo con alegría y colorido y pasó más desapercibido, mientras se preparaban los cimientos de la especulación y su burbuja, que explotarían años después.
 
Me entristece un poco que se haya activado ahora la alarma sobre la censura y los conflictos históricos y culturales cuando ha llegado el problema a la capital del Estado y a cierto sector político. Es preocupante la poca memoria que tenemos: por caso, mucha gente no se acuerda del cierre del periódico Egunkaria en el 2003, su quiebra económica y la detención y prisión de sus cargos directivos. En el 2010 la Audiencia Nacional absolvió finalmente a todos los cargos directivos y en el 2014 se archivó también la causa económica que había en su contra, después de haber hecho desaparecer un periódico con criterios democráticos. Eso sí que fue una guerra mediática, política y judicial, que activó todos los mecanismos de consenso de la Cultura de la Transición. Quizá estemos ahora en un nuevo renacimiento de esa contra-revolución cultural, aunque más bien parece una prolongación de todo ese entramado de caza de brujas al más puro estilo del senador McCarthy.
 
En cuanto al futuro soy bastante escéptico, ya que el Reino de España se ha convertido de facto en un Estado fallido con toda su decadencia, donde se puede esperar cualquier cosa de una situación así. Solo cabe generar nuevos mecanismos de resistencia en la memoria (algo que ciertos sectores de la izquierda han descuidado, sin saber muy bien por qué) y centrarse en aquellos proyectos colectivos y cooperativos –tanto locales como internacionales–, a pequeña o mediana escala, que demuestran estar insertos en dinámicas alternativas y creativas. Por lo demás, seguimos con las inercias del pasado: algunos premios culturales que se sabe que están amañados y que nadie critica abiertamente, películas que son dobladas al castellano siguiendo el modelo de censura franquista, la proliferación mediática y educativa del patriarcalismo que permea toda la cultura dominante con sesgos machistas (desde la moda y la televisión hasta el fútbol y la Semana Santa), el olvido del mundo rural y de los pueblos, la sustitución de la cultura popular en favor del diseño de la marca turística y la destrucción del paisaje y de los ecosistemas, la tontería de la alta gastronomía que te dice cómo deconstruir una tortilla de patatas… cosas que te dejan los pelos de punta, la verdad.
 
En una situación como la actual es un error aparentar lo que no se es proyectando un vacío de sentidos y significados, porque eso no hace más que afianzar el espectáculo cultural en el que nos encontramos y favorecer la corrupción lingüística que nos deja en la indefensión para avanzar sobre bases firmes. En la campaña electoral de finales del 2015 dos líderes de la nueva política –ambos de opciones contrapuestas– acabaron involucrados en una situación esperpéntica al verse obligados a hablar de Kant en un debate. Era obvio que ambos no habían leído a Kant (uno de ellos lo reconoció explícitamente) y todo lo que dijeron al respecto no pasaba de meros clichés banales. En los días siguientes se habló mucho de aquello y ambos seguían empeñados en referirse a Kant, de una u otra manera, porque era un distintivo de alta cultura y refinamiento democrático. Mientras oía y leía cosas sobre aquel debate filosófico fallido, me preguntaba de qué Kant hablaban en la política y en la prensa: ¿se referían al Kant de la estética trascendental y la arquitectónica de la razón, o al Kant del imperativo categórico y la pena de muerte, o al Kant que menosprecia a las mujeres y que no veía con malos ojos que se pegara “a los negros” en condiciones de esclavitud? Al final creo que casi nadie había leído a Kant, ni tampoco a Hannah Arendt, quien nos relató que Adolf Eichmann se declaraba lector de la Crítica de la razón práctica, mientras cumplía órdenes desde su banalidad.
 
Si queremos salir de esta banalización cultural y pensar la historia a contrapelo –por usar la expresión de Walter Benjamin–, haríamos bien en reconocer nuestras limitaciones y carencias, practicar con mayor humildad lo que Adrienne Rich llamó una política de la ubicación y de la situación. No hay atajos. Desde ahí, como dice Judith Butler, tenemos que pensar la precariedad de (todas) las vidas, tanto existencial como políticamente, porque la cultura es la expresión contingente, nunca asegurada, ni definitiva, de nuestros cuerpos y cuidados en común.
 
* Estas reflexiones sobre el tema de las “guerras culturales” las redacté a petición del periódico Diagonal, gracias a la amable invitación de José Durán Rodríguez. El reportaje completo en dicho periódico, que cuenta con la opinión de más personas (Marta Sanz, David Becerra Mayor, Luisa Elena Delgado y Gonzalo Abril), se puede leer en el siguiente enlace: https://www.diagonalperiodico.net/culturas/29374-guerras-culturales-beyonce-super-bowl-titiriteros-carcel.HTML
 
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MEJOR SIN GOBIERNO QUE CON UNO DE SEIS ME LLEVO UNA; DE DIEZ, TRES, DE VEINTE, CINCO Y EN PASANDO DE VEINTIDOS, TODAS LAS QUE PUEDA. Y SIN DECLARAR A HACIENDA, QUE ES LO QUE MÁS MOLA.


LA PESTE DE LA CORRUPCIÓN Y EL GOBIERNO DE PROGRESO
Rebelión
Cuarto Poder
18.02.2016
 
Esta semana seguiremos estando entre el ruido mediático de las declaraciones políticas y las prisas para poder llegar con los deberes y las cuentas hechas a la sesión de investidura. Para no perdernos conviene disponer de una guía de las claves que pueden acabar determinando las decisiones que afecten al país y a la ciudadanía.
 
Los resultados de las elecciones generales del 20 de diciembre (20-D) ofrecen una relación de fuerzas de difícil encaje para formar gobierno. Parece la maldición del bipartidismo. Somos un país en el que no hay ninguna tradición de coaliciones estatales debido al turnismo. Sin embargo, sí existe la costumbre de pactos autonómicos porque la norma electoral permite más pluralidad. A nivel del Estado se ha abusado de las mayorías absolutas para imponer el rodillo parlamentario y romper las reglas de juego. Esta es la herencia de la legislatura del PP. Por ello, es probable todo: que se dilate el tiempo para intentar formar gobierno, que sea precario y con poca capacidad de tomar decisiones, o que no se pueda constituir. Pero no hay que afligirse. Hay precedentes que indican que se puede vivir en un país sin gobierno, como es el caso de Bélgica que ostenta el récord en 589 días y las cosas no fueron a peor. Siempre nos quedará el consuelo de no volver a vivir la experiencia de la anterior legislatura, cuando cada viernes nos regalaba el consejo de ministros presidido por Mariano Rajoy un paquete de recortes sociales y de derechos. Eso que nos ahorramos.
 
Aunque la política no es una ciencia exacta, la avalancha de corrupción va despejando el panorama. De los cinco escenarios que podía haber hace un mes hemos pasado a dos: gobierno de progreso o nuevas elecciones. Ha quedado descartada la gran coalición propuesta por el PP y Ciudadanos (C’s). Este país no es Alemania (según el CIS solo un 5% la apoyaría) y sería la pasokización del PSOE. Por eso, uno de sus principales valedores, Felipe González, ha tenido que dar marcha atrás, por ser inviable a corto plazo.
 
Tampoco es posible un gobierno del PP: Rajoy ni siquiera lo ha intentado, ni se ha propuesto otra candidatura para facilitarlo. Mariano Rajoy está políticamente muerto si para gobernar necesita primero el fracaso del PSOE y luego su abstención. Pero, sobre todo, lo que impide estas fórmulas es la gran explosión de la corrupción en el seno del PP. Ha supuesto decenas de imputados, la dimisión de Esperanza Aguirre, y ha colocado en la picota a Barberá y al mismo Rajoy. Ante tamaña peste no sirve de nada la campaña del miedo que se quería lanzar con Cataluña y los mercados.
 
Deja también sin argumentos a esos barones del PSOE que en última instancia no descartaban abstenerse con el PP antes que gobernar con Podemos. Un gobierno PSOE-C’s no es viable porque no tendría mayoría, no sería de progreso, y porque C’s, haciendo de caballo de troya del PP, no lo quiere sin ellos. Por último, es un error que el PSOE insista en la suma PSOE-Podemos-C’s, que son inmiscibles como el agua y el aceite en un mismo gobierno.
 
Parece que se abre camino la posibilidad de un gobierno de progreso. Lo podrá haber si PSOE, Podemos, Izquierda Unida, Compromís y otros van en serio. Frente a las presiones de sus barones, Pedro Sánchez ha estado firme a la hora de intentar buscar un acuerdo y que este sea consultado a las bases. Podemos, que es la otra pata decisiva, parece que ha suavizado sus posiciones al ser consciente de que hay una demanda social de pacto y de no repetir elecciones. Un gobierno de progreso, además de desalojar al PP, debería de servir para desarrollar un plan de rescate ciudadano contra el paro, la pobreza y los desahucios; la derogación urgente del artículo 315.3 del Código Penal y de leyes como las de reforma laboral y de pensiones, la LOMCE y la ley mordaza; un plan de lucha contra la corrupción y abrir el melón de la reforma de la Constitución que, entre otras grandes cuestiones, aborde un nuevo modelo territorial que asegure la pertenencia voluntaria al Estado español.
 
El recurso a la campaña del miedo por Rajoy y las delirantes declaraciones de Fernández Díaz, relacionando un gobierno de cambio con ETA, expresan su temor a esta hipótesis. Claro que hay dificultades objetivas, pero los problemas para un gobierno de progreso tienen el tamaño que les queramos dar y el esfuerzo ha de ser grande para superarlos. Debe intentarse porque es una urgente demanda social y también por solidaridad con los gobiernos de progreso que hay en Europa. Si se alcanza un acuerdo de gobierno, habrá que emplearse a fondo en demostrar que la izquierda es eficaz gestionando los intereses de la mayoría social.
 
El último escenario es un adelanto de elecciones. Ante esta posibilidad, se producirá una carrera para cargarse de razón. Todos los partidos intentarán responsabilizar a sus adversarios de una cita electoral que no sería bien recibida por el electorado y que indudablemente pasaría factura. Dicho de otra manera ¿quién se come el marrón si hay que volver a las urnas esta primavera? Las encuestas de opinión penalizan al PP, por hacer de perro del hortelano, cuando pensaba robarle votos a C’s por aquello de la utilidad. Parece que mejorarían algo PSOE y Ciudadanos al aparecer como los que más intentan la investidura. No parece que Podemos pueda crecer mucho, a no ser que demuestre su voluntad sincera de propiciar un acuerdo de progreso y no otra cosa; además, se vería obligado a renegociar las confluencias cuando Ada Colau está montando su propio partido y podría haber dificultades con Compromís. Pero todo puede modificarse en días y la realidad es que a nadie le debería interesar el adelanto. El único elemento de cambio sobre un panorama de repetición matizada de resultados sería que Podemos e Izquierda Unida volvieran a pensar si unen y optimizan sus votos para lograr el sorpasso al PSOE y transformar profundamente el panorama político.
 
Me contaba un amigo americano que durante la primera campaña en favor de Obama, había voluntarios que iban a las casas de los barrios más humildes con el siguiente discurso: “Las elecciones son muy decisivas y su voto muy importante, está mucho en juego y no se puede perder la oportunidad de cambiar. Pero hay que hablar claro: los demócratas no van a hacer nada, pero si siguen los republicanos las cosas seguirán empeorando y no nos lo podemos permitir”. Casi nos podría servir, con una diferencia: nosotros necesitamos recuperar derechos y libertades arrebatadas estos cuatro años y poner la política y la economía al servicio de la mayoría. Esa es la voluntad del 20-D.
 
Fuente: http://www.cuartopoder.es/laespumaylamarea/2016/02/15/la-peste-de-la-corrupcion-y-el-gobierno-de-progreso/1312