jueves, 26 de noviembre de 2020
Para una critica de podemos (Publicado en el Diario Crónica de Aragón el 9 de diciembre de 2014)
Para una contribución a la crítica de Podemos
(VIII)
9. diciembre 2014 |
Por Manuel Sogas |
Categoria: El ojo atípico, Magazine, Opinión
La
importancia de las clases sociales a la hora de plantear propuestas políticas
La
noción clase social en el campo marxista es un concepto que puede ser definido
de forma objetiva estudiando la relación social y técnica que tiene el
trabajador con los medios de trabajo que utiliza en el proceso de producción P,
cuya definición previa es imprescindible para entender y explicar las
relaciones de producción capitalistas, y por extensión, la sociedad actual que
tiene como cimiento el modo de producción capitalista.
Resulta
además imprescindible para elaborar los planteamientos políticos teóricos que
luego han de ser aplicados a la práctica, con el fin de que la política así
aplicada no quede en un barullo de palabras ininteligibles, más o menos bien
enlazadas, con sonoridad más o menos agradable al oído, pero sin ningún efecto
transformador social práctico.
Así
pues, el concepto de “clase social” viene a representar un instrumento teórico
de primer orden para el conocimiento práctico de realidades sociales concretas:
relación social y relación técnica del trabajador con los medios de trabajo que
utiliza en el proceso de producción P en un momento determinado.
El
conocimiento concreto extraído de la realidad mediante el análisis de las
clases sociales, es el que establece las condiciones objetivas para definir las
políticas idóneas para las realidades concretas y determinadas para su
transformación. Con ello se erradican las aproximaciones, tópicos, creencias y
mentiras ideológicas, previamente construidas mediante el marketing político
para ser esparcidas por la sociedad a través de los medios de comunicación.
La
política desprovista de la musiquilla palabrera-ideológica y simplista
habitual, consiste en esencia en la lucha económica, política e ideológica que
los diferentes grupos sociales establecen entre sí para hacer prevalecer sus
intereses los unos sobre los otros. De manera que previamente hay que localizar
y definir los grupos sociales (clases sociales) que existen en cada barrio,
pueblo, ciudad, provincia, comunidad autónoma, Estado u organización
supranacional, y decidir en base a datos concretos por cuál de esos grupos
sociales en pugna se toma partido.
De
esta manera se pasa de la noción democrática más elemental y simple que
consiste en el ejercicio formal de la emisión de un voto cada cierto tiempo, a
un ejercicio pleno de la misma, que empieza por conocer en primer lugar aquello
sobre lo que posteriormente se habrá de decidir, porque al tener que ser
conocidas las clases sociales en cada lugar concreto: pueblo, barrio, etc.,
implica necesariamente que todas las unidades políticas organizativas más
elementales de los diferentes partidos que operan en esos lugares1 (Círculos,
Agrupaciones, Asambleas, Juntas Locales, etc.), han tenido que participar en la
realización y discusiones de esos análisis de las clases sociales, con lo que
queda asegurado el conocimiento concreto de las mismas por parte de todos los
individuos de cada organización sobre los que posteriormente se habrá de
decidir.
Con
esta forma de actuación política se va construyendo también el mejor antídoto
contra todo tipo de manipulación o dirigismo económico, político e ideológico,
al tiempo que se le va restando espacio a la figura del “líder” como cabeza
pensante o iluminador de los caminos a seguir, puesto que las políticas
concretas que así se conciban para su aplicación, no serán el producto de la
cabeza de nadie en particular, al haber surgido del conocimiento de la
realidad.
Así,
el concepto de clase social por definir algo concreto y constituir un elemento
para el conocimiento concreto, al tiempo que sirve de base para definir y
establecer las políticas concretas que han de ser aplicadas, se opone
frontalmente a la noción de “casta”, palabra normalizada dentro del lenguaje
habitual de Podemos, cuya noción no expresa nada en particular, ni sirve de
base objetiva sobre la que poder fundamentar políticas concretas que conduzcan
a la transformación social, sino que, por el contrario, incita al subjetivismo,
a que prevalezcan los sentimientos sobre la razón, lo que implica a su vez
cortar hilos para la comprensión de la realidad social, en lugar de tender
puentes para comprenderla y hacer que las nuevas ideas (no creencias)
transformadoras arraiguen en la más amplia mayoría social posible.
Por
tanto, al no tener validez instrumental para el conocimiento de la realidad
social ni constituir soporte alguno en el que poder sustentar políticas concretas,
el concepto de “casta” se convierte en un obstáculo ideológico, de donde cabe
deducir y recomendar encarecidamente la necesidad de abandonar cuanto antes la
palabra “casta” del lenguaje político habitual de Podemos.
El
origen de las clases sociales y la existencia de las luchas que entre ellas se
establece no responde a ninguna ley natural ni a invento personal malévolo de
nadie.
La
existencia de unos grupos sociales que viven y se enriquecen a costa y mediante
la explotación del trabajo de otros grupos sociales no es en absoluto una
constante histórica, sino que aparecen cuando la sociedad ha alcanzado unos
determinados niveles de desarrollo económico, es decir, que son producto de la
actividad realizada por el propio individuo, consciente o inconscientemente, y
por lo tanto, es un producto político en la misma medida que se desarrollan las
fuerzas productivas.
En
consecuencia las clases sociales no constituyen un invento diabólico del
marxismo para sembrar la cizaña donde antes solo reinaba la paz y la
fraternidad. Ni siquiera son descubiertas por Marx, que decía lo
siguiente: “Ahora, por lo que a mi se refiere, no es a mí a quien
corresponde el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la
sociedad moderna, como tampoco la lucha que libran entre sí en esa sociedad.
Historiadores burgueses habían expuesto mucho antes que yo la evolución
histórica de esa lucha de clases, y economistas burgueses habían descrito su
anatomía económica. Lo que yo he aportado de nuevo es: 1º) demostrar que la EXISTENCIA
DE LAS CLASES no está vinculada más que a FASES HISTÓRICAS DETERMINADAS DEL
DESARROLLO DE LA PRODUCCIÓN; 2º) que la lucha de clases lleva necesariamente a
la dictadura del proletariado; 3º) que esta misma dictadura no representa más
que una transición hacia LA ABOLICIÓN DE TODAS LAS CLASES y hacia una SOCIEDAD
SIN CLASES. Tontos ignorantes, como Heinzen, que no sólo niegan la lucha de
clases, sino la existencia misma de esas clases, muestran tan solo que, a pesar
de toda su baba sanguinolenta, de sus aullidos que quieren hacerse pasar por
declaraciones humanistas, apoyan las condiciones sociales en las que la
burguesía robustece su dominio para el resultado final, para el nec plus ultra
de la historia; prueban que no son más que criados de la burguesía, una
servidumbre tanto más repugnante cuanto que esos cretinos comprenden menos la
magnitud y la necesidad pasajera de ese mismo régimen burgués…”2.
En
buena lógica, si las clases sociales aparecen en la historia en determinadas
circunstancias y son creación del ser humano, es posible pensar igualmente que
también en determinadas condiciones históricas el mismo ser humano que las creó
las puede hacer desaparecer.
Para
deshacer el error de quienes creen (el concepto de creencia no es el mismo que
el de idea) que el modo de producción capitalista es lo que ha existido siempre
como si fuera algo dado por la naturaleza, y que por ello no se puede cambiar,
dado que es de “insensatos” o de descerebrados utópicos plantearse modificar
las leyes de la naturaleza, bastaría un brevísimo repaso a la historia para
comprobar los cambios objetivos y subjetivos que se han producido en los
órdenes económicos, políticos e ideológicos, desde el productor primitivo hasta
el asalariado moderno.
Cuanto
más nos acerquemos al origen de la humanidad mejor puede verse la inexistencia
de las clases sociales, y más claramente puede encontrarse al individuo
formando parte de una comunidad, familia, tribu, horda, etc., unida
completamente con fuertes lazos a esa comunidad de la que forma parte en su
conjunto y a la naturaleza: la tierra, de donde se obtiene todo lo necesario
para la subsistencia.
En
esta etapa histórica, que es la más larga de todas las conocidas, aparece el
individuo como producto de la naturaleza, como productor y poseedor de los
medios de producción y de la tierra. La posesión (no la propiedad privada, cuyo
concepto es inexistente en esa etapa histórica) de los medios de producción no
la ostenta el individuo a título personal, sino la comunidad a la que
pertenece.
El
individuo particular es poseedor en tanto en cuanto es un miembro que forma
parte de esa misma comunidad, y al mismo tiempo, individualmente posee un
control y dominio absolutos sobre los medios de trabajo que utiliza en el
proceso productivo P: la mano, el palo, la piedra, el cuchillo, la lanza, el
arco y las flechas, etc. El control y el dominio de los instrumentos de trabajo
está en función exclusivamente de sus cualidades y facultades personales, por
lo que nos encontramos con un sujeto que trabaja y no con un individuo
considerado única y exclusivamente como un simple objeto de trabajo, concepción
ésta del individuo que es cosa de la modernidad.
Y
podemos ver también que todos los individuos realizan el mismo tipo de trabajo
sin grandes variaciones, a cambio del cual reciben una parte del producto del
trabajo realizado: recolección de frutos, caza, pesca, etc.
La
finalidad del trabajo en ese tiempo es el propio individuo3,
producir para sí, para la reproducción del propio cuerpo, para el mantenimiento
individual, familiar o de toda la comunidad a la que pertenece. Es decir,
produce para satisfacer las necesidades, puesto que la producción no está
dirigida ni tiene como fin el enriquecimiento individual, sino para crear
valores de uso con los que poder cubrir las necesidades.
No
se producen mercancías para intercambiar por dinero en el mercado, aunque
ocasionalmente pueda existir un excedente de producción que se intercambie
(trueque, sin existencia de dinero) con otras comunidades vecinas. Pero estos
intercambios no se realizan tomando como base los valores de cambio de los
objetos que se intercambian, sino el valor de uso inherente de los objetos
intercambiados.
Vemos
pues, repasando la historia, entre otras cosas, que lo natural en el individuo
no es el trabajo asalariado, sino el de productor para sí mismo y para
satisfacer sus necesidades individuales y sociales. Vemos que la propiedad
individual de los medios de producción no es imprescindible ni determinante, ni
mucho menos, condicionante objetivo de la producción. Y también vemos que el
individuo mantiene unos fuertes lazos de dependencia con aquello que le permite
su subsistencia material y espiritual y de sus relaciones sociales con los
miembros que componen la sociedad (comunidad) en la que vive y a la que
pertenece, de la que es producto y productor a la vez, y en la que influye y a
la vez es influido, dentro de la cual nace, se desarrolla y muere, porque el
individuo no podría existir fuera y al margen de la sociedad, porque no es ni
autosuficiente ni libre, en el sentido absoluto con el que lo intenta presentar
la ideología burguesa (la capitalista), dado que depende del aire que respira,
del alimento que toma, del tiempo para dormir que necesita, etc., de donde se
deduce fácilmente que la “libertad individual” proclamada y elevada a los
altares más sagrados de la burguesía, no es más que una creación política
artificiosa (puramente ideológica) a medida de sus intereses.
El
individuo no es absolutamente libre ni autosuficiente. Ni siquiera en la
ficción literaria4. La noción de “libertad individual” en el
contexto burgués capitalista, que se consagra como verdad divina e
indiscutible, no se refiere en absoluto a la necesidad de derribar los
obstáculos materiales y psicológicos que el individuo encuentra en su vida y que
le impiden desarrollar todas las facultades y cualidades que posee como
persona, sino que queda circunscrita y ceñida a la libre actuación de los
grandes capitalistas para derribar cuantos obstáculos le salgan al paso, sin
control ni límite alguno que dificulten o impidan acumular y concentrar
capitales, aunque para ello tengan que sumir en la miseria material y
espiritual a la inmensa mayoría de la población para beneficio propio y de la
exigua minoría que representan.
La
esclavitud tuvo en su tiempo el carácter de algo natural (la misma
consideración oficial que hoy tiene el capitalismo), ya que era algo creado por
las fuerzas de la naturaleza, o sea, por voluntad divina, que así había
dispuesto el estado de las cosas.
Para
mantener la concepción natural de la esclavitud (al igual que hoy para mantener
lo “natural” del capitalismo) sólo eran necesarias dos cosas: 1) olvidar (o
desconocer) que, antes de que apareciera la esclavitud, la Humanidad llevaba
funcionando millones años sin que fuera conocida, ni teóricamente ni en la
práctica, y 2) pasar por alto que el proceso de trabajo de cooperación simple
que realizaba el individuo primitivo se tuvo que transformar en un proceso de
producción más complejo que requería determinadas especializaciones en el trabajo,
es decir, una determinada división social del trabajo que implicaba la
necesidad de que unos nuevos grupos sociales se separaran de las tareas
directas de la producción para dedicarse a las de administración y control de
esa producción que se había vuelto más compleja, mientras otros grupos sociales
permanecían ligados directamente a las tareas de la producción.
Con
la esclavitud el individuo da un paso hacia la “libertad” con respecto de su
estado primitivo, al romper las “ataduras” que lo unían y sujetaban a la tierra
y a la comunidad a la que pertenecía, para quedar completamente “libre” a la
absoluta disposición del esclavista, del amo, que es en realidad el que
adquirió efectiva y plena libertad de disponer a su entera voluntad de la
suerte del esclavo y los suyos. Por ello, lo primero que hace el esclavista es
rebajarlo de su categoría de humano a la de animal de trabajo, al que el amo
tiene la obligación de alimentar, de proveerle de un techo para descansar y de
procurarle las condiciones adecuadas (facilitarle hembras) con el fin de que
reproduzca más fuerza de trabajo, que es el único objeto de la existencia del
esclavo, exactamente igual que cualquier otro animal de trabajo.
El
guerrero primitivo que vencía a otro guerrero, si no lo mataba en el combate,
lo mataba después para comérselo y adquirir así la fuerza y la destreza del
vencido, hasta que cae en la cuenta de que le es mucho más útil no matarlo,
hacerlo prisionero, esclavizarlo y ponerlo a trabajar y apropiarse del producto
del trabajo realizado.
La
esclavitud con respecto a la historia anterior (en la que no se conocía el modo
de producción esclavista), representa un avance social, un desarrollo
histórico, en el sentido de que se desarrollan las fuerzas productivas por la
introducción del esclavo en el sistema productivo, que dicho hoy con ironía,
representó en su día la tecnología punta del momento que condujo a un
incremento de la productividad y de la riqueza; una riqueza que no revierte en
el esclavo, a pesar de ser su productor, sino en el amo al que pertenece, para
aumento del disfrute y del bienestar material de éste.
Al
modo de producción esclavista lo sustituye el modo de producción feudal, que al
igual que el primero, también pasa a tener la consideración de “orden natural
divino”, porque “así Dios lo quiso desde el principio de los tiempos”.
En
el feudalismo el siervo pierde la condición de animal de trabajo que tenía en
la esclavitud para alcanzar un nivel cuasi humano, pero sin dejar de ser un
mero objeto de trabajo.
La
suerte del siervo dependerá del trabajo que realice por sí mismo junto al que
realice su familia, porque van a poder trabajar “libremente” cuantas horas del
día y la noche quieran y puedan (para incrementar la productividad) por ocupar
la tierra del señor feudal para trabajarla, a la que quedarán sujetos y
formando parte de ella como si fueran simples árboles, matojos del monte, un
río o piezas de caza.
Una
parte del producto del trabajo del siervo y su familia irá directamente a manos
del señor feudal, y otra parte quedará en su poder para el sustento propio,
porque al haber perdido la condición de animal de trabajo que tenía en la
esclavitud, ha perdido también el derecho que le asistía de ser alimentado,
vestido y cobijado por el amo, lo que evidentemente representa una ventaja para
el señor que ya no tiene que preocuparse del estado ni de las condiciones de
vida de sus trabajadores, sino sólo de apropiarse directamente de una parte del
producto del trabajo realizado por la servidumbre. Esto le supone al señor feudal
una mayor capacidad de goce de la riqueza creada, no por él, sino por el
siervo, que al igual que al esclavo, tampoco acaba de llegarle la riqueza que
generaba con su trabajo.
A
medida que se fueron desarrollando las fuerzas productivas del modo de producción
feudal, y como consecuencia de ello, fueron apareciendo los burgos (de ahí la
palabra burguesía), que no eran otra cosa que pequeñas ciudades que por su
naturaleza y o por sus condiciones de vida se empiezan a oponer al modo de vida
rural.
En
estos burgos aparece la incipiente industria artesana de los oficios, la cual
contiene ya el germen de la producción de objetos para un mercado que necesita
ir siendo ampliado a medida que se va desarrollando la industria artesana. Y a
ello se oponen las cerradas y férreas estructuras económicas, políticas e
ideológicas feudales que sustentan el clero, la nobleza y la plebe, a cuyas
estructuras la incipiente burguesía no puede acceder para adaptarlas a sus
intereses.
Surge
así la necesidad histórica para la burguesía de destruir cuantas barreras le
opone el feudalismo a su desarrollo como nueva clase social que aparece en la
historia, con el propósito de levantar en su lugar las condiciones que
favorezcan sus intereses de clase.
Estas
son resumidamente las razones y los motivos objetivos que justifican y explican
históricamente el carácter revolucionario y transformador de la burguesía
capitalista como nueva clase social que consigue derrumbar todas las
estructuras del Antiguo Régimen, desde el triple punto de vista económico,
político e ideológico.
“Libertad, igualdad y fraternidad” es la proclama que lanza la burguesía como banderín de
enganche para todas las clases sociales contra los estamentos dominantes del
feudalismo.
Pero
como ya se ha dicho antes, la libertad que proclama la burguesía nada tenía que
ver (ni tiene que ver hoy) con derribar los muros y obstáculos que al individuo
le impiden ser protagonista de sus propias decisiones, sino con la libertad de
movimientos económicos, políticos e ideológicos que necesita la burguesía para
establecer las condiciones que permitan su enriquecimiento material y la
acumulación de poder económico, político e ideológico.
Una
de las primeras “libertades” que necesita el burgués-capitalista es poder
acceder a las esferas del poder que los estamentos del Antiguo Régimen le
tenían vetadas. Otra, que el siervo quede libre de las ataduras que le unen a
la tierra y al señor, de modo que una vez en completa “libertad” el antiguo
siervo se convierta en un individuo al que lo único que le queda para subsistir
es la venta de su fuerza de trabajo a quien se la quiera comprar. Y el único
que puede comprarle la fuerza de trabajo es el capitalista, que es el único que
posee los medios de producción. Pero además, el capitalista dispone de todos
los resortes de poder (control de la economía, de la política y de la
ideología) para poder fijar las condiciones en las que el asalariado deberá
venderle la fuerza de trabajo, por lo que el asalariado que lleva puesta una
etiqueta de “individuo libre” que es absolutamente falsa, puesto que en
realidad vive sometido al capitalista.
La
“libertad individual” que proclama y logra imponer el capitalista para el
asalariado (como hombre libre, que puede decidir vender o no vender su fuerza
de trabajo, en pleno ejercicio de su “libertad individual”) representa
realmente para éste la obligatoriedad de vender su fuerza de trabajo al precio
y en las condiciones que determine el capitalista, salvo que prefiera perecer
de hambre junto a los suyos, porque no dispone de ningún otro recurso para su
subsistencia. Dicho de otro modo, gracias a la Revolución burguesa, el
asalariado queda en completa dependencia económica, política e ideológica del
capitalista.
Se
puede comprobar así que la bandera de la “libertad” levantada por la burguesía
no fue otra cosa (y no es otra cosa hoy) que el arma ideológico-política que le
permitió aglutinar en torno suyo a todas las clases sociales en su lucha contra
los estamentos del Antiguo Régimen, con el fin de derribarlo y de establecer en
su lugar las bases económicas, políticas e ideológicas del modo de producción
capitalista que llega hasta nuestros días.
La
“igualdad” declarada por el burgués se refiere únicamente a burgueses que
reclaman para sí (y no para el siervo, ni luego para el obrero) las mismas
condiciones para acceder a las altas magistraturas del Estado reservadas en
exclusiva al clero y a la nobleza en el Antiguo Régimen.
Una
de las mejores trampas tendida por la burguesía a las clases trabajadoras es
sin duda la de la “igualdad” ante la ley. A la ley para defender un derecho
puede acudir cualquiera, pero siempre tendrá muchas más posibilidades de lograr
sus pretensiones quienes puedan costearse buenos abogados. Esto último se
silencia. La burguesía capitalista dispone de esos recursos. Las clases
trabajadoras no. Los grandes capitalistas disponen incluso de mejores medios
para la defensa de sus intereses que muchos gobiernos para defender los
intereses de sus ciudadanos. Y no constituye un disparate afirmar que los
grandes grupos de delincuentes ligados a grandes grupos del capital (tráfico de
drogas, prostitución, comercio clandestino de armas, fuga y blanqueo de
capitales, etc.) disponen de más recursos y mejores medios para delinquir que
los propios Estados para combatirlos.
Con
estas brevísimas y resumidas pinceladas históricas a brocha gorda se ve que la
aparición de unos grupos sociales que explotan a otros grupos sociales (los
esclavistas a los esclavos; los señores feudales a los siervos; y los
capitalistas a los asalariados), no responde a ninguna ley natural y ni
siquiera a la naturaleza humana, sino que se debe al producto del desarrollo
histórico y a la acción del propio individuo. Y esto es lo que lleva a la
conclusión lógica y elemental de que, si unos modos de producción han sucedido
a otros a lo largo de la historia, en la medida que se han ido desarrollando
las fuerzas productivas, también el modo de producción capitalista una vez
alcanzada su madurez histórica (al igual que la alcanzaron los modos de
producción anteriores antes de ser sustituidos) puede y debe ser sustituido por
otro nuevo modo de producción, el modo de producción socialista, y que dicha
sustitución no se corresponde con el deseo particular de nadie, ni se debe a
ninguna idea luminosa de nadie, sino a simples razones históricas.
El
cambio más importante producido a lo largo de la historia entre el productor
primitivo con respecto al asalariado moderno, dicho de forma resumida, ha
consistido en que el primero trabajaba para subsistir, que era su único
objetivo, controlando y dominando los medios de trabajo que utilizaba en el
proceso de trabajo, mientras que el segundo tiene que trabajar necesariamente a
cambio de un salario (algo que no siempre puede hacer) para el enriquecimiento
personal de otros individuos, a la vez que pierde el control y dominio del
proceso de trabajo en el que participa.
O
sea, que el desarrollo histórico dirigido y presidido fundamentalmente por
relaciones de explotación económica, política e ideológica de unos grupos
sociales sobre otros, ha puesto abajo lo que estaba arriba (de productor
dominador a asalariado dominado). Por ello, no parece ningún dislate
intelectual plantearse volver a poner arriba lo que estaba arriba, es decir,
poner al individuo controlando y dominando los instrumentos de trabajo que
utiliza dentro del proceso de producción P en el que participa.
Desde
la más temprana aparición de las clases sociales hasta hoy, donde más
claramente aparecen éstas definidas es en el modo de producción capitalista,
por ser el modo de producción más desarrollado en todos los sentidos, en el
económico, en el político y en el ideológico, si bien es verdad que aparecen
envueltas en la hojarasca palabrera y populista que indica (a partir de un
razonamiento rayano en el ridículo intelectual) que las clases sociales han
desaparecido.
¿Qué
importancia tiene determinar con exactitud la existencia de las clases sociales
en una formación capitalista determinada? Absolutamente toda. Y sobre todo y de
manera especial, en cualquier formación política que declare tener la voluntad
de la transformación económica, política e ideológica de la sociedad, porque
solamente a partir de su localización, composición y análisis se puede
establecer una política objetiva con efectos prácticos de transformación
social, para que la política no quede en una simple retahíla de palabras sin
contenido con el único objetivo de la simple atracción de votos aplicados a un
cambio para que nada cambie, como ha ocurrido en los partidos políticos tradicionales,
y como continuará ocurriendo en cualquier formación política (se denomine como
se denomine, y declare lo que declare), si su política no está basada en un
estudio previo de la existencia de las clases sociales.
Si nos planteáramos, por ejemplo, el estudio de las clases sociales y su composición en Aragón, sería imprescindible elaborar al menos el siguiente cuadro5:
En
este cuadro se observan nueve apartados que podrían ampliarse o reducirse en
función de la pretensión del análisis. A la vista del mismo, se puede optar
objetivamente por el grupo o grupos a favor de los cuales se toma partido.
Si
este cuadro se relaciona con el cuadro nº 1 que ya conocemos, se llega también
a la determinación objetiva de si se toma partido por defender los intereses de
las 13.885 empresas o por el grupo de las 14 grandes empresas que figuran en el
mismo.
La
cuestión previa de la existencia, cuantificación y composición de las clases
sociales (como ya se ha indicado antes), constituye la base objetiva para poder
establecer políticas concretas en las que poder basar objetivamente las
diferentes acciones transformadoras. Y además, se convierte en instrumento
práctico para demostrar la inutilidad del “líder” como “cabeza pensante” y
alumbrador de ideas para la acción, ya que ello representa un verdadero
obstáculo para la implantación, desarrollo y avance de la democracia efectiva y
real, sin ningún calificativo, como veremos en algunas de las siguientes partes
de este trabajo.
(Continuará…)
_________
1 Y
en caso de no estar presentes en un lugar determinado, da pie y motiva
objetivamente a que se puedan formar apelando a los lugareños precisamente a la
necesidad que se tiene de conocer la existencia de las clases sociales y su
composición en ese lugar
2 Carta
de Marx a J. Weydemeyer, 5 de marzo de 1852. Marx/Engels. Cartas sobre El
Capital, Ed. LAIA, Barcelona, 1974, P. 50
3 La
concepción del trabajo con el exclusivo fin de crear valores de cambio para
enriquecerse personalmente aparecerá decenas de siglos después en pueblos
minoritarios antiguos que se dedican al comercio, y en minorías como la de los
judíos en la Edad Media
4 Robinson
Crusoe abandonado en un isla desierta después de haber naufragado el barco en
que navegaba, constituye la ficción del hombre que puede bastarse así mismo
viviendo al margen de la sociedad. Pero analizada la situación en que se haya,
pronto se cae en la cuenta, por lo menos, de que Robinson Crusoe para
sobrevivir no se bastó así mismo. Por lo pronto, consigo lleva ropa, armas y
sobre todo, el saber y la cultura de su tiempo, por ejemplo, conoce la forma de
encender fuego. Pues bien, ni la ropa que lleva, ni las armas que porta ni lo
que sabe, son invenciones personales de él, y sin embargo, todo ello que no es
invento ni creación personal suya, sino el resultado de decenas o centenas o
miles de generaciones anteriores a él, de todo lo cual se aprovecha, es lo que
le permite la supervivencia. Por lo cual no se puede mantener que se bastara a
sí mismo
5 Elaboración
propia a partir del “Estudio de la situación actual de la economía aragonesa de
UGT” (1994). Se han variado intencionadamente algunas cifras para hacerlas
coincidir con la población aragonesa en 2012 (1.349.000 habitantes), lo que
varía el resultado cuantitativo del razonamiento, pero que no afecta para nada
a la naturaleza del mismo
Capítulos
anteriores:
– Para una contribución a la crítica
de Podemos (I y II)
– Para una contribución a la
crítica de Podemos (III)
– Para una contribución a la crítica
de Podemos (IV)
– Para una contribución a la crítica
de Podemos (V)
– Para una contribución a la crítica
de Podemos (VI)
– Para una contribución a la crítica
de Podemos (VII)
*++
El Coronavirus y el negocio virus que hay detrás del coronavirus a costa de la salud de las personas y con dinerete teta borrega pública, como si la borrega pública no tuviera dueño, cuando es dinero privado de generaciones enteras de trabajadores puesto en manos del Estado. Y adivina adivinanza: el que no lo entienda es que no lo quiere entender.
Vacunas, riesgos y negocios
El Viejo Topo
25.11.2020
El
desarrollo de vacunas contra el Covid-19 es un golpe histórico de
ganancias para la gran industria farmacéutica. No sólo si logran efectividad y
la venden, también desde antes por la especulación financiera con sus acciones
y, sobre todo, gracias a los enormes subsidios gubernamentales que están
recibiendo. Según el Financial Times, vender la vacuna puede ser
pura ganancia, porque los costos ya han sido cubiertos por anticipado con
dinero público. (Anna Gross, FT, 12/11/2020).
Otro aspecto
muy preocupante: las empresas que han anunciado una efectividad de más de 90
por ciento en sus vacunas contra el Covid-19, Pfizer/BioNtech y Moderna, usan
una nueva técnica de ingeniería genética (mRNA) nunca antes probada en seres
humanos. La vacuna es experimental, pero también lo es la propia técnica y sus
efectos imprevistos en general. Sus afirmaciones de que son seguras son más
bien bravatas comerciales: no existe forma de asegurar que no tienen riesgos a
mediano o largo plazos. Incluso a corto plazo, porque no se sabe qué efectos son
detectados o no son reportados. Al respecto, la Unión de Científicos
Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza en América Latina (UCCSNAL)
emitió un pronunciamiento donde explica los riesgos potenciales y llama a
aplicar extrema precaución y evaluación independiente antes de autorizar estas
vacunas transgénicas (https://tinyurl.com/y6cb3w4k).
Las empresas
saben de esa falta de certeza. El director ejecutivo de Pfizer, Albert Bourla,
tenía fríamente calculado vender gran cantidad de sus acciones el día del
anuncio de la nueva vacuna, día en el que experimentaron un aumento súbito de
valor, por lo que obtuvo 5 millones 600 mil dólares. También la vicepresidente
de la misma empresa, Sally Susman, vendió ese día acciones por valor de un
millón 800 mil dólares. Además de la infidencia (permitida), refleja que ambos
estimaron que luego las acciones podrían bajar. Las acciones de Pfizer subieron
7.7 por ciento y las de BioNtech 13.9 por ciento. Las de Moderna subieron una
semana después 13 por ciento.
Por si les
quedaban dudas, recordemos que el interés principal de las grandes
trasnacionales farmacéuticas no es la salud, sino la ganancia. De hecho, su
cliente ideal son las personas enfermas, porque sanas o fallecidas dejan de
consumir. Esta industria ha hecho tales porcentajes de ganancia, que han sido
objeto de análisis de varias comisiones de competencia, incluso en Estados
Unidos, que confirmaron que tenían porcentajes de retorno de ganancia mayores que
muchos otros rubros industriales. Además, tienen un amplio y pésimo historial
en reconocer sus errores y los graves efectos secundarios que han provocado a
diversas personas, así como en asumir los costos de éstas e indemnizarlas.
Según la encuestadora Gallup, en 2019 las empresas farmacéuticas pasaron a ser
las peores consideradas por el público de Estados Unidos, aun más abajo que las
industria de petróleo y gas o las de propaganda por sus abusos.(https://tinyurl.com/y37d955r)
A principios
de la pandemia, varias grandes farmacéuticas dudaban en invertir en vacunas,
porque con las epidemias anteriores, los virus mutaron y no lo veían como una
buena inversión. Anna Gross reporta en Financial Times que las
empresas cambiaron de opinión cuando vieron que los contagios se trasmitían
entre personas y que eso aseguraba un área y un periodo mucho mayor de
permanencia de la pandemia. Pero el factor principal, agrega, fueron los
cuantiosos subsidios públicos sin precendente, especialmente en Estados
Unidos. La Operation Warp Speed de la administración
estadunidense otorgó mil 200 millones de dólares a AstraZeneca; mil 500
millones a Johnson y Johnson; mil 600 millones a Novavax; mil 950 millones a
Pfizer; 2 mil millones a Sanofi/GSK y 2 mil millones a Moderna, entre
inversiones y acuerdos de compra. David Mitchell, de la asociación civil
Pacientes por Medicamentos Accesibles, señaló que en el caso de Moderna, el
gobierno parece haber pagado todos los costos de investigación y desarrollo,
por lo que el alto precio de venta que anunció ( 60 dólares por vacuna, 3-6
veces mayor que otras en curso) es todo ganancia (https://tinyurl.com/FT121120).
La colaboración de Moderna en el desarrollo de la vacuna con el Instituto
Nacional de Salud, que dirige Anthony Fauci, le provee aún más recursos
públicos, como reclutar y supervisar voluntarios, etcétera.
Moderna
espera lucros adicionales con otras vacunas que tiene en camino, con la misma
tecnología de mARN que nunca ha sido probada. Gracias al estado de aprobación
urgente por la pandemia que están solicitando las empresas, esperan poder
pronto comercializar las otras vacunas también.
No podemos
permitir que esta industria de la ganancia proceda sin rigurosas evaluaciones
independientes, en el mayor experimento humano transgénico hasta la fecha.
Tampoco que se las apoye con dinero del erario y personas voluntarias a las que
no se informa del espectro real de riesgos e incertidumbres que hay en juego.
La vacuna es el más estrecho de los enfoques en la pandemia, y no la va a
solucionar, de hecho se espera que el mercado subsista por años.
Lo que se necesita es cuestionar las causas y prevenir. Aún así, hay otras vacunas en desarrollo que no agregan la nueva capa de riesgos de estas de Pfizer, Moderna y otras de ARN y ADN.
Artículo
publicado originalmente en La Jornada.
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