Guerra mediática: no la hemos entendido
DIARIO OCTUBRE
/ diciembre 28, 2022
Fernando Buen Abad Domínguez*.— Algunos
dudan de que estemos en el epicentro de una “guerra mediática” híbrida. No ven
que están desplegadas todas las armas ideológicas, financieras y militares del
capitalismo. Algunos no se percatan de que hablamos los lenguajes colonizantes
que nos imponen; que compramos compulsivamente sus tecnologías; que relatamos
la historia con las premisas lógicas de ellos; que financiamos sus monopolios
mediáticos; que regimos nuestras vidas con “valores” y “cultura” que nos
infiltran. Piensan que es conspiranoia. ¿En qué guerra las víctimas financian a
sus victimarios?
A pesar de los
logros de cierta izquierda y progresismo, o precisamente por eso, las ofensivas
de las clases dominantes (militares, financieras, eclesiásticas…) avanzan
retrógradas hacia un neonazifascismo porque atraviesan una crisis de vacío
intelectual que se coagula en un proceso de condensación de odios y miedos. Ven
que el “espíritu que recorre el mundo” gana adeptos. Supuran lawfare,
persecuciones mediáticas, fake news, espionaje, represión y
golpizas inflacionarias. Pergeñan “reformas laborales” y desorganización
inducida contra la clase trabajadora. Mientras, algunos gobiernos siguen
transfiriendo enormes sumas de dinero a los monopolios mediáticos que los
atacan o los chantajean. ¿Qué no entendimos?
Está bajo
amenaza la cordura social. El arsenal mediático monopólico se organiza y se
despliega en todos sus frentes camuflados como entretenimiento, como iglesias
mediáticas, como noticiarios y como programas de concursos. Las mesas de
redacción y las direcciones editoriales están infestadas por “servicios” de
inteligencia y espionaje. Casi todo está barnizado con canalladas y calumnias
contra la voluntad organizativa de los pueblos en lucha y contra sus líderes.
De mil maneras infiltran la “antipolítica” y están reclutando jóvenes,
académicamente anestesiados, con ilusiones de dinero o con ideología chatarra
de orientación supremacista o nazi. ¿No lo vemos?
Está en
la tele, las redes o los tabloides que despliegan los ataques
diseñados por la manipulación simbólica. Para colmo, la impotencia nos gana encerrados
en un festín de sorderas disfrazadas de “diálogo”. Y empeora en periodos
electorales. Hay gobiernos de ricos encumbrados con los votos de los pobres;
hay consumismo desaforado de mercancías encarecidas. Se generan ganancias
siderales con los salarios raquíticos del pueblo trabajador. Una inmensa
minoría hambrea a la inmensa mayoría. Con unas cuántas armas se reprime a masas
de trabajadores. ¿Qué no entendemos?
La memoria
también es un campo de batalla semiótica. Quieren resetearlo todo, el olvido es
su gran negocio. Su “teoría del Estado” se aferra a una concepción medieval de
la “comunicación” que se dedica a fabricar predicadores armados con
histrionismo mussoliniano. Se multiplican como hongos. Así avanza la “guerra
mediática” convertida en comunidad de sentido opresor financiado por el “real
poder” rumbo al dogmatismo férreo de la aniquilación del otro. Nazifascismo que
soñó y vio crecer Hitler. En eso trabajan los centros de operación responsables
de la guerra simbólica, repleta de vaciedades y banalidad. El objetivo es
sembrar odio de clase contra todo lo que se organiza en clave de rebeldía.
Inyectar miedo contra cualquier intento de modificación del statu quo.
A estas horas la catarata de falsa conciencia, vehiculada por los mass
media, descarga emboscadas legaloides comandadas por las jaurías judiciales
y sus aparatos policiales y militares, de represión objetiva y subjetiva. Lawfare le
llaman a esa “guerra judicial”.
En el corazón
de la guerra mediática habita la aberración supremacista, reloaded,
empeñada en convencernos de que ellos siempre tienen la razón, que debemos
agradecer que nos saqueen y exploten. Agradecidos por este mundo, al borde del
desastre ecológico y ahogado en el fracaso civilizatorio del capitalismo.
Agradecidos por un planeta intoxicado con hambre, miseria, pobreza,
insalubridad, ignorancia y humillaciones. Quieren que agradezcamos esto como la
mejor herencia para nuestra prole… que estemos orgullosos de eso. Guerra
hibrida por todos los medios. ¿Qué parte no entendemos?
Paradójicamente
la “guerra mediática” tiene frentes internos. Guerra entre nosotros mismos
donde la tarea de la unidad, que es la más importante hacia una comunidad de
sentido emancipador, se empantana entre refriegas de celos, sectarismos y
burocratismos hacen grandes favores al poder fáctico hegemónico porque, entre
otras cosas, nos somos capaces de comunicar una salida humanista superadora de
nuevo género y les ahorramos el trabajo de dividirnos porque nos dividimos
solos, y gratis (en el mejor de los casos). Nos urge una comisión internacional
de los pueblos, extensiva de aquella que redactó el Informe MacBride, para
solucionar los problemas mundiales de la comunicación. Enfrentar, ordenadamente
a la guerra mediática en desarrollo. Vienen tiempos peores.
* Director
del Instituto de Cultura y Comunicación y Centro Sean MacBride de la
Universidad Nacional de Lanús
FUENTE: La Jornada
VÍA:lahaine.org