martes, 20 de abril de 2021

El dolor social, arma política del capitalismo digital

 

El dolor social, arma política del capitalismo digital


Marcos Roitman

El Viejo Topo

20 abril, 2021 

Vivimos en una sociedad enferma. Las manifestaciones son muchas. El uso de antidepresivos, ansiolíticos, y los derivados del opio muestran un comportamiento poco habitual. La crisis de la oxicodona en Estados Unidos ha convertido el dolor en un negocio para los laboratorios farmacéuticos. Asimismo, se ha transformado en una epidemia a la cual se unen conductas autolíticas. Autolesionarse resulta una vía de escape para millones de personas en el mundo. El temor al fracaso es una de sus causas más comunes. Los jóvenes y adolescentes se encuentran entre la población más vulnerable. Infringirse daño se transforma en un modo de sentirse libre, de romper ataduras.

No son los dolores del cuerpo los que provocan el deseo de autolesionarse. Por el contrario, son los dolores sociales, aquellos dependientes de las estructuras de explotación, dominio y desigualdad. La pérdida de confianza y la soledad actúan como catalizadores de un dolor cuya forma de combatirlo consiste en violentar el propio cuerpo. La depresión, la neurosis o el trastorno límite de la personalidad, caracterizado por la forma en la cual la persona se piensa y siente en relación consigo misma y los demás, son síntomas de una realidad propia del siglo XXI y el capitalismo digital.

Richard Wilkinson y Kate Pickett, en su ensayo Igualdad, cómo las sociedades más igualitarias mejoran el bienestar colectivo, alertan: En Gran Bretaña 22 por ciento de los adolescentes de 15 años se han hecho daño a sí mismos al menos una vez, y 43 por ciento de ese grupo afirmaron hacerse daño una vez al mes. En Australia, un estudio con adolescentes señala que 2 millones de jóvenes se autolesionan alguna vez a lo largo de su vida. En Estados Unidos y Canadá, los datos apuntan a que entre 13 y 24 por ciento de los escolares se lesionan voluntariamente y niños de sólo siete años se hacen cortes, se arañan, se queman, se arrancan el pelo, se provocan heridas y se rompen huesos deliberadamente.

Estas conductas hunden sus raíces en un cambio en la manera de percibir el dolor. “Cuesta imaginar que la angustia mental pueda convertir la vida en una experiencia tan dolorosa que el dolor físico resulte liberador y proporcione una sensación de control (…), pero son muchos los niños, jóvenes y adultos que afirman lesionarse al sentir vergüenza, autoexigirse o creer que no están a la altura”.

El dolor se construye y se articula. Así, entramos en otra dimensión en la cual las conductas hacia el dolor se pueden inducir y recrear. Según el coronel estadunidense Richard Szafranski “se trata de influir en la conciencia, las percepciones y la voluntad del individuo, entrar en el sistema neocortical (…) de paralizar el ciclo de la observación, de la orientación, de la decisión y de la acción. En suma, de anular la capacidad de comprender”.

Miedo y dolor, una combinación perfecta. El miedo se orienta hacia objetivos políticos. Sus reclamos pueden ser el desempleo, la inseguridad, el hambre, la exclusión o la pobreza. En este contexto, el dolor entra con fuerza en la articulación de la vida cotidiana, muta en un mecanismo de control. Y aquí el concepto se extravía.

William Davies, en su estudio Estados nerviosos, cómo las emociones se han adueñado de la sociedad, subraya: “Hasta la segunda mitad del siglo XX, la capacidad del cuerpo para experimentar el dolor por lo general se consideraba una señal de salud y no como algo que debía ser alterado empleando analgésicos y anestésicos (…). El paciente que simplemente pide ‘termine con el dolor’ o ‘hágame feliz’ no está exigiendo una explicación, sino el mero cese del padecimiento (…). La frontera que separa el interior del cuerpo comienza a ser menos clara (…). En esencia, despoja el sufrimiento de cualquier sentido o contexto más amplio. Coloca el dolor en una posición de fenómeno irrelevante y por completo personal”.

El dolor social, el padecimiento colectivo, la conciencia del sufrimiento, se desvanece en una experiencia imposible de ser comunicada. Pierde toda su fuerza. Ser feliz, eliminar el dolor o derivarlo hacia una vivencia personal, desactiva la crítica social y política, uniéndose a conductas antisistémicas.

Pero al mismo tiempo, el dolor se instrumentaliza. En este contexto, es un arma eficaz. Se busca crear dolor, potenciar sus efectos en las personas. Hacer que forme parte de una conducta flexible y sumisa, donde el dolor paraliza. En este sentido, la construcción de conductas asentadas en el manejo del dolor se ve favorecida por el desarrollo del Big Data y la interconexión de dispositivos capaces de penetrar en lo más profundo de la mente-cerebro. La realidad aumentada bajo la inteligencia artificial posibilita expandir el mundo del dolor en todas las direcciones. El llamado Internet de las cosas se convierte en una fuente inagotable de emociones y sentimientos, forjando estados de ánimo capaces de doblegar la voluntad bajo el control político del dolor social. Y lo más preocupante, está en manos de empresas privadas.

Artículo publicado originalmente en La Jornada.

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Covid-19. Los laboratorios mercantiles de las vacunas han encarecido el valor de las mismas por un importe de 152.000 millones dólares con la anuencia de sus serviles gobiernos para ganar 152.000 millones de dólares que son los mismo 152.000 millones de dólares que han salido de las costillas de los trabajadores, y además como Dios manda, sin que tengan ninguna responsabilidad en caso de que la mercancía “vacunal” vendida pueda ocasionar algún perjuicio a los mismo trabajadores, en cuyo caso, lo pagarían también lo trabajadores con el beneplácito de los gobiernos que, eso sí, están para defender los intereses de al sociedad, llamándose sociedad en este caso a las mercantiles “vacúnicas”.

 

Las farmacéuticas han ganado 152.000 millones de dólares durante la pandemia

A inicios de 2020 el valor de mercado de Johnson & Johnson, Pfizer, AstraZeneca, Moderna, Novavax, BionTech y CanSino, siete de las farmacéuticas más grandes del mundo, ascendía a 686.908 millones de dólares, mientras que al cierre del viernes pasado ya era de 838.961 millones de dólares.



Por Braulio Carbajal

Kaosenlared /  20 Abr, 2021

Las gigantes farmacéuticas son inmunes a la incertidumbre que ha provocado la eficacia de algunas de sus vacunas contra Covid-19, pues según datos de mercado, su valor bursátil continúa en aumento. Desde el inicio de la pandemia a la fecha, estas empresas acumulan una ganancia de 152 mil millones de dólares.

A inicios de 2020 el valor de mercado de Johnson & Johnson, Pfizer, AstraZeneca, Moderna, Novavax, BionTech y CanSino, siete de las farmacéuticas más grandes del mundo, ascendía a 686 mil 908 millones de dólares, mientras que al cierre del viernes pasado se ubicó en 838 mil 961 millones de dólares.

En las semanas recientes ha crecido la incertidumbre en torno a las vacunas contra Covid-19, pues algunas de las desarrolladas por dichas farmacéuticas han enfrentado problemas de aprobación en ciertos países, dado que los gobiernos han detectado anomalías e inclusive efectos secundarios en los pacientes que las reciben.

Lo anterior no ha detenido el impulso del valor bursátil de las empresas, pues apenas el 10 de enero pasado, según un seguimiento de este diario, la ganancia acumulada de las farmacéuticas era de 90 mil millones de dólares, mientras ahora es de 152 mil millones.

Es decir, en menos de tres meses, en medio de un ambiente de cuestionamientos, su valor se ha disparado 70 por ciento, equivalente a poco más de 60 mil millones de dólares.

Johnson & Johnson, la empresa más grande del sector, registra un valor bursátil de 426 mil 477 millones de dólares, 10 por ciento más respecto de los 384 mil 272 millones de dólares que registraba hasta antes del inicio de la pandemia.

El valor de esta farmacéutica abrió 2021 en un nivel de alrededor de 422 mil millones de dólares, mismo que siguió en aumento pese a que recientemente los reguladores federales de salud de Estados Unidos recomendaron una pausa en el uso de la vacuna por detectar casos de coágulos de sangre en mujeres de entre 18 y 48 años.

 

Pfizer, la segunda firma más grande tenía un valor de 217 mil millones de dólares antes del brote de la pandemia, que alcanzó un pico a finales del año pasado de 235 mil millones, el cual bajó 206 mil millones en enero de 2021, esto luego de que la farmacéutica decidió vender parte de sus acciones para materializar las ganancias.

En cuanto a la vacuna desarrollada por esta empresa, se ha revelado que causa algunos efectos secundarios e inclusive que se necesita una tercera dosis para que sea efectiva, lo cual no ha afectado su valor, pues incluso ha aumentado un poco hasta volver a alcanzar el nivel que tenía hace un año.

Un caso parecido es el de AstraZeneca, la tercera del mercado, que antes de la pandemia valía 66 mil millones de dólares, mismo nivel que mantiene hasta la fecha pese a que su vacuna ha sido una de las más controversiales al ser suspendida su aplicación por potencias de la Unión Europea y Estados Unidos tras darse muertes sospechosas en pacientes que recibieron la dosis.

Respecto a las demás, Moderna acumula una alza en su valor bursátil de 60 mil 700 millones de dólares, BionTech 27 mil 600 millones, Novavax 8 mil 600 millones y CanSino 6 mil 900 millones de dólares.

 

 

Fuente: La Jornada