viernes, 16 de mayo de 2025
Recordando a Anguita
Tal día como hoy, hace cinco años nos abandonaba Julio
Anguita. Se presencia, su lucidez, las echamos en falta. Lo recordamos hoy con
este texto –su último texto– redactado pocos días antes de su fallecimiento y
publicado en el número 390/391 de esta revista (Julio 2020).
Recordando a Anguita
Hemeroteca 16
mayo, 2025 Julio Anguita
Tal día como
hoy, hace cinco años nos abandonaba Julio Anguita. Se presencia, su lucidez,
las echamos en falta. Lo recordamos hoy con este texto –su último texto–
redactado pocos días antes de su fallecimiento y publicado en el número 390/391
de esta revista (Julio
2020).
Texto
seleccionado por Miguel Riera.
EL HOY Y EL
MAÑANA: RAZONES PARA NUESTRO COMPROMISO
Nos enfrentamos
a una de las situaciones más graves de nuestra Historia. Padecemos una pandemia
enraizada en última instancia en el cambio climático que la civilización del
crecimiento sostenido y depredador de la naturaleza ha originado. La epidemia
ha acelerado y agravado aún más la crisis sistémica ya anunciada por
científicos, economistas y analistas. España está ante una recesión económica
sin precedentes. Y ello sitúa al Gobierno –a cualquier Gobierno– y a la
sociedad en su conjunto, ante un problema de extrema complejidad. Se necesitan
recursos cada vez más abundantes y perentorios para gastos sanitarios de
urgencia y para atender las consecuencias del obligado parón productivo: cierre
de empresas, incremento exponencial del paro, precariedad y la exclusión social
existentes desde hace décadas. Sin obviar, sobre todo en estos momentos, las
imprescindibles inversiones en investigación.
Por exigencias
derivadas de la Justicia, los Derechos Humanos y el mandato constitucional, ni
los poderes públicos ni la sociedad pueden olvidar que en pleno siglo XXI, cada
español y cada española tiene derecho a una vivienda digna, a un régimen
público de Seguridad Social, a la Enseñanza, a la Sanidad, a pensiones
suficientes, a la atención a la dependencia, al disfrute de un medio ambiente
adecuado y a la percepción de un subsidio personal cuando ésta se haya visto
afectada por la “pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias
independientes de su voluntad”, tal y como dice el artículo 25 de los DDHH y
recoge también el artículo 41 de nuestra Constitución.
El cumplimiento
de estas obligaciones legales y morales por parte de los poderes públicos
necesita, aparte del consenso y apoyo de la mayoría social, un acopio de
recursos sin precedentes. Y estos recursos no tienen otra fuente y origen que
el contribuyente, bien por ser asalariado, bien por ser autónomo o empresario,
o bien por poseer rentas y recursos de toda índole. Pero es el caso que el
cierre de empresas, los Ertes y el desplome del sector turístico, conducen a
una bajada prevista del PIB del 9,2% Y a ello se le suma el aumento, también
previsto, del déficit público desde el 2,8% a finales del 2019, al 10% del PIB
para Diciembre del 2020. Es decir, más gastos ineludibles, menos ingresos y,
además, más deuda pública. Y todo esto en el marco de una pandemia que sigue
generando contagios, personas hospitalizadas y muertes, sin que todavía haya
vacuna que la erradique.
Este es el hoy
de España. De cómo lo abordemos dependerá el mañana. Y en el mañana van a vivir
nuestros hijos, nuestros nietos y las generaciones venideras de españoles y
españolas. Es una cuestión de responsabilidad colectiva: optar entre un futuro
para la inmensa mayoría o un desastre, también para la inmensa mayoría.
Porque
constituiría un inmenso error retornar –como si nada hubiese pasado– a la
salida de la crisis del 2008, haciendo recaer, otra vez, sacrificios y penurias
sobre trabajadores, asalariados y sectores populares en vez de buscar una nueva
salida en la que prime la Solidaridad y el no dejar a nadie atrás. Tanto los
Gobiernos de turno como la sociedad deberemos estar a la altura del reto,
asumiendo que nos llevará tiempo. Construir el mañana supone priorizar
objetivos, potenciar mecanismos e instrumentos de intervención en la realidad y
sustentar todo el proceso en parámetros éticos y de conductas de moral pública
consecuentes con ellos.
A nuestro
parecer, los objetivos a conseguir son tres: la concreción en la práctica de
los Derechos y Deberes contemplados en el Título Primero de la Constitución, la
creación de un tejido productivo que ligue la economía al territorio, a las
necesidades materiales de la mayoría social y lo haga menos vulnerable a crisis
como ésta y, en tercer lugar, políticas medioambientales que combatan el cambio
climático y a las que toda la actividad productiva y de consumo superfluo se
supediten. En resumen: pleno empleo, democracia económica y calidad ambiental.
El hoy y el
mañana necesitan, además, de un Estado fuerte y de una sociedad civil
igualmente fuerte. Un Estado que en el caso español está formado por tres
Administraciones: la central, la autonómica y la local. Y una sociedad civil
que, de manera consciente y cohesionada, sea capaz de confrontar con el
Gobierno de turno si éste se aleja de los objetivos constitucionales de
justicia social a los que se debe. Una sociedad civil que igualmente asuma su
imprescindible parte de protagonismo en la salida de estos momentos críticos y
en la construcción del porvenir. Que comprenda el ciudadano y la ciudadana que el
recurso de mirar hacia otro lado, obviando su participación, afectará
negativamente a su vida y a sus libertades.
Corresponde a
los poderes públicos arbitrar las políticas y los mecanismos eficaces para
disponer de las infraestructuras pertinentes y acopiar los recursos económicos
y financieros necesarios. Y desde luego, tres de ellos son inaplazables: una
fiscalidad justa tal y como se desprende del artículo 31.1 de la Constitución,
el acogerse al punto 4 del artículo 135 de la Carta Magna y por último,
desarrollar consecuentemente los artículos 128, 129, 130, 131 y 132 del citado
texto.
Ética y
Política no son, en absoluto, dos conceptos antitéticos o contrapuestos. Muy al
contrario, una es la ciencia de la moral y la otra la ética de lo(s)
colectivo(s). El Estado Social y Democrático de Derecho que la Constitución
propugna, no es otra cosa que la institucionalización de los principios éticos
de libertad, justicia, igualdad y pluralismo político. En la antigua Roma se
decía que un político ético era el que actuaba con “decorum”, es decir con
honestidad, honradez, discreción y justicia.
De la misma
manera que la Ética y sus principios morales deben ser inherentes a la función
pública, la ética cívica es el fundamento de una sociedad civil fuerte. La
defensa de los derechos, la aceptación de los deberes, los hábitos democráticos
en la cotidianeidad, la tolerancia como convivencia, la participación en los
asuntos públicos y el ejercicio consecuente de la crítica y la movilización,
hacen una ciudadanía inmune a la tiranía, la opresión, las presiones de los
poderes fácticos y las atmósferas de odio fundamentadas en bulos,
manipulaciones informáticas y el pillaje político.
La salida a la
crisis que propugnamos y de la cual hemos esbozado anteriormente objetivos, instrumentos
y sujetos políticos y sociales, se fundamenta en tres pilares a nuestro parecer
inobjetables: la aplicación, desarrollo y ampliación de los DDHH, poner freno
al proceso de cambio climático y la regulación de una nueva relación entre el
ser humano y la Naturaleza. Pero tal propuesta, a nuestro juicio la que
responde a las necesidades y exigencias de momento, necesita del ejercicio de
la austeridad. La austeridad no es recorte en bienes y servicios públicos
necesarios. La austeridad significa Administraciones Públicas que eliminen
gastos superfluos, innecesarios e inútiles (la lista sería extensa). La
austeridad como valor público y como corresponsabilidad social con la defensa
del medio ambiente, significa vivir bien, pero con otros parámetros de vida.
Salir de esta
situación, sin que la totalidad de la ciudadanía tenga que pagar el peaje de
carencias en lo que la Constitución denomina Derechos y deberes fundamentales,
va a significar un período de “apretarse el cinturón” generalizado. Entendemos que
durante un período transitorio esto deba ser así; pero con dos condiciones: que
no afecte a los que nada tienen y que los esfuerzos colectivos sean
directamente proporcionales al estatus económico y social de cada uno y de cada
una.
Somos
conscientes de que salir de la crisis en positivo, es decir cara a un mañana
prometedor, más justo y más seguro, necesitará de procesos permanentes de
reflexión, debate, crítica, lucha y acuerdo. Sin embargo, un proceso enmarcado
en ámbitos de serenidad, seriedad y concreción temática, necesita erradicar la
crispación.
La pugna
política –que nunca puede ni debe desaparecer– debe servir para comparar
criterios, propuestas y valores. Y más aún en circunstancias como las actuales.
Esta pandemia que el mundo sufre ha hecho florecer en nuestro país junto con la
entrega, el altruismo y sentido de la responsabilidad de la mayoría social, una
peculiaridad hispana en forma de enfermedad política oportunista: el discurso
de odio guerracivilista generado por los responsables máximos de las
organizaciones de Derechas. Para desgracia de nuestra Patria no es cosa nueva.
Encarna el odio atávico a las clases populares, al movimiento obrero y al
pensamiento libre. Y todo ello ha tenido como expresión la imposición de un
patriarcado anulador de los derechos de la mujer, el clericalismo más rancio y
el llamado “franquismo sociológico”, magma ideológico-social muy anterior al
dictador, pero que se materializó en torno a su persona. La injuria zafia, la
simpleza de sus propuestas y los bulos, en cuya difusión siguen a rajatabla las
tesis del aparato de propaganda nazi. Sus objetivos son crear confusión,
potenciar los prejuicios contra el “otro”, el “rojo”, “el homosexual”, “la
mujer“ o “el inmigrante”. Pero, sobre todo, el objetivo máximo es perpetuar los
privilegios sociales y económicos del estatus que los dirige.
Muchas y muchos
de los abajo firmantes –en plena situación de confinamiento– estamos intentando
desenmascarar y combatir esa superchería a la par que procuramos ayudar a
reflexionar y generar actitudes de conciencia cívica en línea con lo que
desarrollamos en este documento. Pero esta actividad de combatientes solitarios
no es suficiente por mucho uso que individualmente hagamos de la red o enviemos
artículos para la prensa escrita.
Por ello
consideramos imprescindible que desde el mundo político, social y cultural que
aglutina a militantes y simpatizantes de fuerzas como Unidas Podemos, Mareas,
Comunes, Confluencias, sindicatos, colectivos de defensa de los derechos
sociales, feministas, ecologistas, ateneos, fundaciones, etc., debe darse un
paso más y organizar colegiadamente el combate político-cultural y la entente
programática. Y en tal sentido les hacemos un llamamiento. Si pretendemos crear
hegemonía social y cultural para construir algo nuevo, dado el fiasco de lo
existente y de lo vivido por seguir los dictados del neoliberalismo, debemos
impedir que quienes se consideran dueños de un Poder sempiterno reconstruyan la
realidad a su imagen y semejanza.