Crónica de un realidad evitada por la prensa hegemónica
Los neonazis patrullan Kiev
31-03-2014
Es media noche y la columna de encapuchados sale de uno de los aledaños de la plaza de la Independencia, hoy más conocida como “Euromaidán”.
Son unos sesenta, con ropa militar, chalecos antibalas, barras de acero,
cascos y hasta cartucheras que podrían albergar pistolas. Aquí fue
donde el pasado veintiuno de noviembre se iniciaron las protestas a
favor de la asociación de Ucrania con la Unión Europea, las cuales
terminaron en golpe de Estado contra Viktor Yanukóvich, un presidente
electo pero corrupto.
Según Oleksander, un vecino que aplaude al paso de
lo que él llama “brigadas de luchadores”, la actividad de estos hombres
alzados en armas comienza a las doce y termina a las seis de la mañana,
y como esta “brigada”, horas antes se divisaban con facilidad otras
columnas de los diferentes grupos ultraderechistas que dominan la zona
durante las veinticuatro horas.
“Tienen dividido todo el centro
histórico de Kiev para evitar la presencia de extranjeros, comunistas,
homosexuales y rusos”, afirma este vecino que dice ser “un simple
defensor de una Ucrania unida y disciplinada a la que le hace falta
orden y honor”.
Desde hace unos días, en Internet ya se pueden ver los
videos de violentos “operativos de limpieza” llevados a cabo por estos
grupos contra simples transeúntes, cargos públicos y hasta un blindado
del ejército paseándose por el centro de la ciudad con la bandera de
Svoboda, el partido neonazi que hoy está en el gobierno con un vice
primer ministro, tres ministros, el fiscal general del Estado y cinco
gobernadores de provincias entre otras decenas de importantes cargos
públicos con responsabilidades en el Estado.
“Pero ellos no son los
únicos que están luchando. Nosotros somos tan patriotas como ellos o
más. De hecho muchos militantes de Svoboda se han cambiado a nuestro
movimiento”. Mykola, que se encarga de “evitar que vengan espías
extranjeros” a la plaza de la Independencia, viste ropa militar, dice
esconder una Makarov de 9mm y lleva un radio transmisor adherido al
pecho. Es miembro del nuevo partido Pravy Sektor (Sector Derecho) y se
acerca a hacer preguntas “a todo aquel que pueda suponer una amenaza
para la revolución que hemos comenzado”. Sereno a pesar de un aliento
que destila vodka, enumera las alianzas que hasta el momento les han
ayudado.
“La Unión Europea nos ha sido favorable y sería bueno ingresar
en ella más adelante, por eso algunos ponen las estrellitas alrededor de
nuestro escudo nacional. Sin embargo nosotros somos más bien tercera
vía, eso sí, dentro de la OTAN.
Si nos apoyan los americanos hasta
lucharíamos contra Rusia”. El partido nacionalsocialista Svoboda, aunque
en este momento vive el punto álgido de su historia lleva desde
principios de los noventa en activo (bajo las siglas de partido
“nacional social”) y tiempo en las instituciones, pero otros, como Pravy
Sektor, se fundó al calor de las primeras protestas europeístas del
pasado noviembre, y se estima que hoy cuenta con más de cinco mil
miembros entrenados y bien pertrechados de su característica
indumentaria bélica.
No obstante, desde finales del año pasado ambos se
han beneficiado de una articulación, financiación y crecimiento difícil
de explicar, y atribuida por el exjefe de los servicios de inteligencia,
Alexánder Yakimenko, “a la obvia llegada de donantes extranjeros que a
través de algunas embajadas que distribuyeron grandes cantidades de
divisas.
Eso se pudo comprobar por sus visitas a embajadas como la de
Polonia y Estados Unidos o en cómo se cambiaron dólares alrededor de
Maidan”. Miles de chalecos antibalas a 1200 dólares la unidad, equipos
de radio para comunicarse, ranchos con los que alimentar a todas sus
“brigadas” o los rifles con mira telescópica que utilizaron durante el
“Euromaidán” suponen un gasto muy considerable que choca con la realidad
de unos grupos surgidos de la marginalidad y el paro.
Precisamente en
uno de esos ranchos, “la patriota Sofiya”, como le llaman sus
compañeros, sirve sopa, café y bocadillos a los militantes de guardia.
Al ser preguntada por quien financia estas cantinas que abastecen
veinticuatro horas al día a unos pocos miles de neonazis, responde con
un escueto, “nos quiere mucha gente, dentro y fuera”.
La plaza del
“Euromaidán” es un rosario de tiendas de campaña color caqui,
remolques-caldera del ejército que sirven para calentar las estancias de
los paramilitares, barricadas tan altas como casas, fogatas donde se
cocina las veinticuatro horas y edificios ocupados en los que los
centinelas son jóvenes y adultos con cascos
militares, pasamontañas y rosarios colgados de los antebrazos.
En la
puerta de lo que antes era un edificio de la administración pública, los
hombres de Pravy Sektor que lo ocupan ya están borrachos, y han dejado
sus porras y escudos sobre una suerte de sacos terreros que a modo de
trinchera protegen la entrada. Sobreexcitados, cada uno de ellos tiene
su propia versión de lo que sucedió durante lo que ellos llaman “la
revolución”, y aunque casi todos hablan a favor de continuar en alianza
con Estados Unidos o Alemania (países que tuvieron y vuelven a tener
conexión directa con estos grupos ultras) otros prefieren mantener
relaciones internacionales de un perfil más bajo, lo que llaman “la
solidaridad de las naciones europeas”, en alusión a las alianzas que han
construido tras recibir las visitas de emergentes grupos neonazis como
los Nordisk Ungdom de Suecia, el NPD de Alemania o Jobbik de Hungría
entre otras docenas de organizaciones de extrema derecha que han hecho
de Kiev su nueva meca.
A pocos metros de ahí, tras el check point
paramilitar que a falta de autoridad legal controla uno de los accesos a
la plaza, Vasyl vende recuerdos de “la revolución ucraniana”, así como
souvenirs de Svoboda, banderas de Ucrania mezcladas con la de la Unión
Europea y parches de Pravy Sektor.
Los compradores de dicha simbología
ultranacionalista no son tanto los skin heads venidos de todo el mundo o
uniformados locales, sino familias con niños, visitantes de provincias y
algunos jóvenes que dicen no estar de acuerdo con Pravy Sektor o
Svoboda, ”aunque son patriotas y en cierta medida les entendemos”,
asegura Nataliya, estudiante de bellas artes y fervorosa defensora “de
los valores que representa la Unión Europea”.
Uno de los productos que
más se vende en estos puestos es la efigie que en la nueva Kiev ha
desplazado el escaso culto que aún se rendía a la figura de Lenin. Se
trata de Stepan Bandera, héroe nacional para gran parte del nuevo
Gobierno y fundador del “Ejército Insurgente Ucraniano”, la agrupación
armada que durante la segunda guerra mundial colaboró con los nazis
alemanes en el extermino de polacos, comunistas y sobre todo judíos, el
colectivo minoritario más contradictorio bajo el nuevo Gobierno.
Días
después de que un líder de Pravy Sektor, Aleksandr Muzychko –fallecido
esta semana en un tiroteo aún por aclarar- diese un discurso incendiario
–Kalashnikov en mano- sobre los judíos, Reuven Din El, el embajador de
Israel en Ucrania se reunió con Dmytro Yaros (otra cabeza visible de
Pravy Sektor) zanjando en algún tipo de acuerdo no revelado toda posible
confrontación entre la comunidad judía y los ultraderechistas que hoy
gobiernan el país.
En este sentido, la “Agencia de Noticias Judía” llega
aún más lejos, publicando informaciones (que diarios israelíes como
Haaretz también han difundido) según las cuales varios miembros
relacionados con el ejército israelí estuvieron bajo las ordenes de
Svoboda durante los combates acaecidos en el “Euromaidán”, destacando
una pequeña unidad israelí llamada “los cascos azules” que eran de
origen ucraniano (como tantos israelíes) lo cual facilitaba su perfecta
mimetización en la sociedad.
Su líder, un exmilitar que hablando en
hebreo no quiso aclarar si acudió a Kiev como contratista del gobierno
sionista o como voluntario, declaró, “no pertenezco a Svoboda aunque he
operado bajo sus ordenes. Para mí, son como hermanos, y no olvidemos que
en las protestas había muchos judíos”, extremo confirmado desde
diciembre por el diario conservador, Jerusalem Post quien publicó un
reportaje en el que afirmaban que “judíos jóvenes de organizaciones
internacionales han prestado apoyo logístico así como organizativo en
las barricadas”.
El encuentro entre el embajador israelí en Kiev con
Dymitro Yarosh (que se produjo poco antes del de Netanyahu con Obama en
la Casa Blanca) es posible que responda, no sólo a contener cualquier
posible ataque descontrolado contra miembros de la comunidad judía, si
no a tratar el tema de “la seguridad” como una estrategia local de
participación internacional, pues hoy, Dymitro Yarosh no sólo es un alto
cargo en Pravy Sektor, sino secretario para la seguridad nacional, y
por ende, responsabilidad de gran interés para Estados Unidos y Europa
Occidental.
Ya de madrugada, a varias manzanas del
“Euromaidán”, donde las pintadas de las SS (en clara alusión a las
Waffen-SS de Hitler) son menos frecuentes, algunas oscuras calles son
controladas por “pequeñas unidades patrióticas” de cuatro o cinco
hombres en estado de embriaguez, como la que lidera esta madrugada de
sábado el joven Bodan. “A veces tenemos discusiones con ellos, pero casi
toda la policía confía en nosotros.
Donde nosotros estamos no se roba,
no hay crimen sino orden y respeto por la verdadera Ley”. A la pregunta
de cuál es la verdadera ley, responde. “Nosotros somos la ley. Tenemos
la fiscalía del Estado con
Svoboda, la jefatura de seguridad nacional con Pravy Sektor y a Ihor
tenyukh también de Svoboda como Ministro de Defensa. ¿Qué más quieres?”.
La pandilla paramilitar continúa su errático tránsito en busca de un
que hacer. En la zona no se divisa policía, tan sólo una coche patrulla
vacío que tratan como si fuese suyo. Tampoco se aprecia ni un décimo de
toda la prensa extranjera que desde esta plaza y estas calles legitimó
“la revolución” contra el anterior gobierno. Así, el fascismo campa por
Kiev a sus anchas, sin policía que los reduzca ni prensa que lo
denuncie.
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