jueves, 20 de febrero de 2014

PODEMOS: UNA CRITICA NECESARIA



Sobre qué podemos ir haciendo ante “Podemos”

(2/6)

Vicente Sarasa

Red Roja 

SOCIOLOGÍA CRITICA
2014/02/13


En el primer plano entraría el análisis de la “teoría”, del texto del manifiesto, del programa, de las tesis que se defienden o se vienen a defender. Aquí no cabe concesión de ningún tipo. La intransigencia teórico-política con respecto a “Podemos” no debe depender ni siquiera de la suerte y de la aceptación que ahora tenga. Y aquí no estamos en clave de “purismo teórico” alejado de la vida política. Bien al contrario, es la única manera de garantizar que las batallas políticas del momento no se afronten desarmándonos para las de mañana.


Así, y sólo a modo de primeros ejemplos, cuando se habla de “contrato social que se ha roto”, nosotros no podemos permitir que en base a esto nos sigan haciendo avalar que el criminal sistema de concertación que parió la Traisición no sea condenable en origen. Nosotros no denunciamos la ruptura de ese contrato, sino el contrato mismo. Hay demasiados revolucionarios (e incluso no pocos activistas de las movilizaciones de masas) que han sufrido y continúan sufriendo las consecuencias de ese “contrato”. Y si ahora no entra en el “cálculo político electoral” la denuncia en origen de la Transición con todo lo que esto conlleva, al menos es nuestro deber presionar para facilitar que se creen las condiciones para ello. Si esta denuncia radical (de raíz) y consecuente del “contrato de la Transición” no puede entrar en el denominador común programático o justificador de tal o cual iniciativa que se quiere radical, al menos que no lo ponga difícil para plantearlo de forma no marginal cuanto antes: los represaliados políticos en el estado español están hartos de esperar décadas de infamia.


Qué decir cuando se da a entender que es posible reformar una UE que rebosa de euroimperialismo y que lo rebosa desde cuando sólo se veía el imperialismo yanqui. Tampoco podemos avalar ninguna conciliación con cantos de “vuelta al estado del bienestar”. Ni por asomo hemos de rebajar nuestra crítica al “modelo social europeo” al que caracterizamos de cotrarrevolucionario y proimperialista (4). No hay “suma de gente” alguna aquí que justifique hacernos abjurar de ese internacionalismo con los pueblos del mundo al que, en mayor suma, nos debemos. Ya sabemos que hay sectores más o menos amplios de las masas que sueñan con recuperar lo que les han quitado sin cuestionar radicalmente en qué marco lo disfrutaron. Pero desde una posición revolucionaria no hay duda de que ha de acompañarse a esa gente que ahora sufre para que, en última instancia, despierte. En ningún momento hemos de alimentar ni extender sus sueños que para nosotros nunca dejarán de ser pesadillas. Pero es que además no es cierto que el reformismo sea lo mejor para defender las reformas. Nunca mejor que en tiempos de crisis se experimenta aquello de que “sé revolucionario y, al menos, obtendrá reformas; continúa siendo reformista y terminarás por perderlas una tras otra”.


Efectivamente, bajo ningún concepto es necesario tirar el alma por los suelos para bajarse a las masas. Es posible trabajar por victorias ahora (incluso con “ramales electorales”) sin necesidad de anticipar derrotas, que es lo que pasa cuando todo se contorsiona y se retuerce buscando un “éxito inmediato”. La línea de intervención revolucionaria no hace de la no participación electoral un principio, pero sabe que ella debe ponerse al servicio de una estrategia que tenga en cuenta paradójicamente los límites en el tiempo de la “apuesta electoral”. Y no hay que referirse sólo a que el proceso de empoderamiento popular que en la actualidad urge debe pesar más que la elaboración de listas electorales. Sobre todo, no podremos dejar de prepararnos para escenarios de agudización de la lucha de clases donde muy previsiblemente la “relación electoral” decidirá poco en la “relación de fuerzas” que posibilite la materialización de nuestros programas (incluso los más reformistas). ¡Cómo vamos a obviar esto teniendo en cuenta la experiencia adquirida por la burguesía, tanto a nivel estatal como internacional, y el hecho de que vivimos en verdaderos modernos estados de contrarrevolución preventiva que actualmente describen con mucha más precisión lo que vivimos que las clásicas formulaciones de democracia burguesa!


En este sentido, la línea revolucionaria sabe mejor que nadie (en carne propia) que uno no puede explicitar ahora toda la verdad sobre ciertos temas pero que, si no es posible darla a entender (como recomendaba Brecht), al menos debe esconderla bajo un manto digno de silencio que permita deducir que hay una cabeza de Júpiter pendiente de descubrirse (parafraseando a Marx). Una cosa es que no se diga –porque no se pueda- todo lo que necesitamos, y otra bien distinta es que se digan cosas que necesitamosque no se digan.

Sobre este mismo plano, refirámonos a unas palabras de Alba Rico acerca de su apoyo a esta iniciativa, entre otras cosas, porque no podría hacer daño, según él, a una iniciativa parecida hecha desde una organización revolucionaria… sencillamente porque no existe. Es cierto que una de las mayores desgracias es que revoltijos eclécticos como “Podemos” poco daño pueden hacer a la línea revolucionaria de intervención porque esta no tiene entidad suficiente para recibir golpes. Pero no ha de ignorarse los brutales golpes (de los de verdad) encajados por las iniciativas revolucionarias en el estado español que han sido proferidos por un aparato estatal cuyas mordazas ha ido perfeccionando desde bastante antes de la Ley Mordaza y mientras se disfrutaba de un ambiente de “contrato social”. Y aquí no cabe anteponer las imperfecciones y límites tácticos propios de esas iniciativas revolucionarias. Así pues, a este respecto, y más allá de propuestas electorales, toca sumar fuerzas y hasta “plumas” para poner coto al reblandecimiento ideológico, teórico y de simple memoria histórica en el estado español. Sólo sea para no amparar más la agresión que esa transición –que ahora se dice más ampliamente que fue un engaño- ha venido haciendo sufrir a no pocos revolucionarios realmente existentes que opusieron resistencia en origen para que el engaño no se diera.


Finalicemos de momento este primer apartado diciendo que debemos huir de la tentación de utilizar de forma acrítica argumentos teóricos débiles como los del “antiliderazgo quincemista” sólo porque aparezcan en artículos que van contra “Podemos”. No estamos ni contra los liderazgos ni las delegaciones en las transformaciones revolucionarias, ni estamos contra el desarrollo de una organización de revolucionarios en relación dialéctica con un poder popular de base, y todo ello a fin de enfrentar a un poder capitalista e imperialista que no dudará en utilizar todas las armas y desarrollar todas su tendencias antidemocráticas antes de pasar definitivamente al museo de la historia. Pero tampoco podemos olvidar que, dada la experiencia histórica del movimiento comunista, la contundencia de la frase no es garantía de nada. Por tanto, no debemos acariciar la tentación de utilizar como munición contra “Podemos”, tal como se ha llegado a hacer, frases obreristas y hasta comunistas en boca de gente proveniente de un PCE que ha sido fundamental dentro del proyecto contrarrevolucionario que partió de la Transición.


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