viernes, 2 de septiembre de 2022

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible ante la crisis multidimensional

 


Los Objetivos de Desarrollo Sostenible ante la crisis multidimensional


Alejandro Alemán

KAOSENLARED

2 de septiembre de 2022 


En el año 2015 la Asamblea General de las Naciones Unidas, organismo donde están representados todos los países miembros de la ONU, estableció 17 objetivos globales interconectados con el fin de aspirar a un mundo más justo y sostenible a través del desarrollo de políticas comunitarias. Con los denominados Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se estableció la Agenda 2030, que se constituyó como un nuevo mantra comunicativo en el espacio político y mediático ya que parecía que nos encontrábamos ante la antesala de las políticas de cooperación internacionales para poner fin a los lastres económicos, sociales y ecológicos derivados del sistema capitalista. Debemos recordar que uno de los axiomas clásicos del capitalismo y el libre mercado es que la globalización y el crecimiento económico traería consigo el desarrollo de las economías menos competitivas por una especie de efecto goteo de redistribución del beneficio y la riqueza que permitiría a los denominados países subdesarrollados mejorar las condiciones de vida de su población y acercar a sus comunidades al desarrollo económico y social que había experimentado la sociedad occidental.

La premisa siempre fue falsa y por lo tanto había que hacer política para cubrir las deficiencias globales derivadas de la economía de mercado y el colonialismo.

Junto a objetivos sociales y económicos como “Fin de la pobreza”, “Hambre cero”, “Educación de calidad”, “Igualdad de género”, “Reducción de las desigualdades” “Trabajo decente y crecimiento económico”, entre otros, nos encontramos con objetivos derivados de la crisis climática y que coinciden en el tiempo con el desarrollo del Acuerdo de París por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en un intento por limitar el
aumento de temperatura global.

La crisis medioambiental se conformaba como prioridad política ante una situación que sin las acciones necesarias provocaría (y provocaba) disrupciones en el sistema planetario que impediría el normal desarrollo de la vida en la tierra poniendo en peligro ecosistemas,  millones de vidas y el crecimiento infinito. Los objetivos sociales y económicos se completaron con objetivos de corte más ecológico como “Acción por el clima” “Vida submarina” “Vida de ecosistemas terrestres” “Ciudades y comunidades sostenibles”, “Energía asequible y no contaminante”, “Producción y consumo responsables”.

El último de ellos “Alianzas para lograr los objetivos” establecía la necesaria cooperación internacional para materializarlos, y a partir de ese año comenzamos a ver pines, pegatinas y logotipos de estos famosos ODS impregnando la publicidad institucional que anunciaba una agenda globalista que quería poner fin a las desigualdades económico-sociales y a la crisis medioambiental.

Ya en el ecuador de la Agenda, hacer un pequeño balance sobre el estado de progreso de la mayoría de las objetivos nos permite ver que el proyecto político está siendo un fracaso, y observando lo que denominan la coyuntura actual derivada de la crisis energética y la guerra de Ucrania, que realmente es una situación estructural en la que nuestro sistema está chocando con los límites biofísicos, nos aproximamos a la segunda mitad de un proyecto que puede terminar con un catastrófico empeoramiento del estado inicial de los objetivos.

Por ejemplo, si analizamos el objetivo 1º “Fin de la pobreza”, en 2015 el Banco Mundial estimaba que 730 millones de personas vivían bajo el umbral de pobreza extrema establecido en “menos de 1.90 dólares al día”, y proyectaba para 2030 que la cifra se reduciría a 479 millones de personas [^1]. Lejos del objetivo del fin de pobreza establecido, igual más una referencia que una finalidad, las estimaciones de Oxfam basadas en datos recogidos por el Banco Mundial proyectan un aumento adicional en este año de 263 millones de personas que sumaría un total de 860 debido al “impacto combinado de la pandemia del COVID-19, el aumento de la desigualdad y la crisis de precios de los alimentos”. Según datos del informe de Oxfam, 3.300 millones de personas podrían vivir este 2022 por debajo del umbral de pobreza de 5.50 dólares al día. Estamos hablando de casi la mitad de la humanidad.

Actualmente asistimos a un retroceso catastrófico en la seguridad alimentaria global y ésta no se debe sólo al elevado precio de la energía que ha repercutido en el desarrollo de un gran periodo inflacionario, sino también a las malas cosechas mundiales de cereales que han visto mermada su producción debido a las sequías que se están sufriendo en países productores elevando aún más el precio de los alimentos. El objetivo 2º “Hambre cero” se encuentra en serio riesgo de aumentar los valores que establecía la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en 2015, que situaba en 670 millones el número de personas afectadas por el hambre en el mundo. Según el último informe “Estado de seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2022″ de la FAO, entre 702 y 828 millones de personas sufrieron hambre en 2021, añadiendo 180 millones de personas al número inicial de 2015].

Sus proyecciones (optimistas), prevén que para 2030 alrededor de 670 millones de personas se encontrarán en situación de hambre, el mismo número que en 2015. Serán 15 años en los que no se habrá producido ningún progreso. 

El aumento de precios, la crisis climática y los conflictos armados profundizan una situación de injusticia en el acceso a los alimentos en un mundo que produce suficiente para alimentar al conjunto de la población, pero donde la cínica inacción política a través de la falta de acuerdos y financiación imposibilitan el mínimo progreso en una situación agravada después de la pandemia del COVID-19.

La crisis de desigualdad también se ha pronunciado desde la pandemia desencadenando en un retroceso del objetivo nº10 “Reducción de las desigualdades”. Aunque el objetivo no sólo se refiere a desigualdades económicas, centrándonos en este aspecto podemos ver como el “World Inequality Report” de 2022 afirma que “las desigualdades contemporáneas están cerca de los niveles de principios del siglo XX, en el pico del imperialismo occidental”. Entre 2019 y 2021, la riqueza del 0,001% más rico creció un 14%, en un periodo en que la riqueza global promedio creció sólo un 1%. Mientras el mundo sufría las consecuencias económicas y sanitarias de la pandemia, los multimillonarios aumentaban sustancialmente su fortuna.

En nuestra sociedad, el 10% más rico de la población mundial continúa poseyendo el 76% de la riqueza y apenas ha variado desde el inicio de la Agenda.

La pandemia y la situación crítica de los objetivos anteriormente señalados afectan profundamente al objetivo nº3 “Salud y Bienestar”, en un mundo que ha sufrido las consecuencias del COVID-19 tanto en la salud física como mental y que se enfrenta a nuevos desafíos ante la proliferación de nuevas enfermedades. También observamos graves retrocesos en el objetivo nº5 “Igualdad de género” con la sentencia del Tribunal Supremo de EEUU sobre el aborto y con las consecuencias de la crisis que afectan especialmente a las mujeres con menos recursos y extremadamente delicada es la situación del objetivo nº6 “Agua limpia y saneamiento” en un mundo acechado por “la crisis inminente del agua” como advertía la misma ONU debido a las consecuencias del cambio climático y el aumento de las temperaturas que están propiciando un crecimiento del número de inundaciones y una prolongación de las sequías en el planeta (Cuerno de África, megasequía en Chile central).

El informe “The State of Climate Services 2021: Water” de la Organización Mundial de Meteorología, advierte que más de 2000 millones de personas viven bajo condiciones de “estrés hídrico” y estima que para 2050 más de 5000 millones de personas sufrirán algún problema de normal acceso al agua potable.

Este año se ha materializado con severidad la crisis energética global, que ya venía gestándose al haber superado los picos máximos de producción del petróleo, el carbón y previsiblemente el gas. Nuestro sistema energético hiperdependiente ha sufrido las consecuencias de las sanciones a Rusia, principal exportador de la UE, en un periodo de alza de precios del combustible dónde ya antes del inicio del conflicto el barril de Brent se vendía a más de 100$, un precio crítico para el normal desarrollo de las economías.

La escasez de combustibles fósiles y el encarecimiento de la energía está desembocando en un auge de la inestabilidad social por las limitaciones en el acceso a los combustibles, los cortes periódicos de luz, la crisis de los alimentos agravada por el alto precio de los fertilizantes y que amenaza seriamente a las capas sociales más empobrecidas.

El objetivo nº7 “Energía asequible y no contaminante” se aleja de su meta para 2030 de “garantizar un acceso universal a servicios energéticos asequibles, fiables y modernos”.

Desde 2021, Europa ha vuelto a incrementar la quema de carbón, el más contaminante de los combustibles fósiles, para garantizar el suministro eléctrico a sus respectivos países en el año en el que el IPCC presentaba la primera parte de su sexto y más demoledor informe sobre el cambio climático alertando sobre la necesidad de reducir las emisiones de C02 en una previsible última oportunidad de limitar el aumento de temperatura a 2º.

La inestabilidad económica y social repercute en el objetivo nº16 “Paz, justicia e instituciones sólidas”, que también ha empeorado sustancialmente con respecto a 2015. Según la Escola de Cultura de Pau de la Universidad Autónoma de Barcelona en su informe anual “Alerta 2021! 
Informe sobre conflictos, derechos humanos y construcción de paz” en 2020 los conflictos armados graves, aquellos donde la mortalidad supera el millar de personas al año, se intensificaron e incrementaron desde un 27% en 2018 hasta llegar a un 43% del total de ellos en 2020.

La perspectiva futura es aún más negativa si atendemos al estallido de la guerra en Ucrania y la decisión de la OTAN de aumentar el presupuesto militar y catalogar a China como “desafío a los intereses y valores” de la organización, en un claro ejercicio de refortalecimiento en vistas de la situación geopolítica del globo ante la crisis de recursos.
Una revisión del estado de los objetivos más relacionados con la crisis medioambiental, aunque interrelacionados con los otros, nos muestra el triste retroceso en gran parte de la Agenda y en los objetivos establecidos en el Acuerdo de París.

La crisis climática está mostrando al mundo las consecuencias del calentamiento global a través de fenómenos meteorológicos extremísimos en muchas partes del planeta en un periodo donde estamos superando puntos de no retorno en ecosistemas indispensables para la estabilización climática como la Amazonia, el Ártico o los arrecifes de coral, que potencialmente dificultan nuestras posibilidades de mitigación y la capacidad de adaptación a un mundo cada vez más hostil.

Antes de olvidar esta ola de calor extrema que ha golpeado a Europa, donde han muerto más de 1000 personas, recuerden que esto sucede con sólo una subida de 1.2º y algunos estudios prevén que alcanzaremos los 1.5º en esta misma década. 

Desde 2015, el estado de los océanos ha empeorado gravemente como indica la recién finalizada Conferencia sobre los Océanos de la ONU celebrada en junio en Lisboa que certifica el “fracaso colectivo”, tal y como ellos textualmente declaraban, en el objetivo 14 “Vida submarina”, añadiendo dicho fracaso a los objetivos 13 “Acción por el clima” y 15 “Ecosistemas terrestres”.

La Agenda está fracasando y supone un riesgo para la mayoría más empobrecida de la sociedad que va a sufrir las consecuencias de la inacción política y la falta de moral ante situaciones que tienen solución.

Nos acercamos al fin de una era de abundancia material dónde el modelo de crecimiento infinito ha polarizado la desigualdad y ha estigmatizado los problemas globales que más nos deben avergonzar como individuos y sociedades. Es una obligación exigir el cumplimiento de los derechos más básicos en un periodo donde la desigualdad se va a acrecentar en un planeta que es suficiente para todas y todos, pero que sin las medidas que aborden correctamente la crisis ecosocial y un cambio de nuestro modelo de consumo se convertirá en un planeta habitable sólo para una minoría.

 

Bibliografía

https://www.wsws.org/en/articles/2022/04/19/oxfa-a19.html
https://oi-files-d8-prod.s3.eu-west-2.amazonaws.com/s3fs-public/2022-
04/Oxfam%20briefing%20-%20First%20Crisis%20Then%20Catastrophe_0.pdf
https://elpais.com/internacional/2022-05-18/la-hambruna-amenaza-con-matar-a-una-
persona-cada-48-segundo-en-el-cuerno-de-africa-segun-ong.html
https://www.edx.org/es/course/human-rights-human-wrongs-challenging-poverty-vuln
https://www.ipcc.ch/assessment-report/ar6/
https://es.wfp.org/crisis-global-hambre
https://es.wfp.org/accion-climatica
https://www.fao.org/publications/sofi/en/
https://library.wmo.int/index.php?lvl=notice_display&id=21963#.YVxxM30pDIX

https://rebelion.org/los-riesgos-tras-la-cumbre-de-la-otan/
https://www.wri.org/water
https://newlinesmag.com/photo-essays/east-africas-worst-drought-in-40-years-is-threatening-
countries-future/
https://newlinesmag.com/photo-essays/east-africas-worst-drought-in-40-years-is-threatening-
countries-future/

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Putin aclara objetivo de operación militar en Ucrania

 

Putin aclara objetivo de operación militar en Ucrania

 


DIARIOCTUBRE / septiembre 2, 2022

 

El presidente Vladimir Putin aclaró ayer que el objetivo de la operación militar en Ucrania es finalizar la guerra de Kiev contra las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk, así como la protección de Rusia.

Durante un foro juvenil “Conversación sobre lo importante”, en el occidental enclave de Kaliningrado, Putin indicó a los ganadores de concursos en la esfera de la cultura, la ciencia y el deporte que la prioridad es frenar la guerra iniciada por Kiev en Donbass, en 2014.

 

Acaso nadie entiende que después del golpe de Estado hace ocho años en Ucrania, los pobladores de Donetsk, Lugansk y la península de Crimea estuvieron en contra de esa acción anticonstitucional.

En febrero de 2014, la derecha, respaldada por grupos paramilitares neofascistas, se hicieron del poder en la capital ucraniana y forzaron la salida del poder del entonces Viktor Yanukovich, con quien representantes occidentales habían firmado un documento para evitar la violencia.

Además de defender la población del Donbass, donde se encuentra Donetsk y Lugansk, se trata de proteger a la propia Rusia y de evitar la formación de un enclave antirruso que amenaza la seguridad de nuestra nación, comentó.

El jefe de Estado indicó que, de acuerdo con el ministro de Enseñanza, Serguei Kravtsov, en las escuelas ucranianas ningún alumno conoce sobre la existencia del puente de Crimea, que une a esa península con la sureña comarca rusa de Krasnodar.

Los alumnos ucranianos consideran que el puente de Crimea es una falsedad, como tampoco conocen que Rusia y Ucrania formaban parte de un solo país, es decir, la Unión Soviética, indicó.

De otro lado, Putin estimó que en el mundo actual se hace casi imposible aislar a un país, en referencia a los miles de medidas punitivas aplicadas por Occidente contra Rusia, tras el inicio de la operación militar en Ucrania, el pasado 24 de febrero.

FUENTE: prensa-latina.cu

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Ucrania: la invasión del capital. [¿Pero en toda la historia del capitalismo el capital promovió alguna vez alguna guerra (todas ellas financiadas y realizadas por los trabajadores para empeorar indefectiblemente las condiciones de vida de los mismo) para dar besitos y abrazos y regalar caramelos, cacahuet, agua, pipas, chicle, tabaco …? Pero la guerra militar, que la guerra del guerrero antiguo hecha en primera persona, entre guerreros para sí y los suyos, es cosa distinta, ¿no es un instrumento al servicio del capital, como último recurso, que utiliza a su favor cuando ve peligrar en serio los intereses del capital? Pero, los intereses del capital y los intereses del trabajo no son intereses contrapuestos e irreconciliables?]

 

La Ucrania debilitada por la guerra ha despertado el apetito del Capital, que acelera su penetración en el país. Sus objetivos: "la privatización, la reforma de las empresas estatales, la reforma agraria y la "integración euroatlántica" entre otros.


Ucrania: la invasión del capital


Michael Roberts

El Viejo Topo

2 septiembre, 2022 



La semana pasada, los acreedores privados extranjeros de Ucrania aceptaron la petición de este país de congelar los pagos de unos 20.000 millones de dólares de deuda externa durante dos años. Esto permitiría a Ucrania evitar el impago de sus préstamos extranjeros. A diferencia de otras «economías emergentes» agobiadas por la deuda, parece que los tenedores de bonos extranjeros están encantados de ayudar a Ucrania, aunque solo sea durante dos años. La medida ahorrará a Ucrania 6.000 millones de dólares a lo largo del periodo, contribuyendo a reducir la presión sobre las reservas del banco central, que han caído un 28% en lo que va de año, a pesar de la importante ayuda exterior.

No es de extrañar que la economía ucraniana se encuentre en una situación desesperada. Se espera que el PIB real caiga más del 30% en 2022 y la tasa de desempleo sea del 35%. “Estamos agradecidos por el apoyo del sector privado a nuestra propuesta en momentos tan terribles para nuestro país», declaró Yuriy Butsa, Viceministro de Finanzas de Ucrania. «Me gustaría subrayar que el apoyo que hemos recibido durante esta transacción es difícil de subestimar… Seguiremos comprometidos con la comunidad inversora en el futuro y esperamos su participación en la financiación de la reconstrucción de nuestro país tras la victoria de la guerra», dijo Butsa.

Aquí Butsa revela el precio a pagar por esta limitada generosidad por parte de los acreedores extranjeros: la aceleración de la demanda por parte de las corporaciones multinacionales y los gobiernos extranjeros de tomar el control de los recursos de Ucrania y ponerlos bajo el control del capital extranjero sin ninguna restricción o limitación.

En un post anterior expuse el plan de privatización y entrega de los vastos recursos agrícolas de Ucrania a las multinacionales extranjeras. Desde hace varios años, una serie de informes del observatorio económico del Instituto Oakland documentan la adquisición de capital extranjero. Gran parte de lo que sigue procede de estos estudios.

La Ucrania postsoviética, con sus 32 millones de hectáreas cultivables de rico y fértil suelo negro (conocido como «cernozëm»), tiene el equivalente a un tercio de toda la tierra agrícola de la Unión Europea. El «granero de Europa», como se le llama, tiene una producción anual de 64 millones de toneladas de cereales y semillas, y es uno de los mayores productores mundiales de cebada, trigo y aceite de girasol (de este último, Ucrania produce cerca del 30% del total mundial).

Como expliqué en mi anterior post, la adquisición planificada de los recursos de Ucrania provocó en parte el conflicto: la semiguerra civil, el levantamiento del Maidán y la anexión de Crimea por parte de Rusia. Como señaló el Instituto Oakland, para limitar la privatización desenfrenada, en 2001 se impuso una moratoria a la venta de tierras a extranjeros. Desde entonces, la derogación de esta norma ha sido uno de los principales objetivos de las instituciones occidentales. Ya en 2013, por ejemplo, el Banco Mundial concedió un préstamo de 89 millones de dólares para el desarrollo de un programa de escrituras y títulos de propiedad necesarios para la comercialización de tierras estatales y cooperativas. En palabras de un documento del Banco Mundial de 2019, el objetivo era «acelerar la inversión privada en agricultura». Ese acuerdo, denunciado en su momento por Rusia como una puerta trasera para facilitar la entrada de las multinacionales occidentales, incluye la promoción de «la producción agrícola moderna… incluyendo el uso de la biotecnología», una aparente apertura hacia los cultivos transgénicos en los campos ucranianos.

A pesar de la moratoria sobre la venta de tierras a extranjeros, en 2016 diez empresas agrícolas multinacionales ya habían pasado a controlar 2,8 millones de hectáreas de tierra. Hoy en día, algunas estimaciones hablan de 3,4 millones de hectáreas en manos de empresas extranjeras y empresas ucranianas con fondos extranjeros como accionistas. Otras estimaciones llegan a los 6 millones de hectáreas. La moratoria sobre las ventas, que el Departamento de Estado de EE.UU., el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial habían pedido repetidamente que se levantara, fue finalmente levantada por el gobierno de Zelensky en 2020, antes de un referéndum final sobre la cuestión previsto para 2024.

Ahora, con la guerra en marcha, los gobiernos y las empresas occidentales están intensificando sus planes para incorporar a Ucrania y sus recursos a las economías capitalistas de Occidente. Los días 4 y 5 de julio de 2022, altos funcionarios de Estados Unidos, la Unión Europea, Gran Bretaña, Japón y Corea del Sur se reunieron en Suiza para la llamada «Conferencia sobre la recuperación de Ucrania».

La agenda de la URC se centraba explícitamente en imponer cambios políticos en el país, a saber, «el fortalecimiento de la economía de mercado», «la descentralización, la privatización, la reforma de las empresas estatales, la reforma agraria, la reforma de la administración del Estado» y la «integración euroatlántica». La agenda era en realidad un seguimiento de la Conferencia de Reforma de Ucrania de 2018, que había hecho hincapié en la importancia de privatizar la mayor parte del sector público restante de Ucrania, afirmando que «el objetivo final de la reforma es vender las empresas estatales a los inversores privados», junto con llamamientos a una mayor «privatización, desregulación, reforma energética, reforma fiscal y aduanera». Argumentando que «el gobierno es el mayor poseedor de activos de Ucrania», el informe afirma: «La privatización y la reforma de las empresas públicas deberían haberse llevado a cabo hace mucho tiempo, ya que este sector de la economía ucraniana ha permanecido prácticamente sin cambios desde 1991».

La ironía es que los planes de la URC para 2018 contaron con la oposición de la mayoría de los ucranianos. Una encuesta de opinión pública reveló que solo el 12,4% estaba a favor de la privatización de las empresas estatales, mientras que el 49,9% se oponía. (Otro 12% se mostró indiferente, mientras que el 25,7% no respondió).

Sin embargo, la guerra puede marcar la diferencia. En junio de 2020, el FMI aprobó un programa de préstamos de 18 meses y 5.000 millones de dólares con Ucrania. A cambio, el gobierno ucraniano levantó su moratoria de 19 años sobre la venta de tierras agrícolas de propiedad estatal, tras la fuerte presión de las instituciones financieras internacionales. Olena Borodina, de la Red Ucraniana para el Desarrollo Rural, comentó que «los intereses de la agroindustria y los oligarcas serán los primeros beneficiarios de esta reforma… Esto sólo marginará aún más a los pequeños agricultores y corre el riesgo de separarlos de su recurso más valioso».

Y ahora la URC de julio reiteró sus planes de tomar el control de la economía ucraniana por medio del capital, con la plena aprobación del gobierno de Zelensky. Al final de la reunión, todos los gobiernos e instituciones presentes aprobaron una declaración conjunta denominada Declaración de Lugano. Esta declaración se complementó con un «Plan de Recuperación Nacional», elaborado a su vez por un «Consejo de Recuperación Nacional» creado por el gobierno ucraniano.

El plan preveía una serie de medidas favorables al capital, como la «privatización de empresas no críticas» y la «finalización de la corporativización de las SOE» (empresas estatales), como la venta de la empresa estatal ucraniana de energía nuclear EnergoAtom. Para «atraer el capital privado al sistema bancario», la propuesta también pedía la «privatización de los SOB» (bancos estatales). Con el fin de aumentar «la inversión privada y estimular el espíritu empresarial en todo el país», el Plan de Recuperación Nacional pedía una importante «desregulación» y proponía la creación de «proyectos catalizadores» para desbloquear la inversión privada en sectores prioritarios.

En un llamamiento explícito a la reducción de las protecciones laborales, el documento atacaba las leyes laborales restantes en Ucrania, algunas de las cuales son un legado de la era soviética. El Plan de Recuperación Nacional lamentaba «una legislación laboral obsoleta que da lugar a complicados procesos de contratación y despido, a la regulación de las horas extraordinarias», etc. Como ejemplo de esta supuesta «legislación laboral obsoleta», el plan respaldado por Occidente se quejaba de que los trabajadores ucranianos con un año de experiencia tienen un «plazo de preaviso de despido» de nueve semanas, frente a sólo cuatro semanas en Polonia y Corea del Sur.

En marzo de 2022, el Parlamento ucraniano aprobó una legislación de emergencia que permite a los empresarios suspender los convenios colectivos. Luego, en mayo, aprobó un paquete de reformas permanentes que exime de hecho a la gran mayoría de los trabajadores ucranianos (los de empresas con menos de 200 empleados) de la legislación laboral ucraniana. Los documentos filtrados en 2021 muestran que el gobierno británico instruyó a funcionarios ucranianos sobre cómo convencer a un público recalcitrante para que renunciara a los derechos de los trabajadores y aplicara políticas antisindicales. El material de formación lamentaba que la opinión popular hacia las reformas propuestas fuera mayoritariamente negativa, pero ofrecía estrategias de mensajería para conseguir que los ucranianos las apoyaran.

Mientras que los derechos laborales serán eliminados en la «nueva Ucrania», el Plan de Recuperación Nacional pretende, en cambio, ayudar a las empresas y a los ricos reduciendo los impuestos. El plan se quejaba de que el 40% del PIB ucraniano procedía de los ingresos fiscales, y lo calificaba de «carga fiscal bastante elevada» en comparación con el ejemplo de Corea del Sur. Por ello, el plan aboga por «transformar el servicio fiscal» y «revisar el potencial de disminución de la parte de los ingresos fiscales en el PIB». En nombre de la «integración en la UE y el acceso al mercado», también propuso la «eliminación de los aranceles y las barreras no técnicas no arancelarias para todos los productos ucranianos», al tiempo que pedía «facilitar la atracción de la IED (inversión extranjera directa) para traer a Ucrania a las mayores empresas internacionales», con «incentivos especiales a la inversión» para las empresas extranjeras.

Además del Plan de Recuperación Nacional y de la sesión informativa estratégica, la Conferencia sobre la Recuperación de Ucrania de julio de 2022 presentó un informe elaborado por Economist Impact, una empresa de consultoría empresarial que forma parte del Grupo Economist. El Rastreador de Reformas de Ucrania instó a «aumentar la inversión extranjera directa (IED)» de las empresas internacionales, sin invertir recursos en programas sociales para el pueblo ucraniano. El informe del Rastreador subraya la importancia de desarrollar el sector financiero y pide la «eliminación de las regulaciones excesivas» y de los aranceles. Se pedía una «mayor liberalización de la agricultura» para «atraer la inversión extranjera y fomentar el espíritu empresarial nacional», así como «simplificaciones de los procedimientos» para «facilitar la expansión de las pequeñas y medianas empresas» mediante «la compra e inversión en activos de propiedad estatal», facilitando así «la entrada de los inversores extranjeros en el mercado tras el conflicto».

El Rastreador de la Reforma de Ucrania presentó la guerra como una oportunidad para imponer la adquisición por parte del capital extranjero. «El momento de la posguerra puede representar una oportunidad para completar la difícil reforma agraria ampliando el derecho a adquirir tierras agrícolas a las personas jurídicas, incluidas las extranjeras», dice el informe. «Abrir el camino al capital internacional para la agricultura ucraniana puede aumentar la productividad del sector, impulsando su competitividad en el mercado de la UE», añadió. «Una vez terminada la guerra, el gobierno también tendrá que considerar la posibilidad de reducir sustancialmente la participación de los bancos estatales, privatizando el Privatbank, el mayor banco del país, y el Oshchadbank, que se ocupa de las pensiones y los pagos sociales».

En otros lugares, las políticas a favor del capital ofrecidas por los economistas occidentales semi keynesianos son menos explícitas. En una reciente recopilación del Center for Economic Policy Research (CEPR), varios economistas propusieron políticas macroeconómicas para la Ucrania de la guerra. En este documento, los autores «subrayan desde el principio que la crisis ucraniana no es un contexto para un típico programa de ajuste macroeconómico, es decir, no son las habituales exigencias del FMI de austeridad fiscal y privatización. Pero después de muchas páginas, queda claro que sus propuestas son poco diferentes de las de la URC. Como ellos mismos dicen, «el objetivo debe ser perseguir una amplia y radical desregulación de la actividad económica, evitar los controles de precios, facilitar la adecuación de la mano de obra y el capital, y mejorar la gestión de los activos rusos incautados y otros sancionados».

La toma de posesión de Ucrania por parte del capital (principalmente extranjero) se completará así y Ucrania podrá empezar a pagar sus deudas y proporcionar nuevos beneficios al imperialismo occidental.

Fuente: Blog de Michael Roberts, The Next Recession.

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THIERRY MEYSSAN. El conflicto en Ucrania precipita el fin de la ‎dominación occidental

 

THIERRY MEYSSAN. El conflicto en Ucrania precipita el fin de la dominación occidental

 

 

insurgente.org // 31 agosto 2022


El conflicto en Ucrania, presentado en los medios como una agresión rusa, es de hecho la aplicación de la resolución 2202, adoptada el 17 de febrero de 2015 en el Consejo de Seguridad de la ONU. Francia y Alemania no cumplieron los compromisos que habían contraído en el Acuerdo Minsk II pero Rusia se preparó durante ‎‎7 años para hacerlo, lo cual significaba asumir este enfrentamiento. Y también previó con mucha antelación las sanciones occidentales, tanto que en sólo 2 meses ha sabido contrarrestarlas. Las sanciones de Occidente contra Rusia están dando al traste con la globalización estadounidense ya que desorganizan las economías occidentales al interrumpir las cadenas de aprovisionamiento, haciendo rebotar los dólares hacia Estados Unidos y desatando una inflación generalizada, además de provocar en Occidente una grave crisis energética. Estados Unidos y sus aliados se ven en la situación del “cazador cazado”, están cavando su propia tumba. Mientras tanto, los ingresos del Tesoro ruso han crecido en un 32% en sólo 6 meses.

Los jefes de Estado y/o de gobierno presentes en el Acuerdo de Minsk II.

 

Durante los 7 últimos años, las potencias firmantes del Acuerdo Minsk II (Alemania, Francia, Ucrania y Rusia) tuvieron en sus manos la responsabilidad de garantizar la aplicación de los compromisos inscritos en ese documento, avalado y legalizado el 17 de febrero de 2015 por el Consejo de Seguridad de la ONU. Sin embargo, a pesar de los discursos sobre la necesidad de proteger a los ciudadanos amenazados por su propio gobierno, ninguno de esos Estados actuó para garantizar la aplicación de lo pactado en Minsk II.

El 31 de enero de 2022, mientras se hablaba de una posible intervención militar rusa, el secretario del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa ucraniano, Oleksiy Danilov, lanzaba un desafío a Alemania, Francia, Rusia y al propio Consejo de Seguridad de la ONU al declarar:

«El respeto de los acuerdos de Minsk significa la destrucción del país. Cuando se firmaron, bajo la amenaza armada de los rusos –y bajo la mirada de los alemanes y los franceses– ya estaba claro para todas las personas racionales que era imposible poner en aplicación esos documentos.» [1]

Siete años después de aquella firma, la cifra de ucranianos muertos a manos del gobierno de Kiev ya era de 12 000 personas (según Kiev) mientras que la Comisión Investigadora rusa contabilizaba más de 20 000 muertos.

Sólo entonces, Moscú inició una «operación militar especial» contra los elementos ucranianos que se identifican a sí mismos como «nacionalistas integristas», mientras que el gobierno ruso los señala como «neonazis».

Desde el inicio de su operación especial, Moscú precisó que las tropas rusas se limitarían a socorrer a los pobladores del Donbass y a «desnazificar» Ucrania, no a ocuparla.

A pesar de esa clarificación sobre los objetivos rusos, las potencias occidentales acusaron a Rusia de tratar de tomar Kiev, de querer derrocar al presidente Volodimir Zelenski y de proponerse anexar Ucrania. Ya hoy es evidente que las fuerzas rusas no han hecho absolutamente nada de eso. Sólo después de que uno de los negociadores ucranianos, Denis Kireev, fue ejecutado por el SBU –el servicio de seguridad de Ucrania– y de que el presidente Zelenski suspendiera las negociaciones con Moscú, el presidente ruso Vladimir Putin anunció un endurecimiento de las exigencias rusas. Desde aquel momento, la Federación Rusa reclama la «Novorossia», o sea el sur de Ucrania –territorio históricamente ruso desde los tiempos de la zarina Catalina II (Catalina la Grande), con excepción de un periodo de 33 años.

Es importante entender que si Rusia esperó 7 años antes de tomar la iniciativa, no fue porque Moscú fuese insensible a la masacre contra los pobladores rusoparlantes del Donbass sino porque estaba preparándose para enfrentar la previsible respuesta occidental. Según la citación clásica del ministro de Exteriores del zar Alejandro II, el príncipe Alexander Gorchakov:

«El Emperador está decidido a dedicar, preferentemente, sus esfuerzos al bienestar de sus súbditos y a concentrar, en el desarrollo de los recursos internos del país, una actividad que sólo iría más allá de las fronteras cuando los intereses positivos de Rusia así lo exijan absolutamente. A Rusia se le reprocha aislarse y guardar silencio ante hechos que no se corresponden con el derecho ni con la equidad. Rusia nos pone mala cara, dicen. Rusia no pone mala cara. Rusia se recoge.»

Esta operación policial ha sido calificada de «agresión» por las potencias occidentales. Subiendo de tono, se ha descrito a Rusia como una «dictadura» y su política exterior se tacha de «imperialismo». Parece que nadie ha leído el Acuerdo de Minsk II, a pesar de que ese documento recibió la validación del Consejo de Seguridad de la ONU. En una conversación telefónica entre el presidente Putin y el presidente de Francia Emmanuel Macron –conversación divulgada por los servicios de la presidencia francesa– el jefe de Estado francés expresa abiertamente su desinterés por la suerte de la población del Donbass, o sea su desprecio por el Acuerdo de Minsk II.

Ahora, los servicios secretos occidentales corren en auxilio de los «nacionalistas integristas» ucranianos (los «neonazis», según la terminología rusa) y, en vez de buscar una solución pacífica, lo que hacen es tratar de destruir la Federación Rusa desde adentro [2].

A la luz del Derecho Internacional, Moscú no hace otra cosa que aplicar la resolución que el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó en 2015. Puede reprochársele lo brutal de sus medios, pero ciertamente no puede decirse que haya actuado con precipitación (después de una espera de ‎‎7 años) ni que su actuación sea ilegítima (tiene el respaldo de la resolucion 2202 del Consejo de Seguridad de la ONU).

De hecho, los presidentes Petro Porochenko, Francois Hollande, Vladimir Putin y la canciller alemana Angela Merkel se habían comprometido, en una declaración común anexa a la resolución, a hacer lo mismo. Si alguna de las potencias representadas por esos dirigentes hubiese intervenido antes, habría podido elegir otras formas de actuación… pero ninguna lo hizo.

El 24 de agosto de 2022, el presidente ucraniano hace su cuarta intervención por videoconferencia ante el Consejo de Seguridad de la ONU… a pesar de que el reglamento interno de ese órgano estipula que, fuera de los funcionarios de la ONU en misión, cualquier otro orador tiene que estar físicamente presente en la sala para hacer uso de la palabra ante el Consejo. El secretario general de la ONU y la mayoría de los miembros del Consejo de Seguridad han aceptado –en 4 ocasiones– esa violación del reglamento interno, rechazada por Rusia.

 

Si hubiese actuado de manera lógica, el secretario general de la ONU habría tenido que llamar al orden a los miembros del Consejo de Seguridad para que no condenaran la operación rusa, cuyo principio habían aceptado 7 años antes –cuando aprobaron la resolución 2202. Tendría que haberlos exhortado más bien a determinar las modalidades de la intervención. Pero no lo hizo sino que, por el contrario, saliéndose de su papel y poniéndose del lado del sistema unipolar, el secretario general acaba de impartir a todos los altos funcionarios de la ONU en teatros de operaciones una instrucción oral para que no se reúnan con diplomáticos rusos.

No es la primera vez que el secretario general de la ONU infringe los estatutos de las Naciones Unidas. Durante la guerra contra Siria, el secretario general de la ONU redactó unas 50 páginas sobre una renuncia del gobierno sirio, dando por sentado que habría que privar a los sirios de su soberanía popular y “desbaasificar” el país. Aquel texto del secretario general de la ONU nunca llegó a publicarse, pero nosotros lo analizamos con espanto en este sitio web.

En definitiva, el enviado especial del secretario general de la ONU en Damasco, Staffan de Mistura, se vio obligado a firmar una declaración donde reconocía que aquel texto carecía de valor legal. Pero la instrucción del secretariado general de la ONU que prohíbe a los funcionarios de Naciones Unidas participar en la reconstrucción de Siria [3] sigue estando en vigor. Es precisamente esa instrucción lo que mantiene paralizado el regreso de los refugiados sirios a su tierra natal, en contra de la voluntad no sólo de Siria sino también de Líbano, Jordania y Turquía.

Durante la guerra de Corea, Estados Unidos aprovechó la política soviética del escaño vacío para imponer su guerra bajo la bandera de la ONU (en aquella época la República Popular China no era miembro del Consejo de Seguridad). Hace 10 años, Estados Unidos utilizó el personal de la ONU para desarrollar una guerra total contra Siria. Actualmente, Estados Unidos va todavía más lejos haciéndola tomar posición contra un miembro permanente del Consejo de Seguridad.

Después de haberse convertido, en tiempos de Kofi Annan, en un ente al servicio de las transnacionales, la ONU de Ban Ki moon y de Antonio Guterres es simplemente un anexo del Departamento de Estado.

Rusia y China saben, como los demás Estados, que la ONU ya no cumple sus funciones. Al contrario, la ONU está agravando las tensiones y participa en guerras –al menos en Siria y en el Cuerno Africano. Ante ese nuevo contexto, Moscú y Pekín están desarrollando nuevas instituciones.

Rusia ya no dirige sus esfuerzos hacia las estructuras heredadas de la Unión Soviética, como la Comunidad de Estados Independientes (CEI) o la Comunidad Económica Euroasiática, ni siquiera hacia la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, tampoco hacia las heredadas de los tiempos de la guerra fría, como la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa ‎‎(OSCE). La Federación Rusa se concentra actualmente en lo que puede definir los contornos de un mundo multilateral.

En primer lugar, la Federación Rusa está poniendo de relieve las acciones económicas de los países del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), acciones que Rusia no reivindica como propias sino como esfuerzos comunes en los que participa. Trece Estados ya esperan unirse al BRICS, aunque ese grupo no se ha declarado abierto a adhesiones. A pesar de ello, el poder del BRICS ya es superior al del G7. La razón es muy simple, el BRICS actúa mientras que el G7 lleva años haciendo declaraciones sobre las grandes cosas que va a hacer, pero que no acaban de concretarse, mientras que sus dirigentes se dedican a criticar a quienes no están presentes para defenderse.

Lo más importante es que Rusia está estimulando una mayor apertura y una profunda transformación de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS). Hasta ahora, la OCS era sólo una estructura de contacto entre los países del Asia Central, alrededor de Rusia y China, creada en aras de contrarrestar y prevenir los desórdenes que los servicios secretos anglosajones trataban de fomentar en esa parte del mundo. Poco a poco esa estructura ha permitido que sus miembros se conozcan mejor entre sí y estos han extendido sus trabajos a otras cuestiones comunes. Además, la OCS se ha ampliado, concretamente con la adhesión de la India, Pakistán e Irán. De hecho, la OCS encarna actualmente los principios enunciados en Bandung, basados en la soberanía de los Estados y en la negociación, frente a los que propugna Occidente, basados en la conformidad con la ideología anglosajona.

La Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) representa dos terceras partes de la población mundial –cuatro veces más habitantes que el G7 y la Unión Europea. Así que ahora es en el seno de la OCS donde se toman las decisiones internacionales realmente importantes.

Occidente parlotea mientras que Rusia y China avanzan. Y escribo que “parlotea” porque las potencias occidentales siguen creyendo que sus gestos pomposos serán de alguna manera eficaces.

Cegados por esa creencia, Estados Unidos, Reino Unido y, después, la Unión Europea y Japón adoptaron contra Rusia medidas económicas muy duras. No se atrevieron a decir que estaban iniciando una guerra tendiente a conservar su propia autoridad sobre el mundo y anunciaron esas medidas utilizando el término «sanciones», aunque no hubo tribunal, alegato de parte de los ‎‎“acusados” ni sentencia. Por supuesto, en realidad son sanciones ilegales ya que fueron adoptadas fuera de las instancias de las Naciones Unidas. Pero los occidentales, que se autoproclaman defensores de «reglas internacionales», no están realmente interesados en respetar el Derecho Internacional.

Por supuesto, el derecho al veto, prerrogativa de los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU impide la adopción de sanciones contra uno de ellos. Pero es así precisamente porque el objetivo de las Naciones Unidas no era alinearse tras la ideología anglosajona sino preservar la paz mundial.

Ahora regreso al asunto principal: Rusia y China están avanzando, pero lo hacen a un ritmo muy diferente al de los occidentales. Transcurrieron 2 años entre el compromiso de Rusia de intervenir en Siria y el despliegue de soldados rusos en ese país. Rusia utilizó esos 2 años para terminar de preparar las armas que garantizaron su superioridad en el campo de batalla. En el caso de Ucrania, hubo un periodo de 7 años entre el compromiso ruso contraído en Minsk II y el inicio de la «operación militar especial» en el Donbass, 7 años que Rusia utilizó para prepararse a contrarrestar las sanciones económicas de Occidente.

Es por eso que las «sanciones» no han logrado poner de rodillas la economía rusa sino que, por el contrario, están afectando duramente a quienes las decretaron. Los gobiernos de Alemania y Francia están enfrentando ya graves problemas en el sector de la energía, al extremo que ciertas fábricas ya están trabajando a media máquina y están en peligro de verse obligadas a cerrar.

Mientras tanto, la economía rusa está en plena expansión. Después de vivir 2 meses pendiente de sus reservas, Rusia ha pasado a una etapa de abundancia. Los ingresos del tesoro ruso se ham incrementado en un 32% durante el primer semestre de este año [4].

El rechazo occidental al gas ruso no sólo se tradujo en un alza de los precios en beneficio del primer exportador mundial –que es Rusia– sino que además esa contradicción con el discurso liberal asustó a los demás Estados consumidores, que naturalmente se volvieron –para garantizar su consumo– hacia Moscú.

China, el coloso que los occidentales se empeñan en presentar como un vendedor de chatarra que sume sus presas en una espiral de endeudamiento, acaba de anular la mayoría de las deudas que 13 Estados africanos habían contraído con Pekín.

Oímos a diario los nobles discursos occidentales y sus acusaciones contra Rusia y China. Pero también comprobamos a diario, si nos detenemos en los hechos, que la realidad es lo contrario de lo que nos dicen.

Por ejemplo, Occidente nos explica, sin pruebas, que China es una «dictadura» y que ha ‎‎«encarcelado un millón de uigures». Aunque no disponemos de estadísticas recientes, todos sabemos que en China hay menos presos que en Estados Unidos –a pesar de que Estados Unidos está 4 veces menos poblado que China. También nos dicen que en Rusia se persigue a los homosexuales… pero vemos que en Moscú hay discotecas gays más grandes que en Nueva York.

La ceguera de Occidente conduce a situaciones ridículamente absurdas en las que los dirigentes occidentales ya ni siquiera perciben el impacto de sus propias contradicciones.

El 26 de agosto de 2022, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el presidente de Argelia, Abdelmadjid Tebboune, se reunieron en el palacio de El Mouradia, donde abordaron, en presencia de los generales responsables de la seguridad interna y externa, la lucha contra los yihadistas en el Sahel. Después de las guerras contra Libia, Siria y Mali, Francia ya no puede ocultar su apoyo a los yihadistas.

 

Por ejemplo, el presidente francés Emmanuel Macron acaba de visitar Argelia. Está tratando de reconciliar los dos países… de comprar gas para contrarrestar la escasez que él mismo ha contribuido a provocar. Macron sabe que llega demasiado tarde –después de que sus “aliados” ‎‎(Italia y Alemania) ya hicieron sus propias compras– pero se empeña en creer, erróneamente, que el principal problema franco-argelino es la colonización. Macron no ve que es imposible que Argelia confíe en Francia porque Francia apoya precisamente a los peores enemigos de Argelia –los yihadistas de Siria y del Sahel. Macron es incapaz de ver el vínculo entre su ausencia de relaciones con Siria, la reciente expulsión de las tropas que Francia había desplegado en Mali ‎‎ [5] y la frialdad de su recibimiento en Argelia.

Es cierto que los franceses no conocen realmente a los yihadistas. Acaban de cerrar, como el más sonado del siglo, el juicio sobre los atentados perpetrados en París el 13 de noviembre de 2015, sin haber sido capaces de plantear la cuestión de los apoyos estatales a los yihadistas. De esa manera, en vez de mostrar su sentido de la justicia, los franceses han demostrado su propia cobardía. Se han mostrado aterrorizados por un puñado de yihadistas, mientras que Argelia ha luchado contra decenas de miles durante su guerra civil y sigue enfrentándolos ahora en el Sahel.

Mientras Rusia y China avanza, Occidente ni siquiera mantiene sus posiciones sino que retrocede. Y seguirá cayendo mientras no logre clarificar su política, mientras no ponga fin a su doble rasero moral y mientras no renuncie a su doble juego.

Thierry Meyssan

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