miércoles, 18 de diciembre de 2019
GRAN BRETAÑA. DEL POR QUÉ LOS QUE VAN A MORIR TE SALUDAN, CÉSAR (¿REPRESENTARÁ ESTO LA ANTICIPACIÓN DEL RESULTADO AL FINAL DEL GOBIERNO DE COALICIÓN ENTRE PSOE-UP?)
Por qué la clase trabajadora votó al partido del brexit
Vicenç Navarro
17.12.2019
Sociología Crítica
La
noticia más llamativa de las elecciones británicas de este pasado
jueves 12 de diciembre es que la mayoría absoluta en el Parlamento
Británico conseguida por el Partido Conservador no se habría producido
sin el voto masivo de amplios sectores de la clase trabajadora británica
a este partido, una situación semejante a la que ocurrió en EEUU en las
elecciones presidenciales de noviembre de 2015, que dieron como
resultado la victoria de Trump. La predecible respuesta del establishment mediático
liberal español ha sido atribuir la victoria del Partido Conservador a
un rechazo del programa del Partido Laborista, percibido como
excesivamente izquierdoso (el editorial de El País del 14.12.19
lo definió como paleoizquierdista), alentando a las fuerzas
progresistas a que aprendan de lo ocurrido y vuelvan al centro (que
quiere decir al socioliberalismo).
Los datos, sin embargo, no confirman esta lectura de lo ocurrido. En
realidad, las encuestas fiables afirmaban que la gran mayoría de las
propuestas del Partido Laborista eran valoradas positivamente por la
mayoría de la población. Según la encuesta de YouGOV (compañía altamente
reputada en círculos de análisis de opinión), el 64% de la población
estaba de acuerdo, por ejemplo, en subir los impuestos sobre la renta a
las personas que ganan anualmente más de 80.000 libras (equivalentes a
más de 95.000 euros). A su vez, el 56% estaba a favor de la
nacionalización de los ferrocarriles y de las compañías de agua de
energía y de gas (medida definida como antigualla por el articulista
neoliberal de El País Xavier Vidal-Folch); el 54% estaba a
favor de que los trabajadores y empleados de una empresa ocuparan un
tercio del órgano ejecutivo de una empresa; el 81% apoyaba un aumento
del gasto público sanitario de un 4,3%; un 73% apoyaba un crecimiento
del salario mínimo a 10 libras esterlinas por hora (unos 12 euros); un
59% estaba a favor de un New Green Deal, y así un largo etcétera. No es
creíble, por lo tanto, que el programa del Partido Laborista asustara a
la población. Asustó a las clases pudientes, pero no a las clases
populares.
¿Cuál, pues, fue la causa? Fue el Brexit, esto es, salir o no de la
Unión Europea. Este fue el tema central de la campaña y la población lo
sabía. Y el candidato conservador se centró casi exclusivamente en
resaltar que llevaría a cabo la salida del Reino Unido de la Unión
Europea (UE), tal y como la población había votado en el referéndum del
23 de junio de 2016. Aquel día la sorpresa fue que la mayoría de la
clase trabajadora votó a favor de salir de la UE. En realidad, el
resultado entonces fue bastante equilibrado, con la mitad de la
población de renta superior a favor de la permanencia, y con la mitad de
la población de renta inferior en contra (el resultado global fue de un
51,9% de la población en contra de continuar en la UE, y de un 48,1% a
favor de continuar en ella). Pero fue interesante ver que, dentro de la
clase trabajadora, los que más favorecieron el Brexit fueron los parados
y los que no tenían trabajo. En aquel referéndum se vio, así pues, una
relación directa entre nivel de renta y apoyo a la permanencia en la UE.
A más renta, mayor apoyo a dicha permanencia.
¿Por qué la clase trabajadora votó a favor del Brexit en el referéndum de 2016 y ahora ha apoyado al partido del Brexit?
La explicación más frecuente de este comportamiento en el referéndum
(explicación que se ha sido dada también por algunos teóricos de
izquierdas) es que las clases menos educadas votaron en contra de la
permanencia y las más educadas votaron a favor. Tal visión –derivada de
los trabajos sobre capital humano de Bourdieu en Europa y Lipset en
EEUU– está muy generalizada en los círculos del establishment político-mediático
del país y refleja un cierto desprecio hacia aquellos sectores de la
población que no comulgan con la sabiduría convencional de dicho establishment (que
estaba a favor de la permanencia en la UE), que son definidos como
ignorantes o poco educados y carentes de cultura (el famoso capital
humano).
El comportamiento electoral de la clase trabajadora es lógico y predecible
Pero no estamos ante una cuestión de capital humano. Veamos el porqué
del rechazo a la UE. Y para ello hay que tener en cuenta que el
proyecto de establecer la Unión Europea no ha sido popular entre las
clases trabajadoras de la Europa Occidental. Solo hay que recordar que
en prácticamente todos los países europeos donde se sometió a referéndum
la fallida Constitución Europea (Francia, Países Bajos y Luxemburgo),
la clase trabajadora votó en contra de forma muy mayoritaria. En
Francia, el 79% de trabajadores manuales, el 67% de los trabajadores de
servicios y el 98% de los trabajadores sindicalistas votaron en contra;
en los Países Bajos lo hizo el 68% de los trabajadores; y en Luxemburgo
el 69% de los trabajadores. Y lo que es también interesante es que en
países donde no hubo referéndums pero se preguntó a la población qué
hubiera votado en caso de haberlo se registraron cifras similares: en
Alemania, el 68% de los trabajadores manuales y el 57% de los
trabajadores de servicios estaban en contra de aquella constitución; en
Dinamarca lo estaban el 72% de trabajadores manuales; y en Suecia lo
estaban el 74% de trabajadores manuales y el 54% de los trabajadores de
servicios. Y toda la evidencia existente muestra que esta animosidad
hacia la UE no ha descendido. Al contrario, ha aumentado. Y lo que es
también interesante es que las asociaciones patronales, el gran capital y
las clases medias de renta alta y media alta (profesionales con
educación superior) estaban entonces, y continúan estando ahora, a favor
de la UE.
Repito, ello tiene muy poco que ver con el nivel de capital humano y
con los que sostienen la tesis de que la clase trabajadora no está
dotada de tal capital y, por lo tanto, es más vulnerable a ser
engatusada por demagogos o figuras semejantes. Y si analizamos los datos
en la distribución de las rentas vemos dos cosas. Una es que en cada
uno de estos países –incluyendo el Reino Unido– ha habido un claro
descenso desde que se fundó la UE del porcentaje de las rentas derivadas
del trabajo sobre el total de rentas (siendo este hecho incluso más
acentuado en los países de la Eurozona), hecho que se debe a la
imposición de las políticas neoliberales (y digo imposición pues no
estaban en sus programas electorales) por parte de los partidos
gobernantes. El descenso de esta masa salarial fue el reflejo de un
descenso de la estabilidad y de la calidad de los puestos de trabajo
para la mayoría de los trabajadores, un descenso en el que la
desregulación de la movilidad del capital y de la fuerza del trabajo que
ha caracterizado el establecimiento de la UE jugó un papel clave.
Pero este descenso no fue uniforme, pues junto al aumento de las
rentas derivadas del capital hubo un crecimiento de los salarios del
sector profesional asalariado de alto nivel educativo, acentuándose
todavía más la polarización social, siendo la clase media alta
cosmopolita uno de los sectores beneficiados de tal movilidad y
globalización (europeización), un fenómeno que afectó muy negativamente
la calidad de vida y el bienestar de las clases populares, puesto que al
deterioro de su salario y condiciones de trabajo, se añadía la
destrucción y pérdida de la protección social como consecuencia de los
recortes de sus derechos sociales (con los recortes del gasto público
social) resultado del neoliberalismo imperante en las instituciones
europeas. Es totalmente lógico (y nada tiene que ver con su supuesta
falta de cultura o educación) que tales clases trabajadoras estén en
contra de la globalización económica y contra la Unión Europea, y que
tengan miedo de que los inmigrantes les quiten su puesto de trabajo (o
que les abaraten el sueldo, pues es conocido que el empresario se
aprovecha de tener trabajadores inmigrantes para bajar los salarios de
su empresa).
Añádase a ello que otro elemento clave de su inseguridad es el miedo a
perder su identidad. El nacionalismo es la respuesta identitaria
previsible frente al internacionalismo de la globalización liberal. Hoy,
el liberalismo, la ideología dominante, y la democracia liberal están
deslegitimados en los sectores más victimizados por la aplicación de las
políticas públicas neoliberales. Por lo tanto, era lógico y predecible
que ganara el Brexit en el Reino Unido, algo que podría ocurrir en otros
países también. De ahí que, como ya se ha indicado, sea comprensible el
surgimiento de un nacionalismo identitario que representa el deseo de
que no se diluya la identidad de uno, y todavía más si se ve a los
inmigrantes como una variable que daña su seguridad. Así pues, el
racismo y el clasismo no son la causa, sino la consecuencia de dicha
inseguridad. Para revertir lo primero hay que resolver lo segundo. De lo
que incluso amplios sectores de las izquierdas no parecen ser
conscientes es que el auge de la ultraderecha no es consecuencia de un
aumento del racismo, del nacionalismo y del machismo. Este aumento es la
consecuencia y el síntoma de la principal causa: la inestabilidad e
inseguridad de los sectores más vulnerables de la población. Sin ir más
lejos, en Suecia surgió un partido de ultraderecha a partir de la
aplicación que las derechas liberales y conservadoras hicieron de
legislación neoliberal, la cual causó un gran deterioro del mercado
laboral, origen del gran crecimiento de la ultraderecha.
Y esto explica en gran parte el Brexit. El establishment británico
(desde la City al gran mundo empresarial, pasando por las clases medias
profesionales) estaba a favor de la UE, mientras que gran parte de la
clase trabajadora estaba en contra. El Partido Conservador ganó en
partes del Reino Unido donde nunca antes lo habían hecho, ciudades y
regiones con mayoría de clase trabajadora industrial (incluidas las
cuencas mineras) del norte y oeste de Inglaterra (que habían votado a
favor del Brexit). Ha sido, pues, una protesta de las víctimas del
neoliberalismo, que las ha dañado. Parece paradójico que hayan votado al
partido que ha llevado a cabo tales políticas, pero la gran astucia de
Boris Johnson ha sido, precisamente, presentarse como el
antiestablishment, incluso contra su partido, el Partido Conservador.
Trump también se presentó (y ganó) como la voz del antiestablishment,
tanto del Partido Republicano como del Partido Demócrata, y esa es la
razón por la que lo votaron grandes sectores de la clase trabajadora.
Podría ocurrir el Brexit en otros países de la UE
La ideología neoliberal ha sido la dominante en las instituciones de
gobernanza de la UE, desde el Consejo Europeo hasta el Banco Central
Europeo, pasando por la Comisión Europea y el Parlamento Europeo. Y como
era predecible, su aplicación a lo largo de esta comunidad ha tenido un
impacto muy negativo en la calidad de vida y el bienestar de sus clases
populares. La evidencia es clara. En un reciente estudio del profesor
Javier Arregui, del UPF-JHU Public Policy Center, documenta y analiza
quién ha ganado y quién ha perdido con el establecimiento de la UE
(“Ganadores y perdedores en el proceso de integración: repensando la
Unión desde una perspectiva de ciudadanía europea”), corroborando los
resultados de estudios anteriores: las desigualdades sociales han
crecido en prácticamente todos los Estados de la UE, con un aumento en
el crecimiento de las rentas de las clases más pudientes a costa de un
descenso en las rentas de las clases populares. Este es el fruto del
neoliberalismo, que ha sido promovido por los mayores medios de
información españoles durante todos estos años, los mismos que ahora
acusan al Partido Laborista de tener un programa económico y social
extremista -supuesta causa de su derrota-, silenciando que la principal
causa fue la ambivalencia que este partido mostró hacia el Brexit.
Mientras tales medios continúan aconsejando la aplicación de las
políticas públicas neoliberales, que están causando el gran rechazo
hacia la Unión Europea que ellos mismos han promovido. La única solución
hubiera sido un cambio de 180º de las políticas realizadas por el
establishment de la UE, lo cual es improbable que ocurra en un futuro
próximo. En realidad, dicho establishment se está moviendo más y más
hacia la derecha. La pérdida de legitimidad es inevitable, abriéndose un
futuro muy incierto. Así de claro.
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FORMANDO GOBIERNO EN MINORÍA (EL BURRO DE LOS PALOS) DE UN GOBIERNO NO DE IZQUIERDA CON EL PSOE, QUE HARÍAN PODEMOS E IZQUIERDA UNIDA, ¿CONDENAR LA VENTA ILEGAL DE ARMAS O HACER PIÑA CON VOX PARA JUSTIFICAR LA LIBERTAD DE LAS EMPRESAS A OBTENER BENEFICIOS?
Piden a CPI
investigar implicación de España en guerra de Yemen
18/12/2019
Varias oenegés piden a la Corte Penal Internacional
(CPI) investigar a países europeos, incluido España, por vender armas a Arabia
Saudí, que las usa contra Yemen.
foto
Un grupo de organizaciones pro derechos humanos
ha solicitado el martes a la CPI de La Haya (Países Bajos) abrir una
investigación sobre las ventas de empresas armamentísticas europeas a
las partes implicadas en la agresión saudí sobre Yemen, y que entre ellas se
encuentra la compañía aeronáutica española Airbus Space & Defence.
Los promotores de la petición de investigación a la
mencionada corte, encabezada por el Centro Europeo para los Derechos
Constitucionales y Humanos (ECCHR, por sus siglas en inglés), le piden que
investigue la responsabilidad legal de actores empresariales y políticos de Alemania,
Francia, Italia, España y el Reino Unido por su contribución a los crímenes
internacionales que Arabia Saudí está cometiendo a diario en Yemen.
Desde que Arabia Saudí iniciara su brutal campaña
bélica de manera indiscriminada sobre Yemen, allá en marzo de 2015, España ha
estado exportando más de 1000 millones de euros en provisión de armamento,
entre aviones de guerra, explosivos, munición, bombas y artillería a este reino
árabe, denuncian las oenegés en su solicitud
De hecho, se resalta que España con la venta de los
aviones cisterna 330-MRTT de Airbus que reabastecen en vuelo a los cazas
Typhoon y Tornado saudíes, así como componentes del caza Eurofighter,
fabricados por la compañía aeronáutica europea Airbus en sus factorías de
Illescas (Toledo) y Getafe (Madrid), estaría implicada de algún modo en los
crímenes cometidos por los Al Saud en Yemen.
Este y otros casos se encuentran en la comunicación
que las organizaciones a favor de los derechos humanos han presentado a la CPI,
centrada en el análisis de 26 ataques aéreos en hospitales, escuelas,
objetivos civiles, en los que el equipamiento bélico europeo habría sido
utilizado.
El pueblo y el movimiento popular Ansarolá de Yemen
han condenado en reiteradas ocasiones que los Estados occidentales que se
proclaman ser defensores de derechos humanos, cierran sus ojos ante los
constantes y graves crímenes de lesa humanidad que cometen los saudíes en Yemen
por intereses económicos.
Eso mientras, la agresión saudí ha causado la peor
crisis humanitaria del mundo en Yemen y ha provocado la muerte de más de 100 000 personas, conforme al
proyecto Datos sobre Localización y Acontecimientos de Conflictos Armados (Acled,
por sus siglas en inglés), que monitorea la contienda.
krd/ktg/mnz/msf
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PAÍS VASCO. CUANDO EL PUEBLO NO ESTÁ DORMIDO EL POLITICO TIENE QUE ANDAR DESPIERTO
Valentín Elortegi: “En Lemoiz tenemos una oportunidad
única a nivel mundial”
El arquitecto
técnico Valentín Elortegi ha sido testigo de lo que ha supuesto la central
nuclear de Lemoiz para su pueblo. En 2015 presentó su tesis sobre el “Proceso
de patrimonialización cultural de la Central Nuclear de Lemoiz”.
El arquitecto Valentín Elortegi. Carles Palacio
ELSALTO
2019-12-17
El caserío de
su familia sobrevivió a unos pocos metros de la valla de la central aunque
parte de sus tierras fueron expropiadas para poder construirla. El arquitecto
técnico Valentín Elortegi (Armintza, 1967) ha sido testigo, desde crío, de lo
que ha supuesto la obra de la central nuclear para su pueblo. En 1990 viajó a
Girona, donde aún vive y trabaja, para terminar sus estudios. Y allí presentó
en 2015, en el Máster de Gestión del Patrimonio Cultural en el Ámbito Local de
la Universidad de Girona, su tesis sobre el “Proceso de patrimonialización
cultural de la Central Nuclear de Lemoiz”.
¿Hay alguna otra central nuclear en el mundo que haya sido catalogada como patrimonio cultural?
¿Hay alguna otra central nuclear en el mundo que haya sido catalogada como patrimonio cultural?
No hay ninguna. Y la oportunidad de convertir en patrimonio cultural la central de Lemoiz es única y singular a nivel mundial. Nunca antes se ha hecho. Depende de nosotros que seamos innovadores y vanguardistas, que aprovechemos la ocasión o no. En el caso de Lemoiz, disponer de unas instalaciones a tamaño natural, y en las que no se llegó a utilizar combustible radioactivo, refuerza la excepcionalidad de esta propuesta. Los restos de la central de Chernóbil han despertado ahora mucho interés turístico pero con el riesgo radiactivo que hay allí es imposible visitar el edificio de la central.
Los alrededores de Chernóbil se abrieron al turismo en 2011 pero ha sido el éxito de una miniserie estadounidense el que ha disparado las visitas. ¿Podría suceder algo así con Lemoiz?
Quizás sí, aunque el potencial de actuación, recuperación y transformación que tiene la central nuclear de Lemoiz es muy superior y mucho más diverso que el de Chernóbil.
Todo es susceptible de ser catalogado como patrimonio y por eso la voluntad
y decisión de hacerlo es crucial
¿Quién decide patrimonializar la central de Lemoiz?
Patrimonializar culturalmente algo supone su puesta en valor y reconocer su existencia y simbología con la decisión de protegerlo, utilizarlo y difundirlo. En Lemoiz, depende de los expertos en patrimonio, de las entidades culturales y sociales, de los partidos políticos, de los ayuntamientos de Lemoiz y Mungia, de la Diputación de Bizkaia, del Gobierno vasco… De todos, de la población en general. Aunque, en definitiva, no deja de ser una decisión política. Una apuesta en la que se decide revitalizar y reutilizar elementos hoy obsoletos, con una carga simbólica potente en el pasado, para proyectarlos al futuro con nuevos usos que además incorporen una carga identitaria, social, cultural y económica.
¿Y cómo sería
el proceso?
Igual que catalogar como patrimonio cultural un castillo, unas salinas o unas fiestas tradicionales. Todo es susceptible de ser catalogado como patrimonio y por eso la voluntad y decisión de hacerlo es crucial.
¿Y el coste económico?
A mí me gusta más hablar de inversión. No lo he calculado, pero estoy convencido de que sería más que asumible. Sobre todo si tenemos en cuenta que patrimonializar la central y abrir dentro un centro de interpretación serían pasos previos para desarrollar un proyecto más global y ambicioso.
Todo lo acontecido con la central de Lemoiz ha implicado muchos silencios,
miedos, desconocimiento, abusos y olvidos
Un centro de
interpretación que recoja la historia de la central. ¿Con qué objetivo?
Ambas cosas, el patrimonio cultural y el centro de interpretación, son indisolubles. La patrimonialización de la central nuclear y su entorno sirve para protegerlos y activar otros elementos jurídicos, culturales y urbanísticos que permitan su transformación. Y el centro de interpretación está más ligado a la recuperación, preservación y difusión de la memoria histórica a través de un relato completo que abarque desde el escenario previo y el contexto socioeconómico de la zona antes de las obras hasta hoy. Todo lo acontecido con la central de Lemoiz ha implicado muchos silencios, miedos, desconocimiento, abusos y olvidos que deberían explicarse por simple justicia y memoria histórica. Entre otras cosas, necesitamos reconciliarnos y asumir que la central forma parte de nuestras vidas e historia. Y que está incrustada en nuestra identidad personal y colectiva.
El pueblo de Lemoiz vive de espaldas a la central, como si fuera un fantasma al que mejor ni nombrar. ¿A qué se debe?
Hablamos de una parte del territorio que durante décadas ha estado amputado del resto, un “no territorio”, con restricciones y prohibiciones no solo de acceso a sus instalaciones. Por ejemplo, la carretera entre Bakio y Armintza, que atravesaba los terrenos de la central, estaba “privatizada” por unos controles policiales permanentes, unos check points a la entrada y a la salida. Eso intimida. Y la población evita pasar por allí y aumenta su desapego con esa parte del territorio. Es algo muy negativo que también pienso que se revertiría al patrimonializar la central.
El Gobierno español acaba de ceder la central al Gobierno vasco. Y ahora parece que quieren instalar allí una piscifactoría. ¿Qué te parece?
Se trata de una decisión unilateral, precipitada e inapropiada. Y que se toma de espaldas a la ciudadanía. Esta manera de decidir sobre el futuro de los terrenos y las edificaciones de la central nuclear de Lemoiz me recuerda mucho a cómo se decidió su construcción, de manera vertical y de arriba a abajo.
Miremos al futuro. ¿Qué te gustaría encontrar en la central dentro de 20 años?
¡Ojalá se haya aprovechado la oportunidad de patrimonializar culturalmente Lemoiz y su centro de interpretación haya servido para reconciliarnos! Me gustaría también que la “nueva” central haya posibilitado una reordenación urbanística y de los usos coherente, respetuosa pero atrevida y ambiciosa. ¡Ojalá que esa zona se haya reactivado económica, social, cultural y ambientalmente en el futuro! En nuestras manos está.
*
¡Respalda un medio que te defiende!
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COMO NO FUNCIONEN DE VERDAD LOS CÍRCULOS DE PODEMOS Y LAS AGRUPACIONES DE BASE DE IZQUIERDA UNIDA, LAS PUERTAS GIRATORIAS SE PUEDEN CONVERTIR EN PUERTAS ELEVADORAS Y MONTACARGAS
Un manual para que no nos roben la democracia
Ece Temelkuran (Álvaro Minguito)
La periodista
turca Ece Temelkuran publica un ensayo en el que disecciona las estrategias
globales de los populistas de extrema derecha y neofascistas para pasar de la
democracia a la dictadura.
LAMAREA.COM
17 diciembre 2019
Hay libros que
llegan tarde, aunque nunca sea tarde si lo que nos jugamos es la propia vida, o
lo que habíamos entendido por vida hasta entonces. Pero, como en la serie El
cuento de la criada, cuesta creer que hayamos tardado tanto en identificar las señales que anunciaban la normalización del
“fenómeno global del neofascismo y de los populismos de derecha”, como lo
define la periodista y escritora turca Ece Temelkuran. Testigo y damnificada
directa del proceso por el que Erdogan ha convertido a Turquía en un régimen
totalitario desde que se alzó como primer ministro en 2003 hasta la actualidad,
ha escrito Cómo perder un país. Los siete pasos de la democracia a la
dictadura (Anagrama, 2019). Un libro en el que sistematiza las estrategias
empleadas en todo el mundo por los populistas de extrema derecha que cada vez
son menos anécdota y más definitorios de nuestro tiempo: Trump, Bolsonaro,
Johnson, Le Pen, Orban, Salvini, Abascal… Su objetivo: que los que aún vivimos
en países donde los populistas neofascistas no han implantado regímenes
autoritarios, dejemos de frustrarnos con estériles esfuerzos intentando
empatizar con sus partidarios desde la lógica, el debate racional “o con
técnicas propias de la terapia de pareja como la empatía”. Y que dediquemos
esas energías a organizarnos entre los que aún seguimos defendiendo la
democracia “para formar un movimiento de solidaridad internacional contra
esos fanáticos, que ya han tejido su propia red”.
Las columnas de
Ece Temelkuran (46 años) se pueden leer en los periódicos más importantes del
mundo, y como una larga columna ensayística ha escrito su último libro: tanta
precisión y lucidez dejan sin aliento. Escribe como vive, por eso no hay en
ella rastro de derrota que visibilice el hecho de haber tenido que exiliarse de
un país en el que, tras el supuesto golpe de Estado de julio de 2016, 150.000
funcionarios han sido despedidos acusados de tener vínculos con el fallido
levantamiento o con grupos terroristas, más de 70.000 personas –muchas de
ellas, académicas, periodistas y defensoras de derechos humanos– han sido
encarceladas preventivamente por los mismos cargos y unos 130 medios de
comunicación han sido censurados por el gobierno, según datos de 2018 de Human Rights Watch. Porque, como
escribe Temelkuran “el auténtico dolor te hace desear realmente convertirte
en un don nadie y mantenerte alejado del cenagal de admiración al que le
encantan las historias de mujeres exiliadas”.
Cenagal de
admiración. Zas. En este libro hay para todos, especialmente para los los
intelectuales y ciudadanos que ven en la irrupción de estos movimientos
populistas una oportunidad para sacudir el sistema corrupto que después,
esperan, será reconstruido. Cuando ya no haya vuelta atrás, lamentarán desde el
exilio no haber visto venir al monstruo.
Pero, sobre
todo, Temelkuran sostiene que el verdadero peligro no son los líderes, sino
“todos esos ciudadanos y ciudadanas normales que aceptan que la hipocresía y la
incoherencia son técnicas del líder empleadas por el bien de su gente”. Y
entonces, en un tiempo veloz, llegará un día en el que nos preguntemos “¿En
qué momento se volvieron tan crueles?”, “¿Son los seres humanos malos por
naturaleza. Esta pregunta representa la derrota final de la mente humana”,
escribe.
Porque son esas
personas las que terminan agrediendo en la calle a aquellas mujeres que no se
atienen a los nuevos códigos de conducta dominantes: ”La misoginia es es el
compinche inseparable del populismo de derechas”, las que justificarán el
desmantelamiento del sistema político y judicial de “un Estado de Derecho que
los líderes presentan como un obstáculo” y que acabará considerando terrorista
a cualquiera que no respete sus designios porque el líder se convierte en el
Estado mismo; y las causas judiciales terminarán siendo tan numerosas e
irregulares, que dejarán de resultar escandalosas. (Pensemos en España:
¿Cuántas personas han sido castigadas por la Ley Mordaza? Los primeros casos
atrajeron la atención mediática por escandalosos. Hoy hemos perdido la cuenta).
Personas con
las que, “cuanto antes se admita, menos tiempo se habrá perdido, no es
posible el diálogo porque no creen en la lógica del debate político, y
termina resultando agotador emocional e intelectualmente”, explica Temelkuran
con un deje en su voz de agotamiento, el que le dejó intentarlo durante años en
tertulias, artículos y conversaciones con vecinos y conocidos. El movimiento
del neofascismo global, basado en “un provincianismo rencoroso”, sostiene, ha
conseguido “convertir la ignorancia en un valor político”, ante quienes sus
militantes suelen pedir respeto a los “sospechosos por ser cosmopolitas y
cultos” y por tanto, “parte de esa élite y ese sistema al que estos movimientos
han venido a sanear”. Pero, en realidad, “no es respeto lo que están
pidiendo, aunque sea la palabra que más repiten los partidarios de Trump,
del Brexit o de Erdogan: es silencio y obediencia absoluta”, sostiene.
Y por ello,
recomienda a los medios que, en lugar de reproducir sus discursos acríticamente
en un “irresponsable ejercicio de negar que son un actor político y un pilar de
la democracia y que, como tal, han de defenderla”, se dediquen a contar lo que
estos autócratas hacen, en lugar de lo que dicen. Temelkuran apunta al error de
numerosos analistas de reducir el problema a los líderes, como si el hecho de
que estos desaparecieran resolviese el problema. “Estos discursos son
absolutamente inútiles porque omiten el motor del incremento de injusticia en
el mundo generado por un sistema insostenible: el neoliberalismo, que es el
origen de estos movimientos populistas de extrema derecha y neofascistas. El
neoliberalismo y sus instituciones financieras han vaciado de sentido y
justicia social a las democracias representativas, dejándolas reducidas a una
sucesión de ceremonias institucionales”. Y sigue: “El vacío ético del
neoliberalismo, su negación del hecho de que la naturaleza humana necesita
sentido y busca desesperadamente razones para vivir, crea un terreno abonado
para la invención de causas”. Y zanja, con una perspectiva filosófica muy
presente en su ensayo: “El neofascismo le ha dado esa causa que le faltaba al
neoliberalismo”.
Para ello, han
sido necesarias cuatro décadas de desmoronamiento de los estándares morales, en
los que “la gigantesca cuestión filosófica de cómo ser una buena persona se vio
arrastrada por la fuerza a los ámbitos de la religión y la conciencia
individual”. El neoliberalismo redujo a la familia “el lugar en el que se podía
satisfacer la necesidad de fraternidad y solidaridad”. Por ello, “el laicismo
está bajo ataque de estos movimientos”, explica, porque la cuestión de ser
buena persona en lo público es una cuestión de “moralidad laica”. Pero advierte
que estos movimientos también vampirizan “las versiones más conservadoras de la
religión. Mucha gente cree que lo que está ocurriendo en Turquía es porque es
un país musulmán. El populismo ha utilizado el islam no por cuestiones
religiosas, sino para crear obediencia en la sociedad”. Como lo está haciendo
Trump o Bolsonaro con los evangelistas u Orban con el catolicismo.
Como cuenta la autora, sus numerosas conferencias alrededor del mundo sobre esta cuestión suelen terminar en un derrotado silencio que siempre termina rompiendo alguien con la pregunta de si no queda esperanza. Ella, a sabiendas de que surgirá esta natural necesidad, tiene su respuesta preparada: “Esperanza es una palabra frágil. Prefiero creer en la determinación, la determinación de crear belleza, belleza política”. Y añade: “la encontrarán entre las mujeres jóvenes”. Esas mujeres jóvenes con las que Temelkuran compartió en 2013 noches y días durante las protestas de Taksim Gezi, y a las que vuelve en su memoria cuando necesita recordar el sabor de “la risa rebelde de las masas”, esa “resistencia carnavalesca” en la que el valor dominante y casi olvidado era “la confianza absoluta los unos en los otros”. La misma que se vivió en las Primaveras Árabes, en el 15M, en Occupy Wall Street… y en cuya experiencia, imborrable para los que los vivieron, Temelkuran sitúa la semilla de la que puede surgir “ese movimiento internacional de solidaridad frente a los neofascistas”. Por y para el que ha escrito este imprescindible libro.
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