jueves, 28 de julio de 2022

No hay clases sociales, hay posiciones sociales. [Este es un artículo, a mi juicio, que merecería ser destacado para hacerlo figurar entre otros muchos artículos y más de un libro que en vez de aclarar el tema que trata lo que hace es embarullarlo y deformarlo. Las clases sociales ni se definen ni se pueden definir en función de mi “parecer”. Las clases sociales se definen en función del lugar que cada individuo ocupa en el proceso de producción (Una encuesta sociológica puede hacer aparecer 2, 5, 14 0 19 clases sociales. Bastaría con que el cuestionario preparado a responder las enumere de la 1 a la 19 para que quien responda se sitúe en la “clase” a la que crea pertenecer) Las clases sociales teóricas, fundamentales, y en abstracto son dos: la capitalista y los asalariados, pero en la practica entre una y otra pueden ser innumerables los grupos sociales que sin podérseles encuadrar en su sentido puro ni a una ni a otra de las dos clases sociales fundamentales, optando por la defensa de los intereses de clase capitalista o bien por los intereses de los asalariados, de modo que estos innumerables grupos sociales constituyen las distintas fracciones de clase en función de la sensación que cada individuo tenga de pertenecía a una u otra clase social. Por ejemplo, la fracción de clase social formada por los abogados (que aplicando el reduccionismo y la simpleza mental imperante pocos dudaran que se encuadran en la jarautada esa de la clase media), unos se sentirán como pertenecientes a la clase trabajadora y otros a la clase capitalista en función de la decisión personal que cada uno tome de defender los intereses del capital o de defender los interés del asalariado, actitud que determinará la conciencia de clase, la ideología, (elemento fundamental a la hora de la determinación de las clases sociales), la percepción personal que cada uno se haga de la realidad que vive y por la opción que tome de defender unos intereses u otros. Las clases sociales objetivamente existen, pero no por ocurrencia mía sino por lo antes dicho, al igual que seguirán existiendo en tanto en cuanto existan las relaciones de explotación capitalistas, basadas esencialmente en la propiedad o no de los medios de producción. Tampoco habría estado de más en relación con el mismo artículo que su autor hubiera diferenciado los conceptos de opinión personal y conocimiento, que a mi juicio también él confunde, lo que le hace arrojar más sombra que luz al asunto que trata. A los trabajadores nos falta conocimiento claro y profundo, y no aproximaciones o tópicos, de los que andamos bien despachados, demasiado bien para desgracia nuestra y fortuna del capital.]

 

Sobre las clases medias y trabajadoras y el derrumbe de la izquierda española


No hay clases sociales, hay posiciones sociales

 

Por Francisco Muñoz Gutiérrez

Rebelion / España

 | 28/07/2022 |

Fuentes: Rebelión

A las puertas de una crisis anunciada con los frescos de otoño, Andalucía es el síntoma de una sociedad –la española– perdida entre un extendido escepticismo económico–político y un futuro carente de ideas. Los del PP no las necesitan, y nunca las necesitaron, porque desde la dictadura que les alumbró, lo único importante para la derecha española son los patrimonios personales.

Sin patrimonio no hay derecha que valga. Y es por ello que el arte de la transición del 78 fue lograr mantener intactos los dos pilares fundamentales del tardofranquismo. De un lado, el intocado e intocable Poder Judicial. De otro la doctrina básica de la propiedad que justifica su metabolismo de acumulación capitalista entre la lógica evangélica de San Mateo 13:12 –«Al que tiene se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene se le quitará aún lo que tiene»– y la ley de Moisés por la que solo «quien tiene padrino se bautiza».

El realismo de esta doctrina económica de la autarquía franquista encontró su actualización con la transición del 78 a la lógica neoconservadora de la Mont Pelerin Society y el thatcherismo del libre mercado. Básicamente este fue el milagro espiritual de la transición del «atado y bien atado». Un espíritu que ahora retorna a sus orígenes tardofranquistas bajo el impulso liberticida de Ayuso en Madrid, la patraña sistémica de Mañueco–Vox en Castilla y León y el nihilismo patricio y socarrón de Juanma Moreno en Andalucía.

Las clases medias y trabajadoras

Frente a esto asistimos al lamentable derrumbe, de larga data, de la izquierda, con un PSOE que se afirma socialdemócrata, pero solo como término pegadizo en busca de una teoría que ni se sabe, ni se la espera más allá del concepto vacío de las «clases medias y trabajadoras». Concepto que, paradójicamente, también usa socarronamente Juanma Moreno en Andalucía porque más allá de la figura sociológica de la agrupación de percentiles, todos los pagadores del IRPF se sienten clase media –superalta, alta, media media o media baja– y trabajadora, rentistas inclusive.

Consecuentemente es un concepto que no solo se perfila por exclusión aparente de los megarricos, sino también por exclusión de los parados de larga duración y los del Ingreso Mínimo Vital para abajo. O lo que es lo mismo, las clases medias y trabajadoras no configuran ninguna identidad política capaz de formar un común y aplanar la desigualdad galopante impulsada ahora por la inflación, la subida de tipos de interés, etc.

La inestabilidad económica se mezcla ahora con la inestabilidad geopolítica, la inestabilidad medioambiental y la inseguridad sanitaria. Sólo en dos años se han derrumbado décadas de desarrollo neoliberal y globalización, sin que la izquierda progresista haya reaccionado poniendo diques a la transición de la economía productiva a la economía especulativa combatiendo burbujas, regulando la actividad financiera o simplemente creando alternativas estables contra la desigualdad galopante. Todo lo contrario.

El urbanismo según San Mateo

La gran mayoría del progresismo español y europeo se puso de perfil y se subió al carro de la economía financiera tirando por la borda cualquier pensamiento de transformación estructural, lo que en el caso español suponía la conservación de la estructura económica y patrimonial gestada durante la dictadura: agricultura, turismo y poco más.

La mirada histórica no puede ser más triste, pues la gran mayoría de las medidas políticas adoptadas por los gobiernos del PSOE han tenido carácter focalizado en intereses determinados, donde los cambios estructurales apenas han existido, por decir algo. El suelo fue el gran protagonista político de la democracia española del siglo XX. Izquierdas y derechas desarrollaron un ordenamiento urbanístico según San Mateo, al que tiene se le dará en abundancia y al que no tiene se le quitará del territorio. Las políticas educativas se conciben bajo la óptica del desarrollo de las capacidades laborales. Tuercas y microchips inundaron las aulas y las matemáticas se presentan como la quintaesencia del pensamiento racional. La economía renovó el fondo de armario del avaro contable y se vistió de flamante académico con curvas y estadísticas de lentejuelas. El pensamiento crítico no se prohibió, pero desapareció del currículum por inútil y aburrido. Las políticas de salud articulan la atención primaria como dispensadores de fármacos y en los hospitales públicos los pasillos de urgencias ofrecen funciones dantescas con relativa frecuencia.

Tan bajo es el legado que deja el PSOE en su largo gobierno de Andalucía desde 1978 hasta 2019 que la sentencia de los ERE eclipsa ya la historia de un cambio que no cambió apenas nada, ni creó nada nuevo, esencial e irreversible, diferente. Simplemente se limitó a administrar el crecimiento de lo que había, no a cambiarlo. Es por ello que tras la sentencia de los ERE todo se derrumba, sin más, en este verano incandescente de 2022, y lo poco que queda en pie promete privatizarlo el PP después de bajar los impuestos.

Sumar o restar, ¡esa es la cuestión!

Pero al lado izquierdo del PSOE se alza la izquierda de los mesiánicos en proceso permanente de clonación diversa. Sorprende, por incomprensible, la visita de Yolanda Díaz al Papa Francisco en Roma y a Bernie Sanders en Washington.

Si vamos a sumar desigualdades está claro que el Cuerpo de Cristo es el modelo de la sagrada familia que desde hace XXI siglos viene predicando la suma orgánica de los distintos bajo la cabeza del único Dios verdadero.

Pero si lo que pretendemos es sumar igualdades, nada tienen en común los excluidos de Washington con los excluidos de Madrid, ni cultural ni jurídicamente. La cuestión no es la de sumar, sino la de amortiguar, hasta anular, las desigualdades. Y eso, desde la vía fiscal o desde el modelo keynesiano, no tiene otro enfoque que el de restar y redistribuir.

No es la economía, ¡es el Derecho idiota!

Pero siguiendo el pensamiento de Katharina Pistor la economía carece de sustancia propia por cuanto es una creación o excrecencia del Derecho. La catedrática de la Columbia Law School nos descubre así la razón de por qué el PP bloquea persistentemente –¡a diente perro!– cualquier reforma del Poder Judicial capaz de amenazar el dominio de los jueces amigos conservadores.

Retornemos ahora al primer pilar de la Transición del 78, el Poder Judicial. Y pensemos sobre la siguiente cuestión romántica: ¿Puede «el poder» ser una realidad fáctica como el Sol, los árboles o el tigre de Bengala… o por el contrario se trata de un símbolo social que caracteriza una estructura asimétrica de desigualdades organizadas jerárquicamente en términos de dominio y subordinación?

Prestando un poco de atención, se puede apreciar que lo más determinante de esta estructura básica es su fórmula piramidal donde la experiencia vital de la inmensa mayoría de la población humana se conforma –crece, vive y se reproduce– sobre un flujo constante de actos de subordinación.

No hay clases, hay posiciones sociales

Flujo que configura, a su vez, un espacio de relaciones en el que las distintas experiencias van dando forma a unas identidades individuales estrechamente vinculadas a la posición que cada uno ocupa en la cadena de actos sociales que constantemente tiene lugar en ese espacio de relaciones. Siendo que espacio y posición se modulan recíprocamente. Así un trabajador que cae en paro no sólo cambia de posición sino que también cambia su espacio de relaciones, y lo mismo pasa con los jubilados y todos aquellos que cambian su posición.

Consecuentemente podemos ver que la sociedad del Siglo XXI no es ninguna sociedad de clases estables, entendida en los términos del siglo XIX y primer tercio del siglo XX. Más bien podríamos afirmar que lo que ahora tenemos es una sociedad ordenada en redes de posiciones sociales que conforman espacios dinámicos de convergencia de intereses.

Pero lo más relevante de la posición social es que no solo proporciona al individuo el punto focal que reúne todas sus experiencias, y desde el que parte su perspectiva autónoma para la formación de criterios morales, sentimientos y significados interpretativos de la realidad. También es la fuente de desarrollo de su conciencia personal y del autoconocimiento que sustenta su mayor o menor autoestima.

Consecuentemente encontramos en esta conjetura de los posicionamientos sociales la fuente de la diversidad de puntos de vista, o puntos focales, que viene a refutar la vieja idea romántica de Friedrich Schiller (1795) de la Bildung (educación) que forme la conciencia de los ciudadanos. No tienen el mismo punto focal un parado de larga duración que un juez, un ingeniero o un banquero. Y lo mismo pasa con una limpiadora, la esposa del marqués, la enfermera o la ministra de Economía. Diversidad que plantea profundos problemas en el modelo de sociedad actual; el primero de ellos en el concepto de justicia como sistema hegemónico de pensamiento absolutista. Asimismo, esta es la razón por la que, con toda probabilidad, se puede explicar tanto el fracaso escolar como el fracaso de la política educativa contemporánea por su incapacidad absoluta para asumir la diversidad real de puntos focales. Ninguna matemática, tuerca o microchip tiene capacidad para formar una conciencia «sensata» en ningún ser humano.

Yo frente a los otros

Sensatez, por lo demás, imposible de alcanzar en el escenario español por cuanto desde el siglo XX, la conciencia personal se modula linealmente desde la cultura franquista hasta la cultura neoliberal del capitalismo actual. Siendo que la sustancia determinante de esa continuidad lineal lleva implícitos los dos signos culturales de la identidad individual frente a los otros, el de la familia y el de la prevalencia del interés egocéntrico.

Así la vieja concepción circular del común recíproco ha sido transformada en la modernidad liberal mediante la reducción, y destrucción, de los así considerados como «subjetivos» lazos sociales en favor de la prevalencia objetiva de los vínculos económicos, mediante relaciones contractuales entre las distintas posiciones sociales. Es la lógica del libre mercado. Incluso en el mundo cooperativo, el orden básico es el binomio del «yo frente a los otros» que lleva siempre implícito todo principio de jerarquía.

El gorrón y el representante, cuando los pobres roban el Rey es inmune

Razón por la que toda idea del común colectivo encuentra grandes dificultades de realización, bien por el sabotaje de la figura del «listo gorrón» dispuesto en todo momento a sacar ventaja, bien por la toxicidad de los privilegios del “líder” o los “representantes”, como miembros diferenciados del común. Y también, cómo no, por el asedio del exterior. La gran mayoría de las dificultades de «lo común» tiene origen, forma y sustancia jurídica antes que cultural.

Se trata, pues, de un problema «moderno» que nace de la contrarevolución napoleónica y se constituye como principio jurídico a través del art. 554 del Código Napoleónico que establece la propiedad privada como un derecho absoluto. Así pues, desde el Código Napoleónico la justicia en Occidente se entiende como una relación entre derechos patrimoniales. Relación que el derecho positivista –de ascendencia alemana– perfecciona con el paradigma de Carl Schmitt sobre «derecho amigo», de profundas raíces nazistas. Derecho amigo que se disfraza de racionalidad instrumental en la hegemonía del pensamiento único excluyente de toda realidad ajena al punto focal del poder establecido.

Los nazis no solo aportaron a Occidente la tecnología de los cohetes, desarrollando para los «aliados» la bomba atómica y la NASA; llevando a la luna al primer norteamericano en nombre de la humanidad. También desarrollaron el derecho como arma de exclusión selectiva con eliminación de los derechos comunes y desarrollo extenso de los derechos privados. Se trata de la perfección jurídica del «efecto Mateo», muy logrado en la España actual. Así mientras los pobres «roban» el Rey es inmune. ¿Es esto democracia?… Parece que no mucho. Pero lo paradójico es que los socialdemócratas del PSOE y los nostálgicos del PP también defienden esa misma inmunidad.

La cara oscura de lo que está a la vista

Así pues, bajo el franquismo, la derecha española desarrolla la concepción política de los dos modelos colectivos fundamentales. El primero es orgánico y lo constituyen la familia y la estirpe. El segundo es coyuntural y lo conforma la articulación de intereses bajo el sacramento de la comunión, modelo Opus Dei. En política la mezcla de los dos configura el fenómeno denominado «clientelismo», que es la cara oscura de lo que siempre está a la vista bajo la vieja ley del padrino de Moisés, más modernamente actualizada bajo el epíteto del tráfico de influencias. No hay duda de que el clientelismo es una transposición de la idea de familia al campo de los intereses.

Transposición que genera una multitud de paradojas. La última es la paradoja de que Anticorrupción libera a Esperanza Aguirre por «falta de indicios» mientras que el Tribunal Supremo condena a José Antonio Griñán y otros a la cárcel pese a que dos de los cinco votos son en contra. Así pues, las redes clientelares también tienen color, siendo que las azules están más cerca del cielo y las rojas siempre más cerca del infierno.

Tres preguntas a la izquierda

¿Por qué el legislativo progresista español no reforma las leyes dando prioridad al desarrollo de una legislación favorable a los derechos de todos los ciudadanos a una vida digna y autónoma  que contrarreste la primacía absoluta de los derechos patrimoniales?

¿Por qué un legislativo de mayoría progresista no reforma la Ley Orgánica del Poder Judicial y desarrolla el delito de la prevaricación judicial como un instrumento efectivo de defensa de las ciudadanas y ciudadanos contra la arbitrariedad, la negligencia judicial y el llamado lawfare o guerra judicial?

¿Por qué un gobierno progresista no reforma los estudios jurídicos y cuanto menos equilibra las cátedras de derecho mercantil con la creación de cátedras que impulsen la investigación y desarrollo de un derecho de lo común capaz de proponer leyes que pongan freno tanto a la privatización de los servicios públicos esenciales, como al flujo desenfrenado de los actos de dominio y subordinación de una economía cada vez más desquiciada e injusta?

No es el Estado, ¡son las instituciones idiota!

Pero no es solo el Poder Judicial, también el Poder Administrativo contribuye al gran fracaso de la modernidad mediante la creación de un gran número de “instituciones” cuya función principal es la de servir de dispositivos para dar sentido, canalizar y controlar la mayor parte del flujo de actos de dominio y subordinación dentro del espacio de las relaciones entre las distintas posiciones sociales. Control que se realiza a favor de los intereses de los poderes económicos. El ejemplo extremo de esta distopía es la Ley hipotecaria y todas las instituciones públicas que la hacen posible, protegiendo los intereses de la banca hasta llegar a los desahucios y recibiendo faraónicos rescates públicos por un negocio eminentemente especulativo.

La Justicia no puede ser una cuestión de fe. No basta con creer en la justicia. La justicia hay que demostrarla caso a caso. Lo contrario es la barbarie. Es aquí donde entra en juego la carencia de la izquierda española de un concepto efectivo y real de lo común que sea antagónico al modelo orgánico y clientelar de la derecha española. Así, mientras que las instituciones dedicadas a los distintos campos de la economía son las predominantes, las instituciones dedicadas a la defensa y protección del bienestar social o bien se conciben como un lastre de último recurso (recuérdese el IMV) o bien ni siquiera existen como tales.

La degradación y el desamparo de la sanidad pública, así como la falta crónica de personal y dotación de la justicia española son casos –con muchos otros– referenciales de un progresismo que no progresa en una sociedad carente de proyecto de futuro más allá del cáncer especulativo que gangrena la economía y se expande con metástasis tensionando, en extremo, las desigualdades sociales.

Si no despertamos de la pesadilla distópica, será la realidad la que termine con todos.

Blog del autor: https://lacalledecordoba21.blogspot.com/2022/07/el-derrumbe-de-la-izquierda-espanola-no.html

 *++

El futuro del trabajo (2): trabajar mucho y muchas horas

 

El futuro del trabajo creativo en lugar del trabajo intensivo destructivo depende de poner fin a la gestión capitalista en el lugar de trabajo. Es decir, depende del control de los trabajadores.


El futuro del trabajo (2): trabajar mucho y muchas horas

 

Michael Roberts

El Viejo Topo

28 julio, 2022 


En el primer artículo de mi serie sobre «el futuro del trabajo», analicé el impacto del trabajo desde casa y el trabajo remoto que se ha multiplicado desde la pandemia de COVID.En esta segunda parte, quiero considerar el impacto del trabajo en la vida y la salud de las personas y cómo se desarrollará en las próximas décadas. Marx dijo una vez “Cuanto menos comas, bebas y compres libros; cuanto menos vayas al teatro, al salón de baile, a la taberna; cuanto menos pienses, ames, teorizes, cantes, pintes, practiques esgrima, etc., más ahorras, más grande se vuelve tu tesoro, que ni la polilla ni el óxido devorarán, tu capital. Cuanto menos eres, menos expreses tu propia vida, más tienes, es decir, cuanto mayor es tu vida enajenada, mayor es el tesoro de tu ser enajenado”. —Manuscritos económicos y filosóficos 1844.

Considero que esto significa que, si bien el trabajo humano (tanto mental como manual) tiene sus satisfacciones, el trabajo para la mayoría de las personas durante la mayor parte del tiempo es realmente un trabajo duro. La gente no vive para trabajar (aunque a veces la gente diga que sí) sino que trabaja para vivir. Tienen poco tiempo para desarrollar sus intereses y su potencial imaginativo.

Mucho se habla de cómo las horas de trabajo anuales han disminuido durante el último siglo. La semana laboral ha disminuido constantemente, dice el argumento: las cosas están mejorando. No más niños trabajando en minas y fábricas; dos o tres días a la semana sin trabajar, etc.

Pero esto esconde gran parte de la realidad. En primer lugar, no es cierto que no se esté poniendo a trabajar a los niños en grandes cantidades en los campos, las minas y las fábricas del Sur Global; o que el ‘trabajo esclavo’ no exista para los sirvientes de los ricos en sus hogares o en trabajos dominados por inmigrantes. En segundo lugar, si bien las horas totales pueden haber disminuido según las cifras oficiales, hay sectores considerables de la fuerza de trabajo que aún soportan largas horas y un trabajo intensivo. Alrededor de 500 millones de personas en el mundo trabajan al menos cincuenta y cinco horas a la semana, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

En los últimos años, la tendencia hacia una jornada laboral más corta se ha detenido y, en algunos casos, se ha revertido. Un informe de la OIT de 2018 encontró que ha habido una bifurcación de las horas de trabajo, “con una parte sustancial de la fuerza lde trabajo mundial trabajando horas excesivamente largas (más de 48 horas por semana), lo que afecta particularmente a los hombres, o horas cortas/trabajo a tiempo parcial (menos de 35 horas por semana), lo que afecta predominantemente a las mujeres”.

El vínculo entre exceso de trabajo y falta de trabajo, o desempleo, no es nuevo. Como lo describe Karl Marx en El Capital“el exceso de trabajo de la parte ocupada de la clase obrera engrosa las filas de la reserva mientras que, a la inversa, la mayor presión que la reserva ejerce por su competencia sobre los trabajadores ocupados los obliga a someterse a un exceso de trabajo y los somete a los dictados del capital”.

Jon Messenger, el autor del informe de la OIT de 2018, señala que ha habido “una diversificación de los regímenes del tiempo de trabajo” , escribe, “con un alejamiento de la semana laboral estándar que consiste en horas de trabajo fijas cada día durante un número fijo de días hacia diversas formas de regímenes de tiempo de trabajo ‘flexibles’ (por ejemplo, nuevas formas de trabajo por turnos, promediación de horas, sistemas de horario flexible, semanas de trabajo comprimidas, trabajo de guardia)”. Con estos regímenes viene la expectativa de que uno siempre esté disponible: ‘Rise and Grind 24/7’.

Lo llamativo de esta tendencia es que le está pasando a todo el mundo. Los estudios han encontrado una intensificación del trabajo entre gerentes, enfermeras, trabajadores aeroespaciales, trabajadores de procesamiento de carne, maestros de escuela, personal de TI y cuidadores. También hay evidencia de intensificación del trabajo en Europa y Estados Unidos. “No es solo la persona de la línea de producción de Amazon la que ha intensificado su trabajo, es el oficinista de Londres y el nuevo abogado”, dice Francis Green, profesor de la UCL que ha estudiado el fenómeno durante años. Según un análisis realizado por el grupo de expertos de la Resolution Foundation del Reino Unido, poco más de dos tercios de los empleados en el cuartil superior de la escala salarial en el Reino Unido dijeron que trabajaban “bajo mucha tensión”. Lo mismo ocurrió con la mitad de los que se encuentran en el cuartil más bajo de salarios, y este último grupo ha experimentado el mayor aumento de la tensión desde la década de 1990.

Aquí hay algunas explicaciones de por qué el trabajo se ha intensificado para tantos. En la década de 1990, la gente decía que su “propia discreción ” era el factor más importante en la intensidad con la que trabajaban. Ahora es más probable que citen a «clientes o consumidores». En un mundo de comunicación instantánea, muchos trabajadores sienten que deben responder rápidamente a las demandas de los consumidores o clientes. Eso se aplica tanto al banquero que trabaja en una gran fusión de empresas como al conductor de Uber Eats al que llama para que le traiga una hamburguesa.

Otra posible explicación es que los empleadores simplemente han recortado el personal para ahorrar costes sin encontrar formas más eficientes de hacer las cosas. Sin duda, esto resonará entre los trabajadores del sector público en todas partes que han experimentado una década o más de recortes de gastos públicos.

Algunas empresas también han aprovechado la tecnología para extraer más esfuerzo del personal. Más lugares de trabajo, como los almacenes, se han automatizado parcialmente, lo que significa que los trabajadores deben seguir el ritmo de las máquinas. Otros trabajadores ahora son más fáciles de monitorear. Hemos sido testigos del crecimiento del software que rastrea las pulsaciones de teclas de los empleados, mide sus descansos y envía avisos si se desvían a sitios no relacionados con el trabajo. El taylorismo, como solía llamarse, sigue vivo y coleando. (El taylorismo es la llamada ciencia de dividir tareas específicas para permitir que los empleados completen las tareas de la manera más eficiente posible. La práctica del taylorismo fue desarrollada por primera vez por Frederick Taylor, quien afirmó que conduciría a prácticas más eficientes de la fuerza de trabajo).

Una cuarta posibilidad es que las plataformas de correo electrónico y mensajería instantánea simplemente agoten mentalmente a las personas. Es difícil concentrarse cuando se interrumpe constantemente, lo que puede hacer que los trabajadores se sientan como si estuvieran trabajando intensa y rápidamente, incluso si no es así.

Jamie McCallum en su excelente libro Worked Over: How Round-the-Clock Work Is Killing the American Dream , (Basic Books, 2020) señala que en realidad las horas de todos los trabajadores asalariados en EE.UU. han aumentado un 13 por ciento desde 1975, lo que equivale a unas cinco semanas laborales adicionales al año. Y son las horas de los trabajadores de bajos salarios, que son desproporcionadamente mujeres, las que más han aumentado. Y esto en el período de salarios estancados, aumento de horas y disminución de la densidad sindical. El trabajo más intenso ha ido acompañado de una creciente desigualdad de ingresos.

Si los salarios están estancados, entonces la principal forma en que la clase trabajadora, e incluso la clase media, obtienen en su mayoría más dinero es trabajando más horas. Un informe de EPI destaca las tendencias en las horas de trabajo anuales entre los trabajadores estadounidenses en edad productiva entre 1979 y 2016. Dado que la desigualdad salarial ha aumentado en las últimas cuatro décadas, observamos dos respuestas muy diferentes en lo que respecta a las horas de trabajo. Por un lado, los trabajadores están trabajando muchas más horas al año, quizás en parte para compensar el tibio y, en algunos casos, decreciente crecimiento salarial por hora. Por otro lado, un número creciente de trabajadores se han desconectado del mercado de trabajo, al no trabajar en absoluto en el transcurso de un año completo.


Por lo general, las horas de trabajo han crecido más entre los que ganan menos y los que trabajan menos horas.

Las largas horas de trabajo están matando a más de 700.000 personas al año. Según la OMS y la OIT, las jornadas prolongadas resultaron en 745.194 muertes en 2017, frente a aproximadamente 590.000 en 2000. De estas muertes, 398.441 son atribuibles a accidentes cerebrovasculares y 346.753 a enfermedades cardíacas. Esto pone a aquellos que trabajan estas horas en un riesgo estimado 35 por ciento mayor de accidentes cerebrovasculares y un riesgo 17 por ciento mayor de enfermedad cardíaca en comparación con las personas que trabajan de treinta y cinco a cuarenta horas a la semana. Los hombres y los adultos de mediana edad están particularmente expuestos y el problema es más frecuente en el sudeste asiático. Aunque trabajar más duro no parece hacernos más ricos, sí parece hacernos más enfermos.

Un nuevo estudio realizado por los académicos Tom Hunt y Harry Pickard sugiere que «trabajar con alta intensidad» aumenta la probabilidad de que las personas reporten estrés, depresión y agotamiento. También es más probable que trabajen cuando están enfermos. Los datos del Ejecutivo de Salud y Seguridad del Reino Unido muestran que la proporción de personas que sufren estrés, depresión o ansiedad relacionados con el trabajo estaba aumentando incluso antes de que llegara la pandemia. De hecho, el economista marxista de la salud José Tapia descubrió en contra de la intuición que fue en los períodos de auge económico y pleno empleo cuando las tasas de mortalidad aumentaron debido al estrés del trabajo, mientras que cayeron en las recesiones, ya que las personas pueden quedar desempleadas pero sufrieron menos estrés por no trabajar.

Esto plantea la cuestión de la productividad. La intensificación del trabajo no coincide con el aumento de la productividad como esperan los empleadores, sino con la desaceleración del crecimiento de la productividad. El taylorismo puede seguir vivo en la explotación de la mano de obra, pero no funciona para el capital. ¿Porqué? Un argumento fue defendido por el difunto antropólogo anarquista David Graeber, quien argumentó que a la gente se le pedía un montón de lo que él llamaba trabajos de «mierda». Esta teoría es que un número grande y rápidamente creciente de trabajadores están realizando trabajos que ellos mismos reconocen como inútiles y sin valor social. Y no trabajan bien.

Sin embargo, esa teoría ha sido cuestionada por investigaciones recientes. Según estas, la proporción de empleados que describen sus trabajos como inútiles es baja y está disminuyendo y tiene poca relación con las predicciones de Graeber. Mucho más relevante es el propio concepto de alienación de Marx. Marx argumentó que el trabajo bajo el capitalismo es inherentemente alienante ya que bloquea la necesidad esencial de autorrealización de los individuos. Sin embargo, para Marx esto no era el resultado de que los individuos se dedicaran a una actividad sin valor social, sino que las relaciones sociales capitalistas frustraban el libre desarrollo de las capacidades humanas en la actividad espontánea. “A diferencia de la teoría de los trabajos de BS, la alienación no se basa en la opinión de que el trabajo que se realiza es inherentemente inútil y sin valor. En cambio, destaca la importancia de las relaciones sociales bajo las cuales se lleva a cabo el trabajo y el grado en que restringen la capacidad de los trabajadores para afirmar su sautoconciencia a través del desarrollo y reconocimiento de habilidades y destrezas”.

Así que la solución social al estrés laboral y la explotación no es impedir que la gente haga ‘trabajos de mierda’ y, en cambio, darles beneficios para que no trabajen. La respuesta es acabar con esas relaciones sociales en las que el trabajo de las personas se devalúa por culturas laborales tóxicas que hace que los trabajadores sientan que su trabajo no tiene razón ni utilidad. El fenómeno del trabajo sin sentido ilumina la contradicción en el corazón mismo del capitalismo.

Se pueden evitar largas horas en trabajos tediosos si los trabajadores tuvieran un mayor control sobre su empleo, condiciones y horarios. El trabajo cooperativo podría reemplazar el dominio autoritario, al estilo Taylor, por parte de los jefes. Las máquinas se pueden utilizar para aumentar las oportunidades de reducir el tiempo de trabajo y desarrollar innovaciones, y no están diseñadas para obligar a hacer mas horas o intensificar el trabajo. Son las relaciones sociales capitalistas en el lugar de trabajo las que destruyen la innovación, la cooperación y la salud de las personas, no los puestos de trabajo como tales. El futuro del trabajo creativo en lugar del trabajo intensivo destructivo depende de poner fin a la gestión capitalista en el lugar de trabajo, es decir, del control de los trabajadores.

Publicado originalmente en el blog de Michael Roberts. Traducción de G. Buster en Sin PermisoVer el primer artículo de esta serie aquí.

 *++

Ya digo, para el trabajador en cualquier parte del mundo cuecen garbanzos, y que la República Dominicana también es un Barrio de Bilbao, así como Bilbao es un Barrio de mi pueblo Isla Mayor y sucesivamente...

 

Una marcha de médicos dominicanos finaliza con incidentes

Agencia EFE

27.07.2022 



© Proporcionado por Agencia EFEUna marcha de médicos dominicanos finaliza con incidentes 

Santo Domingo, 27 jul (EFE).- Una marcha pacífica convocada este miércoles por el Colegio Médico Dominicano (CMD) en reclamo de mejoras en la atención sanitaria terminó con incidentes entre manifestantes y las fuerzas policiales en las inmediaciones del Palacio Nacional, lugar donde estaba pautado el final de la protesta

Unos 200 médicos de diferentes organizaciones gremiales participaron en la caminata, que partió en la mañana de la Maternidad de La Altagracia de la capital con dirección al Palacio Nacional.

Durante la protesta, que discurrió bajo un fuerte dispositivo policial, los asistentes, vestidos con sus uniformes médicos, gritaron consignas como "esta marcha va a parar al Palacio Nacional o "estamos convencidos, la lucha es el camino" y portaron carteles en demanda de una atención sanitaria pública de calidad.

A punto de terminar el recorrido, cerca de la sede del Gobierno dominicano se vivieron momentos de tensión, cuando las fuerzas policiales impidieron el avance de los manifestantes, que recibieron "empellones, macanazos, y gas pimienta" por parte de los agentes, denunció el presidente del CDM, Senén Caba.

*++