lunes, 31 de octubre de 2022

Lula da Silva derrota a Bolsonaro y es el nuevo presidente de Brasil con el 50,90% de los votos

 


Lula da Silva derrota a Bolsonaro y es el nuevo presidente de Brasil con el 50,90% de los votos


Publicado el 31 de octubre de 2022 / Por Redacción Kaosenlared

 

Lula da Silva vuelve a la presidencia tras el el histórico balotaje de Brasil 2022 que presentó dos modelos de país antagónicos. El líder del Partido de los Trabajadores sacó una ventaja irremontable con casi todas las mesas escrutadas. La incógnita gira en torno a si Jair aceptará los resultados y asumirá su derrota.


Lula da Silva vuelve a la presidencia tras el el histórico balotaje de Brasil 2022 que presentó dos modelos de país antagónicos. El líder del Partido de los Trabajadores sacó una ventaja irremontable con casi todas las mesas escrutadas. La incógnita gira en torno a si Jair aceptará los resultados y asumirá su derrota.

Lula habló ante la multitud que lo esperaba en la avenida Paulista,  São Paulo: “Brasil derrotó al fascismo”

El presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, se dirigió este domingo a una multitud que se congregó en Sao Paulo y aseguró que su victoria es “de todas las mujeres y los hombres que aman la democracia y quieren libertad”.

Llegamos al final de una de las mas importantes elecciones de nuestra historia. Una elección que colocó frente a frente dos proyectos opuestos de país, y que hoy tiene un único y gran vencedor: el pueblo brasilero.

Esta no es una victoria mia, ni del PT, ni de los partidos que me apoyaron en esta campaña. Es la victoria de un inmenso movimiento democrático que se formó, por encima de los partidos políticos, de los intereses personales y de las ideologías, para que la democracia saliese vencedora.

En este 30 de octubre histórico, la mayoria del pueblo brasilero dejó bien claro que desea mas –y no menos democracia.

Tras ser proclamado presidente electo por el Tribunal Superior Electoral, con menos de dos puntos porcentuales sobre el presidente Jair Bolsonaro, Lula se dio un baño de masas en la avenida Paulista, la principal vía de Sao Paulo, donde le esperaban miles de personas.

“No es una victoria mía o del PT (Partido de los Trabajadores). Es una victoria de todas las mujeres y los hombres que aman la democracia, que quieren libertad, que quieren cultura, educación, fraternidad e igualdad”, declaró Lula, quien subrayó que Brasil ha derrotado en las urnas “al fascismo y al autoritarismo”.

También dijo que está “preocupado”, porque “a partir de mañana” deberá comenzar a definir “cómo será arreglado este país”, después de cuatro años de Gobierno de la ultraderecha que encabeza Jair Bolsonaro.

“Todavía no sabemos si el actual presidente va a facilitar la transición”, declaró en alusión al silencio de Bolsonaro, que casi cuatro horas después de la proclamación del resultado aún no había reconocido su derrota ni hecho declaración alguna.

El presidente electo, de 77 años, reconoció que “esta fue una campaña muy difícil”, porque enfrentó a “la democracia contra la barbarie” y, ya casi sin voz, insistió en que quienes le apoyaron le “ayudaron a derrotar a la fábrica de mentiras” de Bolsonaro.

Recordó que esta ha sido su sexta candidatura presidencial, pero señaló que “jamás” enfrentó “una batalla tan difícil” contra lo que definió como “fascismo” e “industria de mentiras”, en clara alusión al líder de la ultraderecha.

“Fui elegido para gobernar para 215 millones de brasileños y voy a gobernar para todos”, pero “serán los más necesitados los que van a estar en el centro de las políticas del Gobierno”, declaró Lula, quien asumirá el poder el próximo 1 de enero.

También recordó las acusaciones de corrupción que le llevaron a pasar 580 días en la cárcel, tras unos juicios luego anulados por la Corte Suprema.

“Casi fui enterrado vivo en este país” y por eso ahora “considero este momento casi como una resurrección”, concluyó Lula.

https://twitter.com/raffaele71/status/1586953116200488960

Fuentes: Corresponsal em Sao Paulo, Partido dos Trabalhadores, web 247, Página 12, Twitter

Imagen de portada: Captura de pantalla de vídeo TV Pública Argentina

 *++

La democracia, nombre de un movimiento

 

Libertad y felicidad no dependen de cada individuo sino del orden civil establecido. Son asunto político, que debe ser atendido por la república tanto en lo que hace a sus necesidades, como a posibilitar el desarrollo de todas sus capacidades.


La democracia, nombre de un movimiento


Joaquín Miras Albarrán

El Voejo Topo

31 octubre, 2022 

 

La libertad y la felicidad no dependen de la actividad privada de cada individuo, sino del orden civil establecido. Son, por tanto, asunto político. En la tradición republicana es libre el individuo que no está sometido a la voluntad de otro. No es libre quien depende de la voluntad ajena para sustentarse. Y la república debe establecer las condiciones que permiten a cada ciudadano no sólo la satisfacción de las necesidades elementales, sino alcanzar la vida buena mediante el desarrollo de todas sus capacidades.

El republicanismo es una tradición praxeológica del pensamiento político. Surge históricamente de las luchas por someter a la deliberación y al poder públicos los asuntos –las cosas, las rei– de interés común para la sociedad.

Los textos de los clásicos muestran que la primera idea orientadora de la tradición republicana es el reconocimiento de la prioridad ontológica de la sociedad sobre el individuo.

Según frase célebre de Aristóteles, el ser humano es animal cívico, político social (1). El individuo humano es un ser de naturaleza plástica o indeterminada, cuyo proyecto biológico requiere ser asistido permanentemente en su desarrollo por la comunidad y ser completado mediante la interiorización de saberes y pautas culturales –hábitos, costumbres desarrollo de habilidades, técnicas, etc. elaborados por las generaciones anteriores–, para que a su vez el individuo pueda habérselas con la vida y manejarse útilmente para sí y para la comunidad.


Libertad y felicidad del ciudadano

Ni el orden social es resultado de una ley natural prescrita por la naturaleza para el ser humano, ni el individuo humano posee una naturaleza previa a su construcción como individuo por la sociedad. En consecuencia la libertad y la felicidad no dependen de la actividad privada de cada individuo, sino del orden civil establecido. Son asunto político: son el asunto político primordial. La existencia de un orden político tiene como fin garantizar la libertad y la felicidad, esto es, el fin del estado –de la política– es instaurar la eticidad, y por ello resulta imprescindible.

Libertad: en la tradición republicana es libre el individuo que no está sometido a la voluntad de otro. No es libre quien depende de la voluntad ajena para sustentarse, pues deberá someterse a sus decisiones, tiene amo. Por ello la república debe garantizar en primer lugar que cada individuo sea dueño de los medios que le permitan subsistir sin enajenarse –asalariarse o venderse–, sin someterse a dominación.

Felicidad: la república debe establecer las condiciones que permiten a cada ciudadano no sólo la satisfacción de las necesidades elementales, sino alcanzar la vida buena mediante el desarrollo de todas sus capacidades.

Libertad y felicidad exigen la participación cotidiana del ciudadano en la política, como soberano real, de forma que se evite el despotismo o dominación desde la política y se asegure su posición de libre en la sociedad civil. Ciudadanía implica a la vez capacidad de determinarse y no estar enajenado en el mundo civil y en la actividad política.

Pero la actividad política directa del ciudadano no es, en esta tradición, sólo un medio para garantizarse la libertad y la felicidad. Es, además, una actividad imprescindible para el desarrollo de la plenitud personal, para el crecimiento de todas las capacidades y facultades potenciales del individuo en el grado en que las posea: para el logro de su felicidad. Su praxis política, como el resto de su actividad, si es libremente dirigida, es, en sí misma, ya libertad y felicidad.

El ser humano republicano alcanza su plenitud interviniendo en la política. El ser humano de la antropología liberal disfruta privadamente consumiendo; es más, sus expectativas de prestigio social consisten en eso. Son dos propuestas alternativas para llenar la vida cotidiana del ser humano con un sentido. La búsqueda del sentido de la vida es imprescindible para todo ser humano: el deseo abierto, la capacidad de volición indefinida, del ser humano ha de ser rellenado con un proyecto vital.

En nuestro presente, se pone de manifiesto la inviabilidad de la civilización que ha desarrollado el capitalismo. Además de destruir las economías de amplias zonas del planeta, y requerir una cantidad de recursos naturales no renovables que no existen, colapsa los equilibrios naturales que posibilitan la perpetuación de la especie en el planeta; las evidencias de esto son ya, por desgracia, perceptibles desde la experiencia cotidiana. Se hace imprescindible, en consecuencia, impulsar una reforma moral y de civilización, organizar un orden nuevo.

Delegar esta tarea política en una selecta minoría, aun en el supuesto –irreal– de que estuviese compuesta por seres justos y benéficos incapaces de aprovecharse privadamente de la situación, ni de ejercer el poder político de forma despótica, resulta imposible. Sería imposible generar un orden nuevo, una nueva cultura, en una sociedad compleja y articulada como ésta, sin que la inmensa mayoría se concerniera voluntariamente y aplicara capilarmente sus energías y saberes en este sentido. Pero la adhesión voluntaria de los individuos a la creación de un proyecto civilizatorio requiere que el individuo encuentre una nueva satisfacción que sustituya a las anteriores que debe abandonar, sentido a las nuevas acciones que ha de emprender. La tradición republicana propone como modelo de vida buena a cada ciudadano la participación en el protagonismo político de la sociedad.


La democracia, nombre de un movimiento.

Hasta el momento he tratado de la relación entre la república y la ciudadanía en la tradición republicana. Pero en la tradición republicana clásica, la ciudadanía no tenía que abarcar, por fuerza, a la mayoría de la sociedad. Hubo regímenes republicanos en los que sólo una minoría poseía los derechos de ciudadanía.

Uno de los clásicos escribe: “Nace, pues, la democracia, creo yo, cuando habiendo vencido los pobres, matan a algunos de sus contrarios, a otros los destierran, y a los demás los hacen igualmente partícipes del gobierno y de los cargos, que, por lo regular, suelen cubrirse en este sistema mediante sorteo” (2).

La democracia es un régimen en que la soberanía real la ejercen las clases subalternas –la inmensa mayoría de la sociedad–, que mediante la lucha política aciertan a ponerse en condiciones de hacerse con el poder.

Para que los individuos atomizados y explotados que constituyen la mayoría subalterna de la sociedad estén en condiciones de constituirse en poder, o al menos influyan decididamente en la sociedad, han de haber logrado independizar y homogeneizar sus opiniones, han de haber elaborado su propio proyecto de felicidad pública que les permita coordinar y dirigir la acción política y las luchas: han de haberse constituido en sujeto colectivo organizado. La clave está en ese trabajo previo de autoconstitución en sujeto social que Gramsci denominó hegemonía.

Sin embargo, en la vida cotidiana habitual podemos registrar la desconfianza, los enfrentamientos y luchas entre los individuos de las clases subalternas, y además, su sensación de impotencia, de incapacidad política, de falta de saber y poder ¿Cómo consiguen los pobres alcanzar ese estado previo de capacidad de poder?

Clara Campoamor

La instancia colectiva que materializa eso, como lo ha registrado siempre la tradición, es el movimiento político: “La democracia como cosa en sí, como abstracción formal, no existe en la vida histórica: la democracia es siempre un movimiento político determinado, apoyado por determinadas fuerzas políticas y clases que luchan por determinados fines. Un estado democrático es, por tanto, un estado en el que el movimiento democrático detenta el poder” (3).

Allí donde ha habido democracia, en la medida en que la ha habido, siempre ha sido resultado de las luchas de masas de las clases subalternas, organizadas establemente y con un determinado proyecto social generado como consecuencia de la experiencia de lucha desarrollada, mediante la deliberación colectiva en su propio espacio público articulado.

¿Qué es un movimiento democrático? “Movimiento” es una palabra que define, no número de individuos, sino la participación política directa de los individuos de las clases subalternas, desde su vida cotidiana, lo que implica la existencia de instancias colectivas de organización capilares, que posibiliten la deliberación y la acción de los individuos participantes. El movimiento puede originarse a partir de objetivos organizadores y movilizadores muy elementales y, por tanto, la organización, o movimiento puede parecer de corto vuelo. Pero quien se incorpora al movimiento, en principio para conseguir un objetivo común, pasa de un estado de pasividad, conformidad o cinismo a otro en que se rechaza el estado de cosas dado y se confía en otros individuos semejantes con quienes se une. El movimiento pasa a ser un fin en sí mismo para los participantes y se convierte, incoativamente, en creador de nueva cultura, de una nueva sociedad.

El movimiento es en sí mismo un nuevo espacio público en construcción, donde deliberan los miembros participantes en el mismo. Forma así un embrión de opinión pública democrática popular, en cuyos debates todos pueden participar a condición de aplicar los acuerdos posteriormente. Se debate no sólo el qué hacer, sino cómo hacer, qué experiencias previas hay, etc de forma que se ayuda a incorporarse a la acción política a nuevas personas. La actividad asumida responsablemente por cada individuo, previa deliberación democrática, genera en él el desarrollo de nuevas capacidades reales de hacer. El movimiento desarrolla una fundamental tarea de autoilustración, pues sólo desde la participación se puede comprender su proceso y problemas.

Federica Montseny

El movimiento democrático se convierte en la instancia soberana, libremente aceptada, de control colectivo de las acciones de unas personas –decenas, o millones– y, en consecuencia, genera poder, es decir capacidad de control de la actividad. Esto disminuye y desmonta el poder del rival, en la medida en que éste no puede ejercer ya su dominio sobre esa actividad, y los individuos activos son personas que se detraen a su influencia y dominio.

Entre los imperativos que se plantean a un hipotético movimiento democrático de nuestros días enfrentado con la dominación capitalista está el combate contra la cultura de masas que ha desarrollado el capitalismo y que ha penetrado la vida cotidiana. Esto implica empeñarse en la tarea novedosa de extraer de nuestras vidas los hábitos y costumbres que el capitalismo para el consumo ha desarrollado. Para que el movimiento asuma un nuevo carácter de movimiento antimanipulatorio de la vida cotidiana frente al capitalismo actual se necesita reforzar la tarea de construcción de alteridad cultural desde los microfundamentos organizativos del movimiento democrático, favoreciendo y auspiciando la creación de éstos. Esta praxis cultural para la vida cotidiana resulta primordial para conseguir elaborar democráticamente un nuevo proyecto de vida buena, de felicidad pública.

Desde el punto de vista individual, se desarrolla, junto a las nuevas capacidades, una nueva experiencia. Esto implica para el individuo un cambio en la forma de vivir la vida cotidiana protagonizado por él mismo: una conversión de vida. Desarrolla una nueva forma de interpretar la propia existencia y el mundo en general, una nueva afectividad. Genera nuevas expectativas, nuevas relaciones, una nueva imaginación. Las nuevas experiencias se abren a la reflexión crítica consciente sobre ellas y a compartir la reflexión públicamente: nace el filosofar praxeológico, la filosofía de la praxis.

Todo esto exige, no solo abandonar el apoliticismo, sino también no delegar la política, no dejarla pasivamente en manos de profesionales: no aceptar ser “ciudadanos pasivos”.

Julia Álvarez Resano

El filosofar del movimiento democrático

¿Cuál es el mejor programa, el proyecto que debe inspirar al movimiento para que alcance a desarrollarse? ¿Cómo elucidarlo y desde qué instancias? Las respuestas convencionales a estas preguntas son, en mi opinión, erradas. Porque parten del prejuicio de que se necesita que un grupo de sabios científicos elabore previamente un proyecto de programa político, “correcto”, “científico”, dado que hay que educar a la gente sobre lo que ella desconoce. Y, sin embargo, la experiencia nos dice que se confunden medios y fines y que el fundamento intelectual del proyecto ético no está en la ciencia. El fin es el desarrollo del movimiento, esto es, de la democracia, y de su eventual capacidad para hacerse con el poder e instaurar su régimen: su poder soberano sobre la sociedad civil y sobre el ámbito político, no el desarrollo de éste o aquél programa respecto del cual el movimiento democrático es un instrumento o medio.

¿Entonces, cuál es el programa mejor?: “los puntos que hacen posible un acuerdo inmediato para la acción conjunta de los obreros y que pueden satisfacer directamente las necesidades de la lucha de clases y fomentar la organización de los obreros como clase”, todo lo que impulsa la “formación del proletariado como clase” era el discurso de quienes pertenecieron a la tradición (4).

Los diversos movimientos democráticos históricos, que se inspiraron conscientemente en una misma tradición y generaron praxis históricas originales, nuevas experiencias, nuevas culturas, siempre poseyeron un filosofar orgánico, “expresión del movimiento” (5), entregado luego a la posterioridad como legado de pensamiento y experiencia. Pero ese discurso intelectual no fue nunca una serie de medidas técnicas elaboradas por científicos sociales que deben ser aplicadas utilizando el Estado y sobre cuya bondad –“cientificidad”– se debe convencer a las masas para que luchen por imponerlas, y tampoco un sistema filosófico académico que trata de explicar el mundo. Este pensamiento, reflexión crítica sobre la praxis de vida, es, al igual que la filosofía clásica, de la que es consciente continuación, interno a la acción y a la vida de las personas: “la filosofía como norma de conducta” de cada individuo (6).

Este filosofar integra dos componentes sólo analíticamente discernibles. El primero es más declaradamente protréptico, esto es exhortativo y argumentativo –la antigua retórica clásica–, e interpela al individuo a que salga del marasmo de su inactividad y de su ignorancia culpable, y se incorpore a la praxis política organizadamente. Los textos a los que nos referimos compelen al cambio de vida, proponen al individuo la máxima clásica: “un “conócete a ti mismo” como producto [que tú eres] del proceso histórico desarrollado hasta hoy, que ha dejado en ti infinidad de huellas (…) De entrada conviene hacer ese inventario” (7). Incluyen en consecuencia, la crítica de lo existente: crítica de las ideologías que tratan de paralizar la acción política y de legitimar lo existente –en el siglo XlX, por ejemplo, crítica a la escuela escocesa llamada “economía política”–, denuncia de la explotación existente, crítica del sentido común popular. Para cumplir esta tarea de filosofar, el filósofo, en su argüir, debe partir en concreto de los problemas reales percibidos por el sentido común de la persona a la que interpela y debe iluminarlos a la luz del conocimiento científico y del saber de la tradición. Tras ello, en virtud de los principios filosóficos morales de libertad y felicidad, clásicos, propios de la tradición, viene la apelación argumentada a la praxis política: “Y puesto que el actuar es siempre un actuar político, ¿no se puede decir que la filosofía real está contenida toda ella en su política?” (8).

Este sentido práxico, de orientación de vida, poseen los textos de toda la tradición republicana: los ético políticos de Aristóteles, cuyo fin declarado no es conocer el bien sino ser buenos, los discursos de Platón, o los textos de Rousseau, por ejemplo. Y toda “proclama” o ”Manifiesto”, a comenzar por el Manifiesto por antonomasia, de evidente carácter retórico parenético, que invita a la unión para la acción (9). Son textos de gran vigor y verdad que apelan a los sentimientos, a la imaginación, que elaboran una nueva forma de ver las cosas. Que interpelan al individuo a “en función de ese esfuerzo del propio cerebro, escoger la propia esfera de actividad, participar activamente en la producción de la historia del mundo, ser guía de uno mismo y no aceptar ya pasiva e inadvertidamente el moldeamiento externo de la propia personalidad” (10). Son textos que debemos restituir a la tradición filosófica y retórica clásicas de las que proceden para poder recobrarlos en toda la plenitud de su sentido.

El segundo aspecto surge del propio desarrollo de la praxis del movimiento concreto histórico, es la frónesis. Como resultado de la experiencia desarrollada por los individuos en su praxis política organizada, de las nuevas capacidades inherentemente surgidas de la misma y del enriquecimiento intelectual que produce la deliberación política en un verdadero espacio público, surge en ellos un nuevo sentido común creativo, sustitutivo del sentido común conformista acomodaticio, especialmente dotado para la reflexión concreta sobre el movimiento democrático: los problemas que se perciben y las posibilidades que se abren a la lucha política. Es éste un saber que no se puede aprender a través de estudios reglados, sino que tan sólo se obtiene como experiencia de vida, si bien todas las personas activas no lo poseen en el mismo grado. Desde luego es indispensable para el desarrollo del mismo tener buena formación intelectual, pero es un saber de lo singular –el proceso del movimiento– y de las expectativas que se abren por delante: no hay ciencia de los particulares, ni del futuro. Su tarea es haber “elaborado y hecho coherentes los principios y los problemas que aquellas masas planteaban con su actividad práctica” (11). Las personas particularmente preparadas por sus capacidades intelectuales y sus saberes experienciales para esta tarea son los filósofos o intelectuales orgánicos del movimiento: “un nuevo tipo de filósofo que se puede llamar “filósofo democrático”, es decir, el filósofo convencido de que su personalidad no se limita al propio individuo físico sino que es una relación social activa de modificación del ambiente cultural” (12).

Este saber conoce que el objetivo de lucha más adecuado no es el más radical, el elaborado más more geométrico, conforme a los cánones de las ciencias, o desde el órdago a priori más gordo, sino el que en la deliberación pública del movimiento concita más voluntades y genera más decisión de aplicarlo, porque es el que fortalece y extiende el poder del movimiento. Es un saber participante, que, con el paso del tiempo, pierde a menudo su capacidad de interpelar o de hacerse comprensible una vez han desaparecido sus condiciones de posibilidad históricas –el movimiento democrático–, por su carácter deíctico, que da por de contados los muchos conocimientos implícitos compartidos por las personas que intervienen, y la experiencia de las mismas, difícil de aferrar para el lenguaje. En la medida en que están imbuidos de esta segunda característica, los textos que lo recogen pueden perder sentido fuera de contexto. En consecuencia, pueden parecer más interesantes saberes genéricos, esto es poco aptos para orientar un movimiento.

De la síntesis explícita de ambos aspectos surge la elaboración del proyecto de Felicidad Pública con arreglo al cual instaurar un Orden Nuevo. Su elaboración, al igual que la de los otros aspectos, compete a los intelectuales orgánicos del movimiento, que son los que, verdaderamente actúan como “expresión del movimiento” –no son títulos que uno pueda auto otorgarse– y que en función de las expectativas de la gente, de sus nuevas capacidades, de sus anhelos y proyectos, surgidas en la lucha, elaboran en deliberación constante un programa que orienta y exhorta al movimiento a convertirse en régimen político, en Orden Nuevo, una vez haya logrado unir a la mayoría.

Estos son los saberes que caracterizan al intelectual colectivo del movimiento y que determinan las características del filosofar praxeológico, o filosofía de la praxis, que orienta al movimiento.

Notas

1. “Fysei politikon zoon”, traducido a menudo como animal social. Aristóteles, Política, 1253ª

2. Platón, República. De 557a, hasta 558c. Y también: “Hay oligarquía cuando los que tienen riqueza son dueños y soberanos del régimen; y por el contrario, hay democracia cuando son soberanos los que no poseen gran cantidad de bienes, sino que son pobres”. Aristóteles, Política, 1279b

3. Arthur Rosenberg, Democracia y socialismo, Ed. Pasado y presente, México, 1981, pp. 335, 336. Ésta ha sido siempre la concepción republicana de lo que es la democracia. Tanto la de los demo republicanos radicales como la de los moderados pero honrados: “…la política hay que hacerla con las muchedumbres para darles una organización interna, que no consiste, ni muchísimo menos, en encuadrarlas en unas formaciones, ni en ponerlas bajo la disciplina de los comités, sino, además, en suscitar, o descubrir entre todos el pensamiento común, en saber qué es lo que queremos hacer todos juntos y en poner en común los medios de lograr lo que queremos. Nosotros fundamos la política sobre la roca viva de la voluntad popular (…) la presencia directa, física, clamorosa, de las muchedumbres es más útil, más necesaria y más urgente. (…) la República no es un aparato legal para crear un sistema de tutelar al pueblo español a través de una red de intereses, o de partido, o caciquiles, o de oligarquías, sino la emancipación definitiva de la democracia española (…) de suerte, que si fuese menester, en la estructura de la república y en virtud de las experiencias adquiridas (…) hacer una rectificación en las líneas fundamentales del régimen, no sería, ciertamente, para apartar más de los Poderes Públicos el poder de la Democracia, sino para hacer que la presencia directa, inmediata y potente de la democracia misma fuese más real y efectiva en los Poderes públicos.(…) si la República quiere justificarse históricamente (…) no puede renegar de satisfacer ninguno de los anhelos de renovación de libertad y de emancipación de la democracia española…”. Manuel Azaña, “Discurso en el campo de Lasesarre (Baracaldo) 14 de julio de 1935, en Discursos en campo abierto, Ed. Espasa Calpe, Madrid, 1936, pp. 148, 153, 155.

4. Carlos Marx, respectivamente, de: “Carta a Ludwig Kugelmann” 9 octubre de 1866, en Marx y Engels, Obras Escogidas, en tres tomos, Vol. 2, Ed Progreso, Moscú 1974, p.441 y en Manifiesto del partido comunista, Ed. Crítica, B. 1998, bilingüe, p. 57

5. “Expresiones generales de los hechos reales de una lucha de clases existente, de un movimiento histórico que transcurre ante nuestra vista”. Manifiesto, Op. Cit., p. 57.

6. Antonio Gramsci, Introducción al estudio de la filosofía –undécimo cuaderno, Ed Crítica, B. 1985, trad. de Miguel Candel, p.58.

7. Antonio Gramsci, Op. Cit, p. 41

8. Antonio Gramsci, Op. Cit, p. 43

9. “¡Proletarios de todos los países, uníos!” Frase final del texto, escrita en bastardilla y entre admiraciones, Manifiesto, Op. Cit. p. 119. Reparemos también en la vívida descripción del mundo en que desenvuelven las personas a las que se interpela, otro rasgo psicagógico, que educa en valores, propio del filosofar clásico.

10. Antonio Gramsci, Op. Cit., p. 40.

11. Antonio Gramsci, Op. Cit., p. 47.

12. Antonio Gramsci,Quaderni del carcere, Ed Einaudi , 2001, cuaderno 10, p. 1332.

Artículo publicado en el dossier sobre republicanismo del nº 231 de El Viejo Topo, abril 2007; y en Topo Express el día 14 de abril de 2017.

 *++

Perú multa con 10 millones de dólares a petrolera Repsol

 

Perú multa con 10 millones de dólares a petrolera Repsol

 

DIARIO OCTUBRE / octubre 30, 2022

 

La OEFA determinó la responsabilidad de Repsol y adelanta próximas multas en base a los seis procedimientos iniciados contra la empresa petrolera.


El Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA) de Perú informó este sábado la imposición de 42.000.000 de soles (unos 10.500.000 dólares) en multas a la petrolera española Repsol por brindar información falsa y no actuar consecuentemente tras un derrame de crudo a mediados de enero pasado.

 

La primera de estas multas, indica el comunicado oficial, asciende a 13.900.000 de soles (3.500.000 dólares) por “incluir información falsa en el reporte de emergencia respecto al cálculo de volumen de petróleo crudo derramado, el área impactada y el periodo del derrame ocurrido el 15 de enero de 2022”.

La segunda ha sido “por no realizar la contención y recuperación del hidrocarburo, ni las acciones de limpieza del área de suelo afectado”, de acuerdo con el informe de OEFA, y alcanza los 29.000.000 de soles (7.200.000 dólares).

La OEFA determinó la responsabilidad empresarial de Repsol y adelanta próximas multas en base a los seis procedimientos administrativos sancionadores iniciados contra ella.

Por su parte, Repsol ha declarado que avanza en el proceso compensatorio respecto a las 10.300 familias de pescadores afectados por las consecuencias del derrame, según los lineamientos establecidos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

El pasado 15 de enero, la refinería La Pampilla vertió unos 11.000 barriles de petróleo al mar peruano de Ventanilla, un suceso descrito por agencias internacionales como el peor desastre medioambiental de la historia reciente en el Perú.

FUENTE: telesurtv.net

 *++

domingo, 30 de octubre de 2022

Los mamíferos sociales y herbívoros evolucionaron más rápido

 

Los mamíferos sociales y herbívoros evolucionaron más rápido


Tercerainformacion/ 29.10.2022

  • Estos vertebrados tuvieron una explosión de diversificación en el pasado. Un estudio ha identificado los rasgos de las especies que evolucionaron más rápidamente, entre ellos: sus hábitos sociales, la dieta y la locomoción.


Comprender cómo los mamíferos placentarios se convirtieron en uno de los grupos de animales con mayor diversidad en la Tierra ha sido una de las grandes cuestiones sobre la evolución. En la foto: Ejemplar de perro doméstico con la mitad del esqueleto al descubierto / The Trustees of the Natural History Museum, London


Los primeros mamíferos placentarios de los que tenemos conocimiento convivieron con los dinosaurios. Eran pequeños, probablemente no más grandes que un ratón o una musaraña. Sin embargo, los mamíferos han evolucionado hasta conformar en la actualidad una amplia variedad de especies, que difieren en ecología y morfología, y que van desde el pequeño murciélago abejorro –no más grande que un pulgar humano– a la gran ballena azul, de cerca de 30 metros.

Según un estudio internacional publicado esta semana en Science, aquellos que se caracterizaban por ser sociales evolucionaron más rápido que las especies solitarias. El análisis, que también ha identificado otros factores para describir la evolución de los mamíferos placentarios, ha aplicado la técnica del escaneo 3D a 322 cráneos de mamíferos actuales y extintos. Para ello, se han utilizado las colecciones de más de 20 museos internacionales, con fósiles que se remontan hasta la época de los dinosaurios.

“Recopilamos escaneos 3D de cientos de cráneos de especies vivas y fósiles. Luego usamos puntos de referencia para capturar la forma del cráneo con gran detalle y utilizamos estos datos en combinación con la línea de tiempo de la evolución de los mamíferos para comprender sus relaciones y observar cómo evolucionaron”, explica a SINC, la primera autora del estudio, Anjali Goswami, científica del Museo de Historia Natural (Reino Unido).

Una respuesta a la extinción de los dinosaurios

Comprender cómo los mamíferos placentarios se convirtieron en uno de los grupos de animales con mayor diversidad en la Tierra ha sido una de las grandes cuestiones sobre la evolución. El equipo de Goswami ha profundizado en este conocimiento con uno de los estudios más amplios y exhaustivos hasta la fecha.

El trabajo muestra que después de la gran expansión inicial en la diversificación de los mamíferos –posiblemente consecuencia a la desaparición de los dinosaurios– el ritmo de la evolución se ralentizó rápidamente en la era Cenozoica, en los últimos 66 millones de años. Según los registros fósiles, los ancestros más antiguos de las especies actuales ya habitaban la Tierra 100.000 años después de los dinosaurios.

Posteriormente, se produjeron picos de rápida evolución, pero sus impactos se volvieron cada vez más pequeños con el tiempo y nunca alcanzaron la velocidad de esa primera expansión. La incertidumbre sobre el momento exacto de estos picos hace que sea difícil atribuirlos a eventos específicos, pero es probable que fueran causados ​​​​por períodos de cambio climático y por el enfriamiento global durante la era Cenozoica.

“No sabíamos previamente cómo de rápido disminuyó la tasa de evolución, o que hubo muchos picos posteriores, pero más pequeños. Este nuevo modelo de evolución probablemente se aplica a muchos otros grupos, y ahora sabemos qué buscar”, explica Goswami.

Este complejo y brusco proceso de evolución, como consecuencia de su adaptación a diferentes medios ecológicos, se conoce como radiación adaptativa. La novedad es que Goswami y sus colegas han identificado un patrón macroevolutivo al que han llamado “evolución atenuada”, en relación con esta ralentización en la evolución.

Uno de los objetivos clave del estudio era predecir mejor la respuesta de las especies a los cambios rápidos en su entorno, como por ejemplo el cambio climático.

Para lograrlo, el equipo investigó las características de los mamíferos que evolucionan más rápido y encontró que los factores con mayor influencia son el hábitat, los comportamientos sociales, la dieta, el cuidado de los padres y el tiempo de actividad (diurno o nocturno).

“Todos estos factores influyen en la evolución, aunque unos más que otros. Los hábitos sociales, la dieta y la locomoción, en menor medida, son los factores más influyentes en el desarrollo del cráneo”, explica Goswami.

Las especies sociales evolucionan mucho más rápido que las que son solitarias. Esto se ve fácilmente en los ungulados, como son las cabras montesas, que han desarrollado cuernos y astas para la lucha y la exhibición social.

Los mamíferos que viven en hábitats acuáticos, como ballenas, manatíes, focas y morsas también evolucionan rápidamente.

Asimismo, los herbívoros evolucionan más rápido que los carnívoros, probablemente porque siguen los cambios en las plantas y el medio ambiente más de cerca que los carnívoros.

El cuidado de los padres también parece ser un factor que frena la velocidad de la evolución. Los animales que requieren poca atención primaria, como los caballos y los antílopes, evolucionan mucho más rápido que los mamíferos que nacen ciegos, como los primates, que necesitan cuidados en su infancia.

Por otro lado, las especies con un horario estricto, ya sea nocturno o diurno, evolucionan más lentamente que los animales sin un patrón de actividad fijo. Sorprendentemente, roedores y murciélagos, los grupos de mamíferos con la mayor cantidad de especies, no parecen evolucionar muy rápido. Este dato sugiere que la diversidad en forma y la diversidad en número no están estrechamente relacionadas en los mamíferos.

Gracias a los datos recopilados, Goswami y su equipo ha descrito cómo podrían haber sido los primeros mamíferos placentarios. Sin embargo, identificar los ancestros de las especies actuales sigue siendo objeto de debate científico, a pesar de que existen muchos fósiles de la última etapa del Cretácico, justo antes de la extinción de los dinosaurios.

“Muchos de los primeros placentarios que vivieron inmediatamente después de la extinción de los dinosaurios no tienen parientes vivos y son muy inusuales. Uno de mis grupos favoritos son los ungulados nativos sudamericanos, completamente extintos, que aparecen a principios del Cenozoico, pero se extinguieron de forma relativamente reciente. Una de las conclusiones de este estudio es que muchos de los mamíferos extintos probablemente nos pareciesen familiares hoy”, apunta Goswami a SINC.

Es difícil saber qué características buscar en estos mamíferos primigenios. El estudio indica que probablemente los primeros mamíferos placentarios se parecían mucho entre sí, independientemente de si se trataba de ancestros de los roedores o de los elefantes.

Por este motivo, aunque sigue siendo muy difícil identificar los primeros fósiles de mamíferos, estas nuevas reconstrucciones del estudio ayudan a comprender mejor las sutiles diferencias que los científicos deben buscar en dichos restos.

Referencia:

Anjali Goswami et al. “Attenuated evolution of mammals through the Cenozoic”. Science (2022)

 *++

Un instructivo viaje a China. Reflexiones de un filósofo

 

Publicado en Octubre de 2010, este artículo describe las reflexiones fruto de su experiencia de un filósofo que en julio de ese año visitó algunas ciudades y realidades de China, en el ámbito de una delegación invitada por el Partido Comunista de China.


Un instructivo viaje a China. Reflexiones de un filósofo


Domenico Losurdo  / Hemeroteca 

El Viejo Topo

30 octubre, 2022 


1

La primera cosa que salta a la vista en el transcurso del encuentro con los representantes del Partido Comunista de China y con los dirigentes de las fabricas, de las escuelas y de los barrios visitados, es el acento autocrítico, digamos la pasión autocrítica de que dan pruebas nuestros interlocutores. En este punto es evidente la ruptura con la tradición del socialismo real. Los comunistas chinos no dejan de señalar que el camino a recorrer es largo, y numerosos y gigantescos son los problemas a resolver y los desafíos a enfrentar, y que, a pesar de todo, su país continua siendo parte integrante del Tercer Mundo.

En verdad, en el transcurso de nuestro viaje, no encontramos ese Tercer Mundo. Por lo menos en Pekín, que fascina con su aeropuerto ultramoderno y reluciente, y aún menos en Qingdao, donde se realizaron las regatas de los Juegos Olímpicos de 2008 y que recuerda una ciudad occidental de una belleza y elegancia especiales y con un nivel de vida elevado.

Tampoco encontramos el Tercer Mundo cuando nos apartamos 1.500 kilómetros de las regiones orientales y costeras, las más desarrolladas, y aterrizamos en Chongqing, la enorme megalópolis que tiene un total de 32 millones de habitantes y que, hasta hace algunos años, parecía tener dificultades para acompañar el milagro económico. No tenemos dudas de que el Tercer Mundo aún existe en el inmenso país asiático, pero el encuentro frustrado con él fue consecuencia no de la voluntad de esconder los puntos débiles de la China moderna, sino del hecho de que el impetuoso crecimiento en curso desde hace ya más de treinta años está reduciendo, disminuyendo y fraccionando a un ritmo acelerado el área de subdesarrollo, que se convierte en una lejanía cada vez más remota.

En Occidente no faltarán, a este respecto, los que van a hacer muecas: desarrollo, crecimiento, industrialización, urbanización, milagro económico de una amplitud y duración sin precedentes en la historia, ¡qué vulgaridad! Este esnobismo de gran señor parece considerar insignificante el hecho de que millones de personas hayan escapado a un destino que los condenaba a la desnutrición, al hambre y a la muerte por inanición. Y los que encuentran que el desarrollo de las fuerzas productivas es apenas una cuestión de bienestar económico y de consumismo deberían releer (o leer) las páginas del Manifiesto comunista que ponen en evidencia el idiotismo de una vida rural circunscrita a la miseria, incluyendo la cultural, de las fronteras limitadas e impenetrables.

Cuando visitamos hoy las maravillas de la Ciudad imperial en Pekín y, a algunos kilómetros de distancia, la Gran Muralla, topamos con un fenómeno que no existía en el lejano 1973, ni siquiera en el año 2000, o sea, en mis dos viajes anteriores a China. Hoy en día salta a la vista la presencia masiva de visitantes chinos: son turistas con características especiales: llegan frecuentemente de un cantón remoto del enorme país; probablemente es la primera vez que visitan la capital; en el plano cultural comienzan a apropiarse, de cierta forma, de la noción de la civilización muy antigua de la que hacen parte; dejan de ser simples campesinos ligados como en una prisión a la parcela de tierra que cultivan y se convierten en verdaderos ciudadanos de un país cada vez más abierto al mundo.

Mucho después del horario previsto para la visita de los monumentos y museos, en la Plaza de Tiananmen continúa el hormigueo de personas: son muchos los que esperan y observan con orgullo el izar la bandera de la República Popular China. No, no se trata de chauvinismo: los chinos gustan de ser fotografiados con visitantes extranjeros (yo también fui objeto y acepté con placer peticiones de este género); y como si invitasen al resto del mundo a festejar con ellos el regreso de una civilización muy antigua, oprimida y humillada durante mucho tiempo por el imperialismo. No hay la menor duda, el prodigioso desarrollo de las fuerzas productivas no se limitó a arrancar de la miseria y de las privaciones a centenares de millones de hombres y mujeres; les aseguró una dignidad in dividual y nacional, les permitió ampliar considerablemente su horizonte abriéndolo frente al enorme país del que forman parte y, más aún, frente al mundo entero.

2

¿Pero el desarrollo de las fuerzas productivas no es sinónimo de degradación y destrucción de la naturaleza? Estamos aquí en presencia de una preocupación, e inclusive de una certeza evidenciada a modo de grito por la izquierda occidental. Vemos en esto aflorar una extraña visión de la naturaleza, que es considerada enferma si las plantas se marchitan y se secan pero que, según parece, es considerada como perfectamente sana si los que enflaquecen y mueren en masa son hombres y mujeres. Hay un cierto ecologismo que acaba por excavar más profundamente el abismo que, en tanto, pretende querer criticar, entre el mundo humano y el mundo natural.

Pero, en cualquier caso, concentrémonos en la naturaleza en su sentido estricto. Hace algún tiempo un historiador bastante conocido (Niall Ferguson) escribió un artículo, publicado en Corriere della Sera, que en el título denunciaba “la guerra de China a la naturaleza”. En realidad, ya en el largo trayecto que, siguiendo el recorrido que va del aeropuerto de Pekín a la Gran Muralla, y del largo tramo que, siguiendo otro camino, conduce al aeropuerto desde el centro de la ciudad, advertimos una cantidad impresionante de árboles obviamente recién plantados, en el marco de un proyecto muy ambicioso de reforestación y de ampliación de la superficie forestal en que todo el país participa. Unos días antes del fin de nuestro viaje tuvimos la posibilidad de visitar un área ecológica de 10 kilómetros cuadrados, situada en los alrededores de Weifang, una ciudad del nordeste en rápida expansión, dedicada al desarrollo de alta tecnología pero que simultáneamente quiere distinguirse por su calidad de vida. El área ecológica, cuyo acceso es libre y gratuito para toda la gente, y que solo puede ser visitada a pie, o en un autobús descubierto movido por electricidad, fue liberada recuperando un territorio hasta entonces muy degradado y que actualmente resplandece con una belleza encantadora y llena de serenidad.

El desarrollo industrial y económico no está en contradicción con la tutela del medio ambiente. Claro que el equilibrio entre estas dos exigencias es extremadamente difícil en un país como China, que tiene que alimentar a un quinto de la población mundial teniendo a su disposición apenas un séptimo de la superficie cultivable; y en este marco es donde deben ser situados los errores llevados a cabo y los grandes perjuicios ocasionados al ambiente en los años en que la prioridad absoluta era el arranque económico necesario para poner fin a la desnutrición y miseria de las masas. Pero esta fase fue felizmente rebasada; actualmente es posible promover un ecologismo que, además de garantizar la vida de los árboles y las flores, también sepa garantizar la vida y la salud de los hombres y de las mujeres.

3

Ya hable de la pasión autocritica que parece caracterizar a los comunistas chinos. Son ellos quienes insisten en el carácter intolerable, en especial, del abismo creciente entre ciudades y el campo, entre zonas litorales por un lado y el centro y el oeste del país por otro. ¿Esos fenómenos no son la demostración de la desviación capitalista de China? Es una tesis que está ampliamente difundida en la izquierda occidental y que parece encontrar eco entre algunos miembros de nuestra delegación multipartidaria. En el debate franco y vivo que se desarrolla, intervengo con una puntualización, por así decir “filosófica”. Podemos proceder a dos comparaciones bastante diferentes una de la otra. Podemos establecer un parangón entre el “socialismo de mercado” y el socialismo que llamamos de nuestros “deseos”, un socialismo en cierta forma maduro, y por tanto poner en evidencia los límites, las contradicciones, las desarmonías, las desigualdades que caracterizan al primero; son los propios comunistas chinos los que insisten en el hecho de que el país que dirigen está apenas en la “fase primaria del socialismo”, fase destinada a durar hasta la mitad del siglo, confirmando la gran duración y complejidad del proceso de transición necesario para llegar a la edificación de una sociedad nueva. Pero eso no hace lícito confundir el “socialismo de mercado” con el capitalismo. Como ilustración de la diferencia radical que subsiste entre los dos podemos intentar recurrir a una metáfora. En China estamos en presencia de dos trenes que se separan de la estación llamada “subdesarrollo” para avanzar en dirección a la estación “desarrollo”. Si uno de esos trenes es muy rápido, el otro es de velocidad más reducida; por causa de eso, la distancia entre los dos aumenta progresivamente, pero no podemos olvidar que los dos avanzan en la misma dirección; es también necesario recordar que no faltan los esfuerzos para acelerar la velocidad del tren relativamente menos rápido y que, de cualquier modo, dado el proceso de urbanización, los pasajeros del tren más rápido son cada vez más numerosos. En el ámbito del capitalismo, por el contrario, los dos trenes en cuestión avanzan en direcciones opuestas. La última crisis ha puesto a la vista de todos un proceso en acción desde hace varias décadas: el aumento de la miseria de las masas populares y el desmantelamiento del Estado social van a la par de la concentración de la riqueza en manos de una restringida oligarquía parasitaria.

4

Y, en tanto, entre los comunistas chinos crece la intolerancia en lo que se refiere a la separación entre las zonas litorales y las áreas del centro-oeste, entre las ciudades y el campo y en el seno de la propia ciudad. Es una actitud observada con sorpresa y agrado por toda nuestra delegación de Europa occidental.

Esta intolerancia se exhibe de forma aguda en Chongqing, la metrópoli situada a 1.500 kilómetros de distancia de la costa. La consigna (¡Vamos para el Oeste!), que llama a extender al centro y al oeste del enorme país los prodigiosos desarrollos del Este, fue lanzada hace ya diez años. Los primeros resultados son visibles: por ejemplo, el Tíbet y Mongolia interior exhiben en los últimos años una tasa de crecimiento superior a la media nacional. No es el caso de Xinjiang donde, en 2009 (el año de la crisis), en relación a la media nacional del 8,7%, el PIB “sólo” aumentó el 8,1%. Y fue en Xinjiang precisamente, que se derramó, durante las últimas semanas y meses, una nueva ola de financiamientos y de incentivos. Pero ahora, además de las regiones habitadas por minorías nacionales, a las que el gobierno central dedica evidentemente una atención especial, se trata de aplicar a nivel general una aceleración decisiva y un significado nuevo y más radical a la política de ¡Vamos para el oeste!

Transformada en un municipio autónomo bajo la dependencia directa del gobierno central (en esta misma situación están Pekín, Shanghái y Tianjin) y pudiendo así beneficiarse de incentivos y de apoyos de todo tipo, Chongqing aspira a volverse la nueva Shanghái, es decir, aspira no sólo a rebasar el atraso sino a alcanzar el nivel de la China más avanzada, y constituirse en un punto de referencia también en el plano mundial. La megalópolis situada en el interior del gran país asiático aparece frente a nuestros ojos como un enorme astillero: la actividad para potenciar las infraestructuras se desarrolla plenamente, tal como la construcción de fábricas, de oficinas, de alojamientos civiles; las filas de árboles recién plantadas y cuidadosamente tratadas salta a la vista, tal como los campos verdes que franquean y a veces también separan calles y avenidas. Sí, porque más allá del milagro económico, Chongqing persigue un objetivo aún más ambicioso: pretende presentarse ante toda la nación como un “nuevo modelo” de desarrollo, regulando mejor y de modo más “armonioso” las relaciones en el interior de la ciudad, entre la ciudad y el campo y entre el hombre y la naturaleza. En aquello que vendrá a ser la nueva Shanghái, la referencia a Mao Tsetung es permanente, y no solo se trata de un homenaje necesario al gran protagonista de la lucha de liberación nacional del pueblo chino, al padre de la patria que, y no es por casualidad está en la Plaza de Tiananmen y en los billetes de banco; se trata de que en serio han retomado el “pensamiento de Mao Tsetung”, inscrito en el Estatuto del Partido Comunista de China. En Chongqing tenemos la nítida impresión de que comienzan los debates y, presumiblemente, la lucha política para la preparación del Congreso previsto a efectuarse en dos años.

Conviene en este momento, librarnos de un equívoco posible: no está en discusión la política de reforma y de apertura definida hace más de treinta años en la Tercera Sesión Plenaria del XI Comité Central (18-22 de Diciembre de 1978); en el estatuto del PCCh está inscrita también la “teoría de Deng Xiaoping” y la “importante idea de las tres representaciones”, a pesar de que la categoría de “pensamiento” tiene una importancia mayor que la categoría de “teoría” (que hace referencia a una coyuntura, a pesar de ser una coyuntura de largo plazo) y a que la categoría de “idea” (la cual, por más importante que sea, designa una contribución sobre un aspecto determinado).

Pero, por encima de todo, nadie quiere volver a la situación en que en China no había “igualdad” sino en el sentido en que los dos trenes de la metáfora que utilicé varias veces estaban ambos parados en la estación “Subdesarrollo” o se separaban de ella lentamente. No, de ahora en adelante se puede considerar como definitiva mente adquirida la conciencia de que el socialismo no es la distribución por igual de la miseria. Tanto más que una “igualdad” de esas es totalmente ilusoria y puede igualmente funcionar al contrario.

Cuando la miseria alcanza un cierto nivel, puede contener el riesgo de muerte por inanición. En ese caso, por más modesto y reducido que sea el pedazo de pan que garantice la supervivencia a los más afortunados, se consagra para siempre una desigualdad absoluta, la desigualdad absoluta que se mantiene entre la vida y la muerte. Fue, antes de la introducción de la política de reforma y de apertura, lo que se constató en los años más trágicos de la República Popular China; consecuencia además ya sea de la herencia catastrófica derivada del

pillaje y de la opresión imperialista, ya sea del cruel embargo impuesto por Occidente, o ya sea de los graves errores practicados por la nueva dirección política. Se mantiene firme la centralidad de las competencias para el desarrollo de las fuerzas productivas, pero esa centralidad puede ser interpretada de modos sensiblemente diferentes…

5

La persona que fue llamada para dirigir Chongqing es Bo Xilai, el brillante ex-ministro de comercio exterior. Es una circunstancia que nos permite reflexionar sobre el proceso de formación del grupo dirigente en China. Un representante del gobierno central que, en el desarrollo de su función, se distinguió y adquirió un prestigio, también a nivel internacional, es enviado a la provincia para afrontar una tarea de naturaleza diferente y de proporciones gigantescas. Combatiendo la corrupción de modo capilar y radical y proponiendo en la teoría y en la práctica real del gobierno un “modelo nuevo”, destinado a quemar etapas en la liquidación de las desigualdades, que se volvieron intolerables, y en la realización de una “sociedad armoniosa”, Bo Xilai suscitó un debate nacional; es fácil prever su presencia en una posición eminente en el grupo dirigente que saldrá del XVIII Congreso del PCCh, a pesar de que sería un error dar por descontado el resultado del debate (y de la lucha política) en curso. Por tanto: al concluir un periodo de incertidumbres, de conflictos y de violencias, a la

primera generación de revolucionarios que tenía como centro a Mao Tsetung la sucedió la segunda generación de revolucionarios con Deng Xiaoping en el centro. Seguirán después las tercera y cuarta generaciones de revolucionarios teniendo en su centro, respectivamente, a Jiag Zemin y Hu Jintao. Del próximo Congreso del Partido y del Estado saldrá la quinta generación de revolucionarios. Es una perspectiva abierta en su tiempo por Deng Xiaoping que confirmo así su clarividencia y su lucidez en la construcción del Partido y del Estado; la personalización del poder y el culto a la personalidad fueron rebasados; se puso fin a la ocupación vitalicia de los cargos políticos; se afirmó un proceso de formación y de selección del grupo dirigente que, hasta ahora, ha dado excelentes resultados.

6

¿Pero hasta donde podemos considerar como socialista el “socialismo de mercado” teorizado y practicado por el Partido Comunista de China? En la heterogénea delegación que viene de Occidente no faltan las dudas, las perplejidades, las críticas abiertas. Se desarrolla un debate, abierto y encendido, más de una vez inducido por nuestros interlocutores y anfitriones. No hay duda de que, con la consolidación de la política de reforma y apertura, el área de la economía estatal se redujo y el área de la economía privada creció. ¿Estaremos en presencia de un proceso de restauración del capitalismo? Los comunistas chinos hacen notar que el papel central y dirigente del Estado (y del Partido Comunista) se mantiene firme. ¿Cuál es?

El panorama económico y social de la China de hoy se caracteriza por la presencia simultánea de las formas más diversas de propiedad: propiedad del Estado; propiedad pública (en este caso el propietario no es el Estado central sino, por ejemplo, un municipio); sociedades por acciones en el marco de las cuales la propiedad del Estado o la propiedad pública tienen la mayoría absoluta, o en su caso una mayoría relativa, o un porcentaje significativo del paquete de acciones; propiedad cooperativa; propiedad privada. En estas condiciones se hace muy difícil calcular con rigor el porcentaje de las economías estatal y pública. Cuando regresé a casa, encontré un número especialmente interesante del International Herald Tribune; leo en él un cálculo efectuado por un profesor de la prestigiosa Universidad de Yale, precisamente Chen Zhiwu (un norteamericano, por tanto de origen chino, que está tal vez en una posición privilegiada para orientarse en la lectura de la economía del gran país asiático) indicando que “el estado controla tres cuartas partes de la riqueza de China” (7 de Julio del 2010, pág. 18). Es preciso sumar a esto un dato generalmente olvidado: en China la propiedad del suelo está enteramente en manos del Estado; los campesinos gozan de un usufructo sobre él, que también pueden vender, pero no su propiedad. En lo que se refiere a la industria, otros cálculos atribuyen un peso más reducido al Estado. En todo caso, los que imaginan un proceso gradual e irreversible de retirada del Estado de la economía están completamente engañados. En el Newsweek del 12 de Julio, un artículo de Isaac Stone Fish llama la atención sobre las “empresas propiedad del Estado que dominan de modo creciente la economía china”. En todo caso –reafirma el semanario norteamericano– en el desarrollo del oeste (que a partir de ahora se diseña con toda amplitud y profundidad), el papel de la empresa privada será más reducido del que desempeñó en su tiempo en el desarrollo del este.

Los camaradas chinos nos hacen notar que, al introducir fuertes elementos de competencia, el área económica privada contribuyó en último análisis al refuerzo del área del Estado y pública, que fue así obligada a desembarazarse del burocratismo, de la falta de empuje, de la ineficiencia, del clientelismo. En efecto, gracias a las reformas de Deng Xiaoping, las empresas estatales o controladas por el Estado gozan actualmente de una solidez y de una competitividad sin precedentes en la historia del socialismo. Es un punto que puede ser  aclarado a partir de un número de The Economist (10-16 de Julio 2010) que compro y hojeo en el confortable aeropuerto de Pekín, en tanto espero el vuelo de regreso; el artículo de fondo señala que cuatro de los diez bancos mundiales más importantes son actualmente chinos. Esos bancos, contrariamente a los bancos

occidentales, gozan de excelente salud, “ganan dinero”, pero “el Estado mantiene la mayoría de las acciones y el Partido Comunista nombra a sus más altos dirigentes, cuya retribución es una fracción de la de sus homólogos occidentales”.

Además de ello, esos dirigentes ”tienen que responder a una autoridad superior a la de la bolsa”, o sea, a las autoridades de un Estado dirigido por el Partido Comunista. El prestigioso semanario financiero inglés no alcanza a comprender estas inauditas novedades; tiene esperanza y apuesta a que las cosas van a cambiar. Hoy hay un hecho que aparece a la vista de todo el mundo: economía estatal y pública no es sinónimo de ineficacia, como pretenden los paladines del neoliberalismo, y los bancos no tienen que pagar a sus dirigentes como a nababs para que sean competitivos en el mercado interno e internacional.

7

Es probable que el área económica privada satisfaga ulteriores exigencias. Primero que todo, hace más fácil la introducción de la tecnología más avanzada de los países capitalistas: no olvidemos que en ese punto los EEUU procuran aún imponer un embargo contra China. Pero hay otro punto, del que me doy cuenta cuando visitamos el muy avanzado parque industrial de Weifang. En ciertos casos son los chinos de ultramar quienes fundaron las empresas privadas: estudiaron en el extranjero (sobre todo en los EEUU), obteniendo excelentes resultados y acumulando en ocasiones algún capital. Regresan ahora a la patria con una decisión que suscita consternación en los países en los que se habían establecido. ¿Cómo es posible que intelectuales de primer nivel abandonen la “democracia” para regresar a la “dictadura”? Pero además del llamamiento patriótico que los invita a participar en el esfuerzo colectivo de todo un pueblo para que China alcance los niveles más avanzados de desarrollo, de tecnología y de civilización, estos chinos de ultramar son también atraídos por la perspectiva de hacer valer sus talentos y su experiencia tanto en las Universidades como en las empresas privadas de alta tecnología que fundan. En otros términos, estamos frente a la continuación política del frente unido teorizado y practicado por Mao no sólo en el transcurso de la lucha revolucionaria sino también durante varios años después de la fundación de la República Popular de China.

Pero entremos finalmente en esas fábricas de propiedad privada. Con o sin chinos de ultramar, nos reservan grandes sorpresas. Los que salen a nuestro encuentro son en primer lugar miembros del Comité del Partido, cuyas fotografías están destacadas en los diversos servicios. En las conversaciones aparecen casi casualmente los condicionamientos que pesan sobre la propiedad. Esta se ve obligada o presionada a reinvertir una parte considerable de las ganancias (a veces hasta el 40%) en el desarrollo tecnológico de la empresa; otra parte de las ganancias, cuyo porcentaje es difícil de calcular, es utilizada para inversiones de carácter social (por ejemplo, la construcción de escuelas profesionales que son entregadas al Estado o al municipio, o en su caso al auxilio de las víctimas de una catástrofe natural). Si recordamos que estas empresas dependen fuertemente del crédito concedido por un sistema bancario controlado por el Estado y si pensamos también en la presencia en el interior de esas empresas del Partido y del sindicato, se impone una conclusión: en esas empresas privadas el poder de la propiedad privada está equilibrado y limitado por una especie de contrapoder.

¿Pero cuál es el papel desempeñado por el Partido y por el sindicato? Las respuestas que recibimos no satisfacen a todos los miembros de la delegación. Ciertamente, haciendo eco nuevamente a una tendencia bastante divulgada en la izquierda occidental, concentran su atención exclusivamente en el nivel de los salarios. Nuestros interlocutores chinos, por el contrario, nos explican que, además de la mejoría de las condiciones de vida y de trabajo de los obreros, se preocupan por la contribución que las empresas puedan dar para el desarrollo de la economía y de la tecnología de toda la nación. De este intercambio de ideas vemos nuevamente surgir la oposición entre dos figuras en las que Lenin insiste en el ¿Qué hacer? El exponente de la izquierda occidental, que llama a los obreros chinos a rechazar todos los compromisos con el poder del Estado en su lucha por salarios más elevados, cree ser radical, incluso revolucionario. En realidad se coloca en la estela del reformista o, peor aún, del “secretario” corporativista “de un sindicato cualquiera” que Lenin censura por perder de vista la lucha de emancipación en sus diversos aspectos nacionales e internacionales, volviéndose así, en ocasiones, punto de apoyo de “una nación que explota a todo el mundo” (en aquella época Inglaterra). El revolucionario “tribuno popular” se conduce de una forma muy diferente. Claro que, en relación con 1902 (año de la publicación del ¿Qué hacer?), la situación ha cambiado radicalmente. En China el “tribuno popular” puede contar con el apoyo del poder político; lo que no quiere decir que para ser revolucionarios, él, aprovechando las enseñanzas de Lenin, no deba saber encarar el conjunto de las relaciones políticas y sociales a nivel nacional y a nivel internacional. Se impone un aumento consistente de los salarios que está ya previsto, favorecido o promovido por el propio poder central (como es reconocido por la propia gran prensa internacional) y este aumento además de mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los obreros, intenta

acrecentar el contenido tecnológico de los productos industriales y consolidar así la economía china en su conjunto, haciéndola menos dependiente de las exportaciones.

Las (justas) reivindicaciones salariales inmediatas no pueden comprometer la realización del objetivo estratégico de refuerzo de un país que, con su crecimiento económico, frena cada vez más los planes del imperialismo o de su “hegemonía”, como nuestros interlocutores chinos prefieren decir de modo más diplomático.

8

Finalmente, última pieza de escándalo: en homenaje a “la importante idea de las tres representaciones”, hasta los empresarios son aceptados en las filas del Partido Comunista de China. Y de nuevo surgen las preocupaciones y las angustias de algunos miembros de la delegación europea: ¿estaremos asistiendo al aburguesamiento del Partido que debe garantizar el sentido de la marcha socialista de la economía de mercado? Para comenzar los interlocutores chinos hacen notar que el número de empresarios aceptados en las filas del

Partido (después de un riguroso proceso de verificación y selección) es insignificante en comparación con una masa de militantes que casi alcanza los 80 millones; en otras palabras, se trata de una presencia simbólica. Pero esta explicación no es suficiente. Vemos que algunos de esos empresarios desempeñan un papel nacional: en ciertos sectores de la economía han suprimido o reducido la dependencia tecnológica de China del extranjero; en ocasiones, no solo en el plano objetivo sino más de modo consciente algunos de ellos se colocaron en la primera fila en la lucha librada por el Partido Comunista desde 1949: la lucha para derrotar el imperialismo pasando de la conquista de la independencia en el plano político a la conquista de la independencia también en el terreno económico y tecnológico. En un mundo que se caracteriza cada vez más por la knowledge economy, o sea por una economía basada en el conocimiento, puede acontecer que el héroe del trabajo stajanovista de la URSS de Stalin asuma el aspecto totalmente nuevo de un técnico súper-especializado que, lanzando una empresa de alto valor tecnológico, aporte una contribución importante para la defensa y para el refuerzo de la patria socialista.

Podemos hacer una última consideración. En la onda del “socialismo de mercado” se constituyó un nuevo estrato burgués en rápida expansión. La cooptación de algunos de sus miembros en el marco del Partido Comunista significa una decapitación política de este nuevo estrato, del mismo modo que en la sociedad burguesa la cooptación por parte de la clase dominante de algunas personalidades de extracción obrera o popular estimula la decapitación política de las clases subalternas.

9

Llego al momento de sacar conclusiones. En mi inglés claudicante, las expongo en ocasión de algunos banquetes y, sobre todo, de la cena que precede al viaje de regreso y que se desarrolla en presencia entre otros de Huang Huaguang, director general del gabinete para Europa occidental del Departamento Internacional del Comité Central del PCCh. Todos los participantes en el viaje son invitados a expresarse con gran franqueza. En mis intervenciones intento dialogar también con los otros miembros de la delegación de Europa occidental, pero sobre todo con ellos.

Cuando declaran encontrarse apenas en el estadio primario del socialismo y prevén que esa fase va a durar hasta la mitad del siglo XXI, los comunistas chinos reconocen indirectamente el peso que las relaciones capitalistas continúan ejerciendo en su país, inmenso y tan variado. Por otro lado, el monopolio del poder político en las manos del Partido Comunista (y los otros ocho partidos menores que reconocen su dirección) está a la vista de todo el mundo. A un observador atento tampoco debe escapársele el hecho de que, situadas como están en una posición de subalternidad en el plano económico, político y social, las propias empresas privadas, más que llevadas por la lógica  de la máxima ganancia, son estimuladas, empujadas y presionadas a respetar una lógica diferente y superior: la del desarrollo cada vez más generalizado y cada vez capilarmente difundido tanto de la economía como de la tecnología nacional. En último análisis, a través de una serie de mediaciones, igualmente esas empresas privadas están sujetas y subordinadas al “socialismo de mercado”. Y por tanto esos sermones moralistas que una cierta izquierda occidental no se cansa de soltarle al Partido Comunista de China son, por un lado, redundantes y superfluos y, por otro, infundados e inconsistentes.

Evidentemente, es siempre legítimo formular dudas y críticas sobre el “socialismo de mercado”. Pero por lo menos en un punto considero que debería serle posible a la izquierda llegar a un consenso. La política de reforma y de apertura introducida por Deng Xiaoping no significó de forma alguna la homologación de China al Occidente capitalista como si el mundo entero pasase a ser caracterizado por un mapa en calma. En realidad, a partir precisamente de 1979 se desarrolló una lucha que escapó a los observadores más superficiales pero cuya importancia se manifiesta con una evidencia cada vez mayor. Los EEUU y sus aliados esperaban reafirmar una división internacional del trabajo sobre esta base: China se tenía que limitar a la producción, a bajo precio, de mercancías desprovistas de contenido tecnológico real. En otras palabras, estaban a la espera de conservar y acentuar el monopolio occidental de la tecnología; en ese plano, China, como todo el Tercer Mundo, debería continuar sufriendo una relación de dependencia respecto a la metrópoli capitalista. Se comprende bien que los comunistas chinos hayan interpretado y asumido la lucha para hacer fracasar ese proyecto neo-colonialista como la continuación de la lucha de liberación nacional; no hay una verdadera independencia política sin una verdadera independencia económica; ¡por lo menos los que se reclaman marxistas deberían estar de acuerdo con esta verdad! Gracias al mantenimiento encubierto del monopolio de la tecnología, los EEUU y sus aliados pretendían continuar dictando las leyes de las relaciones internacionales. Con su extraordinario desarrollo económico y tecnológico, China ha abierto las puertas a una democratización de las relaciones internacionales. Los comunistas y también todos los verdaderos demócratas deberían congratularse con ese resultado. Actualmente hay mejores condiciones para la emancipación política y económica del Tercer Mundo.

En este punto conviene desembarazarnos de un equívoco que hace difícil la comunicación entre el PCCh y la izquierda occidental en conjunto. Igualmente en medio de las oscilaciones y contradicciones de todo tipo, desde su fundación la República Popular de China se empeñó en luchar no contra una, sino contra dos desigualdades, una de carácter interno y la otra de carácter internacional. En su argumentación de la  necesidad de la política de reforma y apertura que planteaba Deng Xiaoping, en una conversación el 10 de Octubre de 1978, llamaba la atención hacia el hecho de que el “foso” tecnológico estaba en vías de ampliarse en comparación con los países más avanzados. Estos se desenvolvían “a una velocidad tremenda”, en tanto que China corría el riesgo de quedar cada vez más rezagada (Selected Works, vol. 3, pág. 143). Pero si fallara en llegar a la cita con la nueva revolución tecnológica, se encontraría en una situación de debilidad semejante a la que estaba entregada, indefensa, en las guerras del opio y la agresión del imperialismo. Si fallase en esa cita, además del daño a sí misma, China provocaría un importante perjuicio a la causa de la emancipación del Tercer Mundo. Es preciso añadir que, precisamente porque supo reducir de forma drástica la desigualdad (económica y tecnológica) en el plano internacional, China está hoy en mejores condiciones, gracias a los recursos económicos y tecnológicos que acumuló entonces, para enfrentar el problema de la lucha contra la desigualdad en el plano interno.

El “siglo de las humillaciones” de China (el periodo que va de 1840 a 1949, es decir, desde la primera guerra del opio a la conquista del poder por el PCCh) coincidió históricamente con el siglo de la más profunda  epravación moral de Occidente: guerras de opio con la devastación infligida a Pekín en el Palacio de Verano y con la destrucción y el pillaje de las obras de arte que le siguió; expansionismo colonial y el recurso a prácticas esclavistas y genocidas en detrimento de las “razas inferiores”; guerras imperialistas; fascismo, nazismo, con la barbarie capitalista, colonialista y racista que alcanzó su auge. De la forma en cómo Occidente sepa encarar el renacimiento y el regreso de China, podremos evaluar si está decidido a tener realmente un ajuste de cuentas con el siglo de más profunda depravación moral. ¡Que por lo menos la izquierda sepa ser interprete de la cultura más avanzada y más progresista de Occidente!

Traducción: Pável Blanco Cabrera para El Viejo Topo número 273 de octubre 2010.

 *++