domingo, 24 de enero de 2021

Joe Biden en la Casa Blanca “y Dios en la de todos”. El único fin del capitalismo es hacer crecer los capitales, y este es el verdadero Dios y único credo del capital, a los que sirven los diferentes gobiernos que para eso los pone, el gobierno actual español también. Ahora bien, a la mona le podemos llamar Pepita Jiménez o, Juanita, que es también un nombre muy mono, incluso la podemos vestir con un traje de luces de torero, por ejemplo, con el diestro matador de derechas de mi pueblo, Morante de la Puebla, que a la definitiva, chiquet, mona se queda. Lo que hay que cambiar (me guste a mi o no me guste a mi) son las relaciones de explotación capitalistas que desde 2008 a esta parte está evidenciando que el capitalismo históricamente ya no puede seguir funcionando (lo diga yo o no lo diga yo) por las nuevas relaciones de colaboración socialistas (suene esto a pecado de pitiminí o no). “Fectivamente”, querido: planteamiento marxista, y no el cambio de unos nombres por otros o unas denominaciones políticas por otras. ¿Cómo el capital va a permitir por las buenas que se establezcan políticas que vayan contra sus intereses? La aparente lucha en USA de “trumpines” contra “intrumpines” hay que inscribirla en la lucha interna de los propios capitales entre sí para determinar cuál de ellos se queda con la parte sustantiva (la más gorda quiere decirse) del producto del trabajo, y no de buenos contra malos. Qué se piensan, mis queridos paisanos, ¿qué el capital no sabe lo que se hace? Los que andamos muy lejos de saber lo que hacemos y con ello favorecemos los intereses de los capitales somos los trabajadores. Qué cosas, ¿verdad? Pues nada, hombre, que aquí nos quedamos a verlas venir.

 

Joe Biden en la Casa Blanca: ninguna ilusión


El Viejo Topo

24.01.2021

Puede parecer un consejo vano, pero hay que recordar el torrente de ilusorias expectativas que despertó el triunfo de Barack Obama en 2008. Reflejo de la profunda penetración del mensaje neocolonial, los cánticos triunfalistas que destacados intelectuales de la “progresía” europea y latinoamericana entonaran en vísperas de la inauguración de su mandato fueron rápidamente acallados ni bien el afro-americano puso manos a la obra (secundado por Joe Biden) y dedicó ingentes esfuerzos a salvar a los bancos de la “crisis de las hipotecas sub-prime” olvidándose de los millones que fueron estafados por aquellos. Dado que ya se escuchan, si bien con un tono aflautado, algunas letanías parecidas a las del 2008, parece oportuno recordar estos antecedentes para no caer en nuevas –y previsibles- frustraciones.

Biden llega a la Casa Blanca con un equipo étnicamente más heterogéneo que el de Donald Trump, casi en su totalidad conformado por varones blancos. Pero en todos los casos se trata de personas que más allá de su diversidad étnica y cultural están íntimamente ligadas al gran capital norteamericano. El Departamento de Estado será dirigido por Anthony Blinken, un halcón moderado, pero halcón al fin, que cree que su país tendría que haber fortalecido su presencia en Siria para evitar la llegada de Rusia. Blinken apoyó la invasión a Irak en 2003 y la intervención armada en Libia que culminó con la destrucción de ese país y el linchamiento de Muammar El Gadafi. Ha dicho que “la fuerza debe ser un complemento necesario de la diplomacia”, en línea con el pensamiento tradicional del establishment. Por lo tanto, a no confundirse.

El Jefe del Pentágono propuesto por Biden es un afro-descendiente, Lloyd Austin, un general de cuatro estrellas con 41 años de actividad en el Ejército y cuya ratificación en el Senado puede verse comprometida por dos razones. Primero porque la ley establece que ese cargo sólo lo puede ocupar un militar que haya abandonado el servicio por lo menos siete años antes, y Austin recién lo hizo en el 2016. Segundo, porque hasta fechas recientes era miembro del Directorio de Raytheon, uno de los gigantes del complejo militar-industrial, gran proveedor de las fuerzas armadas de EEUU. Además Austin, un hombre con buen olfato para los negocios, es también socio de un fondo de inversión dedicado a la compraventa de equipos militares. Pequeñas incompatibilidades, dirán los medios hegemónicos, siempre tan complacientes con lo que ocurre en Washington.

La segunda línea del Departamento de Estado tiene como figura estelar, en el cargo de subsecretaria para Asuntos Políticos, nada menos que a Victoria Nuland. Este personaje es un super-halcón que en la Plaza Euromaidan de Kiev alentó y repartió botellitas con agua y pastelitos a las hordas (similares a las que asolaron el Capitolio el 6 de enero en Washington) que sitiaban la casa de gobierno de Ucrania y, en febrero de 2014, derrocaron al legítimo gobierno de ese país. Una conversación telefónica entre el embajador de EEUU en Ucrania y Nuland, inesperadamente filtrada a la prensa, quedará para siempre en los anales de la historia diplomática porque cuando aquel le hizo saber que la Unión Europea no estaba muy de acuerdo con derrocar al gobierno de Víktor Yanukóvich la Nuland respondió con un seco “Fuck the European Union!” No está demás agregar que esta bella persona está casada con Robert Kagan, un ultraderechista autor de varios libros en donde exalta el Destino Manifiesto de Estados Unidos, defiende sin tapujos la ocupación israelí de Palestina y recrimina a los gobiernos europeos por su cobardía en acompañar a Estados Unidos en su cruzada civilizatoria universal. Todo queda en familia.

Por si lo anterior no fuera suficiente para disipar cualquier esperanza en relación al recambio presidencial en Estados Unidos termino con dos citas de un artículo que Joe Biden publicara en la revista Foreign Affairs.[1] Se titula “Por qué EEUU debe conducir nuevamente. Rescatando la política exterior después de Trump” y allí lanza un rabioso ataque en contra de Rusia y China. De la primera dice que la sociedad civil rusa resiste con valentía la opresión del “sistema autoritario y la cleptocracia de Vladimir Putin”. Sobre China, reafirma la necesidad de “endurecer nuestra política” hacia el gigante asiático. De lo contrario, asegura, China continuará “robando la tecnología y la propiedad intelectual” de nuestras empresas.[2]

Difícil que con personas como las que ha reclutado para los cargos clave de su administración y con una retórica como la que brota de su puño y letra el mundo pueda respirar tranquilo y confiar en que, ahora sin Trump, las tensiones del sistema internacional disminuirán significativamente.

Notas

[1] En Foreign Affairs, Marzo-Abril 2020, Volumen 99, Nº 2, pp. 64-76.

[2] El periodista Rick Gladstone, en un artículo publicado en el New York Times del 7 de noviembre de 2020, después de su artículo en Foreign Affairs, asegura que Biden se refirió a Xi Jinping como “un matón”.

Artículo publicado originalmente en Página 12.

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El poder del Estado lo encarna el gobierno. El gobierno es un órgano colegiado, de modo que si hay pringue no es la pringue de uno, cinco o nueve de sus miembros, sino pringue para todos, o sea, un gobierno pringado, y la salida del gobierno es mucho más fácil que la entrada al mismo. Actualmente el gobierno de España lo forman tres partidos: PSOE, Podemos e Izquierda Unida y por tanto la responsabilidad de lo que haga es responsabilidad de tres partidos y no de uno que es muy feo quedando los otros dos, por guapos, libres de responsabilidad (se puede separar y distinguir perfectamente en base a los hechos lo que son las personas que forman parte del gobierno, y por tanto directores de sus respectivos partidos, de los militantes, simpatizantes y votantes de dichos partidos). El gobierno de España ha optado por la abstención en dos Resoluciones en la Asamblea General de la ONU. La una se refería a la intensificación de los esfuerzos de los Estados en la lucha contra el racismo, la discriminación social (la diferencia de derechos entre el hombre y la mujer podría estar dentro de la discriminación social), la xenofobia y las formas conexas de intolerancia (la violencia de género podría estar dentro de la intolerancia). La otra Resolución versaba contra la glorificación del nazismo y el neonazismo (lares por los que anda muy cercano VOX y otros partidos). Las dificultades para resolver los problemas aparecen en la práctica, pero si no se acepta inicialmente, políticamente, la teoría que podría poner fin a los problemas (caso del gobierno español respecto de las dos Resoluciones mencionadas), ¿cómo y cuándo pueden quedar resueltos los mismo?

 

ESPAÑA SE ABSTIENE DE VOTAR CONTRA EL RACISMO

 

 Equipo de implementación

enero 21, 2021


Escrito por Youssef M. Ouled       Fuente: https://www.lamarea.com/

España, entre los 44 Estados que se abstuvieron en la votación de la Asamblea General de la ONU que aprobó, el 31 de diciembre 2020, una resolución para intensificar los esfuerzos en la lucha contra el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y otras formas de intolerancia. La Tercera Comisión de la Asamblea General aprobó el texto con 124 votos a favor y 12 en contra.

“Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor”, esta pertinente frase fue pronunciada por Desmond Tutu, clérigo pacifista sudafricano que adquirió fama internacional en la década de 1980 por su lucha contra el Apartheid en Sudáfrica. Recibió el Premio Nobel de la Paz en 1984.

Siguiendo sus postulados, se puede decir que el Estado español habría elegido, una vez más, el lado opresor con su abstención. Sin embargo, este posicionamiento no es solo una impostura ni una actitud pasiva, es la postura política que se ha elegido para no participar de forma activa en la lucha contra el racismo, lo que se traduce en la legitimación y fomento de su impunidad, reforzando todavía más su carácter estructural, ya que el racismo es, ante todo, institucional. Es decir, si nos apartamos de la lectura tradicional del racismo como una actitud interpersonal, vinculada a una idea moralista que lo reduce al prejuicio y el estereotipo que se alberga de manera individual, nos queda un poder que se institucionaliza y estructura en base a la idea de raza.

¿Qué supone abstenerse de intensificar esfuerzos contra el racismo?

Hacer acto de presencia, pero abstenerse, evidencia la doble vara de medir de un país que pone el grito en el cielo ante los casos de racismo mediatizados en los EE.UU. pero silencia, o, en el mejor de los casos, evita pronunciarse sobre los que suceden en su territorio, al tiempo que bloquea resoluciones internacionales contra el mismo. Otra oportunidad perdida.

Cabe recalcar que Países Bajos, que también se abstuvo, se encuentra hoy sumido en una crisis política después de la dimisión en bloque del gobierno tras haber investigado supuestas estafas de miles de familias que buscaban beneficiarse de una prestación social para el cuidado de sus hijos. Investigaciones centradas interesadamente en familias de origen turco y marroquí a las que esta criminalización racial institucionalizada obligó a devolver a Hacienda grandes sumas de dinero, contrayendo deudas, llegando a perder su trabajo e incluso su casa. La investigación iniciada en 2014 por la abogada Eva González Pérez muestra, además, cómo los funcionarios públicos anotaban en los expedientes la nacionalidad de los demandantes, vulnerando leyes de protección de datos y evidenciando la intencionalidad lesiva de esta práctica.

Sin embargo, Alemania y Francia, votaron junto a otros diez países en contra de este acuerdo, titulado “Llamamiento mundial para la adopción de medidas concretas para la eliminación total del racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia y para la aplicación y el seguimiento generales de la Declaración y el Programa de Acción de Durban”.

Es fundamental reconocer la existencia del racismo y posicionarse en contra como paso previo e indispensable para combatirlo. La abstención manifiesta una falta de voluntad política a la hora de abordar el racismo que afecta a las poblaciones no blancas en toda Europa. Aunque esta resolución no tiene un carácter vinculante, tanto abstenerse como votar en contra, refuerza aún más las estructuras que sostienen y legitiman el racismo. En un contexto de crisis sanitaria y económica como el actual, a consecuencia de la COVID-19, donde la población racializada ha sido, de nuevo, el foco mediático y político de criminalización, lo que ha agudizado de forma extrema la discriminación racial y las desigualdades ya existentes.

“En España no hay racismo”

El pasado mes de junio, fue remitido a la ONU un informe que documentaba más de 70 incidentes y prácticas institucionales racistas en España, detectadas únicamente durante el primer estado de alarma decretado, como consecuencia de la pandemia, entre marzo y mayo de 2020. El informe ‘Crisis sanitaria COVID-19: racismo y xenofobia durante el estado de alarma’ fue elaborado por el Equipo del Decenio Afrodescendiente y Rights International Spain en el marco de una iniciativa global de recogida de datos para visibilizar el impacto de las medidas implementadas durante el confinamiento sobre población no blanca, así como la situación del racismo en España.

La investigación recoge la cotidianidad del uso policial del perfil racial; la brutalidad y la desproporcionalidad con la que actúan las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado cuando se trata de personas racialmente diversas; la desprotección de las mujeres migrantes que copan de forma mayoritaria los trabajos del hogar y cuidados; la criminalización y el odio contra la población gitana desde las administraciones, las redes sociales y los medios de comunicación; el abandono de las personas temporeras migrantes que viven hacinados en chabolas; así como el de mujeres víctimas de explotación sexual y laboral.

Consecuencia de este documento remitido a la ONU, El Grupo de Trabajo de Expertos sobre Afrodescendientes, publicó ‘Covid-19, racismo sistémico y protestas mundiales’, una investigación en la que expresaba su preocupación por el racismo sistémico en la crisis actual y avisaba de la urgencia con la que los gobiernos debían actuar. Además, el informe hacía especial hincapié en la violencia policial y su impunidad durante la pandemia; la falta de datos desglosados por raza y etnia y las condiciones “inhumanas” de retención de personas migrantes y solicitantes de asilo, entre otros, e insistía en que “pasar por alto la raza ha llevado a cometer errores críticos” en la respuesta al Covid-19. Naciones Unidas señaló a España, como el segundo país que más veces había vulnerado los derechos de la población afrodescendiente, solo por detrás de los Estados Unidos.

Precisamente, el texto aprobado por la Asamblea General de la ONU y en el que España se abstuvo el pasado 31 de diciembre condenaba, entre otras, la violencia policial y las prácticas de carácter racista por parte de las fuerzas del orden contra personas africanas y afrodescendientes. También subrayaba la necesidad de apoyo institucional al Decenio Internacional para los Afrodescendientes y desarrollar acciones de conmemoración del 20º aniversario de la Declaración y Programa de Acción de Durban, por parte de los países. 

Abstención en otra resolución contra la glorificación del nazismo
 

En 2019 ya se votó sobre una resolución contra el racismo. Los resultados fueron sensiblemente mejores. Hubo 185 participantes -en lugar de los 178 de 2020-, 44 abstenciones y 10 votos en contra. Votaron a favor 131 gobiernos. Este tipo de resoluciones de la ONU expresan formalmente la voluntad de la Asamblea General, integrada por los 193 Estados Miembros de las Naciones Unidas. A este respecto, durante el mismo periodo de sesiones, se votó el 23 de diciembre de 2020 sobre una resolución contra la glorificación del nazismo y el neonazismo, en la que España también se abstuvo. Evidenciando nuevamente hipocresía política debido a que, en la actualidad, España participa en el recuerdo del Holocausto que se celebra durante el mes de enero con un acto de Estado, un concierto online y el testimonio de varios supervivientes judíos. Una conmemoración que como ya sucedió en Núremberg, no hace ni una sola mención al exterminio de la población gitana europea, el Samudaripen. 

La irrupción de la extrema derecha ha traído consigo un cambio en las reglas de juego de la política. Sus ideas le permiten deformar la realidad para adecuarla a sus intereses e instaurar sus discursos racistas en la agenda pública y, como señala el periodista Miquel Ramos, haber permitido la institucionalización del odio por parte de la extrema derecha es lo que nos ha llevado a que la voluntad de luchar contra el racismo y el fascismo haya disminuido este 2020 o a que países como España, gobernados por una coalición de izquierdas, se abstengan en la lucha contra el racismo y el nazismo al tiempo que condenan el asesinato racista de George Floyd y señalan la necesidad de acabar con las políticas que lo permiten y participan con homenajes nacionales en el recuerdo a las víctimas del Holocausto. No se puede estar a favor del oprimido y del opresor. No se puede defender los derechos humanos mientras se defienden las estructuras que sistemáticamente los socavan.

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