Joe Biden en la Casa Blanca: ninguna ilusión
El Viejo Topo
24.01.2021
Puede parecer
un consejo vano, pero hay que recordar el torrente de ilusorias expectativas
que despertó el triunfo de Barack Obama en 2008. Reflejo de la profunda
penetración del mensaje neocolonial, los cánticos triunfalistas que destacados
intelectuales de la “progresía” europea y latinoamericana entonaran en vísperas
de la inauguración de su mandato fueron rápidamente acallados ni bien el
afro-americano puso manos a la obra (secundado por Joe Biden) y dedicó ingentes
esfuerzos a salvar a los bancos de la “crisis de las hipotecas sub-prime”
olvidándose de los millones que fueron estafados por aquellos. Dado que ya se
escuchan, si bien con un tono aflautado, algunas letanías parecidas a las del
2008, parece oportuno recordar estos antecedentes para no caer en nuevas –y previsibles-
frustraciones.
Biden llega a
la Casa Blanca con un equipo étnicamente más heterogéneo que el de Donald
Trump, casi en su totalidad conformado por varones blancos. Pero en todos los
casos se trata de personas que más allá de su diversidad étnica y cultural
están íntimamente ligadas al gran capital norteamericano. El Departamento de
Estado será dirigido por Anthony Blinken, un halcón moderado, pero halcón al
fin, que cree que su país tendría que haber fortalecido su presencia en Siria
para evitar la llegada de Rusia. Blinken apoyó la invasión a Irak en 2003 y la
intervención armada en Libia que culminó con la destrucción de ese país y el
linchamiento de Muammar El Gadafi. Ha dicho que “la fuerza debe ser un
complemento necesario de la diplomacia”, en línea con el pensamiento
tradicional del establishment. Por lo tanto, a no confundirse.
El Jefe del
Pentágono propuesto por Biden es un afro-descendiente, Lloyd Austin, un general
de cuatro estrellas con 41 años de actividad en el Ejército y cuya ratificación
en el Senado puede verse comprometida por dos razones. Primero porque la ley
establece que ese cargo sólo lo puede ocupar un militar que haya abandonado el
servicio por lo menos siete años antes, y Austin recién lo hizo en el 2016.
Segundo, porque hasta fechas recientes era miembro del Directorio de Raytheon,
uno de los gigantes del complejo militar-industrial, gran proveedor de las
fuerzas armadas de EEUU. Además Austin, un hombre con buen olfato para los
negocios, es también socio de un fondo de inversión dedicado a la compraventa
de equipos militares. Pequeñas incompatibilidades, dirán los medios
hegemónicos, siempre tan complacientes con lo que ocurre en Washington.
La segunda
línea del Departamento de Estado tiene como figura estelar, en el cargo de subsecretaria
para Asuntos Políticos, nada menos que a Victoria Nuland. Este personaje es un
super-halcón que en la Plaza Euromaidan de Kiev alentó y repartió botellitas
con agua y pastelitos a las hordas (similares a las que asolaron el Capitolio
el 6 de enero en Washington) que sitiaban la casa de gobierno de Ucrania y, en
febrero de 2014, derrocaron al legítimo gobierno de ese país. Una conversación
telefónica entre el embajador de EEUU en Ucrania y Nuland, inesperadamente
filtrada a la prensa, quedará para siempre en los anales de la historia
diplomática porque cuando aquel le hizo saber que la Unión Europea no estaba
muy de acuerdo con derrocar al gobierno de Víktor Yanukóvich la Nuland
respondió con un seco “Fuck the European Union!” No está demás agregar
que esta bella persona está casada con Robert Kagan, un ultraderechista autor
de varios libros en donde exalta el Destino Manifiesto de Estados Unidos,
defiende sin tapujos la ocupación israelí de Palestina y recrimina a los
gobiernos europeos por su cobardía en acompañar a Estados Unidos en su cruzada
civilizatoria universal. Todo queda en familia.
Por si lo
anterior no fuera suficiente para disipar cualquier esperanza en relación al
recambio presidencial en Estados Unidos termino con dos citas de un artículo
que Joe Biden publicara en la revista Foreign Affairs.[1] Se
titula “Por qué EEUU debe conducir nuevamente. Rescatando la política exterior
después de Trump” y allí lanza un rabioso ataque en contra de Rusia y China. De
la primera dice que la sociedad civil rusa resiste con valentía la opresión del
“sistema autoritario y la cleptocracia de Vladimir Putin”. Sobre China,
reafirma la necesidad de “endurecer nuestra política” hacia el gigante
asiático. De lo contrario, asegura, China continuará “robando la tecnología y
la propiedad intelectual” de nuestras empresas.[2]
Difícil que con
personas como las que ha reclutado para los cargos clave de su administración y
con una retórica como la que brota de su puño y letra el mundo pueda respirar
tranquilo y confiar en que, ahora sin Trump, las tensiones del sistema internacional
disminuirán significativamente.
Notas
[1] En Foreign
Affairs, Marzo-Abril 2020, Volumen 99, Nº 2, pp. 64-76.
[2] El
periodista Rick Gladstone, en un artículo publicado en el New York
Times del 7 de noviembre de 2020, después de su artículo en Foreign
Affairs, asegura que Biden se refirió a Xi Jinping como “un matón”.
Artículo
publicado originalmente en Página 12.
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