martes, 26 de enero de 2021

Huelga General. ¿Cosa de mujeres y hombres separadamente, cada cual tirando de la manta por una punta? La reina Leticia no tiene nada de “opresión patriarcal”; la mujer de Ivan Espinosa de los Monteros que cobraba honorarios indebidamente, tampoco; la señora Botín del Banco de Santander, una mujer de las que más poder efectivo tiene y más oprime en España, tampoco; Margarita Gil Robles del PSOE, tampoco; Cristina Cifuentes, tampoco; Esperanza Aguirre, tampoco; la señora Botella esposa de José María Aznar, tampoco; la señora Díaz Ayuso, presidenta de la comunidad de Madrid, tampoco; la ya fallecida Margaret Thatcher, madre, prima o impulsora de la ruina de los trabajadores ingleses, tampoco; Christine Lagarde, la señora del FMI que deseaba que los viejos nos muriéramos, tampoco; Ángela Merkel, tampoco; la señora Corinna, amiga, conocida, intima, confesora o lo que fuera del que era Rey de España, Juan Carlos UNO, que por darse un rodillazo con una banqueta o que tuvo sus más y sus menos con las sábanas de la cama, por lo que acabo llevándose unos cuantos millones de euros de los españoles, tampoco; la amiga, compañera, colegui, trota caminos o lo que fuera, con su sueldo público aparejado, de Federico Trillo que había sido premiado con la Embajada en el Reino Unido, tampoco; la señora Rudi del PP, tampoco; Susana Díaz del PP, tampoco; la ex diputada del PP, Ana Mato, que era cortita de vista porque ni siquiera llegaba a ver los cochazos aparcados en su aparcamiento, tampoco; Patricia Ortega, general del ejército de España, tampoco; la mujer del euro parlamentario del PP, Leopoldo López, entera y redondamente natural de Venezuela (como si en España no hubiera numerosos españoles de buena bandera en la muñeca para cumplir los cánones exigidos por la jefatura del PP que den acceso al cobro de un sueldo público) afincado en España, tampoco; la mujer de Iñaki Urdangarín, Urda para los amigos, tampoco… Y así, unas cuantas más, lo que vendría a indicar que la cuestión de la opresión, represión no hay que buscarla, porque no está, en el sexo de las personas sino en las relaciones de producción basadas en la violencia, de donde se traslada a la raíz de la sociedad (en nuestro caso, la sociedad capitalista, que es a la que hay que derribar para sustituirla por las relaciones de producción de colaboración socialistas, donde no habrá mujeres y hombres trabajando, sino personas) manifestándose en todas las esferas sociales de múltiples formas. Y, como esto no se tenga claro, clarito. Tan claro como la sopa de un asilo, es más que dudoso que una huelga general (UGT y CCOO ya han organizado varias) que no tenga como fin el derrocamiento del modo de producción capitalista (lo que exige lo que ni por asomo tenemos actualmente los trabajadores: conciencia de clase y organizaciones sociales, sindicales y políticas mayoritarias) es más que dudoso que pueda tener efectos positivos, no par la muer, sino para los trabajadores, donde están incluidas las mujeres. Y, naturalmente, esta es mi opinión y sin considerarme ni hombre ni mujer, sino persona trabajadora. Persona trabajadora, que eso sí, que tiene el aparato reproductor genital varón, al que por cierto, le gusta y desea el aparato reproductor genital femenino, pero no por machismo, sino por simple imperativo natural, dado que el sexo y el hambre son las dos característica naturales e intrínsecas e invariables del ser humano.


¡Necesitamos una nueva huelga general feminista el 8M! Debates en la asamblea de la comisión del 8M de Madrid

Foto de archivo

 TERCERAINFORAMCION / 26.01.2021

El pasado domingo 17 de enero se celebró la asamblea general de la Comisión 8M de Madrid. A pesar de casi un año de inactividad por parte de la comisión, fuimos alrededor de 200 compañeras las que participamos – presencialmente y online–. La razón de esta afluencia es muy sencilla: frente a la idea de que la pandemia lo ha parado todo, lo cierto es que la opresión y violencia contra nosotras se han recrudecido de forma extrema en estos meses. Somos muchas, muchísimas las que entendemos que es urgente acabar con esta situación retomando la lucha con todas nuestras fuerzas.

El año de la pandemia recrudece nuestra opresión. ¡Hay que volver a levantar la bandera de la lucha!

Estos meses de pandemia han desenmascarado cruelmente la catástrofe social provocada por un sistema en el que imperan las ganancias de un puñado de magnates por encima de todo. Somos las oprimidas entre los oprimidos sobre quienes más se está descargando el peso para mantener este orden injusto de cosas: el desempleo, la extensión de la pobreza, ocupamos los trabajos más precarizados…

A toda esta situación, tenemos que sumar el aumento galopante de la violencia machista. Encerradas en casa con nuestros maltratadores, sin recursos y aisladas, el confinamiento ha expuesto a miles de mujeres a sobrevivir diariamente en una cárcel de opresión. Además, la explotación sexual en todas sus formas se ha disparado.

Por esto mismo, las compañeras de Libres y Combativas, el Sindicato de Estudiantes e Izquierda Revolucionaria, defendimos en la asamblea del 8M que tenemos que volver a armarnos con la herramienta más contundente que poseemos: una huelga general feminista que lo paralice todo. La huelga es la forma más efectiva de unir nuestras fuerzas en una sola voz. ¡Así podemos golpear donde más les duele a todos esos explotadores y explotadoras que se están haciendo de oro a nuestra costa sometiéndonos a una situación imposible en esta pandemia!

Al igual que nosotras, fueron otras muchas trabajadoras y jóvenes, las que se expresaron en este sentido. Y es que la experiencia del 2018 y 2019, deja un balance claro al respecto.

¡Qué nada ni nadie frene nuestra lucha! Necesitamos un feminismo revolucionario y democrático

A pesar de este ánimo general por retomar la lucha, la actitud de las responsables de moderar la asamblea, la mayoría de ellas vinculadas a organizaciones que sostienen al Gobierno, se manifestaron de manera hostil a la propuesta de la huelga. No sólo eso, sino que elaboraron toda una estrategia para evitar una discusión genuina y democrática en la asamblea: se nos dividió en 22 salas virtuales separadas y se argumentó que para ser efectivas era imposible tener un plenario al uso. No sólo no pudimos poner en común nuestras opiniones, sino que estas autoerigidas moderadoras –todas abiertamente contrarias a la huelga– fueron las encargadas de seleccionar lo más significativo de la discusión en cada sala. Después otras tres personas que nadie había elegido se juntaron a puerta cerrada para decidir lo que se “consensuaba”: según ellas el sentir mayoritario era contrario a la huelga este año.

Esta metodología antidemocrática se combinaba con argumentos muy perniciosos: “no podemos convocar huelga porque la economía está muy mal”, “hacer huelga es un privilegio” o que no se puede exigir la nacionalización de la sanidad privada porque “eso no tiene que ver con las mujeres». Un completo sinsentido.

Estas ideas y prejuicios dan munición precisamente a quienes nos oprimen y explotan en el día a día para hacernos pensar que esto es lo que hay, y que no tenemos posibilidad de cambiar las cosas. ¿Por qué tenemos que asumir el coste de esta crisis? ¿Por qué tenemos que quedarnos de brazos cruzados ante esta situación?

Nosotras nos preguntamos: la economía está muy mal ¿para quién? Mientras la clase trabajadora, y especialmente las mujeres de nuestra clase, sufrimos una situación deplorable, hay quien vive una realidad radicalmente distinta. Los grandes empresarios, los banqueros y banqueras, los especuladores del Ibex 35 están haciendo fabulosos negocios e incrementan sus riquezas. Además, también planean una ofensiva de austeridad y ataques para seguir aumentado sus ganancias, como muestra el caso de la reforma de las pensiones o el incremento de la factura de la luz. La manera de enfrentar esta situación de clasismo y violencia aberrante no es dar una imagen irreal de debilidad dando un paso atrás y renunciando a la huelga general que conquistamos años atrás, sino organizar un movimiento masivo que amplíe nuestras fuerzas.

Por otro lado, si algo ha vulnerado el derecho a huelga y perpetuado la situación de semiesclavitud entre los sectores más precarizados de las mujeres es la política de paz social impuesta por los dirigentes sindicales y su resignación a asumir el mal menor frente a la ofensiva de la patronal. La renuncia a la lucha o a ejercer los derechos nunca fue una ayuda para las capas más oprimidas. Todo lo contrario. La única manera de romper con el aislamiento a la que las compañeras en condiciones más precarias o inmigrantes han sido abandonadas por la inacción de los dirigentes sindicales no es aceptando como irremediable su realidad, sino con el respaldo y la fuerza del conjunto de la clase trabajadora para defender también sus derechos. En esa estrategia, retomar la huelga general feminista exigiendo a los sindicatos convocarla es una pieza clave.

¡Sí tenemos alternativa a esta catástrofe! Los derechos se conquistan luchando

Este debate se da en un momento en el que Unidas Podemos dentro del Gobierno ha renunciado a la calle y a las grandes reivindicaciones bajo el argumento de que no existe “una correlación de fuerzas favorable”. Siguiendo esta lógica, las compañeras que dirigen la comisión 8M piensan que es mejor tratar de institucionalizar nuestras demandas. Pensamos sinceramente que están profundamente equivocadas.

Las compañeras de la comisión 8M no deberían aceptar la lógica del mal menor, ni dar por buenas las excusas que desde el Gobierno PSOE-UP se esgrimen para no pasar a la acción decididamente contra quienes se benefician con nuestra postración. Ninguno de nuestros problemas se solucionarán en despachos, ni acuerdos institucionales. Tampoco pidiendo colaboración a las súper ricas que nos explotan –como hacía Irene Montero hace unos días en la clausura de una “cumbre feminista” de la revista Forbes–. Cualquier cambio real en nuestras vidas implica enfrentarse abiertamente a la patronal, la judicatura machista, la jerarquía de la Iglesia Católica o el lobby proxeneta.

Desde Libres y Combativas, el Sindicato de Estudiantes e Izquierda Revolucionaria tenemos claro que ahora más que nunca tenemos que impulsar la fuerza que hemos ganado en las calles sin dar tregua. Convocaremos huelga general estudiantil para contribuir lo máximo posible a que este 8M sea un gran día de lucha con millones en pie contra la violencia machista y el sistema capitalista que la ampara. Un paso más para levantar un genuino movimiento de combate por nuestra liberación y que sólo podremos desempeñar armadas con un feminismo revolucionario y anticapitalista, que se base en nuestra fuerza en las calles y no se deje domesticar ni institucionalizar. Que sea capaz de poner en jaque al sistema capitalista y su opresión patriarcal con un programa para transformar la sociedad.

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Colombia como Barrio de Bilbao o porque Bilbao y Colombia son Barrios de mi pueblo, Isla Mayor, o porque en todas partes cuecen garbanzos, o porque 1 + 1 = 2; 2 + 2 = 4; 4 + 4 = 8 o por lo que quiera cada uno de ustedes + 1, me guste a mí o no me guste.

 

Nuevo momento en la lucha de clases y posibilidades de cambio

 


Por Aureliano Carbonell 

Fuentes: Rebelión

23/01/2021 

En Colombia, en este 2021 y en los años inmediatamente siguientes, tienden a darse luchas sociales y políticas de mayores dimensiones a las que se presentaron en los últimos 12 años, los que, recordemos, han marcado desde el 2008 un nuevo ascenso de la movilización social.

Dadas las características que ésta ha presentado, sobre todo en los últimos tres años, los procesos y las luchas futuras, además de presionar  reivindicaciones inmediatas, tenderán a incorporar demandas de mayor trascendencia política y de cambio, tal como viene siendo la característica en los últimos tiempos.

Independientemente de la próxima coyuntura electoral, o sin ceñirse exclusivamente a ésta, es claro que se está configurando en los años recientes, como una posibilidad real, la emergencia de un nuevo gobierno que apuntale soberanía y cambios; un escenario probable más no inexorable.

En la conformación de este escenario, inciden  los problemas históricos acumulados y las luchas que vienen de atrás, pero también cuestiones más recientes, como el ascenso de procesos por exigencias sociales y políticas dados los incumplimientos que se arrastran, el desgaste y las dificultades crecientes que evidencian la incapacidad del actual gobierno, con la intensidad que tiende a cobrar en lo inmediato y en el nuevo contexto latinoamericano y mundial que se está desarrollando, acelerado  ahora por la pandemia.

El virus frenó temporalmente el ascenso de la lucha social, la que en el 2019 mostró la mayor fuerza de la última década. No obstante ese paréntesis generado por esta pandemia, fue cediendo, y en el segundo semestre del 2020 pudieron constatarse expresiones tan visibles como las movilizaciones del 9 y 10 de septiembre, brutalmente reprimidas por la policía.

Para este 2021 y los años inmediatamente siguientes, se diagnostican y se perciben nuevas y mayores luchas y movilizaciones, al igual que una mayor confrontación política. La pandemia impuso sólo ese paréntesis, que suma razones a los pliegos por la gestión tan pésima de la misma.

Nuevo momento en la lucha de clases

Si logramos mirar más allá de lo superficial y del día a día, nos daremos cuenta que en los años recientes se ha estado perfilando en el país un nuevo momento de la lucha de clases y de las posibilidades  de cambio, a pesar de la continuidad del terrorismo de Estado, del paramilitarismo y del terrible y creciente asesinato de líderes sociales y  excombatientes de las FARC  desmovilizadas [1].

Colombia no es ajena a lo que se presentó en el continente latinoamericano en la primera década de este siglo XXI,  ni de lo que tiende a reeditarse en la actualidad.  Estamos ante nuevas realidades, imperceptibles en algunos casos, pero reales y en desarrollo, lo que demanda a quienes estamos comprometidos con los cambios y con otro futuro para los colombianos, a replantear y ajustar varios  de los diseños que habíamos construido para momentos y situaciones anteriores.

En este 2021 y en los dos, tres, o cuatro próximos años, tiende a acrecentarse el rechazo al actual gobierno o a otro de carácter igualmente oligárquico y mafioso; tiende igualmente, como ya se ha planteado, a acrecentarse significativamente la lucha social y política de los de abajo y de los sectores medios, desatándose coyunturas de crisis de gobernabilidad, de mayores y mejores opciones de cambio y de nuevo gobierno.

Todo ello en razón de las nuevas realidades en desarrollo en el país, en el continente y en el contexto mundial, en especial, en este último caso, con la decadencia y la progresiva pérdida de hegemonía de los Estados Unidos como centro imperialista, cuestión que se ha hecho más evidente en los últimos tiempos.

Hechos relevantes

a. En Colombia desde el 2008, cuando la Minga indígena y popular del Cauca, asistimos a un nuevo ciclo de ascenso de las luchas sociales y de las luchas políticas de masas. Ese ascenso si bien ha sido irregular, se ha mantenido y ha tenido cada vez mayores alcances.

b. Son inéditos en los últimos 100 años de nuestra historia, los resultados de los comicios presidenciales del 2018, marcando un nuevo momento en la disputa institucional con las fuerzas oligárquicas y del imperialismo. Recordemos que en esas  elecciones, el candidato de la oposición de centro-izquierda, logró un  43% del total de la votación.

c. El desgaste del actual gobierno, el ascendente rechazo de la población y las dificultades crecientes que se le están presentando, junto con el debilitamiento de la hegemonía de la ultraderecha uribista.

d. Los efectos y las tensiones sociales que está generando la crisis económica, agudizada por la pandemia del Covid-19. A fines de enero ya estaremos por encima de los dos millones de contagios y con un aproximado de 50.000 muertos; el crecimiento del PIB en Colombia, según la CEPAL, se contrajo el año 2020 en un -8%,  lo que no se presentaba desde hace muchas décadas; el desempleo en el tercer trimestre estaba por el 14% y la informalidad se acercó al 60%.

Históricamente, en los momentos de crisis económica, se han presentado grandes estallidos sociales, se han multiplicado las luchas de los pueblos y se desatan coyunturas de cambio.

La situación actual es tan crítica que Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, ha advertido que ésta es la peor crisis para la región desde hace un siglo. No es casual que la CEPAL advierta que “Las cicatrices que deja la mayor crisis en décadas, con un aumento de los niveles de desempleo y pobreza, así como de la desigualdad, podrían intensificar las tensiones sociales latentes…” (El Mercurio. Chile. «La peor crisis económica de los últimos 120 años«. 16 de diciembre de 2020).

e. En la actualidad persisten las fricciones ínter-oligárquicas presentadas en los últimos ocho años por diferentes razones, lo que ha contribuido a achicar el consenso con el sector oligárquico y político que prima en el actual gobierno, y le abre mejores espacios al campo popular, a la movilización, a la oposición política y a las opciones de cambio.

f. El desprestigio que al momento registran instituciones como la Fiscalía, el ejército y la policía, y otras encargadas de control, es el mayor en los cuarenta últimos años, según distintas analistas y sondeos de opinión.

g. En las movilizaciones del año pasado, especialmente en las del segundo semestre, ganó fuerza el grito que planteaba la salida o caída de Duque. Está el interrogante de si este reclamo logrará prender ahora en este 2021, si será amplificado y articulado en sectores más amplios de la población y si tomará más fuerza en el país, dada la malísima gestión de este gobierno y el clima social y de inconformidad que se ha manifestado desde los primeros  meses de su posesión en agosto de 2018, a lo que habría que agregar las situaciones que está generando la agudeza y la prolongación de la  pandemia.

h. La situación del continente está cambiando nuevamente de manera favorable para los pueblos. En el 2019, en Chile, Ecuador, Haití y Colombia, se presentaron las protestas y movilizaciones sociales más fuertes y prolongadas de los últimos años en cada uno de esos países; finalizando el 2020 estalló la  crisis de gobierno y de gobernabilidad en el Perú y se dieron inéditas movilizaciones en Costa Rica. En México y Argentina, se ganaron gobiernos progresistas y a un año del golpe de Estado en Bolivia, el Movimiento al Socialismo (MAS) ganó las elecciones y accedió de nuevo al gobierno. Cuba sigue resistiendo e irradiando su voz de aliento y Venezuela sobrevive a la feroz ofensiva norteamericana y europea.

i. Un factor reciente, de gran relevancia, que suma a los anteriores para configurar un nuevo momento de la lucha de clases, proviene de las situaciones que se están presentando en los Estados Unidos, como  potencia imperialista. Con China está perdiendo su primacía económica; es el país más afectado por la pandemia, con casi 25 millones de contagios a la fecha y más de 400.000 muertos; le ha estallado una crisis política, de legitimidad y de paradigma democrático, retratada en las movilizaciones cuando el asesinato del afroamericano George Floyd, y sobre todo, de manera especial, en  los sucesos de este pasado 6 de enero en el Congreso, verificada en las inéditas tensiones para la transición presidencial.

Cuando el Imperio, el centro, se debilita, cuando empieza a ser manifiesto su declive, cuando va siendo más aguda, intensa y palpable su crisis, se amplían las posibilidades de emancipación de los pueblos. Recordemos nuestra propia historia, cuando la crisis del imperio español y las mejores condiciones que ello generó para la lucha por la independencia en el continente.

Posibilidad histórica

Si bien no están alineados todos los astros, sí se está configurando un momento histórico favorable para avanzar. En este contexto es vital y decisiva  la clarividencia, la decisión, la acción y la oportunidad del componente subjetivo y por tanto el empuje de las fuerzas populares, progresistas, de cambio y de futuro en el país.

Estamos ante una posibilidad histórica que podría esfumarse una vez más, si no la enfrentamos juntos,  con  lucidez, audacia y unidad, pensando más allá de los intereses particulares de cada corriente, fuerza o sector, con visión de país y de contexto continental.

Tiene asidero ahora, pensar en un mayor protagonismo e incidencia de las luchas sociales, en distintas dinámicas extra-institucionales e institucionales de lucha política, en la obligatoriedad de avanzar en la construcción de un gran bloque popular y democrático, en alimentar y propiciar situaciones que desnuden y sumen a una  crisis de gobierno y que aporten a la opción de cambios, así éstos tengan que ser aún muy elementales, pero sí inscritos en una perspectiva de futuro.

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[1]. A este 17 de Enero del 2021, según los registros de INDEPAZ, en los últimos 4 años, después de la firma de paz de las FARC, han sido asesinados 1.127 líderes sociales y 253 excombatientes, a lo que habría que agregarle la estigmatización, la persecución y las detenciones de  activistas de izquierda y dirigentes sociales, tal como se puede verificar en los reportes de distintas organizaciones de derechos humanos, entre otras el Comité de Solidaridad con los Presos Políticos y el Colectivo José Alvear Restrepo.

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Virginia Woolf. Novelista y feminista, una mujer en definitiva, que para alcanzar el grado de persona no pedía, "paritariamente," un puesto en el consejo de administración en un banco

 

Tal día como (25) hoy en 1882 nacía en Londres Virginia Woolf, una de las grandes renovadoras de la novela moderna y sólido referente del feminismo internacional. La recordamos con este cuento, relato de la evocación romántica de una historia de amor.

El foco



Virginia Woolf

El Viejo Topo

25.01.2021

La mansión del vizconde del siglo XVIII había sido transformada en un club del siglo XX. Y era agradable, después de cenar en la gran estancia con columnas y candelabros, bajo el esplendor de la luz, salir a la terraza que daba al parque. Los árboles eran frondosos, y si hubiera habido luna se hubiesen podido ver las banderolas de color rosa y crema puestas en los castaños. Pero era una noche sin luna; muy cálida, tras un hermoso día de verano.

Los invitados del señor y la señora Ivimey tomaban café y fumaban en la terraza. Como si quisieran aliviarles de la necesidad de hablar, como si quisieran entretenerles sin que tuvieran que hacer esfuerzo alguno por su parte, haces de luz recorrían el cielo. Corrían tiempos de paz entonces; las fuerzas aéreas hacían prácticas; buscaban aviones enemigos en el cielo. Después de detenerse para examinar un punto sospechoso, la luz giró, como las aspas de un molino, o bien como las antenas de un prodigioso insecto, y reveló aquí un cadavérico muro de piedra; allá un castaño en flor; y de repente la luz incidió directamente en la terraza, y, durante un segundo, brilló un disco blanco, que quizá fuera el espejo dentro del bolso de una señora.

-¡Miren! -exclamó la señora Ivimey.

La luz se fue. Volvieron a quedar en la oscuridad.

La señora Ivimey añadió:

-¡Nunca adivinarán lo que esto me ha hecho ver!

Como es natural, intentaron adivinarlo.

-No, no, no -protestaba la señora Ivimey. Nadie pudo adivinarlo. Sólo ella lo sabía; y sólo ella podía saberlo, debido a que era la biznieta del hombre en cuestión. Y este hombre le había contado la historia. ¿Qué historia? Si ellos querían, intentaría contársela. Quedaba aún tiempo, antes de que el teatro comenzara.

-Pero, realmente, no sé cómo empezar -dijo la señora Ivimey-. ¿Fue en 1820…? Este año debía correr, más o menos, cuando mi bisabuelo era un muchacho. Ya no soy joven -no, pero era muy hermosa y de buen porte- y mi bisabuelo era un hombre muy viejo, cuando yo me encontraba en la niñez, que fue cuando me contó la historia. Era un viejo muy apuesto, con su mata de cabello blanco y sus ojos azules. De muchacho tuvo que ser muy guapo. Pero extraño. Lo cual no deja de ser lógico -explicó la señora Ivimey- teniendo en cuenta la manera en que vivían. Se apellidaban Comber. Habían venido a menos. Habían sido hidalgos; habían tenido tierras en Yorkshire. Pero, cuando mi bisabuelo era joven, casi un muchacho, sólo quedaba la torre. La casa había desaparecido, y sólo quedaba una casucha de campesinos en medio de los campos. La vimos hace diez años, sí, la visitamos. Tuvimos que dejar el automóvil y cruzar los campos a pie. No hay camino hasta la casa. Está aislada, y la hierba crece hasta la misma puerta… Había gallinas picoteando, entrando y saliendo de los cuartos. Todo estaba ruinoso. Recuerdo que, de repente, de la torre cayó una piedra. -Hizo una pausa-. Allí vivían -prosiguió- el viejo, la mujer y el muchacho. La mujer no era la esposa del viejo, ni la madre del muchacho. Era, simplemente, una doméstica, una muchacha que el viejo se llevó a vivir con él cuando enviudó. Esto quizá fuera una razón más para que nadie los visitara, una razón más que explica que todo fuera quedando en estado ruinoso. Pero recuerdo el escudo de armas sobre la puerta; y los libros, libros viejos, cubiertos de moho. En los libros aprendió cuanto sabía. Leía y leía, me dijo, libros viejos, con mapas plegados entre las páginas. Los subió a lo alto de la torre; todavía se conserva la cuerda, y los peldaños rotos. Todavía hay una silla desfondada, junto a la ventana, y la ventana abierta, batiendo, con los vidrios rotos, y un panorama de millas y millas de páramo.

Hizo una pausa, como si se encontrara en lo alto de la torre, mirando por la ventana que batía.

-Pero no pudimos -dijo- encontrar el telescopio.

En el comedor, a sus espaldas, el sonido de platos entrechocando aumentó. Pero la señora Ivimey, en la terraza, parecía intrigada por no haber podido encontrar el telescopio en la vieja casa.

-¿Y por qué buscabas un telescopio? -le preguntó alguien.

Riendo, la señora Ivimey repuso:

-¿Por qué? Pues porque si no hubiera habido un telescopio, yo no estaría ahora sentada aquí.

Y ciertamente ahora estaba sentada allí, mujer de media edad y buen porte, con algo azul sobre los hombros.

Volvió a hablar.

-Tuvo que ser allí, porque me contó que todas las noches, cuando los viejos ya se habían acostado, se sentaba ante la ventana, para mirar las estrellas con el telescopio. Júpiter, Aldebarán, Casiopeya.

Agitó la mano hacia las estrellas que comenzaban a aparecer sobre las copas de los árboles. La noche se estaba oscureciendo. Y el foco parecía más luminoso, barriendo el cielo, deteniéndose aquí y allá para contemplar las estrellas.

-Y allí estaban -prosiguió- las estrellas. Y se preguntó, mi bisabuelo, aquel muchacho: ¿Qué son? ¿Para qué están? ¿Quién soy yo? Como solemos hacer cuando estamos solos, sin nadie con quien hablar, mirando las estrellas.

Guardó silencio. Todos miraron las estrellas que estaban surgiendo de la oscuridad, encima de los árboles. Las estrellas parecían muy permanentes, muy inmutables. El rugido de Londres se alejó. Cien años parecían nada. Tenían la impresión de que el muchacho contemplaba las estrellas con ellos. Tenían la impresión de estar con él, en la torre, mirando las estrellas, encima de los páramos.

Entonces una voz a sus espaldas dijo:

-Efectivamente. Viernes.

Todos se volvieron, rebulleron, se sintieron situados de nuevo en la terraza.

La señora Ivimey murmuró:

-Sí, pero no había nadie que pudiera decírselo a él.

La pareja se levantó y se fue.

-Estaba solo -prosiguió la señora Ivimey-. Era un hermoso día de verano. Un día de junio. Uno de esos días de verano perfectos, en que todo, en el calor, parece estarse quieto. Estaban las gallinas picoteando en el patio de la casa de campo; el viejo caballo pateando en el establo; el viejo dormitando junto al vaso. La mujer fregando platos en la cocina. Quizá de la torre cayó una piedra. Parecía que el día nunca fuera a terminar. Y el muchacho no tenía a nadie con quién hablar, y nada, absolutamente nada que hacer. El mundo entero se extendía ante él. El páramo subía y bajaba; el cielo se unía al páramo; verde y azul, verde y azul, para siempre, eternamente.

En la penumbra, podían ver que la señora Ivimey se apoyaba en la baranda, con la barbilla en las manos, como si contemplara el páramo desde lo alto de una torre.

-Nada, salvo páramo y cielo, páramo y cielo, siempre, siempre -murmuró.

Entonces la señora Ivimey efectuó un movimiento como si colocara algo en la debida posición.

-Pero, ¿qué aspecto tenía la tierra, vista a través del telescopio? -preguntó.

Efectuó otro rápido y leve movimiento con los dedos, como si diera la vuelta a algo.

-Lo enfocó -dijo-. Lo enfocó hacia la tierra. Lo enfocó en la oscura masa de un bosque, en el horizonte. Lo enfocó de manera que pudiera ver… cada árbol… cada árbol aisladamente… y los pájaros… alzándose y descendiendo… y la columna de humo… allá… entre los árboles… Y después… más bajo… más bajo… (la señora Ivimey bajó la vista)… allí había una casa… una casa entre los árboles… una casa de campo… se veían los ladrillos por separado, cada uno de ellos… y los toneles a uno y otro lado de la puerta… con flores azules, rosadas, hortensias quizá… -Hizo una pausa… -Y entonces de la casa salió una muchacha… que llevaba algo azul en la cabeza… y se quedó allí… dando de comer a los pájaros… palomas… que acudían revoloteando a su alrededor… Y entonces… mira… Un hombre… ¡Un hombre! Apareció por la esquina de la casa. ¡Cogió a la muchacha en sus brazos! Se besaron… se besaron.

La señora Ivimey abrió los brazos y los cerró como si estuviera besando a alguien.

-Era la primera vez que el muchacho veía a un hombre besar a una mujer -a través del telescopio-, a millas y millas de distancia, en el páramo.

Alejó de sí algo, probablemente el telescopio. Y quedó sentada, con la espalda muy erguida.

-Y el muchacho bajó corriendo la escalera. Corrió a través de los campos. Corrió por senderos, por la carretera, a través del bosque. Corriendo recorrió millas y millas, y en el preciso instante en que las estrellas comenzaban a aparecer sobre los árboles, llegó a la casa… cubierto de polvo, chorreando sudor…

Se calló como si estuviera viendo al muchacho.

-Y entonces, y entonces… ¿qué hizo? ¿Qué dijo? ¿Y la chica…? -así apremiaron los presentes a la señora Ivimey.

Un haz de luz quedó proyectado sobre la señora Ivimey, como si alguien hubiera enfocado sobre ella la lente de un telescopio (eran las fuerzas aéreas, buscando aviones enemigos). Se había puesto en pie. Llevaba algo azul en la cabeza. Había alzado una mano como si estuviera ante una puerta, pasmada.

-Bueno, la muchacha… Era… -dudó, como si se dispusiera a decir “era yo”. Pero recordó; y se corrigió.

-Era mi bisabuela -dijo.

Se volvió en busca de su echarpe. Se encontraba en una silla, detrás de ella.

-Pero, ¿y el otro hombre? ¿El hombre que salió de la esquina? -le preguntaron.

-¿Aquel hombre? Oh, aquel hombre -murmuró la señora Ivimey, interrumpiéndose un instante para modificar la posición del echarpe (el foco había abandonado la terraza)- supongo que desapareció.

-La luz -añadió mientras cogía sus cosas- sólo incide aquí y allá.

El foco acababa de pasar. Ahora daba en el llano terreno de Buckingham Palace. Y había llegado el momento de ir al teatro.

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