Entrevista a Francisco Martínez López, El Quico, guerrillero
antifranquista, el último maqui
“Los
guerrilleros no estábamos en el monte, eso es una deformación. Estábamos en las
casas del pueblo”
Por Ritama Muñoz-Rojas
Rebalion / España
| 19/11/2022 | España
Hubo
en España diez mil hombres para los que la guerra no terminó en 1939 y que,
desde 1936 y hasta 1952, permanecieron armados y luchando, casi siempre cuerpo
a cuerpo, contra el franquismo y sus tropas. A ese grupo de combatientes,
conocido como el maquis o la guerrilla, perteneció durante catorce años
Francisco Martínez López, El Quico,hoy
único superviviente del movimiento guerrillero, la única voz que puede hablar
en primera persona de aquella lucha para la que tan importante fue el apoyo de
una parte de la sociedad, aunque la Historia, la que nos ha llegado mutilada y
desfigurada, se haya decantado por una versión que tiene más que ver con
bandoleros decimonónicos de la serranía de Ronda que con un grupo político
organizado y con una base popular. Otra víctima más, el maquis, de la
desmemoria impuesta por la dictadura y sus coletazos. Es lo que no se cansa de
repetir El
Quico en esta entrevista, realizada por
teléfono, en la que este señor leonés del Bierzo, nacido en Cabañas Raras hace
97 años, desborda inteligencia, conocimiento, sentido del humor y ningún
problema a la hora de hablar claramente de su experiencia en la
guerrilla.
Entre
los muchos datos de su biografía, decir que a Francisco Martínez, el Quico, se le condenó a muerte con 20 años, que se
exilió en Francia tras catorce años de guerrilla, que formó parte del Comité
Central del Partido Comunista de España, que regresó del exilio en el 77, y que
ha escrito varios libros, el último, Caminos de resistencia.
¿Qué era un guerrillero?
El
guerrillero es un combatiente que no tiene nada que ver con las formas clásicas
del ejército, porque pertenece a una organización que es del pueblo. La lucha
del movimiento guerrillero va en contra de un poder determinado, pero siempre
apoyada en una estructura popular. Si se defiende una causa y no hay una
sociedad que la apoye y que esté inmersa en ese proyecto, no tiene mucho
sentido esa lucha. El movimiento guerrillero, el maquis de los años cuarenta en
España, fue algo anclado en una sociedad, que requería recursos logísticos que
dependían del trabajo de una red de apoyo del pueblo; por ejemplo, para
conseguir armas, para tener casas en las que ocultarse, para obtener
información o infiltrarse en los canales del propio sistema y para investigar
la capacidad que ese sistema tenía para exterminarnos.
Cuéntenos algún recuerdo del guerrillero.
Una
vez estuve cercado con tres compañeros durante catorce horas en un pueblo;
estábamos rodeados por ciento y pico guardias civiles, convencidos de que
no salíamos vivos; catorce horas reflexionando sobre cómo ibas a morir.
Ocupamos todo un barrio; ellos se acobardaron, pero tenían mucho material de
guerra, morteros, quemaron casas. Nosotros conseguimos resistir, nos escapamos,
y salimos sin un rasguño; pero entre ellos hubo algunas bajas, porque, bueno,
tenías que defenderte. Más tarde se vengaron, asesinaron a los dos jóvenes de
19 y 21 que eran los de la casa en la que nos habíamos escondido. Aquello era
una tragedia. Todos éramos muy jóvenes. Estaban también los veteranos, que eran
los que tenían 30 años.
La guerrilla surgió antes de terminada la guerra.
Sí,
desde el primer momento hubo gente clandestina en las zonas ocupadas por el
franquismo. Al principio, empezó por la necesidad de huir y de defenderse;
después, va surgiendo un movimiento organizado que trabaja en la clandestinidad
y que, poco a poco, se va armando; y luego viene el otro periodo en el que el
movimiento está muy organizado, ya de una forma mucho más amplia. Por ejemplo,
en el 42, en la provincia de León se creó la primera federación de guerrillas,
la Federación de Guerrillas León Galicia, en la que ya se elabora una
estrategia de grupo, mejor dicho, de grupos, porque estábamos diseminados en la
sociedad.
Guerrilleros
en el congreso para la fundación de la federación en Ferradillo en 1942. Imagen
cedida por el entrevistado.
¿Cómo se pudo organizar un movimiento guerrillero en
los primeros años del franquismo en los que la maquinaria de la represión era
tan eficaz?
Apoyándonos
en la experiencia de la clandestinidad, de los topos;
poco a poco ibas adquiriendo experiencia sobre cómo burlar al enemigo, siempre
con el apoyo popular. Desgraciadamente, no teníamos el apoyo de todo el mundo,
pero había sectores, por ejemplo, en Galicia o en León, en los que todo un
pueblo estaba de acuerdo con la guerrilla, y hasta te podías permitir hacer un
congreso allí. Elaboramos una estrategia global, la estrategia principal de la
lucha frontal, siempre con perspectiva política, porque la perspectiva política
era fundamental y necesaria. Según esta estrategia, cada grupo tenía un espacio
y todos estaban coordinados con la Federación. Pero lo importante para la
organización de la guerrilla no fue tanto la lucha armada, como la red de apoyo
popular.
¿Había algún partido detrás del movimiento
guerrillero?
En
mi zona había partidos políticos, pero locales, sin vinculación con un aparato
central. Había comunistas, socialistas, anarquistas, y todo era un componente
de resistencia plural. Sin embargo, en Levante el movimiento lo organizó
principalmente el Partido Comunista después del fallo del Valle de Arán; la
guerrilla de Levante tuvo otro origen y otros referentes, que eran el francés y
el soviético. Ellos se llamaban guerrilla comunista, y yo creo que eso limitaba
el campo de acción. Nosotros éramos un movimiento plural, y teníamos las
puertas abiertas a todos los republicanos.
¿Cuál era el objetivo de la guerrilla, del maquis?
Acabar
con Franco, claro [se ríe]. Había que continuar la lucha. Más aún cuando llegó
la victoria de los aliados, porque pensamos que con un boicot internacional por
el carácter fascista y colaborador de Franco con Hitler y Mussolini cambiaría
nuestra situación, surgiría un auge de entusiasmo y de participación popular, y
las fuerzas franquistas se desmoralizarían. Y así fue, porque en el año 46 o
47, la guardia civil tenía con nosotros un comportamiento diferente al que tuvo
más adelante, cuando ya estaban seguros de que Franco estaba reconocido.
¿Qué quiere decir “un comportamiento diferente”?
Si
podían evitar el enfrentamiento con nosotros, lo hacían. Nos respetaban más,
aunque, claro, también era por salvar el pellejo. Al fin y al cabo, no todos
los guardias civiles eran unos sanguinarios, torturadores. El que estaba ahí
para ganar el pan tampoco se quería destacar cuando veía el clima violento.
También muchos falangistas, algunos tan activistas y tan criminales en el
primer momento, trataron de borrar su pasado. Hubo varios que colaboraron con
nosotros. Y también hubo guardias civiles que nos apoyaban.
¿En qué consistía ese apoyo?
Cuando
estás vinculado a la sociedad, hay una cantidad de familias que tienen un
familiar cura, un familiar guardia civil, un familiar que es o ha sido
falangista. Para nosotros era muy importante cuidar nuestra red de apoyos,
porque era el elemento fundamental de vida; parte de nuestro trabajo era buscar
apoyos, gente en la sociedad que colaborara con nosotros; y así, te encontrabas
de pronto con que alguien te ponía en contacto con un falangista que estaba
dispuesto a ayudar. Yo estuve en contacto, por lo menos, con tres guardias
civiles que eran amigos o familiares de alguien, y que nos prestaban servicios
como conseguirnos armas, munición y también, muy importante, información. Y
hubo cantidad de curas que colaboraron con la guerrilla en aquella zona, en
León y Galicia. Yo he parado en muchas casas de curas.
Insiste usted sin parar en la importancia que tuvo el
apoyo del pueblo para la organización del movimiento guerrillero, del maquis.
Eso
fue fundamental. Yo tengo muchas reservas sobre cómo han tratado algunos
historiadores el tema del movimiento guerrillero, porque no han entrado en
estos matices que son fundamentales, y han dado una visión de la guerrilla como
si hubiera sido cosa de unos cuantos que andaban sueltos por el monte, o como
dos ejércitos que se encuentran, uno muy débil y otro muy fuerte, pero no era
eso. El movimiento guerrillero era también la mujer de un pueblo que nos
recogía en su casa y después la torturaban o la asesinaban. Incluso tratábamos
de educar a los niños de las casas en las que parábamos para que también
jugaran un papel de complicidad con nosotros. En una buena descripción
histórica de lo que fue el movimiento guerrillero, no hubieran quedado
aparcadas las mujeres como pasa tantas veces. Pero es que, además, hubo una transición
política que se hizo con los torturadores del franquismo, que echó el velo
sobre todo eso, organizó el silencio, y quedaron muy pocos testimonios de lo
que fue todo ese movimiento. Nadie sabe ahora quiénes eran sus miembros, porque
eran clandestinos y no se conocían sus nombres. Oficialmente, para el régimen
éramos bandoleros, y eso deformó mucho la concepción del movimiento. Francisco
Aguado, que era un guardia civil torturador, fue el primero en escribir un
libro sobre los maquis [El
maquis en España: su historia, 1975],
justamente para contribuir a esa deformación de que en España no hubo
resistencia, que eran cuatro bandoleros que estaban por ahí. Tampoco ha habido
la cultura de buscar testimonios hasta hace muy poco, y ahora quedan ya muy
pocos como el mío.
Háblenos del papel de las mujeres, tan ignorado.
Fue
fundamental. La guerrilla sin mujeres en aquella zona [León y Galicia] era
imposible. Tú parabas en las casas, y en las casas estaban casi siempre las
mujeres. Ellas hacían la propaganda, la distribuían. Las mujeres en León y
Galicia eran las guerrilleras del llano; y había más mujeres que hombres en la
lucha contra el franquismo. Sin las mujeres, el movimiento no hubiera durado 16
o 17 años clandestino. Cuando las descubría la policía o la guardia civil, las
torturaba con mucha más saña que a los hombres; no concebían que las mujeres
estuvieran en temas políticos. Es un concepto muy machista y patriarcal de la
sociedad.
¿Cómo entró usted en el movimiento guerrillero?
Porque
yo era pueblo. Yo era niño cuando la guerra, pero ya en ese momento los niños
teníamos un papel importante en las redes que ocultaban a los que estaban
perseguidos por el franquismo. Desde muy jovencito yo participé en esas
operaciones, y en una de ellas nos descubrió la policía; a mi amigo, que tenía
19 años, le aplicaron la ley de fugas y le pegaron un tiro. Éramos
jovencísimos, pero daba igual. A mi hermano le torturaron con 16, y a muchos
otros, por apoyarnos. Pero el franquismo, la policía, tampoco tenía una visión
muy amplia del tema. A ellos solo les preocupaba el hecho de que hubiera gente
armada, y se les escapaba el papel político de esos grupos que, aunque estaban
armados para la autodefensa, también estaban organizando al pueblo, que era lo
fundamental.
¿Cuándo cogió usted un fusil?
Cuando
me descubrió la policía. Entonces me incorporé al grupo clandestino y tenías
que ir armado.
Y se fue al monte.
¡No! Eso del monte es otra de las deformaciones. Yo no estaba en el monte; los guerrilleros estábamos en la sociedad, en las casas de la gente, del pueblo. Mi casa, la casa de mis padres, era un lugar de vivencias de la guerrilla. Y la casa de mis vecinos, también. Cuando me incorporé a la guerrilla, estuve en otras casas, en pueblos en los que nunca había estado. Cuando te convertías en clandestino, te incorporabas en un grupo, todos los grupos eran itinerantes; el mío, por ejemplo, cubría Orense, Lugo, León, algo de Zamora y llegaba hasta Portugal. Nos tocaba estar en cientos de casas.
Foto:
La casa de Cabañas Raras donde nació Francisco Martínez López, casa de apoyo
durante la Guerra Civil. Imagen cedida por el entrevistado.
A usted nunca le detuvieron.
No,
no claro. Al que detuvieron y torturaron fue a mi hermano, con 16 años; y a mi
padre, mis hermanas, a mi madre. Sabían que yo estaba en la guerrilla, y les
trataban como cómplices. A mis vecinos y a mis amigos, que no tenían ni idea de
mi paradero, les llevaban a la cárcel y les pegaban para que respondieran a lo
que no sabían. Nosotros éramos muy disciplinados. A nadie le contabas nada. En
mi pueblo, por ejemplo, había diez casas en las que parábamos los guerrilleros,
pero no se decía quién estaba en tal casa o en otra.
¿Cómo se financiaba la guerrilla y las redes de apoyo?
Para
financiarnos, pues mire, echábamos multa a alguna gente que era pudiente, que
era de derechas, y se les pedía que apoyaran como pudieran. Nunca a criminales,
porque a esos no se les aceptaba ni siquiera para que aportaran. Ese dinero que
íbamos recogiendo se daba en las casas que nos acogían, casas que eran muy
pobres; el dinero era para la comida, porque el peligro no lo pagas. Recuerdo
que eran 25 pesetas por persona y día.
Supongo que cuando “echaban la multa” era obligatorio
pagar.
Sí, sí claro. Pero había algunos que lo hacían voluntariamente. A lo mejor les molestaba, pero preferían estar a bien con la guerrilla.
Foto:
Cuatro guerrilleros en 1941: Manuel Zapico, El Asturiano; Francisco Martínez, El Quico; Pedro Méndez, El Jalisco y
Silverio Yebra, El
Atravesado. Foto cedida por el entrevistado.
Para terminar, ¿qué hizo cuando dejó la guerrilla?
Me
exilé en Francia en enero del 52. Pero desde octubre, había estado en la cárcel
de la Legión Extranjera, en Marsella, porque en ese momento Francia estaba en
guerra con Indochina, y querían combatientes extranjeros, porque los franceses
no querían ir. Nos hicieron la vida imposible, presionando para que fuéramos a
la guerra. Se hizo una campaña de solidaridad con nosotros. Y luego ya como
exilado, a trabajar de lo que fuera. Me inventaron una profesión que no
conocía, en la industria metalúrgica; había que ser muy audaz para aprender
cualquier profesión y adaptarse a estar en el extranjero. Luego pasé a la
construcción, después, pasé a la industria química, y al final terminé con un
puesto permanente en el Partido Comunista de España, trabajando en los vínculos
con la gente del interior. Creamos también una asociación que se llamaba Iberia
Cultura. Esto era en París. Estuve muy involucrado en el movimiento asociativo,
sobre todo desde la llegada de los emigrantes económicos. Cuando llegué a
España me involucré en la creación de grupos de Memoria. Ahora milito en la
Asociación Archivo Guerra y Exilio. Todo ello contiene mi experiencia acumulada
en tantos años.