Detrás de las manzanas de Yan’an en el espacio hay una historia de esfuerzo
y continuidad
Diario octubre / noviembre 23, 2025
Ding Gang (Diario del Pueblo).— Cuando los astronautas chinos mordieron una manzana fresca cultivada en Yan’an, una ciudad en el norte de la provincia de Shaanxi, fue un acto ordinario que tenía una resonancia poco común.
Mientras la
nave espacial Shenzhou-21 regresaba recientemente al sitio de aterrizaje de
Dongfeng, las manzanas de Yan’an viajaron al espacio por undécima vez. Hay
estrictos requisitos de calidad para cada manzana. Esa pequeña fruta, llevada
desde las mejores áreas de cultivo de manzanas de China hasta el silencio de la
órbita, conectó el pasado revolucionario del país con sus ambiciones
tecnológicas actuales.
La manzana, por
supuesto, es comida, pero también es una metáfora: una conversación entre la
historia y el desarrollo, entre los ideales que la nación una vez sostuvo y la
ciencia que ahora extiende su alcance hacia las estrellas.
Yan’an ocupa un
lugar único en la memoria moderna china. Situada en la meseta de Loess del
noroeste de China, sirvió como base del Partido Comunista de China (PCCh) desde
mediados de la década de 1930 hasta1940. Fue allí donde el PCCh condujo a la
nación hacia la victoria en la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la
Agresión Japonesa. Desde viviendas en cuevas talladas en los acantilados, Mao
Zedong, Zhou Enlai y sus compañeros planearon el camino hacia una nueva China.
En esos años de
escasez, surgió un ethos particular, más tarde conocido como el Espíritu de
Yan’an: autosuficiencia y trabajo arduo. Se convirtió en una base moral que ha
influido silenciosamente en el enfoque del país hacia la reforma y la
modernización desde entonces.
Durante
décadas, las condiciones naturales de Yan’an fueron desafiantes. Las laderas
eran secas y frágiles, y la gente dependía de lluvias irregulares para
sobrevivir. Sin embargo, esa dureza fomentó la resiliencia. En 1947, los
agricultores locales comenzaron a plantar manzanos en colinas áridas, logrando
«vida verde» del «suelo amarillo». Con el tiempo, la ciencia y las políticas
transformaron ese frágil experimento en una de las industrias de manzana más
grandes del mundo.
Desde los años
80, técnicas como el riego por goteo se han extendido por toda la región. La
logística de la cadena de frío ahora permite que la fruta de Yan’an recorra
miles de kilómetros sin perder frescura. Hoy en día, más de tres millones de Mu
de huertos cubren las colinas, produciendo más de cinco millones de toneladas
de manzanas al año. El crecimiento de la industria de la manzana en Yan’an no
es simplemente un éxito económico, es la continuidad de un espíritu antiguo: la
creencia de que, con esfuerzo, conocimiento y paciencia, incluso la tierra más
dura puede llegar a ofrecer algo nuevo.
Para los
agricultores que cuidaban esos árboles, ver su fruto a bordo de una nave
espacial es símbolo de orgullo y afirmación de que su trabajo importa. Esa
labor estuvo una vez arraigada en tierras áridas, y ahora los frutos de su
esfuerzo han «volado» literalmente por encima de las dificultades.
La conexión
entre el programa espacial de China y los huertos de Yan’an no solo es poética,
sino que también encarna una continuidad: la fusión del idealismo y el
pragmatismo, donde el sueño colectivo coexiste y se armoniza con la exploración
práctica. Ingenieros en laboratorios y agricultores en los campos comparten, al
menos metafóricamente, una mentalidad común: la resistencia y la fe en el
progreso constante.
En la década de
1940, la gente en Yan’an creía que la convicción misma podía transformar el
destino de una nación. Hoy, sus descendientes han combinado esa convicción con
la ciencia y la industria. Desde las cuevas iluminadas por velas de la era
revolucionaria hasta los laboratorios de investigación de la era espacial, el
camino ha sido largo, pero el hilo subyacente es claro: la determinación
inquebrantable de lograr la superación personal nunca ha vacilado. Para muchos
fuera de China, su ascenso puede parecer repentino: de bicicletas a trenes de
alta velocidad, de aldeas empobrecidas a programas de exploración lunar.
Pero historias
como la de la manzana de Yan’an nos recuerdan que la transformación de China se
basa en raíces profundas, tanto culturales como emocionales. Se ha fundado
tanto en la mentalidad como en la política, moldeada por generaciones que
sostenían que el progreso, aunque incierto, es un imperativo moral. Yan’an fue
el lugar donde China imaginó un futuro, y donde esa imaginación se ha renovado
una y otra vez.
El viaje de la
manzana, desde una ladera empobrecida hasta el silencio de la órbita, refleja
la misma creencia que acompañó a una generación a través de la adversidad y el
aislamiento: que el cambio comienza con el esfuerzo, y que la perseverancia
puede convertir incluso el polvo de la historia en alimento.
Se puede
imaginar un momento sereno y simétrico: un astronauta chino flotando en
ingravidez, saboreando una manzana nacida en el mismo lugar donde, décadas
atrás, los revolucionarios fraguaron la revitalización de la nación.
El autor es
editor principal del Diario del Pueblo e investigador principal del Instituto
Chongyang de Estudios Financieros de la Universidad Renmin de China.
Fuente: people.com.cn
