miércoles, 23 de julio de 2025

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Para no ser una selva de cemento

 

Este artículo se publicó en la revista cubana La Tizza el 16 de julio. La ministra cubana de Trabajo y Seg. Social, cuyas declaraciones ocuparon el centro de la polémica a la que se refiere el artículo, ha dimitido de su puesto. Cuba está mal. Muy mal.


Para no ser una selva de cemento


Fernando Luis Rojas

El Viejo Topo

23 julio, 2025



PARA NO SER UNA SELVA DE CEMENTO

En la literatura existen inicios que se inscriben en la memoria de los lectores. En el caso de la narrativa latinoamericana —dice Jorge Fornet— cabe destacar los de Pedro Páramo y Cien años de soledad.

También ocurre en la música. Se aloja en los pechos la voz de Héctor Lavoe cuando entona: «La calle es una selva de cemento»; así comienza a vibrar la canción Juanito Alimaña. Por ella desfilan la violencia, el miedo, la corrupción, el robo, el clientelismo… Pero hay más. En construcción inversa: el camino para que la calle sea una selva de cemento, para que pueda campear Juanito Alimaña, pasa por la impunidad y el silencio, por apartar la vista.

El nuevo trending en/sobre Cuba está asociado con la intervención realizada por la ministra de Trabajo y Seguridad Social durante una reunión conjunta de dos comisiones permanentes de trabajo de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el pasado lunes 14 de julio.

Hay al menos tres dimensiones del negacionismo en que incurre la ministra al rehusarse a reconocer la presencia de situaciones de pobreza —de mendicidad— en la Cuba de estos días. Tres dimensiones que no están disociadas entre sí.

La primera, y la más importante, es la de negar una realidad que nos golpea el rostro como nunca había sucedido desde el triunfo de la Revolución cubana en enero de 1959. Desconocer esa realidad, ocultarla, equivale a naturalizar la clausura de una de las bases del proyecto revolucionario: el de que cada persona importa, y ello es así —o debe serlo— por la condición de proceso colectivo de ese proyecto. Principio que no es una construcción discursiva, ni nunca lo fue, sino que se afianzó a través de transformaciones socioeconómicas y político-culturales concretas y de la manera en que caló —dando lugar a un nuevo pueblo— en las subjetividades de las cubanas y los cubanos. Lo dice Silvio Rodríguez en una de sus canciones: «Ya se dijo que es más grande / que el más grande de nosotros / Y ya se dijo que se hace / para otros.» Para los no iniciados en otras partes del mundo, en sus palabras Silvio hace referencia al conocido apotegma de Fidel de que en Cuba se había «hecho una revolución más grande que nosotros mismos».

El asunto central en este caso no se limita a lo que cabe interpretar como falta de empatía individual —aunque ello también sea importante— por parte de una funcionaria gubernamental.

La cuestión estriba, en cambio, en dilucidar cuánto una postura personal y pública sobre realidades y políticas —y consecuencias políticas específicas— se anuda con una práctica generalizada de naturalización de la actual coyuntura, de aceptación de la derrota y de vaciamiento del proyecto revolucionario, y de dócil anclaje en lo posible. Para volver a Silvio, en su reciente Más porvenir, nos dice: «Y me crecí de todo / lo bueno y lo terrible, / escudriñando modos / de ensanchar lo posible.»

Una segunda dimensión del negacionismo implícito en las declaraciones de la ministra cubana de Trabajo y Seguridad Social se constata en su desconocimiento de investigaciones que dan cuenta de situaciones de pobreza y vulnerabilidad en la Cuba de estos tiempos.

Es amplio el acervo ya acumulado de investigaciones en ese sentido. A veces hay que hurgar un poco, pero se encuentran. Hace apenas un mes (10 de junio), por ejemplo, la socióloga Mayra Espina publicó el trabajo «Pobreza y vulnerabilidad en expansión: necesitamos saber». En su texto, luego de reconocer que existen «obviedades empíricamente observables» y que se necesitan datos actualizados, Espina hace referencia a investigaciones realizadas por entidades cubanas como el Instituto Nacional de Investigaciones Económicas (INIE), perteneciente al Ministerio de Economía y Planificación, ¡en la primera década de este siglo! O el Informe Nacional Voluntario de Cuba sobre los avances logrados en la consecución de los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Los estudios sobre las desigualdades y la pobreza en Cuba están institucionalizados en espacios de investigación —en no pocos casos, subordinados directamente a ministerios— como el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO-Cuba), el Centro de Estudios de la Economía Cubana, entre otros. Asimismo, se reflejan en publicaciones de esas entidades y del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y en revistas cubanas como Temas.

Por tanto, esa segunda dimensión o arista del negacionismo de la ministra barre simbólicamente con el acervo acumulado que debería servir de base de políticas públicas transformadoras, al mismo tiempo que pasa por alto la apuesta de Fidel por la centralidad política y el potencial transformador del conocimiento, por no hablar ya de la política postulada del actual gobierno respecto de la prioridad de la innovación, la ciencia y la tecnología.

No deja de ser llamativo, a la vez que contradictorio, que haya sido el propio Ministerio de Trabajo y Seguridad Social uno de los organismos que más empeño haya puesto en visibilizar la existencia de diálogos con investigadores e investigadoras sociales.

La tercera dimensión guarda estrecha relación con la anterior. Resulta evidente la contradicción con otras declaraciones gubernamentales y, lo que es más contraproducente y doloroso, con lo dicho y reiterado en su momento por el propio Fidel Castro en relación con ese haz de problemas e interrogantes.

Fue Fidel quien, en la clausura del Congreso Internacional Pedagogía 2003, expresó:

«La Revolución, más allá de los derechos y garantías alcanzados para todos los ciudadanos de cualquier etnia y origen, no ha logrado el mismo éxito en la lucha por erradicar las diferencias en el status social y económico de la población negra del país […]».

Fue Fidel quien, en la clausura del VIII Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas, el 5 de diciembre de 2004, destacó la puesta en práctica de «revolucionarios conceptos que barren con el formalismo y el conformismo y aceleran los procesos de transformaciones necesarias para el futuro del país»; conceptos entre los que cabe destacar los siguientes:

«Ningún joven debe quedar abandonado y ningún ciudadano depender de su suerte»; «La labor de coordinación que se ejecuta debe contar con el estudio constante para la toma de decisiones, información actualizada que tome en cuenta con toda precisión los detalles; meditar y pensar bien cada acción, actuar con rapidez y no perder nunca un minuto»; «Encontrar nuevos métodos y mecanismos de coordinación para que todos los organismos y entidades participen bajo el concepto de que la prioridad está en los intereses del país por encima de contradicciones burocráticas, ansias protagónicas y celos institucionales.»

Y fue también Fidel quien, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, dijo el 17 de noviembre del 2005:

«Es tremendo el poder que tiene un dirigente cuando goza de la confianza de las masas, cuando confían en su capacidad. Son terribles las consecuencias de un error de los que más autoridad tienen, y eso ha pasado más de una vez en los procesos revolucionarios.»

Todas esas frases se pronunciaron en el contexto de lo que se conoció como «Batalla de Ideas», período de nuestra historia con el que todavía tenemos una inaplazable deuda analítica y política. Por ahora, quisiera sólo destacar que cada uno de los discursos pronunciados durante esos años se distinguió por haber estado acompañado de acciones y proyectos concretos de impacto inmediato en la población, y no por promesas.

3.

Negacionismo contextual, negacionismo teórico-investigativo y negacionismo histórico-político son tres aristas tributarias de un solo eje: negacionismo conservador.

Llegaron ya, después de la intervención de la ministra de Trabajo y Seguridad Social este 14 de julio, las reacciones en redes sociales, la rabia de la gente revolucionaria y decente, la alegría de los coleccionistas de despojos que desde la distancia y la comodidad quieren ver a Cuba hecha jirones. Se evidenció con fuerza, hace apenas unas horas, el negacionismo conservador que, lejos de impulsar, inmoviliza.

Quizás sobrevenga una salida de escarmiento, un camino dostoyevskiano que reconozca crimen e imponga castigo. Quizás se piense que lo mejor sea calmar las aguas por medio de una solución que se limite a individualizar el caso.

Pero ojalá nos demos cuenta de que cortar los hilos colectivos de un negacionismo que no se merece este pueblo es la única vía para conjurar la selva en el cemento.

Fuente: la Tizza

Artículo seleccionado por Carlos Valmaseda para la página Miscelánea de Salvador López Arnal

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