domingo, 5 de febrero de 2017

PODEMOS: UN ANÁLISIS



¿VISTA ALEGRE II O VISTA ALEGRE 00?






Santiago Alba Rico
Viento Sur
05/02/2017 |


Vistalegre II debería haber sido una celebración seria y un acto de afirmación reflexiva: un partido joven, respaldado por un éxito sin precedentes, que contempla con satisfacción su corto pasado, adapta su esqueleto a la nueva orografía política y elabora con preocupación la estrategia para abordar un futuro plagado de obstáculos externos. Ya sabemos que no va a ser eso. No va a ser una celebración sino un duelo. No va a ser una reflexión sino una guerra. No va a ser un ajuste organizativo sino un ajuste de cuentas. ¿Por qué la “fuerza de cambio”, la “nueva política”, el partido que suscitó la ilusión transversal de millones de personas, el más “afectivo”, el más pretendidamente democrático, se ha convertido en un baile de machetes y en un infierno de pasiones negativas?

 Para los que tuvieron razón en el minuto uno, y que la tienen también en el minuto tres y la conservarán al final del partido, una vez consumada la derrota, el análisis es meridiano: en Vistalegre I se impuso la propuesta menos participativa, la más vertical, la que concedía más poder a la sucinta ejecutiva en detrimento de los Consejos y los Círculos. Es verdad y muchos, desde distintas posiciones, advertimos sobre los peligrosísimos límites del marco organizativo al mismo tiempo que nos resignábamos a los acuciantes limites de la realidad política, que obligaban a montar un engendro muy flexible y muy expeditivo para poder afrontar con mínimas garantías el exigente calendario electoral.

Restrospectivamente es fácil llamar la atención sobre el atroz legado de Vistalegre I olvidando su funcionalidad y eficacia en la tarea acometida. El marco organizativo surgido de la Asamblea de 2014 era tan malo como bueno y por las mismas razones; y que finalmente lo malo pudiese ser corregido dependía en gran parte de que lo bueno dejara de serlo; es decir, de que, terminado el ciclo electoral, ese marco se revelase al mismo tiempo inútil y exitoso: inútil precisamente por exitoso. Nadie puede negar que si se hubiesen ganado los comicios o al menos se hubiera superado al PSOE, al que en todo caso se hirió de muerte, hoy se afrontaría Vistalegre II con menos tensiones y más voluntad de negociación y entendimiento.

Es demasiado confortable el pensamiento en virtud del cual nos convencemos de que, si en Vistalegre I hubieran vencido las propuestas más democráticas, Podemos sería hoy no sólo más democrático sino que, por eso mismo, habría logrado el apoyo de grandes mayorías sociales y habría ganado las elecciones o al menos superado al PSOE. Del carácter más democrático de Podemos no podemos deducir ningún efecto infalible en el mundo, y menos en un mundo tan anti-democrático como el nuestro. Si la tradición marxista habla de pensamiento pequeño-burgués, esta ilusión (la de que nuestra verdad es inmediatamente extensible al conjunto de la población) podríamos describirla como típicamente pequeño-militante. La historia de la izquierda está llena de victorias virtuales de perdedores reales.

 Ha habido mucho pequeño-militantismo en Podemos al lado de muchísimo gran-realismo. El conflicto entre estas dos visiones, que podría haber sido fecundo y equilibrante, no es la causa de la herida mortal en su flanco. El pequeño-militantismo se equivocó respecto de la realidad; el gran-realismo se equivocó respecto del engendro apañado para salir del paso. No fue, en todo caso, la mala gestión de la realidad sino la del partido la que provocó la ruptura dentro del campo gran-realista que dominaba el aparato y que, frente a los pequeño-militantes, se había puesto inicialmente de acuerdo para sacrificar la democracia a la funcionalidad electoral.

Fue esa ruptura entre Pablo Iglesias e Iñigo Errejón en un marco sin verdaderas instancias deliberativas y decisorias la que abrió el doble fondo de la guerra de facciones a la que Anticapitalistas se incorporó enseguida, como minoría necesariamente oportunista, con las mismas armas que todos los demás. Una guerra es una guerra y en una guerra, como decía Simone Weil, sólo hay dos clases sociales: la de los que tienen armas y la de los que no tienen armas. Los que no las tienen -o no quieren usarlas- quedan inmediatamente fuera de juego. Los que las tienen -y las usan- se parecen tanto más entre sí cuanto más irreconciliables se vuelven. Desactivar una guerra de facciones -que enfrenta objetividades rocosas paralelas- es mucho más difícil que desactivar una guerra de religiones o entre naciones: con enemigos se puede negociar, con compañeros no.

En una guerra entre facciones las posiciones políticas se van definiendo como consecuencia de la lucha y no al revés. Esa lucha, en todo caso, ha generado notables contradicciones en todos los bandos. Por ejemplo, esta deriva antagonista ha acercado muchísimo en términos organizativos a los llamados “errejonistas” y a los anticapitalistas, víctimas de los primeros en Vistalegre I, y sin embargo Anticapitalistas apoyó al “pablista” Ramón Espinar en las primarias de Madrid y unos y otros -errejonistas y anticapitalistas- fueron incapaces de ponerse de acuerdo, pese a sus afinidades, en el irregular pebliscito procedimental que ganó Pablo Iglesias gracias precisamente a este desacuerdo.

Otro ejemplo: la lucha misma y sus meandros ha mantenido a Íñigo Errejón en sus análisis iniciales, coherentes e inalterables desde 2014, mientras que Pablo Iglesias, rodeado hoy de soldados procedentes de la vieja izquierda, se ha distanciado cada vez más del populismo transversal que defendió, con más calor y agresividad que Errejón, hasta el 20-D. En este contexto combativo -o combatiente- se llega a Vistalegre II, por tanto, bajo la sombra de dos peligros igualmente mortales para la supervivencia de Podemos como proyecto ganador.

 Uno tiene que ver con la propia dinámica entrópica de la guerra de facciones. Mediante pequeñas triquiñuelas y prácticas criminalizadoras, los que manejan más hilos -la secretaría general y la secretaría de organización- han dejado un estrechísimo margen de negociación a los gran-realistas próximos a Erejón y a los pequeño-militantes de Anticapitalistas, incapaces también de negociar entre ellos. La Secretaría General ha empujado a todos los actores hacia “la lucha final”, sin treguas ni prisioneros, en una apuesta de Todo o Nada que, cualquiera que sea el resultado, puede dejar Podemos partido por el eje.

Esta escenografía de guerra ha alejado ya de Podemos a mucha gente normal precozmente ilusionada y traumáticamente desilusionada; y puede alejar a mucha más si en Vistalegre II se traduce -hay pocos motivos para confiar en la disciplina de algunos de nuestros dirigentes- en un exceso de violencia verbal o de agresividad escénica. Así las cosas, creo que habría hecho mucho menos daño a la imagen pública del partido, y a su articulación interna, una disputa abierta, limpia y transparente de la secretaría general. La ficción de incuestionabilidad de Pablo Iglesias, cada vez más alineado en la guerra faccional, no sólo no ha ocultado sino que ha alimentado la virulencia del conflicto al tiempo que debilitaba la propia posición de Iglesias y lo volvía, por eso mismo, más intolerante y pugnaz.

El segundo peligro es el de que, como resultado de estas triquiñuelas y prácticas criminalizadoras, se impongan los documentos y la lista de Pablo Iglesias. Es legítimo desear que eso ocurra y legítimo invertir el razonamiento contra Íñigo Errejón. Ahora bien, algunos no hemos visto nunca el riesgo de que Podemos se convirtiera en un nuevo PSOE, salvo porque anhelamos reunir el capital simbólico y político que tuvo el PSOE en 1982 para hacer una política completamente distinta. Sí vemos, en cambio, el peligro muy serio de que Podemos se convierta en una nueva Izquierda Unida o -peor aún- de que Vistalegre II refunde el viejo -el más viejo- PC.

Aún si a contrapelo del espíritu quincemayista del que Podemos es en cierto modo vástago, ese proyecto de refundación del PC es asimismo legítimo. No es, desde luego, el mío ni el de -creo- la gran mayoría de los votantes de Podemos. Es, en todo caso, mucho menos democrático en términos organizativos y completamente ruinoso en términos discursivos; es, de hecho, la mejor manera de dilapidar el capital político y simbólico acumulado en tres años y de dejar fuera a esa mayoría social en construcción sin cuyo apoyo es imposible voltear la situación en España y en Europa. La propia guerra de facciones ha hecho imposible un acuerdo natural -contra esta refundación del PC- entre los errejonistas y los anticapitalistas, los cuales presentan su propia candidatura: una candidatura, por cierto, excelente, con algunos nombres investidos de gran autoridad ética e intelectual, pero sin apoyo suficiente para evitar la batalla o para ganarla.

Como decía el escritor inglés G.K. Chesterton, “lo malo de una pelea es que pone fin a una discusión”. La guerra de facciones ha impedido un debate serio y honrado -tras el éxito insuficiente del 26J y los reproches cruzados que activó- en torno a la necesidad de politizar sectores sociales cada vez más amplios y respecto de los límites reales, impuestos por la complexión de clases y la hegemonía cultural, para ese cometido.

César Rendueles (uno de esos grandes nombres incluidos en la lista anticapitalista) ha venido haciendo una crítica muy seria tanto al obrerismo como al clasemedianismo, recordando la existencia de una franja abstencionista radicalmente despolitizada a la que la crisis no afectó en absoluto porque estaba ya marginada. La verdadera tarea es la de politizar a ese sector social abandonado y además decisivo y para eso -dice- no sirven los discursos de la vieja izquierda, pero tampoco los dirigidos a una clase media que ha perdido de repente el pie en el abismo.

Creo que tiene razón al dirigir la atención hacia ese ángulo ciego y que la marginación económica-política es endémica en España desde mucho antes de la muerte de Franco y nunca fue corregida por el régimen del 78. Pero ese análisis, que revela sobre todo nuestra incapacidad objetiva para interpelar y construir una verdadera mayoría social, impone aún más la necesidad de construir una mayoría electoral, condición de cualquier paso ulterior, con los mimbres de la clase media realmente existente, que es más imaginaria que económica (y de la que se ocupa muy acertadamente Esteban Hernández en sus libros y artículos).

No hay más votos que ésos y están contados. Podemos, si quiere ganar las elecciones y empezar a cambiar el país, los necesita todos: todos los de esa clase media, imaginaria y real, que -mordida por la crisis y desmoralizada por la debacle institucional- se reconoció en los postulados del 15-M. Eso engloba a todo el electorado del PSOE, a parte del de C’s e incluso algunas migajas de las del PP. Sea como fuere, tanto para construir esa mayoría social futura como para construir la mayoría electoral urgente, lo que debería quedar fuera de juego después de Vistalegre es el “obrerismo” de la vieja izquierda, inútil para ambas tareas.

La guerra de facciones no ha permitido plantear en serio ni este ni otros debates. Tampoco poner de acuerdo a las corrientes que coinciden al menos en estos presupuestos. La guerra misma ha convertido los marcos organizativos y los procedimientos en el objeto y en el medio de la disputa; y ahí el plebiscito ganado pírricamente por Pablo Iglesias determina por anticipado los límites mismos del cambio democrático demandado por la mayoría de los inscritos.

Muchos de esos inscritos o simpatizantes, por lo demás, reprochan a todas las facciones por igual (aunque un poco más a los gran-realistas que a los pequeño-militantes) la derrota entrópica del proyecto, y ello justo en este momento decisivo en el que -a nivel nacional- el PSOE está más debilitado que nunca y -a nivel externo- las fuerzas de la ultraderecha se presentan en Europa como única alternativa al neoliberalismo en crisis.

Vistalegre II es, en realidad, Vistalegre I, el primero y más “fundacional”, donde Podemos decide no ya si quiere o puede ganar: decide si quiere o puede existir. En este sentido Vistalegre II podría ser también Vistalegre 0, el último y definitivo, puerta abierta a la invasión de los bárbaros, monumento fúnebre a una oportunidad perdida, intemperie de toda una generación que no podrá regresar -tanta ha sido la destrucción personal y política- a ningún refugio individual o colectivo.

4/02/2017

Santiago Alba Rico, escritor, ensayista y filósofo, pertenece a Podemos y es miembro del Consejo Asesor de VIENTO SUR - See more at: http://www.vientosur.info/spip.php?article12179#sthash.WB4Js756.dpuf

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PODEMOS. LAS OPINIONES, LOS JUICIOS DE VALOR, LAS DESCALIFICACIONES O ALABANZAS Y LAS TRANCAS Y BARRANCAS PERSONALES, NI HAN FORMADO NUNCA, NI FORMAN NI PODRÁN FORMAR PARTE DEL ANÁLISIS POLÍTICO



¿Qué está pasando en Podemos?

No querría reprocharme nunca haber estado callado mientras veía cómo un grupo de conspiradores estaba a punto de tomar el control de Podemos. Creo que esto es algo que va a ocurrir casi con seguridad, porque van a lograr parasitar a Pablo hasta destruir al organismo



Iglesias convierte Vistalegre II en una disputa con Errejón por el liderazgo
EFE


Si entra una mosca en casa y alguien aprovecha, saca una pistola, y mata a la suegra, no cabe decir que haya matado moscas a cañonazos. Ha cometido un crimen que nada tiene que ver con la mosca.

Puede decirse que esto es lo que está pasando en Podemos. El actual equipo de Pablo Iglesias (que no conserva ya ni a una sola de las personas que le hemos acompañado desde el principio) entró en Podemos con un objetivo que sólo podía conducir a la destrucción del proyecto. Entraron tarde y entraron mal, con la intención de excluir a todos los que no formaran parte de su pandilla. No son más de 4 ó 5 personas, pero suficientes para dar al traste con todo.

La estrategia que han seguido es tan simple como eficaz: en primer lugar, acusar de "errejonista" a cualquiera que no fuera de su estrecho círculo de confianza (que venía ya prefabricado desde fuera); en segundo lugar, defender que todos los errejonistas deben estar fuera de Podemos. La conclusión inevitable de esto es que todo el mundo, menos ellos, debe quedar fuera de Podemos.

No voy a negar que, desde mucho antes de que entraran en Podemos Rafa Mayoral, Irene Montero o Juanma del Olmo, ha habido comportamientos desleales contra Pablo. Siempre me he enfrentado a esas deslealtades (y nunca las perdonaré), sin importarme si venían con sello "anticapitalista" o "errejonista". El comportamiento de muchos "anticapitalistas" en Vistalegre I ponía de manifiesto que no lograban entender el tipo de operación que teníamos por delante. Y disparaban de un modo insensato contra el líder que necesitábamos.

Un tiempo después, yo mismo he sido víctima de ataques de "errejonistas" que tampoco sentían ningún respeto ni por el secretario general de Podemos (en términos orgánicos) ni por Pablo Iglesias (en clave personal). Pero, desde que fundamos Podemos, no me he encontrado con nada tan dañino para Pablo y para el proyecto como la camarilla que, a día de hoy, está dispuesta a destruirlo todo con tal de no perder su condición de cortesanos.

Aún no consigo entender cómo Pablo lo ha permitido. Soy su amigo desde hace más de 20 años y sé que Pablo no es así. Lo único que se me ocurre pensar es que sigue sin tener ni idea del tipo de cosas que se hacen en su nombre. Pablo es un hombre de honor por encima de todo. Y cuida hasta la muerte a la gente que considera sus amigos. Pero creo que ahora se confunde: llama amigos a quienes no tienen más interés que el de mantener su posición excluyente, incluso si eso implica la destrucción de Pablo (y, por lo tanto, de Podemos).

De todas formas, voy a votar a Pablo a la secretaría general y lo voy a hacer con entusiasmo, porque necesitamos que siga liderando Podemos. También voy a votar a Pablo al Consejo Ciudadano porque, como cuestión simbólica, me parece importante (y de justicia) que saque más votos que Errejón.

Pero no me puede pedir que vote a una lista llena de gente que, honestamente, creo que va a acabar con él y con Podemos sin miramientos. Tampoco puede exigir que le acompañemos en el último giro truculento, tras el que parece más sencillo entenderse en lo político con Anticapitalistas que con Errejón, con el que trazó la estrategia con la que nació Podemos y en gran parte contra esos mismos anticapitalistas. Entre otras cosas porque la alianza de esas dos familias es imposible y no va a tardar en saltar por los aires. Lo único que los une es su pertenencia común al siglo XX y su rechazo compartido a la hipótesis que hizo posible Podemos (hipótesis que, insisto, siempre ha sido tan de Pablo como de Íñigo).

Necesitamos un Podemos dirigido por Pablo, pero también por Íñigo, Carolina y Nacho. Un Podemos en el que todxs asuman y respeten de verdad el liderazgo de Pablo (cosa que no siempre ha ocurrido) y en el que Pablo sea de verdad el secretario general de todxs (cosa que tampoco).

No me he animado a escribir un artículo como este hasta que dos personas tan imprescindibles para el proyecto como Carolina Bescansa (Secretaria de Análisis Político) y Nacho Álvarez (Secretario de Economía), el día 1 de febrero, han anunciado su intención de no participar en el proceso de Vistalegre2.

Pero, sobre todo, me ha movido ver cómo, con una lógica de persecución del enemigo interno que recuerda a las peores tradiciones de la izquierda, se acusaba de traidores a personas como Miguel Vila o Eduardo Fernández Rubiño. Ambos comenzaron con esto, al igual que yo, mucho antes de Vistalegre I; antes también de la maravillosa campaña de las elecciones europeas; incluso mucho antes de que saliéramos a la luz aquel enero de 2014. Siempre han estado, al igual que yo, tratando de combatir toda deslealtad, viniera de donde viniera. No sólo Eduardo y Miguel, por supuesto, sino una lista interminable: Pedro de Palacio, Clara Serrano, Carlos Fernández Liria, Dani Corral, Paz Vaello y un largo etc., y que van en equipos que no son el de Pablo o no van en ninguno. En esta situación, no podría dejar de decir, sin sentir vergüenza, a qué creo que se debe.

En cualquier caso, digo todo esto ya desde fuera, sin más pretensiones que las de alguien que ya ha abandonado todas las responsabilidades orgánicas. Mi sitio está en la Universidad, con mis libros, con mis clases, con mis alumnos y alumnas. Estos 3 años han sido años excepcionales; años en los que se abría una clara posibilidad de cambio y todxs estábamos obligados a darlo todo para entrar por esa rendija; años excepcionales en los que, pasado el tiempo, uno se habría mirado a sí mismo con vergüenza si se hubiera estado dedicando a otra cosa mientras tanto. Nunca he cobrado un solo euro de Podemos ni he querido ocupar ningún cargo público, y estoy orgulloso de que haya sido así.

Ahora, ya hay un partido (en guerra, pero un partido), con sus inercias internas y sus dinámicas institucionales. La excepcionalidad del momento en el que había que crearlo todo de la nada ha pasado. Y, por lo tanto, los que no nos hemos dedicado nunca a la política de modo profesional, podemos volver a nuestras tareas, las que nos dan de comer y las que nos hacen felices (en los casos afortunados, como es el mío, en el que las dos cosas coinciden) sin mayor cargo de conciencia. Ese es, pues, todo el interés que tengo: poder volver tranquilo a mi oficio.

Pero no querría reprocharme nunca haber estado callado mientras veía cómo un grupo de conspiradores estaba a punto de tomar el control de Podemos. Creo que esto es algo que va a ocurrir casi con seguridad, porque van a lograr parasitar a Pablo hasta destruir al organismo. Estoy seguro de que Pablo se dará cuenta un año o dos después de que le hayan matado los suyos, pero ya será tarde. No creo que este artículo cambie nada. Pero si las tareas imposibles nos paralizaran, no habría llegado nunca el día de montar Podemos. Y eso no va en el carácter de quienes comenzamos esta historia.

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PEDRO SÁCHEZ: MINIATURA SOCIALISTA METIDO A CID CAMPEADOR

  

   Pedro Sánchez acusa a la gestora de "situar al socialismo en tierra de nadie"

Pedro Sánchez defiende un PSOE "de izquierdas" frente a una Gestora que lo deja "en tierra de nadie"
© eldiario.es

Pedro Sánchez defiende un PSOE "de izquierdas" frente a una Gestora que lo deja "en tierra de nadie" 
 

Pedro Sánchez asegura que en el PSOE solo hay dos proyectos; el suyo y el de la gestora. Así lo ha asegurado desde Zaragoza, a donde el candidato socialista ha acudido para buscar el apoyo de la militancia.

Según el exsecretario general del PSOE, el resto de candidatos pretenden convertir el proyecto en "un partido de centro con sensibilidad social". Según Sánchez, "hay poderes que quieren un PSOE subalterno de la derecha".

La afirmación del candidato a la dirección del PSOE sitúa en el mismo bando a Susana Díaz y a Patxi López: "Candidatos puede haber muchos, pero modelos solo hay dos: el de la gestora, que quiere a un pose en tierra de nadie, o el nuestro".

El proyecto de Sánchez abre la puerta a la posibilidad de presentar una moción de censura contra Rajoy, en caso de resultar elegido para volver a la vanguardia del PSOE. "Queremos unir el PSOE para luego unir a todas las fuerzas del cambio y derrotar a la derecha", ha asegurado. 

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