miércoles, 25 de diciembre de 2024
Caída de Francia y Alemania
Los líderes europeos
–probablemente los peores de la historia– han conducido al continente a una
crisis económica profunda y además coquetean con la idea de llevarnos a la
guerra. Francia y Alemania, antaño líderes políticos y económicos de la UE,
caen con fuerza.
Caída de
Francia y Alemania
Claudio Conti
El Viejo Topo
25 diciembre, 2024
Francia y
Alemania: caída común, pero en direcciones opuestas
El eje
franco-alemán está cada vez peor y cuando Draghi hace sus recomendaciones ya no
está claro a quién se dirige.
De hecho, la
Unión Europea se construyó –en términos de la lógica de los Tratados y de la
estructura institucional– sobre la base de las indicaciones impuestas por
Alemania y apoyadas por Francia. En ausencia de líderes fuertes en estos dos
países, es difícil imponer algo a los otros 25 miembros sin tener que
negociarlo.
Y ahora, tanto
en Berlín como en París, hay de todo menos líderes sólidos. De hecho, el futuro
próximo promete cifras aún más frágiles.
En Alemania,
Olaf Scholz logró ayer su objetivo: descorazonado y, por tanto, obligado a
dimitir para allanar el camino a nuevas elecciones. En la práctica, todo lo
contrario de lo que suele buscar un primer ministro.
Una aparente
paradoja que aclara el confuso estado de la política alemana, arrastrada a una
guerra que destruyó gran parte del modelo económico sobre el que había
construido su hegemonía continental: bajos salarios internos, energía a bajo
coste gracias al gas ruso, exportaciones constantes a Moscú y Beijing.
Las encuestas
muestran por ahora un importante apoyo a los democristianos liderados por
Friedrich Merz (una versión muy derechista de la ultracentrista Angela Merkel),
un gran avance de los neonazis del AfD (pero contra la guerra con Moscú) y la
radical de izquierda moderada Sahra Wagenknecht, mientras que los liberales
«austeros» tendrán que luchar para no desaparecer del todo, al igual que los
belicistas «verdes».
Se espera un
baño de sangre para el SPD, todavía liderado por Scholz, mientras que Linke, la
«izquierda disponible», probablemente será eliminada.
Necesitamos
cambiar radicalmente la política presupuestaria europea, abriendo una temporada
de gigantescas inversiones públicas para intentar superar la profunda crisis
industrial que vive Alemania (Volkswagen, Mercedes, BMW, ThyssenKrupp, etc.,
están planeando cierres de plantas y despidos masivos).
Pero es
exactamente lo contrario de lo que se ha hecho –e impuesto a toda la UE–
durante los últimos 30 años. Los democristianos y los liberales no parecen
haberse dado cuenta todavía. Por tanto, encontrar un equipo y una mayoría,
dependiendo del parlamento que surja de las urnas, será especialmente
complicado.
La situación es
aún peor en París, donde el banquero que llegó a presidente, Macron, aparece
ahora como un loco, atrincherado en el Elíseo, que se niega a irse y nombra a
un primer ministro tras otro para que no desconfíen de él y, mientras tanto,
permanezca en su cargo. .
La historia
revelada por el periódico Politico sobre el nombramiento de
Bayrou, líder de un pequeño partido de centro, como primer ministro, es
divertida. Macron tenía en mente poner en ese asiento al ministro de Defensa
saliente, Sébastien Lecornu, o al exministro de Industria, Roland Lescure.
Ambos partidarios leales que habrían sido completamente dependientes de Macron
y, por tanto, más maleables.
Pero el viernes
por la mañana, cuando Macron invitó a Bayrou al Elíseo para informarle de su
decisión, el anciano ex ministro de Educación amenazó con derrocar
inmediatamente al próximo ejecutivo si no era nombrado.
Un gran país
europeo en manos de chantajistas y banqueros… no es precisamente tener un gran
destino por delante.
Este Bayrou, al
que los «demócratas» italianos describieron como «más atento a las exigencias
de la izquierda» (preparándose así para justificar la posible ruptura de los
«socialistas» con la Francia Insumisa de Mélenchon y, por tanto, el fin del
Nuevo Frente Popular que salió victorioso en las políticas electorales), abrió
sus consultas favoreciendo inmediatamente a… Marine Le Pen.
Bayrou es un
viejo navegante de la política francesa, tres veces candidato presidencial y un
habitual de cambios radicales y de camisa. Sin embargo, entre sus obsesiones
más constantes está la drástica reducción de la deuda pública, un tema en el
que su predecesor, el ex comisario europeo Barnier, se quedó corto.
Por lo tanto,
se sitúa en una senda programática en continuidad con Barnier, también porque
la agencia de calificación Moody’s ha ordenado una rebaja de la calificación de
los bonos del Estado francés, lo que «refleja nuestra opinión de que las
finanzas públicas del país se verán sustancialmente debilitadas en los próximos
años».
En definitiva,
es previsible que se abra un proceso difícil, con la habitual búsqueda de
«apoyo externo» en cuestiones individuales, que habrá que negociar cada vez y
que corren siempre el riesgo de fracasar. Con crisis y resignación
relacionadas…
Por un lado
tenemos, pues, una Alemania que por fin debería empezar a realizar inversiones
públicas (pudiendo permitírselo sin infringir demasiado las «normas europeas»
que ella misma ha impuesto); por el otro, una Francia que debería hacer
exactamente lo contrario, adoptando las políticas de «lágrimas y sangre» que
hasta ahora habían sido adoptadas de forma limitada y en todo caso fuertemente
rechazadas por la población (chalecos amarillos, CGT, estudiantes, etc.).
Ambos países,
sin embargo, con mayorías compuestas y muy frágiles.
No es
exactamente la situación ideal para quienes, aún hoy, afirman ser el centro de
gravedad de un continente al borde de una crisis nerviosa y con la guerra a las
puertas.