domingo, 17 de febrero de 2019

TE PONGAS COMO TE PONGAS, SIN TRABAJO NO PUEDE HABER NADA

Investigación
Los trabajadores del clic, nuevos 
proletarios digitales


 Joseph Confavreux
Viento Sur
11.02.2019

¿La perspectiva de la sustitución general del trabajo humano por las tecnologías de la inteligencia artificial es solo un gran bluf destinado a impedir la organización de los nuevos proletarios del sector digital? Analizando los perfiles del digital labor [trabajo digital], el sociólogo Antonio Casilli ha elaborado una gran encuesta sobre el trabajo en el siglo XXI.

Seres humanos que roban el trabajo de los robots, inteligencia artificial que es realmente artificial, un gran engaño tecnológico que es un gigantesco truco de magia ideológico, un trabajo hasta tal punto fragmentado que apenas se ve, “granjeros del clic”, “la parias digitales, produsagers o proletarios del teclado…

Bienvenida al mundo del digital labor, que el sociólogo Antonio Casilli renombra como trabajo del clic en una obra tan amplia como rigurosa, construida como una encuesta basada tanto en las metamorfosis del trabajo en este tiempo digital, como del mismo trabajo digital.
Un término que el libro de este investigador permite por otra parte utilizar sin que se le pueda acusar de anglicismo ya que se trata, para él, de estudiar el trabajo del dedo, sobre la pantalla o el ratón, comparable con el trabajo manual, mientras que el digital labor es a menudo confundido con el trabajo inmaterial. De ese modo se pone el acento en el elemento físico, “el movimiento activo del digitus, el dedo que sirve para contar, pero también que apunta, clica, apoya sobre el botón”, por contraste con la inmovilidad abstracta del numerus, el número en tanto que concepto matemático”, lo que para el investigador es una forma de liberarnos “de una visión de lo numérico entendida exclusivamente como un trabajo de expertos y de sabios”.

Al equiparar el título de su nuevo libro, En attendant les robots (Esperando a los robots, ndt), con la célebre obra de Samuel Beckett, Antonio Casilli nos sumerge en un mundo absurdo, en el que el saqueo del trabajo y la inanidad de la condición humana están organizados por los grandes grupos de la economía digital, que permiten multiplicar las actividades creadoras de riquezas pero no de ingresos.

Ahora bien, el investigador aporta una tesis especialmente sugerente, que va contra las decenas de artículos que nos describen la inteligencia artificial (IA) como el porvenir de humanidad en general y del trabajo en particular. En efecto, según él, la mayor parte de las inteligencias artificiales se asemeja mucho al Turco mecánico descrito por Walter Benjamin en sus Tesis sobre el concepto de historia, en la que un enano, jorobado y jugador de ajedrez, manipulaba las piezas, dando la ilusión de que se trataba de una máquina mediante un juego de cuerdas y un espejo [foto del artíclo].

En materia de IA, los fallos de la innovación son en realidad numerosos y deben ser constantemente paliados mediante un recurso intensivo al trabajo humano para, a su vez, entrenar, enmarcar y suministrar a las máquinas datos fiables y utilizables. Lo que conduce a una situación en la que frecuentemente la IA muestra que no es otra cosa que una “mezcla de becarios franceses y precarios malgaches”; justo lo contrario a la extendida imagen tecnológica y futurista.

El investigador nos obliga así a entender la automatización bajo otro ángulo: “Esta no supone la sustitución de trabajadores humanos por inteligencias artificiales eficaces y precisas, sino por otros trabajadores humanos: -ocultados, precarios y mal pagados”. En efecto, para Casillo no son “las máquinas quienes hacen el trabajo de las personas humanas, sino los humanos quienes se ven obligados a realizar un digital labor para las máquinas”. Esto es particularmente cierto para los vehículos autónomos cuya autonomía es en realidad muy relativa.

Para describir esta situación, Antonio Casillo llega hasta a hablar de gran “bluf tecnológico”, de estrategia de “camelo”, incluso de “IA Washing [lavado, ndt]”, tomando en especial el ejemplo de Google. En efecto, mientras que se pueden leer decenas de artículos sobre las teorías desarrolladas por Ray Kurzweil, escritor transhumanista y empleado en Google, en los que propone trazar el camino de una IA fuerte que obtenga resultados superiores a los sistemas biológicos, su patrón se ha lanzado a una producción de masa de IA débil y “estrecha” que utilizan ampliamente el digital labor de los “parias digitales”.

A pesar del hecho de que a instancias de Godot, la IA que reemplazará al trabajo humano tiene el riesgo de no llegar nunca, sin embargo, se sigue considerando al digital labor como transitorio, en la idea de que “actualmente las máquinas tendrán necesidad de él para aprender a prescindir del mismo mañana”.

Pues si en la actualidad está de moda esta tesis del “gran reemplazamiento tecnológico”, el investigador demuestra que es menos en razón de los avances de la tecnología que de los usos que permite. En efecto, “la automatización, fantasma constantemente agitado por los industriales, produce efectos desde el momento en que simplemente es considerada: ejerce una constricción sobre los trabajadores e introduce una verdadera disciplina en el trabajo. El trabajo se ve amenazado y mal pagado y cada trabajador es potencialmente supernumerario”.

Sin embargo, un estudio de la OCDE basado en 21 países en 2016 mostró la sobreestimación de la posibilidad de automatizar las actuales profesiones. Estimaba ciertamente que aproximadamente el 50% de las tareas son susceptibles de verse considerablemente modificadas por la automatización. No obstante, subrayaba que solo el 9% de los empleos serían realmente susceptibles de ser eliminados por la introducción de inteligencias artificiales y procesos automáticos.

Para Casilli, el capitalismo de las plataformas actuales “recurre abundantemente al mismo truco que utilizaban los propietarios manufactureros del pasado siglo: evacuar las variables sociales de un proceso de innovación tecnológica para hacerle aparecer como una fase necesaria de un progreso indefinido”. Y los robots “solo son en esta operación los avatares cómodos de la voluntad de los propietarios de las plataformas de obstaculizar la constitución de un movimiento de oposición”.

En consecuencia, estima el investigador, “la automatización es ante todo un espectáculo, una estrategia de distracción de la atención, destinada a ocultar las decisiones empresariales que pretenden reducir la parte relativa de los salarios (y más generalmente de la remuneración de los factores productivos humanos) en relación con la remuneración de los inversores”.

Como el horizonte de la completa automatización “aparece inalcanzable, es legítimo interrogarse sobre la función ideológica de ese escenario”, concluye el investigador, estimando que se construye una visión del mundo y del trabajo en la que el “proletariado digital no tendría necesidad de pensarse, de organizarse, ni de imaginar un proyecto colectivo ya que no sería más que la porción residual de un mundo del trabajo humano destinado a la desaparición”.

Sin duda, si el gran reemplazo tecnológico del trabajo no tendría lugar, está claramente en marcha su gigantesco desplazamiento, a la vez geográfico y numérico. En efecto “La inquietud contemporánea sobre la desaparición del trabajo es un verdadero síntoma de la verdadera transformación en marcha: su digitalización”, estima el sociólogo.

Esta digitalización de las tareas humanas empuja al extremo dos tendencias profundas, “la estandarización y la externalización de las tareas”. En efecto, “la especificidad de las tecnologías informacionales actuales en relación con sus antecedentes industriales consiste en la relación que mantienen con el espacio. Como la producción se puede organizar en cualquier lugar, el lugar físico en el que se despliega la automatización no es fijo, ni limitado al perímetro de la empresa”.

Este desplazamiento delega en realidad un “cierto número de tareas productivas a no-trabajadores (o a trabajadores no remunerados y reconocidos como tales”. Y las plataformas adoptan entonces un estilo particular “de gestión de las actividades productivas, que consiste en poner a trabajar a un número creciente de personas, pero situándolas fuera del trabajo, ya que su figura se sitúa fuera de las modalidades clásicas de la relación de empleo”.
El fenómeno que se describe conlos términos de digital labor se hace “posible por dos dinámicas históricamente manifestadas: la externalización del trabajo y su fragmentación”. Estas dos tendencias han conocido puntos de partida y ritmos diferentes, pero “las tecnologías de la información y de la comunicación las reconcilian”. De forma que el “trabajador de las plataformas se encuentra aplastado entre las proclamaciones de independencia y las condiciones materiales que le exponen a bajas o inexistentes remuneraciones, a ritmos y a finalidades heterodeterminadas, a una separación entre su gesto productivo y el fruto de éste”.

Y es justamente porque está fragmentado, parcelado y externalizado, que este trabajo “escapa a la categorías utilizas clásicamente para analizarlo” y que “ya no reconocemos el trabajo que tenemos delante de los ojos”,

Inflexible flexibilidad del trabajo a la carta

Para aprender a reconocer el trabajo en la época del capitalismo de las plataformas y en la era de lo digital, Antonio Casillo propone estudiar el digital labor como un “movimiento de organización en tareas (tâcheronnisation) [no existe término equivalente en castellano; podría traducirse por tareanización, ndt] y de organización en datos (datafication) [no existe término equivalente en castellano, ndt] de las actividades productivas humanas en la hora de la aplicación de las soluciones de inteligencia artificial”.

A la vez que permanece lúcido sobre el hecho de que este tipo de trabajo amalgama fenómenos diferenciados y “se sitúa en el cruce complejo de formas de empleo no estándar, del freelancing, del trabajo a destajo micro-remunerado, del amateurismo profesionalizado, de ocios monetizados y de la producción más o menos visible de datos”. No se trata pues, o no solamente, de un trabajo gratuito, sino de un “continuum entre actividades no remuneradas, actividades mal pagadas y actividades remuneradas de forma flexible”.

Para clarificar las cosas, el investigador propone distinguir tres tipos de actividades que se subsumen corrientemente bajo los términos de digital labor. En primer lugar, el “digital labor por pedido”, que reagrupa las actividades creadas por las aplicaciones de tipo Uber o Deliveroo, cuyas prestaciones suministran no solo tareas manuales sino que pasan también mucho tiempo produciendo datos.

Para Casilli, aunque en su origen la economía por pedido fue asimilada a fenómenos diferentes, tales como la economía colaborativa, la economía de reparto o la economía circular, en realidad se trata de una actividad de otra naturaleza, marcada por la “inflexible flexibilidad del trabajo por pedido”, que generaliza el trabajo atípico más que abrir una nueva era a la autonomía humana.

A continuación el micro-trabajo, utilizado prioritariamente por las pseudo-inteligencias artificiales que confían a micro-sirvientes lo que era realizado por trabajadores regulares. El investigador utiliza el ejemplo de un trabajo que ocuparía 20 años a un asalariado equipado de un ordenador, un año entero a 20 asalariados en CDD [contrato de duración determinada, ndt] o seis meses a 40 becarios y puede ser realizado todavía de forma más rápida y barata gracias a la fragmentación de las tareas.

La encarnación de este nuevo tipo de trabajo es el servicio de Amazon, bautizado Turco Mecánico, gracias al cual la empresa puede, por ejemplo, publicar un anuncio pidiendo a 500.000 personas que transcriban dos líneas cada una. Tal servicio permite “reclutar a centenares de miles de micro-sirvientes situados en todos los lugares del mundo para filtrar vídeos, etiquetar fotos y transcribir documentos que las máquinas no son capaces de realizar”.

Contrariamente a las plataformas de trabajo por pedido, en las que los recientes conflictos sociales han permitido, puntualmente, hacer reconocer la relación de sujeción entre el prestatario y las empresas que organizan el trabajo en el siglo XXI, las reglas de gestión algorítmica del trabajo y las condiciones de contractualización del micro-trabajo oscurecen todavía aquí las pistas.

En efecto, en los “en los ecosistemas de micro-trabajo -escribe Casilli-, la actividad de producción de valor se hace discreta y, debido al estallido geográfico, los trabajadores no encuentran interlocutores patronales frente a ellos, como en el caso de Uber y otros Deliveroo”. Amazon encarna perfectamente el “papel de plataforma neutra, de útil técnico de puesta en contacto que desintermedia el trabajo y desaparece en tela de fondo”, como si fuera un “tercer beneficiario”.

En fin, el sociólogo distingue el “trabajo social en red” realizado por cualquiera que alimenta en datos, por el uso que hace de internet, los gigantes de la economía numérica. Antono Casilli da cuenta del debate que opone, sobre el tema, a dos perspectivas representadas por los “laboristas” y los “hedonistas”.

La primera “entiende la participación sobre los medios sociales como una relación social relacionada con el trabajo y caracteriza la apropiación por las grandes plataformas del valor que resulta como una relación de explotación. La otra interpreta el produsage como la expresión de una búsqueda de placer y una participación libremente consentida en una nueva cultura del amateurismo y, a por ello, niega la pertinencia misma de la noción de digital labor”.

Para Casilli, esta diferenciación se presenta, de forma demasiado tajante, como un conflicto de obediencias, “en la que los dos campos se acusan recíprocamente de ser, cada uno, una cábala de universitarios marxistas o una emanación de la investigación industrial del sector de lo numérico”. En una perspectiva próxima al marxismo, en el sentido en que este último define como trabajo todo lo que fecunda al capital, el investigador considera que “encerrando a sus usuarios en el papel de amateurs felices y desinteresados, los medios sociales buscan también mantener aparte uno de los elementos constitutivos de la dialéctica entre trabajo y capital: la conflictualidad”.

Una posición que permanece discutida, incluso cuestionada, por otros investigadores que trabajan sobre la economía numérica, especialmente los que prefieren hablar de extracción de valor que de trabajo, en la medida en que sigue siendo difícil medir el valor de un like o considerar sus fotos de vacaciones en Facebook como trabajo, incluso aunque ello contribuya a valorizar la empresa de Mark Zuckerberg.

El digital labor juega un perverso papel facilitando la explotación a distancia

Cualquiera que sea la extensión que se prefiera dar al perímetro del digital labor, Antoine Casilli pone el dedo sobre varios efectos importantes de la recomposición del trabajo en la era digital. El primero consiste en el hecho de que “el recurso a la deslocalización con el objetivo de una compresión de costes o de una racionalización de la cartera de las sedes de una empresa no solo afecta exclusivamente a las multinacionales. En lo sucesivo, el offshoring [externalización, deslocalización, ndt] es un proceso en cascada”.

Se produce así una nueva división internacional del trabajo ya que las tareas menos nobles “son habitualmente delegadas en los países asiáticos o africanos”, contribuyendo a que el digital labor sea muy frecuentemente invisible “para los ojos europeos”. Esta situación de hecho obliga a reactualizar el debate sobre las desigualdades Norte/Sur, aún cuando Casilli no endosa los términos de neocolonialismo numérico que circulan a veces para describir la actividad de los gigantes del sector, aunque solo sea porque “los países del Norte no son los únicos motores de la economía numérica” y que China, especialmente, forma parte de los que explotan los nuevos servidores de lo numérico.

El segundo es la “nivelación por abajo de las condiciones de trabajo y de remuneración a escala mundial” que el investigador muestra que coincide con una recomposición importante del capitalismo globalizado en este último decenio. En efecto, escribe, “el desarrollo de las plataformas numéricas ha coincidido con la crisis de la deuda y la crisis financiera de finales de los años 2000, marcada por un elevado desempleo, una congelación de los salarios, un declive de las protecciones sociales y una profundización de las desigualdades”.

El intento de hacer bajar todavía más el precio del trabajo mediante las deslocalizaciones ha podido enfrentarse “a políticas disuasivas de fiscalidad y a los costes de las inversiones necesarias para la apertura de instalaciones físicas en terceros países”. Y las soluciones, masivamente utilizadas durante los Treinta Gloriosos [se entiende con este término al período de mayor desarrollo del capitalismo en los países desarrollados, comprendido entre el final de la II Guerra Mundial, 1945, y la crisis petrolera de 1973, ndt], de introducción de la mano de obra extranjera, han caído “bajo el golpe de políticas migratorias cada vez más draconianas”.

La plataformización ha supuesto pues “una salida a esta doble constricción, al instaurar una libertad de circulación ‘virtual’ de la mano de obra planetaria” y permitiendo “transferencias no presenciales de poblaciones”. De hecho, “lejos de suavizar la dureza de las políticas migratorias de los países americanos y europeos respecto a la mano de obra inmigrada, el digital labor desempeña un papel perverso de facilitador de una explotación a distancia”.

El investigador estima pues que para los “capitalistas de las plataformas”, que hacen creer a los jóvenes occidentales que no tienen más que practicar un ocio productor de valor y condenan a la precariedad toda una parte de la fuerza de trabajo global, se trata de “fragilizar el trabajo para mejor evacuarlo, a la vez como categoría conceptual y como factor productivo a remunerar”.

¿Se puede, entonces, escapar de esta constatación tan desesperante como inquietante? Casilli describe algunas iniciativas y luchas para el reconocimiento de las yt los trabajadores de las plataformas, que se anudan esencialmente alrededor de dos estrategias. Una se esfuerza de ensanchar al digital labor las conquistas sociales que precedentemente habían estado ligadas con el empleo, como han hecho algunos repartidores de Deliveroo o chóferes de Uber, pero exige, estima, “tomar en consideración la dimensión planetaria del digital labor”.

La otra, todavía emergente, se basa en repensar la relación “entre usuarios-trabajadores e infraestructuras de colecta y tratamiento de datos al criterio de la gobernanza de los comunes para concebir modalidades nuevas de distribución de los recursos”. En el marco de esta estrategia, sería posible “otra plataformización”, a la manera de Coopify, cooperativa de trabajadores al pedido alternativo en TaskRabbit, de AllBnB sustituto de AirBnB, o también de CoopCyicle que los repartidores prefieren a Foodora.

Sin embargo, para Casilli, “ni el arsenal sindical ni la respuesta liberal aportan solución satisfactoria al problema de la remuneración del digital labor”. El investigador propone pues no escoger entre una y otra estrategia sino, de forma más real, establecer un “ingreso social numérico” que estaría basado en el impuesto y también sobre la restitución a los comunes de lo que “se produce socialmente”.

Forzando a las plataformas actuales a renunciar a su opacidad y a su voracidad, e inspirándose en la tradición mutualista, sería posible pasar a modelos no depredadores de plataformas que entonces no tendrían ninguna razón para agitar el espectro de la automatización para disciplinar la fuerza de trabajo.

Para Casilli, estas plataformas renovadas cumplirían así su función original: “La sustitución de la propiedad privada por la propiedad social, sobrepasar el trabajo forzado por un trabajo sin coerción y reemplazar los enclaustramientos por infraestructuras verdaderamente comunes”.

Esperando la realización de este amplio programa es tiempo ya de plantearse sobre la forma como firmamos ciegamente las famosas CGU, o “Condiciones Generales de Utilización”, que muestran ser, en realidad, contratos leoninos que fijan los marcos de nuestra alienación.

Como recuerda Antonio Casilli, la plataforma de jobbing [trabajador a destajo, ndt] de estudiante americano Sweeping o las de tareas domésticas a pedido TaskRabbit llegan hasta a amenazar a sus usuarios con la reclamación de indemnizaciones si presentan denuncias para exigir la reclasificación de sus actividades o solicitar las cotizaciones sociales no pagadas…


Traducción: viento sur

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¡AY, MI PEDRO! NI CONTIGO NI SIN TI, Y PRIMER TEOREMA DE FÍSICA APLASTANTE: CUANDO UNA COSA NO SE MUEVE ES QUE NO SE MUEVE



¡A las urnas! Pedro Sánchez y el final del ciclo progre


Pablo Carmona
Rebelión
El Salto
16.02.2019


La convocatoria electoral anticipa un nuevo movimiento para la restauración del régimen del 78. El autor considera que no resolverá la incapacidad del sistema representativo para solucionar los problemas de fondo provocados por la desigualdad económica, la pérdida de derechos sociales y la crisis de legitimidad.


No ha pasado todavía un año desde que Pedro Sánchez llegase al poder. Como en una buena lección de historia de nuestro país, el turnismo acelerado parece que no termina de hacerse con las riendas de una crisis social y política sin precedentes. Mientras la derecha se reconstruye a caballo de sus nichos de voto clásico —no hay señales de unas supuestas clases trabajadoras que se pasan a la extrema derecha—, las cuestiones centrales que abrió el 15M siguen intactas.Llevamos años en los que el ensayo progresista se ha vendido como la única solución a una crisis de régimen aún latente. Sus actuales máximos exponentes son Pedro Sánchez y —con renovadas fuerzas—, la apuesta de Íñigo Errejón junto a Manuela Carmena. Ambas comparten una misma intención, la reconstrucción de una izquierda simpática que mire al centro político a la vez que lanza una buena batería publicitaria de gestualidad progre.

Sin embargo, la estrategia no ha funcionado. Los gestos no han servido para mucho más que para desvelar la timidez del gobierno de Sánchez y la falta de posición política más allá del marketing. El primer signo de alarma fue el de los numerosos problemas con el fisco de algunos de sus ministros, una simple prueba de cómo las élites culturales y políticas de nuestro país no dejan de ser la vieja burguesía de siempre —en este caso progresista— que dice defender al Estado y recurre a los seguros sanitarios privados, los coles de élite o a las empresas pantalla para pagar menos impuestos.

Este síntoma evidente, el de un gobierno de los de siempre, los de la vieja aristocracia socialista y de sus nuevos pupilos, nos demuestra que los gestos progresistas y los guiños a la izquierda no son capaces de enfrentarse a los problemas de fondo. Cuestiones centrales como la crisis migratoria y de refugiados, la dictadura financiera impuesta a través de Bruselas, la dramática situación política en Cataluña o la precariedad vital y en materia de vivienda que se vive en nuestro país no se resuelven ni con el gesto del Aquarius, ni llegando a acuerdos a la baja sobre el techo de gasto con Bruselas. Tampoco se consigue nada con el apoyo al artículo 155 en Cataluña ni evitando la necesaria reforma de la ley hipotecaria o de la imprescindible regulación de los precios del alquiler de viviendas.

La realidad de este último coletazo del ciclo progre es que deja abierta la puerta a una restauración de derechas. También es cierto que esto no se debe confundir con la derechización del país. De hecho, podemos afirmar que mientras la España oficial se recompone electoralmente por su derecha, arrastrando a su vez hacia el centro al resto de actores políticos, la España real, la desahuciada, la precaria, la migrante y refugiada corre hacia la abstención (al menos, quienes tienen derecho a votar) y al desencanto. La verdadera crisis política hoy, la que nos debe preocupar, está en la crisis de legitimidad que ha desencadenado ante la derecha este ciclo progre. Una realidad que se corroborará —si no cambia mucho la situación—, en las jornadas electorales de los próximos meses.

Escenarios del cambio 

Es cierto que vuelve a resonar con respecto a los partidos de izquierdas aquella consigna de las plazas del “no nos representan”. Se constata de esta manera que las apuestas y aparatos institucionales, los partidos y coaliciones que intentaron aprovechar a su favor las fuerzas del 15M, han fracasado. Un desencanto y crisis de legitimidad que mucho tiene que ver con el imcumplimiento del mandato que salió de la revuelta de las plazas. La democratización del país, la desobediencia a la dictadura financiera, la garantía de los derechos sociales básicos como la vivienda digna y la paralización de los desahucios o el fin de la precarización de servicios públicos y los empleos fueron algunos de ellos.El escenario que se abre a partir de ahora es ambiguo y difícil de prever. Sabemos que las mediaciones institucionales y los partidos políticos de izquierdas, incluido los del ciclo del cambio, parten de muy mala posición o están en franca retirada. También sabemos que se avecinan gobiernos de coalición a la andaluza o quizás una recomposición centrista del viejo pacto Ciudadanos-PSOE. Las formas definitivas de esta restauración del 78 no las conoceremos hasta el verano, pero sí auguramos que serán duras y a la vez incapaces de resolver los problemas de fondo que ya hemos señalado. La restauración derechista no será sinónimo de estabilidad política.

Al otro lado del espectro institucional nos encontraremos con los diversos herederos de la descomposición del ciclo del cambio. En caso de sobrevivir, la hipótesis Carmena-Errejón llevará a la construcción de un frente que podría servir de muleta, en el caso de triunfar el frente centrista contra la derecha, prestando su apoyo al binomio PSOE-Ciudadanos. Por otro lado, las alianzas IU-Podemos se enfrentarán —según los resultados electorales— a un momento de fuerte recomposición y reubicación en el tablero político.

Por último, los rescoldos de muchas candidaturas municipalistas —aunque tocadas—, podrían luchar por mantener un modelo de participación institucional que aúne la expresión de un programa radical de luchas y la construcción de un polo organizativo de movimiento en el que cumplir una función de altavoz y agitación política de programas de radicalización democrática y de desobediencia.

De lo que no cabe la menor duda es que el ciclo que abrieron Podemos y las candidaturas municipalistas también toca a su fin. Para los próximos años volvemos a un escenario en el que las herramientas de lucha y los protagonismos serán puramente movimentistas para enfrentar un escenario político que sufrirá una nueva involución en forma de recortes de derechos, privatizaciones, precariedad, desahucios, machismo y racismo en una nueva fase de crisis global.

Y ahora qué 

La restauración conservadora contará además con las herramientas más afiladas: la Ley Mordaza y la represión podrían ganar aún más protagonismo en la política nacional. Los múltiples juicios contra la libertad de expresión, la dureza y el régimen de excepción aplicado en Cataluña o la evidencia de cómo funcionan los bajos fondos del Estado con el caso Villarejo y el BBVA no son buenos indicadores para la relación entre la disidencia política y los aparatos del Capital-Estado en los próximos tiempos. Tampoco lo es la vuelta a los discursos securitarios y de guerra entre pobres que han abrazado Ciudadanos o el PP —ahora de la la mano de Vox— que ejerce de liebre ideológica del tripartito derechista en materia de racismo, de lucha contra los derechos conquistados por el feminismo o en favor de las oligarquías financieras.Sin embargo, lo que no se ve en ningún caso es un avance sencillo y sin oposición para este tipo de políticas. En los últimos años se ha demostrado que existen posiciones fuertes de lucha capaces de enfrentarse a este escenario. Esto sucede con la continuidad que ha mantenido el movimiento de vivienda encarnado por la PAH y ahora reforzado con la creación de numerosos sindicatos de inquilinas (Barcelona, Málaga, Madrid, Zaragoza, etc...).

También son cruciales las movilizaciones feministas y de las personas racializadas, con especial relevancia de los sindicatos manteros de Madrid y Barcelona. A ello se unen las posiciones que grandes centros sociales han mantenido en ciudades de todo el Estado (Invisible, Maravillas o Ingobernable) o los nuevos movimientos sindicales precarios en empresas como Glovo o Amazon.

Las huelgas feministas y el enorme movimiento de desobediencia sustentado por miles de mujeres han devuelto la política a la calle y a la necesidad de organización para defender las vidas frágiles y precarias frente a un modelo capitalista y patriarcal que sistematiza la violencia como forma de gobierno. Nuevos protagonismos políticos que han encontrado en los movimientos racializados una expresión necesaria para sacudirse cierto paternalismo con respecto a la lucha contra las fronteras y el racismo que muchas ONG habían practicado en nuestro país desde los años 80 y que vuelve a entroncar con las luchas históricas de los sin papeles en El Ejido, Huelva o en las grandes movilizaciones de los encierros de 2001.

Las posiciones para contrarrestar un futurible ciclo conservador cuentan con buenos amarres. Queda por el camino encontrar los sistemas de alianzas que permitan devolver uno por uno los golpes que llegan y están por venir. La revuelta de las plazas nos enseñó la potencia que tiene una agitación colectiva y diversa, también que es necesario pensar en formas organizativas y de desobediencia civil que permitan deshacer los resortes más duros del control financiero y estatal. La vía de expresión institucional y partidista por medio de los lenguajes progresistas ha fracasado de nuevo al ser funcional a la estabilización del sistema. Sin embargo, abajo y a la izquierda sigue abierta la discusión sobre cómo asaltar los mecanismos del poder y generar una nueva institucionalidad política que garantice nuestros derechos y el reparto de la riqueza.

De cómo afrontemos estos sistemas de alianza, sus formas organizativas y sus herramientas de desobediencia dependerá el que podamos abrir o no una nueva brecha política en la restauración que se avecina.


Pablo Carmona es concejal y portavoz en la Comisión de Economía por Ahora Madrid.

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VOX, EL FASCISMO (Simplicidad mental y unilateralidad) YA NO HAY QUE BUSCARLO, HA TOMADO CUERPO EN LA MULA FRANCIS DE SANTIAGO ABASCAL, A LO QUE HAN CONTRIBUIDO MUCHO LAS TELARAÑAS MENTALES DE LOS QUE HAN PASADO POR SER LOS DIRIGENTES POLÍTICOS DE LA IZQUIERDA. CONTRA LA SIMPLEZA MENTAL Y UNILATERALIDAD DEL FASCISMO (Dejémonos de simplezas, tontadas, proclamas, avisos de mami viene coco come niño, ay, mami que miedo) RAZONAMIENTO OBJETIVO, ORGANIZADO Y SISTEMÁTICO DE PROBLEMAS CONCRETOS EN LUGARES CONCRETOS, ES DECIR, LA ESENCIA DEL CÍRCULO DE PODEMOS (Lo que no fue invención de Podemos ni mucho menos) O GRUPOS DE ESTUDIO Y DE ORGANIZACIÓN SOCIAL PARA HACER INNECESARIA LA FIGURA DE LA PIRULETA O PIRULETO DEL LIDER, ENCARNACIÓN DE TODOS LOS SABERES Y SUSTITUTO DE TODOS LOS DEMÁS A LOS QUE POR GRACIA GRACIOSA ENCARNA.


La ultraderechista Plataforma per Catalunya cesa su actividad para adherirse a Vox
Por Roger Suso / Público
KAOSENLARED
16.02.2019

La incorporación de sus militantes a Vox arrastrará a la formación de Abascal las disputas enterradas del activismo espanyolista.



Surgida en 2002, hasta ahora ha sido la formación de ultraderecha con una mayor representación institucional en Catalunya, llegando a sumar 67 concejales en 2011 y 75.000 votos en las elecciones al Parlament de 2010. La incorporación de sus militantes a Vox arrastrará a la formación de Abascal las disputas enterradas del activismo espanyolista.
“Existen nuevas herramientas más adecuadas para defender y promover nuestras ideas”, afirma en un comunicado Plataforma per Catalunya (PxC). El partido “ya ha prestado su servicio”, sostiene la formación de extrema derecha presidida por August Armengol. El comunicado explica que “la mayoría” de los dirigentes del Consejo Ejecutivo de PxC, así como “cargos intermedios y muchos afiliados”, han decidido abandonar el partido para integrarse a Vox, el nuevo referente de la ultraderecha española.

Lo ven como “la herramienta más adecuada” para promover su ideario xenófobo e identitario y, con este paso, pretenden ayudar a la formación que lidera Santiago Abascal “a su crecimiento en Catalunya”. Este sábado, 16 de febrero, PxC celebrará en Mataró su último congreso donde se aprobará la transformación de la formación en una fundación para “preservar su patrimonio, historia, ideas y legado político”, así como por cuestiones legales y juicios pendientes.

En un primer momento, PxC se inclinaba para hacer coalición con Vox a nivel municipal en aquellos municipios donde conserva implantación, pero como explica el periodista Xavier Rius Sant en Nació Digital, Vox lo rechazó. En cambio, abrió la puerta a las adhesiones individuales de los miembros de PxC que se dieran de baja, como ya han hecho algunos estos últimos meses, o colectivamente si disolvían el partido y se pasaban en bloque, como finalmente ha sucedido.

Uno de los ex dirigentes de PxC que ya forman parte de Vox es Joan Garriga, que ahora es coordinador de Vox en Barcelona ciudad. Garriga fue el número 2 de la lista de la entonces diputada del PP Montserrat Nebrera cuando en 2008 compitió contra Alicia Sánchez-Camacho para dirigir al partido. Daniel Clemente, antiguo dirigente de PxC en L’Hospitalet de Llobregat, es actualmente el hombre de Vox en la segunda ciudad más poblada de Catalunya. A quien también festeja Vox es al todavía vicepresidente de PxC, Pablo Barranco Schnitzler, al que se ha visto en la carpas que el partido ultraderechista monta los fines de semana por Barcelona, junto a Ignacio Garriga, dirigente nacional de Vox.

Antiguos o actuales dirigentes de PxC, como Joan Garriga, Daniel Clemente o Pablo Barranco, ya han pasado a Vox o tienen ciertos vínculos
Barranco Schnitzler fue responsable de las relaciones internacionales de PxC, viajando varias veces a Colonia a actos de los partidos ultras Pro Alemania / Pro Colonia, hasta su marcha, enfrentado con Josep Anglada, en 2010. Radicado en Sant Just Desvern, entonces encabezó Vía Democrática, una escisión islamófoba del PxC. Durante las elecciones europeas de 2014, Barranco Schnitzler se presentó en el lugar 47 de la lista de Vox, y posteriormente, sin Anglada en el partido, volvió a PxC erigido en vicepresidente. Era el encargado de legitimar a la formación de Armengol entre los partidos ultraderechistas Alternativa por Alemania (AFD) y el Partido Liberal de Austria (FPÖ) -que gobierna el país en coalición con los conservadores.

Por ahora, es Jorge Buxadé, actual vocal del comité ejecutivo de Vox, quien controla el partido de Abascal en Catalunya. Buxadé fue el número 7 por Tarragona de la lista de Falange Española de las JONS en las elecciones al Parlament de 1995; mientras que en las elecciones generales de 1996, fue el número 8 por Barcelona de Falange Auténtica. También fue secretario de la Fundación Joan Boscà, constituida por Sociedad Civil Catalana (SCC) y miembro de Empresarios de Cataluña, una asociación impulsada por la misma entidad como patronal unionista. Como abogado del Estado, Buxadé fue quien recorrió la primera consulta sobre la independencia de Catalunya, que se hizo en septiembre de 2009 en Arenys de Munt.

De Vic a toda Catalunya: la historia de PxC

PxC fue fundada en Vic en 2002 por Josep Anglada, un antiguo militante de Fuerza Nueva, el partido del búnker franquista del histórico líder ultraderechista Blas Piñar. PxC se dio a conocer en toda Catalunya ese mismo año, cuando Anglada lideró las masivas manifestaciones contra la construcción de una mezquita en el centro de Premià de Mar (Barcelona). Durante la primera década de existencia, el partido articuló un discurso claramente opuesto a la inmigración, con especial referencia a la comunidad musulmana, obteniendo representación y presencia únicamente en las comarcas de Osona, Baix Penedès y la Segarra.

Posteriormente, como explica el politólogo Aitor Hernández Carr en su tesis doctoral, el partido incrementó su apoyo con un cambio de estrategia, bajo la convicción de que “sólo dejando atrás la estética, el imaginario franquista y ciertas temáticas de la extrema derecha española es posible obtener representación institucional“. Especialmente, y de forma muy similar a como lo han hecho las formaciones de nueva extrema derecha europea, “PxC trató de situarse como un movimiento antiestablishment democrático que luchaba contra el viejo régimen de partidos”. PxC era un partido “anti-casta”, según la llamaba Anglada.

Así fue como Anglada consiguió que la formación mejorara de manera sostenida sus resultados electorales, de los cuatro concejales que obtuvo en las elecciones municipales de 2003 a los 17 de los comicios de 2007. Fue a partir de 2009, cuando el partido dio el salto fuera de sus feudos tradicionales e interiores, e inició una expansión por gran parte del territorio catalán, con una especial atención y penetración en la región metropolitana de Barcelona.

De 67 concejales al declive

Finalmente, los 67 concejales conseguido el año 2011 marcaron el punto álgido del partido ultraderechista, ya que la formación llegó a conseguir representación institucional en buena parte del territorio catalán, y entró con fuerza en grandes núcleos urbanos como Salt, Mataró, l’Hospitalet de Llobregat, Sant Boi de Llobregat, Badia del Vallès o Santa Coloma de Gramenet. El año anterior, el partido había sumado 75.000 votos en las elecciones al Parlament y se quedó a unos pocos miles de sufragios de conseguir representación.

En 2011 el partido sumó 67 concejales y entró en ciudades importantes, como L’Hospitalet de Llobregat, Mataró o Santa Coloma de Gramenete
Pasadas las elecciones municipales de 2011, todo apuntaba a que PxC había conseguido una implantación electoral y territorial que le posibilitaban la entrada en el Parlament y el salto a la primera línea del sistema político catalán. No obstante, la realidad fue justamente la contraria. La etapa estuvo marcada por una creciente crisis y debilitamiento del partido que culminó con la defenestración fulminante de Anglada en 2014 y la sustitución de éste por Robert Hernando.
La eclosión del debate independentista, especialmente a partir de la manifestación del 11 de septiembre del 2012, tensionó a PxC de tal manera, que quedó patente, que, a pesar de que el partido no era partidario de la independencia, no tenía un posicionamiento claro respecto al derecho a decidir y que éste no formaba parte de su discurso político. Como explica el historiador Xavier Casals en el diario Ara, el partido había superado “de forma limitada la grieta catalanismo-españolismo con el lema “Primero los de casa”, que proyectó un eje ideológico que contrapuso “autóctonos” (ya fueran catalanes o españoles) a foráneos (inmigrantes). Pero el auge del separatismo volvió al primer plano la dicotomía Catalunya-España y quedaron arrinconados del debate temas estelares del partido, como la inmigración y la seguridad ciudadana”.

El plataformismo se fragmentó: Anglada -que en 2015 obtuvo un escaño en Vic con la nueva marca Plataforma Vigatana- impulsó el partido Somos Identitarios (SOM) y el sector pro independencia de PxC, liderado por Ester Gallego y el exneonazi Enric Ravello, creó el partido Som Catalans, un nuevo partido xenófobo favorable a la independencia. En las elecciones municipales de 2015, en plena crisis, la PxC de Hernando cayó en picado, obteniendo, sólo ocho concejales.
Hernando, concejal en Igualada y vinculado a un portal digital sobre el RCD Espanyol, fue sustituido por August Armengol, pediatra, concejal en El Vendrell y antiguo cabeza de lista por Tarragona del GIL, el entramado electoral de Jesús Gil. Desde entonces, la pérdida de influencia de PxC se hizo evidente, a pesar del intento de reflotamiento de Armengol con la constitución de la federación ultraderechista Respeto. Era una federación españolista, impulsada en Comarruga (Tarragona), tras el fracaso electoral de 2015 por PxC, España 2000 y el Partido por la Libertad con el beneplácito de la organización islamófoba alemana patriotas europeos contra la islamización de occidente. Así, el partido selló su paso a la marginalidad a rebufo del activismo españolista contra el independentismo, siendo una pata más del proyecto espectáculo de Tabàrnia y eclipsado por Vox.

De la esvástica al traje y corbata

Durante sus 17 años de vida, el partido, más allá de ciertos éxitos electorales, ha estado marcado por varias polémicas y sonadas biografías de una buena parte de su militancia. El propio Anglada, Hernando o Mateu Figuerola pasaron por juzgados en diferentes ocasiones. Otros como Alberto Sánchez, siendo concejal de PxC, fueron impulsores del hoy extinto Casal Tramuntana, una asociación que se inspiraba explícitamente en la Casa Pound de Italia, un movimiento que se autodefine como el “fascismo del tercer milenio”. Sánchez también es conocido por celebrar la victoria de la selección española en la Eurocopa de 2012 subido a la fuente de la plaza de España de Barcelona, alzando el brazo haciendo el saludo fascista, rodeado de símbolos neonazis, mientras pocos metros más allá unos jóvenes protagonizaban agresiones racistas a lateros.

Militantes de PxC tienen antecedentes penales por actividades vinculadas al terrorismo de ultraderecha, como Carles Francisoud
Varios militantes de PxC tenían antecedentes penales por sus actividades relacionadas con el terrorismo de ultraderecha, como Carles Francisoud, que fue el cabeza de lista de PxC por Badalona en las elecciones de 2011. Como explicó la Directa, Francisoud, que fue detenido en 1987 con documentación que apuntaba a una posible actividad parapolicial del grupúsculo Milicia Catalana, admitió haber participado en diecisiete atentados desde el año 1985. En 1997, Tribunal el Supremo hizo firme su condena a ocho años y medio de prisión por asociación ilícita, atentado frustrado y robo con intimidación.
Las disputas enterradas en el activismo antiamarillo y el antisemitismo
Habrá que evaluar también cuál es el impacto que puede tener para Vox el proceso de fragmentación del submundo de activismo espanyolista en torno a la simbología independentista o solidaria con los presos políticos. Tal y como explicó Jesús Rodríguez en la Directa, la pugna entre PxC, Democracia Nacional Vox y los reductos falangistas por el control y liderazgo de los llamados comandos antiamarillo, terminó en competencia o directamente confrontación, con estrategias divergentes, tanto en el ámbito de la acción en la calle como en el campo comunicativo. La rivalidad, fundamentalmente, era entre los grupos radicados en la comarca del Bages, del entorno de Vox, con los del Maresme, del entorno de PxC, y los del campo de Tarragona.

Queda abierta a la especulación la pregunta de qué harán los elementos más antisemitas y anti-Israel de PxC dada la naturaleza prosionista de Vox. Algunos simpatizantes y militantes de base de marcado acento antisemita y de acción militante de calle, ya han manifestado en las redes sociales su oposición a formar parte de Vox. Otros dirigentes, como Jordi de la Fuente, antiguo dirigente del partido neonazi MSR y representante español en la Alianza Europea de Movimientos Nacionales, una alianza formada por partidos ultraderecha y neofascistas, negacionistas y antisemitas como el Jobbik húngaro, la Fiamma Tricolore italiana, el Partido Nacional Esloveno o el Partido Nacional Británico, hace semanas que rondan por las carpas de Vox.

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PODEMOS? NO SE SABE. PERO CON LOS CÍRCULOS, SIN JEFES DE POR SU NATURAL, SEGURO QUE PODRÍAMOS



Juntos no podemos, por separado sí

Rebelión
Cuarto Poder
12.02.2019


Lo que quiero argumentar es lo siguiente: 1) Unidos Podemos corre el riesgo de difuminarse o desdibujarse por su cooperación, más o menos conflictiva, con el Gobierno de Sánchez; 2) si esto ocurre, una parte del voto de Unidos Podemos terminaría en el PSOE y otra en la abstención; 3) la suma del voto del PSOE y de Unidos Podemos no daría para derrotar a las derechas. En positivo, parto del convencimiento de que la única forma de derrotar a la hidra de las derechas es si Unidos Podemos, no solo recupera votos, sino que los amplía. Vayamos por partes.

Si algo nos dice la experiencia con el Gobierno de Sánchez son las profundas diferencias en temas de fondo y en el estilo de hacer política. Este no ha sido capaz de construir una mayoría programática y tiene enormes dificultades para definir una alianza política a corto y a medio plazo. Vive por y para ganar las próximas elecciones; todo lo demás es secundario. Los acuerdos alcanzados tienen que ser peleados minuto a minuto y, a veces, la síntesis final produce una frustración difícil de ocultar. Las líneas rojas de este gobierno chocan con el programa de Unidos Podemos y, más allá, con aspiraciones de una mayoría social que creyó que con Sánchez algunas cosas cambiarían. Las gentes no esperaban demasiado, solo coherencia con lo que el PSOE había defendido en la oposición a la derecha. Al final, lo que queda son titubeos, vacilaciones, retrocesos y batallas perdidas antes de darlas.

Los límites del Gobierno están quedando claros: primero, alineamiento férreo con la política exterior norteamericana; segundo, aceptación consciente del “consenso de Bruselas”, es decir, de las reglas neoliberales de la Comisión europea; tercero, defensa, a veces gratuita, de la Monarquía y del actual monarca; cuarto, complicidad con los poderes fácticos.

Cuando me refiero al seguidismo con la política de Donald Trump, no es solo a la OTAN sino a su política exterior en sentido amplio (como ejemplo, Venezuela). Lo de la Unión Europea no resulta extraño por la trayectoria de la actual ministra de Economía; sorprende la falta de crítica, de oposición con los enormes problemas que deja la crisis en España y cuando, de nuevo, aparecen señales de otra por venir. Su posición con la Monarquía no es extraña vista la trayectoria del PSOE; el problema es que, por el miedo a abrir la “cuestión republicana”, se bloquea la necesidad de cambios en nuestro ordenamiento constitucional. ¿Alguien cree que se puede solucionar la cuestión territorial sin reformar la Constitución? Por no hablar de la corrupción o de las garantías de los derechos sociales. La complicidad con los poderes fácticos es una vieja obsesión de Sánchez: demostrar a los que mandan que él lo hace mejor y que es la única persona capaz de dar continuidad al Régimen del 78.

La gestión de las relaciones con Cataluña reflejan muy bien las debilidades e incapacidades de un Gobierno que vive al día y a eso le llama política. La posibilidad de un programa común entre el Partido Socialista y Unidos Podemos no parece posible; tampoco hay señales de que Sánchez lo desee. Si al final no hay presupuestos, lo que nos espera es una polarización dura y sistemática entre las derechas y el PSOE. Se ha hablado mucho en estos días –es la típica movida madrileña- de un gran centro que impidiese un futuro gobierno PSOE/Unidos Podemos. Lo que viene es algo más que eso y lo llevará hacia adelante como táctica electoral el Partido Socialista: definir un espacio moderado y centrado en torno al Gobierno de Sánchez para vencer a las derechas y, desde ahí, movilizar el voto útil debilitando la fuerza electoral de Unidos Podemos. El problema, insisto sobre ello, es que esto puede no ser suficiente para ganarle a las derechas y sirva para liquidar la capacidad de resistencia popular a un gobierno Ciudadanos-PP-VOX.

No comparto el pesimismo en torno a Unidos Podemos, ni comparto la idea de su decadencia electoral. Creo que hace falta iniciativa política, claridad de ideas, imaginación y una dirección capaz de estar a la altura del tiempo histórico. Tampoco comparto la idea de que nuestra mejor campaña sea reivindicar lo acordado con el Partido Socialista. Conectar con una base electoral y social desmovilizada y, me temo que desmoralizada, requiere algo más que una buena campaña electoral. Hay que cambiar los imaginarios sociales, generar ilusión y compromiso en un momento en el que los jóvenes, trabajadores, autónomos, mujeres y hombres, se juegan el futuro. La clave: un proyecto de país en positivo, posible y asumible por una gran mayoría disputándole la hegemonía a una socialdemocracia sin proyecto que lo único que defiende es el mal menor.

Ahora todo es más difícil. El viento de cola ya no nos sopla con la fuerza de antes. Hay que “organizar la subjetividad” relanzando un proyecto que sigue estando vivo, que es más necesario que nunca y que hay que convertirlo en programa, en propuesta, en una esperanza concreta. Nuestras gentes son personas que conocen su mundo, que saben las enormes dificultades de cambiar unas relaciones de poder consagradas durante años y que han aprendido la dureza de unos poderes fácticos que no perdonan a quienes los cuestionan. La pelota sigue estando en nuestro campo. Catarsis y nuevo inicio.


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