domingo, 1 de noviembre de 2020

¡Stop a la manada pactante de Toledo! Te enmoñes o desenmoñes las pensiones no las toques. ¿Algún trabajador ha autorizado a alguno de los políticos lepleseltantes para que le quiten las pensiones?

 

El gobierno prepara una privatización encubierta del sistema de pensiones incorporando el «modelo británico»


Diario octubre

31.10.2020

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Diego Herchhoren.— El sistema de pensiones de empleo en el Reino Unido, reformado por el conservador David Cameron, se basa en un modelo de inscripción automática que, desde su implantación en 2012, ha reducido la caja de la Seguridad Social, pasando a ser las empresas empleadoras las administradoras de los fondos. El sistema público queda así reducido a un modelo residual al que quedan relegados los pobres

El modelo de los conservadores británicos

La reforma de las pensiones que el gobierno del PSOE y Podemos está elaborando, conforma una transformación radical del sistema, donde el epicentro está en quién administra los fondos que mes a mes la clase trabajadora aporta en sus nóminas.

Una golosa caja y una grave reforma que supuestamente viene a paliar el déficit estructural de la Seguridad Social (en torno a 18.000 millones de euros), así como la «sostenibilidad» del sistema a largo plazo. El proyecto de reforma que evalúa el gobierno es, ni más ni menos, que entregar a las empresas la parte más importante de la caja de las pensiones.

En este contexto, el ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, ha anunciado que tiene la intención de impulsar los llamados «planes de pensiones de empleo (también llamado de empresas)» para fomentar el ahorro a largo plazo, basándose en el modelo británico.

Banca y aseguradoras, administrando los fondos

¿En qué consiste?. Desde 2012 las empresas británicas tienen que inscribir automáticamente a los trabajadores (siempre que cumplan ciertas condiciones: salario mayor de 10.000 libras, edad superior a 22 años…) en un plan de pensiones de empresa, aunque los trabajadores pueden salir vo­­luntariamente en el plazo de un mes. Se trata de una caja de jubilaciones que administra la propia empresa, o empresas gestoras autorizadas (lo más habitual) que provienen del sector financiero y de seguros.

Asimismo, se requieren aportaciones mínimas anuales del 8% del salario del trabajador (antes de abril de 2019, era un 5% y, desde 2012, se ha ido aumentando progresiva­ mente hasta llegar al 8%) repartidas de la siguiente forma: una contribución del 3% por parte de la empresa 3 y una contribución del 5% por parte del empleado (aunque en general su contribución ya de entrada es del 4% gracias a una deducción fiscal del impuesto de la renta).

Las rentas bajas quedan fuera de la reforma

Según los informes que maneja el gobierno, proporcionados por Caixabank Research, el think tank de Caixabank, su incorporación al sistema español se definiría como un «complemento» la introducción de al sistema público de pensiones ante la previsible caída de la tasa de reem­plazo –la ratio entre la pensión media y el salario medio–, que según el promedio de la OCDE es del 40%, pero lo cierto es que una reforma de este tipo supondrá en la práctica una descapitalización del sistema público en favor del privado.

Las conversaciones entre el gobierno y la CEOE, de cara a esta reforma, se centran en un diseño de la misma que no aumente el coste laboral para las empresas, y para que sea lo suficientemente «atractivo» para los trabajadores.

La solución que parece entreverse es que las empresas podrán deducirse fiscalmente la gestión de estos fondos, y sobre todo, y que las personas que no superen los umbrales de rentas serán «acogidos» mediante una cobertura residual pública para rentas bajas, ya que en el Reino Unido, por ejemplo, una laguna es que hay más de 8 millones de tra­bajadores que no son «elegibles» para estos planes, entre ellos las personas que cobran menos de 10.000 libras al año y los autónomos.

FUENTE: mpr21.info

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Garantizado y comprobado clínicamente: leer y pensar no afecta a los riñones.

 

España inteligible



Julián Marías

Publicado en ABC (2000)

Sociología Crítica

27.10.2020

Hace quince años, en 1985, publiqué un libro por el que siento cierta predilección: España inteligible. No es que sea mi «mejor» libro –esto no tendría demasiado sentido–, pero es acaso el que ha ayudado más a que los españoles se entiendan a sí mismos. Tiene un subtítulo: «Razón histórica de las Españas», porque desde 1500 España es inseparable de América y el resto del mundo hispánico.

Este libro se ha leído bastante: diez ediciones en español, traducciones al inglés y al japonés. No se ha hablado demasiado de él, lo que puede ser explicable. Lo que me sorprende es la escasez de comentarios a su título. Dije que el libro cumple lo que el título promete: inteligibilidad. Por lo visto, esta noción irrita; se prefiere la idea de que España es un país «anormal», conflictivo, irracional, enigmático, un conglomerado de elementos múltiples y que no se entienden bien.

Mostré que España es coherente, más razonable que otros países, en suma, inteligible si se lo mira desde su génesis, sus proyectos, su argumento histórico. Como se ha decretado lo contrario, hay una manifiesta resistencia a mirar la realidad y tomarla en serio. Lo inaceptable es el título, que va contra las ideas recibidas y aceptadas sin crítica, aunque la experiencia las desmienta. Todo antes que admitir que se entienda lo que ha acontecido, que se comprenda un proceso histórico excepcionalmente coherente si se lo mira con la razón histórica y no con la razón abstracta; es mucho pedir que se mire la historia con mirada histórica, humana. Se trata de un caso particular de la evidente resistencia a mirar como personal la realidad humana, aunque sea al precio de no entenderla, de suplantarla por las «cosas» o, en el caso más favorable, por lo biológico, lo meramente animal. Si se considera casi todo lo escrito sobre cuestiones humanas en los dos últimos siglos, asombra el deliberado olvido de los caracteres personales, irreductibles a ninguna otra forma de realidad: no hay ningún «eslabón» ambiguo, equívoco, en que sea dudosa la condición humana, identificada con lo personal. Hay que refugiarse en el pasado imaginario para alojar en él lo que no existe en la realidad actual.

Se repiten monótonamente todos los tópicos acumulados sobre España durante varios siglos. Casi nadie se atreve a considerar la realidad y la interpretación fundada en su examen. El reconocer que las cosas no son como se dice parece a muchos una «infidelidad». Habría que preguntar a qué. He insistido a veces en la «fragilidad» de la evidencia, que se descubre y entrevé un momento y se pierde pronto por la presión del hábito. La idea de que España pueda ser «normal», una realidad colectiva humana y por tanto inteligible parece una «herejía».

Lo verdaderamente innovador e interesante es que habría que dar un paso más en la misma dirección. No solo España ha sido y es inteligible, sino también otros pueblos a los que se les ha atribuido esa condición sin suficiente motivo y sobre todo sin atender adecuadamente a su realidad y a los métodos que reclama. Quiero decir que otros países son más inteligibles de lo que se piensa, porque tampoco se los mira con los instrumentos mentales necesarios. Habría que intentar una revisión histórica de los demás países; creo que se aumentaría considerablemente su nivel de inteligibilidad, de racionalidad.

¿Podría extenderse este criterio de todos los pueblos? No lo creo así. Los pueblos procedentes de una herencia histórica que es la nuestra y que incluye el mundo helénico y el romano han conservado la continuidad y la pretensión de inteligibilidad. Por eso sus historias presentan, a pesar de azares, errores, violencias y crisis, que pueden ser graves y duraderas, algo que se puede entender y narrar; dicho con otras palabras, han realizado una historia que es susceptible de ser narrada, aunque en etapas bien distintas.

En otros casos la continuidad ha sido mucho menor, la inestabilidad de las poblaciones, la complejidad étnica, la ausencia de proyectos coherentes, el carácter precario y vacilante de su expresión, hace sumamente difícil esa inteligibilidad, precaria, vacilante. Finalmente, hay y por supuesto ha habido durante siglos o milenios, pueblos que sólo han poseído y conservado el mínimo de inteligibilidad que pertenece a lo humano, que sólo se encuentra en forma residual, como el grado inferior de la condición personal.

Vemos, pues, que la inteligibilidad, lejos de ser un privilegio de la condición histórica española, es la condición de lo humano y personal. Pero las diferencias de grado, forma y contenido pueden ser enormes. Para que esto se vea es menester una intensidad que lo haga perceptible. Lo curioso es que esto resulte particularmente evidente cuando se examina la historia española, objeto preferente de la imputación de conflicto e irracionalidad.

Pero las consideraciones que acabo de hacer descubren las diversas formas, las articulaciones y los límites de la historia. Podemos distinguir entre grados de ese carácter de todo lo humano que es la historicidad. Esto permitiría algo que no se ha hecho y que es una tarea apasionante: una tipología profunda y radical de las formas históricas. He mencionado apresuradamente tres niveles bien distintos, tanto que son irreductibles. En rigor, sólo desde los niveles superiores se puede percibir la forzosa historicidad.

Se ve igualmente la imposibilidad de una «historia universal» si no se ha llegado al descubrimiento de la inteligibilidad plena de algunas formas históricas. Solamente desde las formas superiores de inteligibilidad puede lanzarse una mirada al resto, y hallar así la universalidad de esa condición, aun en su grado ínfimo.

Todavía se suscita otra cuestión, cuyo interés teórico es del mayor alcance: en qué medida está ligada la noción de historia universal a la posibilidad de su realización, en la medida de las posibilidades reales. El hecho de que los griegos, los romanos y los españoles, en diversas épocas, hayan sido realizadores y teóricos de lo que podemos llamar «versiones» distintas de la historia universal llevaría a barruntar esa conexión. En otros ciclos humanos, ni la realidad ni el pensamiento parecen vinculados a la noción de historia universal.

Baste pensar un momento en estas cuestiones para recordar la complejidad y el apasionante interés de la condición histórica del hombre. Resulta inquietante, y sugestivo, darse cuenta de lo que falta para que esta condición de la vida personal se haya puesto adecuadamente en claro.