miércoles, 21 de octubre de 2020

Azerbaiyán Barre a Armenia Con Ataque de 150 Misiles en 5 Minutos.

BANKIA. Problema de regla de dos aplicado a la ciencia directa del mangui mango sin vaselina y sin nada: ¿Cuántos camiones de los grandes cargados hasta los topes de mascarillas contra el coronavirus se podrían comprar con 23.466.000.000 de euros, si cada mascarilla cuesta 1 mierda partida por 100? Quien resuelva el problema que nos lo diga, porque esos son los camiones cargados de mascarillas que nos han robado los de siempre, chispa más o menos.

 

Logotipo de Bankia en las Torres Kio de Madrid. FERNANDO SÁNCHEZ

Bankia: la inoperancia de los controles financieros

PUBLICADO EL21 OCTUBRE, 2020 POR DAVID DURÁN/ La Marea.com

 La Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional ha absuelto al expresidente de Bankia Rodrigo Rato y los otros 33 acusados por delitos de estafa a los inversores y falsedad contable en su salida a Bolsa. La entidad colocó 3.000 millones de euros entre los inversores a 3,75 euros la acción. Un año después apenas valían unos céntimos. 

A pesar de las ingentes pérdidas que ocasionó la operación y el rescate público –23.465 millones de euros según los cálculos más conservadores–, la jueza de la Audiencia Nacional Ángela Murillo decidió cerrar el caso eximiendo de cualquier responsabilidad al equipo de gestores y consejeros del banco. Además, en la resolución destaca que la decisión de salir a bolsa «fue percibida como la más adecuada por las autoridades económicas», siendo el proceso «intensamente supervisado con éxito por el Banco de España, la CNMV, el FROB y la EBA, contando con la aprobación de todas las instituciones”.

Es el último capítulo de una serie de impunidades que deja una de las mayores estafas de la historia de España –en palabras de la Fiscalía Anticorrupción– con todos sus responsables absueltos. Lo ocurrido en Bankia, específicamente durante las etapas de Miguel Blesa y Rodrigo Rato, se podría escenificar como un supermercado donde un buen número de encargados, guardias de seguridad, responsables de lineal, cámaras y policías, vigilan durante años mientras las estanterías van quedando progresivamente desvalijadas sin que nadie observe nada sospechoso, hasta que el comercio quiebra

Sobre el papel, el banco madrileño había contado durante todos esos años con una gran diversidad de controles, a nivel interno y externo, encargados de velar por el adecuado funcionamiento de las entidades financieras. A saber: 

·         Departamento de Control Interno: dependiente de la Intervención General de la entidad, dedicado al control operativo y contable de las actuaciones de las oficinas.

·         Departamento de Auditoría Interna: dependiente de la Dirección General o de la presidencia del Consejo de Administración, según la entidad. Verifica la bondad de las actuaciones llevadas a cabo por el departamento de Control Interno, además de comprobar la existencia de manuales de funciones y procedimientos, así como el correcto seguimiento de los mismos.

·         Banco de España: organismo encargado de la supervisión de las entidades financieras, mediante la realización de inspecciones orientadas a garantizar el correcto cumplimiento de las prácticas bancarias a todos los niveles. En el caso de Bankia, el Banco de España tenía ubicados a varios funcionarios de forma permanente en el seno de la entidad, con acceso a todas las operaciones, documentos, actas y decisiones. 

·         Instituto de Contabilidad y Auditoría Contable: adscrito al Ministerio de Economía y Hacienda, vela por la correcta aplicación de la función auditora en las entidades financieras.

·         Empresas auditoras independientes: sus informes certifican que los estados de cuentas de las entidades auditadas reflejan fielmente su situación financiera. Dichos informes son incluidos en las memorias anuales presentadas en las asambleas de accionistas. Un clásico de las auditorías como Deloitte ejerció esa labor en Bankia durante las etapas de Blesa y Rato.

A estos habría que añadir la presencia adicional de otros organismos de control, como son la Intervención General de la Administración del Estado y la Agencia Tributaria, dependientes del Ministerio de Hacienda, así como la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), dependiente del Ministerio de Economía, los cuales, en el caso Bankia, han intervenido de una u otra forma en función de sus competencias.

Así pues, será necesario elevar sustancialmente los niveles de ingenuidad para considerar a todos estos departamentos e instituciones, dotados generalmente de profesionales de primer nivel, incapaces de detectar anomalías tan gruesas como las surgidas en Bankia.

Banco de España, el colaborador necesario

La inverosimilitud de que los equipos de inspección de este organismo regulador no fueran capaces de advertir los fallos continuados de la gestión de Bankia es señalada por algunas voces como la del juez Elpidio José Silva, inhabilitado por el juicio a Miguel Blesa, “no resulta creíble que el Banco de España ignorase lo que estaba sucediendo mientras se iba a pique el sistema financiero”.

Rodrigo Rato durante una comparecencia ante el Parlamento en 2012. Foto: REUTERS / Susana Vera.

 Silva lo concreta en numerosos episodios, como “la gestión bancaria criminalizada” en la compra del City National Bank of Florida (CNBF), donde “el sobreprecio abonado pudo superar los 500 millones de dólares”, o el crédito de 26 millones concedido en 2008 por Bankia a Díaz Ferrán, expresidente de la CEOE, consejero del propio banco y condenado a prisión en 2013 por fraude a Hacienda. En su libro La justicia desahuciada se pregunta “cómo es posible que el Banco de España, que contaba con toda la información disponible, no denunciara el carácter criminalizado del crédito, llegando incluso a certificar que no reunía la menor infracción de protocolo bancario”.

A pesar de que sí existieron informes por parte de los inspectores del Banco de España denunciando malas prácticas en la gestión de Bankia, éstos no pasaron de meras recomendaciones que eran suavizadas y matizadas por sus jefes de equipo y por los dirigentes del banco, algo señalado en su momento por la Intervención General de la Administración del Estado. 

Al contrario de lo que ocurría con los inspectores de la Agencia Tributaria, una modificación introducida en 2003 en la ley de autonomía del Banco de España determinaba que sus inspectores dejaban de ser funcionarios del Estado y pasaban a ser simples contratados laborales. Carecían, por lo tanto, de la condición de autoridad pública y sus actos no tenían valor jurídico alguno. Este colectivo señaló a la cúpula del Banco de España en 2015 por emitir un informe cuestionando las conclusiones periciales del caso Bankia y adhiriéndose a las argumentaciones de Rodrigo Rato.

En 2014, dos peritos independientes del Banco de España designados por el juez Fernando Andreu, concluyeron que la salida a Bolsa de la entidad madrileña fue fraudulenta. En su informe pericial califican de “falsa la información contenida en el resumen del folleto de emisión para la salida a Bolsa de Bankia”. Igualmente, añaden que las cuentas anuales presentadas por Rato y reformuladas por Goirigolzarri en 2012 “son falsas”, ya que “no expresaban la imagen fiel de la situación económica y financiera de dichas entidades” añadiendo aquí a la empresa matriz, Banco Financiero y Ahorros (BFA).

En este sentido, los peritos apoyan los informes emitidos por los inspectores José Antonio Casaus, que proporcionó pruebas a la fiscalía de haber advertido de la inviabilidad de Bankia, y José Antonio Delgado, que calificó la salida al IBEX 35 como “el maquillaje de un muerto” que contaba con la necesaria colaboración del supervisor bancario.

El jefe de Supervisión del Banco de España, Jerónimo Martínez Tello, el director general de Supervisión, Mariano Herrera, el jefe de grupo de inspección en Bankia, Pedro Comín y el director de inspección por aquellos años, Pedro González Gonzálezdimitieron en 2017 después de ser imputados por permitir la salida a Bolsa de la entidad, “pese a las reiteradas advertencias del equipo de inspección del Banco de España de la inviabilidad del grupo y de que la solución de salida a Bolsa no debía ser aprobada, pues suponía grave perjuicio para accionistas, preferentistas y contribuyentes (estimado en unos 15.000 millones de euros)”. 

El gobernador del Banco de España por aquellos años, Miguel Ángel Fernández Ordóñez –alias MAFO–, fue igualmente imputado. Meses después la Audiencia Nacional cambió de criterio y todos estos directivos fueron exonerados. La CNMV y la auditora Deloitte quedaron igualmente libres de responsabilidad. 

El propio González reconoció en 2019 que se ocultaron los informes oficiales sobre la salida a Bolsa, aunque negó que existieran presiones hacia los inspectores. Pedro González ya había declarado como testigo en 2013 por el caso Blesa, en relación al crédito concedido a Díaz Ferrán, afirmando que no les fue facilitada ninguna información y que no sabía nada de ese asunto. También tuvo que comparecer años atrás por irregularidades relacionadas con otras cajas de ahorros, como en el caso CAM o en el polémico proceso de fusión de NovaCaixaGalicia.

Como jefe del grupo de inspectores, Pedro Comín fue quien recibió los correos de Casaus que alertaban sobre la inviabilidad de Bankia. Admitió con posterioridad que no hizo caso de los mismos, ya que eran “unos cálculos muy básicos”. Finalmente Mafo, el hombre que apretó al gobierno de Rajoy para que aprobase una reforma laboral que redujera los costes a las empresas, resolvió endosar la responsabilidad en la caída de Bankia a una “monstruosa segunda recesión”, que, por razón no determinada, afectó a este banco mucho más que a otros.

Con este panorama, ha resultado profético lo escrito en el año 2015 por Elpidio Silva en su libro El caso Blesa, donde explica que un regulador inactivo no es solamente inútil, sino que además “se convierte en un comodín para fortalecer la posición de los malos gestores: “afirmarán que el Banco de España no actuó contra ellos precisamente porque no han cometido ninguna infracción y lo prueban sencillamente manifestando una triste realidad, que el supervisor –efectivamente- nunca los sancionó”.

El bipartidismo en la CNMV: inversores desprotegidos

En la misma línea que el Banco de España, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) también fue acusada de tener una actitud relajada en el proceso de capitalización de Bankia. El inspector Víctor Sánchez elaboró un informe en 2006 donde señaló que el folleto de emisión de nuevas acciones, aprobado por este regulador, contenía irregularidades y resultados contables ficticios, incluyendo unas provisiones por insolvencia de 6.913 millones de euros.

En Bankia se colocaron preferentes a sus clientes y, con la salida a Bolsa, acciones en las sucursales. Fernando Zunzunegui, abogado y profesor de Derecho del mercado Financiero de la Universidad Carlos III de Madrid, afirma que la CNMV “se debería haber encargado de gestionar las indemnizaciones” a los afectados por estas prácticas. 

Ernesto Ekaizer señala en su Libro Negro de Bankia que “la CNMV no vio nada. O quizá vio todo. Porque había decidido embarcarse en un proyecto cuyo timón, bien lo sabían Julio Segura y Fernando Restoy, hombres del Banco de España, estaba en manos de la institución dirigida desde la madrileña Plaza de Cibeles”. 

La plataforma 15MpaRato señaló en su día que este organismo se dedicó a “aprobar y amparar” las malas prácticas del sector en general y de Bankia en particular, relacionadas con las preferentes y la salida a Bolsa. Para este colectivo, la CNMV “es un organismo generador de puertas giratorias con la banca”. A diferencia de lo que sucede en países como el Reino Unido, donde los puestos de los reguladores financieros son nombrados mediante concurso libre, en España son elegidos invariablemente por el poder político. 

Julio Segura fue nombrado presidente de la CNMV por el PSOE en 2007 tras la dimisión de Manuel Conthe, mientras que Fernando Restoy sustituyó a Carlos Arenillas como vicepresidente un año después. Ambos fueron imputados en 2017 por el caso Bankia. Segura, que en su día integró el equipo que diseñó la política económica de Zapatero, es miembro desde ese mismo año del consejo asesor de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF). Restoy aterrizó aún mejor y pasó en 2012 a ocupar el cargo de subgobernador del Banco de España. Actualmente es presidente del Financial Stability Institute, organismo europeo dependiente del Banco de Pagos Internacionales. 

Con la entrada en el Gobierno de Rajoy sucede el oportuno relevo en la CNMV. Elvira Rodríguez Herrera, que ha ido encadenando altos cargos públicos con el PP desde el siglo pasado, llega a la presidencia en 2012, año de la nacionalización de Bankia. Actualmente ejerce como vicesecretaria general de Acción Sectorial del Partido Popular. Ese mismo año se nombra vicepresidenta a Lourdes Centeno, abogada del Estado de la promoción de La Gloriosa. A los pocos meses de abandonar el cargo se pasó al sector privado, como socia en Ernst & Young (EY), la auditora que relevó a Deloitte en Bankia y firma sus cuentas desde entonces. En octubre de 2020 ha recibido una sanción de 776.850 euros por parte de la ICAC, debido a infracciones graves en las cuentas anuales de Bankia.

Miopía contable en Deloitte

La empresa auditora cuyos informes debían certificar la bondad de los estados de cuentas de Bankia, estuvieron año tras año presentando informes que obviaban una situación financiera manipulada. En 2012, cuando Bankia ya estaba a punto de reventar con la salida a Bolsa, se negaron a firmar las cuentas del ejercicio anterior, precipitando el escándalo y la dimisión de Rato. Era tarde, la Audiencia Nacional les imputó en 2017 por presunta complicidad y participación directa en el diseño de la estafa de la salida al índice bursátil.

Como sucede con frecuencia en el mundo financiero, la independencia de una firma auditora se ve empañada desde el momento en que ejerce para la empresa auditada labores ajenas a la auditoría. Esta empresa de origen británico, una de las llamadas Big Four del mundo de las consultoras, auditaba a Bankia al mismo tiempo que le cobraba casi cuatro millones de euros anuales por labores de asesoría y consultoría.

De forma cristalina, como dice Alberto Lardiés en La democracia borbónica, “la misma empresa que elaboraba las cuentas se dedicaba a auditarlas. Así ocurrió después, claro, cuando Deloitte aprobó las cuentas que presentó Bankia para justificar su salida a Bolsa. Una salida que fue ruinosa porque las cuentas eran una patraña”. Esta práctica –habitual en las auditoras– colisiona con el artículo 14.2 de la Ley 22/2015, que determina que las sociedades de auditoría “deberán abstenerse de participar de cualquier manera en la gestión o toma de decisiones de la entidad auditada”.

En el instante de su imputación, Deloitte echó balones fuera y trasladó la responsabilidad a su socio, el auditor Francisco Celma. Por su parte, el representante de Deloitte en Bankia hacía constar que nadie le había convocado en los encuentros anteriores del comité de auditoría, y que por tanto no había tenido forma de hacerles ver la gravedad de las salvedades que tendrían las cuentas. El Ministerio de Economía impuso una fuerte multa a Deloitte en 2016 por “infracciones continuadas muy graves”.

La trayectoria de esta consultora cuenta con un dilatado currículum de irregularidades. Fue sonado el caso de Abengoa en 2015, donde un chico de 17 años descubrió el agujero contable que Deloitte pasó por alto en varios años de auditoría a la empresa sevillana. En su día también fue una de las promotoras, junto con otras grandes consultoras, del escándalo de los papeles de Luxemburgo (LuxLeaks), la red de evasión de impuestos más grande descubierta en Europa. Recientemente ha sido multada con 17,2 millones por amañar concursos públicos

La intervención general del Estado elaboró en 2013 un contundente informe sobre las inspecciones realizadas a Bankia –por entonces Caja Madrid– entre 2006 y 2010. En el documento se afirma que la gestión durante los años de Miguel Blesa fue “imprudente e incompetente”, permitiendo un progresivo deterioro de la entidad bancaria. Hubo créditos fallidos e inversiones donde se perdieron “más de 1.200 millones de euros adquiriendo el CNBF, Su Casita, Mecalux, Sos, Iberia o NH Hoteles, entre otras adquisiciones atropelladas y ruinosas para la Caja”.

Los interventores de este órgano de control estatal consideran que estas actuaciones han motivado que la situación de Bankia fuera “mucho peor que la de otras entidades financieras similares, a las que también afectó la crisis”. En otro de los puntos del informe señala también la actitud del Banco de España, que “debió haber sido más severo, frenando un crecimiento desquiciado el cual dificultó e hizo ineficaces la reconducción de los problemas”. 

Todas estas consideraciones parecen haber sido marginadas en el momento de dictar la sentencia absolutoria.

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La esencia instrumental de nuestro señor dios todopoderoso el capital: la guerra

 

La guerra de los comerciantes

John Reed

El VIEJO TOPO

19 octubre, 2020 

 


El conflicto[1] austro-serbio es una mera bagatela –como si Hoboken le declarara la guerra a Coney Island– pero toda la civilización de Europa se ve involucrada.

La verdadera guerra, de la cual este repentino estallido de muerte y destrucción es sólo un incidente, se inició hace mucho. Ha estado librándose durante decenas de años, pero sus batallas han sido tan poco publicitadas que apenas se ha tomado nota de ellas. Se trata de un choque entre comerciantes.

Es bueno recordar que el imperio alemán empezó como un convenio de negocios. La primera victoria de Bismarck fue el Zollverein, acuerdo tarifario entre una veintena de minúsculos principados alemanes. Esta liga comercial se consolidó en un Estado poderoso por medio de victorias militares. No debe sorprendernos que los hombres de negocios  alemanes crean  que el desarrollo de su comercio depende de la  fuerza.

«Ohne Armee, kein Deutschland» («Sin ejército no hay Alemania») no sólo es la divisa del Kaiser y la casta militar. El éxito de la propaganda militarista de la Liga Naval y otras organizaciones patrioteras parecidas depende del hecho de que nueve de cada diez alemanes leen la historia de esa manera…

Después de la guerra franco-prusiana de 1870 vino el «Gründerzeit» (el «periodo de fundación»). Todo lo alemán saltó adelante en un impulso impresionante de crecimiento.

La retirada de los océanos de la marina mercante alemana nos ha recordado la importancia mundial de sus servicios de transporte. Todas esas grandes flotas alemanas de cruceros y buques mercantes surgieron a partir de 1870. En la industria acerera, en la producción textil, en la minería y el comercio, en cada rama de la moderna vida industrial y comercial, y también en términos de población, el desarrollo alemán ha sido igualmente asombroso.

Pero geográficamente todos los campos para el desarrollo se habían cerrado.

En los días en que no había un ejército ni una unidad alemana, los ingleses y los franceses se habían apoderado de la tierra a manos llenas.

Inglaterra y Francia veían el desarrollo alemán con desconfianza y falsas intenciones de paz. «No intentamos ya apoderarnos de más territorio. La paz de Europa exige el mantenimiento del statu quo.»

Con estas palabras todavía frescas en los labios, Gran Bretaña tomó Sudáfrica. Y fingió infinita sorpresa y pesar cuando los alemanes no aplaudieron esta clausura de otros  mercados.

En 1909, el rey Eduardo –gran amigo de la paz–, luego de largas conversaciones secretas, anunció la Entente Cordiale, por la que Francia prometió apoyar a Inglaterra para absorber Egipto, e Inglaterra apoyar a Francia en su aventura de  Marruecos.

Las noticias de este subrepticio «acuerdo de caballeros» provocó una tormenta. El Kaiser, con frenética indignación, gritó: «Nada puede suceder en Europa sin mi   consentimiento».

Los amantes de la paz en Londres y París convinieron en que esta amenaza de guerra era muy descortés. Pero estaban obteniendo lo que querían sin mancharse las manos de sangre, así que consintieron en celebrar una conferencia diplomática en Algeciras. Francia prometió solamente no anexionarse Marruecos, y sobre todo juró que se encargaría de mantener «la puerta abierta». Todo el mundo iba a tener iguales oportunidades comerciales. La tormenta se disipó.

Un ejemplo, entre miles, de cómo los franceses observaron  su promesa de mantener una puerta abierta en Marruecos lo proporciona el método de comprar telas para uniformar al Ejército Moro.

De acuerdo con el »Acta de Algeciras», que estipulaba que todos los contratos debían someterse a subasta internacional, se anunció que el sultán había decidido que los uniformes de sus soldados se hicieran sobre un gran pedido de caqui. Las «especificaciones» se publicarían cierto día –de acuerdo con la ley se invitaría a los fabricantes de tela del mundo para que estuviesen presentes.

Las «especificaciones» exigían que la tela fuera entregada en tres meses y que fuera de un cierto ancho de tres yardas, según recuerdo. «Pero», protestaron los representantes de una firma alemana, «no hay telares de esa anchura en el mundo. Tomaría meses construirlos». Pero se descubrió que un precavido (o alertado de antemano) fabricante de Lyon había instalado las máquinas necesarias hacía unos pocos meses. Consiguió el contrato.

El embajador en Tánger tuvo que contratar enviados especiales para trasmitir a Berlín las quejas de los mercaderes alemanes en protesta contra la impracticabilidad de la «puerta abierta» de Francia.

Quizá lo más exasperante de todo haya sido la pelea por el ferrocarril de Bagdad. Un grupo de capitalistas alemanes consiguió una concesión para un ferrocarril que abriera Asia Menor por el camino de Bagdad y el Golfo Pérsico. Se trataba de un país no desarrollado que ofrecía justamente la clase de salida comercial que ellos necesitaban.

El plan lo bloqueó Inglaterra con el pretexto de que ese ferrocarril podía usarlo el Kaiser para enviar sus ejércitos a medio mundo de distancia para robarse la India. Pero los alemanes comprendieron muy bien que los mercaderes y navieros ingleses no querían ver amenazado su monopolio comercial índico. Incluso al anotarse esta gran victoria comercial –el bloqueo del ferrocarril de Bagdad–, los diplomáticos ingleses juraron su amor a la paz y su deseo, de todo corazón, de preservar el statu quo. Fue en esta coyuntura cuando un diputado del Reichstag dijo: «El statu quo es una agresión».

En pocas palabras: la situación es ésta. Los capitalistas alemanes quieren más beneficios. Los capitalistas ingleses y franceses lo quieren todo. Esta guerra comercial se ha librado durante años. No hay nadie que aborrezca tan completamente el militarismo como yo. Nadie desea tan fervientemente que esa vergüenza sea borrada de este siglo. «No es con oratoria parlamentaria ni con los votos de la mayoría que podrán resolverse las grandes cuestiones del momento, sino con sangre y hierro» –»durch Blut und Eisen»–: estas palabras de Bismarck son la divisa de la Reacción. No hay obstáculo más claro en el camino del progreso democrático.

Y no ha habido declaraciones recientes que me parecieran tan ridículamente condescendientes como el discurso del Kaiser a «su» pueblo en el que dijo que en esta suprema crisis él perdonaba libremente a todos cuantos se le habían opuesto. Me avergüenza que en nuestros días, en un país civilizado, alguien pueda decir tan arcaicas tonterías.

Pero peor que el «gobierno personal» del Kaiser, peor  aún que los ideales embrutecedores que se jacta de defender, es la descarada hipocresía de sus enemigos armados, que vociferan por una paz que su codicia ha hecho  imposible.

Más nauseabundo que los disparates ampulosos del Kaiser es el coro editorial, en Estados Unidos, que pretende creer –y hacemos creer– que el Blanco e Inmaculado Caballero de la Democracia Moderna está en marcha contra el Monstruo Indeciblemente Vil del Militarismo Medieval.

¿Qué tiene que hacer la democracia en alianza con Nicolás el zar? ¿Es liberalismo lo que viene desde el Petersburgo del pope Gapón[2], desde la Odesa de los pogroms? ¿Nuestros editorialistas son lo bastante ingenuos para creer  esto?

No. Hay desavenencias entre rivales comerciales. Un lado ha observado las formas corteses de la diplomacia y ha hablado de «paz», confiando, entre tanto, en la eminentemente pacífica marina de Gran Bretaña y en el ejército francés y en los millones de semisiervos que le han sobornado al Zar de Todas las Rusias (y a La Haya) para lanzarlos contra los alemanes. En el otro lado ha habido malos modales, y el horrible Evangelio de la Sangre y el Hierro.

Nosotros, los que somos socialistas, debemos desear –debemos incluso esperar– que del horror de la matanza y la siniestra destrucción saldrán trascendentes cambios sociales y un gran paso adelante hacia nuestra meta de paz entre los hombres. Pero no debemos engañamos con esta palabrería editorial sobre el Liberalismo que emprende una Guerra Santa contra la Tiranía.

Esta no es Nuestra Guerra.

Notas:

[1] Este texto, «Toe Trader’s War», fue publicado en The Masses en septiembre de 1914, trad. de David Huertas.

[2] Sacerdote ruso que se volvió agente de la policía. Condujo a los trabajadores a presentar una petición al zar en el Palacio de Invierno de San Petersburgo, el 22 de enero de 1905 y fueron masacrados por las tropas provocando de esta manera la crisis revolucionaria de 1905, considerada por Trotsky como el «ensayo general» de 1917.

Texto incluido en el libro Rojos y rojas.

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