martes, 6 de septiembre de 2022

ArcelorMittal cerrará dos altos hornos en Europa, uno de ellos el de Gijón

 

ArcelorMittal cerrará dos altos hornos en Europa, uno de ellos el de Gijón

 

DIARIOCTUBRE / septiembre 5, 2022

 



La siderúrgica ArcelorMittal, segundo fabricante de acero del mundo, cerrará “temporalmente” dos altos hornos en Europa, uno de ellos el de Gijón. Un comunicado oficial de la empresa, publicado el viernes, dice que el motivo es el aumento de los precios de la energía y las políticas de transición ecológica que está imponiendo la Unión Europea.

 

En Alemania la empresa cerrará dos instalaciones debido a los precios exorbitantes de la energía, que afectan fuertemente a la competitividad de la producción de acero. “A eso hay que añadir la debilidad de la demanda del mercado, las perspectivas económicas negativas y la persistencia de los elevados costes de CO2 en la producción de acero”, señala el comunicado.

El monopolio afirma que en Alemania “ya no se pueden explotar todas las instalaciones de forma rentable”. Destaca la ralentización de la industria del automóvil, que suele ser uno de los principales clientes de la siderurgia. Por ello, uno de los dos altos hornos de la planta de producción de acero plano de Bremen estará cerrado “desde finales de septiembre hasta nuevo aviso”.

“Los elevados costes del gas y la electricidad pesan mucho en nuestra competitividad”, explica Reiner Blaschek, jefe de ArcelorMittal Alemania. También denunció el nuevo impuesto sobre el gas que entrará en vigor el 1 de octubre en Alemania, destinado a evitar la quiebra de los importadores y distribuidores de gas.

En la acería larga de Hamburgo, donde ArcelorMittal produce alambrón, también se cerrará una planta a partir del cuarto trimestre. “El funcionamiento de la planta ya se ha reducido en un 80 por cien aproximadamente”, asegura el director de la obra. Allí, al igual que en Bremen, reducirán la jornada laboral.

A finales de este mes también cerrarán la fábrica de Gijón “temporalmente”. La situación se agrava por el gran volumen de acero importado de productores no europeos que no se ven afectados por el aumento de costes ligado a las cuotas de emisión de CO2 de la Unión Europea, dice un comunicado de la empresa.

En Francia no tienen previsto cerrar los altos hornos, pero sí ralentizar la actividad en Dunkerque (norte). Dos altos hornos están ya parados, uno por mantenimiento y el otro desde julio, en el marco de la “descarbonización” de la planta.

El mayor de los tres altos hornos, el número 4, que por sí solo representa más de la mitad de la capacidad de producción de acero en Dunkerque, sigue en funcionamiento.

También en el centro de Dunkerque se aplicarán medidas de ahorro con menor recurso a trabajadores temporales, vacaciones anticipadas, posibilidad de actividad parcial en función de las plantas.

A finales del año pasado, ArcelorMittal tenía 16 altos hornos en Europa.

FUENTE: mpr21.info

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A Sánchez no le gusta que creamos que el poder político esté supeditado al poder económico

 

A Sánchez no le gusta que creamos que el poder político esté supeditado al poder económico


Pero la cruda realidad le arroja la verdad a la cara

 

INSURGENTE.ORG / 5 septiembre 2022 (España)

 

 


Por más que se coloque las etiquetas de “izquierdista” y “socialista”, el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, no es otra cosa que un agente del gran capital. Y como tal actúa, tanto en la cárcel de naciones que es el Estado español como en el resto del mundo; no hay más que ver el seguidismo que hace a los dictados del imperialista yanqui y europeo.

El también secretario general del PSOE ha protagonizado un acto en La Moncloa a modo de arranque del nuevo curso político. Ante el público asistente, Sánchez ha expresado que combatirá contra la creencia “generalizada”, entre sus gobernados, de que en las elecciones “se elige a quien gobierna pero no a quien manda”.

Sánchez cree que existe una percepción “extendida» de que hay poderes «que no se presentan a las elecciones pero que deciden e influyen sobre la política y las leyes del Ejecutivo”.

El presidente español, que sabe muy bien que esa percepción es cierta, ha subrayado con el lápiz de la mentira que su Ejecutivo gobierna para la clase media y trabajadora en contra de los intereses de “los poderes económicos”. Pero la cruda realidad le arroja la verdad a la cara.

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Inflación, Josu Jon Imaz y pacto de rentas

 

Inflación, Josu Jon Imaz y pacto de rentas

 

Por Julen Bollain

REBELION

 | 06/09/2022 | España

 


Fuentes: Ctxt [Imagen: Inflación (J.R. Mora)]


El consejero de Repsol rechaza la fórmula del Gobierno para paliar la inflación. El problema es que existen agentes con suficiente poder para impedir que el legislativo lleve adelante las decisiones políticas que ha consensuado de manera democrática.

En toda economía de mercado los precios de los bienes y servicios cambian constantemente. Mientras el precio de algunos sube, el de otros disminuye. Si durante un periodo de tiempo determinado se diera un incremento generalizado y sostenido de los precios, existiría inflación. La inflación, en consecuencia, es una tasa calculada a través de la variación de los precios en un periodo determinado que, en agosto ha sido de un 10,4%. Esto quiere decir que los precios en agosto de 2022 son un 10,4% superiores a los de agosto de 2021.

Escuchamos a todas horas que la inflación está desbocada y lo sufrimos en nuestras propias carteras cada vez que vamos a comprar el pan, a llenar el depósito del coche o a pagar una factura. Y la mayor parte de esta factura la pagan los trabajadores y las trabajadoras. Porque no nos olvidemos que, tal y como decía el gran economista José Luis Sampedro, la inflación es el impuesto de los pobres. El 40% de las rentas más bajas son quienes más sufren la inflación, dado que son, mayoritariamente, quienes destinan sus ingresos a comprar productos básicos.

Con el objetivo de paliar algunas de las consecuencias del empobrecimiento de las familias, además de establecer el tope al precio del gas o la reducción del IVA de la luz, el Gobierno ha generado un paquete de medidas entre las que se encuentran la gratuidad de los abonos de transporte hasta final de año o los refuerzos en las becas al estudiantado. Y para financiarlas ha propuesto el establecimiento de dos prestaciones patrimoniales no tributarias a 19 empresas del sector energético y financiero.

La semana pasada escribía Josu Jon Imaz, expresidente del PNV y actual consejero delegado de Repsol, que estas prestaciones patrimoniales son discriminatorias porque caen en la doble tributación, y que los tribunales se encargarán de echarlas por tierra. Tres pequeños apuntes al respecto: en primer lugar, no creo que nadie se haya sorprendido por las palabras de Josu Jon Imaz, ya que a él le pagan más de cuatro millones de euros anualmente, precisamente, para defender los intereses de los accionistas de Repsol; en segundo lugar, ninguna política económica es neutra, porque siempre habrá quien salga beneficiado económicamente y quien salga perjudicado; y, finalmente, he de añadir que la prestación patrimonial no grava los beneficios, sino los ingresos. Por lo tanto, el Gobierno, además de agilizar el trámite parlamentario, se protege de posibles frentes judiciales derivados de la doble imposición. 

Pero, vayamos al lío. La tensión inflacionista actual no tiene su origen en la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Tenemos que remontarnos hasta los finales de los confinamientos y las aperturas de los países para ver los primeros síntomas inflacionistas provocados por el tensionamiento de las cadenas de suministro mundiales, los incrementos en los precios del transporte, el desequilibrio entre la oferta y la demanda de la oligopolística industria de los semiconductores y la gran demanda de bienes y servicios. Es decir, una tormenta perfecta –o lo que creíamos que era una tormenta perfecta– que a principios de 2022 ya situaba la tasa de inflación alrededor del 5%. Sin embargo, era difícil pensar que tras la superación de una pandemia global la economía sufriría otro revés tan rápido. Entonces llega la guerra en Ucrania y presiona los precios todavía más al alza, debido en gran parte a la crisis energética y las tensiones geopolíticas europeas, pero también por la preocupación de una posible alteración en el suministro futuro –no podemos obviar la importancia de Rusia en cuanto a materias primas se refiere–.

En la actualidad la inflación se encuentra altamente concentrada en la electricidad y los carburantes. A pesar de ello, ya ha empezado a contaminar significativamente toda la cadena económica, hasta el punto de que la inflación subyacente se ha situado en agosto en el 6,3%: la más alta desde 1993. Sin embargo, las medidas que ha llevado adelante el Gobierno de España no son suficientes para paliarla. Y es que, a excepción del tope al precio del gas, no están dirigidas a ello. Su objetivo es tratar de minimizar el golpe de aquellas familias más vulnerables y que más están sufriendo.

Hace pocas semanas, altos cargos de la derecha española celebraban y animaban a Pedro Sánchez a copiar el plan de “alivio fiscal” de Alemania, donde se rebajan impuestos y se dan cheques por valor de 10.000 millones de euros para mitigar los efectos de la inflación. Se olvidaban, sin embargo, de que la bajada en el IVA de la luz y los paquetes de medidas aprobadas en el Estado español ascienden a 9.000 millones de euros, casi triplicando el esfuerzo sobre el PIB realizado por Alemania –0,75% del PIB de España frente al 0,27% del PIB de Alemania. Asimismo, y como no podía ser de otra manera, tampoco recordaron que Alemania había subido su SMI un 22% en el año 2022 hasta los 25.000 euros anuales –frente a los 14.000 euros de España– o del diferencial de presión fiscal entre unos y otros. Porque igualar la presión fiscal de Alemania implicaría que, una vez descontados los 10.000 millones del plan, España todavía tendría que recaudar 41.240 millones de euros adicionales.

Si analizamos lo que propone la ortodoxia económica para reducir la inflación, deberíamos reducir la masa monetaria para enfriar la economía. Es decir, subir los tipos de interés o reducir las compras de deuda. Sin embargo, en una situación como la actual, un incremento exorbitado de los tipos de interés sería como matar moscas a cañonazos y una decisión que contribuiría a un empobrecimiento aún mayor de las clases más vulnerables. Y cuidado porque, pese al riesgo de recesión, parece que la semana que viene el Banco Central Europeo puede subir 75 puntos básicos los tipos de interés en vez de los 50 previstos.

¿Y un pacto de rentas? Probablemente en las próximas semanas hablaremos largo y tendido sobre el pacto de rentas, un acuerdo entre la patronal y los sindicatos para decidir quién paga el pato. Un término biensonante y elegante, pero complicado de materializar. Eso sí, si se hace, ha de ser un pacto de rentas de verdad. No vale que los de siempre se aprieten el cinturón y las empresas sigan con beneficios récord. Y con mirada amplia. Porque tampoco vale que nos olvidemos de lo que ha ocurrido en las dos últimas décadas, en las que la productividad se ha incrementado un 15% mientras que los salarios se han reducido un 1%.

Además, tampoco podemos dejar de lado que, según el gabinete económico de Comisiones Obreras, la mayoría del alza de los precios se está transmitiendo a la ciudadanía a través del mantenimiento de los márgenes de beneficios de las empresas. Es decir, que casi la totalidad del incremento sufrido en los costes de producción ha sido trasladado al precio final sin incrementar, a su vez, los salarios. Como consecuencia, las personas deben hacer frente a productos cuyo precio ha aumentado considerablemente –al haberse trasladado la mayoría del incremento de los costes de producción al precio final–, sin que sus ingresos apenas hayan crecido.

El mismo estudio afirma que el 83,4% de la subida de los precios en España durante el primer trimestre de 2022 se debió al aumento de los beneficios empresariales. Según los cálculos presentados, las compañías energéticas españolas dispararon sus márgenes en dicho trimestre un 60,4% –frente al 46,5% del sector en la eurozona– y las entidades financieras un 25,7% –frente a la caída del 0,6% del sector en la eurozona–. En periodos de inflación las grandes corporaciones siempre han intentado incrementar sus márgenes de beneficios, siendo las mayores impulsoras de que la inflación siga subiendo. El porqué es sencillo: porque tienen el poder suficiente para hacerlo.

Resulta muy sano para la democracia que Josu Jon Imaz exprese su opinión y ponga los intereses de Repsol encima de la mesa. El problema es cuando existen agentes que tienen suficiente poder para impedir que el poder legislativo lleve adelante las decisiones políticas que, democráticamente, haya consensuado. Porque la acumulación de riqueza y las grandes desigualdades no son solo una amenaza para la libertad de la mayoría, sino también para la propia democracia.

Sea como fuere, y sin cerrar ninguna puerta a los diversos acuerdos que puedan darse, parece sensato pensar que la tasa de inflación de los próximos meses será menor a la actual –aunque se mantendrá relativamente alta durante el próximo año–, como mínimo por cuatro motivos: moderación en el precio del petróleo, reducción del precio de las materias primas más allá de las energéticas –sobre todo industriales y alimenticias–, desatasco paulatino de los cuellos de botella en el comercio global y apertura a las exportaciones de Ucrania. Veremos cómo se suceden los acontecimientos en las próximas semanas y los próximos meses, pero es indudable que viene un otoño caliente y un invierno que, esperemos, no enfríe demasiado los hogares más vulnerables.

Julen Bollain es doctor en Estudios sobre Desarrollo, profesor e investigador en Mondragon Unibertsitatea. Acaba de publicar Renta Básica: Una herramienta de futuro (Editorial Milenio, 2021), con prólogo de Daniel Raventós y epílogo de Guy Standing.

Fuente: https://ctxt.es/es/20220901/Firmas/40707/julen-bollain-josu-ion-imaz-pacto-de-rentas-inflacion-salarios-repsol-democracia-vulnerables.htm

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El circuito cultural del capitalismo

 

El capitalismo ha logrado una hegemonía cultural que impregna toda la vida social. Las fundaciones son piezas fundamentales de los mecanismos de dominación hoy vigentes. Pasolini nos lo advirtió en los inicios de la construcción de esa hegemonía.


El circuito cultural del capitalismo

 

Eduardo Luque

El Viejo Topo

6 septiembre, 2022 

 


Eduardo Luque y Ana María Valencia

En estos tiempos de extremada y deliberada confusión, la celebración del centenario del nacimiento de Pier Paolo Pasolini es una ocasión excelente para volver a sus textos editados por primera vez en España o reeditados en otros casos con este motivo. Su lucidez, su honestidad y su valentía son hoy igual de valiosos que el día que se publicaron. También lo es su búsqueda incansable de la belleza.

No se le permitió vivir lo suficiente para contemplar el auge de un capitalismo neoliberal tan potente materialmente como débil intelectualmente;  aunque quizás no lo recordemos con la frecuencia debida, no es sorprendente que uno de los padres fundadores neo, el aclamado Friedrich Hayek, declarara en un discurso en la Sociedad de Mont Pêlerin en 1984 que…”una herencia moral que consiste esencialmente en la creencia en la propiedad, la honestidad y la familia, cosas que no pudimos ni nunca hemos sido capaces de justificar intelectualmente”

Esta clara consciencia de la debilidad intelectual y racional, de la que Pasolini llamaría moral burguesa, se acopla perfectamente y no de manera casual con la irracionalidad y el avasallamiento provocado por las pantallas en nuestros días. Arbitrada por el neoliberalismo como una respuesta a las formas de nihilismo surgidas de la sociedad de consumo, esta moral hoy es un mero decorado sostenido por la propaganda para proporcionar una coartada ética a un sistema que carece por completo de principios, y cuyo único objetivo es la producción y acumulación de capital sean cuales sean las consecuencias para el planeta y para sus habitantes; es también la bandera que agitan los partidos de extrema derecha fundida con un patriotismo crecido al calor de las fortunas y la evasión de impuestos. Esta “tradición moral“ es la que se airea convenientemente como único freno al libertarismo moral de la derecha, porque es compatible con él, basta para ver este binomio en acción con acudir a los discursos de Isabel Ayuso-Miguel Ángel Rodríguez convertidos en voceros del sistema, más exitosos cuanto más estridentes tal y como demanda el espectáculo; además estas respuestas están dotadas de una pátina de rebeldía contra el estado que las convierte en atractivas mientras permite un autoritarismo camuflado. Todas las contradicciones encuentran cabida y refugio porque el sistema genera un discurso a todos los niveles para ellas, así las ilusiones individuales son compatibles con la amenaza del futuro sin porvenir para las sociedades, hay un futuro “personal, tal vez, pero el futuro social está cerrado. Se celebran simultáneamente exaltaciones religiosas extremas, aunque acompañadas siempre de un carácter festivo y el culto al sexo; el desahucio y la filantropía bancaria; la sociedad del conocimiento y la incapacidad para que buena parte de la población comprenda y rellene los formularios oficiales.

Pasolini escribió “El nuevo poder consumista y represivo se ha valido precisamente de nuestras conquistas mentales laicas, ilustradas, racionalistas, para construir su andamiaje de falsa laicidad, de falsa ilustración, de falsa racionalidad. Se ha valido de nuestras desacralizaciones para librarse de un pasado que, con todas sus atroces y estúpidas sacralizaciones, ha dejado de serle útil”[1]. No pudo ni llegar a imaginar la práctica desaparición de la razón y la ilustración de los medios de comunicación de masas y de buena parte de la sociedad, merced a la eclosión del movimiento psico-emocional combinado con la proliferación y la velocidad de las imágenes en todo tipo de dispositivos en todo momento. Intuyó la apropiación de la vida, de la imaginación y de la conciencia de los seres humanos: “…un nuevo poder que me resulta difícil de definir; aun así estoy seguro de que es el más violento y totalitario que haya existido: cambia la naturaleza de la gente, entra hasta lo más profundo de las conciencias “[2].

Pasolini, que vivió con preocupación las primeras apropiaciones de los medios de comunicación por parte de las grandes fortunas (cuánto habría sufrido de haber vivido el fenómeno Berlusconi), atisbó “la fundación de una gran derecha cultural” , lo que con el andar del tiempo conocemos ahora como el circuito cultural  del capitalismo: el vastísimo entramado de producción y manipulación cultural, desde los twits a las fundaciones pasando por las editoriales, cátedras universitarias, contenidos audiovisuales, cadenas de tv, redes sociales, plataformas multimedia, etc., etc., etc., circuito con el que prospera la propaganda capitalista bajo las más diversas formas, de conocimiento, información, entretenimiento e incluso ayuda.[3] ¿Cómo sino es posible convencer a casi un planeta entero de que la realidad no es lo que estamos viviendo, sino lo que se nos dice que estamos viviendo?. El desgraciadamente también desaparecido Mark Fisher ya definió un capitalismo que ha tenido la habilidad (y los medios) para hacer triunfar más una imagen convenientemente elaborada de sí mismo que la dura realidad que impone a millones de personas, el denominado soft capitalism, o capitalismo suave[4]; capitalismo que no sabemos ya como adjetivar, capitalismo 2.0, capitalismo neoliberal, capitalismo rápido, postcapitalismo, capitalismo salvaje, capitalismo totalitario, etc. La aceleración y confusión del tiempo actual está en muy buena parte promovida por la extensión de los tentáculos de este circuito al que nada parece poder escapar, y que ha colmado todas las expectativas de hegemonía cultural de la clase en el poder. Con frecuencia la potencia de sus imágenes y metáforas se superpone a la realidad por efecto de la eficacia de su poderosa y bien financiada propaganda. Pero esta es una cuestión mucho más compleja, la cultura capitalista se construye sobre bases muy materiales tanto en cuanto a resultados económicos como en cuanto al control de facto de las empresas grandes y pequeñas de producción cultural; posee al mismo tiempo “narrativas de persuasión“, cómo las denominaría Saskia Sassen, cuyo alcance hace fructificar de una manera más eficiente la propaganda. Estas narrativas se han articulado tanto mediante la apropiación y asesinato de la imaginación como mediante la usurpación del lenguaje; palabras cargadas históricamente de significado como libertad o solidaridad actualmente se han vaciado de contenido al pervertirse su uso y en el peor de los casos su significado. Una leve indicación sobre la necesidad, por ejemplo, de alcanzar la excelencia, y los trabajadores de una empresa, una entidad, etc. se aprestarán a sacrificar horas de sueño y vida para alcanzar la efímera gloria de unos minutos de protagonismo en cualquier pantalla. Persuasión sutil que pasa a ser cruda propaganda cuando se estima necesario como en el caso de la guerra de Ucrania.

Esta hegemonía cultural se desarrolla combinando estrategias nuevas y viejas; entre las viejas destaca por su importancia el control de la educación y del conocimiento, entre las nuevas generar una confusión y un desorden de la información que beneficia aquellos mensajes simples y repetidos hasta la saciedad, camuflando como información lo que no es más que burda propaganda. La difusión de estos mensajes actualmente solo es posible si está sostenida por un enorme aparato financiero y una estructura potente, imbricada en los llamados medios de comunicación. Entendiendo la cultura en un sentido muy amplio, que se introduce en todas las esferas de la vida pública y privada, y que constituye una maquinaria de manipulación sin precedentes por la amplitud de medios que utiliza, que ha conseguido penetrar en todos los rincones, en paralelo a la cultura urbana, y que como apuntó Pasolini, no permite “ajenidad frente a la cultura dominante”[5] .

La invasión absoluta de la cultura capitalista en la vida de los pueblos y las gentes, tiene hoy sus principales instrumentos en la proliferación y el papel desarrollado por las fundaciones, y en la extensión de la que podríamos llamar para-cultura generada por los dispositivos móviles y las redes sociales, naturalmente también en la combinación de estas.

Tanto en la evolución del neoliberalismo, como en el desarrollo de estas nuevas fuerzas de absoluto control cultural, la pieza principal del engranaje son las fundaciones[6]. Nacidas y crecidas al amparo del capitalismo del siglo XX han encontrado en el neoliberalismo sustento y razón de ser y en la actualidad contribuyen a la propagación de peligrosas formas antidemocráticas.

Las fundaciones han sido diseñadas para posibilitar la participación directa en el gobierno y el ejercicio de poder de las grandes fortunas y las megaempresas. Con el camuflaje tolerado socialmente (no sin esfuerzo propagandístico) de las fundaciones, se ha permitido que bancos, empresarios y grupos económicos participen en fórums, cierren acuerdos, alternen con los gobiernos, discutan y propongan cuestiones que solo corresponderían a la sociedad. Lo que resulta inadmisible desde el punto de vista no solo de la salud democrática, sino también de la propia razón: que los intereses egoístas de unos cuantos particulares, por cierto los más ricos, se impongan sobre el bien común. Constituyen por lo tanto un serio atentado contra la democracia, entendida esta en el sentido más clásico como un sistema político que aspira al bien de todos y para el que son necesarias las contribuciones y los sacrificios de todos.

Peligrosas igualmente por cuanto contribuyen a uno de los ansiados objetivos del liberalismo (Thatcher: tal cosa como la sociedad no existe) y del fascismo, en su viejas o nuevas formas, la destrucción de la sociedad y la formación de masas de individuos aislados que la sustituyan. Promocionan una imagen de espacio social y colaboración que no existe, y a la vez trabajan activamente para la desaparición de los mismos y su suplantación por otros creados por ellos para sus intereses; tomemos por ejemplo el caso de las aulas creadas por la banca que por otra parte tanto contribuyen a la destrucción de la educación pública; podemos considerar también el más reciente y escandaloso caso del empresario Klaus Schwab, flamante director ejecutivo del  Foro   Económico   Mundial   (WEF)   y   organizador   del   encuentro   de   Davos, padre de un “hub” conocido como Comunidad Global Shapers, cuyo principal objetivo es formar líderes mundiales que trabajen por el bien del capitalismo planetario; sus éxitos más notables han sido Angela Merkel, Macron o Tony Blair. Es muy significativo que debido al incipiente desgaste de las fundaciones y su partenariado, a la necesidad de aumentar la maraña y la confusión, se adopten nuevos “ejes” al amparo de una palabra nueva –“HUB“– que sirve al mismo viejo entramado de siempre: redes, subredes y formas de actuación  del mundo empresarial en la política. Tenemos ya hubs de Davos en Madrid, Barcelona y Bilbao. Hubs que están dirigidos por una fundación, no podía ser de otra manera, de cuya directiva forman parte el propio Klaus Schwab, pero también David Rubinstein del grupo Carlyle, Ellyn Shook de la todopoderosa Accenture, o el director ejecutivo de la china Sino Biopharmaceutical.

Nunca antes se había producido una vertebración tan colosal y un control tan absoluto de las formas culturales, nunca antes había existido un mecanismo tan poderoso como las fundaciones y sus nuevos hubs, capaces en su casi infinitud de crear la apariencia de diversidad, alimentadas en buena medida con dinero público obtenido mediante desgravaciones, privilegios, o en muchas ocasiones en el muy lucrativo partenariado público-privado; eje central del circuito cultural a través de este continuo trasvase de lo público a lo privado y de otros vínculos con los poderes establecidos y el estado; entidades y mecanismos que se han institucionalizado lo mismo que lo ha hecho el capitalismo, de esta forma se explica su aceptación, que no éxito. De esta aceptación, de esta institucionalización es reo en ocasiones una parte de –-la izquierda (véanse los casos de Syriza en  Grecia, UP en España, los verdes en Alemania o del partido de Beppe Grillo en Italia) que, como muy bien comprendió Pasolini, sigue como puede la corriente para no verse excluida por completo del circuito y del juego porque no tiene más alternativa. ¿O sí ?

Notas:

[1] Pier Paolo Pasolini. Escritos Corsarios. Galaxia Gutenberg, Barcelona 2022. Pag.155.

[2] Opus cit. Pág.79.

[3] No confundir este con el llamado circuito cultural del capital, con el que confluye y colabora el circuito cultural, de modo que los aspectos más burdos de la contabilidad, las finanzas y las empresas han pasado a nuestro vocabulario y a nuestro acervo cultural, hemos pasado a gestionar nuestras emociones, a hablar de capital cultural, capital humano, capital educativo, economía de la salud, rentabilidad o eficiencia cultural, gestor cultural, etc. etc.

[4] El concepto de softcapitalism y el circuito cultural del capitalismo, así como otros igualmente interesantes han sido desarrollados por el profesor Nigel Thrift en su libro Knowingcapitalism, publicado por Nottingham Trent University en 2005 , sin traducción al castellano.

[5]Ibidem pág. 220.

[6] Ana M. Valencia y Eduardo Luque. La araña negra. El filantrocapitalismo. El viejo topo nº 376. Mayo 2019.

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