miércoles, 3 de julio de 2024
Ucrania frustra un intento de golpe de estado contra Zelenski. [Zelensky, rico hombre desde la guerra en Ucrania y payaso de profesión, amigüito del Rey, Pedro Sánchez y su gobierno y de su oposición. Miles de niños españoles no están bien alimentado, peor eso da igual, ahora que seguir mandando más dinero a Zelensky y hay que mandar soldados españoles para aunque mueran en Ucrania si se le hace falta a Zelensky, peor que eso da igual, amigo americano manda que se le mande más dinero a Zelensky, demócrata por cierto, y se le manda, no me vengan con tonterías que la industria criminal de guerra americana tiene que seguir ganando dinero, sus trabajadores no, la industrial a ver si nos vamos enterando.]
Este texto es un grito
destinado a no ser escuchado por quienes deberían hacerlo. Un grito angustiado
dirigido a quienes no quieren oírlo. Un grito dirigido a los cómplices de tanto
asesinato, que ufanamente se reparten cargos y prebendas, indiferentes ante el
genocidio.
TOPOEXPRESS
Carta a los políticos de Occidente
El Viejo Topo
3 julio,
2024
Escribo estas
líneas en una tarde soleada, mientras la gente acude en tropel a un centro
comercial próximo aprovechando las rebajas. En la radio hablan de fútbol, de
los estrenos de la semana, y con un poco de paciencia, si hay suerte, incluso
se puede escuchar a Coltrane o Thelonius Monk por encima de la machacona
bachata de todos los días. Un día como cualquier otro.
También un día
más de crímenes en Gaza, tan lejos de aquí que nuestros dirigentes políticos –digamos
que con “nuestros” señalamos a los del Occidente colectivo– aparentan seguir
dirigiendo el mundo casi ajenos a lo que allí sucede. A lo sumo, en el mejor de
los casos, declarando que habrá que hacer algo, aunque no parecen tener prisa
para ello.
Y veo en la
tele, en la prensa o en las redes las imágenes de personajes como la siniestra
Ursula von der Leyen, el cínico Macron, la ahora atlantista Meloni, el amorfo
Scholz, el momificado Biden, y tantos otros (adviértase que no cito a ninguno
de los nuestros, no por falta de ganas, sino porque la lista sería muy larga) y
siento náuseas. Me dan asco.
Políticos
occidentales, que lo sepáis: me dais asco.
Ya sé que esto
suena a pataleta infantil, que podría decirlo de manera más elegante, por
ejemplo hablando de vergüenza ajena, incluso podría buscar alguna metáfora
ingeniosa que mostrara mis habilidades lingüísticas. Pero a mi edad ya no estoy
para zarandajas hiperbólicas y lo repito así de claro para que quede
constancia: me dais asco.
Y sois
cómplices. Que lo sepáis. Sois cómplices de tanto asesinato, de tanta
destrucción. La mayoría activamente; los menos por inacción.
Alguno de
vosotros finge preocuparse por la masacre y propone gestos –eso sí, para más
adelante– que no impiden que un día sí y otro también prosiga el genocidio.
Otros fingen apoyar una tregua que no exigen. Los más seguís proporcionando
armas y ayuda al genocida. Unos por interés directo; otros por simple
sometimiento.
Como controláis
los medios, conseguiréis salir de esta como apóstoles de la libertad. Con el
tiempo, lejos de Gaza los muertos se olvidarán, como se han olvidado los de
Sabra y Chatila, y esta guerra colonial pasará a ser un incidente geopolítico
más en un mundo que va de mal en peor y que apunta a acumular muertos sobre
muertos. Y para vosotros, líderes del mundo occidental, este genocidio será un
simple borrón en vuestra hoja de servicios. Aunque algunos, los menos, no lo
olvidaremos.
No tengo mucho
más que deciros. Tampoco espero que sirva de mucho este desahogo. Pero que
sepáis que me dais asco. Y que sois cómplices. Yo lo sé. Vosotros también.
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¿Dónde viven el sueño americano los niños de Skid Row?
¿Dónde viven el sueño
americano los niños de Skid Row?
DIARIO OCTUBRE / julio 1, 2024
Los niños duermen en las aceras, entre el frío de los inviernos, el hambre y el miedo
Raúl Antonio
Capote (Granma).— Entre bolsas de basura, tiendas de
campaña y refugios de cartón viven miles de personas, muchos de ellos niños y
niñas, en el que es uno de los territorios más pobres y peligrosos del mundo.
Se trata de
Skid Row, un barrio de Los Ángeles en el que se concentra la más grande
población de personas sin hogar de la ciudad.
Localizado al
este del Downtown, en dos kilómetros cuadrados, unos 12 000 seres humanos
sobreviven sin agua potable ni aseos.
Es común
observar, en esta zona, a la gente deambular sin rumbo por sus pasajes, entre
el hedor generalizado, poniendo sumo cuidado en no pisar agujas desechadas o
excrementos humanos.
De acuerdo con
el ranking de AreaVibes.com, el centro de Los Ángeles es el lugar más peligroso
de toda la ciudad, con una alta incidencia de crímenes violentos.
Allí se agrupan
miles de homeless y marginados cuyas condiciones de vida, denunciadas por las
Naciones Unidas, son denigrantes.
Para agravar la
situación, unas cien familias con más de 200 niños, pertenecientes a la última
oleada de emigrantes, se sumaron en el último año a los antiguos habitantes.
Sin embargo,
Skid Row no es la excepción de la regla: unas 650 000 personas moran en
condiciones de indigencia en EE. UU. –20 de cada 10 000 habitantes– según la
encuesta anual Point-in-Time Count; de ellas, 75 500 en el condado de Los
Ángeles.
Los niños de
Skid Road duermen en las aceras, entre el frío de los inviernos, el hambre y el
miedo; muchos hijos de emigrantes que viajaron en busca de un espejismo que se
desvanece rápido entre las carpas de lona.
Por esas cosas
del sistema que rige en ese país, la zona se encuentra a unos pocos kilómetros
del glamour y la opulencia de los barrios de Beverly Hills y Bel-Air.
Hablamos de la
ciudad de las estrellas de cine, de los rascacielos que tocan las nubes, donde
circulan los más lujosos autos descapotables, la urbe maravillosa del Paseo de
la Fama y las mansiones gigantes.
Se trata de la
gran ciudad en la que confluyen miles en busca del triunfo y de la fama en
Hollywood, la metrópoli del mito romántico de la camarera que se coinvierte en
sex simbol de la noche a la mañana, de los superhéroes del celuloide, la meca
del sueño americano.
Pero Skid Row
es su otra cara, la que no se muestra. Allí no hay luces ni espejismos. Se
debería advertir en su entrada a los que llegan: «¡Oh, vosotros, los que
entráis, abandonad toda esperanza!» tal cual reza el tercer canto del Infierno
en la Divina Comedia, de Dante.
FUENTE: granma.cu