domingo, 6 de febrero de 2022

Entre el ver y el escuchar

 

Tal día como hoy de 1991 y tras un largo exilio, fallecía en Madrid la insigne filósofa María Zambrano. De firmes convicciones republicanas, unió siempre su compromiso político a su labor intelectual. La recordamos con este bello texto escrito en 1970.


Entre el ver y el escuchar

 

 

María Zambrano

El Viejo Topo

6 febrero, 2022 



Algo se forma entre el ver y el oír; entre el mirar y el escuchar. Algo más, como en las combinaciones químicas en que un cuerpo nace de la unión entre dos elementos. El agua, por ejemplo. Y para que algo nuevo nazca mediante este proceso han de ser ellos diferentes o contener, si son sustancias compuestas, un elemento diferente que es liberado al producirse la combinación. Es decir, que lo igual se suma simplemente y lo diverso es lo que, uniéndose, da origen a algo nuevo.

Desde luego, no resulta cosa tan simple el buscar qué es lo que se produce cuando dos sentidos se combinan entre sí, porque es un tanto inasible, como lo son en grado sumo todas las cosas de nuestra psique. Y antes aún, porque cada sentido tiene sus ayudantes en otros sentidos, revelados o no. ¿Sabemos acaso cuántos sentidos en verdad tenemos? ¿No existirán sentidos desconocidos todavía, implicados en otros, o emplazados en lugares del sistema nervioso no identificados quizás?

No es desde un punto de vista fisiológico, sino psicológico como nosotros abordamos aquí los sentidos. Y aún verdad más que de una consideración psicológica, se trata en esas notas, de una consideración modestamente fenomenológica; de una reflexión sobre los datos de nuestro sentir.

Pues de lo que sentimos se trata antes que nada. Descifrar lo que se siente, percibir con cierta nitidez lo que dentro de uno mismo pasa, es una exigencia del ser persona. La vida que dentro de nosotros fluye pierde una cierta transparencia.

Los sentidos, es decir, lo que a nosotros llega a través de ellos, se recorta sobre un cierto fondo. Un dato sensorial supone y lleva consigo todo un mundo, quizás el mundo todo. Mas de una cierta manera. Un sentido es un camino hacia la realidad, una vía de acceso a ella. Lo cual sucede, sin duda, porque la realidad es inagotable. Y porque hemos perdido, si alguna vez lo tuvimos, el contacto inmediato con lo real en sí mismo.

Vista y oído son los dos sentidos príncipes, los dos más nobles, los más diferenciados también, ya que tacto y gusto son como modulaciones de una sensibilidad general. El olfato se acerca un poco al oído; los dos se recogen dentro de una cavidad sinuosa.

El oído recoge los sonidos, es obvio. Sin embargo, estos sonidos son sentidos como llamadas, avisos, señales que anuncian que algo va a llegar o que algo se está yendo. Los rumores tienden a hacerse sonidos dentro de una atención espontánea, que es la que nos muestra más que la atención voluntaria, el originario sentir que nos habita y que nos mueve. Cuántas veces creemos que nos llama una voz cuando solamente se trata de un sonido emitido ni siquiera por un ser animado: por una puerta que chirría, por un cristal que vibra. Y en el viento discernimos lamentos, llantos, quejas. Los rumores y aun los sonidos tienden inmediatamente a cobrar alma, como si el sentido del oído fuese un órgano conectado muy íntimamente con ella, con sus secretos, temores y esperanzas. Y, así, al filo del oído, de los errores que nos hace cometer, podemos discernir esa última, secreta, indefinible esperanza que nos habita, de ser llamados por nuestro nombre por alguien y aun por algo que no conocemos, de oírnos llamar de una vez por todas. Una llamada que nos procure la íntima certeza de sabernos conocidos, conocidos del todo, enteramente identificados por alguien o por algo más allá de lo cuotidiano.

Lo que se oye mueve el ánimo todavía más de lo que se ve. El grito de la víctima es más desgarrador que su propia vista. Y una palabra sola puede más que la presencia real de una persona, cuando se trata de creerla, de creer en ella. Lo que se oye es más prenda de fe que lo que se ve. Lo cual no deja de estar en relación con la definición tradicional de la fe que dice que es creer lo que no vemos. No obstante, en esta misma tradición se cree por la palabra escuchada y guardada.

Entre lo visto y quien ve existe una distancia. Una distancia que no solo es física –que existe también el oír– sino en el ánimo, en la actitud del que ve, que aunque se acerque físicamente para ver mejor el objeto de mira, se está alejando al mismo tiempo para darle espacio, lugar donde se recorte. Y así lo visto se convierte o tiende a convertirse en objeto. Lo que se oye, al contrario, se adentra en al ánimo, en el interior. Cuando se produce una reacción motora, un movimiento, si se trata del ver, es ir a tocar lo visto –se haga o no– y cuando se trata del oír, es también ir hacia ello, pero no a tocarlo. En principio es un ir que es un acudir o un presentarse, a no ser que en lo oído específicamente haya señales de algo que hay que ir a ver. Lo que llega por el oído llama a la unión –así Ulises hubo de taparse los oídos para no oír el canto de las sirenas. Es la voz la portadora del destino.

Artículo publicado en la revista Educación, Puerto Rico, en 1970. Fuente: Aurora: papeles del Seminario María Zambrano, 2012, p. 46-47.

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Vergüenza en el Congreso de los Diputados. [Nada nuevo bajo el cielo de la corruptela política formal española corruptis corruptos corrupta corruptón que te cagas, tío. Son cosas normales dentro de la democracia representativa de la representación representada del representante representado, así que, no hay que rasgarse las vestiduras ni empezar a darse choquetazos con la cabeza contra la pared, no por nada, sino porque al final la pared que tiene una resistencia determinada a fuerza de cabezazos acaba por derrumbarse , y luego qué. Qué se le dice al dueño de la pared: oiga mire, no se me vaya a enfadar, pero es que resulta que me he liado a cabezazos contra su pared (entre doce mil ochocientos y catorce mil trescientos cabezazos en cosa de hora y media, calculo yo, así por encima) y, vamos, hablando en plata, que se la he jodido. No hombre no. Seamos serios que estamos hablando de política. Y ya que estamos y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid (o pasaba, no sea que los rusos me hayan invadido Alicante en este ínterin metiéndole un tantarantán al Pisuerga trastabillándolo geográficamente hablando), que los trabajadores no somos cinco (cuatro rojos y el de la guitarra que si no fallan las cuentas hacen un total de cinco). Los que viven de su trabajo a cambio de un salario pero votan al PP, VOX, PNV, PAR o cualquier otro partido también son trabajadores. Pues con tales todos trabajadores juegan los Consejos de Administración de las grandes empresas a través de la muñequería del personal este que tienen por oficio oficial el de la representación representativa del representado y olé, quesque no se pue aguantá la gracia que tiene joé.]

 

Vergüenza en el Congreso de los Diputados

 

Por Ignacio Escolar

Rebelion / España

05/02/2022 


Fuentes: El Diario


El plan del PP era esconder que tenían en el bolsillo a dos diputados de otro partido para reventar la reforma laboral, una treta que fracasó por un error humano que la derecha intenta convertir en el secuestro de la democracia.

El contraste no puede ser más evidente. Frente al mayor consenso en décadas en el diálogo social, el Parlamento vivió este jueves una de sus jornadas más lamentables en mucho tiempo. Un espectáculo vergonzoso que millones de trabajadores para los que esta reforma laboral no es un jueguecito político de mezquinos intereses harían bien en no olvidar. 

Es difícil encontrar posturas más contrapuestas en una negociación que las de la patronal y los sindicatos. Aun así, ellos llegaron a un acuerdo. Un pacto que no ha ocurrido en treinta años, pero que en el Congreso salió adelante casi de milagro: por solo un voto, con dos diputados de Unión del Pueblo Navarro (UPN) mintiendo a todo el mundo para intentar torpedear al Gobierno, por la equivocación de otro diputado del PP en el voto telemático, con las mentiras de la derecha, que habla de un “error informático” tan poco creíble como ese mal alumno al que su perro le comió los deberes.

Repasemos los hechos. El PSOE pactó con UPN dos de los muchos votos que necesitaba para sacar adelante una reforma laboral que iba muy justa, por los motivos que ya expliqué ayer. El acuerdo se cerró entre las direcciones de ambos partidos el día antes de la votación, a última hora de la tarde del miércoles. Los dos diputados de UPN –Sergio Sayas y Carlos García Adanero– aseguraron a todo el mundo que “acatarían” la decisión que había tomado su partido, a pesar de no compartirla.

Este mismo jueves, a media mañana, Sayas coincidió en los pasillos del Congreso con Héctor Gómez, portavoz del PSOE, y con Edmundo Bal, portavoz de Ciudadanos. Y a ambos les transmitió lo mismo que ya había dicho a todos los periodistas ese día, en público y en privado: que votaría sí a la reforma laboral, que acataría la decisión marcada por la dirección de su partido.

Era mentira. Y una mentira envenenada. Porque todo el plan para reventar la reforma laboral y abrir un enorme boquete al gobierno de coalición pasaba por mantener ese farol: que nadie en la coalición supiera que los dos diputados de UPN realmente votarían ‘no’ a la reforma.

Ese farol era la clave en la jugada. Porque si el Gobierno hubiera sabido de esa trampa, habría podido buscar los votos necesarios con otro grupo. Con el PNV, por ejemplo, que estaba dispuesto a apoyar la reforma, aunque fuera a un precio que al Gobierno anoche le pareció demasiado caro, cuando creía que ya tenía los apoyos suficientes. La treta solo podía salir bien si ese farol no se descubría.

Y mientras los diputados de UPN mentían a su propio partido, a los periodistas y a los partidos del Gobierno, estaban negociando el precio de esta traición con la derecha. Según fuentes socialistas, los diputados rebeldes mantuvieron durante toda esa mañana conversaciones con dirigentes del PP y de Vox. «Adanero desayunó con Iván Espinosa de los Monteros en la cafetería del Congreso y Sayas estuvo después hablando con Gamarra», dice una diputada del PSOE. Unos contactos que los diputados navarros niegan.

Cabe preguntarse cuál ha sido el precio de esta traición y esta mentira artera. Quédense con sus nombres, porque probablemente en la siguiente legislatura aparezcan milagrosamente en otras listas electorales. Que no repetirán en UPN parece asegurado. El partido ya les ha pedido que entreguen el acta de diputado y se han negado, por lo que esto probablemente acabará con su expulsión.

El plan se parece mucho al que el PP aplicó en Murcia: recurrir a unos futuros tránsfugas, que en poco tiempo estarán expulsados del partido al que han traicionado. Destrozar a otro partido que durante años fue su socio –en este caso, a UPN, que vive uno de sus momentos más complicados–. Y habría sido un éxito brutal para la derecha si llega a salirles bien: habría sumido al Gobierno en una enorme crisis, pero a un precio muy alto para España. 

Si el plan para dinamitar la reforma laboral hubiera funcionado, decenas de miles de trabajadores en convenios de empresa abusivos habrían perdido importantes subidas de sueldo. Cientos de miles de trabajadores en precario no podrían optar a contratos más dignos. Y diez mil millones de euros de los fondos europeos se habrían retrasado. La doctrina Montoro, en su máxima expresión: “Que se hunda España, que ya la levantaremos nosotros”.

Pero el plan salió mal, por una carambola inesperada: un diputado del PP, Alberto Casero, se equivocó al votar de forma telemática. 

No es un diputado cualquiera, aunque hasta hoy no fuera especialmente conocido. Casero es secretario de organización del PP y uno de los dirigentes claves del equipo de Teodoro García Egea. Antes fue alcalde de Trujillo, en Extremadura. Un juzgado tiene abierta una investigación por prevaricación que le puede salpicar, de su etapa como alcalde, aunque por ahora no ha sido imputado.

El error de Casero es algo que ocurre habitualmente en el Congreso; le ha pasado, en alguna ocasión, a buena parte de los diputados. Es normal que así suceda porque en un mismo pleno se votan muchas cosas. Y en este caso, el diputado del PP se lió con las preguntas: votó “sí” a la reforma laboral y “no” a tramitarla como proyecto de ley. Cambió el orden de los factores: era justo al revés lo que el PP pretendía. No fue su único error. De la veintena de asuntos que se votaban este jueves, Casero se equivocó respecto a la estrategia de su partido en otra ocasión más. Se equivocó en tres de los 21 votos de este jueves.

El PP fue consciente de ese fallo poco antes de empezar la votación. Teodoro García Egea, Cuca Gamarra y Guillermo Mariscal abordaron a la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, poco antes de empezar la votación. Pidieron que se permitiera votar en persona al diputado porque había “un error informático”. “Qué más os da, si vamos sobrados de votos”, le respondió a García Egea el vicepresidente del Congreso, el socialista Alfonso Gómez de Celis. En aquel momento nadie en el PSOE sospechaba lo que es obvio que el PP sí sabía: la traición de los diputados navarros.

El secretario general del Congreso y jefe de los letrados, Carlos Gutiérrez Vicén, se negó a que el diputado Casero pudiera votar en persona. Siempre han aplicado el mismo criterio: los votos telemáticos no se pueden cambiar una vez emitidos. Es lo que decidió también Batet, que arrancó la votación. Y esta siguió con más sustos: en un primer momento el secretario general del Congreso se equivocó en la suma. Dio por perdedor al Gobierno y eso lleva a Batet a anunciar inicialmente la derogación del decreto de la reforma laboral.

El error del secretario general del Congreso lo corrigen el resto de los letrados, que le advierten de que había sumado mal. Y 40 segundos después Batet anunció la corrección: por solo un voto, el Congreso aprobaba la reforma laboral. Un voto del Partido Popular.

Esos 40 segundos que pasaron entre la derrota y la victoria del Gobierno son claves para entender toda la jugada de la derecha, y también la irresponsabilidad de algunos grupos parlamentarios de la izquierda. Se ve a Espinosa de los Monteros y otros diputados del Vox y el PP girarse al momento para dar las gracias a los dos parlamentarios de UPN –otro indicio más de que sabían perfectamente cuál iba a ser su voto–. Se ve que solo aplauden lo que entonces parecía la derogación de la reforma laboral los diputados de derecha y la extrema derecha, pero no así el resto de los grupos que se oponían a la reforma. Se ve a Pablo Casado sorprendido, y en un primer momento se queda sentado en la silla mientras el resto de sus diputados ovacionan el supuesto resultado. Se ven las caras de pánico del Gobierno, pero también las de los diputados de Bildu, del PNV, del BNG, de ERC… Todos ellos habían votado en contra y en teoría habían ganado la votación. Pero casi ninguno de ellos quería realmente que la reforma no saliera adelante. Si se hubiera hundido, habría sido para ellos muy difícil de explicar a sus votantes, que mayoritariamente están a favor de este pacto entre patronal y sindicatos.

¿Un error informático?

El sistema de voto telemático es tan sencillo como votar desde el escaño, con la diferencia de que se emite por anticipado. En este artículo explicamos al detalle cómo funciona. Es posible el error humano, ha pasado muchas otras veces, pero no un error informático tan extravagante como el que el PP denuncia. Porque Casero pudo votar con normalidad en todos los demás asuntos que se debatieron en el pleno. 

Hay precedentes de un error humano así con el voto telemático. Exactamente así. Le pasó igual a Macarena Olona, de Vox, a la que tampoco se le permitió corregir su voto. Y también al exministro socialista José Luis Ábalos, que después de votar telemáticamente los nombramientos de los candidatos al Tribunal Constitucional se dio cuenta de que se había equivocado. Tres horas antes de la votación en el pleno –y no unos pocos minutos antes– el PSOE avisó de ese error, y pidió cambiar ese voto telemático. La mesa no aceptó esa reclamación. Como no se ha aceptado ninguna otra similar. La historia del Parlamento está llena de errores humanos en el voto, que siempre se dan por válidos. 

Es verdad que la intención de Casero era otra. Como era otra la intención de todos los diputados que se han equivocado antes que él. Mariano Rajoy llegó a votar en contra de sus propios Presupuestos y Pedro Sánchez, en otra ocasión, votó a favor de derogar la ley del aborto. Pero permitir que estos errores se corrijan a posteriori dejaría sin sentido la dinámica parlamentaria: abriría la puerta a cambios tácticos, una vez conocido el resultado. O permitiría a los partidos que intimidaran a los diputados que rompen la disciplina de voto, para que a posteriori los corrigieran. Por eso todos los parlamentos funcionan igual: se vota en un único acto, sin saber con certeza el resultado. Y si te has equivocado, es culpa tuya y no se puede cambiar. Como los goles en propia meta.

Desde el PP, enarbolan una interpretación sesgada del reglamento del Congreso de 2012, que habla de que “la mesa comprobará telefónicamente con el diputado la emisión del sentido del voto y el sentido de este”. Pero omiten dos detalles importantes. 

El primero: que el 9 de marzo de 2020 el Congreso acordó simplificar el procedimiento del voto telemático cuando llegó el COVID, y entre otras cosas eliminó esas llamadas. Dejaron de ser operativas cuando se empezó a votar telemáticamente de forma masiva por la pandemia. Llevan funcionando con este sistema desde hace casi dos años, en todas las votaciones. Desde entonces, nunca se ha llamado por teléfono para comprobar el voto.

El segundo: que una cosa es verificar el voto telefónicamente y otra cambiarlo una vez votado. Cosa que no se ha hecho nunca en la historia del Congreso, ni con errores desde el escaño ni a distancia. 

El asunto acabará en el Tribunal Constitucional, donde puede ocurrir cualquier cosa porque el PP aún mantiene allí la mayoría y dudo que ecuánimes magistrados como Enrique Arnaldo vayan a desmarcarse de su partido, por débiles que sean sus argumentos. Ya hay una sentencia del Constitucional al respecto y es muy interesante: obligó a repetir una votación porque una diputada del parlamento vasco no pudo participar debido a que el sistema técnico del voto telemático estaba caído. Pero esta jurisprudencia no ampara los errores humanos, como es este caso.

El PP ha intentado “otro tamayazo”, dicen desde el Gobierno. Y les ha salido mal, de eso no hay duda. Lo esperable tras un fiasco así sería pedir disculpas, tragarte el error de tu propio diputado y acatar el resultado de la votación. En lugar de eso, la derecha se ha lanzado a propagar más mentiras y bulos. A cuestionar otra vez la legitimidad del Gobierno, puro estilo Donald Trump.

Desde las cuentas en redes sociales de la derecha se ha llegado a acusar a la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, de “secuestrar la democracia”, de «pucherazo», de «tongo»… Están incendiando la convivencia a pasos acelerados. Después lamentaremos nuevos desastres, como el ocurrido en Lorca.

P.D. Ayer sí faltó un voto en el Congreso, solo uno. El del diputado de Unidas Podemos por Tenerife, Alberto Rodríguez.

Fuente: https://www.eldiario.es/escolar/verguenza-congreso-diputados_132_8716688.html

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