¿TANTO CUESTA PEDIR PERDÓN?
ANGÉLICA
RUBIO
EL
PLURAL.COM
11/03/2014
José María Aznar, hombre rico y enriquecedor de sus familiares, gracias a la información obtenida en función de su cargo de presidente del Gobierno español, cargo que corría por cuenta de todos los españoles, que teniendo las Elecciones Generales más ganadas que la guerra de Cuba (contra los españoles) por parte del amigo americano, porque Zapatero, aparte de que no lo conocian ni en su casa, era además un cero a la izquierda, va y las pierde, por manipular y jugar con el dolor de las victmias y familiares de los atentados del 11 M en Madrid, intentando engañar a toda la opinión pública, e incluso a instituciones internacionales, para desligar la autoria de dichos atentados a elementos terroristas islámicos, autoría que fue reconocida por todos los más importantes servicios de inteligencia del mundo ("menos por Aznar y acólitos jefes") tan solo para tribuirse tan solo horas después dela sin ninguna prueba a ETA
11-M: ¿tanto
cuesta decir ‘me equivoqué’ y pedir perdón?
A última
hora ya todos los servicios secretos internacionales, desde el Mosad a la CIA
sabían que era un atentado islamista. Aznar también
José María
Aznar, Pedro J. Ramírez, Federico Jiménez Losantos y el arzobispo de Madrid,
Rouco Varela, son los agitadores principales de una teoría que ya prácticamente
no tiene seguidores en España, salvo algún radical de la derecha. Es la teoría
de la conspiración, esa que defiende que los atentados del 11-M no fueron
planificados y perpetrados por el terrorismo yihadista, sino que fue una
conjunción de etarras, socialistas y policías traidores. Nunca se ha visto nada
igual en un país democrático, que diez años después haya gente que siga en una
paranoia con la que destrozaron sin miramientos la vida de mucha gente: el
comisario de Vallecas cuya mujer se suicidó, el juez del Olmo que enfermó y ha tenido que dejar
la carrera judicial, una de las fiscales, o
la madre de una víctima, Pilar Manjón. Hay más más. El odio y las gravísimas acusaciones
lanzadas por la cadena Cope y El Mundo destrozaron la vida de mucha
gente y, a día de hoy, siguen sin pedir perdón.
Cuando todos
pensamos en ETA
Durante toda la mañana del 11-M la inmensa mayoría de los españoles
creíamos que había sido ETA. Las ruedas de prensa de Zapatero y del Lehendakari
Ibarrtxe lo demuestran. Hubo muy pocas excepciones y recuerdo algunas, porque
en esas fechas era asistente personal y de prensa del líder del PSOE, José Luis
Rodríguez Zapatero. Conmocionados desde que llegó la primera noticia, estábamos
en los estudios de TVE, a donde el líder del PSOE había acudido para dar una
entrevista electoral, recuerdo que uno de los policías nacionales que
formaban parte de la escolta de Rodríguez Zapatero se me acercó y me dijo:
ésta no es la forma de actuar de ETA, esto de explosiones en varios vagones me
recuerda más a los islamistas. Tanto yo como el resto de escoltas le
respondimos que no lo creíamos y que era ETA.
A media
mañana otro de los pocos que puso en duda la autoría etarra fue Baltasar
Garzón, entonces juez, que visitó el escenario del crimen. Conocía el ‘modus
operandi’ etarra y no cuadraba. Tampoco nadie le hizo caso. A primera hora
de la tarde, en la sede del PSOE en Ferraz, recibí una llamada de Miguel
Sebastián. Quería hablar con Zapatero -que comunicaba sin parar- para
contarle que le acababa de llamar desde Nueva York un financiero amigo, quien
aseguraba que en la City se hablaba de terrorismo islámico. Sebastián me dio un
dato: nunca en la historia la bolsa de Nueva York había bajado por un
atentado de ETA, nada más abrir la bolsa de Nueva York bajó y la
explicación de todos los inversores eran los atentados de Madrid.
Finalmente
Sebastián habló con Zapatero y éste no le dio mucha credibilidad, pero ordenó a
Trinidad Jiménez, entonces secretaria de Política Internacional, que
hablara con sus contactos en la Casa Blanca. Zapatero contactó con Javier
Solana, entonces responsable de política exterior y de Defensa de la Unión
Europea y una de las personas que más y mejor información tenía en todo el
mundo por razones obvias, y Solana le avisó de que iban a detener a un comando
islamista en España al tiempo que le informó que los servicios secretos de los
países más importantes solo barajaban una autoría: la yihad islámica. A media
tarde todos los servicios secretos de los países más importantes lo sabían: el
atentado era obra de los terroristas yihadistas.
La
obcecación de Aznar
Y esa información llegó a Moncloa, al entonces presidente del Gobierno, José
María Aznar, quien ya por la mañana había rechazado la petición de Zapatero de
convocar el Pacto anti terrorista. Si la información la tenía el PSOE era
obvio que la tenía el Gobierno, entre otras cosas porque Aznar mantenía
excelentes relaciones con Bush. Aznar no sólo se obcecó en asegurar que era
ETA, sino que se puso en marcha la mayor campaña política y mediática que ha
vivido este país al servicio de una mentira. Acebes, entonces ministro de
Interior, lo dijo muy claro, quien se atreva a decir que no es ETA es un
antipatriota, un antiespañol.
El Gobierno
de Aznar forzó un comunicado de condena en la ONU en la que responsabilizaba
a ETA del atentado. La perplejidad entre las delegaciones de otros países
era absoluta, pero se accedió ante la vehemencia del Gobierno español. Las elecciones
estaban cerca y la administración norteamericana no deseaba poner problemas a
su amigo Aznar.
Hoy hay una opinión unánime en el PP que nadie se atreve a decir públicamente:
Aznar gestionó de la peor forma posible las horas posteriores del atentado. Lo
saben desde diputados a senadores pasando por alcaldes. Pero no se atreven y no
pueden, por eso lamentablemente siguen dejando espacio a la duda.
El atentado
no dividió a los españoles, los dividió Aznar
Es difícil,
muy difícil, ponerse en la piel de un presidente del Gobierno que pocos
días antes de las elecciones, se enfrenta a un atentado que costó la vida de
191 personas o 1.858 heridos. Aznar no repetía como candidato y nunca se pudo
imaginar que se iría de La Moncloa con el mayor atentado terrorista de la
historia de Europa hasta la fecha. Para empezar, el presidente Zapatero
le ha concedido algo que jamás se hubiera producido al revés, porque en una
entrevista concedida a El Mundo, Zapatero afirma que Aznar no fue el
culpable del atentado y se muestra comprensivo sobre el estado de ánimo que
pudo tener esos días el expresidente. Y eso, a pesar de lo que Zapatero define
como “dura” conversación la que mantuvieron ambos la mañana del 11-M. En mi
opinión, y por lo que sé, fue dura y maleducada. Siempre he tenido el
convencimiento personal que, de haber sido al revés, Aznar hubiera
responsabilizado personal y públicamente a Zapatero del atentado.
Aznar se
empeñó en asegurar que había sido ETA, y no se quedó ahí, porque junto a su
fiel amigo Pedro J. Ramírez, entonces director de El Mundo, y Federico
Jiménez Losantos, líder entonces de la Cope (la radio de los obispos) acusaron
a todos aquellos que no tragaban con la versión de Aznar de antipatriotas y
traidores. Luego fueron más lejos. Acusar a policías y al PSOE de ser los
autores intelectuales del atentado es uno de los hechos más graves que ha
vivido esta Democracia. El Mundo y la COPE dieron pábulo a
informaciones que señalaban a todo el Partido Socialista como asesinos
terroristas. Jamás se ha visto nada igual. Y jamás a nadie del PSOE se le
hubiera ocurrido hacer eso con el PP.
Obcecación
periodística
A todos aquellos que tengan dudas habría que exigirles que se leyeran la
sentencia. Y sin son periodistas que hablen con los servicios de inteligencia
de cualquier país del mundo, desde la CIA hasta el Mosad. Pedro J. Ramírez,
amigo y admirador de Aznar no podía y no puede dar marcha atrás por dos
razones: por lealtad a Aznar y porque no puede o no quiere reconocer que
durante años, muchos años, sostuvo una información que siempre supondrá una
mancha en su influyente carrera periodística. Pedro J. admira a la prensa
anglosajona pero olvida que en los medios anglosajones los directores dimiten
cuando publican mentiras a cinco columnas. Y si la teoría de la conspiración la
alimentó sin ‘mala intención’, es decir si lo que estaba detrás no era ayudar a
Aznar y deslegitimar un resultado electoral democrático, todavía está a tiempo
de reconocer que se equivocó. Pero es incapaz, sigue y sigue con su teoría
conspirativa que ha dañado su prestigio internacional como periodista.
Imagínense la cara de periodistas, por ejemplo, de ‘Time’, ‘The New York
Times’ o cualquier otro si alguien les dice: en España hay un conocido es
director de periódico que insiste en que los atentados del 11-M no fueron obra
de los islamistas. Hasta en una conocida serie norteamericana sobre la CIA y el
terrorismo islámico, Homeland, se habla del 11-M. Es como si
el director del Financial Times llevara diez años sosteniendo que Elvis
Presley sigue vivo.
Ese sector
de la derecha
Toda esta triste historia ha puesto de manifiesto que hay un sector de la
derecha española -ni me gusta ni quiero generalizar- con una enorme
capacidad de hacer daño que es incapaz de reconocer la verdad si esa verdad
implica decir “me equivoqué”. La teoría de la conspiración ha destrozado,
literalmente, la vida de muchas personas. Me cuesta creer que Pedro J.
Ramírez, Losantos o el actual director de El Mundo, Casimiro
García Abadillo, puedan conciliar el sueño al pensar que por sus informaciones
un juez perdió la salud y abandonó su carrera, una fiscal ha necesitado
ayuda psicológica, un comisario de Vallecas ha visto destruirse a su
familia con el suicidio de su mujer y una madre, Pilar Manjón, que jamás
superará el dolor de la pérdida de su hijo, se enfrentaba cada mañana a
insultos y amenazas por no plegarse a la doctrina del PP y de sus medios afines.
¿Jamás han pensado en el daño causado?. Hoy, todavía hoy, tuiteros de
extrema derecha insultan a Pilar Manjón. ¿Y si alguien del PSOE insultara
en Twitter a una víctima del terrorismo del PP? Ese sector de la derecha
española, que espero que sea minoritario, sigue dando miedo.
*++