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Cumbre BRICS en Rio

 

La primera cumbre de los BRICS ampliados se celebró en Brasil bajo la sombra de la ausencia de Vladímir Putin y Xi Jinping, en medio de tensiones diplomáticas que ponen en cuestión la solidez del bloque en plena expansión.


Cumbre BRICS en Rio

 

Natalia Souto

El Viejo Topo

10 julio, 2025



La cumbre BRICS en Río: ausencias que pesan y una cohesión en entredicho

La 17ª Cumbre de los BRICS en Río de Janeiro, organizada con esmero por Brasil, se proponía marcar un antes y un después en la historia del bloque. Por primera vez, la alianza contaba con la participación formal de seis nuevos miembros —Egipto, Etiopía, Indonesia, Irán, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos— y con una ambiciosa agenda técnica liderada por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Sin embargo, la ausencia física de dos de sus principales figuras —el presidente ruso, Vladímir Putin, y el presidente chino, Xi Jinping— dejó al descubierto las tensiones subyacentes y los desafíos de cohesión en el seno del grupo.

Xi, ausente por “conflictos de agenda”, delegó su representación en el primer ministro Li Qiang. Para Lula, la presencia del líder chino habría sido clave tanto en términos simbólicos como estratégicos: Xi no había faltado a una cumbre BRICS desde su llegada al poder en 2012. Su ausencia, aunque explicada con discreción, deja entrever una posible falta de prioridad en su agenda internacional hacia un bloque que busca afirmar su papel como alternativa al orden occidental mientras se encuentra en negociaciones comerciales con la Casa Blanca.

Más significativa aún fue la ausencia de Putin, limitada a una intervención por videoconferencia. Brasil, al ser parte del Estatuto de Roma, estaba legalmente obligado a detener al mandatario ruso por la orden de arresto del Tribunal Penal Internacional vinculada a la guerra en Ucrania. Esta situación diplomática incómoda dejó a Lula en una posición delicada: como anfitrión, no podía garantizar la inmunidad de Putin sin violar sus compromisos internacionales. El Kremlin optó por una fórmula intermedia, que no impidió que la voz del presidente ruso se hiciera sentir en el foro.

Putin utilizó su intervención remota para reiterar que el modelo de globalización liberal está «obsoleto» y para presentar a los BRICS como el nuevo eje económico del mundo, más poderoso que el G7. En su discurso, trazó una narrativa que resonó entre varios miembros del bloque, destacando la idea de una transición inevitable hacia un mundo multipolar. Aunque no estuvo presente físicamente, logró dejar una huella política importante, ya que la declaración final dedicó escasas menciones al conflicto en Ucrania y, cuando lo hizo, centró la atención en los ataques ucranianos a regiones rusas, siempre en línea con la retórica del Kremlin.

Este tratamiento asimétrico de los conflictos internacionales revela una contradicción dentro del bloque. Mientras Irán presionó por una condena más firme contra Israel y sus acciones en Gaza, el documento final evitó señalar directamente a Estados Unidos por sus propios ataques a instalaciones iraníes. Las omisiones, cuidadosamente calculadas, demuestran la intención de algunos miembros —particularmente Brasil— de evitar confrontaciones con Washington, en un contexto geopolítico dominado por la Administración Trump y sus políticas proteccionistas.

Lula, consciente de la fragilidad del momento, intentó centrar la agenda en temas técnicos: salud global, comercio en monedas locales, gobernanza de la inteligencia artificial, cambio climático y fortalecimiento institucional. Para él, esta cumbre era no solo una vitrina internacional, sino también un respiro político ante un panorama doméstico complicado por la caída de su popularidad y la creciente fricción con el Congreso brasileño.

No obstante, el tono moderado de la cumbre contrasta con el espíritu con el que nació el crecimiento del bloque. El BRICS ampliado, con 11 miembros y 10 países socios, aspira a representar un contrapeso al sistema liderado por Occidente. Pero la heterogeneidad interna, las tensiones geopolíticas y las diferencias en prioridades nacionales hacen que esa aspiración se vea entorpecida por la realidad de una coordinación difícil. La expansión ha generado más complejidad que cohesión.

La diplomacia brasileña logró, no sin esfuerzo, un comunicado de consenso. Pero la aparente neutralidad del texto esconde decisiones políticas deliberadas. Que apenas se mencione a Ucrania en 126 párrafos, mientras se repite el nombre de Israel en siete ocasiones, responde a equilibrios internos que priorizan mantener unido al bloque antes que adoptar posiciones firmes.

En definitiva, la cumbre de Río de Janeiro fue, en apariencia, una celebración del nuevo BRICS ampliado. Pero las ausencias de Xi y Putin, las tensiones latentes y la diplomacia calculada revelan un bloque aún en busca de su verdadera identidad política. La cohesión, más que una realidad, sigue siendo una meta en construcción.

Fuente: Other News/ Mundiario

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