martes, 12 de noviembre de 2019

DE NEOFAS Y NEOLI VA LA COSA EN BOLIVIA.



Golpe de Estado en Bolivia y noticias falsas
 
El neofascismo va de la mano del neoliberalismo

12.11.2019

El golpe de Estado en Bolivia no cae del cielo y lleva las huellas dactilares de los Estados Unidos. Es la venganza de la clase alta con un fuerte acento racista. ¿Se dirige el país a una masacre?


"¿Por qué nunca ha habido un golpe de Estado en los EE.UU.?
Porque allí no hay embajada de EE.UU." (Chiste clásico en América Latina)

El domingo 10 de noviembre se produjo un golpe de Estado en Bolivia. El ejército ha obligado al recién elegido presidente Evo Morales a dimitir. La violencia aumentó en las calles. Bandas armadas de oposición atacaron a militantes y líderes del Movimiento Al Socialismo de Evo Morales (MAS). Estaban intimidando a los periodistas, quemando las casas de los miembros del MAS, incluida la de la hermana de Evo. En algunos lugares, cualquiera que parezca indígena fue atacado físicamente. Mujeres indígenas fueron desvestidas y violadas. Ya murieron varias personas

Venganza por la ola izquierda
 
Este golpe no es del todo inesperado. Es el enésimo golpe o intento de golpe en América Latina desde principios de siglo: hubo en Venezuela en 2002, Haití en 2004, Bolivia en 2008, Honduras en 2009, Ecuador en 2010, Paraguay en 2012, de nuevo Venezuela a partir de 2013, Brasil en 2016 y Nicaragua en 2018. 

Se trata de una reacción a la llamada 'marea rosa'u'ola izquierda' en América Latina. En las décadas de 1980 y 1990, el rodillo aplastador neoliberal había causado una verdadera masacre en la región. El número de pobres había aumentado en un tercio . El pueblo no aguantaba más y eligió un presidente de izquierda en un país tras otro. 

Con esos presidentes de izquierda al mando se establecieron programas de lucha contra la pobreza y se frenaron y redujeron las políticas neoliberales. También se formó un frente para reducir el control de Estados Unidos sobre el continente. 

Por supuesto, la ola de izquierda no era del agrado de las élites de esos países ni, por supuesto, del gobierno de los Estados Unidos. Se hizo todo lo posible para remover a esos presidentes de izquierda. Inicialmente por medio de elecciones. Para la élite, las elecciones suelen ser un "partido en casa": los partidos tradicionales bailan a su ritmo, pueden dedicarle muchos recursos financieros, controlan los medios de comunicación o manipulan los medios sociales, y amenazan con el caos o el desastre económico si la gente votara por la izquierda. 

Revoluciones de color y golpes de Estado 'burgueses'...
 
Esa receta electoral funcionó durante mucho tiempo hasta que Hugo Chávez fue elegido presidente en Venezuela en 1998. Desde entonces la lucha electoral en muchos países ya no era favorable a la élite y a los intereses de los Estados Unidos. Por eso se adoptó una estrategia diferente: una revolución de colores u otra forma de golpe de Estado "burgués" o "constitucional", o una combinación de ambos. Por supuesto, con el único propósito de acabar con el presidente de izquierda. Con el apoyo de los medios de comunicación que las élites controlan estos golpes camuflados se describen como levantamientos populares espontáneos o intervenciones constitucionales legítimas. 

Esta táctica no es realmente nueva, aunque ya no se juega la carta militar tan desvergonzadamente como en el pasado. Desde los años cincuenta hasta los ochenta el continente seguía siendo devastado por golpes militares. El más notorio es el de Chile en 1973. El golpe neofascista de Pinochet puso fin al gobierno progresista de Salvador Allende y creó las condiciones ideales para una política neoliberal: la eliminación de toda resistencia social. El neofascismo van de la mano del neoliberalismo. La dictadura militar de Chile se convirtió en el primer campo de pruebas para los defensores del neoliberalismo. Bolivia, que hasta principios de los años ochenta fue una dictadura militar, se convirtió en el segundo laboratorio, con las conocidas consecuencias sociales

...con el apoyo de los EE.UU.
 
Hace 200 años que América Latina es el patio trasero de los Estados Unidos. Los estadounidenses tienen grandes intereses económicos allí y para protegerlos tienen unas ochenta bases militares

El personal diplomático de los Estados Unidos en Bolivia tiene una fuerte tradición de avivar e interferir en los asuntos internos del país. Poco después de una reunión entre el entonces más alto diplomático de los Estados Unidos y un "periodista", que había sido jefe del servicio de inteligencia en una vida anterior, estalló un verdadero escándalo sobre el presidente. Todo resultó estar basado en noticias falsas , pero sí llevó a la estrecha derrota de Evo Morales en el referéndum de 2016. 

Carlos Mesa, el candidato opositor de derecha de Evo Morales en las recientes elecciones, ha estado en contacto con varios altos funcionarios y parlamentarios estadounidenses en el pasado reciente. A finales de julio de 2018 ya anunció que la reelección de Evo Morales conduciría "a una situación que no queremos: la violencia". Indica que el golpe actual estaba bien preparado. 

La Organización de Estados Americanos (OEA) también jugó un papel decisivo en este golpe. La OEA fue creada por los Estados Unidos en 1948 con el fin de alinear a los países de América Latina con Washington. La OEA se negó a reconocer los resultados de las elecciones bolivianas. De esta manera ha ejercido una fuerte presión sobre el gobierno y ha dado una excusa al ejército para exigir la renuncia del presidente Morales. 

Intereses económicos
 
Bolivia encaja perfectamente en la lista de países mencionados anteriormente. En todos estos países la situación social se había mejorado espectacularmente. También en Bolivia. Bajo el reinado de Evo Morales los salarios reales aumentaron con un 60 % y la pobreza extrema también disminuyó en un 60 %. Esta política social sólo fue posible nacionalizando una serie de sectores clave de la economía. Para la élite esto fue imperdonable. 

No hay que olvidar tampoco el plan de Evo Morales para no sólo extraer el litio, sino también de procesarlo baterías en Bolivia. El litio es una materia prima muy importante para la nueva economía y se utiliza en la producción de coches eléctricos, aviones, baterías, teléfonos móviles e incluso medicamentos. Bolivia tiene quizás las mayores reservas de litio del mundo. La élite mundial no acepta que esta materia prima estratégica esté en manos de la izquierda. 

El factor indígena
 
Pero en Bolivia hay otro factor: la cuestión indígena. Evo Morales es el primer presidente indígena. Además, ha concedido más derechos a la población indígena boliviana, que es mayoría pero que hasta entonces siempre había sido tratada como ciudadanos de segunda clase, y ha mejorado mucho su situación social. La élite racista, en su mayoría blanca, nunca fue capaz de tragar esto. Este golpe de Estado, es su gran venganza. No es casualidad que la violencia de hoy se dirija explícitamente a la población indígena. 

La élite quiere utilizar este golpe de Estado para dar marcha atrás. Los representantes electos del MAS y sus posibles partidarios están siendo aterrorizados. El presidente Evo Morales, que se atrevió a tocar sus privilegios y posesiones, debe ser eliminado política o físicamente. No se puede descartar que el país se dirija a una masacre. 

Traducido por Sven Magnus
 
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BOLIVIA. ¿QUE ME HE CAÍDO DE LA BICICLETA? EQUIVOCADICO ESTÁ USTED, SEÑOR MÍO. CADA QUIEN SE BAJA DE LA BICI COMO QUIERE, Y YO TENGO POR COSTUMBRE HACERLO RESTREGÁNDOME LAS CEJAS POR EL BORDILLO DE LAS ACERAS EN UN VISTO Y NO VISTO


Según El País, "Evo Morales dimite tras exigírselo el Ejército de Bolivia", pero no es un golpe de estado militar

 Tercerainformación.es /11.11.2019

¿Recuerdan aquellos editoriales de El País, allá por abril de 2002, cuando el ejército y la oligarquía venezolana perpetró un golpe de estado contra Hugo Chávez? "Golpe a un caudillo" fue la fórmula elegida por diario del grupo PRISA para justificar lo injustificable;


"Sólo un golpe de Estado ha conseguido echar a Hugo Chávez del poder en Venezuela. La situación había alcanzado tal grado de deterioro que este caudillo errático ha recibido un empujón. El ejército, espoleado por la calle, ha puesto fin al sueño de una retórica revolución bolivariana encabezada por un ex golpista que ganó legítimamente las elecciones para, convertirse desde el poder en un autócrata peligroso para su país y el resto del mundo" [...]

Aquello se observó como uno de los puntos de inflexión entre un periódico considerado serio y medianamente objetivo a lo que vino después, un panfleto al servicio de los poderes económicos, tanto acá como allá, en Latinoamérica. Y en esa pleitesía, El País dejaba de defender la democracia para justificar las injerencias de EE.UU. en el continente, golpes violentos que recuerdan tiempos tenebrosos de torturas, desapariciones y muertes en varios países intervenidos.

Hoy, El País ni siquiera se digna a utilizar la inequívoca expresión "golpe de Estado militar" para definir lo que está ocurriendo en Bolivia. Nos dice en su portada de esta mañana que "Evo Morales dimite tras exigírselo el Ejército de Bolivia". Increíble cinismo el de El País para evitar la expresión "golpe de Estado", a la que solo hace referencia mencionando que es así como la define Evo Morales: "fue un golpe de Estado cívico y policial". Expresiones que pueden leerse en esta noticia, como "el jaque mate lo dieron los policías" resultan vergonzosas de leer.

Para rematar la infame noticia, el periodista Francesco Manetto nos asegura en su "análisis" titulado "Bolivia como síntoma" que "la renuncia de Evo Morales es el reflejo del agotamiento de un modelo y al mismo tiempo la preocupante demostración de que el poder en América Latina depende aún hoy de las Fuerzas Armadas". Pero, ¿Está agotado el modelo socialista o, sencillamente, el periodista lanza esta afirmación sin aportar ninguna evidencia? Más bien se trata de una afirmación infundada que choca con la realidad de las cifras económicas que presenta Bolivia desde la llegada del Movimiento al Socialismo (MAS);

  • Durante la última década, Bolivia ha sido el país que mejores datos de crecimiento presenta en Latinoamérica, e incluso en el mundo; al lograr un promedio anual de 5% en el desarrollo de su Producto Interno Bruto (PIB) según indicadores del propio Fondo Monetario Internacional (FMI), instancia que aplica recetas neoliberales que difieren y se alejan totalmente del modelo boliviano. Para este año, el FMI ya pronosticó que Bolivia volvería a liderar el crecimiento de Latinoamérica en 2019, con una tasa de 4% o casi el triple del promedio regional.
  • El modelo socialista boliviano, que no sufre ningún tipo de bloqueo económico, ha sabido aprovechar los excedentes que generó el desarrollo de materias primas y la nacionalización de los hidrocarburos en 2006, hecho que le permitió ahorrar al Estado unos 19.300 millones de dólares y pasar de unas reservas internacionales de 700 millones de dólares a más de 20.000 millones.
  • Bolivia se posiciona hoy como el tercer país latinoamericano con menos desempleo, con un indicador de 3,3%; sólo superado por Guatemala (2,2%) y México (3,2%).
  • Otro de los logros del Gobierno de Evo Morales ha sido diversificar sus exportaciones, pues no sólo cuentan con los hidrocarburos sino también con gas natural que suministran a Brasil y Argentina, sino también la venta de soya, estaño, diesel, entre otros rubros.
  • Igualmente, se han implementado políticas inclusivas que han permitido reformar el viejo modelo neoliberal que ostentaba el país. Se garantizó la educación gratuita, se universalizó el acceso al agua potable, garantías esenciales para los niños, las mujeres embarazadas y los ancianos, se creó el Seguro Universal de Salud, etc.
  • Se ha desmantelado la dolarización de la economía, de manera que Bolivia utiliza sobre todo moneda local desde hace más de una década, a diferencia de otros países del continente.
  • La pobreza extrema en Bolivia descendió más de la mitad en los últimos 13 años, es decir, de 38,2% en 2005 a 15,2% en 2018, el nivel más bajo en la historia del país. Asimismo, la pobreza moderada decreció de 60,6 por ciento en 2005 a 36,4 por ciento en 2017, lo que significa una contracción de 24,1 puntos porcentuales. Las personas con ingresos medios subieron de 3,3 millones en 2005 a 7 millones en 2018.

Y El País no es el único medio que elude hablar de golpe de Estado militar. Otros medios escritos o radiofónicos, las televisiones, incluida TVE, solo utilizan la expresión para añadir que así lo define Evo Morales o simpatizantes de este. Como si lo ocurrido pudiera calificarse como golpe o no según quien lo defina. Como si la expresióin objetiva que define lo ocurrido no pudiera ser considerada como tal. Es decir, para la mayor parte de los medios de comunicación españoles, que el ejército exija la dimisión del presidente del Gobierno tras vencer en las últimas elecciones por 10 puntos de ventaja sobre el segundo candidato no es un golpe de estado. Es así como lo califican Evo y sus seguidores o aliados, pero no es un golpe. No es una realidad objetiva, sino subjetiva.

Y esta infamia mediática transcurre mientras grupos violentos espoleados por los dos líderes opositores, Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho, queman propiedades de sindicalistas o miembros del Gobierno, agreden y persiguen a líderes de movimientos sociales o cargos del MAS, e incitan a todo tipo de actos violentos en todo el país. Todo ello, después de que se hayan difundido 16 conversaciones de audio que demuestran la conspiración golpista, un plan desestabilizador que se habría coordinado desde la Embajada de los Estados Unidos en Bolivia previo a los comicios donde se cita a los senadores norteamericanos Ted Cruz y Marco Rubio, a quienes se señala de tener contacto directo con la oposición boliviana en la estrategia para derrocar a Morales.

* Con Información de El Ciudadano y Nodal. 

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PSOE. TRES, ERAN TRES, Y NINGUNO SOCIALISTA (YO NO DIGO DE NOMBRE, DIGO DE PRÁCTICA POLÍTICA)


Después del 10N
 El difícil camino hacia la restauración 

Brais Fernández 
 vientosur
 www.elsaltodiario.com
08.11.2019  
Es un lugar común que considera síntoma de saber y sofisticación política no creer en conspiraciones. Como todo sentido común, tiene una parte muy importante de verdad. La política de la clase política, en realidad, es siempre una síntesis de táctica (responder a las contingencias impuestas por un sistema estructuralmente inestable) y estrategia (crear las condiciones para que estas contingencias no impidan su reproducción).
Desde el inicio del ciclo 15M, los grandes partidos del sistema político español han tenido que elegir entre dos opciones estratégicas para ir respondiendo a los problemas tácticos impuestos por la inestabilidad política. Una vez Podemos perdió su impulso inicial y se alejó la opción real de que se abriese algún tipo de ruptura constituyente, las opciones podrían reducirse a dos: restauración o transformismo. Esa necesidad sigue vigente, porque a pesar del profundo reflujo del impulso constituyente, la clase política sigue sin cerrar la crisis su crisis orgánica, es decir, la separación entre “gobernantes y gobernados”. La paradoja es que mientras tanto, los poderes económicos siguen tranquilos e intocables.
Pedro Sánchez se planteo en un momento la opción “transformista”. Se trataba de girar a la izquierda, recuperar un poco de terreno social y recomponer ciertos consensos básicos para el funcionamiento del sistema político integrando a Podemos. Esta posibilidad parecía real durante y después de las elecciones de abril. El PSOE y Podemos se hacían guiños mutuamente; unos parecían dispuestos por primera vez a compartir el gobierno y los otros a renunciar a sus puntos más incómodos para entrar en el ejecutivo. Pero de repente, algo se torció.
No se entiende este cambio sin comprender que la crisis orgánica de la clase política está determinada (si, determinada, es decir, que hay una causa que limita la autonomía de lo político) por la crisis de fondo que sufre el sistema capitalista. Se anuncia una nueva recesión. Las tasas de paro vuelven a subir. En el mundo ya no hay lugar para el “libre comercio globalizado”: cada burguesía tiene que devaluar su mercado de trabajo interno para seguir sobreviviendo en un sistema mundial cada vez más competitivo. Una cosa es admitir algunas mínimas veleidades “socialdemocratas” cuando la fase económica es ascendente: otra muy distinta es afrontar una nueva fase de la onda larga recesiva con Unidas Podemos en el gobierno. A todo ello, se suma que el movimiento independentista catalán está lejos de ser derrotado. No hay margen para un gobierno que no cuente con el apoyo tácito de los partidos propios de las naciones sin Estado. La operación transformista ha quedado bloqueada por las dos vías que han agitado el ciclo político español: la cuestión socio-económica y la cuestión territorial. Ya no hay margen.
Pedro Sánchez lo asumió forzando las elecciones del 10 de noviembre. Cegado por su ego bonapartista y por los gurús de los sondeos electorales, ha forzado unas nuevas elecciones para forzar el camino a la restauración. ¿Cual es el problema? Que la aritmética parlamentaria va a seguir fallando.
Descartada la opción de pactar con Unidas Podemos e iniciar una vía transformista, parece también difícil que a corto plazo la derecha consiga una mayoría que les permita formar gobierno. Así pues, la restauración adquiere la forma táctica de un pacto entre el PSOE y el PP. Pero, ¿qué forma tendría ese pacto? No parece que vaya a ser la de un gobierno conjunto entre los dos grandes partidos (una “gran coalición”). Allí donde se ha ensayado ha terminado con resultados estrepitosamente malos para el partido de origen socialdemocrata y con un ascenso de la extrema derecha que coloca en aprietos a la fuerza conservadora. Los sistemas parlamentarios neoliberales no necesitan simplemente un gobierno fuerte, sino también retomar la alternancia consensual entre derecha e izquierda.
Por lo tanto, la perspectiva más probable parece ser un pacto entre PSOE y PP para llevar a cabo una serie de acuerdos de Estado (que preludien la crisis económica que viene y golpeen al independentismo catalán, cercenando de paso derechos civiles en el resto del Estado) y reformas constitucionales que garanticen nuevas gobernanzas parlamentarias.
En ese sentido hay varias opciones: o reformar el famoso artículo 99 de la Constitución para garantizar que la lista más votada pueda terminar gobernando sin haber articulado mayoría parlamentarias, o una reforma del sistema electoral, por ejemplo, como la que ha funcionado en Grecia hasta las pasadas elecciones. Esto es, una bonificación de diputados para la primera fuerza política, garantizando que con aproximadamente un 30% de los votos, una fuerza política pueda conseguir formar gobierno.
Ciudadanos, reducido a un pequeño partido sin muchas expectativas, podría aceptar el trato: sería la llave que otorgaría el gobierno a PP o PSOE a cambio de un par de ministerios. El famoso bloqueo político terminaría con una restauración y todo aparentemente en su sitio.
Esta hipótesis tiene algunos problemas para la clase política. En primer lugar, está por ver si existe una mayoría para una reforma constitucional y los mecanismos para activarla. Aunque parezca mentira, los propios mecanismos que hacen tan difícil de modificar a la Constitución dificultan una salida reconstituyente-restauradora. Por ejemplo, está por ver si sería constitucional una bonificación a la griega, ya que los diputados tienen que estar vinculados a una circunscripción. Eso sí, no se pueden descartar trampas como la generación de una bolsa de diputados vinculados a una circunscripción estatal, como parte de un proceso de recentralización que busque restar influencia a las fuerzas independentistas.
Por otro lado, dejaría libres los espacios anti-establishment a izquierda y derecha. En realidad, en la mayoría de países europeos, la generación de un “extremo centro” (Tariq Alí) ha fortalecido a la extrema derecha, con lo cual no ha supuesto un problema demasiado severo para el sistema, aunque si para su clase política. Otro riesgo sería el resurgir de una fuerza popular y de masas, con un carácter neosocialista, como ocurrió en Grecia o en Reino Unido con Jeremy Corbyn.
En ese caso, un sistema electoral de estas características reabriría la hipótesis del sorpasso, pues una la izquierda ya no necesitaría al PSOE para formar gobierno. Tendría que (y esto es algo ineludible para cualquiera que quiera gobernar desde la izquierda en el Estado español) buscar acuerdos con los independentistas catalanes y vascos.
El mayor problema de esta hipótesis es la propia izquierda. Enfrascada durante años en una estrategia de cogobierno con el PSOE, este giro requeriría una profunda renovación programática, de liderazgos y repertorios que no está en condiciones de asumir. Los sectores que tendrían voluntad de hacerlo carecen de fuerza y los que podrían impulsarlo carecen de voluntad. Una paradoja que reduciría de nuevo a la izquierda a un macizo ideológico impermeable, estancado en el 10% por ciento de los votos, más preocupado de reproducir los intereses de sus aparatos que de impulsar una gran mayoría constituyente capaz de articular una revolución política.
En resumen: tanto una reforma constitucional como una gran coalición en diferido tienen grandes dificultades para la clase política. No parece existir una salida fácil. Mientras tanto, la apuesta es el cansancio. Convertir las elecciones en una rutina, desgastar a la ciudadanía a la espera de mejores condiciones.
Pero hay un último factor que planea sobre esta hipótesis. Es un factor inesperado. Es el fantasma que recorre el mundo: el fantasma de las revueltas. En tiempos de crisis orgánica, la revuelta está siempre implícita en la situación. Ocurrió en Francia con los Chalecos Amarillos. Ahora en Chile. Existe en todo el mundo una clase trabajadora abigarrada, desconfiada, antipolítica, que de repente irrumpe violentando a la derecha e incomodando a la izquierda. Un cierre por arriba, mediante trampas parlamentarias, no resolvería las raíces políticas y materiales de crisis orgánica que vivimos a nivel global. Es más, al bloquear los canales institucionales mediante los cuales expresar la rabia y el descontento, la momentánea sensación de alivio que sentiría la clase política al acabar con el bloqueo podría ser el preludio de nuevas irrupciones “mesiánicas” (Walter Benjamin) de los no representados. No son tiempos fáciles. Tampoco para nuestra decadente y putrefacta clase política.
Brais Fernández. Militante de Anticapitalistas. Forma parte de la redacción de viento sur.
8/11/2019

10-N EN EL PAÍS VASCO

10N- Euskalherria: resultados contrapuestos al Estado español
 
 
11/11/2019 | Petxo Idoiaga
Tribuna viento sur

Los resultados en el conjunto de Euskal Herria y, particularmente, en la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) no sólo son distintos sino absolutamente contrapuestos a los que se han dado en el resto del Estado español.

P0RCENTAJES Y REPRESENTANTES
10-N 2019
28-A 2019
26-J 2016
COMUNIDAD AUTÓNOMA VASCA
PNV
32,25 / 7
31,21 / 6
25,03 / 5
PSOE
19,30 / 4
20,02 / 4
14,32 / 3
EHBildu
18,81 / 4
16,78 / 4
13,37 / 3
E. PODEMOS
15´49 / 3
17,70 / 4
29,28 / 6
PP
8,87 / 0
7,49 / 0
12,96 / 2
VOX
2,45 / 0
2,23 / 0
Cs
1,12 / 0
3,18 / 0
3,53 / 0
Más País
0,72 / 0
COMUNIDAD FORAL NAVARRA
NAVARRA +
(UPN+PP+Cs)
29´62 / 2
29,32 / 2
UPN-PP
31,88 / 2
PSOE
25,04 / 1
25,76 / 1
17,36 / 1
EN Bildu
16,96 / 1
17,44 / 1
9,38 / 0
U. PODEMOS
16,60 / 1
16, 03 / 1
28,33 / 2
VOX
5,61 / 0
5,59 / 0
GBAI (incluye a PNV)
3,80 / 0
3,81 / 0
4,28 / 0
Cs
6,09 / 0

Datos inapelables

Exceptuando los dos diputados que la derechona española, con candidatura conjunta, obtiene en Navarra no hay representación ni del PP ni de Cs. Además el ultra-lobo Vox no tiene cordero a quien comerse ni en la CAV ni en Navarra; pura marginalidad la suya.

Junto con ello, lo que más choca con los resultados y con las tendencias políticas mayoritarias en España, es que quienes mejoran su representación son PNV y EH Bildu: vade retro a las dinámicas recentralizadoras.

Vade retro que políticamente va también contra el PSOE aunque su paso atrás no haya sido más grave (es un decir) que la pérdida de unos 40.000 votos y de un diputado, precisamente en Navarra y precisamente a favor de EH Bildu.

Podemos se mantiene en Navarra, aunque sufrió una brutal caída en las elecciones del 28A, si bien ahora la caída muy fuerte la ha tenido en la CAV. Con los resultados electorales en la mano, la principal conclusión publicitada por Elkarrekin-Podemos en la CAV es que tiene un “sólido suelo electoral”. ¡Ojalá! Malo, muy malo sería para cualquier perspectiva democrática que ese suelo se desplomara. Pero de ser la primera fuerza electoral en junio de 2016 -29’28% y 6 diputados- a los 15´49% y 3 diputados actuales, es difícil saber si el repique de campanas corresponde más al sacramento de la confirmación o al de la extremaunción.

Tendencias no irreversibles

Estos resultados reflejan tendencialmente un rechazo sociológico al régimen surgido de la Transición del 78. Más allá de ello, cuestionan políticamente incluso el modelo autonómico del Estado español y apuntan a una creciente ruptura con el mismo, salvo que se pueda decidir en pie de igualdad y sin la Constitución como límite, sobre las relaciones administrativas y políticas mutuas. Eso incluye, también, el derecho a decidir de ambas comunidades de Euskal Herria (Comunidad autónoma vas y Comunidad Foral Navarra) sobre sus relaciones comunes.

Aunque volveré sobre ello más adelante, es conveniente subrayar previamente que las tendencias que puedan desarrollarse en Euskal Herria dependen de las que se den en el Estado español (e incluso internacionalmente), como lo ha demostrado el largo camino recorrido por el Procés, camino que aún no ha terminado. Pero, en principio, veamos algunos de los factores que hacen que las tendencias propias no sean irreversibles.

El primero y, a mi entender, el principal, es que en Euskal Herria no existe una dinámica social independentista (ni siquiera soberanista o autodeterminacionista) como la que existió en Catalunya desde, al menos, 2012. El soberanismo que aglutina “Gure Esku Dago” es tan justo como, por ahora al menos, débil. En ese escenario no parece que las citadas tendencias puedan convertirse en dinámicas sociales activas (ningún placer mayor que el de equivocarme en esto).

Pero tampoco se ve que –como, en parte, ocurrió en Catalunya- ni las instituciones públicas (desde Ayuntamientos hasta Parlamento y Gobierno), ni algunos partidos políticos vayan a tener un papel determinante en sostener una dinámica de movilización popular soberanista.
El PNV, feliz con los resultados actuales y con la tendencia de los mismos (del 25,03% y 5 diputados en 2016 a 32,25% y 7 diputados ahora), combina con habilidad el discurso del soberanismo con el de la adaptación a los límites que el Estado impone. Además, sociológicamente hay un factor real, aunque cueste reconocerse desde las posiciones más solidarias con Catalunya, que lo tiene férreamente enraizado. En gran parte del electorado del PNV se suma una posición caritativa contra la represión que sufre el Procés, con una posición de no lo hagamos así, cuidado con enfrentarnos con el Estado o incluso, más ampliamente, evitemos los conflictos. Reflejo de ello es la posición del partido en la ponencia sobre el Nuevo Estatuto. El preámbulo de esa ponencia, en el que se recoge el derecho a decidir y se aboga por una relación bilateral y confederal con el Estado, fue aprobado con los votos conjuntos de PNV y EH Bildu. Pero a partir de ello, en lugar de desarrollarlo, el PNV ha ido mareando la perdiz, hasta que finalmente se someterá a informes de expertos de todos los partidos para llegar a un acuerdo común de redacción… ¡vaya usted a saber cuándo y cómo!

Es evidente que EH Bildu ha obtenido buenos resultados electorales. Pese a la subida de la abstención ha pasado de los 259.647 que obtuvo el 28A a 276.519, mantiene el disputado escaño en Álava y reconquista el de Navarra. De los tiempos de pura confrontación a los actuales de reorientación y acumulación, la izquierda abertzale camina, no sin tropiezos pero tampoco sin una tendencia que, a veces al menos, parece excesiva, de política institucionalista, de confrontación casi cero no ya con el Estado sino con las instituciones vascas y con el capitalismo, aunque a su favor y en tal tendencia anticapitalista, opere socialmente, de manera importante, su influencia en movimientos sindicales, feministas, contra la represión, antirracistas, etc. Pese a todo ello, de aquellos polvos estos lodos, a EH Bildu le falta solucionar, de manera definitiva, su presencia en dos espacios. Uno el de ocupar el espacio como movimiento anticapitalista puro y duro, lo que incluye al juego político (alianzas que se buscan: PODEMOS) en Euskal Herria y a la confrontación con el PNV (lo que no evita, sino requiere, acuerdos básicos sobre institucionalización nacional como el Nuevo Estatuto). El otro, el relativo a la constatación de violaciones de los derechos humanos producidos por la actividad de ETA, lo que requiere un análisis propio de todo aquello que, aún desarrollado en parte, no está concluido.

E-Podemos se ha empeñado en defender un campo unitario de la izquierda condicionado a la inclusión del PSOE vasco, en lugar de presionar seriamente a EH Bildu para construir un espacio de izquierda soberanista en oposición al nacionalismo del PNV y al propio PSOE vasco (tampoco es que, más allá de algunos discursos e iniciativas pequeñas, EH Bildu lo haya convertido en estrategia). Y en el campo propio de la más amplia democracia soberanista, en lo que ahora mismo conforma el proceso por un nuevo estatus, se ha desmarcado e incluso opuesto sin mayor coherencia que la lealtad a los criterios de Madrid como se muestra en su ponencia Guztion Ituna.

Todas estas son tendencias que, desde luego, no hacen irreversible las soberanistas a las que apuntan los resultados electorales.

Dinámicas necesarias e imprescindibles más allá de Euskal Herria

Es conveniente añadir al exclusivo enfoque sobre Euskal Herria, una panorámica más amplia que incluya a la Declaración de la Llotja de Mar del pasado 25 de octubre y a los resultados electorales de las organizaciones nacionalistas/soberanistas que la suscribieron. Han obtenido más de 2 millones de votos y 29 diputados/as, sin contar los resultados del PNV que, en su juego a varias bandas, no suscribió tal declaración. La presencia y el peso del soberanismo periférico en el centralista Parlamento español será fuerte. Y si Podemos y Mas País mantuvieran una posición de unionismo democrático, es decir, de defensa del derecho a decidir de esas comunidades, aunque su posición sea la de la unidad (federal/confederal) de lo que hoy administra el Estado español, si eso ocurriera, el peso democrático desconstituyente del Régimen del 78 y el freno al trifachito sería, ese sí, irreversible.

11/11/2019

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