viernes, 22 de mayo de 2020

Sobre Julio Anguita. No recomendable su lectura para personal de la cuchibamba de la politica no sea que tengan conciencia y les afecte a los bolsillos. Y muy recomendable para los que creeen que los bocadillos de pan con mortadela los da graciosamente el jefe del árbol de bocadillos de mortadela que cultiva en su jardín con amor de padre para los subordinados


Lo que Julio no querría (creo) [I]

Terceraindormación
22/05/2020 

Esta primavera con una esquina rota (como diría Benedetti), nos ha robado el mes de abril mientras nos arrebataba a Julio, "con quien tanto quería”.

Desde que el sábado 9 la llamada de Irina me alertó de que algo te había pasado (habíamos hablado por última vez el viernes sobre las 10 de la noche) hasta que el sábado 16 Agustina me comunicó la amarga noticia, mil imágenes y recuerdos se han ido agolpando en mi cabeza. He preferido esperar para escribir unas líneas y así introducir un poco de cerebro a lo que dictaba el corazón.

Hoy, tras leer tantos y (en su gran mayoría) buenos artículos sobre tí y encontrarme tu rostro en cientos de twitter, whatssaps, telegrams, páginas de facebook... he pensado: “En las actuales circunstancias, ¿qué no querrías?”. Tras ello me atreví a esbozar estas líneas.

Ni pretenden sentar cátedra ni defender esencia alguna. Tampoco son el guion de un sermón predicable en púlpitos siempre rechazados. Solo quieren tirar del hilo de los recuerdos y recoger algo de los centenares de conversaciones, ocurrencias, reuniones, comidas, copas... compartidas. La memoria siempre es selectiva y lo escrito aquí es la mía.

La primera vez que escuché hablar de ti fue la noche de las primeras elecciones municipales, allá por abril de 1979. Un militante de mi pueblo comentó que en la capital, Córdoba, había ganado la candidatura del Partido encabezada por un maestro pero ignoraba como te llamabas.

En septiembre empecé la Universidad y ya sabía tu nombre: Julio Anguita. Esos primeros años te miré con ojos de asambleario de extrema izquierda cuando coincidíamos en la lucha por una Autonomía plena (manifestaciones 4 diciembre, referéndum del 28F).

Tras las generales de octubre de 1982 cuando muchos abandonaban el barco del PCE, la mayoría abatidos por la tristeza de la derrota y la minoría por el carnet del PSOE y coche oficial, un grupo de universitarios decidimos nadar contracorriente y enrolarnos en la nave tocada, pero a la que no queríamos dejar hundirse.

A partir de ahí se agolpan elecciones de mayo del 83, con los 17 concejales de 27 y la calle Ambrosio Morales a rebosar gritando “Qué “demasiao”, qué “demasiao”, que hasta los reservas los hemos “sacao”,  Manifiesto de las amapolas del 84, los Comités Anti-OTAN, la asamblea de Convocatoria de Andalucía en la antigua Universidad Laboral de Sevilla (hoy Pablo de Olavide) para proclamar en abril del 86 tu candidatura (allí nos pilló  la formación de IU a nivel estatal), las mágicas e ilusionantes elecciones autonómicas del 86 (“En junio, Julio”) tras el mazazo del referéndum OTAN...

En esa época agradecimos infinitamente tu apoyo a la asamblea local de IU Cabra, viniendo  al acto de presentación (enero del 87). Fue la primera ocasión que intervinimos juntos en público. No podía imaginar las veces que nuestro común camino de militancia se entrelazaría después. A los pocos meses repetiste deferencia con los "pelmazos egabrenses" ("Gracias al latín" te apostillaba siempre) y volvimos a compartir escenario en el mitin de cierre de las municipales, barrio de Gargallo (junio del 87).

Luego la vorágine del salto a la primera fila nacional, tu marcha a Madrid, los saludos espaciados al coincidir en Asambleas Federales de IU, actos en Córdoba o encuentros casuales en paseos o bares.

Hasta que en el 2000 te reintegraste a la docencia en el IES Blas Infante y a la militancia de base en la nutrida Asamblea Centro - yo estaba de coordinador - imán para  versos libres e inquietos, capaces, por ejemplo, de no elegir como delegados a la Asamblea Andaluza a la entonces todopoderosa alcaldesa Rosa Aguilar y a su teniente de alcalde (luego repescados por las altas instancias para evitar mosqueos), pues el voto directo de la Asamblea iba por otros derroteros.

A partir de ahí compartí todas tus iniciativas. Desde la fundación del Colectivo Prometeo, con su “puesta de largo”, diciembre de 2002, conferencia del entonces lehendakari Ibarretxe sobre su plan en el Colegio Mayor de la Asunción. ¿Te acuerdas de la jauría de niñatos fachas - hoy serán hombres de poco provecho y mucha bandera- intentando, sin conseguirlo pese a la pasividad policial, cargarse el acto mientras nosotros, los compañeros y compañeras del Colectivo, hacíamos de guardaespaldas? Con los cuerpos de seguridad haciendo mutis y nuestros munícipes lavándose las manos. Desde ese día -me dijiste años después- tuviste muy, muy claro, en quienes querías y podías confiar.

Centraste el trabajo y propuestas (“mira los “embolaos” en los que nos metes” / “menos mal que te queremos de balde”, se convirtieron en lugares comunes dichos entre risas cuando nos llovían las críticas) en las iniciativas que pensábamos serían útiles para ampliar el frente ciudadano que sirviese de contrapeso a la tradicional hegemonía del conservadurismo español.

Primero -poco éxito ante el aparato oficial y mucha pitada en los oídos cada vez que recordaban a nuestros antepasados o nos tildaban de traidores/ revisionistas- intentando la "Refundación de IU" proponiendo recuperar elaboración colectiva, áreas activas y dinámicas y volver a sintonizar la canción  “programa, programa, programa”.

Luego, tapados con los  chichones con "Trombosil" topar con el muro, participando activamente en las movilizaciones que culminaron en la explosión del 15M en 2011.

No le cuentes a nadie las veces que nos reímos recordando a los dos dirigentes de pro que mientras se tomaban un cubata en La Corredera, -viendo partir la manifestación que motivaría tu extraordinario artículo "Son los nuestros" - nos tildaron de “pequeños burgueses” por haber apoyado una convocatoria a la que no pensaban acudir porque no había en ella lucha de clases y que unas semanas más tarde alardeaban de "padres" de la movida (algo similar ocurrió dos años después durante las primeras semanas de la ocupación del Rey Heredia).

Hasta culminar con  la puesta en marcha del Frente Cívico en 2012. "Todas las manos son válidas para crear contrapoder, siempre que estén dispuestas a arrimar el hombro. Es hora de dejar el carnet en la puerta -decías- nunca las ideas. Pero para que te las secunden debes ponerlas sobre la mesa y convencer de su validez".

De allí salió ese programa (salario mínimo digno, pensiones dignas, apoyo real al desempleo, una renta básica, lucha contra la corrupción, contra los paraísos fiscales, la economía sumergida y la exenciones fiscales a la iglesia, por una banca pública y la nacionalización de sectores estratégicos, la lucha contra la obsolescencia programada, el desarrollo de la Constitución, la separación iglesia-estado o la reforma del sistema electoral...) que Juan Carlos refrescaba hace poco en su artículo.

Lo importante, no te cansabas de repetir, son los objetivos claros, que se puedan concretar y llevar a cabo. Tal como hicimos en el Foro de la Asamblea Constituyente del FCSM de Rivas -Vaciamadrid en 2013 (se plantó la semilla que germinará en las Marchas de la Dignidad de 2014) y en los distintos Foros de Córdoba que en algo contribuyeron a la confluencia, encarnada hoy en Unidas Podemos. Tender manos para construir puentes.

Lamentando una y otra vez la oportunidad perdida al no ir juntos en diciembre de 2015 (hubiéramos dado el “sorpasso” al PSOE sumando los votos Podemos / IU) y temiendo que el acuerdo cupular no se reflejase en un  trabajo conjunto de las bases.

Y así, erre que erre hasta la movida de hace unas semanas: advertir del peligro que entraña, en época de nostálgicos de la Dictadura, no tener un Estado fuerte y una sociedad fuerte movilizada para hacer cumplir los artículos recogidos en la Declaración de Derechos Humanos y los colectivos de la Constitución del 78.

Recalcar la necesidad de organizar colegiadamente el combate político -cultural y la entente programática con el trabajo colectivo imprescindible de fuerzas políticas, confluencias, sindicatos, mareas, colectivos, ateneos, fundaciones... recogidas en el Manifiesto:"El Hoy y el mañana" convertido para nuestra desgracia en una suerte de testamento político.

Sopesando los 40 años de andar el mismo camino político y los más de 20 trabajando codo a codo, me he atrevido a poner  negro sobre blanco lo que creo no querrías. La lista es personal no exhaustiva ni completa. Y estoy seguro de que muchos compañeros y amigos pueden añadir eslabones.

A bote pronto se me ocurren éstos:

-No querrías nunca verte convertido en una reliquia o imagen que se venera. Aunque las velas tengan forma de hoz y martillo. Si alguien te fastidiaba era quienes  intentaban convertirte en  pope o santón, desconociendo lo que te ponía era el debate, la dialéctica, el intercambio de golpes ideológicos, la ironía que te arrancaba la carcajada.

No tenías "guardia pretoriana" como algunas malas lenguas insinuaban. Tenías un amplio grupo de amigos (el "cariño de balde", el que no se paga como antes dije) que te reconocíamos “auctoritas” porque nunca blasonaste de ella.

Tu fuerza la basabas en la argumentación sosegada, sin buscar la inmediatez o salir en los “mass media”. Por eso no usabas las redes sociales -bueno, en tu última aparición te atreviste ¡por fín! con el skype-, ni el recurso a  abrazos o prestarte al "selfie".

¡Cuántas veces el “Señor Anguita, una foto” de quien se acercaba a la mesa del bar fue replicado con un “No me hago fotos, yo le doy la mano”! Respetando tu voluntad, tampoco nosotros te las pedíamos.

-No querrías ver revivir tu famoso “queredme menos y votadme más” en forma de homenajes sin fin que dejan la conciencia tranquila y los problemas intactos. Por ello ibas a sacar el domingo 10 en el programa “Liarla Pardo” -al que nunca pudiste ir -el tema de la Renta Básica que no tocaste en “Todo es mentira”. Porque, anclado en la realidad, conocías que las crisis en España siempre las pagan los mismos, los trabajadores y las trabajadoras y muchas veces -por desgracia tantas veces visto en esa Historia de España de la que eras profesor - con un sector de ellos lamiendo la mano que lo asfixia.

-No querrías que te escriba una nota hagiográfica quien ponga en segundo término el “Programa, programa, programa” e ignore los pilares que apuntalan la coherencia en  Política. Ayer, tras ver el retablillo de Don Cristóbal en el que una reforma integral de la Ley Laboral para acabar con las tropelías de la vigente impuesta a calzador por la Derecha, terminó horas después convertida en manita de pintura a los desconchones más llamativos, seguramente habrías llamado para -después del bisturí en el análisis- decir:" Niño no captan bien lo de las dos orillas. El peligro de sin ser lo mismo, terminar haciendo lo mismo".

Y rematar: "¡Qué poco nos dura la alegría en la casa de los pobres!"

-No querrías vernos en la cárcel y asustados, sino conscientes del órdago político que la Derecha echada al monte ha lanzado contra la Democracia. Y preparados para aceptarlo.

-No querrías el folklore de un ejército de Pancho Villa sino la fortaleza que emana la organización y movilización colectiva de una Ciudadanía anclada en los problemas reales y en pugna por defender y aumentar sus Derechos.

-No querrías que te subieran a hombros en la muerte quienes tanto empeño pusieron en derribarte en vida.

-No querrías ver florecer puristas proclamándose custodios del tarro de las esencias de tu memoria como si tuviesen un Santo Grial. Nada te parecía más patético que espontáneos parecidos a extras sacados de "La vida de Bryan" gritando "El zapato es la señal". No conocen que a tu disciplina de partido la atravesaba un acusado ramalazo anarquista andaluz.

-No querrías escuchar un “amén” ante todas tus ocurrencias. Te fascinaba, como sabes, la discrepancia motivada. Recuerdo nuestro primer encontronazo en la segunda asamblea Federal de IU -año 89- por mi posición como objetor insumiso frente a tus tesis de ejército popular. Y la última, con el tema Salvini como telón de fondo. Lo que no impidió nunca terminar zanjando el debate con el guiño de un " camarada, compañero ...y sin embargo amigo". Como simpatizantes del Athletic de Bilbao (tú) y del Betis (yo) no nos daba miedo apostar por perdedores natos.

-No querrías que te inciensaran los mismos que te recriminaban no tener los pies en el suelo  o de no buscar el posibilismo, cuando la mayoría de las propuestas sobre la mesa siempre fueron posibles, aunque había que tener el arrojo de intentar llevarlas a la práctica y exponerse a las críticas.

Por ello, contestaste al “Me alegro de verte Julio” en la estación de Atocha de  esa exmilitante pasada al PSOE con armas y bagajes con un “Pues yo no” y  la dejaste con la palabra en la boca. No era castigarla por su interesada traición, sino por la cantidad de sueños rotos que la misma provocó.

-No querrías que se gastasen palabras en loas, porque la austeridad era tu insignia y predicabas con el ejemplo.

-No querrías oírnos hablar del acto que el Colectivo va a organizar cuando el coronavirus nos deje. Sonriendo mirarías para otro lado, sin hacer de la cuestión caballo de batalla. Sabiendo que la votación la tenías perdida de antemano.

Olvidaba lo más importante: No querrías vernos tristes sino enfundándonos el mono de trabajo para engrosar las filas de la marea, círculo, asamblea, agrupación, asociación, grupo de activistas...que nos corresponda. Predicando con militancia lo que pedimos a los demás que hagan. Y denunciando, lealmente pero con claridad, las decisiones de nuestros dirigentes que consideremos equivocadas. Sin "silencio de corderos", quejas de barra de bar o puñaladas traperas. En la cara.

Termino con una última apreciación. He tenido la inmensa suerte de conocerte como personaje público y disfrutarte como amigo. En las pequeñas cosas, en la mirada de cariño al círculo de tus afectos, gozando la vida, riendo a carcajadas, entonando una copla mientras que de coña te picábamos con un "Julio, tienes poquita voz...pero muy desagradable" aunque cantaras bien...

Por ello, no te perdonaré jamás que hayas incumplido nuestra promesa. Esa en la que te ayudaría a salir al balcón del Palacio de Oriente, -aunque fuese con taca -taca- para decir aquello de “Españoles, españolas, queda proclamada la Tercera República”.

Fijo que dejo muchas cosas en el tintero. No importa. Aunque te hayas ido con la misma discreción que tenías, estoy seguro que la tierra te será leve porque tu recuerdo entre nosotros es fecundo.

Por eso alzo mi copa y brindo por última vez contigo.
¡A tu salud, amigo y maestro!
¡Hasta la victoria siempre!

La opinión del autor no coincide necesariamente con la de TerceraInformación

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¡Fuera viejos. A "cascala"! A partir de ahora voy a sacar un decreto de dos pares de cojones. El decreto de siempre por siempre y para siempre jóvenes: al cumplir los 25 años zoquetazo en la cabeza como a los conejos y al agujero. A tomar polculo los viejos,Se acabaron los viejos. Ya está bien de viejos, que no queremos viejos, que eso era cosa de antes. Ahora lo que mola es lo pirulijóven, el me gusta, no me gusta o me deja de gustar del botón del face, punto.Que sí hombre, que sí, que sobramos viejos, pero sin empujar, por favor, que no hace falta empujar para que los viejos nos muramos. Los que no se van a morir, porque el tiempo se ha detenido, porque yo lo digo, son los jóvenes de ahora que llevan en las venas aceite quemado de mortor diesel y no sangre corriente y moliente de la que llevamos los que nos morimos. Por esta razón aquí no se dice nada que pueda interesarles. Esto es solamente para los mortales de a pie. El fin del capitalismo es acrecentar los capitales, y a partir de este presupuesto inicial y esencial del capitalismo, ya me puede usted contar milongas o que si la abuela fumaba o no fumaba o qué me sé yo qué lo que hacia la abuela. ¡Ah!, y ni se le ocurra meterse en política, que eso es cosa de políticos y no de sensibletes y sensibletas de prístinos espiritus. El Dios entero y verdadero es el dinero, ante el cual gobierno, iglesía, María Santisima y el Potitos clavan sus cuernos en tierra como santo y seña de sumisión católica, apostólica y laboral. Lo curioso del caso es que los que hacen posible el crecimiento del capital mediante la destilación de sus costillas en la retorta del trabajo, el trabajador, también agacha la cabeza ante el Dios dinero, o sea, que el padre del dinero, porque el dinero no es sino trabajo ya realizado, inclina su testa, se pone en pose ante él y le viene a decir, cumpliendo las leyes, que aqui somos gente de orden y no hacemos ni consentimos que se haga nada que no esté en las leyes: oye, dinero, que no te apures, tú a lo tuyo, a dar más polculo que un palo de punta, y si me echas el aliento por la nuca que no te apures, y que si quieres que me muero para no incomodar a tu tanto por ciento y santas Pascuas. Digo yo, es un decir, que a mi no me gusta la politica ni yo hablo de politica ni ná de ná de política, pero no sería mejor ¿que en vez de desearnos la muerte amistoda y cristanamente a los viejos, los que nos gobiernan, junto a los que nos han estado robando, nos siguen robando y planean seguir robando, actuando como artista invitado el gobierno, nos den lo que es nuestro mediante las pensiones -que es que son nuestras, no olvidar detalle tan liviano- que ya nos moriremos nosotros solos cuando sea? Ahora bien, si usted lo que me quiere decir es que como lo de las pensiones no lo arreglemos los pensionistas y otras gentes de bien vivir a morir por Dios, eso ya es otra cosa.


«Hay cosas más importantes que vivir»

Rebelión
19/05/2020


Fuentes: Público
Foto: Una concentración en protesta contra las restricciones para hacedr frente al coronavirus acordadas por el gobernador del Estado de Massachusetts, Charlie Baker, frente a su casa en la localidad de Swampscott. REUTERS/Brian Snyder

La frase entrecomillada del título de este artículo no es mía. Ni la he inventado yo. Es del vicegobernador del Estado de Texas, en Estados Unidos, Dan Patrick. La dijo exactamente como yo la he traducido («there are more important things than living») cuando le recriminaron haber afirmado unos días atrás que «los abuelos están dispuestos a sacrificarse» para salvar la economía de su país.

Se trata de una idea bastante generalizada en Estados Unidos, donde el presidente Trump y el Partido Republicano defienden que la economía es lo primero que hay que salvar y que, por tanto, vale la pena soportar la pérdida de vidas humanas que eso pueda llevar consigo. 

El Premio de Economía del Banco de Suecia (equiparado al Nobel) Paul Krugman se preguntaba hace unos días en uno de sus artículos en The New York Times sobre las razones que podrían explicar que la derecha estadounidense propugne medidas que claramente van a provocar la muerte de miles de compatriotas y daba tres posibles respuestas.

La primera es que Trump está obsesionado con el mercado de valores y tiene la firme creencia de que la lucha contra la covid-19 le afecta negativamente, de modo que está dispuesto, dice Krugman, a dejar morir a miles de estadounidenses por el Dow Jones, el índice bursátil de las 100 más grandes empresas y equivalente a nuestro Ibex-35.

La segunda posible explicación podría ser que los republicanos crean que las personas armadas que han invadido la sede de los parlamentos en diferentes Estados o las que piden en las calles libertad y el fin del encierro son «la verdadera América», a pesar de que las encuestas sugieren que sólo una parte reducida de la población defiende las medidas tan peligrosas de reactivación que va a poner en marcha la Administración de Donald Trump.

La tercera razón que, según Krugman, puede explicar el sacrificio de vidas humanas que se va a producir en Estados Unidos tiene que ver con el fundamentalismo ideológico de la derecha. Dice Krugman que los republicanos no tienen otra agenda que la de los recortes de impuestos y la desregulación y que, fuera de eso, no saben hacer otra cosa: «no saben cómo responder a las crisis que no se ajustan a su agenda habitual».

Las tres respuestas me parece que son complementarias y perfectamente extrapolables a los demás países donde la derecha se aferra a los dogmas neoliberales en plena pandemia, entre ellos, por supuesto, el nuestro.

Lo que está ocurriendo con la derecha en casi todo el mundo es una verdadera paradoja. Se arroga la defensa del derecho a la vida como algo propio y lleva años batallando contra las mujeres que deciden abortar, acusándolas de destruir la vida de seres indefensos. Sin embargo, ahora nos dicen que los abuelos y cientos de miles de personas más jóvenes que igualmente están amenazados por el virus son población prescindible que se pueden sacrificar, pues vale la pena que mueran si así se salva la economía.

Es otro de los efectos del coronavirus: desnuda a las ideologías y deja ver lo que realmente hay detrás de ellas.

Para dar soluciones a una crisis como esta no queda más remedio que asumir que sólo el Estado puede hacer frente al gasto que evita el cierre de miles de empresas y que el mercado es completamente ineficaz para hacerle frente. Hay que aceptar que, a la hora de financiar ese gasto público imprescindible, es obligado poner sobre la mesa quién contribuye a ello en mayor o menor medida. Hay que admitir sin remedio que la cooperación y la solidaridad y no la competencia entre unos y otros es lo que proporciona estabilidad a la sociedad y sosiego a las personas en momentos como este; que la gratuidad y el don son elementos imprescindibles de la vida económica y que no todo se puede resolver buscando el lucro individual. Y, por supuesto, que no es cierto que haya una obligada elección entre la economía y la vida.

Es verdad que una pandemia como la que estamos viviendo tiene un coste económico extraordinario porque, ya lo hemos visto, obliga a cerrar miles de negocios y, cuando se alivia, a comenzar de nuevo en condiciones quizá completamente diferentes. Pero la tentación de evitar ese coste anticipando apresuradamente la apertura de la vida económica no es sólo un error trágico desde el punto de vista sanitario sino también económico. Sabemos que la mortalidad en las segundas o terceras oleadas de todas las pandemias es mucho mayor, tal y como ocurrió, por ejemplo, durante la llamada gripe española que tuvo su efecto mortal más trágico en los rebrotes posteriores al primero de 1918. Como también sabemos que el coste económico de una nueva oleada de contagios sería mucho mayor que el de ahora, pues las empresas y la economía en su conjunto estarán más debilitadas y los gobiernos habrían agotado gran parte de una munición que al final habría resultado inútil. Así lo adelantan los escenarios que contemplan todos los analistas.

Lo que está ocurriendo en Estados Unidos (y lo que va a ocurrir en los próximos meses, o lo que también sucede en Inglaterra) es lo que podría pasar en España si gobernase la extrema derecha de Casado y Abascal. No es casualidad que Estados Unidos e Inglaterra tengan el peor desempeño en la lucha contra la pandemia y concentren un tercio de todas las muertes del mundo, o que entre Madrid y Cataluña (las dos comunidades en donde ha habido políticas neoliberales de desmantelamiento del servicio público más acentuadas) tengan prácticamente la mitad de todas las muertes de España y que presionen por activar cuanto antes la economía por encima de todo.

El líder del PP, Pablo Casado, ya lo ha manifestado claramente: «Ante un rebrote no podemos volver a la excepcionalidad, hay que convivir con el virus».  Y el empeño de la Comunidad de Madrid por acelerar la desescalada, en contra de la opinión de expertos o incluso de la opinión de los responsables de su propia administración sanitaria, va por el mismo camino de entender que «hay cosas más importantes que la vida». Es la misma irresponsabilidad de Trump y Boris Johnson, el mismo fundamentalismo ideológico que impide tener respuesta ante una crisis como esta porque lo único que se sabe defender -desmantelar lo público para favorecer el negocio privado y recortar impuestos para que dejen de pagarlos quienes financian a los partidos y políticos de derecha- no sirve para nada en estos momentos.

Lo sorprendente, sin embargo, no es que personas con tan poca formación y carentes de finura intelectual sean incapaces de flexibilizar sus posiciones ideológicas ante una emergencia como la que estamos viviendo. O que se queden desnudos ante la pandemia, como Casado, que ha llegado a exigir que se aplique una medida que el Gobierno había puesto en vigor hacía ya mes y medio. Como tampoco extraña que las mismas personas que se lanzaban a la calle atacando a las mujeres que abortan, porque dicen defender el derecho a la vida, salgan ahora en el barrio de Salamanca de Madrid a reclamar que se acabe cuanto antes el confinamiento, la única forma efectiva de evitar que se sigan produciendo muertes por contagio. O que las mismas que critican al Gobierno porque no les deja ir a misa, critiquen o incluso insulten al Papa, el representante de su dios en la Tierra, porque defiende que salvar la vida es más importante que poner en marcha la economía. Es lógico que líderes sin preparación sólo sepan conducir sin cambiar de marcha o sin mover el volante cuando cambia la dirección de la carretera. Y es natural que personas de extrema derecha cegadas por su rencor y desprecio hacia los españoles que no pensamos como ellas crean que un Gobierno de izquierdas se ha inventado la pandemia y que lo hace todo mal a propósito, para arruinar España. O que piensen que su propio Papa es el Anticristo si defiende a los pobres y valores contrarios a los suyos. Es compresible y exactamente lo mismo que dice la derecha de Estados Unidos.

Lo verdaderamente anómalo, lo extraordinario y para mí casi inexplicable, es que los empresarios que se juegan el patrimonio y los negocios de muchos años y que se supone que deben tener una visión estratégica de los acontecimientos y del riesgo, antepongan la ideología y la simpatía política a sus propios intereses, que tengan una perspectiva tan cortoplacista de lo que está ocurriendo y que no sean capaces de identificar el peligro tan grande y definitivo que supondría para sus empresas un segundo brote de la epidemia en el otoño o inviernos próximos. Algo que es seguro que ocurrirá si ahora se reactiva la economía mal o antes de tiempo.

Parece mentira que los dirigentes empresariales no se den cuenta de que lo conveniente ahora para sus negocios no es abrir cuanto antes y de cualquier forma sino disponer de la máxima protección y apoyo, no sólo para asegurar una vuelta a la actividad con suficiente fortaleza en los mercados sino con capacidad para hacer frente a unas condiciones que van a ser completamente diferentes a las que dejaron el día que hubo que cerrar sus empresas.

En lugar de reclamar una desescalada desordenada y a toda prisa que lleve a una situación mucho peor dentro de unos meses, lo que conviene a las empresas y a todos los españoles es hacer piña, luchar por encontrar una financiación del gasto que es imprescindible realizar para salvar a las empresas y a las personas que no hipoteque nuestro futuro, revisar con extraordinario control dónde va hasta el último euro de nuestro gasto público y asumir, como un inexcusable compromiso colectivo, el principio de que las cargas comunes que genera esta crisis hemos de soportarlas todos sin excepción y en proporción a nuestra capacidad y a nuestra riqueza, y no en función de privilegios.

Es una barbaridad plantear que la economía debe estar por delante o por detrás de la vida. Ha de estar a su servicio.

Juan Torres López es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla. Dedicado al análisis y divulgación de la realidad económica, en los últimos años ha publicado alrededor de un millar de artículos de opinión y numerosos libros que se han convertido en éxitos editoriales. Los dos últimos, Economía para no dejarse engañar por los economistas y La Renta Básica. ¿Qué es, cuántos tipos hay, cómo se financia y qué efectos tiene?


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Rusia resiste y contraataca. Segunda Guerra Mundial