viernes, 25 de agosto de 2023

Estados Unidos sabotéo tres negociaciones de paz entre Rusia y Ucrania . [A mí se me hace que con esto de la guerra me están tomando el pelo, porque si mi enemigo no es ni este trabajador ni aquel otro trabajador, es más, ni el trabajador de aquí, allá o acullá, bien habrá que echar del suelo patrio al capital base en su forma USA Army Militarote de Morón de la Frontera, Rota o de cualquier otro lugar, que es el que promueve, planea, dirige y la Biblia en verso de la matancia entre trabajadores que en esencia constituye la guerra, ¿o no?]

 

Estados Unidos sabotéo tres negociaciones de paz entre Rusia y Ucrania

 

DIARIO OCTTUBRE / agosto 24, 2023

 


En las primeras semanas posteriores al inicio de la guerra el 24 de febrero del año pasado, Rusia y Ucrania emprendieron tres intentos separados y significativos de negociar una solución pacífica.

Estas negociaciones tuvieron varias cosas importantes en común. Las tres podrían haber puesto fin a la guerra antes de la devastación de la infraestructura ucraniana, la pérdida masiva de vidas ucranianas y el mayor riesgo de una escalada incontrolada.

Las tres incluían una oferta de Ucrania de no unirse a la OTAN y las tres fueron arrestados por Estados Unidos.

El 25 de febrero, el día después de que comenzara la guerra, Zelensky ya había dado señales de que estaba dispuesto a abandonar los esfuerzos de Ucrania por convertirse en miembro de la OTAN. Zelensky anunció que no tenía miedo de negociar neutralidad y garantías de seguridad con Moscú. Esta concesión fue la primera señal de que se podían alcanzar los objetivos de Ucrania y Rusia y de que la guerra podría terminar con un acuerdo diplomático.

La concesión de Zelensky probablemente tuvo muchas motivaciones. El primero fue la fuerza de la propia invasión. El segundo fue su aceptación de que era poco probable que la OTAN aceptara la solicitud de incorporación de Ucrania. El 26 de febrero, segundo día de la guerra, Zelensky respondió a la invasión declarando: “No tenemos miedo de hablar con Rusia. No tenemos miedo de decirlo todo sobre las garantías de seguridad de nuestro estatuto de neutralidad. Ahora no estamos en la OTAN… Necesitamos hablar sobre poner fin a esta invasión. Necesitamos hablar de un alto el fuego”.

El asesor presidencial ucraniano Myjailo Podolyak también afirmó que “Ucrania quiere la paz y está dispuesta a negociar con Rusia, incluso sobre el estatus de neutralidad frente a la OTAN”. Dijo a Reuters el 25 de febrero que “si las conversaciones son posibles, deberían llevarse a cabo. Si en Moscú dicen que quieren mantener conversaciones, incluso sobre el estatuto de neutralidad, no nos asustaremos. También podemos hablar de eso”, dijo.

Pero Zelensky también estaba frustrado con la OTAN: “Les pregunté: ¿están con nosotros?” Zelensky dijo el 25 de febrero: “Respondieron que estaban con nosotros, pero no querían incorporarnos a la alianza. Pregunté directamente a 27 dirigentes europeos si Ucrania sería parte de la OTAN. Todos estaban asustados y no respondieron.

La primera ronda de negociaciones: Bielorrusia

El 27 de febrero, apenas tres días después del inicio de la guerra, Rusia y Ucrania anunciaron que mantendrían conversaciones en Bielorrusia. La delegación ucraniana se presentó con la voluntad de negociar la neutralidad. Zelensky dijo: “Acordamos que la delegación ucraniana se reunirá con la delegación rusa sin condiciones previas”. Después de la primera ronda de conversaciones, las dos delegaciones regresaron a sus países para realizar consultas, tras identificar los temas prioritarios. Es alentador que se haya llegado a un acuerdo para una segunda ronda de conversaciones. Estas conversaciones tuvieron lugar en Bielorrusia, en la frontera entre Bielorrusia y Ucrania, el 3 de marzo.

Sin embargo, mientras Ucrania estaba dispuesta a discutir la neutralidad y “el fin de esta invasión”, Estados Unidos no. El 25 de febrero, el mismo día en que Zelensky dijo que “no tenía miedo de hablar con Rusia” y que “no tenía miedo de hablar sobre el estatus de neutralidad”, al portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, le preguntaron en una conferencia de prensa: “¿Qué piensa Estados Unidos de la efectividad de tales conversaciones? El periodista hizo preguntas específicas sobre las conversaciones con Bielorrusia, refiriéndose a ellas como “conversaciones entre Rusia y Ucrania que tienen lugar en Minsk”, la capital de Bielorrusia. Price respondió: “Ahora vemos a Moscú sugiriendo que la diplomacia se lleva a cabo con el cañón de un arma o cuando los cohetes, morteros y artillería de Moscú apuntan al pueblo ucraniano. Esto no es verdadera diplomacia. Éstas no son las condiciones para una verdadera diplomacia. Estados Unidos ha dicho no a las conversaciones en Bielorrusia”.

El 17 de diciembre de 2021, apenas dos meses antes de la invasión de Ucrania, Rusia presentó propuestas sobre garantías de seguridad a Estados Unidos y la OTAN. Las demandas clave incluyeron que no se expandiera la OTAN en Ucrania ni que se desplegaran armas o tropas en Ucrania. El 26 de enero, Estados Unidos y la OTAN rechazaron la petición esencial de Rusia de una garantía por escrito de que Ucrania no se uniría a la OTAN. Derek Chollet, asesor del secretario de Estado Antony Blinken, reveló que Estados Unidos dijo a Moscú que negociar la ampliación de la OTAN a Ucrania ni siquiera había estado sobre la mesa. Putin simplemente comentó “que se han ignorado las preocupaciones fundamentales de Rusia”.

La respuesta oficial de Rusia llegó el 17 de febrero de 2022. Dijo que Estados Unidos y la OTAN no habían ofrecido “ninguna respuesta constructiva” a las demandas clave de Rusia. Luego añadió que si Estados Unidos y la OTAN continuaran negándose a proporcionar a Rusia “garantías jurídicamente vinculantes” en relación con sus preocupaciones de seguridad, Rusia respondería con “medios técnico-militares”.

La invasión, una semana después, fue la respuesta técnico-militar prometida por Rusia a la negativa de Estados Unidos de ofrecer una garantía de que Ucrania no se uniría a la OTAN. Si la invasión pretendía ser un ataque rápido con el objetivo de obtener de Kiev la promesa de no unirse a la OTAN que Rusia no pudo obtener de Washington, entonces esta intención podría haberse cumplido en Bielorrusia durante la primera semana de la guerra. Pero Estados Unidos lo detuvo.

La segunda ronda de negociaciones: Bennet

La segunda ronda de negociaciones reveló una tendencia. Había, una vez más, una posibilidad de poner fin a la guerra y una oferta ucraniana de neutralidad. El bloqueo de Estados Unidos no fue un hecho aislado que surgió de las circunstancias de la primera ronda de negociaciones en Bielorrusia, sino más bien una política.

El 6 de marzo, pocos días después de la conclusión de las segundas negociaciones en Bielorrusia, los medios israelíes informaron que el ex primer ministro Naftali Bennett realizó una visita sorpresa a Moscú para reunirse con Putin en un intento de mediar. Después de reunirse con Putin, Bennet habló dos veces con Zelensky. También habló con el presidente francés, Emmanuel Macron, y voló a Alemania para hablar con el canciller alemán, Olaf Scholz.

Los detalles de las reuniones eran escasos en ese momento. Pero en una entrevista del 2 de febrero de 2023, Bennet reveló detalles sobre lo que se había acordado, hasta dónde llegaron las conversaciones y qué pasó. Según Bennett, “Zelensky inició la solicitud de contacto con Putin”. Bennett dijo que “Zelensky me llamó y me pidió que me pusiera en contacto con Putin”. Bennett dijo más tarde a Estados Unidos que “tiene la confianza de ambas partes” y que “tengo el oído de Putin. Puedo ser un oleoducto”.

Estas conversaciones provocaron una serie de llamadas telefónicas entre Bennett y Putin y Bennett y Zelensky. Bennett luego voló a Moscú para reunirse con Putin y luego a Alemania para reunirse con Scholz. Siguió con un “maratón de negociaciones”. Todo lo que hice, dice Bennett, “fue totalmente coordinado con Biden, Macron, Johnson, Scholz y, obviamente, Zelensky”.

Según Bennet, aunque Estados Unidos le dijo que “no había ninguna posibilidad de éxito”, Putin le dijo que “podemos lograr un alto el fuego”. Para lograr este alto el fuego, Bennet dice que Putin hizo “enormes concesiones”. Cuando Bennett preguntó a Putin si iba a matar a Zelensky, Putin respondió: “No mataré a Zelensky”. Putin también “renunció” al “desarme de Ucrania” exigido por Rusia.

Zelensky también hizo una “gran concesión”. Según Bennet, Putin se quejó de la promesa incumplida de Occidente sobre la expansión de la OTAN y le dijo a Bennet que le pasara el mensaje a Zelensky: “Dime que no te unirás a la OTAN, no invadiré. Bennett dice que “Zelensky ha renunciado a unirse a la OTAN”. Después de haber prometido no unirse a la OTAN, Zelensky quería garantías de seguridad.

Para Putin, los acuerdos de seguridad con las principales potencias equivalían a ser miembro de la OTAN. Bennett sugirió abandonar las salvaguardias al estilo de la OTAN en favor de que Ucrania adopte el “modelo israelí” y cree un ejército fuerte e independiente capaz de defenderse. Esta solución fue aceptada tanto por Putin como por Zelensky.

Habiendo obtenido esas promesas, Bennett voló a Alemania e informó a Scholz, los estadounidenses, Macron y Johnson. “Boris Johnson ha adoptado una línea agresiva. Macron y Scholz fueron más pragmáticos. Biden era ambas cosas”. Bennett dijo que “había muchas posibilidades de alcanzar un alto el fuego”. Pero el patrón de obstrucción estadounidense que se manifestó por primera vez en Bielorrusia ha continuado. Bennett dice que Occidente ha tomado la decisión de “seguir atacando a Putin”.

“¿Entonces lo bloquearon?”, preguntó su interlocutor. “Lo bloquearon”, respondió Bennett. Su relato de lo que se dijo en conversaciones privadas contradice los relatos de un alto funcionario ucraniano que se quejó de que “Bennett propuso que nos rindiéramos”, sugiriendo que la declaración ucraniana era más para consumo público. Fuentes “familiarizadas con los detalles de la reunión” dijeron entonces que Zelensky encontró la propuesta “difícil” pero no “imposible” y que “las diferencias entre las partes no son grandes”.

El periodista Barak Ravid informó en “Axios” que las concesiones rusas incluían que la desmilitarización podría limitarse al Donbas, no habría cambio de régimen en Kiev y Ucrania podría conservar la soberanía. Zelensky dijo que se había “calmado” acerca de unirse a la OTAN y encontró que la propuesta de Putin “no es tan extrema como esperaban”.

Al igual que en Bielorrusia, Estados Unidos “bloqueó” la posibilidad de hacer una concesión para no unirse a la OTAN y lograr la paz.

La tercera ronda de conversaciones: Estambul

Luego, en marzo y principios de abril de 2022, los esfuerzos de negociación se trasladaron a Estambul. Turquía era un candidato prometedor para la mediación. Turquía tiene una relación con Rusia y se negó a romper esa relación una vez que comenzó la guerra. Turquía también tiene relaciones con Ucrania, y los drones con los que estaban armadas las fuerzas ucranianas mientras se concentraban en la frontera oriental con el Donbas antes de la guerra fueron proporcionados por Turquía.

Las conversaciones turcas fueron las más exitosas de todas y de hecho resultaron en un acuerdo “provisionalmente acordado”.

El 20 de marzo Zelensky aparentemente aceptó que la puerta abierta de la OTAN a Ucrania era un juego de manos. Dijo que pidió personalmente a los dirigentes de los países miembros de la OTAN “que digan directamente que los aceptaremos en la OTAN en un año, dos o cinco, que lo digan directa y claramente, o simplemente digan que no”. La respuesta fue muy clara: “no vas a ser miembro de la OTAN, pero públicamente las puertas seguirán abiertas”.

Durante las conversaciones de Estambul a finales de marzo, Zelensky actuó basándose en este principio y prometió no unirse a la OTAN. El 29 de marzo los negociadores ucranianos dijeron que estaban dispuestos a aceptar la neutralidad si, en virtud de un acuerdo internacional, los estados occidentales como Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña ofrecían garantías de seguridad vinculantes.

En abril de 2022 los negociadores rusos y ucranianos parecían haber acordado provisionalmente las líneas generales de un acuerdo provisional negociado: Rusia daría marcha atrás en su posición del 23 de febrero, cuando controlaba parte del Donbas y toda Crimea. A cambio Ucrania prometería no aspirar a ser miembro de la OTAN y recibiría garantías de seguridad de varios países.

Putin reveló recientemente más detalles sobre el acuerdo. El 13 de junio de 2023 respondiendo a preguntas de los corresponsales de guerra del Kremlin, confirmó que “alcanzamos un acuerdo en Estambul”. Luego reveló el detalle no anunciado previamente de que el acuerdo no era meramente verbal. Llegó incluso a presentar un documento firmado: “No recuerdo su nombre y puede que me equivoque, pero creo que el señor Arajamia encabezaba el equipo negociador de Ucrania en Estambul. Incluso rubricó este documento. Rusia también firmó el documento: “Durante las conversaciones de Estambul, rubricamos este documento. Discutimos durante mucho tiempo, chocamos, etc., pero el documento era muy grueso y estaba rubricado por Medinsky, de nuestra parte, y por el dirigente de su equipo negociador.

Dos días después, el 17 de junio, Putin fue aún más lejos. En una reunión con una delegación de líderes de países africanos que una vez más intentaban negociar conversaciones de paz, presentó el proyecto de acuerdo rubricado. Sosteniendo el documento dijo:

“Me gustaría llamar su atención sobre el hecho de que, con la ayuda del presidente Erdogan, como saben, se han celebrado en Turquía una serie de conversaciones entre Rusia y Ucrania para resolver tanto la confianza como medidas de construcción que usted mencionó y redactar el texto del acuerdo. No discutimos con la parte ucraniana que este tratado sería clasificado, pero nunca lo presentamos ni comentamos al respecto. Este proyecto de acuerdo fue rubricado por el jefe del equipo negociador de Kiev. Puso su firma en él. Está aquí”.

El acuerdo, que se tituló “Tratado sobre Neutralidad Permanente y Garantías de Seguridad para Ucrania”, estipulaba que Ucrania haría de la “neutralidad permanente” una característica de su constitución. Rusia, Estados Unidos, Gran Bretaña, China y Francia figuraban como garantes, lo que, si es correcto, parece suavizar la respuesta de Putin a Bennet de que para él, los acuerdos de seguridad entre las principales potencias equivalían a unirse a la OTAN.

Al igual que con las negociaciones de Bennett, Rusia supuestamente se alejó de la demanda de una desmilitarización total de Ucrania, aunque todavía hay una brecha entre las propuestas de Rusia y Ucrania sobre los límites al tamaño de las fuerzas de los ejércitos ucranianos y el número de tanques, aviones y lanzadores de cohetes.

Pero entonces volvió el sabotaje estadounidense. “Lo hicimos”, dijo Putin a los corresponsales de guerra del Kremlin, “pero luego lo rechazaron y eso fue todo”. Dirigiéndose a la delegación africana, Putin dijo: “Después de que retiramos nuestras tropas de Kiev –como prometimos– las autoridades de Kiev… arrojaron [sus compromisos] al basurero de la historia. Lo dejaron todo”.

Putin implícitamente culpó a Estados Unidos, diciendo que cuando los intereses de Ucrania “no están alineados” con los intereses estadounidenses, “en última instancia son los intereses de Estados Unidos. Sabemos que [Estados Unidos] tiene la clave para resolver los problemas”.

El relato de Putin sobre el acuerdo provisional y la promesa de Ucrania de no unirse a la OTAN, así como su afirmación de que Estados Unidos boicoteó el acuerdo, está comprobado. El ministro de Asuntos Exteriores turco, Mevlut Cavusoglu, afirmó que gracias a las conversaciones “Turquía no cree que la guerra ruso-ucraniana vaya a durar mucho más”. Pero añadió: “Hay países dentro de la OTAN que quieren que la guerra continúe”. Después de la reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN, explicó, “quedó la impresión de que… hay quienes dentro de los estados miembros de la OTAN quieren que la guerra continúe y que Rusia se debilite”.

La historia de Cavusoglu no es aislada. Numan Kurtulmus, vicepresidente del partido gobernante de Erdogan, aludió a la misma obstrucción. “Sabemos que nuestro presidente está hablando con los dirigentes de ambos países. En algunos temas se ha avanzado hasta llegar al punto final, y de repente vemos que la guerra se acelera… Alguien está tratando de no poner fin a la guerra. Estados Unidos ve su interés en prolongar la guerra… Hay quienes quieren que esta guerra continúe… Putin y Zelensky iban a firmar, pero alguien no quiso”.

A Estados Unidos se unió Reino Unido como “Estados miembros de la OTAN que quieren que la guerra continúe”. El 9 de abril, el entonces primer ministro británico, Boris Johnson, se apresuró a viajar a Kiev para someter a Zelensky, insistiendo en que Putin “debía ser presionado, no negociado con él” y que, incluso si Ucrania estuviera dispuesta a firmar acuerdos con Rusia, Occidente no quería.

¿Por qué Estados Unidos y Reino Unido no querían que Zelensky firmara?

Cuando se le preguntó al portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, si Zelensky estaba “abierto a una solución diplomática” durante una conferencia de prensa el 21 de marzo de 2022, rechazó un fin negociado de la guerra, incluso si el acuerdo negociado cumplía con los objetivos de Ucrania. “Es una guerra”, respondió Price, “que en muchos sentidos es más grande que Rusia, es más grande que Ucrania. Estados Unidos impidió que Ucrania negociara un acuerdo con Rusia que cumpliera los objetivos de Kiev, en cambio presionó a Ucrania para que siguiera luchando en pro de objetivos más amplios de Estados Unidos”.

Tres veces durante las primeras semanas de la guerra, las negociaciones produjeron la posibilidad real de paz. El tercero incluso dio lugar a un acuerdo de principio que, según Putin, fue firmado. Ambas partes hicieron “enormes concesiones”, incluida Ucrania prometiendo cada vez no unirse a la OTAN. Pero cada vez, Estados Unidos rompió la promesa de una solución diplomática y de paz, permitiendo que la guerra continuara y se intensificara, aparentemente en pos de los intereses estadounidenses, no los ucranianos.

FUENTE: mpr21.info

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Pacifismo y ecologismo en la lucha política contemporánea

 

Pacifismo y ecologismo en la lucha política contemporánea


Hoy se cumplen 21 años del fallecimiento de F. Fernández Buey, quien no ha dejado de estar entre nosotros. Lo recordamos con este texto, probable material para una conferencia, escrito el 8/1/1988 y rescatado para la posteridad por S. López Arnal.


Francisco Fernández Buey

El Viejo Topo

25 agosto, 2023 



Mi intención es argumentar la necesidad en que nos encontramos de incorporar la problemática ecológica y el punto de vista pacifista a la hora de continuar y renovar la lucha secular en favor de la emancipación, o sea, en favor de una sociedad más justa e igualitaria en un mundo habitable.

La era nuclear en la cual nos ha tocado vivir se caracteriza por la proliferación (desde el final de la segunda guerra mundial, pero aceleradamente en la última década) de las armas atómicas, químicas y bacteriológicas. El armamentismo y el belicismo no son fenómenos nuevos; armas químicas y bacteriológicas habían sido empleadas ya durante la primera guerra mundial. Lo nuevo, lo que representa un cambio sustancial en la historia de la humanidad tampoco es la cantidad de armas que llegan a fabricarse, sino su potencial destructivo, su capacidad potencial para terminar con toda civilización, para eliminar a la especie humana y a otras muchas especies de la faz de la Tierra.

De ahí la sensación que hoy en día tenemos de estar viviendo como de prestado, siempre con la espada de Damocles colgando sobre nuestras cabezas.

Pero es que, además, ya la mera existencia del arsenal nuclear, químico y bacteriológico –aunque no se utilice– tiene otras implicaciones o consecuencias que conviene no desconocer. La primera y principal de esas implicaciones o consecuencias es que la existencia, conservación, proliferación y constante renovación de tales armas requiere un tipo de poder, una articulación del poder y del control social, que hace de las poblaciones rehenes de los dominadores del mundo, de lo que suele llamarse el complejo industrial-militar-político. Pues tantas y tan peligrosas armas exigen nuevos tipos de vigilancia sobre los ciudadanos.

En efecto, aunque no fuera más que para conseguir que tantos ciudadanos olviden diariamente que están viviendo así, de precario, con la espada de Damocles colgando sobre sus cabezas, con el peligro de ser liquidados sin saber por qué, aunque no fuera más que por eso –digo– hace falta un enorme control de individuos, grupos y colectividades (incluyendo en esto la vigilancia de las naciones por los gendarmes mundiales). Este enorme control de individuos, grupos y colectividades se consigue habitualmente de dos formas: mediante la represión y la violencia pura y simple y mediante la desinformación e intoxicación de las grandes masas. Las dos formas existen en nuestras sociedades. En los países dependientes suelen predominar la primera, en las sociedades donde hay democracia indirecta o «representativa» o formal, los gobiernos solo recurren a la represión pura y simple en última instancia, mientras tanto intoxican y desinforman a través de medios técnicos sofisticados. Como hemos tenido una experiencia reciente en este sentido, con motivo del referéndum sobre la OTAN, podemos ahorrarnos los detalles. No sin antes subrayar que la brutalidad de la represión y de la guerra en los países de África, Asia y América Latina descalifican a quienes defienden que la existencia de las armas nucleares es una bendición porque gracias a ellas no ha habido guerra desde 1945. Este es un punto de vista «occidentalista» que solo llama «guerras» a las que tienen lugar en el centro del Imperio.

Es verdad que la militarización, el aumento constante de las fuerzas de policía y la multiplicación de los controles sociales no son una consecuencia únicamente del armamentismo nuclear. Pero, como señalara Einstein después de la segunda guerra mundial, el arma atómica favorece la afirmación del poder desnudo. Precisamente por eso el historiador británico y luchador desde antiguo en el movimiento pacifista, E. P. Thompson, ha dicho de nuestro tiempo que es una época exterminista, una en la cual muchas especies y, desde luego, toda nuestra civilización pueden ser exterminadas; una época en la cual el poder generado por las armas se va haciendo autónomo, escapa a los controles parlamentarios y –como se basa en el secreto– se presenta cada vez más como poder independiente de los partidos políticos y de los gobiernos elegidos. De manera que poco a poco se va creando una situación que recuerda la caricaturizada por Kubrick en Doctor Extrañoamor.

Es esa situación la que explica el resurgimiento de los movimientos pacifistas, que en los últimos años han sido sobre todo movimientos antinucleares. El origen reciente estuvo en la oposición al despliegue de los euromisiles de la OTAN en Europa. De ahí que la protesta haya sido mayor precisamente en Europa que en USA o Japón. Y de ahí que, al firmarse recientemente el acuerdo de limitación de armas de medio alcance, algunas personas se hayan hecho la ingenua idea de que el problema que motivó la protesta está ya resuelto. Aunque el nuevo Tratado es sin duda un alivio de la tensión internacional, no hay que hacerse ilusiones al respecto. Es muy posible que ese mismo Tratado abra una nueva etapa de sustitución de armas obsoletas por otras nuevas y más sofisticadas (lo que en este caso quiere decir más mortíferas todavía). Es decir, que la limitación del arsenal existente no impedirá seguramente el paso a los proyectos que se conocen con el nombre de «guerra de las galaxias». Eso es al menos lo que piensan la mayor parte de los analistas informados.

De ahí hay que sacar necesariamente una conclusión: por algún tiempo todavía la denuncia del armamentismo y la lucha contra la proliferación nuclear seguirá estando en primer plano, seguirá siendo una cuestión central para todos aquellos que quieran mejorar la situación social. Y en primer lugar para los socialistas y los comunistas europeos.

En la medida en que el movimiento pacifista sea consciente de esta continuidad de la lucha en la era nuclear y mantenga su independencia respecto de los dos bloques militares tendrá que plantearse y contestar a algunas preguntas hoy pendientes, como las siguientes: ¿qué pacifismo? ¿Un pacifismo fundamentalista o un pacifismo pragmático? ¿Cómo conciliar el punto de vista pacifista con el apoyo a movimientos armados que luchan en el tercer mundo por la liberación, cómo conciliar pacifismo y emancipación social? ¿Cómo conciliar el pacifismo y la soberanía nacional? Algunas de esos problemas están ya hoy en el centro de la discusión en el seno del movimiento pacifista europeo, el cual, como es obvio, ha perdido fuerza en estos dos últimos años. Es muy posible que la respuesta a preguntas como esas tenga que ser flexible y estar en función de situaciones muy diferentes como las que realmente existe en nuestro mundo de hoy (¿cómo comparar –a pesar de que muchas veces se hace con simpleza– la situación en El Salvador, Perú, Colombia, etc, con la situación en nuestros países europeos?). Pero por debajo de esa flexibilidad y del hipotético carácter plural de las respuestas hay al menos dos cosas que no deberíamos olvidar en España y en Europa; 1º que nuestra situación es comparativamente privilegiada y que sigue habiendo guerras brutales en el mundo, y 2º que la lucha por la paz no es un objetivo táctico de tal o cual partido, organización política o grupo, sino una exigencia prioritaria, fundamental, de toda persona sensible y consciente. Por eso es ahora una cuestión vital desprenderse de vicios tacticistas y de viejas tendencias a la instrumentalización del movimiento. Lo cual incluye no cejar en esa lucha cuando (como en los últimos tiempos) parece que los aires son más favorables a la paz.

Un segundo rasgo característico de nuestra época es la crisis ecológica incipiente. Fue a comienzos de los años setenta cuando las poblaciones empezaron a darse cuenta de que la afirmación de algunos científicos en el sentido de que hay que límites naturales al crecimiento económico indiscriminado es una verdad, una verdad que tiene que ser incorporada a nuestra visión del mundo, puesto que de ella se deriva una nueva forma de mirar a la naturaleza y, sobre todo, una nueva forma de comportarse en lo que respecta a los recursos naturales no renovables. Así pues, la problemática ecológica fue cobrando cada vez más importancia a medida que los primeros datos de la incipiente crisis llegaban a las gentes; contaminación de las ciudades, desaparición de la vida de los principales ríos, lagos y mares, esquilmación de las tierras, desertización progresiva de muchas zonas del planeta (entre ellas, y aceleradamente, España), debilitamiento de la capa de ozono, cambios climáticos, desastres naturales, etc.

Las consecuencias directas e indirectas del conjunto de circunstancias que componen la llamada crisis ecológica están ya a la vista de todos aquellos que no quieren permanecer ciegos. Ya no es sólo las molestias que producen los humos de vehículos y fábricas que envenenan la atmósfera indiscriminadamente. Es algo más que eso; los efectos negativos del industrializado depredador y biocida están llegando a zonas y lugares que hace unos cuantos años parecían muy seguros, muy al margen de la contaminación: la selva amazónica, uno de los pulmones del planeta, está siendo saqueada en los últimos años, muchas especies se encuentran en trance de desaparición total, y aquí mismo, en nuestro país, bajo nuestros ojos se está produciendo uno de los fenómenos de desertización más pronunciados de toda Europa. Es verdad que muchos de los efectos más negativos de la crisis ecológica no llegaremos a verlos nosotros, pero los verán y los sufrirán nuestros descendientes. Por eso los economistas más sensibles a la problemática ecológica han empezado a plantearse durante estos últimos años la urgencia de programas de transición ecológicamente fundamentados que tengan en cuenta lo que suele llamarse «distribución intergeneracional de recursos», es decir, la idea de que el mundo en cierto modo no se acaba con nosotros mismos, con nuestra generación. Esa idea, que siempre estuvo en la base de la lucha de la Humanidad por su emancipación social, empieza a estar presente también ahora en relación con la lucha por mejorar nuestro contacto con la naturaleza. De ahí han surgido los movimientos ecologistas primero y los denominados partidos verdees o listas alternativas después.

Los movimientos ecologistas, los grupos conservacionales y las personas que han decidido adoptar un punto de vista medioambientalista deben mucho a ecólogos pioneros, como Barry Commoner, y a personalidades y científicos que dieron la voz de alarma, como aquellos que redactaron el primer informe al Club de Roma. Importa poco que tal o cual cifra, tal o cual aspecto tratado por el primer informe al club de Roma, no se corresponda exactamente con lo que hoy, quince años después, podemos conservar en el planeta Tierra. Hay, desde luego, cifras más aproximadas en un informe como el Global 2000. Lo que de verdad importa es que aquel primer informe inauguraba una nueva manera de pensar acerca de la relación entre los problemas económico-sociales y los problemas medioambientales. Precisamente el rechazo de esa nueva forma de pesar y de la inevitable relación existente entre el reconocimiento de los límites del crecimiento, la crítica de la civilización industrialista expansiva y la lucha por mejorar socialmente la suerte de los sectores más oprimidos de la humanidad fue un handicap que la izquierda europea no ha logrado superar todavía, a pesar de la rectificación que a ese respecto empezó a producirse hace cuatro o cinco años (y con más decisión desde la catástrofe de Chernobyl).

¿Cómo explicar la desatención por la parte de la izquierda tradicional, y durante tantos años, de la problemática ecológica? Seguramente, por tradicionalismo cultural, porque muchos dirigentes políticos y sindicales pensaron que la contaminación, la desertización, la desaparición de especies y, en general, el expolio de los recursos naturales no renovables eran cosas de poca monta, cuestiones menores al lado de la explotación social y la opresión política. Además, algunos de esos dirigentes se quedaron en la observación superficial de que los animadores de los primeros movimientos ecologistas eran estudiantes e intelectuales pequeñoburgueses bien alimentados. Hubo incluso a mediados de la década de los setenta más de un político procedente de países africanos y latinoamericanos que denunció el ecologismo como una maniobra de los capitalistas o como un producto cultural de la sobreabundancia. Hoy sabemos que eso era una profunda incomprensión de lo que estaba ocurriendo tanto en el plano mundial como en los ámbitos locales. Y por eso mismo la actitud de los sindicatos y de los partidos políticos relacionados con los trabajadores ha empezado a variar no sólo en lo que respecta a la problemática ecológica misma sino también en lo tocante a las relaciones con los ecologistas, con el movimiento ecologista.

Precisamente por ello, porque felizmente ha empezado a cambiar la actitud de los sindicalistas tanto en las fábricas como en las zonas rurales, este es un buen momento para enumerar algunos de los problemas que están abiertos y cuya resolución depende en primer lugar de la relación que acabe estableciéndose entre las organizaciones de los trabajadores urbanos y agrícolas, por un lado, y el movimiento ecologista tal como está constituido por otro. En tal sentido conviene distinguir desde el primer momento entre ecología y ecologismo y aún entre ecologismo como tendencia meramente conservacionista y ecologismo político. Pues de la ecología como ciencia pueden derivarse –y de hecho así ocurre– posiciones sociopolíticas muy diferentes que abarcan todo el arco de las ideologías. Y el mero conservacionismo –por muy bien intencionado que esté– no siempre consigue liberarse de incrustaciones irracionalistas, por confundir los males de la civilización industrial con el desarrollo simple de la ciencia y de la tecnología tal como la hemos conocido hasta ahora.

Esto último puede servir para llamar la atención acerca de algo que no siempre tienen en cuenta algunos sectores de los movimientos ecologistas y pacifistas. A saber: que el marco económico-social en el que se produce el avance del militarismo y la crisis ecológica incipiente es fundamental para concretar tanto el análisis como las propuestas alternativas. Ese marco viene caracterizado por factores como los tres siguientes: 1) La aparición de la tecnociencia como fuerza productiva directa y fundamental, lo que supone un impresionante desarrollo de la automatización y de la informatización (con efectos contrapuestos: de un lado liberación de la fuerza de trabajo manual; pero de otro lado, nuevas posibilidades de manipulación no solo social, sino también –cosa peligrosísima– de cerebros y de genes). 2) Difusión del imperialismo, tanto desde el punto de vista militar como desde el económico y cultural, lo cual da lugar a la limitación de las soberanías nacionales (limitación, por lo general, aceptada por los gobiernos actuales de manera cínica o hipócrita). 3) Transformación del mundo en una especie de plétora miserable en la que conviven, con diferencias insultantes, el despilfarro y la superabundancia con el hambre, la persistencia de las enfermedades debidas a la miseria con el aumento de las llamadas enfermedades de la civilización, propias de hartos materialmente.

Desde el punto de vista político es obvio que la tarea actual consiste en un acercamiento entre vieja y nueva izquierda, entre organizaciones de trabajadores y oprimidos y movimientos especialmente sensibles a la problemática ecológica y de la paz (sin olvidar lo que para inaugurar una nueva forma de pensar ha significado y significa el feminismo). Casi todo está todavía por hacer en ese sentido, aunque empieza a haber ejemplos interesantísimos en algunos lugares de Europa (sobre todo en la República Federal alemana). Pero el que está casi todo por hacer no justifica el que a veces esa lucha se presente a sí misma como una utopía, como algo por lo que vale la pena luchar pero no será alcanzado nunca. Sería una triste desgracia el que por exageración polémica contra la ciencia y la tecnología de nuestra época se dejaran éstas exclusivamente en manos de los dominadores mientras que los trabajadores de la ciudad y del campo eligen la utopía. Por muy sana que sea moralmente la afirmación del espíritu utópico en relación con el pacifismo, el ecologismo y el igualitarismo, se hace necesario contestar con precisión y con efectividad (por emplear una palabra que a veces no gusta) a preguntas que son básicas y sin cuya contestación no se puede esperar la movilización requerida de las masas. Contestar a preguntas como ¿qué tipo de comunidades alternativas en el plano local, regional y mundial? ¿Qué producción de bienes y qué distribución de los mismos para detener las máquinas de guerra y paliar el hambre de una gran parte de la humanidad? ¿Qué formas de participación social y política en las comunidades alternativas? ¿Qué necesidades satisfacer prioritariamente en función del punto de vista igualitario?, etc etc. es algo que implica estudiar, investigar y trabajar en programas económico-ecológicos de transición, además –claro está– de movilizarse y actuar por ellos y desde ellos.

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