jueves, 1 de febrero de 2024

Hace 44 años, el gobierno militar de Guatemala asaltaba y quemaba la Embajada española

 

Hace 44 años, el gobierno militar de Guatemala asaltaba y quemaba la Embajada española

TERCERAINFORMACION / 30.01.2024

  • De nuevo, comunidades mayas, estarán recordando a las víctimas, en el lugar donde estuvo nuestra representación diplomática.
  • 38 personas fueron asesinadas.


El 31 de enero de 1980 agentes del Estado de Guatemala invadieron la Embajada española y asesinaron a 37 personas  que protestaban por  las graves violaciones de los derechos humanos que sufría la población maya en zonas rurales. La Comisión de la Verdad (febrero de 1999) sentenció implacablemente la culpabilidad y responsabilidad del presidente y gobernantes de las mal llamadas fuerzas del orden guatemaltecas. La orden había sido: que no haya testigos.

El único guatemalteco que logró salir vivo de la embajada, Gregorio Yujá Xoná, fue llevado a un hospital, de donde fue secuestrado, asesinado, y su cuerpo tirado con un mensaje de terror, convirtiéndose en la víctima 38.

Aquel día, frente a la negativa y resistencia expresa del embajador español y contraviniendo violentamente todo principio de derecho internacional conocido, asaltaron la Embajada de España en la ciudad de Guatemala.

El vandálico acto fue condenado unánimemente por toda la comunidad internacional. La Comisión de la Verdad de Naciones Unidas sacaría a la luz, con toda su crudeza, la barbarie ocurrida.

El embajador era don Máximo Cajal, que presentó testimonio de los hechos en Asturias a través de uno de sus libros: «Saber quién puso el fuego ahí».

Le recordamos por siempre como víctima y excepcional sobreviviente.

El caso sigue vigente, por cuanto se quiere destruir la jurisdicción universal, y el genocidio en Guatemala era uno de los casos presentados en la Audiencia Nacional.

Recordamos que aquel mismo año del asalto e incendio de la Embajada española en Guatemala, donde uno de los asesinados fue Vicente Menchú, el padre de la posterior Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú, era asesinado en San Salvador el arzobispo Romero, el 24 de marzo.

De su tiempo es también el diplomático Yago Pico de Coaña. Tal pareciera que sus tareas al servicio del Estado español, en su carácter de diplomáticos, los llevaron a tomar protagonismos decisivos en Centroamérica, y Colombia en el caso de Yago, que todavía en 2006 participaba en un encuentro para la paz en Oviedo, auspiciado por el Gobierno asturiano.

Don Yago escribía en la prensa asturiana que:

“Yo llegué a Guatemala al día siguiente del Asalto a la Embajada. Permanecí cuatro meses y medio investigando a fondo con ayuda de expertos locales. Fui testigo presencial de las muchas barbaridades cometidas por el Gobierno guatemalteco: secuestro en el Hospital Herrera Llerandi y posterior asesinato del superviviente Gregorio Yujá, intento fallido de hacer lo propio, con el fin de silenciarlo, con el embajador Cajal, evitado por el embajador de Costa Rica Mario Esquivel; traslado del embajador Cajal con la colaboración de otros embajadores a la residencia del embajador de los Estado Unidos Frank Ortiz para salvaguardar su vida; especial referencia merecen en este caso el embajador de Venezuela Jesús Elías, encargado de los intereses españoles (quien se enfrentó dignamente con la Policía judicial que trató de evitar el traslado), y la cooperación eficaz del equipo de seguridad estadounidense; distintas reuniones con el canciller de Guatemala Castillo Valdez, que no sabía qué decir… y un larguísimo etcétera que figura claramente explicado en mi mencionado libro “34 años después. El asalto a la Embajada de España en Guatemala”.

Yago Pico de Coaña, en esa ocasión también recordaba que:

“Los tres misioneros del Sagrado Corazón asesinados José María Gran, Faustino Villanueva y Juan Alonso, acaban de ser propuestos por el Vaticano para ser beatificados como mártires.”

Juan Alonso era de Aller-Asturias.

Dicho asalto y quema de la Embajada provocó como respuesta la ruptura de las relaciones diplomáticas españolas con Guatemala desde 1980 hasta 1984.

Además de campesinos e indígenas maya, entre las víctimas mortales del asalto se encontraban el exvicepresidente de Guatemala Eduardo Cáceres Lehnhoff y el excanciller Adolfo Molina Orantes, quienes se encontraban de visita en la sección consular.

También fueron asesinados el entonces cónsul español Jaime Ruiz del Árbol y otros dos españoles, Luis Felipe Sanz y María Teresa Villa.

El Ministerio español ha aludido tanto al informe «Guatemala: Memorias del silencio», de la Comisión de la Verdad de Naciones Unidas de 1999, que «investigó y condenó lo sucedido», como a la condena de la justicia guatemalteca de «aquel lamentable episodio», 35 años después.

En 2015, un tribunal guatemalteco condenó a 90 años de prisión al exjefe de un comando de la extinta Policía Nacional Pedro García por hallarlo culpable de la masacre, tras demostrar que había ordenado que ninguna de las personas que estaban en el interior de la Embajada saliera con vida.

Por razones diversas Guatemala y Asturias tienen una relación, más allá de las distancias culturales, que se ha mantenido en el tiempo.

En el tiempo de la expulsión de curas asturianos en el Quiché en 1980, y del mencionado Juan Alonso, asesinado por los militares.

En el tiempo del genocidio cometido por los militares contra la población indígena maya.

En el tiempo del COSAL de Avilés que atendía preferencialmente Guatemala y sus poblaciones más vulnerables.

En el tiempo presente en que misioneros como el poleso Toño Noval (que antes fue cura ganadero en Tineo) acompañan a las comunidades guatemaltecas más pobres, propugnan premios de DDHH como el de Siero, a donde llegó para recibirlo la señora Florildana y el obispo Ramazzini, y en el tiempo en que al menos dos ONGs locales mantienen un trabajo con comunidades guates, y que la axencia asturiana de cooperación destine más proyectos a Guatemala que a ningún otro país.

 En 2008 más de 40 indígenas guatemaltecos llegaron a Madrid para testificar en tres grupos separados, marcando la primera vez que una corte nacional oyera evidencia de sobrevivientes Mayas sobre uno de los genocidios más grandes del último siglo.

En julio de 2011 el juez Santiago Pedraz admitió una ampliación de la querella inicial para investigar también crímenes de género contra mujeres como violaciones, esterilizaciones forzadas y la esclavitud sexual.

Benedicto Lucas, (que era jefe de estado mayor del ejército guatemalteco durante el asalto a nuestra embajada), fue detenido en enero del 2016 junto a 18 altos mandos del ejército, acusado por delitos de lesa humanidad por la detención y desaparición más grande de América: 558 osamentas exhumadas en la zona militar, conocida como “Caso Creompaz” o Zona militar número 21 de Cobán, Alta Verapaz.

El genocidio contra el pueblo maya provocó más de 250.000 víctimas, de las que más de 45.000 siguen hoy desaparecidas, después de que el Ejército guatemalteco arrasara 448 aldeas de la población maya y llevara a cabo un plan sistemático de torturas y asesinatos.

Un millón de personas sufrieron desplazamiento forzado, de entre ellas 30mil huyeron a las montañas donde permanecieron escondidas en las CPR, comunidades de población en resistencia, cuyos representantes dieron testimonios varios en Asturias, y 150mil salieron del país, estableciéndose campamentos de refugiadas, en Chiapas, donde gente asturiana trabajó con ellas, y en Honduras.

En 2014 fallecía Máximo Cajal, embajador sobreviviente y víctima del asalto y destrucción de la Embajada española en Guatemala.

Memoria digna para las víctimas de la masacre en la Embajada española de Guatemala.

Agradecimientos continuados a quienes cumplieron con su deber ético, humanista y diplomático como don Máximo Cajal y don Yago Pico de Coaña.

Cuando se cumplían 35 años, D. Yago Pico de Coaña de Valicourt y Dña. Marta Elena Casaús Arzú, en la conferencia: “Guatemala: 35años después del asalto a la embajada de España”, organizado por el Instituto de Desarrollo y Cooperación IUDC-UCM, explicaban de nuevo los hechos.

Hablaron de la sentencia condenatoria por crímenes de lesa humanidad contra Pedro García Arredondo – Jefe del Comando 6 de la Policía Nacional- por el Asalto a la Embajada de España en Guatemala y como el único culpable que sigue vivo, tras tantos  años de impunidad y de tergiversación de la realidad por las elites políticas y los medios de comunicación. Sentencia que por un lado ha causado alivio en las víctimas o en sus hijos e hijas y, por el otro, enfado e incredulidad en las elites políticas y simbólicas, a pesar de que la sentencia fue firme e inobjetable. Además, la sentencia ratifica de forma inapelable una buena parte de todos los testimonios que desde el año 1980 se han ido produciendo; así como por los informes de las autoridades y diplomáticos españoles que acudieron al lugar de los hechos al día siguiente del suceso.


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La Humanidad no es solo la Unión Europea, los EEUU y sus aliados de Japón y Australia. Es mucho más

 


La Humanidad no es solo la Unión Europea, los EEUU y sus aliados de Japón y Australia. Es mucho más

 

Carlos Martínez, secretario general del Partido Socialista Libre Federación y politólogo.  0 Comments

HOJAS DE DEBATE

 1 de febrero de 2024  

 

Gracias a los pueblos del SUR por su dignidad. Gracias al pueblo y a la resistencia palestina por su valentía, honorabilidad y respuesta al cruel colonialismo del estado de Israel.

 

Los occidentales, el territorio OTAN, estamos dirigidos por gobiernos sin escrúpulos, miedosos y sumisos a los grandes poderes globalistas y sionistas, a los bancos y fondos de inversión, a las multinacionales. Gobernantes que miran para otro lado cuando Israel está realizando una limpieza étnica de libro, sin sanción ni condena pública.

Estados europeos como Alemania consienten y protegen un nuevo Holocausto del pueblo palestino y luego presumen de ser demócratas, además de financiar la guerra de Ucrania y gastar el presupuesto europeo en una cruel contienda inspirada y promovida por los poderes de los EEUU y de Biden en especial.

Es curioso que quienes dicen ser la civilización y el jardín del mundo apoyen lo peor, a los desalmados, a los más crueles y al fascismo supremacista blanco contra personas de otras culturas y religiones. Quienes se horrorizaron ante la matanza de los hutus en Ruanda o las matanzas de Srebrenica en los Balcanes ahora apoyan sin mover un músculo la matanza de Gaza y los crímenes en Cisjordania con su sostén y su silencio, ocultando que la verdadera opción de Israel es apoderarse de esos territorios,

Es aberrante que quienes se llaman cristianos apoyen la matanza de palestinos de esta creencia sin levantar un dedo y respaldando al gobierno y al ejército criminal de Israel. Es todo tan indignante y tan sin sentido que el Occidente judeocristiano, al menos sus dirigentes y el territorio OTAN, acaben sembrando el odio de los pueblos del SUR y el desprecio de más del 70% de la población mundial, tal y como ya está ocurriendo. No es extraño que el mundo occidental se encuentre en crisis y en decadencia.


Los pueblos europeos debemos dejar de apoyar a semejante pandilla de asesinos, cobardes y mentirosos que nos gobiernan desde las instituciones y desde fuera de ellas. A ricos mafiosos y sin escrúpulos que viven a nuestra costa y a cobardes, que gastan miles de millones de los impuestos que sufragamos, en las guerras que solo les interesan a ellos.

Lo de la guerra de Ucrania es un sin sentido. Un conflicto bélico promovido por los EEUU, la OTAN y la UE contra Rusia que delegan en el estado de Ucrania, un régimen regido por un personaje sin escrúpulos que mata y silencia o ilegaliza los partidos que no lo apoyan ciegamente. 

Biden y los que afirman ser los progresistas del mundo, solo trabajan por nuestra dominación, por sus intereses y por el bien de las grandes familias de oligarcas, inversores, banqueros y poderosísimos industriales más algunos dictadores y reyes y reinas que gobiernan el mundo. Pero ojo, a los que el SUR global les está plantando cara.

Gracias a los pueblos del SUR por su dignidad. Gracias al pueblo y a la resistencia palestina por su valentía, honorabilidad y respuesta al cruel colonialismo del estado de Israel. Nadie en la UE/OTAN, ni por supuesto EEUU, investiga, detiene, procesa y sanciona a los responsables del genocidio del pueblo palestino. Al revés, le envían bombas y afirman que tiene derecho a la defensa que es lo mismo que reconocer que la Alemania de Hitler, tenía derecho a la defensa y a bombardear Londres, o invadir la URSS y a otros tantos países europeos. En 2024 abajo las caretas.

Autor

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Ya a la venta el Topo de febrero

 

Prosigue el genocidio en Palestina con la complicidad, por apoyo o pasividad, de gran número de gobiernos occidentales. Lo contemplamos con vergüenza y asco. Nunca caeremos en el antisemitismo, pero la matanza deliberada de inocentes es inadmisible.


Ya a la venta el Topo de febrero

 

Higinio Polo

El Viejo Topo

1 febrero, 2024 



En los últimos tres meses de 2023, año que se fue entre gritos y lágrimas de dolor, Israel asesinó a un niño palestino en Gaza cada diez minutos y destruyó las tres cuartas partes de las viviendas de la Franja, creando un infierno de escombros y muerte.


Desde que Netanyahu ordenó la más feroz operación de venganza tras el ataque de Hamás en octubre, el objetivo del ejército israelí ha sido aterrorizar a los palestinos, destruir sus casas, expulsarlos de la Franja, matar sin descanso como un dios sombrío sediento de sangre: el gobierno de Tel-Aviv, que mata también en Cisjordania sin contenerse, quiere ahora completar la limpieza étnica y la deportación de la población palestina que el judío polaco David Gruen (el Ben-Gurión de la mitología sionista) y los suyos iniciaron en 1948 y que culminó en las matanzas de la Nakba y en la destrucción de centenares de poblaciones palestinas.

 A los pocos días del inicio de los bombardeos israelíes sobre Gaza, no había ya electricidad, ni agua, escaseaban los alimentos, y largas caravanas repletas de niños huían hacia el sur de la Franja, mientras Israel se ensañaba vertiendo un diluvio de bombas. Sin recursos, las poblaciones, barrios y campos de refugiados fueron sistemáticamente destruidos. A mediados de noviembre, Israel permitió la entrada de dos camiones de combustible al día, para evitar el colapso del sistema de tratamiento de las aguas residuales. No lo hizo para evitar sufrimiento a los palestinos, sino para prevenir la aparición de enfermedades que podrían afectar también a sus soldados. El presidente del Consejo de Seguridad Nacional israelí, Tzachi Hanegbi, advertía: «Si estallara una plaga, tendríamos que detener la guerra.» 

En medio de la oscuridad y el miedo, los hijos y nietos de los refugiados palestinos de 1948 se abrazaban, pero no había piedad para ellos: Tzipi Navon, una asesora de Sara Netanyahu, la esposa del primer ministro, escribía en las redes sociales: «El pueblo de Gaza debería ser capturado vivo y torturado uno por uno, arrancándoles las uñas y desollándolos vivos.» Amichai Eliyahu, ministro del gobierno Netanyahu e hijo y nieto de rabinos de extrema derecha de orígenes iraquíes, pidió que se lanzasen bombas atómicas sobre la Franja de Gaza, y el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, hijo de otro rabino y con orígenes ucranianos, sentenció: «No hay que permitir que dos millones de palestinos permanezcan en Gaza tras la guerra.» Tampoco el vicepresidente del parlamento israelí, Nissim Vaturi, del Likud, se contuvo: exigió al gobierno israelí que incendiase toda la Franja: «¡Quemen Gaza ahora!» Llegaron también las declaraciones del ex embajador israelí en Italia que afirmaba con odio: «Tenemos un propósito: destruir Gaza. Destruir ese mal absoluto, absoluto».

Objetivo: la limpieza étnica

 Porque ese es el programa político del gobierno israelí: la limpieza étnica, la expulsión, la deportación, y para ello son capaces de llenarse las manos de sangre. El 14 de octubre  de 2023 apareció un aterrador titular en algunos periódicos europeos: los trabajadores palestinos atrapados en Israel a quienes el ejército impedía volver a sus casas con sus familias, clamaban: «Dejadnos volver a Gaza a morir con nuestros hijos». Ese mismo día, el Tsahal había bombardeado un camión con remolque repleto de palestinos que se dirigían al sur cumpliendo las órdenes del propio ejército israelí. Murieron setenta personas. Al día siguiente, los palestinos informaban: «Lamentamos profundamente transmitir que el profesor Midhat Saidem, un cirujano y especialista en quemaduras que era indispensable en el Hospital Shifa de Gaza, fue asesinado en un ataque aéreo israelí. Asesinado después de regresar a su casa para descansar tras siete días de servicio incesante atendiendo a cientos de heridos graves. La pérdida del profesor Midhat es una tragedia en sí misma, pero se ve agravada por la devastadora noticia de que su esposa e hijos, así como sus dos hermanos y sus esposas, también fueron asesinados.»

 Más de dos millones de personas eran forzadas a huir de sus casas en apenas unos días, repitiendo la deportación y la matanza bíblica de 1948. Las organizaciones humanitarias declaraban que órdenes semejantes no se habían visto nunca en las guerras contemporáneas. Mientras tanto, en Cisjordania, los colonos israelíes y el ejército ejecutan también a palestinos. En los primeros días de la operación sobre Gaza, ya habían asesinado a cincuenta y cuatro personas desarmadas en esos territorios ocupados, y en 2023 han eliminado a más de quinientos palestinos. Pero nada detiene a ese dios iracundo y vengativo de los sionistas. Netanyahu arengaba a sus tropas en los límites de Gaza y les animaba a ejecutar la «siguiente fase»: invadir la Franja para seguir matando y destruyendo con saña. Después, sin piedad, llegó la guadaña del Tsahal.

Los niños, un fácil objetivo

En uno de los videos que alguien grabó esos días, se veía a un numeroso grupo de hombres jóvenes descargando en Gaza los cadáveres que habían llegado en la larga y repleta caja de un camión. Había muchos bultos pequeños: eran los niños. Todos estaban envueltos en un sudario blanco, y uno de los pequeños supervivientes observaba la escena en silencio, la enorme y alargada zanja donde depositaban las mortajas y las víctimas, la excavadora que había levantado la tierra, las sencillas casas de los refugiados al fondo, mientras otros hombres silenciosos, detenidos ante la fosa, miraban la escena con todo el dolor del mundo en sus ojos, como si vieran el destino de sus vidas.

 Un misil israelí destruyó el jueves 19 de octubre una escuela de la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, causando numerosos muertos, y pudo verse el gesto tierno de un médico que, mientras abrazaba a un niño palestino que temblaba de miedo, rompió a llorar. El diario francés Le Monde informó de que el hospital Al Ahli ya había sufrido daños el 14 de octubre a causa de los bombardeos israelíes, y que al día siguiente «el ejército israelí llamó al director del hospital para decirle que aquellos disparos previos eran avisos para que evacuaran», según dio cuenta el ministerio de Sanidad de Gaza. Otros médicos no podían tampoco resistir el horror y trataban de salvar vidas con lágrimas en sus ojos. Ese jueves de octubre, el director del Hospital Europeo de Gaza, el doctor Al-Akkad, se preguntaba, desolado, ante los cadáveres de niños depositados en una camilla: “Miren a estos niños. ¿Quién está matando a estos niños?” En ese instante, 1.524 chiquillos ya habían sido reventados por las bombas israelíes. Ahora son ya más de nueve mil los niños asesinados: la mayor barbarie de los últimos años. Y nadie está a salvo: más de cien periodistas que trataban de informar al mundo de la masacre han sido asesinados por el ejército hebreo. Uno de ellos, Wael Al Dahdouh, periodista de Al Yazira, vio como todos sus familiares murieron bajo las bombas israelíes.

El mundo ante el genocidio

 Von de Leyen, Biden, Sunak, Sánchez, se apresuraron a visitar Israel para mostrar su apoyo al gobierno de Netanyahu: no tuvieron el menor gesto hacia las víctimas palestinas, los miles de muertos, los centenares de miles de personas que huían hacia el sur de la Franja: la siniestra paradoja que llevó al mundo a contemplar con horror a refugiados huyendo de campos de refugiados, mientras el Tshal seguía bombardeando, destruyendo hospitales, escuelas, infraestructuras, cortando el agua, impidiendo la llegada de alimentos, medicinas. Si en los ataques israelíes de 2008, los médicos palestinos se veían obligados a limpiar con mangueras la sangre que cubría los suelos de los quirófanos, desde octubre de 2023 ni siquiera pudieron hacerlo. Israel, en las primeras dos semanas de bombardeos, ya había destruido cien mil viviendas, la cuarta parte de todas las de Gaza. Más de veintidós mil personas han sido asesinadas, casi la mitad niños, y la población está muriendo de hambre según denunció el Programa Mundial de Alimentos de la ONU. En esos días, murió en un bombardeo israelí Heba Abu Nada, una poeta y novelista palestina. La joven dejó una nota: “Si morimos, sepan que estamos satisfechos y firmes, y digan al mundo, en nuestro nombre, que somos personas justas, del lado de la verdad”. Su último poema decía: «La noche en la ciudad es oscura, excepto por el brillo de los misiles; silenciosa, excepto por el sonido del bombardeo; aterradora, excepto por la promesa tranquilizadora de la oración; negra, excepto por la luz de los mártires».

 El mundo ha visto la desesperación y el dolor de las madres abrazando a sus hijos muertos, envueltos en el sudario blanco a que los ha condenado el odio de Israel. Ha visto al desolado padre que ponía unas galletas en la mano de su niño muerto; a la mujer triste que abrazaba el zapato de su marido, lo único que había quedado de él. Otro palestino gritaba su desesperación por la muerte de su esposa y sus hijos, abrazado a un trozo de cemento de su casa destruida. El mundo ha escuchado las palabras del responsable de UNICEF sobre los niños con sus miembros amputados que solo tenían agua sucia para beber, y las del médico español que explicaba cómo los niños heridos en los bombardeos morían después porque no podían ser atendidos en el caos y la destrucción. A centenares de niños heridos por los bombardeos se les han tenido que amputar, sin anestesia, brazos o piernas, porque Israel no permite la entrada de suministros médicos a Gaza.

 Muchas escenas quedarán grabadas en nuestra mente para siempre. Los soldados israelíes derribando a un palestino en silla de ruedas que acudía a socorrer a una niña a la que acababan de disparar y que agonizaba en el suelo. El rescatista que rompió a llorar tras sacar de los escombros a una niña. El responsable de la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, que se quebró en medio de una entrevista televisiva al recordar la matanza de la escuela en Saftawi: se cubrió el rostro con las manos y ya no pudo continuar. El niño en la incubadora que acompañaba a la noticia de que treinta y nueve bebés que se encontraban en cuidados intensivos en el hospital Al-Shifa habían muerto por falta de oxígeno, porque el ejército israelí no dejó que llegasen suministros ni ayuda. Las excavadoras israelíes que aplastaron hasta la muerte a los palestinos desplazados mientras dormían frente al hospital gazatí de Kamal Adwan. La niña que sobrevivió a un bombardeo donde murieron sus padres y dos hermanos, Mohammad y Dalia: «Cuando desperté, me di cuenta de que me habían cortado la pierna». Esa niña, Dounia Abu Mohsen, entrevistada el 17 de noviembre de 2023, solo quería que terminase la guerra, que le pusiesen una prótesis para caminar y jugar con sus amigas. Quería ser médico, pero no pudo sobrevivir a un segundo ataque cuando el 17 de diciembre un tanque israelí atacó la maternidad del hospital Naser en Jan Yunis. Netanyahu acompañaba la parca alardeando de los feroces bombardeos de Israel: “Hemos matado ya a miles de terroristas”, calificando así a las víctimas, aunque sabía que la mitad eran niños. May Golan, la ministra israelí para el Avance de la Condición de la mujer, afirmaba que «no le importan los civiles de Gaza»: «A mí no me importa Gaza… En lo que a mí respecta, ¡pueden salir a nadar en el mar! Sólo quiero ver cadáveres de terroristas alrededor de Gaza.» Después, hemos visto a chicas del ejército israelí bailar ante la destrucción de Gaza, hemos contemplado con horror a militares satisfechos que grababan videos con sus teléfonos para compartir con sus amigos, celebrando la matanza, llamando a puertas de casas destruidas en Gaza para burlarse del dolor palestino, haciéndose fotografías y videos con el fondo de la destrucción de barrios enteros y de los gritos de los palestinos bombardeados. Son los militares que han apresado a miles de palestinos y los han concentrado casi desnudos en grandes campos de detención, que han convertido a Gaza en un gigantesco matadero. Al mismo tiempo, en los canales de internet del ejército israelí calificaban a los palestinos de «cucarachas». Después, los soldados israelíes bailaban felices celebrando la matanza en Gaza.

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Sionismo equivale a colonialismo y apartheid

 El ataque del 7 de octubre de Hamás ha sido utilizado por Netanyahu como pretexto para imponer una venganza feroz, pero sus propósitos son hijos de la irresponsable, ciega y delirante política que durante décadas ha impuesto el Estado de Israel, su ejército, policía y servicios secretos, para expulsar a los palestinos y apoderarse de todas sus tierras. Porque fue Israel quien, para debilitar a la OLP, Organización de Liberación de Palestina, apoyó en sus orígenes al islamismo palestino que daría origen a Hamás, el Movimiento de Resistencia Islámico que fundó años después Ahmed Yassin, y que hoy se ha convertido en una de las organizaciones que vertebran la resistencia palestina. Tel-Aviv siguió el ejemplo de Estados Unidos, que apoyó a los siniestros mujahidin en Afganistán, los torvos asesinos que lucharon contra los soldados soviéticos y contra la población que sostenía al gobierno popular afgano, unos guerreros que después se volverían contra las tropas estadounidenses. También lo hizo Ahmed Yassin, que acabaría asesinado por el ejército israelí. Después del 7 de octubre, la propaganda israelí lanzó mentiras que fueron difundidas por los medios de comunicación: desde la supuesta decapitación de bebés hasta la violación masiva de mujeres y la extracción de un feto del útero de su madre. El propio Biden, primero, difundió las noticias falsas sobre la masacre de bebés istraelíes y luego se retractó, forzado por la evidencia, a través de su oficina de prensa. Días después, el presidente estadounidense viajó a Israel para abrazar a Netanyahu, y tuvo el cinismo de declarar que el brutal e inhumano bombardeo de un hospital donde murieron más de quinientas personas fue obra del «otro bando» y no del ejército israelí, cuando todos los testigos y la prensa informaban de lo contrario. Pero no fue un error de Biden, porque el imperialismo estadounidense patrocina siempre la atrocidad israelí: en otras guerras anteriores muchas víctimas murieron de hambre pero ha sido en Gaza donde, además, Estados Unidos y la Unión Europea han apoyado públicamente a los responsables de la hambruna, y Washington ha bloqueado que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobase un alto el fuego en Gaza. Culminando disparates, Nikki Haley, candidata a las primarias republicanas para optar a la presidencia estadounidense, afirmó que detrás del ataque de Hamás del 7 de octubre estaba Putin porque ese día era su cumpleaños. En esa sanguinaria campaña de muerte, Estados Unidos es cómplice de la matanza, como la Unión Europea. Todo lo que Occidente (Estados Unidos y sus aliados de la OTAN) proclamaba, su ética y defensa de los supuestos «valores europeos», de los derechos humanos, de la vida, se ha revelado una gran mentira ante la matanza de Gaza. La defensa de la libertad, la justicia, de la convivencia y la paz, que tantas veces han repetido los dirigentes occidentales se ha convertido en una máscara hipócrita y sangrienta que mira los cadáveres de los niños palestinos revelando una patente falta de humanidad.

 Ahora, Israel se presenta a sí mismo como víctima manipulando el recuerdo de los campos de exterminio nazis, pero carece del derecho a hablar en nombre de los judíos asesinados por el Tercer Reich. Porque Israel no es una víctima sino un Estado colonial, terrorista, que ocupa militarmente la tierra ajena, que persigue, oprime, roba y asesina a la población palestina, que permite que los colonos en Cisjordania organicen pogromos, como los que padecieron los judíos en la Europa de entreguerras. De nada sirvió el pacto de Oslo hace treinta años; de nada, el reconocimiento de Israel por la OLP. De nada, la renuncia a la lucha armada. Los palestinos, convertidos en refugiados en Gaza, en Cisjordania, en Oriente Medio, sus hijos y nietos, ven ahora cómo Israel los expulsa de nuevo, en una limpieza étnica que avergüenza al mundo. ¿En qué momento muchos de los hijos y nietos de los admirables judíos que resistieron al nazismo durante la Segunda Guerra Mundial se convirtieron en esos siniestros sionistas de nuestros días que jalean la muerte palestina?

La población israelí (con pocas excepciones, entre ellas el Partido Comunista de Israel que califica, con rigor, de fascista al gobierno de Netanyahu; los severos y ortodoxos hasidim, y algunos núcleos pacifistas valientes como B’Tselem) clama venganza y apoya los bombardeos y la invasión de Gaza, en una debacle moral cuya vergüenza arrastrará para siempre. Porque la mayoría de los israelíes cierra los ojos al sufrimiento palestino: es capaz de convivir a unos pocos kilómetros del gigantesco campo de concentración de Gaza, de las carreteras cortadas, es capaz de levantar asentamientos ilegales, de apoyar los chek-points, las jaulas por donde deben pasar los palestinos, el robo de tierras, los asesinatos cometidos por colonos y militares, la destrucción de cualquier esperanza. Mientras buena parte de la juventud israelí bailaba, los palestinos seguían encerrados en el infierno. Pero Israel no representa a los judíos, aunque sea por el simple hecho de que la mayoría de judíos no son israelíes; de hecho, no apoyan al Estado terrorista de Israel.

El Estado de Israel lleva setenta y cinco años tratando de ahogar y expulsar a la población palestina, pero no puede evitar que Jerusalén sea el corazón de Palestina; los seis millones de palestinos que siguen viviendo en campos de refugiados en Líbano, Siria, Jordania y otros países tienen derecho a volver a su tierra, los prisioneros deben salir de las cárceles israelíes (eran seis mil presos antes del actual estallido y ahora son más de once mil), y los colonos llegados de otros puntos del planeta deberían volver a sus lugares de origen porque han arrebatado sus casas a los palestinos. Las colonias israelíes deben desmantelarse, entregándolas a la población palestina; Jerusalén debe ser la capital de un Estado palestino y recuperar la libertad. Ante ello, la solución de los dos Estados es inviable porque Israel no quiere aceptarla, y pretende imponer un Estado judío para los suyos en toda la Palestina histórica y tolerar apenas pobres y exiguos enclaves aislados, carcelarios, para los palestinos mientras los empuja para que abandonen su patria. Un solo Estado democrático, laico, en todo el territorio de la Palestina histórica debería ser el objetivo.

Pero Israel tiene otros planes. Con un odio enfermizo, Netanyahu y su sanguinario gobierno quieren expulsar a todos los palestinos de Gaza, de Jerusalén y de Cisjordania, en una deportación forzosa que recuerda los días de la Segunda Guerra Mundial. A sus ministros y militares no les basta saber que cuando terminaba 2023 Israel ya había asesinado en Gaza a más de veintidós mil palestinos, la mayoría niños y mujeres. Su ejército ha destruido las universidades palestinas, los hospitales, mezquitas, iglesias, escuelas, bibliotecas, viviendas, y el desplazamiento forzado, el hambre, la limpieza étnica, deportación, porque la ocupación militar israelí tiene un propósito: expulsar a los palestinos de su tierra, como en 1948. Una nueva Nakba. Centenares de miles de palestinos han tenido que huir, aterrorizados bajo las bombas, hacia el sur de Gaza, sin nada, con la vida en una pequeña mochila, esperando que el mundo ponga fin al genocidio. En los estertores de un mundo que agoniza y tiene las manos manchadas de sangre palestina, Netanyahu y Biden, von der Leyen y Scholz, Macron y Sánchez, Sunak y Meloni, son apenas el negro presagio del futuro que el capitalismo ofrece: un paisaje de explotación, matanzas, de expolios y bombardeos.

Nunca podremos olvidar esas palabras: «Dejadnos volver a Gaza a morir con nuestros hijos». La fragilidad de la vida de los palestinos bajo las bombas y la soledad de quienes han visto morir a los suyos no pueden quedar sepultadas en los escombros de Gaza, porque no hay duda de que los palestinos encarnan ahora mismo la resistencia del mundo. Emily Callahan, una joven enfermera estadounidense que había vuelto del horror sembrado por Israel, lo sabe. El 7 de noviembre, la CNN entrevistó a Emily. Anderson Cooper le preguntó: «¿Volverías a Gaza?», y ella respondió: «En un instante. Mi corazón está en Gaza. El pueblo palestino es el pueblo más increíble que he conocido. Héroes absolutos. Si pudiera tener un poco del coraje que ellos tienen, moriría siendo una persona feliz.»

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Egipto reclama un alto el fuego inmediato en Gaza

 

Egipto reclama un alto el fuego inmediato en Gaza

 

DIARIO OCTUBRE / enero 30, 2024



El presidente de Egipto, Abdel-Fattah El-Sisi, volvió este lunes a reclamar un alto el fuego inmediato en la Franja de Gaza y criticó la dramática situación humanitaria en ese territorio debido a los ataques israelíes.

Durante una conversación telefónica con el canciller alemán, Olaf Scholz, el mandatario detalló los esfuerzos de El Cairo para alcanzar un acuerdo que ponga Fin a la agresión y permita un intercambio de prisioneros entre “Israel” y las milicias palestinas.

El-Sisi enfatizó que estos esfuerzos tienen como objetivo proteger a los civiles en Gaza que están soportando trágicas condiciones humanitarias, detalló en un comunicado el portavoz presidencial egipcio, Ahmed Fahmy.

Al respecto, el jeFe de Estado instó a la comunidad internacional a ejercer presión sobre el vecino país para aplicar las resoluciones pertinentes de Naciones Unidas.

Ambos dignatarios también abordaron los esfuerzos para evitar una mayor expansión del conflicto sobre la región, indicó el vocero.

El-Sisi y Scholz coincidieron en impulsar la solución de dos Estados como base para restaurar la paz, la seguridad y la estabilidad en Oriente Medio.

Este lunes, el mandatario egipcio dialogó sobre el tema con el rey de Jordania, Abdulá II.

Ambos revisaron los esfuerzos en curso para detener los combates en el enclave costero, donde se reporta la muerte de más de 26.000 palestinos y 65.000 heridos desde el 7 de octubre.

Los dos líderes advirtieron sobre la continuación de la escalada militar israelí en Gaza y las crecientes amenazas que representa para la seguridad regional, precisó Fahmy.

Prensa Latina / Al Manar

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