Desde la Cataluña no nacionalista, Salvador
López Arnal saca a la luz algunas paradojas que los resultados electorales del
23-J ponen sobre la mesa, y que afectan de pleno a los grandes olvidados: los
catalanes –que son muchos¬– que no apoyan la secesión.
Página herida
El Viejo Topo
6 septiembre, 2023
Alzo mi voz, con el pesar del hombre que mira la
tragedia de Europa, ante el drama de España, que de desangra en defensa de su
suelo contra el invasor, mientras las democracias la traicionan, con el pesar
del hombre que lucha por la libertad y la cultura.
Salvador Allende, 25/II/1939
O el PSOE tiene claro que tiene que hacer lo que nunca
ha hecho, o no habrá investidura.[1]
Míriam Nogueras (2023)
Sobre la
primera cita (que no es propiamente de nuestro asunto, aunque observen el uso
de España): para recomendarles el último libro de Mario Amorós, Salvador
Allende. Biografía política, semblanza humana, Madrid: Capitan
Swing, 2023.
La segunda: de
traca mayor (y con inclusión en la amnistía de doña Laura Borràs según
cuentan).
Les recuerdo lo
que ustedes ya saben: Jaume Asens es la persona (declaradamente nacionalista)
designada para mediar entre Sumar y Carles Puigdemont y, por extensión, con la
mayoría que siguen llamando “progresista” (¿Junts, PNV, progresistas?). Fue el
abogado que “asesoró a su amigo y entonces consejero Toni Comín [han pasado
recientemente vacaciones juntos] para que saliera de España tras la
proclamación fallida de la república porque se iba a actuar judicialmente
contra el Govern”. Está considerado, así dicen también, “el ideólogo de los
indultos y de la derogación de la sedición y coordina a un grupo de
catedráticos que elabora un informe sobre la amnistía.”1
No les abrumo
con muchas cifras, pero la disminución de votos de las opciones
nacional-secesionistas ha sido de aúpa (¡bien!) en las elecciones del 23J. Su
peor resultado en años, en muchos años. ERC ha obtenido 462.883 votos (874.859
en 2019) y Junts 392.634 (530.225 en 2019). En total (sin sumar el fuerte
decremento de la CUP), 412.000 + 138.000, unos 550.000 votos menos: 14
diputados de los 48 elegidos en Cataluña, algo menos del 30%, en 4ª y 5ª
posición respectivamente. Aunque digan lo contrario, lo llevan diciendo desde
hace más de 40 años, no representan a Cataluña, a la ciudadanía catalana en el
Congreso (representan, si es que representan, la proporción de la ciudadanía
señalada).
¿Qué razones
pueden explicar esta fuerte disminución del voto nacional-secesionista?
Cansancio de algunos ciudadanos nacionalistas (abstencionistas en esta
ocasión), pragmatismo (voto al PSC ante la amenaza PP+VOX), política
“apaciguadora” del gobierno (indultos, anulación de la sedición), enfado por la
que entienden “claudicación” de ERC (sectores próximos a ANC que han seguido la
consigna ultranacionalista) y también, y destacadamente, la meritoria
resistencia (antinacionalista), arriesgada, nada fácil en muchas ocasiones, de
muchos ciudadanos que no comulgan (que no comulgamos) con la cosmovisión y los
sesgados relatos nacionalistas.
Y ahí reside la
paradoja: en el mismo momento en que vivimos un claro retroceso de las fuerzas
nacionalistas (que, por supuesto, no tiene por qué ser definitivo), la
aritmética electoral (con la ley electoral como protagonista) sitúa a Junts
(también a ERC) en posiciones decisivas. Lo hemos visto en la elección de la
presidencia del Parlamento y lo veremos, sea cual sea el resultado (no hay que
descartar completamente nuevas elecciones), en la elección de la presidencia de
gobierno. La amnistía (con la inclusión de Laura Borràs y del Vivales) empieza
a ser un posible político y constitucional. La Constitución,
se dice y repite (por ejemplo, Jaume Asens o Javier Pérez Royo), no la prohíbe.
Y no hay que
extrañarse, por otra parte, de que en las negociaciones con el PSOE y Sumar,
Junts y ERC pretendan volver a una antigua pantalla: en Cataluña mandan ellos
(algo así como durante el largo virreinato pujolista) y su apoyo a la
investidura de Sánchez debe ser bajo el acuerdo implícito que aquí, en .Cat, se
obra y vive según sus normas, sobre todo en asuntos financieros, culturales y
lingüísticos. La diversidad que han reclamado con éxito para el Congreso debe
invertirse en el caso de las instituciones catalanas. Ellos, ellos y solo ellos
(más conversos y mudos políticos). Catalán, catalán y solo catalán, el
castellano es un idioma extranjero. Ni revisión de la mal llamada inmersión
lingüística ni nada por el estilo. La lucha contra las desigualdades en el
archivo de los sueños utópicos. Las clases trabajadoras (poco o nada
patrióticas .Cat) a currar, que es lo suyo.
¿Qué hacer
entonces? ¿Angustiarse, desesperarse? Nada de eso. Más bien lo de siempre.
Organizarse, no desfallecer, no callar, decir lo que pensamos, buscar apoyos,
hacer comunidad y resistir. No queda otra y acaso sea más necesario que nunca.
PS: Les dejo
con una reflexión de interés de Joaquim Coll (El Periódico, 18.08.2023):
“Lo que exige ahora el independentismo es una ley que haga tabla rasa con todas
las causas judiciales que se derivan del ‘procés’. No se conforman con un
perdón a posteriori, vía indultos… Si el independentismo quiere un borrón y
cuenta nueva tendrá que hacer algo para la reconciliación, empezando por pedir
perdón al resto de los catalanes y dejar claro que no lo volverá a hacer. Si la
amnistía es constitucionalmente viable solo puede plantearse como resultado de
un proceso de reconciliación entre todas las partes, y no como un chantaje a
cambio de la Moncloa mientras Puigdemont y los suyos siguen hablando del
‘mandato del 1-O’.”
[1] https://elpais.com/espana/catalunya/2023-08-27/jaume-asens-la-ley-de-enjuiciamiento-criminal-preve-la-amnistia-es-constitucional.html
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