jueves, 5 de marzo de 2020

MIEMBROS DEL FRENTE OBRERO LE HACEN A PABLO IGLESIAS LO QUE ESTE HACÍA HACE UNOS AÑOS



Frente Obrero: ¿Qué hay detrás del grupo que ha realizado un escrache a Pablo Iglesias?

Esta organización también realizó un acto contra Íñigo Errejón, así como pintadas a los principales partidos del arco parlamentario

ELPLURAL.COM
Miércoles, 4 de marzo de 2020 



Frente Obrero durante una manifestación. Twitter 

Este miércoles Pablo Iglesias ha sufrido un escrache realizado por jóvenes del partido político Frente Obrero. Durante una intervención del vicepresidente segundo del Gobierno en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, donde el dirigente impartía clase antes de dar el salto a la política, los protestantes han entrado en el salón de actos y han interrumpido la conferencia 'Reaccionarismo y fascismo en el siglo XXI' al grito de “fuera vende obreros de la facultad”.

Una organización que persigue “reconstruir el movimiento obrero en España, la izquierda obrera, para luchar por una República Popular y Federal que sea la garantía de recuperar la soberanía nacional española y de asegurar un futuro de conquistas para los trabajadores”. Así es como ellos se definen en su página web, aunque la relevancia pública, más allá de su contenido programático -derrocamiento de la monarquía, salida de la UE y de la OTAN, establecimiento de una república federal, amnistía para los presos políticos, favorecimiento del derecho de autodeterminación…-, han encontrado relevancia mediática a través de los escraches o las pintadas realizadas en sedes de los principales partidos del arco parlamentario.

Especialmente críticos han sido con las formaciones de izquierdas. Bajo consignas como “contra nuestra traición, nuestra organización”, Frente Obrero marcaba agrupaciones del PSOE, Podemos, Ciudadanos y el Partido Popular hace apenas un año, días antes de la celebración de las elecciones nacionales del 28 de abril.

Antes de ello, en febrero de 2019 realizaron un escrache al fundador de Podemos y otrora número dos de Pablo Iglesias, Íñigo Errejón. Cuando el actual líder de Más País realizaba un acto público en el barrio de Hortaleza: “Los obreros votan a Vox por algo”, llegaron a gritarle durante su intervención.

Pero esta no fue la única manifestación pública que Errejón escuchó: “Además de poner carril bici, huertos y gilipolleces, la vida de los trabajadores no ha cambiado nada”, le espetaron, calificándolo de “traidor” y prosiguiendo en su crítica: “Os dedicáis a poner parches a un sistema que no se puede parchear, no vais a la raíz del problema y habéis dejado a los trabajadores. La culpa de que haya partidos fascistas es vuestra”.

Ramificación del Partido Marxista – Leninista

Frente Obrero es una integración de varias “organizaciones sociales, revolucionarias y sindicales”. El gran núcleo de su militancia activa forma marte del Partido Marxista-Leninista, especialmente crítica con la deriva adoptada por Unidas Podemos en los últimos años.

De hecho, en su estatuto fundacional recogen la idea de que únicamente hay una lucha verdadera, que debe ser defendida “sólo mediante una lucha revolucionaria sin cuartel”. Un manifiesto dirigido a aquellos que “apuesten por algo que rompa con la decadencia actual de la izquierda progresista y acomplejada”.

“Queda claro que IU y Podemos son partícipes y garantes del circo político para engañar a los obreros, son culpables de mantener la explotación que sufre nuestra clase, son un parche para mantener la situación existente, no son parte del cambio, de la transformación necesaria de nuestra sociedad”, han llegado a manifestar, arremetiendo contra Pablo Iglesias y su núcleo duro.

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LOS DE PENSAMIENTO CORTITO Y VIOLENCIA DE SOLERA LARGA, LOS FASCISTAS: SIMPLICIDAD MENTAL Y UNILATERALIDAD, PRETENDEN BORRAR, POBRETES MÍOS, LA FECUNDIDAD DEL PENSAMIENTO MARXISTA



«Comunistas» subiéndose al carro de moda: el feminismo; Equipo de Bitácora (M-L), 2020.
 
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febrero 28, 2020




El feminismo lo ha inundado todo, hasta el punto que en la cultura vemos aparecer grupos de música feministas de distintos géneros musicales como ya comentamos en otros documentos. La irrupción de nuevas tribus urbanas y géneros musicales ha sido absorbida por el feminismo, o mejor dicho se ha creado una simbiosis:

«Cuando no se puede ejercer la represión como años atrás, aunque de vez en cuando lo hacen o directamente se cree que es mejor utilizar otros medios, ofertan condiciones más alienantes de control y han creado esta forma de tribus, fácilmente controlables porque sus actos son consumistas y rara vez piensan, hemos llegado a un punto en que la incultura es un valor. Estos impresentables ignoran que no existe mayor radicalidad que en la cultura, ¿por qué se creerán que existen ellos sino como producto del sistema? (Risas) En la juventud hay una predominancia por lo lumpen. En el caso de muchas bandas de música «feministas» también he visto que caen en esto. Algunas son un bodrio, artísticamente hablando, pero encima copian a la perfección al machista que las agrede en su vocabulario y gestos. En cuanto la parafernalia de sus adornos y maquillajes son los que dictaminan el mercado al que dicen odiar… y si encima añades que algunas de estas feministas se denominan también como «comunistas» … menos mal que los clásicos no las pueden ver, se preguntarían ¿en qué nos hemos equivocado? (Risas) Son lumpen, la consecuencia del sistema, o, mejor dicho: de cuando el sistema hace las cosas muy bien como para engañarlos con movimientos «anticontestatarios» y «antisistema» tan poco lesivos para el sistema como los movimientos de los 60 que todos tenemos en mente». (Comentarios y reflexiones de José Luis López Omedes a Bitácora (M-L), 2019)

Pese a todo, ahora está de moda eso de presentar un «feminismo marxista», como dicen muchos tinglados revisionistas en España:

«Es el momento de que el feminismo recupere la tradición de lucha que hace décadas perdió, alejándose de posiciones interclasistas, integrándolo en la lucha de clases e intrínsecamente ligado a la emancipación del proletariado». (Reconstrucción Comunista; 8 de marzo: por un feminismo de clase y combativo, 2013)

Algo que han venido haciendo con su eslogan revisionista «¡Por un feminismo de clase!». Un eslogan que a su vez es copiado del brézhnevista PCPE que proclama «¡Por un feminismo de clase y combativo»!

«Por todo ello, y entendiendo el feminismo de clase como una parte orgánica integrante del resto de movimiento obrero». (Partido Comunista de los Pueblos de España; Qué diferencia al feminismo de clase del feminismo burgués, 13 de noviembre de 2013) 

De nuevo una vez más nos encontramos con la falsedad histórica del llamado «feminismo marxista», diciendo que «los comunistas necesitan el feminismo» como si los comunistas no tuviesen una postura propia en la cuestión de género o directamente manipulando la historia diciendo que «los comunistas siempre han sido feministas» cuando salta a la vista histórica que los comunistas siempre han estado en contra de las explicaciones idealistas del feminismo sobre la cuestión de género.

Y la tesis absurda y antimarxista de que siempre ha habido un «feminismo proletario» y un «feminismo burgués», lo cierto es que terminológicamente hablando, y haciendo honor a la propia historia, el feminismo siempre ha sido un movimiento eminentemente burgués por mucho que los revisionistas nos quieran rescribir la historia para ganar votos y simpatías entre los círculos feministas:

«¿Cuál es el objetivo de las feministas burguesas? Conseguir las mismas ventajas, el mismo poder, los mismos derechos en la sociedad capitalista que poseen ahora sus maridos, padres y hermanos. ¿Cuál es el objetivo de las obreras socialistas? Abolir todo tipo de privilegios que deriven del nacimiento o de la riqueza. A la mujer obrera le es indiferente si su patrón es hombre o mujer.

Las feministas burguesas demandan la igualdad de derechos siempre y en cualquier lugar. Las mujeres trabajadoras responden: demandamos derechos para todos los ciudadanos, hombres y mujeres, pero nosotras no sólo somos mujeres y trabajadoras, también somos madres. Y como madres, como mujeres que tendremos hijos en el futuro, demandamos un cuidado especial del gobierno, protección especial del Estado y de la sociedad.

Las feministas burguesas están luchando para conseguir derechos políticos: también aquí nuestros caminos se separan: para las mujeres burguesas, los derechos políticos son simplemente un medio para conseguir sus objetivos más cómodamente y más seguramente en este mundo basado en la explotación de los trabajadores. Para las mujeres obreras, los derechos políticos son un paso en el camino empedrado y difícil que lleva al deseado reino del trabajo.

Los caminos seguidos por las mujeres trabajadoras y las sufragistas burguesas se han separado hace tiempo. Hay una gran diferencia entre sus objetivos. Hay también una gran contradicción entre los intereses de una mujer obrera y las damas propietarias, entre la sirvienta y su señora». (Aleksandra Kolontái; El Día de la Mujer, 1913)

Clara Zetkin diría sobre esto mismo:

«El comunismo, el gran emancipador del sexo femenino, no puede ser solamente el resultado de la lucha común de las mujeres de todas las clases por la reforma del sistema burgués en la dirección indicada por las reivindicaciones feministas, no puede ser solamente el resultado de una lucha contra la posición social privilegiada del sexo masculino. El comunismo sólo y únicamente puede ser realizado mediante la lucha común de las mujeres y hombres del proletariado explotado contra los privilegios, el poder de los hombres y mujeres de las clases poseedoras y explotadoras». (Clara Zetkin; Directrices para el movimiento comunista femenino, 1920)

Salvo que seas un idealista y manipulador histórico no le puedes pedir al feminismo que se abstraiga de su visión de clase burguesa y que luche por el socialismo:

«En sus demandas de igualdad política nuestras feministas son como sus hermanas extranjeras, los amplios horizontes abiertos por el aprendizaje socialdemócrata permanecen ajenos e incomprensibles para ellas. Las feministas buscan la igualdad en el marco de la sociedad de clases existente, de ninguna manera atacan la base de esta sociedad. Luchan por privilegios para ellas mismas, sin poner en entredicho las prerrogativas y privilegios existentes. No acusamos a las representantes del movimiento de mujeres burgués de no entender el asunto, su visión de las cosas mana inevitablemente de su posición de clase (…) A pesar de lo aparentemente radical de las demandas de las feministas, uno no debe perder de vista el hecho de que las feministas no pueden, en razón de su posición de clase, luchar por aquella transformación fundamental de la estructura económica y social contemporánea de la sociedad sin la cual la liberación de las mujeres no puede completarse». (Aleksandra Kolontái; Los fundamentos sociales de la cuestión femenina, 1907)

Es más, incluso las figuras feministas que han tenido alguna simpatía por el proletariado, sino adoptan el marxismo, acaban naufragando en propuestas «parche», reformistas, irreales para los problemas verdaderos de los trabajadores:

«Las feministas declaran estar del lado de la reforma social, y algunas de ellas incluso dicen estar a favor del socialismo –en un futuro lejano, por supuesto– pero no tienen la intención de luchar entre las filas de la clase obrera para conseguir estos objetivos. Las mejores de ellas creen, con ingenua sinceridad, que una vez que los asientos de los diputados estén a su alcance serán capaces de curar las llagas sociales que se han formado, en su opinión, debido a que los hombres, con su egoísmo inherente, han sido los dueños de la situación. A pesar de las buenas intenciones de grupos individuales de feministas hacia el proletariado, siempre que se ha planteado la cuestión de la lucha de clases han dejado el campo de batalla con temor. Reconocen que no quieren interferir en causas ajenas, y prefieren retirarse a su liberalismo burgués que les es tan cómodamente familiar». (Aleksandra Kolontái; Los fundamentos sociales de la cuestión femenina, 1907)
Pero claro, si eres un oportunista político, por supuesto que puedes proclamar que hasta los movimientos feministas luchan en pro del socialismo, ¿no existe gente que proclama que hasta el Papa lo hace? ¿Dónde está el límite? Pues depende de la graduación de las lentes revisionistas que uses.

Como decía Kolontái, una de las mayores luchadoras de los derechos de la mujer: el feminismo poco ha hecho históricamente por los derechos de la mujer –o mejor dicho de los derechos de las mujeres trabajadoras–, y esto tiene su razón económica histórica:

«Las mujeres de la burguesía se encontraron, desde el primer momento, con una dura resistencia por parte de los hombres. Se libró una batalla tenaz entre los hombres profesionales, apegados a sus «pequeños y cómodos puestos de trabajo», y las mujeres que eran novatas en el asunto de ganarse su pan diario. Esta lucha dio lugar al «feminismo»: el intento de las mujeres burguesas de permanecer unidas y medir su fuerza común contra el enemigo, contra los hombres. Cuando estas mujeres entraron en el mundo laboral se referían a sí mismas con orgullo como la «vanguardia del movimiento de las mujeres». Se olvidaron de que en este asunto de la conquista de la independencia económica, como en otros ámbitos, fueron recorriendo los pasos de sus hermanas menores y recogiendo los frutos de los esfuerzos de sus manos llenas de ampollas.

Entonces, ¿es realmente posible hablar de las feministas como las pioneras en el camino hacia el trabajo de las mujeres, cuando en cada país cientos de miles de mujeres proletarias habían inundado las fábricas y los talleres, apoderándose de una rama de la industria tras otra, antes de que el movimiento de las mujeres burguesas ni siquiera hubiera nacido? Sólo gracias al reconocimiento del trabajo de las mujeres trabajadoras en el mercado mundial las mujeres burguesas han podido ocupar la posición independiente en la sociedad de la que las feministas se enorgullecen tanto.

Nos resulta difícil señalar un solo hecho en la historia de la lucha de las mujeres proletarias por mejorar sus condiciones materiales en el que el movimiento feminista, en general, haya contribuido significativamente. Cualquiera que sea lo que las mujeres proletarias hayan conseguido para mejorar sus niveles de vida es el resultado de los esfuerzos de la clase trabajadora en general, y de ellas mismas en particular. La historia de la lucha de las mujeres trabajadoras por mejorar sus condiciones laborales y por una vida más digna es la historia de la lucha del proletariado por su liberación». (Aleksandra Kolontái; Los fundamentos sociales de la cuestión femenina, 1907)

El marxismo por tanto siempre ha estado en contra del feminismo por sus consignas sexistas y enfocadas a la autosatisfacción de un núcleo reducido de la población –las burguesas–:

«Las feministas buscan la igualdad en el marco de la sociedad de clases existente, de ninguna manera atacan la base de esta sociedad. Luchan por privilegios para ellas mismas, sin poner en entredicho las prerrogativas y privilegios existentes. No acusamos a las representantes del movimiento de mujeres burgués de no entender el asunto, su visión de las cosas mana inevitablemente de su posición de clase. (…) Las feministas ven a los hombres como el principal enemigo, por los hombres que se han apropiado injustamente de todos los derechos y privilegios para sí mismos, dejando a las mujeres solamente cadenas y obligaciones. Para ellas, la victoria se gana cuando un privilegio que antes disfrutaba exclusivamente el sexo masculino se concede al «sexo débil». Las mujeres trabajadoras tienen una postura diferente. Ellas no ven a los hombres como el enemigo y el opresor, por el contrario, piensan en los hombres como sus compañeros, que comparten con ellas la monotonía de la rutina diaria y luchan con ellas por un futuro mejor. La mujer y su compañero masculino son esclavizados por las mismas condiciones sociales, las mismas odiadas cadenas del capitalismo oprimen su voluntad y les privan de los placeres y encantos de la vida. (…) Observad cómo la literatura feminista es rica en búsquedas de nuevos estilos de unión del hombre y la mujer y de audaces esfuerzos encaminados a la «igualdad moral» entre los sexos. ¿No es cierto que, mientras en el terreno de la liberación económica las burguesas se sitúan en la cola del ejército de millones de proletarias que allanan la senda a la «mujer nueva», en la lucha por resolver el problema de la familia los reconocimientos son para las feministas?». (Aleksandra Kolontái; Los fundamentos sociales de la cuestión femenina, 1907)

Otra autora marxista proclamaría en semejante tono crítico:

«En la praxis, la realización de las reivindicaciones feministas conduce esencialmente a una modificación del sistema capitalista en favor de las mujeres y las adolescentes de las clases poseedoras, mientras la abrumadora mayoría de proletarias, de las mujeres del pueblo trabajador, se ven tan expuestas como antes, en su calidad de oprimidas y explotadas, a que se manipule su personalidad y a que se menosprecien sus derechos y de sus intereses». (Clara Zetkin; Directrices para el movimiento comunista femenino, 1920)
¿Cuál es la postura del marxismo frente a la cuestión de género? ¿Y versus el movimiento feminista?:

«No cabe duda de que existe una cuestión femenina. Pero para nosotros, que somos agraciados de contarnos entre la clase obrera, bien por nacer entre sus filas o por trabajar para su causa, está claro que el asunto pertenece a la cuestión general del movimiento obrero. Podemos comprender y simpatizar –e incluso ayudar cuando fuese necesario– con el movimiento de las mujeres de clase media-alta en pos de los derechos más básicos para la mujer, pues estos derechos beneficiarán asimismo a la mujer trabajadora. Lo he dicho claramente: ayudar cuando fuese necesario. ¿No nos enseña el «Manifiesto Comunista» que es nuestro deber apoyar cualquier movimiento progresista que beneficie de uno u otro modo a la causa del proletariado, pese a que este movimiento no sea el nuestro? Si cada una de las demandas de estas mujeres se cumpliese hoy, nosotras las mujeres trabajadoras seguiríamos donde estamos hoy día: trabajando largas horas por unos salarios ignominiosos bajo condiciones deplorables. Seguiríamos hundidas en la única decisión entre la prostitución y la hambruna. Si se cumpliesen hoy todas esas demandas [de las feministas] sería aún más claro que nunca que las mujeres trabajadoras encontrarían en las mejores de estas mujeres [feministas] a su peor enemigo; que tendrían que luchar contra éstas tan arduamente como sus hermanos de clase contra los capitalistas. (…) Para nosotros ya no se trata de una «cuestión femenina» tomada desde el punto de vista burgués, así como no existe una «cuestión masculina». Allí donde las mujeres burguesas demandan derechos que nos son de ayuda también a las mujeres proletarias, lucharemos junto a ellas, del mismo modo que los hombres proletarios no rechazaron el derecho a voto porque proviniese de la clase burguesa. Nosotras no rechazaremos ninguna ventaja, pese a que se haya conseguido por y para las mujeres burguesas y, queriendo o no, nos haya beneficiado también a nosotras. Aceptamos estas ventajas como armas, armas que nos capacitan para luchar mejor de la mano de los hombres de nuestra clase. No somos mujeres en lucha contra los hombres, sino el proletariado en lucha contra sus explotadores». (Eleanor Marx; Sindicatos de mujeres en Inglaterra, 1892)


Esto algunos oportunistas lo interpretan con el ser simpáticos y condescendientes con las teorías y prácticas del feminismo, acabar absorbidos totalmente por ellas como ocurre con organizaciones como Podemos y algunos grandes y pequeños partidos revisionistas.

Todos los clásicos del marxismo ya nos advirtieron sobre el llamado feminismo y algunas de sus corrientes que se aventuran a hablar de todo menos del origen real de esa desigualdad manifiesta entre el hombre y la mujer en la sociedad dividida en clases sociales:

«Hace más de un siglo, Marx y Engels, los grandes maestros y líderes del proletariado mundial, definieron científicamente las causas reales de la desigualdad entre el hombre y la mujer. Demostraron que la esclavización de la mujer por el hombre no procedía de factores fisiológicos o físicos, sino de la naturaleza del orden explotador, del establecimiento de la propiedad privada sobre los medios de producción. Desde entonces, la lucha de las mujeres progresistas por la liberación y la emancipación comenzó a dar sus primeros pasos seguros y a asumir proporciones mayores, hasta crecer y fortalecerse lo suficiente como para transformarse en una inquietante preocupación de las sociedades con clases antagónicas. Engels ha indicado de manera genial que el nacimiento de la propiedad privada y la institucionalización de la herencia constituyen las premisas económicas fundamentales de la monogamia en la que la mujer está completamente sometida al hombre. Los teóricos burgueses y revisionistas silencian deliberadamente la causa real de los antagonismos entre el hombre y la mujer, esto es, la propiedad privada, y avivan las llamas de la lucha entre sexos. Reducir la lucha de la mujer por su emancipación a los límites de la lucha exclusivamente dentro de la familia significa divorciarla de la gran causa del proletariado, que busca abolir la propiedad privada capitalista, la fuente de todos los males y de todo tipo de desigualdad». (Partido del Trabajo de Albania; La mujer albanesa una gran fuerza de nuestra revolución, 1978)

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