«Comunistas» subiéndose al carro de moda: el
feminismo; Equipo de Bitácora (M-L), 2020.
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febrero 28, 2020
El feminismo lo
ha inundado todo, hasta el punto que en la cultura vemos aparecer grupos de
música feministas de distintos géneros musicales como ya comentamos en otros
documentos. La irrupción de nuevas tribus urbanas y géneros musicales ha sido
absorbida por el feminismo, o mejor dicho se ha creado una simbiosis:
«Cuando no se
puede ejercer la represión como años atrás, aunque de vez en cuando lo hacen o
directamente se cree que es mejor utilizar otros medios, ofertan condiciones
más alienantes de control y han creado esta forma de tribus, fácilmente
controlables porque sus actos son consumistas y rara vez piensan, hemos llegado
a un punto en que la incultura es un valor. Estos impresentables ignoran que no
existe mayor radicalidad que en la cultura, ¿por qué se creerán que existen
ellos sino como producto del sistema? (Risas) En la juventud hay una
predominancia por lo lumpen. En el caso de muchas bandas de música «feministas»
también he visto que caen en esto. Algunas son un bodrio, artísticamente
hablando, pero encima copian a la perfección al machista que las agrede en su
vocabulario y gestos. En cuanto la parafernalia de sus adornos y maquillajes
son los que dictaminan el mercado al que dicen odiar… y si encima añades que
algunas de estas feministas se denominan también como «comunistas» … menos mal
que los clásicos no las pueden ver, se preguntarían ¿en qué nos hemos
equivocado? (Risas) Son lumpen, la consecuencia del sistema, o, mejor dicho: de
cuando el sistema hace las cosas muy bien como para engañarlos con movimientos
«anticontestatarios» y «antisistema» tan poco lesivos para el sistema como los
movimientos de los 60 que todos tenemos en mente». (Comentarios y reflexiones
de José Luis López Omedes a Bitácora (M-L), 2019)
Pese a todo,
ahora está de moda eso de presentar un «feminismo marxista», como dicen muchos
tinglados revisionistas en España:
«Es el momento
de que el feminismo recupere la tradición de lucha que hace décadas perdió,
alejándose de posiciones interclasistas, integrándolo en la lucha de clases e
intrínsecamente ligado a la emancipación del proletariado». (Reconstrucción
Comunista; 8 de marzo: por un feminismo de clase y combativo, 2013)
Algo que han
venido haciendo con su eslogan revisionista «¡Por un feminismo de clase!». Un
eslogan que a su vez es copiado del brézhnevista PCPE que proclama «¡Por un
feminismo de clase y combativo»!
«Por todo ello,
y entendiendo el feminismo de clase como una parte orgánica integrante del
resto de movimiento obrero». (Partido Comunista de los Pueblos de España; Qué
diferencia al feminismo de clase del feminismo burgués, 13 de noviembre de
2013)
De nuevo una
vez más nos encontramos con la falsedad histórica del llamado «feminismo
marxista», diciendo que «los comunistas necesitan el feminismo» como si los comunistas
no tuviesen una postura propia en la cuestión de género o directamente
manipulando la historia diciendo que «los comunistas siempre han sido
feministas» cuando salta a la vista histórica que los comunistas siempre han
estado en contra de las explicaciones idealistas del feminismo sobre la
cuestión de género.
Y la tesis
absurda y antimarxista de que siempre ha habido un «feminismo proletario» y un
«feminismo burgués», lo cierto es que terminológicamente hablando, y haciendo
honor a la propia historia, el feminismo siempre ha sido un movimiento
eminentemente burgués por mucho que los revisionistas nos quieran rescribir la
historia para ganar votos y simpatías entre los círculos feministas:
«¿Cuál es el
objetivo de las feministas burguesas? Conseguir las mismas ventajas, el mismo
poder, los mismos derechos en la sociedad capitalista que poseen ahora sus
maridos, padres y hermanos. ¿Cuál es el objetivo de las obreras socialistas?
Abolir todo tipo de privilegios que deriven del nacimiento o de la riqueza. A
la mujer obrera le es indiferente si su patrón es hombre o mujer.
Las feministas
burguesas demandan la igualdad de derechos siempre y en cualquier lugar. Las
mujeres trabajadoras responden: demandamos derechos para todos los ciudadanos,
hombres y mujeres, pero nosotras no sólo somos mujeres y trabajadoras, también
somos madres. Y como madres, como mujeres que tendremos hijos en el futuro,
demandamos un cuidado especial del gobierno, protección especial del Estado y
de la sociedad.
Las feministas
burguesas están luchando para conseguir derechos políticos: también aquí
nuestros caminos se separan: para las mujeres burguesas, los derechos políticos
son simplemente un medio para conseguir sus objetivos más cómodamente y más
seguramente en este mundo basado en la explotación de los trabajadores. Para
las mujeres obreras, los derechos políticos son un paso en el camino empedrado
y difícil que lleva al deseado reino del trabajo.
Los caminos
seguidos por las mujeres trabajadoras y las sufragistas burguesas se han separado
hace tiempo. Hay una gran diferencia entre sus objetivos. Hay también una gran
contradicción entre los intereses de una mujer obrera y las damas propietarias,
entre la sirvienta y su señora». (Aleksandra Kolontái; El Día de la Mujer,
1913)
Clara Zetkin diría sobre esto mismo:
«El comunismo, el gran emancipador del sexo femenino, no puede ser solamente el resultado de la lucha común de las mujeres de todas las clases por la reforma del sistema burgués en la dirección indicada por las reivindicaciones feministas, no puede ser solamente el resultado de una lucha contra la posición social privilegiada del sexo masculino. El comunismo sólo y únicamente puede ser realizado mediante la lucha común de las mujeres y hombres del proletariado explotado contra los privilegios, el poder de los hombres y mujeres de las clases poseedoras y explotadoras». (Clara Zetkin; Directrices para el movimiento comunista femenino, 1920)
Clara Zetkin diría sobre esto mismo:
«El comunismo, el gran emancipador del sexo femenino, no puede ser solamente el resultado de la lucha común de las mujeres de todas las clases por la reforma del sistema burgués en la dirección indicada por las reivindicaciones feministas, no puede ser solamente el resultado de una lucha contra la posición social privilegiada del sexo masculino. El comunismo sólo y únicamente puede ser realizado mediante la lucha común de las mujeres y hombres del proletariado explotado contra los privilegios, el poder de los hombres y mujeres de las clases poseedoras y explotadoras». (Clara Zetkin; Directrices para el movimiento comunista femenino, 1920)
Salvo que seas
un idealista y manipulador histórico no le puedes pedir al feminismo que se
abstraiga de su visión de clase burguesa y que luche por el socialismo:
«En sus
demandas de igualdad política nuestras feministas son como sus hermanas
extranjeras, los amplios horizontes abiertos por el aprendizaje socialdemócrata
permanecen ajenos e incomprensibles para ellas. Las feministas buscan la
igualdad en el marco de la sociedad de clases existente, de ninguna manera
atacan la base de esta sociedad. Luchan por privilegios para ellas mismas, sin
poner en entredicho las prerrogativas y privilegios existentes. No acusamos a
las representantes del movimiento de mujeres burgués de no entender el asunto,
su visión de las cosas mana inevitablemente de su posición de clase (…) A pesar
de lo aparentemente radical de las demandas de las feministas, uno no debe
perder de vista el hecho de que las feministas no pueden, en razón de su
posición de clase, luchar por aquella transformación fundamental de la
estructura económica y social contemporánea de la sociedad sin la cual la
liberación de las mujeres no puede completarse». (Aleksandra Kolontái; Los
fundamentos sociales de la cuestión femenina, 1907)
Es más, incluso
las figuras feministas que han tenido alguna simpatía por el proletariado, sino
adoptan el marxismo, acaban naufragando en propuestas «parche», reformistas,
irreales para los problemas verdaderos de los trabajadores:
«Las feministas
declaran estar del lado de la reforma social, y algunas de ellas incluso dicen
estar a favor del socialismo –en un futuro lejano, por supuesto– pero no tienen
la intención de luchar entre las filas de la clase obrera para conseguir estos
objetivos. Las mejores de ellas creen, con ingenua sinceridad, que una vez que
los asientos de los diputados estén a su alcance serán capaces de curar las
llagas sociales que se han formado, en su opinión, debido a que los hombres,
con su egoísmo inherente, han sido los dueños de la situación. A pesar de las
buenas intenciones de grupos individuales de feministas hacia el proletariado,
siempre que se ha planteado la cuestión de la lucha de clases han dejado el
campo de batalla con temor. Reconocen que no quieren interferir en causas
ajenas, y prefieren retirarse a su liberalismo burgués que les es tan
cómodamente familiar». (Aleksandra Kolontái; Los fundamentos sociales de la
cuestión femenina, 1907)
Pero claro, si
eres un oportunista político, por supuesto que puedes proclamar que hasta los
movimientos feministas luchan en pro del socialismo, ¿no existe gente que
proclama que hasta el Papa lo hace? ¿Dónde está el límite? Pues depende de la graduación
de las lentes revisionistas que uses.
Como decía
Kolontái, una de las mayores luchadoras de los derechos de la mujer: el
feminismo poco ha hecho históricamente por los derechos de la mujer –o mejor
dicho de los derechos de las mujeres trabajadoras–, y esto tiene su razón
económica histórica:
«Las mujeres de
la burguesía se encontraron, desde el primer momento, con una dura resistencia
por parte de los hombres. Se libró una batalla tenaz entre los hombres
profesionales, apegados a sus «pequeños y cómodos puestos de trabajo», y las
mujeres que eran novatas en el asunto de ganarse su pan diario. Esta lucha dio
lugar al «feminismo»: el intento de las mujeres burguesas de permanecer unidas
y medir su fuerza común contra el enemigo, contra los hombres. Cuando estas
mujeres entraron en el mundo laboral se referían a sí mismas con orgullo como
la «vanguardia del movimiento de las mujeres». Se olvidaron de que en este
asunto de la conquista de la independencia económica, como en otros ámbitos, fueron
recorriendo los pasos de sus hermanas menores y recogiendo los frutos de los
esfuerzos de sus manos llenas de ampollas.
Entonces, ¿es
realmente posible hablar de las feministas como las pioneras en el camino hacia
el trabajo de las mujeres, cuando en cada país cientos de miles de mujeres
proletarias habían inundado las fábricas y los talleres, apoderándose de una
rama de la industria tras otra, antes de que el movimiento de las mujeres
burguesas ni siquiera hubiera nacido? Sólo gracias al reconocimiento del
trabajo de las mujeres trabajadoras en el mercado mundial las mujeres burguesas
han podido ocupar la posición independiente en la sociedad de la que las
feministas se enorgullecen tanto.
Nos resulta
difícil señalar un solo hecho en la historia de la lucha de las mujeres
proletarias por mejorar sus condiciones materiales en el que el movimiento
feminista, en general, haya contribuido significativamente. Cualquiera que sea
lo que las mujeres proletarias hayan conseguido para mejorar sus niveles de vida
es el resultado de los esfuerzos de la clase trabajadora en general, y de ellas
mismas en particular. La historia de la lucha de las mujeres trabajadoras por
mejorar sus condiciones laborales y por una vida más digna es la historia de la
lucha del proletariado por su liberación». (Aleksandra Kolontái; Los
fundamentos sociales de la cuestión femenina, 1907)
El marxismo por
tanto siempre ha estado en contra del feminismo por sus consignas sexistas y
enfocadas a la autosatisfacción de un núcleo reducido de la población –las
burguesas–:
«Las feministas
buscan la igualdad en el marco de la sociedad de clases existente, de ninguna
manera atacan la base de esta sociedad. Luchan por privilegios para ellas
mismas, sin poner en entredicho las prerrogativas y privilegios existentes. No
acusamos a las representantes del movimiento de mujeres burgués de no entender
el asunto, su visión de las cosas mana inevitablemente de su posición de clase.
(…) Las feministas ven a los hombres como el principal enemigo, por los hombres
que se han apropiado injustamente de todos los derechos y privilegios para sí
mismos, dejando a las mujeres solamente cadenas y obligaciones. Para ellas, la
victoria se gana cuando un privilegio que antes disfrutaba exclusivamente el
sexo masculino se concede al «sexo débil». Las mujeres trabajadoras tienen una
postura diferente. Ellas no ven a los hombres como el enemigo y el opresor, por
el contrario, piensan en los hombres como sus compañeros, que comparten con
ellas la monotonía de la rutina diaria y luchan con ellas por un futuro mejor.
La mujer y su compañero masculino son esclavizados por las mismas condiciones
sociales, las mismas odiadas cadenas del capitalismo oprimen su voluntad y les
privan de los placeres y encantos de la vida. (…) Observad cómo la literatura
feminista es rica en búsquedas de nuevos estilos de unión del hombre y la mujer
y de audaces esfuerzos encaminados a la «igualdad moral» entre los sexos. ¿No
es cierto que, mientras en el terreno de la liberación económica las burguesas
se sitúan en la cola del ejército de millones de proletarias que allanan la
senda a la «mujer nueva», en la lucha por resolver el problema de la familia
los reconocimientos son para las feministas?». (Aleksandra Kolontái; Los
fundamentos sociales de la cuestión femenina, 1907)
Otra autora
marxista proclamaría en semejante tono crítico:
«En la praxis, la realización de las reivindicaciones feministas conduce esencialmente a una modificación del sistema capitalista en favor de las mujeres y las adolescentes de las clases poseedoras, mientras la abrumadora mayoría de proletarias, de las mujeres del pueblo trabajador, se ven tan expuestas como antes, en su calidad de oprimidas y explotadas, a que se manipule su personalidad y a que se menosprecien sus derechos y de sus intereses». (Clara Zetkin; Directrices para el movimiento comunista femenino, 1920)
«En la praxis, la realización de las reivindicaciones feministas conduce esencialmente a una modificación del sistema capitalista en favor de las mujeres y las adolescentes de las clases poseedoras, mientras la abrumadora mayoría de proletarias, de las mujeres del pueblo trabajador, se ven tan expuestas como antes, en su calidad de oprimidas y explotadas, a que se manipule su personalidad y a que se menosprecien sus derechos y de sus intereses». (Clara Zetkin; Directrices para el movimiento comunista femenino, 1920)
¿Cuál es la
postura del marxismo frente a la cuestión de género? ¿Y versus el movimiento
feminista?:
«No cabe duda de que existe una cuestión femenina. Pero para nosotros, que somos agraciados de contarnos entre la clase obrera, bien por nacer entre sus filas o por trabajar para su causa, está claro que el asunto pertenece a la cuestión general del movimiento obrero. Podemos comprender y simpatizar –e incluso ayudar cuando fuese necesario– con el movimiento de las mujeres de clase media-alta en pos de los derechos más básicos para la mujer, pues estos derechos beneficiarán asimismo a la mujer trabajadora. Lo he dicho claramente: ayudar cuando fuese necesario. ¿No nos enseña el «Manifiesto Comunista» que es nuestro deber apoyar cualquier movimiento progresista que beneficie de uno u otro modo a la causa del proletariado, pese a que este movimiento no sea el nuestro? Si cada una de las demandas de estas mujeres se cumpliese hoy, nosotras las mujeres trabajadoras seguiríamos donde estamos hoy día: trabajando largas horas por unos salarios ignominiosos bajo condiciones deplorables. Seguiríamos hundidas en la única decisión entre la prostitución y la hambruna. Si se cumpliesen hoy todas esas demandas [de las feministas] sería aún más claro que nunca que las mujeres trabajadoras encontrarían en las mejores de estas mujeres [feministas] a su peor enemigo; que tendrían que luchar contra éstas tan arduamente como sus hermanos de clase contra los capitalistas. (…) Para nosotros ya no se trata de una «cuestión femenina» tomada desde el punto de vista burgués, así como no existe una «cuestión masculina». Allí donde las mujeres burguesas demandan derechos que nos son de ayuda también a las mujeres proletarias, lucharemos junto a ellas, del mismo modo que los hombres proletarios no rechazaron el derecho a voto porque proviniese de la clase burguesa. Nosotras no rechazaremos ninguna ventaja, pese a que se haya conseguido por y para las mujeres burguesas y, queriendo o no, nos haya beneficiado también a nosotras. Aceptamos estas ventajas como armas, armas que nos capacitan para luchar mejor de la mano de los hombres de nuestra clase. No somos mujeres en lucha contra los hombres, sino el proletariado en lucha contra sus explotadores». (Eleanor Marx; Sindicatos de mujeres en Inglaterra, 1892)
Esto algunos oportunistas lo interpretan con el ser simpáticos y condescendientes con las teorías y prácticas del feminismo, acabar absorbidos totalmente por ellas como ocurre con organizaciones como Podemos y algunos grandes y pequeños partidos revisionistas.
«No cabe duda de que existe una cuestión femenina. Pero para nosotros, que somos agraciados de contarnos entre la clase obrera, bien por nacer entre sus filas o por trabajar para su causa, está claro que el asunto pertenece a la cuestión general del movimiento obrero. Podemos comprender y simpatizar –e incluso ayudar cuando fuese necesario– con el movimiento de las mujeres de clase media-alta en pos de los derechos más básicos para la mujer, pues estos derechos beneficiarán asimismo a la mujer trabajadora. Lo he dicho claramente: ayudar cuando fuese necesario. ¿No nos enseña el «Manifiesto Comunista» que es nuestro deber apoyar cualquier movimiento progresista que beneficie de uno u otro modo a la causa del proletariado, pese a que este movimiento no sea el nuestro? Si cada una de las demandas de estas mujeres se cumpliese hoy, nosotras las mujeres trabajadoras seguiríamos donde estamos hoy día: trabajando largas horas por unos salarios ignominiosos bajo condiciones deplorables. Seguiríamos hundidas en la única decisión entre la prostitución y la hambruna. Si se cumpliesen hoy todas esas demandas [de las feministas] sería aún más claro que nunca que las mujeres trabajadoras encontrarían en las mejores de estas mujeres [feministas] a su peor enemigo; que tendrían que luchar contra éstas tan arduamente como sus hermanos de clase contra los capitalistas. (…) Para nosotros ya no se trata de una «cuestión femenina» tomada desde el punto de vista burgués, así como no existe una «cuestión masculina». Allí donde las mujeres burguesas demandan derechos que nos son de ayuda también a las mujeres proletarias, lucharemos junto a ellas, del mismo modo que los hombres proletarios no rechazaron el derecho a voto porque proviniese de la clase burguesa. Nosotras no rechazaremos ninguna ventaja, pese a que se haya conseguido por y para las mujeres burguesas y, queriendo o no, nos haya beneficiado también a nosotras. Aceptamos estas ventajas como armas, armas que nos capacitan para luchar mejor de la mano de los hombres de nuestra clase. No somos mujeres en lucha contra los hombres, sino el proletariado en lucha contra sus explotadores». (Eleanor Marx; Sindicatos de mujeres en Inglaterra, 1892)
Esto algunos oportunistas lo interpretan con el ser simpáticos y condescendientes con las teorías y prácticas del feminismo, acabar absorbidos totalmente por ellas como ocurre con organizaciones como Podemos y algunos grandes y pequeños partidos revisionistas.
Todos los
clásicos del marxismo ya nos advirtieron sobre el llamado feminismo y algunas
de sus corrientes que se aventuran a hablar de todo menos del origen real de
esa desigualdad manifiesta entre el hombre y la mujer en la sociedad dividida
en clases sociales:
«Hace más de
un siglo, Marx y Engels, los grandes maestros y líderes del proletariado
mundial, definieron científicamente las causas reales de la desigualdad entre
el hombre y la mujer. Demostraron que la esclavización de la mujer por el
hombre no procedía de factores fisiológicos o físicos, sino de la naturaleza
del orden explotador, del establecimiento de la propiedad privada sobre los medios
de producción. Desde entonces, la lucha de las mujeres progresistas por la
liberación y la emancipación comenzó a dar sus primeros pasos seguros y a
asumir proporciones mayores, hasta crecer y fortalecerse lo suficiente como
para transformarse en una inquietante preocupación de las sociedades con clases
antagónicas. Engels ha indicado de manera genial que el nacimiento de la
propiedad privada y la institucionalización de la herencia constituyen las
premisas económicas fundamentales de la monogamia en la que la mujer está
completamente sometida al hombre. Los teóricos burgueses y revisionistas
silencian deliberadamente la causa real de los antagonismos entre el hombre y
la mujer, esto es, la propiedad privada, y avivan las llamas de la lucha entre
sexos. Reducir la lucha de la mujer por su emancipación a los límites de la
lucha exclusivamente dentro de la familia significa divorciarla de la gran
causa del proletariado, que busca abolir la propiedad privada capitalista, la
fuente de todos los males y de todo tipo de desigualdad». (Partido del Trabajo
de Albania; La mujer albanesa una gran fuerza de nuestra revolución, 1978)
*++
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