domingo, 5 de marzo de 2023

Por un proyecto educativo andaluz

 

Por un proyecto educativo andaluz

 

 Manuel Hijano

 PORTALDEANDALUCIA.ORG

5 marzo, 2023



 En la semana previa al 28 de febrero, el sistema educativo andaluz suele recordar que es andaluz. Puntualmente, la Consejería de Educación -ahora llamada Desarrollo Educativo y Formación Profesional- publica las tradicionales instrucciones para orientar a los profesores y profesoras con actividades y contenidos relativos al proceso autonómico y, en algunos casos, sus precedentes, como son el andalucismo histórico y Blas Infante.

A pesar de esas intenciones, en la realidad, estas propuestas normativas no van más allá de celebrar una jornada gastronómica -es decir, el suculento mollete con aceite- o la intervención de alguna persona versada en el tema “andaluz” que imparta una breve charla, conferencia o taller sobre la importancia de sentirnos andaluces y/o lo que significó Blas Infante, el 28 de febrero y, como mucho, el 4 de diciembre de 1977.

Estas actividades caen en saco roto. Alumnos y alumnas asisten a esas sesiones y el día después vuelven a la rutina. Así viene sucediendo desde hace más de cuarenta años, desde que nos convertimos en la primera Comunidad Autónoma sin un segundo idioma oficial, que asumió las plenas competencias en educación. Ya va siendo hora de que se diga con claridad: eso no es suficiente. Así no se hace. A pesar del voluntarismo de muchos docentes que, con la mejor de sus intenciones, pretenden que esas fechas sean realmente significativas para sus estudiantes, vemos que esa vía es, siendo muy condescendiente, exigua.

La administración educativa debe adoptar otras estrategias para conseguir/reforzar/construir una conciencia andaluza entre nuestros estudiantes. Es necesario elaborar un proyecto educativo propio. Poner Andalucía en el centro de la educación. Llevar a cabo esa tarea supone destinar otros recursos y desarrollar estrategias mucho más ambiciosas, imaginativas y realistas.

Apostar por un proyecto educativo andaluz significa articular medidas más allá de añadir asignaturas o temas con “Andalucía” como eje fundamental. Nuestras escuelas llevan casi dos siglos intentando solucionar problemas sociales, culturales y/o económicos cargando el currículo de asignaturas o de temas entendidos como significativos: educación musical, educación vial, educación ambiental, educación financiera… y así, un larguísimo etcétera. Pero esa no puede ser la única vía.

Es necesario exigir la formulación de un proyecto educativo andaluz integral. Un instrumento coordinado, consensuado y con la voluntad de hacerlo real. Se trata de enunciar un proyecto con el objetivo de partir de lo próximo para aprender lo general, de lo concreto a lo abstracto, de lo próximo a lo más lejano.

Efectivamente, no se pueden olvidar las asignaturas: Historia de Andalucía en ESO y Bachillerato; explicar temas sobre como nuestra forma de expresarnos como andaluces y andaluzas; sobre la Geografía andaluza, nuestra Literatura, nuestro folklore, el flamenco, etc. etc.

Pero junto a todas esas medidas, el sistema educativo andaluz, su arquitectura, sus fines generales, deben estar orientados hacia el “ser” andaluz. Encaminados a conseguir lo que defendía Blas Infante en 1915: la educación metafísica del pueblo, la creación del “espíritu”. Buscar la educación integral del individuo. Se trataría de llevar a la escuela una reflexión apuntada por Isidoro Moreno en 2021: «Hay que aplicar una lógica diferente en Andalucía, centrada en sus necesidades».

Trasladar esta idea fuerza a la educación supone desarrollar un proyecto educativo andaluz donde las escuelas e institutos tengan la autonomía suficiente para elegir con total libertad si incluir o excluir las asignaturas, los libros de texto más interesantes, los contenidos más adecuados o no a la comunidad educativa del centro, sus horarios… Todo ello con la intención de colocar el centro de atención de la educación andaluza los problemas, las realidades y las situaciones, que los estudiantes viven de forma de cotidiana. Se trata de fijar normas facilitadoras de la toma de decisiones en las comunidades educativas y garantistas del principio de autonomía pedagógica. Para cumplir con esa finalidad, la Administración debe permitir una escuela donde se minusvaloren determinados contenidos del currículo oficial. O la Delegación de Educación debe ayudar/asesorar la publicación de materiales o libros de texto por parte de los centros.

Proponemos cambiar radicalmente el modelo de la escuela andaluza. Estaríamos construyendo un sistema orientado más hacia Andalucía y menos a intereses, problemas o realidades muy ajenas y externas. En otras palabras, es ineludible defender una enseñanza que:

– promueva y valore la identidad andaluza. Donde se susciten los elementos vertebradores de esa identidad. Una escuela donde, por ejemplo, el andaluz sea “la lengua vehicular” todos los días, y no se recrimine o discrimine a los alumnos y alumnas porque se expresen como lo hacen cotidianamente, sin limitaciones, con su familia y con sus amigos.

– ejerza y promueva los valores relativos a la economía de kilómetro cero y la economía circular, al hilo de los trabajos de Manuel Delgado. Esto no significa tan solo incluir esos “temas” o esas “asignaturas” en el currículo. También supone, por ejemplo, fomentar el consumo en las escuelas e IES productos andaluces o de proximidad. Significa igualmente conocer y valorar la importancia de las empresas y actividades comerciales vinculadas a la zona.

– valore nuestro pasado común, nuestra Historia, más allá de una lista nombres y fechas, como el resultado de la obra de personajes andaluces y andaluzas, donde se aprecie su papel para el progreso de la Humanidad. Mostrar, como defiende Lacomba, la Historia de Andalucía escrita desde Andalucía.

– significa enseñar y ejercer la agroecología como recurso económico para el desarrollo de la tierra, con la planificación de actividades que aproxime la realidad, las exigencias, los derechos del mundo rural al urbano. De igual modo, definir la escuela como un lugar donde se recicle todo, se preocupe cada día por disminuir la huella ecológica, se usen exclusivamente energías renovables…

– facilite la creación y desarrollo de centros escolares regidos por criterios públicos y sin ánimo de lucro desmedido, y al cargo de personas físicas y jurídicas de Andalucía.

– apoye la conversión de los centros escolares en espacios de reflexión, crítica y evaluación de derechos comunitarios. Definir las aulas andaluzas como espacios donde el clima del aula esté impregnado en cada momento con valores de la Cultura Andaluza, con nuestra forma de interpretar la realidad: cooperación, solidaridad, generosidad, participación, igualdad, comunidad, son términos ineludiblemente asociados a este modelo de enseñanza. Se trata de abrir la escuela al barrio o a la localidad. El centro escolar como lugar público, de encuentro, donde la comunidad educativa (padres, madres, tutores, tutoras, asociaciones, ONG, entidades públicas, …) tengan un papel relevante.

No se está tratando de revolucionar el sistema. Que no se asusten algunos. El marco normativo actual lo permite. Es una propuesta factible. De lo que se trata es de adecuar la educación andaluza a nuestra realidad. De lo que se trata de es de darle más protagonismo a ese personal docente que lleva años explicando y tratando en clase “cosas” que carecen de sentido para unos estudiantes desmotivados y desmotivadas, simplemente porque el libro de texto y el Decreto correspondiente así lo ordenan.

En definitiva, se trata de encontrarnos todos y todas en un nuevo modelo educativo, atractivo porque se centra en lo que nos interesa, porque prepara a las generaciones más jóvenes de acuerdo con lo que a todos y todas nos resulta más próximo y real.

 

Manuel Hijano

Profesor Titular del Departamento de Teoría e Historia de la Educación. Universidad de Málaga

 *++

«La banca se ha convertido en la principal fuente de inestabilidad económica y malestar social»

 

Entrevista al economista Juan Torres López


«La banca se ha convertido en la principal fuente de inestabilidad económica y malestar social»

 

Por Javier Guzmán 

Rebelion / España

| 04/03/2023 | España

 

Fuentes: Infolibre


El economista granadino publica ‘Más difícil todavía’, una obra sobre las razones que han provocado la inflación y las amenazas que estas entrañan para la economía global

Torres considera que la inflación enquistada en el supermercado merece ser abordada por el Gobierno: «Ante la subida excepcional de los precios alimentarios, las medidas extraordinarias están justificadas»

El economista Juan Torres (Granada, 1954) se ha embarcado en la compleja tarea de explicar de un modo sencillo por qué los precios se han desbocado a nivel global como no se ha visto en décadas y por qué esto nos debe preocupar a medio plazo. En Más difícil todavía (2023, Deusto) expone cómo la inflación empezó a germinar antes de la invasión rusa de Ucrania y encuentra en sus raíces cinco problemas de magnitudes inéditas que podrían hacer colapsar la economía: el cambio climático, la especulación, las ineficiencias de la globalización, la deuda y la desigualdad. El problema, opina el economista, es que estos males no admiten un abordaje cortoplacista, lo que nos puede condenar a una crisis sistémica si persiste la voluntad de no alcanzar acuerdos entre diferentes.

Hace unas semanas, mientras su obra se imprimía, otro libro llegó a las librerías: Megamenazas, de Nouriel Roubini, del que infoLibre publicó un extracto. Este economista, apodado Doctor Catástrofe, alerta de un abanico de graves amenazas a las que se enfrenta el mundo que, en algunos aspectos, coinciden con las que denuncia Juan Torres. El granadino declara que nunca fue su intención que su libro, de talante sereno, didáctico y propositivo, recordara a una obra Roubini, que suelen ser apocalípticas. Pero admite cierto alivio al descubrir que no se ve predicando solo en el desierto.

Dice en su libro que las subidas de precios no empezaron tras la invasión de Ucrania, ¿cuáles son a su juicio las causas reales de la inflación?

Yo creo que es una evidencia que las subidas de precios empezaron en 2021. Los bancos centrales lo advirtieron también, pero lo concibieron como una cosa muy pasajera y que no iba a tener ninguna importancia. Se equivocaron bastante. Siguen tratando la inflación como si fuera un fenómeno de demanda. Hay bastante consenso en contra de lo que dicen los bancos centrales: la inflación se está produciendo por otra serie de factores, que tienen que ver más con la oferta. Tiene que ver con la pandemia, con el bloqueo de los canales de aprovisionamiento, con la falta de competencia de las empresas, con el poder de mercado de estas, con los costes asociados al cambio climático, con la especulación financiera…

¿Cree posible una regulación global que ponga coto a la especulación en los mercados de las materias primas, como el cereal, el maíz, el petróleo o el gas? 

Después de 2010 y 2011, cuando hubo un pico de especulación brutal que hizo que el hambre se disparase en el mundo, el Gobierno de EEUU y la Comisión Europea decidieron que iban a actuar. Determinaron que era necesario que se frenara esa especulación. Desgraciadamente, se dejaron llevar, más en Europa que en EEUU, por el gran poder de los grupos de presión. Prácticamente no se tomó medida alguna. Y hay que tomarlas, sencillamente porque con las cosas del comer no se juega. Creo que la especulación con bienes esenciales, como los alimentos, debería de considerarse un crimen económico contra la humanidad. 

La especulación con bienes esenciales, como los alimentos, debería de considerarse un crimen económico contra la humanidad

En relación a la alta inflación de los alimentos, Ione Belarra y Yolanda Díaz han pedido actuar sobre los precios de los productos básicos. El ministro de Agricultura, Luis Planas, criticó que eso convertiría en paganos a pequeños productores, agricultores y ganaderos. ¿Qué opina?

Creo que, ante la subida excepcional de los precios de los productos básicos alimentarios, las medidas extraordinarias están perfectamente justificadas. Pero hay que hacerlo con inteligencia, con bisturí de precisión. En los mercados no conviene entrar como un elefante en una cacharrería, porque se puede producir más daño del que se quiere evitar. Evidentemente, las cadenas de distribución son bien conocidas en España y en otros países. Sabemos dónde está el incremento extraordinario de márgenes y hay que actuar de manera que los paganos no sean los productores en origen. El ministro de Agricultura sabe mejor que nadie que esos productores son los que tradicionalmente han estado más afectados por el poder de mercado de las grandes empresas. Ese poder de mercado ahora se ha orientado a los consumidores. Ni una, ni otra se debería permitir. 

A falta de constatar los beneficios obtenidos en 2022 por algunas de estas empresas, ¿consideraría usted un impuesto extraordinario a las grandes distribuidoras, como Mercadona, Carrefour o Lidl?

Creo que los impuestos son una expresión de que los seres humanos somos capaces de guiarnos por impulsos éticos y por la corresponsabilidad. Si en una situación en la que la inmensa mayoría de la sociedad está sufriendo y hay una pequeña parte que está teniendo beneficios extraordinarios a costa de esa inmensa mayoría, yo creo que es de justicia elemental que esta minoría contribuya en mayor medida de lo normal a distribuir el daño y los beneficios. Es un imperativo ético de nuestro tiempo.

Es incomprensible que las autoridades no se den cuenta del cáncer que supone mantener a la banca bajo los privilegios que se le han concedido

Los bancos, por un lado, han trasladado inmediatamente la subida de tipos de interés a las hipotecas, pero sin embargo, lo están trasladando lentamente a los depósitos, remunerando muy poco a los ahorradores. ¿Esta práctica sería otro síntoma del poder de mercado concentrado que usted menciona?

La actuación de las entidades financieras es una expresión paradigmática de privilegio y de poder de mercado, y del daño que este hace en la economía. Ese privilegio, que se traduce en ganancias extraordinarias, se hace a costa de cargar, a veces de manera insoportable, a las empresas, que crean riqueza y que crean empleo. Y a las familias, que en lugar de consumir en bienes y servicios que alimentan las ventas de las empresas, se tienen que dedicar a pagar gastos financieros que van directamente a los beneficios de los bancos. Es un comportamiento de rentista, contrario al progreso y a la lógica que debiera gobernar las relaciones económicas. La banca, como se ha evidenciado en las crisis financieras de los últimos decenios, se ha convertido en la principal fuente de inestabilidad económica y malestar social. Es incomprensible que las autoridades económicas no se den cuenta del cáncer que supone mantener a la banca bajo las prerrogativas y los privilegios que se le han concedido. 

Todas las grandes compañías tienen gabinetes que se dedican a elaborar las leyes que les interesa que los gobiernos lleven a los parlamentos. Lo dijo hasta el ministro Soria: “Las eléctricas vienen a mi despacho con los decretos hechos”

Ahora que menciona a las autoridades económicas, ¿qué cree que deben hacer los responsables de competencia, como la CNMC, ante la presencia de estos oligopolios?

Cualquier persona que haya conocido mínimamente cómo funciona la gestión de los asuntos públicos sabe perfectamente la gran influencia que tienen los grupos de presión que generan las grandes empresas. Todas las grandes compañías tienen gabinetes que se dedican a elaborar las leyes que les interesa que los gobiernos lleven a los parlamentos. Lo dijo hasta el ministro Soria: “Las eléctricas vienen a mi despacho con los decretos hechos”. A veces resulta imposible gobernar para llevar a cabo lo que se desea hacer. Es un problema más político que económico, que se refuerza además porque tienen una red de poder que incluye periodistas, políticos y magistrados. Gobiernos que tratan de doblarles mínimamente el pulso acaban saliendo impotentes. Creo que es el gran problema de nuestro tiempo.  

¿Qué espera de la ley de vivienda?

El problema de la vivienda en España es una desgracia. Parece mentira que siendo tan relativamente fácil que se pudiera conjugar el negocio con la satisfacción de las necesidades sociales, se haya optado por una manera tan clara durante decenios por la mercantilización ilimitada del suelo y la vivienda. Esperaría que haya unas leyes de vivienda en España que facilitaran el aumento del número de viviendas sociales, el acceso de la gente joven, que se cree una situación de mercado que permita que bajen los precios del alquiler… Que los fondos buitres desaparecieran por completo del mercado de la vivienda, porque no tienen nada que hacer ahí. Es una presencia indeseable. Esperaría que el sector público, de la mano del sector privado, antepusiera los intereses generales a los intereses financieros. El resultado hasta ahora es contrario al sentido común: se han construido millones de viviendas sin que estas satisfagan la demanda social. Es la prueba evidente de que lo que se ha hecho no ha funcionado.

Lo que no funciona es dejar que la oferta de vivienda crezca sin más orientación que construir lo que va a acabar adquiriendo un fondo que va a especular

¿Ve con buenos ojos lo que ha hecho Canadá, al restringir la compra de viviendas por parte de extranjeros? ¿O prefiere otras medidas, como las de Austria, que se centra en disponer de una gran oferta de vivienda pública de alquiler?

Creo que hay que combinar, no creo que haya por qué optar por una. En el caso español, el problema de la vivienda es complejo y habría que actuar por varias vías. No es algo que se pueda resolver para un día para otro. Lo principal es establecer qué tipo de demanda se debe satisfacer con prioridad y llegar a acuerdos con el capital privado para que eso se pueda conseguir. Lo que se ha visto que no funciona es dejar que la oferta crezca sin estrategia, sin más orientación que construir vivienda que va a acabar adquiriendo fondos que lo que hacen es especular con ella.

Le preguntaba por su opinión también por la tensión que este tema ha generado entre los socios de Gobierno. Usted, que participó en la elaboración del primer programa económico de Podemos, en 2014, ¿qué piensa de las posturas que defienden hoy?

Yo hice una propuesta, pero luego no seguí muy de cerca lo que pasó. Creo que es normal, bueno y lógico que haya diferentes sensibilidades en el Gobierno de coalición. Quizás lo que me preocupa es que se manifiesten estas diferencias de manera tan poco cordial. La impresión que se traslada es de desavenencias. El debate debe hacerse dentro. Mostrar diariamente de un modo tan cansino las desavenencias yo creo que hace daño. Creo que estas diferentes sensibilidades buscan lo mejor para resolver los problemas, pero hay que ponerse de acuerdo sabiendo que hay que ceder. 

Me preocupa que los socios del Gobierno manifiesten sus diferencias de una manera tan poco cordial

Usted prevé en su libro una serie de riesgos que podrían hacer colapsar la economía, como los costes del cambio climático o la creciente deuda de los Estados, ¿qué recomendación haría al Gobierno en medidas a largo plazo?

Las medidas a largo plazo por definición es muy difícil que las pueda llevar solo un Gobierno. Es impensable que se mantenga un mismo tipo de Gobierno a largo plazo. Para abordar un futuro que veo complicadísimo, haría un llamamiento a la necesidad de llegar a acuerdos de Estado básicos. Más allá de las diferencias ideológicas, que no van a desaparecer, más allá de los intereses de clase, que tampoco van a desaparecer, ¡a nadie le interesa que el barco se hunda! Mi impresión es que hay algunos sectores que no les importa que el barco se hunda, con tal de sacar su interés adelante. ¡Me parece aberrante! No parece que vaya a ser posible llegar a acuerdos, el entendimiento se ha desechado de la política española. Cuando uno ve que hay políticos españoles que van a Bruselas a criticar a España, ¡eso no ocurre en ningún sitio!

Usted carga en su libro contra los “destrozos generalizados” que causan las políticas de austeridad. Europa está saliendo de las crisis sanitaria y energética de un modo diferente, mediante partidas récord de gasto e inversión… ¿cree que esto podría generar un problema de deuda el día de mañana?

El crecimiento de la deuda, no solo de la pública, mucho más de la privada, ya es un problema. Lo es en las condiciones en las que funcionan las economías. La deuda es el negocio de la banca privada, es el negocio de los más poderosos del mundo. Para ganar dinero de una manera absolutamente irresponsable, se está creando una bola de deuda que es verdaderamente una amenaza brutal. Como es sabido, con menos volumen de deuda, ha habido problemas muy grandes a lo largo de la historia. Una de las grandes necesidades que se plantean hoy es que se aborde lo que está generando innecesariamente la deuda. Empresas y familias que están viendo cómo aumenta su deuda porque los bancos tienen que ganar cada vez más dinero. ¿Dónde está escrito eso? ¿Cómo vas a poner palos a las ruedas de empresas que crean riqueza y empleo a base de crearle deuda artificialmente? Creo que es uno de los grandes retos que tenemos por delante.  

La economía, dice usted, se ha vuelto vertiginosa y nos trae una crisis detrás de otra. El título de su obra hace referencia a cómo estas crisis cada vez son más complejas… Sin embargo, usted cierra el libro con una declaración de intenciones: “Hay alternativas”. ¿Es usted optimista?

Bueno, soy optimista por naturaleza y por profesión. Estudio la realidad que tengo a mi alrededor y compruebo que la humanidad es capaz de salir adelante. Y que somos capaces de mejorar la vida de los seres humanos, de resolver los conflictos de maneras pacíficas, de crear riqueza, de avanzar en la justicia… La prueba es que comparemos situaciones de ahora con las de decenios o centurias anteriores. Sin perjuicio de observar al mismo tiempo que ese cambio ni es perfecto, ni suficiente, ni definitivo. Pero es evidente que los seres humanos somos capaces de cambiarnos a nosotros mismos y a nuestros entornos. Con dificultad. Con pasos atrás. Con errores… Yo soy optimista por naturaleza porque elijo serlo. Otra cosa es, como decía Saramago, que “no es que yo sea pesimista, es que el mundo es pésimo” [ríe].

Javier Guzmán. @javierguro

Fuente: https://www.infolibre.es/economia/juan-torres-minoria-beneficia-mayoria-sufre-distribuir-dano-beneficio_1_1435453.html

 *++

La sarna aparece en una residencia de San Lorenzo de El Escorial y se expande a otras, por la negativa a dar la baja médica a los y las profesionales contagiados

 

La sarna aparece en una residencia de San Lorenzo de El Escorial y se expande a otras, por la negativa a dar la baja médica a los y las profesionales contagiados


TERCERAINFORMACION / 04.03.2023


  • CCOO Sanidad Madrid denuncia lo ocurrido en la Inspección de Trabajo y pide la intervención urgente de Salud Pública.
  • Según los registros oficiales, en lo que va de año se han comunicado 16 brotes de sarna en residencias de mayores, una de ellas la de San Lorenzo de El Escorial, pero la Comunidad de Madrid no ha actuado.


Residencia Alba / CCOO

 

CCOO Sanidad Madrid tiene conocimiento de la aparición de un nuevo brote de sarna que afecta a usuarios y profesionales de la Residencia Alba de San Lorenzo de El Escorial, en la que residen 160 personas de avanzada edad. El brote ya afecta a varios residentes, seis de los 160 expuestos, según los datos oficiales pero pueden ser más, y se han contagiado también varios profesionales del centro. Además, parte de la plantilla trabaja en otras residencias y, en estas, también se están registrando casos.

CCOO ha denunciado lo ocurrido a la Inspección de Trabajo porque la residencia se ha negado a mandar a los profesionales afectados a su mutua para darles la baja laboral (ITL), a pesar de ser una enfermedad contraída como resultado de la exposición a factores de riesgo inherentes a la actividad laboral o del medio en el que el profesional se ve obligado a trabajar. El médico de familia tampoco ha querido cursar dicha baja, por lo que los afectados siguen trabajando y realizando tareas “piel con piel” entre profesional y usuario.

La citada residencia dispone sólo de cuatro personas dedicadas a la limpieza, tres en turno de mañana y dos por la tarde (una de ellas sólo dedicada a la limpieza de la cocina). Según los datos recogidos por CCOO, se están incumpliendo los protocolos de limpieza de uniformes, ya que en este centro se mezcla en lavandería la ropa de residentes contagiados, uniformes de empleados y lencería de cama y aseo. Además, la higiene de los usuarios y lencería de cama y aseo es muy deficiente.

Asimismo, CCOO reclama la intervención inmediata de la Consejería de Sanidad a través de Salud Pública. La Comunidad de Madrid tenía conocimiento de este brote desde hace días. Aparece en el boletín epidemiológico de esta semana (semana 8) -que recoge los brotes registrados en la semana anterior- y, sin embargo, no ha actuado.

El triple de brotes

El sindicato considera que no sólo se está incumpliendo la normativa vigente en esta materia sino que además existe un riesgo claro de salud pública, ya que la sarna que es extremadamente contagiosa y se está expandiendo sin control por las residencias.

En las ocho primeras semanas del año 2023 se han registrado 16 brotes de escabiosis (sarna) que han afectado a 84 personas, según el boletín epidemiológico de Salud Pública de la Comunidad de Madrid. En el mismo período del año 2022, se registraron un total de seis brotes con 55 afectados. El número de brotes de sarna se ha triplicado y se ceba en las residencias de mayores.

El incumplimiento de los protocolos de limpieza de los uniformes de los y las profesionales, la falta de personal, la política de falta de transparencia y ocultismo por parte de la Dirección de las residencias, y el nulo control de los servicios sanitarios del Gobierno de la Comunidad de Madrid está generando un problema de salud pública que puede tener graves consecuencias en la región.

Los y las profesionales que trabajan en unas condiciones laborales muy desfavorables y con salarios muy bajos, la mayoría cobran el Salario Mínimo Interprofesional (SMI), están pluriempleados en más de un centro sanitario o sociosanitario lo que contribuye a expandir estas afecciones.

 *++

Por un pacifismo desencantado

 

La violencia y la guerra siempre han acompañado a toda civilización. Esa es una verdad incuestionable, mal que nos pese. Einstein y Freud discutieron sobre ello, pero como era de esperar dada la talla de esos gigantes del pensamiento, el asunto no era tan simple.


Por un pacifismo desencantado


Valerio Romitelli

El Viejo Topo

5 marzo, 2023 

 


«¿Por qué nos indignamos tanto contra la guerra, usted y yo y tantos otros, por qué no la tomamos como una de las muchas calamidades dolorosas de la vida? La guerra parece estar de acuerdo con la naturaleza, plenamente justificada biológicamente, en la práctica muy poco evitable […] mientras haya Estados y naciones dispuestos a aniquilar sin piedad a otros Estados y naciones, están obligados a prepararse para la guerra…».

Estos son algunos de los pasajes más interesantes de la respuesta de Freud a una carta que le envió Einstein en 1932, cuando las secuelas de la Primera Guerra Mundial no se habían extinguido en absoluto y ya centelleaban los primeros vagos presagios de lo que sería la Segunda Guerra Mundial.

Por iniciativa del círculo Maggio Filosofico, activo en el área de Bolonia desde hace más de veinte años, este intercambio de cartas, justificadamente famoso, ha sido tomado como punto de partida para una o varias conferencias sobre el fenómeno de la guerra desde la perspectiva de la filosofía, la psicología y las humanidades, a la luz de lo que está ocurriendo con la guerra en Ucrania. Al dar noticia de ello, abogo también por la causa de tales debates en un plano problemático más intenso que el de las noticias y sus comentarios más o menos informados, convencido de que es la única manera de estimular la inteligencia del enorme e irreversible alcance epocal de lo que está sucediendo en esta guerra y con la implicación directa de Italia y Europa en ella.

A continuación se exponen algunas especulaciones al respecto.


I

Volviendo a los pasajes que acabamos de citar de la respuesta de Freud, ¿dónde reside entonces su interés particular? Radica en cuestionar el planteamiento pacifista intuitivo que presuponía Einstein y que el propio Freud acaba haciendo suyo, pero tras una elaboración nada sorprendente de sus supuestos.

El esquema de razonamiento se basa en una serie de postulados, entre ellos los dos siguientes: si, por un lado, hay que admitir que la humanidad está sometida a un proceso de civilización, por otro lado, sin embargo, también hay que reconocer que esa misma humanidad también está poseída por un proceso opuesto que se manifiesta en incomodidad con cualquier civilización. De ello se desprende que si el primer tipo de proceso hace aparecer el recurso a la violencia y a la guerra como una regresión a la barbarie, el segundo, en cambio, nos hace darnos cuenta de hasta qué punto esta regresión es siempre posible o, más exactamente aún, de hasta qué punto (como podemos leer en todos los manuales de historia) la violencia y las guerras nunca han dejado de acompañar a toda civilización.

En las palabras de Freud podemos detectar una cierta vacilación entre una actitud más bien resignada frente a la fatalidad recurrente de la guerra y la esperanza de que siga abierta una posibilidad de romper esta fatalidad. También menciona a los bolcheviques y su convicción de que tarde o temprano podrían poner fin a todas las guerras y hacer triunfar la paz (como lo habían logrado en el frente oriental de la Gran Guerra mediante los tratados de Brest-Litovsk en marzo de 1918), pero en un tono decididamente polémico subraya la paradoja de que tal perspectiva sólo fuera posible tras una serie interminable de «espantosas guerras civiles».

En resumen, puede decirse que la tesis sostenida por el padre del psicoanálisis respecto al pacifismo es doble: en un sentido, sostiene que el pacifismo lejos de ser la opción más cierta y clara, surgiendo normalmente, espontáneamente de la bondad humana innata, sólo se da como una eliminación hipócrita y moralista de la fatalidad de las guerras, que siempre han ocurrido desde que la humanidad misma existe; En otro sentido, sin embargo, sostiene también que esa fatalidad no es una necesidad absoluta, como tampoco lo es la «regresión a la barbarie» frente al «progreso de la civilización», de modo que ambas, barbarie y guerra, pueden ser siempre opuestas y superadas en nombre de la civilización y del pacifismo, que aquí parece oportuno calificar de desencantado.

He aquí, pues, una valiosa indicación de un enfoque que aún hoy puede apreciarse. Especialmente ante el caso ucraniano, en el que atiborrar de armas y dinero al gobierno de Zelenskj en respuesta a la agresión rusa no hace sino confirmar y revivir sin cesar la fatalidad de la recurrencia de las guerras, mientras que la búsqueda de la paz, aunque en modo alguno obvia ni fácil, debe sin embargo perseguirse tenazmente. Por tanto, el imperativo del pacifismo desencantado podría sonar así: esforzarse por hacer posible una paz imposible.

II

Pero hay más en la respuesta de Freud a Einstein. Merece especial atención el otro par de opuestos que recoge y que constituye uno de los principales resultados reivindicados de su investigación sobre la psique. Se trata de los dos tipos de «pulsiones» a los que Freud, al concluir su obra, tiende a atribuir todos los comportamientos humanos. Notoriamente en el origen de este par está la referencia a las dos figuras míticas del pensamiento griego antiguo, Eros Tánatos, que se han convertido en cruciales para el pensamiento de Freud desde Más allá del principio del placer en 1920.

Independientemente de la gigantesca montaña de cuestiones que aquí se relacionan, hagamos sólo una pregunta. Cómo concibe Freud la conexión entre, por un lado, la pulsión de amor y la pulsión de muerte, y, por otro, el ya comentado «proceso de civilización» y la «regresión a la barbarie». Se trata, evidentemente, de una relación especialmente estrecha y directa. Tan estrecha y directa que la pulsión de muerte, como deseo individual más o menos inconsciente de «volver a lo inorgánico» (¡sic!), se considera la principal energía motriz de los fenómenos colectivos de regresión a la barbarie, mientras que la pulsión de amor, al ser para cada individuo una fuente de vida nueva y de unión con el resto de la humanidad, es el motor del proceso de civilización. Simplificando brutalmente, podemos aventurar una proporción: la muerte representaría la barbarie y, por tanto, la guerra, mientras que el amor representaría la civilización y, por tanto, la paz.

¿Todo claro? ¿Satisfactorio? ¿Intuitivo? De hecho, una vez que admitimos que en la cabeza de cada individuo se aloja algo así como un instinto de muerte, ¿cómo no ver que es precisamente de ahí de donde puede surgir el impulso de hacer daño o incluso de destruirse a uno mismo y a los demás? ¿Y no es esto precisamente lo que ocurre regularmente cuando se está en guerra? Al contrario, al contrario: una vez admitido que cualquiera puede amarse a sí mismo y a los demás, ¿no es a partir de este amor que comprendemos por qué la humanidad puede progresar y mejorar?

III

Y es que en tal discurso, a pesar de toda su evidencia, hay algo fundamental que, aunque nombrado, queda sólo insinuado y no recogido en toda su amplitud al hacer de la guerra una dimensión que poco o nada tiene que ver con cualquier otra forma de violencia que implique a los individuos y sus pasiones. Se trata evidentemente de la figura del Estado. Ese Estado que allí donde ejerce su soberanía detenta el monopolio de la violencia legalmente legitimada y gestionada por cuerpos, como ejércitos y policías, especializados para ello.

Es cierto que las pasiones humanas también actúan en esta dimensión de la violencia pública, pero hay que señalar hasta qué punto en este caso esas pasiones están disciplinadas, regimentadas y despersonalizadas como nunca antes. Baste pensar en la ética militar que, más allá de todas las versiones edulcoradas que se dan para suavizar su imagen, impone la obediencia absoluta a las autoridades de mando: hasta el punto de prever como máximo honor para el soldado el dejarse matar para matar, o, dicho más delicadamente, el sacrificio de la vida en el cumplimiento de su deber de eliminar el mayor número posible de enemigos. ¡Un triunfo, sin embargo, de la pulsión de muerte! – se podría observar, confirmando la teoría freudiana. Pero esto no es exacto. Sí, porque, si en la dimensión individual e interindividual, objeto primario de toda psicología, hay que contemplar siempre la pasión amorosa como límite y contrapunto de la pulsión de muerte, esto no se aplica a los ejércitos y a la policía. La lealtad a la patria y al arma que se les prescribe, y que también se describe como amor, no admite ninguna dinámica inestable inherente a este sentimiento, sino que está fijada por el Estado como un imperativo disciplinario irrenunciable. Por lo tanto, hay que admitir sin reservas: que la fascinante e intrigante dialéctica de Eros y Tanathos, tan esclarecedora para analizar casos individuales, no tiene asidero en cuestiones colectivas, donde todas las escenas están abarrotadas de «cosas» masivas como el Estado, la guerra y la política.

Son todas ellas conjeturas que merecerían sin duda un desarrollo mucho más extenso, pero que bastan para concluir que en la guerra, como en la política, cualquier enfoque psicológico no puede pretender extender los mismos criterios analíticos utilizados con mayor o menor eficacia, pero sin duda con mayor pertinencia, para los problemas individuales o interindividuales. Al pretender reducir e incluir en este tipo de problemática la cuestión de la guerra, Freud no hace más que demostrar su adhesión personal a una ideología política bien conocida de su época, la ideología liberal.

De hecho, el liberalismo de principios del siglo XX representaba sobre todo la visión de la potencia imperialista dominante, aquella Gran Bretaña donde el ascenso de la burguesía industrial y financiera no había roto del todo con las tradiciones nobiliarias y feudales (como de hecho ha ocurrido hoy), a diferencia de nuestra época en la que el rasgo predominante del capitalismo mundial es ese neoliberalismo de impronta más bien estadounidense inclinado a la exaltación descarada de la democracia.

Sin embargo, un rasgo característico persistente de esta tradición ideológica sigue siendo la suposición de que la humanidad daría lo mejor de sí a través del individuo y de sus relaciones con sus semejantes, mientras que a la dimensión colectiva, a las masas anónimas, a las poblaciones como tales, nunca se les reconocería ningún contenido positivo. Si Freud tiende a reducir la dimensión colectiva a las relaciones de identificación de las masas con el individuo jefe, si en definitiva trivializa todo lo que ocurre entre las multitudes o gracias a ellas, es porque quiere tratar problemas ajenos a su propia investigación, y por ello recurre a la ideología liberal mundialmente en auge, a la que no añade ninguna variante significativa.

IV

La pregunta, por tanto, sigue abierta: ¿dónde buscar un planteamiento problemático capaz de enfrentarse analítica y provechosamente a «cosas» intrínsecamente colectivas e impersonales como los Estados, la política y, por tanto, las guerras? Una pregunta cuya respuesta sería preliminar para comprender cómo activar ese «pacifismo desencantado» del que Freud sigue siendo en cualquier caso un valioso consejero.

Ahora bien, huelga decir que la alternativa al liberalismo, es decir, a la teoría más moderna del protagonismo del individuo en los asuntos humanos, era la teoría marxista del comunismo. En efecto, esta teoría no se limitó a criticar el propio liberalismo como ideología burguesa, y por tanto capitalista, por excelencia, sino que también avanzó otra perspectiva de los destinos humanos: ya no individualista, sino colectivista, por así decirlo. La perspectiva según la cual estos destinos están marcados sobre todo por la división de la humanidad en clases y la lucha entre ellas. La idea acerca de la guerra aquí es que su «fatalidad», desde que el capitalismo se ha extendido por todo el mundo, no depende de pasiones destructivas como la pulsión de muerte, por mucho que puedan ciertamente atormentar a los individuos, sino que depende de la división de la humanidad entre explotados y explotadores y, por tanto, de la competencia desenfrenada entre explotadores para acumular riqueza a expensas de los explotados. Competencia desenfrenada entre explotadores que en determinadas circunstancias puede condicionar a los Estados hasta empujarlos a la guerra para hacer prevalecer un ámbito de acumulación capitalista sobre otros.

Pero si éste es, aunque en síntesis extrema, el cuadro de las contradicciones objetivas que comparten los seguidores de Marx al intentar analizar el funcionamiento del mundo dominado por el capital, el discurso se complica en lo que respecta a las vías de persecución de la paz que se han intentado en nombre del comunismo. A este respecto, la observación de Freud ya mencionada aquí sobre la paradoja de los bolcheviques que pretendían perseguir la posibilidad de una paz universal como resultado de una serie de «espantosas guerras civiles» no puede descartarse sin reflexión. En efecto, la convicción de que sólo cabe esperar un triunfo mundial de la paz tras innumerables revoluciones proletarias y, por tanto, tras la realización planetaria de una sociedad comunista, tal convicción ya no puede ser válida en nuestra época. No puede mantenerse como tal al menos por tres razones.

En primer lugar, porque el marxismo y el comunismo en todas partes fueron doctrinas dominantes y estatales hasta alrededor del fatídico 89 del siglo pasado, desde entonces han sido abandonados o han caído en descrédito o sirven de improbable tapadera para otros fines (como el «socialismo de mercado» de China).

En segundo lugar, porque incluso antes del 89, la idea misma de que sólo el advenimiento del comunismo garantizaría una paz duradera había sido abandonada por la propia URSS junto con sus partidos y estados «hermanos». De hecho, la convicción reinante entre todos estos organismos colectivos era que sólo las potencias capitalistas consideradas en irremediable decadencia, Estados Unidos a la cabeza, querían y libraban guerras, mientras que los países con un «socialismo realizado», por tanto aún no propiamente comunistas, la Unión Soviética a la cabeza, eran ya ellos mismos dispensadores de paz universal.

En tercer lugar, porque, exactamente al contrario de lo que afirmaban estos países, sus regímenes más o menos socialistas se adherían a un modelo militarista y «cuartelista», heredado de la mítica época de los bolcheviques, pero sobre todo de cómo este modelo había sido reelaborado, endurecido y enfurecido en la época de Stalin.

Un comunismo pacifista de palabra, pero belicoso en los hechos, este comunismo de corte soviético, que no en vano acabó agotado por la guerra afgana de diez años entre 1979 y 1989 (¡precisamente!).

Ha habido muchas alternativas a esta visión oficial del movimiento comunista internacional. El maoísmo y el operaísmo italiano, con sus movimientos afines y variados, deben mencionarse sin duda entre estas alternativas. Pero en cualquier caso, el destino del comunismo tras el colapso de la URSS ya no experimentó la «fuerza propulsora» que tenía anteriormente. Así pues, la tradición marxista no puede retomarse como tal, en nuestro tiempo, a pesar de ser la más adecuada para abordar fenómenos colectivos como la guerra y, por tanto, la paz. Para comprender cuánto queda aún por extraer de esta tradición, como de todas las experiencias derivadas de ella desde mediados del siglo XIX hasta los años setenta, no bastan los balances históricos y políticos disponibles. Queda mucho por repensar y volver a intentar. El desencanto aconsejable a un pacifismo acorde con nuestro tiempo no puede por tanto dejar de extenderse a éste.

Menos aún, sin embargo, las burdas extensiones de la teoría de la lucha de clases a las guerras entre Estados. Como si la guerra estuviera en todo caso justificada como el único medio al que puede recurrir un Estado agredido y, por tanto, designarse a sí mismo como víctima de un Estado agresor. Este razonamiento, empaquetado por los estrategas de la OTAN, y hoy también en boca de comunistas más o menos ex o arrepentidos, que, sin tener en cuenta toda la historia anterior a febrero de 2022, se muestran fervientes partidarios de que la Unión Europea haga también lo imposible para que Ucrania se convierta en un cenagal bélico en el que se hunda la Rusia de Putin.

Puede sonar extraño, pero que la guerra no es un medio como cualquier otro a disposición de la política fue también la tesis del famoso Clausewitz: el general prusiano, enemigo acérrimo de Napoleón, muy querido incluso por los marxistas, pero de quien con demasiada frecuencia sólo se recuerda la tan citada frase «la guerra es la continuación de la política por otros medios». Otro de sus dichos que habría que recordar hoy sería más bien que la guerra es en cualquier caso una «bestia indomable»: fácil de desencadenar, pero luego imposible de domar. También es un dicho similar el que podría atesorar un pacifismo desencantado.

Fuente: Machina Deriveapprodi.

 *++

¿Por qué el Estado capitalista oligárquico y apátrida, es el Estado capitalista de nuestro tiempo? [Lo menos que tenemos que saber los trabajadores para empezar a abrir los ojos y defender nuestros derechos]

 

¿Por qué el Estado capitalista oligárquico y apátrida, es el Estado capitalista de nuestro tiempo?

José Avilés

LA UNIÓN DEL PUEBLO

(Órgano oficial del Partido  del Trabajo Unificado -PTU-)

Febrero 2o23- Edición 136- AÑO VI- Número 28. Gratuita


1). El marxista y el comunista debe considerarse un científico social.

Si queremos transformar la sociedad; el primer paso consiste en conocer el funcionamiento de aquello que queremos transformar. Es necesario investigar su concatenación interna, su corazón, sus tripas, su cerebro, su forma de re[1]producción, su sistema nervioso, en fin, todo aquello que lo mantiene vivo; no basta con que sepamos que el capitalismo explota, produce muertes, y desigualdades sociales. Pero cuando analizamos el modo de producción capitalista, no estudiamos una cosa fija, sino algo que estará continuamente renovándose, y auto-transformarse para conservar su esencia explotadora, hasta que el mismo desarrollo de las contradicciones de su esencia le impidan renovarse.

Ahora bien, el carácter investigador y científico del marxismo se convierte en su contrario, cuando no se percata de los cambios de rosto, de las trasmutaciones y disfraces con los que se reviste el capitalismo sin que por ello se altere su esencia explotadora, ni cambie su esencia. Y aun en el caso de haber diagnosticado correctamente las particularidades del capitalismo en una época determinada, siempre habrá una carga de error, incluso en el caso de que triunfara esa alternativa revolucionaria marxista.

Mientras haya explotación existirá gente que se alce contra la explotación. Es por eso, por lo que si un comunista, un marxista, no llega a ver la revolución para la que trabaja, su aportación nunca será inútil; por muy modesta que sea. Una militancia comunista no solo está empujando la rueda de la historia, esta también aportando éxitos, fracasos, y errores que siempre sirven de enseñanza para generaciones futuras. ¿Cómo se hubiera podido desarrollar la ciencia actual, si no hubiera estado precedida de millones de investigaciones anteriores con resultados parciales, o sin aparentes resultados de éxito inmediato?

2). LAS TRIPAS, EL CORAZÓN, Y EL SISTEMA NERVIOSO DEL CAPITALISMO.

Marx analiza minuciosamente el modo de producción capitalista en El Capital. Pero Marx estudia el capitalismo que tenía delante, o mejor, el tipo de capitalismo que estaba en ascenso en su época. Y al decir que estaba en ascenso en su época, haremos un paréntesis y aprovecharemos para aclarar dos conceptos de uso común en la terminología marxista, como son: modo de producción y formación social.[1]

Cuando decimos modo de producción nos referimos a una forma concreta de producción que condiciona la distribución y el consumo. Por ejemplo, el modo de producción capitalista se caracteriza por la apropiación de trabajo ajeno basado en la extracción de plusvalía al trabajador asalariado; el modo de producción feudal porque el señor feudal se apropia de una parte de la cosecha conseguida con el esfuerzo, el trabajo, y el sudor del siervo; y el modo de producción esclavista por la explotación del trabajo del esclavo desprovisto de derechos como ser humano. Sin embargo, históricamente lo normal es que los tres modos de producción, hayan coexistido en el tiempo. Durante el esclavismo existió trabajo asalariado de trabajadores libres, y durante el feudalismo siempre se dio la esclavitud, además de que un capitalismo de cierta importancia se desarrolló en su seno De la misma forma, en plena época capitalista la esclavitud completa, no fue abolida legalmente hasta casi final del siglo XIX, y es posible que aún exista.

Entonces, cuando nos referimos a estas coexistencias entre varios modos de producción las llamamos formaciones sociales. Pero en esos casos, solo un modo de producción es hegemónico, y el resto son dominados. El estudio de las formaciones sociales permite identificar las clases sociales existentes en una realidad concreta y ver cuáles son potencialmente aliadas de la clase obrera, o potencialmente neutralizables.

Sin embargo, en El Capital Marx no analiza principalmente la formación social de su tiempo, sino el modo de producción capitalista en estado puro; no porque ignorara la existencia real del resto, sino porque el capitalismo era el modo de producción dominante, y en ascenso. Para ello se vio obligado a aislarlo analíticamente de otros modos de producción anteriores con los que coexistía. Por ejemplo, las plantaciones de algodón norteamericanas utilizaron el trabajo esclavo pero dependían del mercado capitalista textil del Reino Unido, y otros países. El gran suministro de trigo a los países capitalistas dependía de formas de explotación feudales en Rusia, Ucrania, Hungría etc. En definitiva el modo de producción capitalista ya era hegemónico en el siglo XIX, aun[1]que en muchos países europeos todavía predominara el feudalismo.

Por tanto Marx se obligó a hacer una abstracción para estudiar el modo de producción capitalista en estado puro. Y es que en el capitalismo en estado puro, es donde se puede visualizar la ley del valor sin interferencias de otros modos de producción anteriores. Y al hablar del valor, nos referimos al funcionamiento de la ley de la oferta y la demanda que se concreta de  en unos precios, balanceados en torno al valor.

3). LA BOLSA COMUN DE BENEFICIOS DEL CAPITAL.

Si sumamos todas las plusvalías extraídas a los trabajadores en todas las empresas la cantidad resultante será igual a la suma de todos los beneficios del capital, llegándose a lo que llamábamos bolsa común de beneficios del capital. Decíamos también, que a esa bolsa, unas empresas contribuían con más plusvalía extraída a sus trabajadores y otras con menos. Pero esa bolsa común no se reparte en función de lo que cada capitalista ha extraído directamente de sus propios trabajadores, sino gracias a la existencia de una cuota media de beneficios por el capital invertido (desembolsado). Un capitalista, piensa que si se ha desprendido de una cantidad de dinero, eso debe darle un beneficio. Para él le es indiferente que provenga de la explotación de sus trabajadores, o que se deba a una situación favorable en el mercado. En consecuencia, los capitales se desplazan de donde se consiguen menos porcentaje de beneficios por el capital invertido, hacia donde se consiguen beneficios más altos. De esta forma se dan diferentes cuotas de beneficios para un mismo capital invertidos. Pero todos ellos pivotan sobre una cuota media de beneficios por el capital invertido. Por ejemplo, supongamos una empresa que paga salarios muy bajos con largas jornadas, pero para suministrarse de materias primas depende de otra empresa que no tiene competencia y que le fija precios muy altos de las materias primas. Entonces, lo que hace es extraer plusvalía a sus propios trabajadores para entregar una parte a la empresa proveedora de materias primas. Pero si el porcentaje de beneficios por el capital in[1]vertido de la empresa que súper explota a sus trabajadores todavía sigue aproximándose a los márgenes medios por el capital invertido, se considerará una cuota de beneficios normal. Por el contrario, si por mucho que explote a sus trabajadores su porcentaje de beneficios es extremadamente bajo, ese capital buscará otro campo de inversión para conseguir una cuota de beneficios que, más o menos, se aproxime a la media, o la supere. Es por eso por lo que la bolsa común de beneficios del capital se reparte en función de una cuota de beneficios media, no de lo que cada capitalista haya extraído di[1]rectamente a sus trabajadores. La fórmula que visualiza la cuota de beneficios por el capital invertido, se calcula dividiendo los beneficios, por el capital invertido, y si lo queremos expresar porcentualmente, multiplicándolo por 100. [1]

La formula de beneficios de cada capital particular es esta:

Beneficios particulares x 100 / Capital total invertido (capital fijo, materias primas, y otros gastos auxiliares, y salarios). Pero la cuota de beneficios media por los capi[1]tales invertidos en un país o área económica se puede expresar así:

Plusvalía total extraída a los trabajadores en un área económica o país x100 / Capital invertido en área económica o país (capital fijo, materias primas, gastos auxiliares, y salarios).

4).El capitalismo en su fase imperialista.

Fue Lenin, quien proporcionó la visión más conocida y ajustada del nuevo capitalismo que se había desarrollado desde los años finales del siglo XIX. En su obra “El imperialismo fase superior del capitalismo” Lenin explicó, que la tendencia a la concentración, que se encuentra inherente en el capitalismo, generalizó la forma de sociedad anónima para la gran producción; en abierto enfrentamiento con el limita[1]do capital de la empresa capitalista individual. Es aquí, en la posesión de acciones, donde se desarrolló el control• del capital financiero sobre el industrial. Lenin explico, que los lazos entre la industria y las finanzas son cada vez más estrechos. Así, decía Lenin, que los capitalistas individuales al frente de sus empresas se habían transformado en ‘’cortadores de cupón, en especuladores de bolsa, en rentistas, en definitiva en una casta parasitaria”. El beneficio se deriva ahora, de la rentabilidad de las empresas –cuya propiedad está repartida en millones de acciones entre los grandes capitales, y especulación bursátil; sin siquiera ocupar el lugar de dirección tradicional, del que se encargan ahora a los managers –gestocracia ara nosotros- Separando así la propiedad de la empresa, del control sobre la misma. En la época colonialista-imperialista -que Lenin analiza- “Los grupos de capitalismo mono[1]polista –cartels, sindicatos trusts-, dividen primero todo el mercado interior de un país, e imponen su control más o menos completo sobre la industria de ese país. Pero bajo el capitalismo el mercado nacional está necesaria[1]mente vinculado al mercado exterior; y el capitalismo creo ya tiempo un mercado mundial, y conforme la exportación de capital crece y las relaciones extranjeras y coloniales y las esferas de influencia de los grandes grupos monopolistas se expanden, las cosas gravitan natural[1]mente hacia un acuerdo internacional entre esos grupos, y hacia la formación de cartels internacionales……” El choque de intereses entre diferentes grupos por el reparto del Mundo provocó la I Guerra Mundial. La concentración de capitales ha continuado durante todo el siglo XX, e incluso cuando la mayoría de colonias consiguieron la independencia política nominal, la dependencia económica ha persistido. Este sometimiento de los países atrasados a los capitalistas desarrollados ha sido paralelo y complementario al crecimiento de los grandes capitales y consolidación de las hoy llamadas multinacionales. Gracias a la interconexión mediante acciones, las multinacionales han perdido el carácter casi nacional que tuvieron en los tiempos de Lenin y que provocó las dos guerras mundiales del siglo XX. Ahora predomina un capitalismo entrelazado, de carácter apátrida, aunque el liderazgo militar lo siga desempeñando EEUU, que ejerce de gendarme mundial para garantizar beneficios a ese capital apátrida.

Las multinacionales en la actualidad, más que empresas productivas en el sentido clásico, son plataformas para la inversión de capitales privados. ¿Cómo queda la cuota de beneficios por el capital invertido en el nuevo capitalismo apátrida?

Es evidente que la existencia de esas grandes empresas permite controlar los mercados, arrinconar a la ley de oferta y demanda, socavar el llamado “mercado libre”, y casi eliminar la “libre competencia”. Hay un debate sobre el peso de las multinacionales en la economía mundial; distintos estudios afirman que en Europa y España sobrepasa el 40%. En cualquier caso, son porcentajes importantes en los que cabe contar no solo su producción directa, sino la gran cantidad de empresas de todos los tipos y tamaños que giran en torno a su órbita. De esta forma, el cálculo de la cuota de beneficios por el capital invertido toma una forma muy diferente del analizado por Marx en un capitalismo en estado puro, y sometido al mercado y la ley de oferta y demanda.

Para empezar diremos, que Marx, consideraba que las empresas monopolistas por acciones, Añadiremos, para complicar las cosas, que en la actualidad esa bolsa común de beneficios del capital, que se repartía desigualmente, ya no es igual a la suma de todas las plusvalías extraídas a los trabajadores, sino que tiene dos componentes. Por una parte la plusvalía sacada a los trabajadores, y por otra parte, una aportación directa que la sociedad consumidora hace a esa bolsa común de beneficios del capital gracias a que muchos precios ya no están regulados por la ley de oferta y demanda, sino que son emanaciones de despacho para mantener una cuota de beneficios aceptable. Eso solamente es posible si se controla el mercado ya sea manteniendo el monopolio, u oligopolio sobre un producto, o fidelizando al consumidor a una marca (esa es la función del marketing). En esos casos el único contrapeso que tienen los precios fijados por las grandes empresas es la capacidad adquisitiva del consumidor, ya no es la competencia entre empresas. La sociedad es saqueada directamente para mantener los beneficios empresariales. Y sin embargo esto no hace que se incremente el valor social producido, pues esa aportación directa de la sociedad consumidora a la bolsa común de beneficios del capital, es equivalente a una reducción salarial, cuando se trata de necesidades básicas como electricidad, carburantes, determinados alimentos, y productos que entran en la composición de la fuerza de trabajo.

Pero cuando hablamos solo del control de pre[1]cios sobre materias primas, estamos hablando de repartos desiguales de la plusvalía extraída entre capitales diferentes (sean grandes o pequeños). Eso ni engrandece, ni reduce la bolsa común de beneficios del capital; aunque es cierto que hay empresas que manipulan los precios del mercado perjudicando a otras. A veces es difícil separar lo que es un sobrecoste que soporta la sociedad consumidora y que re[1]fuerza la bolsa común de beneficios del capital, de lo que simplemente es una distribución des[1]igual de beneficios empresariales que no altera la bolsa común de beneficios empresariales.

or otra parte, el capital ficticio se ha convertido en instrumento para medir “el valor” de las grandes empresas por acciones. Expliquemos esto con un ejemplo; esta vez sacado del mismo informe de Telefónica a sus accionistas: “Al 31 de diciembre de 2014, el capital social de Telefónica, S.A. está cifrado en 4.657.204.330 euros y se encuentra dividido en 4.657.204.330 acciones ordinarias de una única serie y de 1 euro de valor nominal cada una de ellas, Íntegramente desembolsadas, representadas por anotaciones en cuenta, que cotizan en el Mercado Continuo español (Dentro del selectivo Índice “Ibex 35”) y en las cuatro Bolsas españolas (Madrid, Barcelona, Valencia y Bilbao), así como en las Bolsas de Londres y Buenos Aires, y en las de Nueva York y Lima, en estos dos últimos casos, a través de ADSs, American Depositary Shares.” De las cuentas anuales e informe de Gestión correspondientes al ejercicio 2014 de TELEFONICA SA. Es decir, oficialmente el capital invertido en Telefónica son 4.657 millones de euros, por las que se emite el mismo número de acciones al valor nominal de 1 euro cada una de ellas. Pero como Telefónica ofrece una seguridad en la inversión, la cotización en las bolsas de valores por cada acción de Telefónica suele oscilar entre 10 y 14 euros. O sea, que el dueño de 1.000 acciones de Telefónica no es propietario de un capital invertido de 1.000 euros sino de entre 10.000, y 14.000. A eso Marx lo llamaba capital ficticio. Capital ficticio que puede servir perfectamente para cambiarlo por un producto real como por ejemplo un automóvil. Resulta que el capital ficticio se enfrenta a los productos reales en las mismas condiciones que el dinero emanado del trabajo productivo.

¿El que aumente el capital ficticio, o que unas cuantas empresas manipulen los precios hace que aumente la riqueza-valor real socialmente producida? En absoluto, lo que ocurre es que, sin producir nada, algunos capitales participan en el valor real acumulado en la bolsa común de beneficios del capital, que se forma a partir de la plusvalía extraída a los trabajadores en la producción de productos reales y al gravamen que se aplica a los productos de consumo social.

La economía capitalista –como decía Marx[1]sigue empeñada en ver la apariencia de las cosas, y dan el nombre de “riqueza”, tanto al valor de las mercancías creadas con el trabajo, como al dinero que es un medio de circulación y acceso a productos reales, o sea, de acceso al valor. La bolsa común de beneficios del capi[1]tal solo puede crecer a partir de la apropiación de trabajo ajeno (en sus dos formas), no puede crecer si unas empresas ganan mucho a costa de que otras ganen poco, ni por el hecho de la existencia de capital ficticio, ni mucho menos porque el control del mercado y la manipulación de precios perjudique a los beneficios empresariales de empresas. En estas condiciones, es evidente que conseguir una cuota de beneficios por el capital invertido se altera notablemente, porque aunque -como demuestra Marx- el valor no crece solo, los beneficios tienen ahora dos fuentes de origen, pero ambas siguen siendo apropiación de trabajo ajeno (y por tanto de valor ajeno), de una forma parecida a lo que era la venta de indulgencias para conseguir el perdón de los pecados, o la reventa a precios exagerados de entradas agotadas para un partido de futbol.

Además ¿Quién sabe cuál es realmente el capi[1]tal real invertido en una multinacional, cuan[1]do una parte muy importante de su “capital” declarado está compuesto por capital ficticio en forma acciones y expectativas de beneficios futuros a los que se les pone precio, como ocurre por ejemplo, con los derechos a comprar o vender una cosecha que todavía no se ha producido?. Por eso nosotros decimos que las multinacionales no son empresas capitalistas en sentido clásico, sino plataformas al servicio de la inversión de capitales privados e individuales para apropiarse de trabajo ajeno, y por tanto del valor producido con el trabajo de otros.

En síntesis, la cuota de beneficios media sobre la que se balancean los capitales invertidos sigue existiendo y se extiende ahora a los capi[1]tales monopolistas). No solo porque ocupen una parte quizás mayoritaria de la producción de un país capitalista, sino sobre todo, porque las grandes empresas no son ya empresas en el sentido clásico que analizó Marx, sino que son plataformas colectivas creadas para la inversión de capitales privados. En esas condiciones la cuota media por el capi[1]tal invertido es el resultado de la interacción de tres tipos de mercados: 1) el mercado clásico estudiado por Marx, y que afecta sobre todo a pequeñas y medianas empresas; 2) El mercado de las grandes empresas que ejercen una posición dominante, pero que producen bienes y servicios reales, aunque a precios que total o parcialmente eluden la competencia; 3) El mercado de valorizaciones (o conversión en mercancías de las expectativas de beneficios futuros), y acciones que se expresan en las bolsas. A este mercado las nuevas tecnologías prestan un servicio extraordinario al facilitar la compra y venta por el mundo de todo tipo de derechos (expectativas de beneficios futuros, acciones, bonos de los Estados, hipotecas etc.).

En su conjunto esos tres tipos de mercados se influencian mutuamente y participan en la bolsa común de beneficios del capital, cuyo importe sigue siendo igual al importe del trabajo ajeno apropiado, aunque por diversidad de vías. Hay estudios más detallados y pormenorizados de esos tres mercados, a los que aquí, por motivos de espacio, no podemos prestarles atención.

5) ¿Qué importancia tiene todo eso para acabar con el capitalismo? Nunca está de más tener siempre presente que en una economía cuyo sector motriz es la producción de medios de consumo de masas, si la gente tuviera la capacidad de compra suficiente para absorber toda la producción, no habría crisis económicas, pero también desaparece[1]ría el beneficio empresarial, la apropiación de trabajo ajeno, y por tanto el capitalismo.

Pero más allá de eso, la importancia de analizar las transformaciones que se van operando en el capitalismo –y quien sostenga que nada cambia, no ha entendido ni la dialéctica marxista, ni el ABC del marxismo-, tiene una importancia fundamental para conocer las contradicciones in[1]ternas y el funcionamiento del enemigo de clase al que nos enfrentamos. Funcionamiento que, por otra par[1]te, tiene influencia directa en nuestras condiciones de vida directas.

Pero todo ello la primera conclusión que se saca es que, por lo menos en los países capitalistas desarrollados, la clase social que controla el aparato del Estado ya no es una clase nacional burguesa que sobre la base de la explotación de su propia clase obrera se proyectaba en el merca[1]do mundial muchas veces en forma imperialista. Ahora se ha consolidado un capitalismo apátrida entrelazado por bloques, véase la composición del accionariado de Telefónica, (que por cierto, se ha unido al 50% con Lyberty Global, propietaria de la red de banda ancha más rápida del Reino Unido, y la mayor línea móvil de ese país).

En países de segundo orden, especialmente en Latinoamérica todavía existe una burguesía y pequeña burguesía nacional que sufre la bota del imperialismo y el capitalismo apátrida, ya que gran parte de sus burguesías no participan en las industrias estratégicas que están en manos de EEUU, y en menor medida de empresas españolas. Es por ello que en ocasiones se alzan contra el imperialismo, aunque solo con un programa patriótico de tipo keynesiano que procura no ahuyentar el incentivo para invertir en la extracción de plusvalía. En definitiva no pretenden acabar con el capitalismo, aunque lo llamen “socialismo del siglo XXI”. Pero en los países desarrollados de Europa y Japón ni la burguesía ni las pequeñas burguesías tradicionales pueden edificar ya un Estado, simplemente porque las industrias y servicios estratégicos que componen cualitativamente la mayor parte de la producción ya no están en sus manos, sino en la de oligarquías capitalistas nacionales entrelazadas con capital foráneo (es lo que llamamos capital apátrida) La mayor parte de la vieja burguesía no les queda más remedio que colocarse bajo el paraguas protector de las oligarquías apátridas; aunque tengan que pagar elevados cánones, por ejemplo por el suministro eléctrico, o tengan que mendigar en los bancos..

La clase obrera en los países capitalistas avanzados, con la lucha de los pueblos antiimperialistas aunque en ocasiones, estos últimos, no tengan una dirección claramente socialista. (Venezuela, antes Bolivia, Nicaragua, o la Argentina de los Kirchner). Cualquier retroceso del imperialismo y del capital apátrida a nivel mundial, contribuye a crear el marco general favorable para el avance del socialismo en cada país -incluso si es capitalista avanzado-, y la evolución de sus contradicciones internas permite que la cadena imperialista se debilite en ese eslabón. Otras de las consecuencias políticas que se saca de la evolución del capitalismo en los últimos decenios es que, ha variado la dirección y el contenido de una vieja consigna de Unidad Popular que tradicionalmente han mantenido los comunistas en países que no habían completado su revolución burguesa. Antes, se pretendía agrupar a la clase obrera, con una mayoría campesina, y un sector de las clases medias en vías de desaparición, y si acaso a una parte de la burguesía media. Ahora, con un 80% de asalariados productivos de bienes y ser[1]vicios, un 4% de empleados en la agricultura y un 10% de trabajadores autónomos sin asalariados, y cuya mayoría son trabajadores expulsados del mercado de trabajo debido a la cada vez menor necesidad de trabajadores asalariados, hay que replantearse los aliados potenciales de la clase obrera. Además, hay que considerar la consolidación de una gestocracia que vive de la apropiación del trabajo ajeno, pero adopta forma de salarios de escándalo, y tomar muy en serio los efectos que tiene la explotación del consumo social, por las empresas estratégicas sobre muchos sectores de la población. Por tanto la Unidad Popular en los países capitalistas solamente puede tener ahora una dirección directamente socialista. Al plantear una política anti-oligárquica, no solo se está reivindicando la independencia frente a una potencia imperialista opresora, sobre todo se está atacando directamente al capitalismo en su forma más avanzada, en su más alto grado de perfeccionamiento que no solo es apátrida, es también a quien se ven obligados a obedecer los Gobiernos (incluso de izquierda y keynesianos), y cuyo papel ha quedado reducido a proporcionar el marco jurídico, legal, e ideológico adecuado para el desarrollo de los beneficios de ese capital apátrida. No nos extenderemos, más sobre la importancia que puede tener estudiar las entrañas del capitalismo, no solo para trazar políticas de alianzas de clase, sino también para la consolidación de una orientación socialista en caso de toma del poder, y el proceso hacia la destrucción del viejo Estado de capitalismo oligárquico. Pues ya se sabe, al ser humano se le ha dado la facultad de transformar el mundo sobre la base de lo existente. Pero, si no conocemos lo existente no podremos transformar nada..

*++