Los ecofeminismos son un espacio de encuentro, donde confluyen
corrientes de pensamiento, análisis teóricos, propuestas políticas y
movimientos sociales diversos. Los ecofeminismos materialistas conforman una
política emancipadora.
Ecofeminismos: una política de
clase para el 99%
Joana Bregolat
El Viejo Topo
19 febrero, 2022
¿Cuántas veces
has escuchado hablar de ecofeminismos? Posiblemente sería incapaz de poner un
número que se aproxima a una realidad común, posiblemente me haya perdido más
de una vez tratando de explicar qué implica hablar de ecofeminismos en general
y qué implica hablar de ellos desde unas coordenadas anticapitalistas.
Los
ecofeminismos son un espacio de encuentro, donde confluyen corrientes de
pensamiento, análisis teóricos, propuestas políticas y movimientos sociales
diversos. La suma de estos enfoques moldea un cuerpo político-teórico-práctico
plural con múltiples voces y sujetos que propone nuevas formas de organización
y proporciona lecturas críticas sobre la realidad que nos atraviesa. Y si hay
una cosa todas hemos aprendido leyendo sobre ecofeminismos es que, este cuerpo
diverso y plural, sus miradas nacen de la impugnación de un sistema brutal,
capitalista, genocida, colonial y heteropatriarcal[1],
que se produce y reproduce en base al dominio, la explotación y la desposesión.
Ante las múltiples formas de dar respuesta a esta impugnación, algunas nos
planteamos hacerlo desde el marxismo, desde la posición de ser feministas
ecosocialistas revolucionarias, desde la voluntad de articular un ecofeminismo
materialista, decolonial e internacionalista que nos permita articular una
política de clase para el 99%.
Estas líneas
que siguen recogen ideas, debates y reflexiones compartidas en esferas
académicas, políticas y activistas, fruto de querer ampliar la discusión, de
querer socializarla, conscientes de que parten de un pensamiento situado y
territorializado en el Norte Global, que cambia y evoluciona.
1. Ecofeminismo materialista frente al capitaloceno
«Las
ecofeministas explican las conexiones históricas, materiales e ideológicas
entre la subyugación de las mujeres y la dominación de la naturaleza». Con esta
frase, Christelle Terreblanche empieza a definir el ecofeminismo en Pluriverse:
A Post-Development Dictionary (2019)[2] y genera un marco de discusión
clave: ¿por qué hablamos de conexiones históricas, materiales e ideológicas?
El desarrollo
de una propuesta ecofeminista materialista no se da en un espacio vacío.
Nuestro espacio de debate se ve mediado por la constitución de un mainstream
verde en el imaginario colectivo que, lejos de ser un elemento
revolucionario y de transformación, han significado nuevas formas de
enunciación y acumulación del capital.
La asunción de
lo «verde» no se ha traducido en propuestas de enverdecimiento real
de la economía, de reconocimiento de los límites biofísicos o de valorización
de aquellos trabajos de sostenibilidad de la vida. Ha dado paso a procesos de
mercantilización de lo verde y a la generación de nuevos
espacios de acumulación, de nuevas burbujas especulativas sobre la naturaleza,
la biodiversidad y el clima. La extracción de beneficios de los desastres naturales
y sanitarios, de la disminución de reservas de agua y de la extinción de
especies, a través de emisiones de deuda y la consolidación de nuevos mercados
transnacionales ejemplifican a la perfección este proceso.[3]
Al mismo
tiempo, ha impulsado una despolitización de la cuestión ambiental a través de
la hegemonización de la narrativa del antropoceno y la construcción del
capitalismo verde. Por una parte, la consolidación del discurso del antropoceno
en el sentido común[4] ha
cristalizado en la concepción de un nosotros abstracto y
totalizante responsable de la crisis socio-ecológica, escondiendo todas
aquellas no privilegiadas, deshumanizadas e invisibles que se han opuesto
activamente a la destrucción de la naturaleza. Así, se genera un discurso de
culpabilización ante un sujeto global, ahistórico y de naturaleza destructiva –la
humanidad– que contamina en todos los territorios por igual, que privatiza,
canibaliza, explota, destruye y colapsa el sistema-tierra de forma inevitable.
Y por otra parte, la construcción de un capitalismo verde certifica la entrada
de la cuestión ambiental como mercancía y se plantea su resolución en términos
de laisser-faire del capital. El reconocimiento por parte del
capital del problema del cambio climático no implica una internalización de sus
externalidades ni mucho menos que se vuelva sostenible: significa que
corporaciones transnacionales y organismos financieros observan las necesidades
de inversión en adaptación y/o mitigación climática como nuevos espacios de
acumulación. Por lo tanto, la acción queda limitada a todo aquello que no
cuestione el modelo de raíz, planteando así soluciones tecnológicas desde una
lógica de sustitución, sin planificar ni priorizar necesidades, ni cuestionar
los impactos sobre cuerpos, comunidades y ecosistemas.
Así, los
ecofeminismos materialistas se construyen desde la otredad. Se construyen
visibilizando que la crisis socio-ecológica, que las crisis que nos rodean,
tiene una raíz histórica, que son fruto de decisiones políticas y relaciones
materiales –y simbólicas– desiguales, y que estas se han dado en un sistema
jerárquico de significación. Un sistema que polariza diferencias entre sujetos
y las plantea como separaciones naturales e irreconciliables que se
corresponden directamente a y naturalizan las opresiones de género, clase, raza
y naturaleza, respectivamente.[5] Por
lo tanto, las lógicas de dominación, explotación y desposesión sobre los
cuerpos y naturaleza responden a un ideal performativo: un sujeto autónomo en
posesión de la razón –en cuanto a la ciencia, la tecnología y el derecho– y los
medios de producción, con cuyas herramientas tiene el derecho a extraer el
trabajo y el valor de lo que define como otredad.
Los ecofeminismos
materialistas se articulan frente a una historia social, política, económica y
cultural, desigual y violenta. Los ecofeminismos materialistas son una política
emancipadora, una propuesta para el 99%, para las que sostienen el mundo.
2. Cuerpos y sujetos: ¿quiénes impulsan la transición?
Si la
definición del sujeto revolucionario y de la clase han sido y son una de
aquellas discusiones sin fin dentro de la praxis-teoría marxista; en los
feminismos, observamos un proceso similar en la definición del sujeto
emancipatorio y la comprensión de la experiencia encarnada, del cuerpo. Estos
debates se reproducen y se complejizan, intentando dar respuesta a pregunta de
qué sujetos van a impulsar la transición –o transiciones–. Pero, ¿en qué
términos se da el debate?
Las miradas ecofeministas sobre la noción de trabajo son
fundamentales para el debate. Desde un análisis histórico de la división
sexual, racial y transnacional del trabajo, Plumwood en Feminism and
the Mastery of Nature (1993) ponía de relieve la asociación del
trabajo como aquello concebido exclusivamente como productivo, con valores de
sociabilidad y promoción de la cultura del sujeto autónomo y autosuficiente,
aquello que se daba fuera del hogar, en fábricas y oficinas. Aquellas tareas
invisibles de provisión de bienestar, de reproducción social y sostenibilidad
de la vida se comprenden como menos-que-trabajo, naturalizándolas,
precarizándolas, convirtiéndolas en algo más fácilmente apropiable. Así,
planteaba el trabajo desde la premisa de la propiedad y la percepción de
devenir mercancía en el sí de un circuito económico globalizado.
Esta lectura
lleva a la teórica ecofeminista Ariel Salleh a defender la necesidad de situar
el trabajo invisible de la reproducción como un frente de batalla dentro de una
política económica ecofeminista. A través del concepto de clase
meta-industrial[6] busca dar reconocimiento a una clase
sin nombre, a aquellos que realizan trabajos que tienen una mediación directa
con los ciclos humanos y naturales y que, en su desarrollo, aseguran el
mantenimiento de las condiciones necesarias para el sostenimiento de la vida.
Es una clase trabajadora, de cuerpos colonizados y subalternizados; que se
construye desde la otredad de no ser industrial, de realizar tareas de cuidado
y subsistencia, y de la contradicción estructural constante de ser recurso esencial
sin condición reconocida de sujeto político.[7] Así,
dentro de la clase meta-industrial encontramos cuerpos feminizados, LGBTIQ+;
cuerpos comunitarios, rurales, campesinos, indígenas y racializados; sujetos
que con su acción enfrían la tierra.
Stefania Barca
en Forces of Reproduction (2020)[8] plantea
cuáles son los sujetos clave que muestran las contradicciones del sistema, que
habitan sus márgenes y lo rechazan a través de sus prácticas cotidianas y
formas de existencia. Estos sujetos que denomina las fuerzas de
reproducción, son cuerpos racializados, feminizados, queer,
asalariados y no asalariados, que hacen tareas humanas y no humanas que, con su
agencia material, mantienen el mundo vivo. Son sujetos invisibles para el
sistema y olvidados en la historia, sujetos en construcción producto de la
confluencia de luchas (trans)feministas, indígenas, campesinas, sindicales, en
defensa de los comunes, de justicia ambiental y en lucha contra la deuda, y de
todas aquellas luchas por la dignidad de «vivir vidas que merezcan la pena ser
vividas».
En el
reconocimiento de estas clases y los cuerpos diversos que las integran se da un
espacio común de trabajo: se comprende el trabajo de cuidados, de reproducción
y sostenibilidad de la vida como trabajo, como trabajo que produce un valor
metabólico necesario y que es trabajo climático.
3. Entre el reconocimiento y la redistribución
ecofeminista: la cuestión del sujeto
En definitiva,
si abordamos la cuestión del sujeto desde los ecofeminismos nos encontramos en
un debate abierto. Un debate que se da desde posiciones teórico-académicas, desde
las experiencias de lucha local pero también globales, y desde los nuevos
espacios donde se desarrolla el conflicto capital-vida. Así pues, la discusión
está dada y ante las reflexiones planteadas por autoras como Salleh y Barca,
podemos problematizar la construcción del sujeto: ¿es correcto equiparar la
necesidad de visibilización de los trabajos de reproducción y los cuerpos que
los desarrollan a la constitución del sujeto revolucionario?
Sería un error
considerar anecdótico la necesidad de reconocimiento de todos los trabajos de
reproducción social y sostenibilidad de la vida que se dan en nuestro
metabolismo socio-ecológico, junto a la voluntad de visibilizar los cuerpos que
los realizan. Así, es necesario poner consciencia sobre los cuerpos que hacen
posible la producción agroalimentaria, la pesca y la recolección, los trabajos
domésticos y de cuidados, los trabajos de cuidado agroforestales y la
silvicultura, las tareas de limpieza y saneamiento de los comunes –naturales y
urbanos–, y que desarrollan tareas de provisión de bienestar comunitario
fundamentales como la educación, la asistencia sanitaria, la recogida de
residuos, etc.; entendiendo que son formas de trabajo reproductivas esenciales
para el desarrollo de la vida humana en un contexto interdependiente y
ecodependiente. Y sí, como recoge Barca en su planteamiento, son tareas humanas
y no humanas, de ahí la necesidad de reconocer y visibilizar los procesos
fundamentales que miles de especies hacen para el mantenimiento y
sostenibilidad de nuestros ecosistemas. La cuestión de reconocimiento no es
menor, es un reconocimiento amplio intraespecie pero también interespecie; pero
el reconocimiento derivado de la realización de estas tareas no constituye el
sujeto revolucionario.
Concebimos que
el sujeto se construye en la lucha de clases, se construye a través de la
autoorganización por la emancipación; no viene dado sólo por el desarrollo de
un papel histórico y estratégico dentro de la estructura, sino por la disputa
política colectiva que se da desde ese lugar. Así, el rol del reconocimiento en
la concepción del sujeto es importante pero no es definitorio y, a riesgo de
pecar de androcentrismo, puede llegar a exceder las realidades que intervienen
en la lucha de clases.
Otro eje de
problematización que podemos encontrar es la caracterización del sujeto. Las
propuestas de clase que formulan Salleh y Barca surgen de hacer un repaso
histórico a las formas de organización y las relaciones de poder, reconociendo,
visibilizando y valorizando todo aquello que deviene otredad. Así, tanto la
clase meta-industrial como las fuerzas de reproducción se
configuran alrededor de la otredad, dibujándose sobre sujetos de
características concretas y dándoles, a esas características, un potencial
revolucionario y de transformación de per se. Pero, si bien
observamos que la composición del sujeto revolucionario hoy está formada por
una diversidad de cuerpos racializados, feminizados, campesinos, indígenas,
asalariados y no asalariados, entre otras características, estas no son por
ellas mismas constituyentes del sujeto.
No partimos de
miradas ni esencialistas ni mecanicistas: si el sujeto se construye en la
lucha, es en ella donde observamos y observaremos las características del
sujeto revolucionario; siendo conscientes que es posible que encontremos que no
todos los cuerpos respondan a ellas. Por lo tanto, la caracterización del
sujeto no es estable ni responde intrínsecamente a lo que se considera otredad:
se encuentra en movimiento, evolucionando constantemente dentro de los espacios
de lucha de clases.
Al plantear los
ecofeminismos como una política de clase para el 99%, en lugar de definir un
nuevo sujeto ponemos de relieve cómo desde las coordenadas ecofeministas
materialistas tenemos la capacidad de ampliar el sujeto de clase más allá de
los sectores de trabajadoras. Esto adquiere especial importancia en un momento
como el actual en el que, tal como describe Tithi Bhattacharya (2019), la
producción de la vida cada vez genera más conflictos ante los imperativos de
producción del capital. Es por este motivo por el que aquellos cuerpos que
realizan las tareas de reproducción social y sostenibilidad de la vida se
sitúan en una posición estratégica de lucha revolucionaria. Es en este punto
donde las lecturas ecofeministas materialistas amplían la mirada sobre el
sujeto; y es desde ahí, donde podemos trabajar en la organización de un sujeto
político amplio y diverso con potencial revolucionario.
Notas
[1] Martí, J. (2020, septiembre). Entrevista a
Maristella Svampa y Marta Pascual. Plural. Viento Sur, 171. https://vientosur.info/los-ecofeminismos-se-enfrentan-a-una-forma-de-hacer-que-violenta-los-cuerpos-las-personas-y-la-tierra/
[2] Terrerblanche, C. (2019). ‘Ecofeminism’. En:
Kothari, A., Salleh, A., Escobar, A. Demaria, F., i Acosta, A. (eds.). Pluriverse.
A Post-Development Dictionary. New Delhi: Tulika Books, 163-166.
[3] Bregolat, J. (2021). ¿Dónde está la justicia
global en los pactos verdes? Propuestas para unos pactos verdes globales e
internacionalistas. Barcelona: Observatori del Deute en la Globalització. https://odg.cat/es/publicacion/donde-esta-la-justicia-global-en-los-pactos-verdes/
[4] Goodman, J. y Salleh, A. (2013). The ‘green
economy’: class hegemony and counter-hegemony. Globalizations, 10(3), 411-424.
[5] Plumwood, V. (1993). Feminism and the
Mastery of Nature. Londres: Routledge.
[6] Salleh, A. (2017 [1997]). Ecofeminism as
Politics: Nature, Marx and the Postmodern. Londres: Zed Books.
[7] Salleh, A. (2000). The Meta-industrial Class and
Why We Need It. Democracy & Nature, 6(1), 27-36.
[8] Barca, S. (2020). Forces of
Reproduction. Notes for a Counter-Hegemonic Anthropocene (Elements in
Environmental Humanities). Cambridge: Cambridge University Press.
Fuente: Viento Sur.
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