Yo creo siguiendo las teorías marxistas que estas XIII tesis que siguen bien se podrían quedar en UNA única tesis, si se interpreta correctamente el marxismo, que consitiría en la siguiente: el modo de producción capitalista es una forma concreta y determinada históricamente de producir (lo económico); una forma de distribuir lo producido (lo político) y una aceptación social mayoritaria tanto de la forma como se producce como de la forma que se distribuye (lo ideológico). Esta foma de producir,distribuir y el acuerdo social ambos se origina por el desarrollo de las fuerzas productivas que tiene como motor el trabajo del individuo. Por desarrollo no se puede entender ninguna actividad que acabe por agotar los elementos que la hacen posible. El desarrollo habrá que entenderlo necesariamente como aquella actividad que utilizando los recursos de que se disponen son utilizados de tal manera que no se agoten nunca, precisamente para no detener el desarrollo. El modo de producción capitalista como producto histórico que es tuvo un nacimiento, un crecimiento, un desarrollo y tiene que tener un final, cuyo princio de este final se inición con la crisis de 2088. Y lo mismo que el modo de producción capitalista sustituyó al modo de producción feudal, también él tendrá que ser sustituido por un nuevo modo de producción más desarrollado y perfecto: el modo de producción socialista, pero sin tontadas de un "eco" por delante o un "verde" por detrás de al palabra capitalismo. Y si se tiene en cuenta que el socialismo cientifico de Marx tiene al sujeto humano como eje central y para el desarrollo de todas sus facultades, materiales y espirituales, ya tenemos todos los datos para construir la ÚNICA tesís que señalaba al principio. ¿Ven? sin "eco" sin colorines y sin tontadas.
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Trece tesis sobre la catástrofe (ecológica) inminente y los medios (revolucionarios) de evitarla
Rebelión
Mediapart
17.02.2020
I. La crisis ecológica
está ya presente y se convertirá todavía más, en los meses y años
próximos, en la cuestión social y política más importante del siglo XXI.
El porvenir del planeta y de la humanidad va a decidirse en los
próximos decenios. Los cálculos de algunos científicos en relación con
los escenarios para el 2100 no son muy útiles, por dos razones: a)
científica: considerando todos los efectos retroactivos imposibles de
calcular, es muy aventurado hacer proyecciones de un siglo; b) política:
a finales del siglo, todos y todas nosotros y nosotras, nuestros hijos y
nietos habrán partido y entonces ¿qué interés tiene?
II. La crisis
ecológica incluye varios aspectos, de consecuencias peligrosas, pero la
cuestión climática es sin duda la amenaza más dramática. Como explica el
GIEC [Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático,
ndt], si la temperatura media sobrepasa más de 1,5 grados en relación
con la del período preindustrial, existe el riesgo de que se desencadene
un proceso irreversible de cambio climático. ¿Cuáles serían las
consecuencias? A continuación se señalan algunos ejemplos: la
multiplicación de mega-incendios como el de Australia; la desaparición
de los ríos y la desertificación de los suelos; el deshielo y la
dislocación de los glaciares polares y la elevación del nivel del mar,
que puede alcanzar hasta decenas de metros, mientras que solo con dos
metros amplias regiones de Bengala, de India y de Tailandia, así como
las principales ciudades de la civilización humana –Hong-Kong, Calcuta,
Viena, Amsterdam, Sangai, Londres, Nueva York, Río- desaparecerán bajo
el mar. ¿Hasta dónde podrá subir la temperatura? ¿A partir de qué
temperatura estará amenazada la vida humana sobre este planeta? Nadie
tiene respuesta a estas preguntas…
III. Estos son riesgos de
catástrofe sin precedente en las historia humana. Sería preciso volver
al Plioceno, hace algunos millones de años, para encontrar una condición
climática análoga a la que podrá instaurarse en el futuro gracias al
cambio climático. La mayor parte de los geólogos estiman que hemos
entrado en una nueva era geológica, el Antropoceno, en el que las
condiciones del planeta se han modificado por la actividad humana. ¿Qué
actividad? El cambio climático empezó con la Revolución Industrial del
siglo XVIII, pero fue después de 1945, con la globalización neoliberal,
cuando tuvo lugar un salto cualitativo. En otros términos, es la
civilización industrial capitalista moderna quien es responsable de la
acumulación de CO2 en la atmósfera y, con ello, del calentamiento global.
IV. La responsabilidad del sistema capitalista en la catástrofe
inminente está ampliamente reconocida. El Papa Francisco, en la
Encíclica Laudatio Si, sin pronunciar la palabra capitalismo,
denunciaba un sistema de relaciones comerciales y de propiedad
estructuralmente perverso, exclusivamente basado en “el principio de
maximización del beneficio” como responsable a la vez de la injusticia
social y de la destrucción de nuestra Casa Común, la Naturaleza. Una
consigna universalmente coreada en las manifestaciones ecologistas en
todos los lugares del mundo es: “¡Cambiemos el sistema, no el clima!” La
actitud de los principales representantes de este sistema, partidarios
del business as usual – millonarios, banqueros, expertos, oligarcas, politicastros- puede ser resumida en la frase atribuida a Luis XIV: “Después de mí, el diluvio”.
V. El carácter sistémico del problema se ilustra cruelmente con el
comportamiento de todos los gobiernos (con rarísimas excepciones) al
servicio de la acumulación de capital, de las multinacionales, de la
oligarquía fósil, de la mercantilización general y del libre comercio.
Algunos -Donald Trump, Jair Bolsonaro, Scott Morrison (Australia)- son
abiertamente ecocidas y negacionistas climáticos. Los otros, los razonables,
dan el tono en las reuniones anuales de la COP (¿Conferencias de los
Partidos o Circos Organizados Periódicamente?) que se caracterizan por
una vaga retórica verde y una completa inercia. La de más éxito
fue la COP21, en París, que concluyó con solemnes promesas de
reducciones de emisiones por todos los gobiernos participantes -no
cumplidas, salvo por algunas islas del Pacífico-; ahora bien, si se
hubieran cumplido, los científicos calculan que la temperatura podría
sin embargo subir hasta 3,3 grados suplementarios.
VI. El capitalismo verde, los mercados de derechos de emisión, los mecanismos de compensación y otras manipulaciones de la pretendida economía de mercado sostenible se han revelado completamente ineficaces. Mientras que se enverdece
a diestra y siniestra, las emisiones suben en flecha y la catástrofe se
aproxima a grandes pasos. No hay solución a la crisis ecológica en el
marco del capitalismo, un sistema enteramente volcado al productivismo,
al consumismo, a la lucha feroz por las partes de mercado, a la
acumulación del capital y a la maximización de los beneficios. Su lógica
intrínsecamente perversa conduce inevitablemente a la ruptura de los
equilibrios ecológicos y a la destrucción de los ecosistemas.
VII. Las únicas alternativas efectivas, capaces de evitar la catástrofe, son las alternativas radicales. Radical
quiere decir que ataca a las raíces del mal. Si la raíz es el sistema
capitalista, son necesarias alternativas anti-sistémicas, es decir
anticapitalistas, como el ecosocialismo, un socialismo ecológico a la
altura de los desafíos del siglo XXI. Otras alternativas radicales como
el ecofeminismo, la ecología social (Murray Bookchin), la ecología
política de André Gorz o el decrecimiento anticapitalista, tienen mucho
en común con el ecosocialismo: en los últimos años se han desarrollado
las relaciones de influencia recíprocas.
VIII. ¿Qué es el
socialismo? Para muchos marxistas es la transformación de las relaciones
de producción –mediante la apropiación colectiva de los medios de
producción- para permitir el libre desarrollo de las fuerzas
productivas. El ecosocialismo se reclama de Marx pero rompe de forma
explícita con ese modelo productivista. Ciertamente, la apropiación
colectiva es indispensable, pero es también necesario transformar
radicalmente las mismas fuerzas productivas: a) cambiando sus fuentes de
energía (renovables en lugar de fósiles); b) reduciendo el consumo
global de energía; c) reduciendo (decrecimiento) la producción de
bienes y suprimiendo las actividades inútiles (publicidad) y las
perjudiciales (pesticidas, armas de guerra); d) poniendo fin a la
obsolescencia programada. El socialismo implica también la
transformación de los modelos de consumo, de las formas de transporte,
del urbanismo, del modo de vida. En resumen, es mucho más que una
modificación de las formas de propiedad: se trata de un cambio
civilizatorio, basado en los valores de solidaridad, igualdad y libertad
y respeto de la naturaleza. La civilización ecosocialista rompe con el
productivismo y el consumismo para privilegiar la reducción del tiempo
de trabajo y, así, la extensión del tiempo libre dedicado a las
actividades sociales, políticas, lúdicas, artísticas, eróticas, etc.,
etc. Marx designaba ese objetivo con el término Reino de la libertad.
IX. Para cumplir la transición hacia el ecosocialismo es necesaria una
planificación democrática, orientada por dos criterios: la satisfacción
de las verdaderas necesidades y el respeto de los equilibrios ecológicos
del planeta. Es la misma población –una vez desembarazada del bombardeo
publicitario y de la obsesión consumista fabricada por el mercado
capitalista- quien decidirá, democráticamente, cuales son las verdaderas
necesidades. El ecosocialismo es una apuesta por la racionalidad
democrática de las clases populares.
X. Para llevar a cabo el
proyecto ecosocialista no bastan las reformas parciales. Sería necesaria
una verdadera revolución social. ¿Cómo definir esta revolución?
Podríamos referirnos a una nota de Walter Benjamin, en un margen a sus
tesis Sobre el concepto de historia (1940)
: “Marx ha dicho que las revoluciones son la locomotora de la historia
mundial. Quizá las cosas se presentan de otra forma. Puede que las
revoluciones sean el acto por el que la humanidad que viaje en el tren
aprieta los frenos de urgencia”. Traducción en palabras del siglo XXI:
todas y todos somos pasajeros de un tren suicida, que se llama
Civilización Capitalista Industrial Moderna. Este tren se acerca, a una
velocidad creciente, a un abismo catastrófico: el cambio climático. La
acción revolucionaria tiene por objetivo detenerlo, antes de que sea
demasiado tarde.
XI. El ecosocialismo es a la vez un proyecto de
futuro y una estrategia para el combate aquí y ahora. No se trata de
esperar a que las condiciones estén maduras: hay que promover la
convergencia entre luchas sociales y luchas ecológicas y batirse contra
las iniciativas más destructoras de los poderes al servicio del capital.
Es lo que Naomi Klein llama Blockadia . Es en el interior de las
movilizaciones de este tipo donde podrá emerger, en las luchas, la
conciencia anticapitalista y el interés por el ecosocialismo. Las
propuestas como el Green New Deal forman parte de ese combate, en sus
formas radicales, que exigen el abandono efectivo de las energías
fósiles pero no en las que se limitan a reciclar el capitalismo verde.
XII. ¿Cuál es el sujeto de este combate? El dogmatismo
obrerista/industrialista del pasado ya no es actual. Las fuerzas que hoy
se encuentran en primera línea del enfrentamiento son los jóvenes, las
mujeres, los indígenas, los campesinos. Las mujeres están muy presentes
en el formidable levantamiento de la juventud lanzado por el llamamiento
de Greta Thunberg, una de las grandes fuentes de esperanza para el
futuro. Como nos explican las ecofeministas, esta participación masiva
de las mujeres en las movilizaciones proviene del hecho de que ellas son
las primeras víctimas de los daños ecológicos del sistema. Los
sindicatos comienzan, aquí o allá, a comprometerse también. Eso es
importante, ya que, en último análisis, no se podrá abatir al sistema
sin la participación activa de los trabajadores y las trabajadoras de
las ciudades y de los campos, que constituyen la mayoría de la
población. La primera condición es, en cada movimiento, asociar los
objetivos ecológicos (cierre de la minas de carbón o de los pozos de
petróleo, o de centrales térmicas, etc.) con la garantía del empleo de
los y las trabajadores y trabajadoras afectados.
XIII. ¿Tenemos posibilidades de ganar esta batalla antes de que sea demasiado tarde? Contrariamente a los pretendidos colapsólogos,
que proclaman, a bombo y platillo, que la catástrofe es inevitable y
que cualquier resistencia es inútil, creemos que el futuro sigue
abierto. No hay ninguna garantía que ese futuro será ecosocialista: es
el objeto de una apuesta en el sentido pascaliano, en la que se
comprometen todas las fuerzas, en un trabajo por lo incierto. Pero, como decía, con una gran y simple prudencia, Bertold Brecht: “El que lucha puede perder. El que no lucha ha perdido ya”.
Mediapart.fr, Traducción: viento sur
Fuente:
https://vientosur.info/spip.php?article15590
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