En la muerte de Rafael Sánchez Ferlosio (1927-2019)
 
 
02.04.2019 
 
 
 
 
Para
 Mercedes Iglesias Serrano, que habló con él con naturalidad sobre el 
calor del mediodía, su escoba, su cubo y sus trabajos de limpieza en el 
palacete familiar, tres años después de aquel 2 de abril
 
Siguen ardiendo las pérdidas.
He visto al autor de El Jarama
 tres veces en mi vida (la última vez en Coria del Río, con mi 
esposa-compañera, Mercedes Iglesias Serrano, con la que estuvo muy 
afable y simpático, conmigo -la verdad es la verdad la diga Agamenón, el
 porquero o el que suscribe- no tanto) y he hablado con él, en total, 
apenas 15 minutos en mi vida. Tal vez menos. De nada sustantivo.
No conseguimos entrevistarle cuando Pere de la Fuente y yo mismo preparamos el Acerca de Manuel Sacristán. Tampoco cuando, unos diez años después, Xavier Juncosa dirigió los documentales Integral Sacristán (Se los sigo recomendando).
Como
 tantas otras personas, aprendí y me emocioné con su obra (de la leída, 
apenas un 15% de lo publicado), una obra cuya escritura siempre me 
sedujo pero que no siempre logré entender bien. De hecho, perdonen el 
atrevimiento, creo que editó en Destino, en alguna ocasión, escritos 
poco trabajados. Tal vez por amistad con su editor.
No he consultado aún sus Obras Completas.  Otra tarea pendiente: leerlas, un plan de trabajo para dos años tal vez. 
Aparte
 de su discusión con S.J.Gould (con algunas aristas demasiado enérgicas y
 seguras por su parte), sólo le recuerdo un gran error (que él mismo 
reconoció): su firma –para algunos, entre los que me incluyo, todo un 
golpe en el alma y en “lo que no podía ser” en aquellos años de 
movilización antiotánica- en un escrito preparado por Juan Benet 
favorable a la permanencia en la OTAN en 1986. La amistad le pudo 
probablemente (Años después dio una explicación a Francisco Fernández 
Buey en términos más claros políticamente, relacionados con la 
correlación de fuerzas y el coraje político).
Muchas otras personas podrán decir cosas más sustantivas sobre sus escritos
Me
 sitúo aquí en otras coordenadas. En sus relaciones con Manuel Sacristán
 (1925-1985), muy amigo también de su hermano, Miguel Sánchez-Mazas 
(probablemente también de Chicho), con un apunte complementario 
relacionado con un escrito (antes una conferencia) de Francisco 
Fernández Buey (1943-2012).
El autor de la Introducción a la lógica y el análisis formal publicó una reseña (excelente según los estudiosos, también en mi opinión) en el número 23 de la revista Laye:  “ Una lectura del Alfanhuí de Rafael Sánchez Ferlosio”. Puede verse ahora en Lecturas
 (el cuarto volumen de sus “Panfletos y Materiales”), Icaria, Barcelona,
 pp. 65-86. Ha sido incorporad a por Destino como prólogo o epílogo en 
ediciones del Alfanhuí  de los años 90 (No sé si se sigue haciendo). 
 Ese mismo año de 1953, Sacristán publicó su única obra de teatro, El pasillo, en Revista Española , una publicación que RSF codirigía con Ignacio Aldecoa y (salvo error mío) Alfonso Sastre. 
 Fueron también en est a época , y en años posteriores, cuando se inicio
 una correspondencia entre ambos de la que ha sido muy celoso el autor 
de El Jarama. Una parte de ella, sólo una parte, puede 
consultarse en la biblioteca de la Facultad de Economía y Empresa de la 
Universidad de Barcelona. Se conserva allí la copia de una de las cartas
 de Sacristán, solo de una. Fechada el 16 de septiembre de 1963, se 
abría con estas palabras: 
Querido Rafael: 
es
 posible que hoy termine el largo plazo que me ha dado tu paciencia. 
Digo sólo que es posible, sin estar demasiado seguro de que vaya a 
terminar y echar al correo esta carta, porque mi obstáculo inhibidor no 
se ha movido un paso durante todos estos meses. Tampoco es culpa suya, 
por lo demás; pues, a pesar de mis buenas intenciones, no he podido 
darle un solo empujón. 
 Yo no dirigí nunca ad hominem, como tú pareces creer, la pregunta sobre lo que había pasado después de El Jarama.
 Ni me interesaba como respuesta una historia puramente individual (si 
es que eso existe), sino razones trasferibles, como tú dices, a 
cualquier otro escritor. (Del “cualquier" te diré luego más). 
Mi 
situación, de la que nace mi inhibición, era y es muy diferente. Yo 
estaba entonces preparando un prólogo para una edición de obras de 
Heine. En mi estudio de la poesía de Heine había creído ver algo así 
como un hundimiento “objetivo” -empecemos por soltar imprecisiones, que 
ya las afinaremos o las retiraremos- de la poesía: que en cierto momento
 el poeta dejaba de crear al hilo de su vida y bajo el impulso, o sobre 
el cimiento, de lo ya creado, y se ponía a escribir, digamos, “aposta”. 
Como el hecho me recordaba otros grandes hundimientos poéticos de 
análogo o diverso resultado, y como mi formación no es de crítico 
literario, sino que me ha viciado con la tradicional tendencia 
filosófica a precipitarse hacia hipótesis, no pude evitar que éstas me 
acudieran enseguida, presumiblemente atraídas por los muchos huecos de 
mis conocimientos literarios e históricos.
 
El traductor de El Capital la cerraba así: 
 Con este tipo de mediación se superpone a lo que podríamos llamar 
“intención primaria” de la actividad artística una "segunda intención”, 
la de producir a toda costa y a ciertos ritmos, que es lo que 
caracteriza al arte hecho aposta o profesionalmente. Por la acción del 
aparato de oferta, el público y el escribidor, o, en general, el público
 y el pseudoartista (incapaz de a chicar con la enferma situación) 
sienten a priori que un productor comme il faut tiene que 
producir bastante mercancía. La falsedad de la situación del artista 
consiste concretamente entonces en que él no es en realidad el total 
productor de su producto: lo es él en colaboración (de siervo) con la 
industria del arte, que va desde los fabricantes de papel y celuloide 
hasta los editores y productores cinematográficos. El artista se 
encuentra en esa cambiada situación y tendría que crear algo anterior a 
ella y hasta incompatible con ella. El artista vive entonces una crisis 
de esa actividad casi imposible. El escribidor, el pintador, etc., se 
convierten en productores más o menos inocentes de mercancía. Esta 
mercancía artística queda en mi opinión muy esencialmente caracterizada 
por la descripción que hay en tu carta: no tiene ser concreto y propio, 
porque son irrelevantes la problemática concreta, la referencialidad 
objetiva concreta, etc. El mundo es para esa mercancía tema, materia 
prima, en vez de problema o fuente de entusiasmo, cólera o tristeza, 
etc. Puedo añadir un ejemplo más a tu lista de frases profesionales de 
escribidores, pintadores, etc. De una pieza teatral no "lograda" o 
“redonda", es decir, que no cumple aún los requisitos de clasificación 
de la mercancía, pero a la que ven materia prima, los entendidos suelen 
decir: “aquí hay obra". La frase es más sutil, pero no menos siniestra 
que las que tú recuerdas. 
En estas últimas líneas vuelve a 
aparecer la valoración de un modo obsesivo. Uno de estos días, sin 
esperar a que contestes, voy a mandarte un par de hojas con una 
exposición lo más breve y completa posible de mi valoración básica. No 
creo que ello sea necesario para que sigamos especulando sobre nuestro 
asunto. Pero la confesión me descargará la consciencia. 
Y ahora 
corto, dejando un montón de cosas colgadas, como se ve por la promesa 
que acabo de hacer, me ha entrado grande gana de que esto sea una carta,
 de que haya otras y de que efectivamente me lleguen tuyas y te lleguen 
mías. Este habrá sido el primer buen resultado del empezar a escribir. 
Busco ahora mismo un sobre y te mando esto. 
Un abrazo, Manolo
 
 En sus viajes a Madrid, en los viajes relacionados con su militancia en
 el PCE en los años sesenta (y acaso antes, finales de los cincuenta) , 
Sacristán solía alojarse en casa de Javier Pradera. Allí conversaban 
largo y tendido, no sobre asuntos políticos según testimonio de uno de 
los asistentes, el entonces joven Xavier Folch, un gran cuarteto 
literario, político y filosófico : Pradera, Sánchez Ferlosio, Sacristán y
 nada menos que Víctor Sánchez de Zavala. La lingüística y la filosofía 
del lenguaje eran los temas esenciales en aquellas conversaciones no 
grabadas y de las que apenas hay testimonios. 
 Años después, en una conversación con Antoni Munné y Jordi Guiu de 1979 para la revista  El Viejo Topo no editada en su momento por decisión del entrevistado y publicada muchos años después en 1995 (en mientras tanto, núm. 63 por ejemplo; también en Acerca de Manuel Sacristán , Barcelona, Destino, 1996) , comentaba Sacristán sobre su amigo y su inhibición en el escribir: 
Me
 acordé, por ejemplo, de que había intelectuales a los que ya mucho 
antes que a mí les había pasado lo mismo: la inhibición. Sobre todo a 
uno al que yo quiero mucho, y con el que tengo una gran afinidad y 
fijación erótica, aparte de que he aprendido mucho de él: Rafael Sánchez
 Ferlosio. A él el ataque de silencio y de inhibición le había entrado 
mucho antes que a mí hace muchísimos años. Rafael es un pesimista 
histórico y radical que piensa que la historia es una larga evolución de
 mal en peor. Es un antiprogresista al pie de la letra, que piensa que 
la historia acabará el día que ya no haya peor, en el supuesto de que 
tenga fin, y si no será una carrera hacia el mal infinito. 
A 
través de la marginalidad y del silencio que yo ya había vivido a través
 de la persona de Rafael, aunque inconscientemente, me di cuenta de que 
lo que me pasaba a mí le había pasado ya a él.
 
Sobre 
Sacristán y Ferlosio hay un texto, magistral en mi opinión (¡hubiera 
sido un gran libro!), que no debería pasarse por alto. Doy la 
referencia: Francisco Fernández Buey, “Ferlosio-Sacristán en el jardín 
del trágico”. Sobre Manuel Sacristán, Vilassar de Dalt (Barcelona), El Viejo Topo, 2016, pp. 433-486. El autor de La gran perturbación (un ensayo histórico-filosófico que seguro que interesó y gustó a Sánchez Ferlosio) lo abría con estas palabras:
Sacristán
 Luzón]-RSF [Rafael Sánchez Ferlosio] y el análisis comparativo de sus 
ensayos para el estudio de la evolución del pensamiento en España en los
 últimos años del franquismo y los años de la transición. 
Parto de
 la consideración siguiente: MSL y RSF son exponentes de dos de los 
proyectos intelectuales de mayor interés en la ensayística en lengua 
castellana de la segunda mitad del siglo XX por: a) el rigor expositivo y
 la atención a la lengua con que han ido presentando su pensamiento; b) 
la amplitud de temas y asuntos abordados en sus ensayos y artículos, en 
particular sobre historia, filosofía y literatura; c) la originalidad de
 su diálogo crítico con las tradiciones tanto hispanas como europeas; d)
 lo que uno y otro han aportado desde el punto de vista metodológico y 
epistemológico en la renovación del pensamiento hispánico. 
Creo 
que está aún por hacer un estudio concreto y detallado de estos cuatro 
puntos en el ámbito de la historia de las ideas así como un análisis 
comparativo de los resultados de estos dos proyectos intelectuales que 
podríamos considerar vías paralelas y que sólo se tocan en algunos 
momentos puntuales. 
Aquí sólo voy a esbozar lo que se podría 
estudiar a este respecto atendiendo a: 1) la correspondencia que 
mantuvieron entre ellos a comienzos de la década de los sesenta; y 2) 
los principales ensayos de uno y otro escritos y/o publicados desde 
aquella década hasta 1986. MSL murió en agosto de 1985; y 1986 es, por 
otra parte, la fecha de publicación de varios ensayos más relevantes de 
RSF: Mientras no cambien los dioses nada ha cambiado, Campo de Marte, La homilía del ratón y El ejército nacional. 
Sobre los momentos puntuales en que estas dos vías paralelas se tocan o parecen tocarse se puede precisar un poco más.
 
De
 lo mejor (lo mejor para ser más exacto) que se ha escrito sobre ambos, 
sin olvidarme de los artículos y trabajos de, entre otros, Laureano 
Bonet, Jordi Gracia o Álvaro Ceballos.
Finalizo. Sánchez Ferlosio 
tenía muchísima razón cuando hace unos cuantos años nos advirtió que 
vendrían más años malos que nos harían más ciegos, más fríos más secos y
 más torvos. Acertó de pleno, en la diana. Les dejo con su poema
(Campana vespertina)
Vendrán más años malos
y nos harán más ciegos
vendrán más años ciegos
y nos harán más malos.
Vendrán más años tristes
y nos harán más fríos
y nos harán más secos
y nos harán más torvos.
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