¿Qué está pasando en Białowieża, uno de los últimos bosques primordiales de Europa en la frontera entre Polonia y Bielorrusia? Con temperaturas bajo cero, sin agua, sin comida, sin abrigo, sin ningún tipo de amparo, exhausta, se está muriendo la gente.
Białowieża, Dachau, moralidad
El Viejo Topo
23 noviembre, 2021
Preguntado
una vez si es posible pensar demasiado en el Holocausto, W. G.
Sebald, el gran novelista alemán (bit.ly/3qpnL8w),
remarcó que toda persona seria solamente piensa sobre esto (bit.ly/3qqFFb9).
No es por afianzar la seriedad, pero mirando lo que está pasando en
Białowieża, uno de los últimos bosques primordiales de Europa en la frontera
entre Polonia y Bielorrusia (bit.ly/3D1sUac), con la guardia fronteriza
bielorrusa empujando a golpes y puntas de los fusiles a los grupos de
refugiados iraquíes, afganos y sirios al lado polaco ( push-in) y
con la guardia fronteriza y policía polaca, junto con el ejército, cazándolos,
reuniendo a golpes y a punta de fusil y botándolos de vuelta (push-back)
−impidiéndoles solicitar el asilo y en vez de brindarles ayuda, atención y
protección en una clara violación a la ley internacional−, no he podido pensar
en ninguna otra cosa.
En el bosque.
En los pantanos. En las temperaturas bajo cero. Sin agua. Sin comida. Sin
abrigo. Sin ningún tipo de amparo. Exhausta, se está muriendo la gente.
Hombres. Mujeres. Niños. Ancianos. Diez hasta ahora. Pronto habrá más.
Gracias a los
clichés racistas y toda la operación de deshumanización a cargo del régimen
post-catofascista polaco de PiS, el partido que de hecho llegó al poder en
2015, durante la previa crisis migratoria en la UE, demonizando a los
refugiados por ser portadores de parásitos y protozoos muy
peligrosos (¡sic!), una clásica implementación del lenguaje exterminador
nazi judíos-piojos-tifus epidémico, que uno creería imposible de repetir
en un país de Auschwitz, Treblinka o Chełmno.
Gracias a las
maniobras del régimen postsoviético de Lukashenko −fue de hecho el Acuerdo de
Białowieża que en 1991 disolvió a la URSS (bit.ly/3n63Jhd)− que
en su guerra con la UE y en respuesta a las sanciones impuestas a su
administración busca traerle la guerra al bloque, atrayendo a los
migrantes del Medio Oriente vía agencias y aerolíneas estatales e
instrumentalizando su suerte.
Entre la
deshumanización y la instrumentalización, yace la muerte. Gota a gota
Białowieża se vuelve un Campo santo, para citar el título de un
libro póstumo de Sebald (nyti.ms/3qtalIG), un autor obsesionado
igualmente con la precaria condición de los emigrados (bit.ly/31HvS5Y).
Una tierra de
por sí marcada por la historia de exterminación, huida y deportaciones.
Polacos, judíos, bielorrusos. En los mismos páramos manchados de sangre de
ayer, hoy se está cazando a los migrantes y deportándolos a la muerte. La
mayoría de los vecinos colabora con los uniformados. Hoy, como ayer, ellos
saben quién no es de allí. Quién se ve diferente. Ayer era un judío, hoy es un
iraquí. Se parece a un gitano, dicen (los mismos que también se entregaba
a los nazis). Llaman. Delatan. Entregan. Sólo unos pocos ayudan. Ofrecen
comida. Abrigo. Esconden en sus casas. Dejan pernoctar. Seguir el camino.
Imposible no
sentir reminiscencias (bit.ly/3bVErfk) con los tiempos cuyas
lecciones −cada ser humano merece ayuda− hoy se está desechando en una,
sancionada estatalmente, atmósfera de miedo −siendo varios cientos de
migrantes, frente a un país de 40 millones, una amenaza claramente exagerada−
y/o indiferencia.
Imposible,
mirando estos crímenes fronterizos, no acordarse de aquellas, a menudo
erróneamente atribuidas a Brecht, palabras escritas en Dachau por Martin
Niemöller (bit.ly/3EU7AnN), el pastor luterano, que
hablan de persecución, culpa y responsabilidad personal: Cuando los nazis
vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era
comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque
yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no
protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a por los judíos, no
pronuncié palabra, porque yo no era judío. Cuando finalmente vinieron a por mí,
no había nadie más que pudiera protestar.
Igualmente
el estado de excepción −en clásicos términos de G. Agamben−,
declarado por el gobierno polaco en una zona de 5 kilómetros de la frontera
para impedir la llegada de organismos humanitarios, servicios médicos y la
prensa, recuerda aquellas zonas especiales alrededor de los campos y los
guetos, siendo Białowieża, en efecto, convertida en una suerte de gueto poblado
por migrantes (bit.ly/3bTfWj5), los modernos homi
sacrii, a quienes nadie −hasta ahora− está exterminando activamente, pero
sí los está exponiendo a la muerte en un perfecto ejercicio de lo que A. Mbembe
denomina la necropolítica.
En el pasado la
exterminación de los judíos sería imposible sin 2 mil años previos de la catequesis
cristiana que los removió de la communitas. Niemöller, antes de su
propio arresto y arrepentimiento, era un arduo seguidor de Hitler y autor de
fervientes sermones antisemitas. Hoy igualmente los políticos de PiS que alegan
defender la sagrada frontera de Polonia, invocan el pensamiento cristiano
en defensa de nuestra comunidad (T. de Aquino) frente a
la amenaza del Islam ( antemurale christianitatis), en la
que, aparentemente, no hay lugar para compasión, empatía y samaritanismo, A
nivel del discurso público, realizan la misma operación de remoción de los
refugiados de la esfera de la responsabilidad moral tratándolos −y
ordenando a tratarlos− como no-humanos. No hace falta pensar demasiado en el
Holocausto para ver las analogías.
Artículo publicado originalmente en La Jornada.
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