La
probable victoria de Lula no puede hacernos olvidar que el bolsonarismo sigue
vivo, y con apoyos firmes que no desaparecerán del panorama político brasileño.
El bolsonarismo es ya un fenómeno político asentado que trasciende a su líder
carismático.
Brasil: el bolsonarismo no es flor de un día
El Viejo Topo
16 octubre, 2022
Antonio Gramsci, hablando de estrategia política hace casi cien años, sugirió algo muy lógico: “Cuando la fuerza A lucha contra la fuerza B puede suceder que no gane ni la una ni la otra sino que una tercera fuerza, C, intervenga desde fuera imponiéndose a A y a B”. Eso es lo que, más o menos, empezó a ocurrir hace cuatro años en Brasil: la espiral de confrontación entre la élite política del país sudamericano llegó a tales extremos (impeachment, encarcelamientos, etc.) que de pronto irrumpió Jair Bolsonaro, a quién nadie en el mainstream esperaba y se hizo con la elección presidencial: 46% del voto en la primera vuelta y 55% en la segunda.
Aunque al
relato básico podría añadírsele alguna otra floritura, lo cierto es que Brasil,
de la mano de Bolsonaro se vio empujado a un escenario político inédito desde
la recuperación de la democracia en 1985. La agresividad del recién llegado,
zafio y retador, hizo añicos muchos códigos: los ‘especialistas en Brasil’
llevan cuatro años intentando clasificar el fenómeno en cuestión, ¿fascismo,
populismo o extrema derecha? (Andrade, 2021). La coyuntura internacional
pareciera ayudar: últimamente proliferan por el mundo amigos del ‘hablar
claro’y las ‘soluciones fáciles’ (como Giorgia Meloni, Viktor Orban, Marine Le
Pen o Donald Trump).
Ocurre empero
que, si nos detenemos demasiado en clasificaciones, nos costará comprender
mejor las claves de la cuestión. Para hilar fino, lo primero que debiéramos
distinguir es al protagonista de la trama (Bolsonaro) del fenómeno que le rodea
(llamémoslo, ‘bolsonarismo’). Bolsonaro es un líder carismático, políticamente
incorrecto, que —retomando a Gramsci— apareció cuando “ningún grupo tenía la
fuerza necesaria para imponerse”: ni el centro-derecha, que promovió el impeachment poco
antes de los Juegos Olímpicos de 2016 ni el centro-izquierda, que pretendía
surfear la ola mediática que, estos, suelen provocar.
El bolsonarismo
es (y eso debe quedar muy claro) un fenómeno que antecede a su propio liderazgo
carismático. Hay en Brasil, no cabe duda, un trasfondo de malestar, similar al
que proporciona apoyo popular, en sus países de origen, a los Meloni, Orban, Le
Pen o Trump. La visibilización de lo que, retocado, acabaría encarnando
Bolsonaro en el país sudamericano comenzó con unas protestas ciudadanas, en
2013, contra la falta de inversión en servicios públicos. Sin embargo, en un
país tan desigual como Brasil (148 de 159 en el mundo) no debieran confundirse
niveles: el malestar acostumbra a ser tan dispar como el ingreso.
De hecho, el
descontento en el que se coció el bolsonarismo (que pilló por sorpresa a un
desorientado y oportunista centro-derecha) estuvo asociado a las clases medias
urbanas en un momento puntual de ralentización del crecimiento económico. Por
ahí es por donde hay que buscar la genealogía de un fenómeno político que, latente
o explícito, es más sólido que su líder carismático. El bolsonarismo abreva en
tres fuentes políticas renovables: el Ejército y las Fuerzas de Seguridad, un
baluarte clásico; el agronegocio, un actor político insoslayable y las Iglesias
evangélicas, que aunque atesoran cierta trayectoria, viven un auténtico boom.
Cada uno de
esos referentes explica una dimensión diferente del bolsonarismo como fenómeno
político. El elemento castrense conecta, por ejemplo, con una dictadura
políticamente mal cicatrizada que, en Brasil, ciertos sectores siguen
asociando, no sólo a los años del despegue económico y de la industrialización
(no fue una autocracia neoliberal, sino desarrollista), sino a los de un cierto
orden (el anti-comunismo fue su otro gran ingrediente). Ocurre además que, en
un país/continente tejido sobre la base de la inmigración, los militares
lograron quedar simbólicamente asociados a la idea de unidad/identidad
nacional. Y las fuerzas de ‘seguridad’, aunque el paramilitarismo policial en
Brasil merecería un artículo aparte, a la de cierto ‘orden público’.
Después está el
agronegocio que, en el contexto de una lenta pero progresiva
desindustrialización, se ha ido convirtiendo, además de en un lobby, en un gran
referente económico. Actualmente representa casi una tercera parte del PIB y
gracias a la exportación (sobre todo de soja, hacia China) tiene un enorme
superavit comercial (Cooney, 2017). Su reputación social es, debido a ello,
impecable: al ser visto como un sector que multiplica riqueza (incluso
financiera: en la Bolsa de São Paulo) y que sigue haciendo del país una
potencia exportadora, se le disculpan efectos secundarios ‘incómodos’ como la
deforestación.
Las Iglesias
evangélicas cierran el círculo sociológico del bolsonarismo. Parten de una
‘Teología de la Prosperidad’, que se contrapone a la de la ‘Liberación’ y suma,
ya, 42 millones de fieles. Los templos, en un Brasil que carece de partidos de
masas, fungen —volviendo a Gramsci— de “organismos de la sociedad civil que
elaboran las directrices políticas” a partir de la “férrea convicción de que es
necesaria una determinada solución a los problemas vitales”. Esa ‘determinada
solución’ probablemente sea, para gusto de muchos, reaccionaria, pero a la
gente humilde le proporciona respuestas concretas y al país, cohesión (Oro y
Semán, 2020).
El bolsonarismo
es, debido a ello, un fenómeno político cada vez más asentado que trasciende a
su líder carismático y que depende poco de los partidos políticos tradicionales
(el propio Bolsonaro pasó gran parte de su mandato sin adscripción partidaria).
Su caudal político florece en un entorno indulgente con el recuerdo de la
dictadura (Oliveira y Kalil, 2021). Eso le permite ser receptivo con
concepciones, militares y policiales, de un “orden público” que tiende a obviar
la desigualdad y a situar su superación, como mucho, en una suerte de mito de
la eterna creación, basado en una explotación intensiva y negligente de los
recursos naturales.
Nos
encontramos, así, frente a una suerte de ideología adaptada al neoextractivismo
que, a diferencia del centro-derecha, ignora -sin que eso le castigue- temas
“desagradables” como la injusticia social o el deterioro medioambiental
(McKenna, 2020). Cuenta, además, con una base territorial que le sitúa,
literalmente, en el mapa: es fuerte allá donde el agronegocio y las Iglesias
evangélicas tienen raíces. O sea, en un ‘Brasil interior’ muy diferente al del
litoral (Rio de Janeiro, São Paulo, etc.) que caracteriza a la imagen del país
que suele existir en el exterior, pero que también lo aleja de los países y
dinámicas típicas del Norte Global.
Ello, por
cierto, haría más lógica una comparación del bolsonarismo con experiencias
políticas del Sur Global como las de Narendra Modi en India; Recep Tayip
Erdogan en Turquía o Rodrigo Duterte en Filipinas, que con las de los Meloni,
Orban, Le Pen o Trump. Aceptarlo podría abrir, por cierto, otro interesante
debate ‘clasificatorio’: ¿estaría transitando la democracia en Brasil, hacia lo
que la literatura anglófona llamaría un “régimen híbrido”? (Levitsky y Way,
2010). Elementos para planteárselo, existen: durante el gobierno de Bolsonaro,
democráticamente electo, 6,175 militares desempeñaron altos cargos en la
Administración…
Un último
elemento para la reflexión: considerando casos como el de Javier Milei en
Argentina, José Antonio Kast en Chile o Rodolfo Hernández en Colombia, ¿podría
estar Bolsonaro anunciando una transformación sociológica de las derechas
latinoamericanas? Recuérdese, evocando por última vez a Gramsci, que los
liderazgos carismáticos aparecen cuando las crisis no encuentran ‘soluciones
orgánicas’. Quizás por ello, en un contexto histórico como el actual, valga la
pena apostar por categorías de análisis más dúctiles que permitan captar mejor
realidades dinámicas como la brasileña. El bolsonarismo es una de ellas…
Referencias
Andrade, D. (2021). “Populism from above and below: the path to regression
in Brazil” (338-364) en Ian Scoones et al. Authoritarian Populism
and the Rural World. Routledge (503).
Cooney, P. (2017). “Current Paths of Development in the Southern Cone:
Deindustrialization and a return to the Agro-Export Model” en R. Westra, The
Political Economy of Emerging Markets. Varieties of BRICS in the Age of Global
Crises and Austerity. Routledge.
Gramsci, A. (2014: 1ª ed. 1974). Quaderni del carcere. Edizione critica
dell’Istituto Gramsci (a cura di Valentino GERRATANA). Einaudi.
Levistsky, S. y L. Way. (2010). Competitive Authoritarianism: Hybrid Regimes After the
Cold War. Cambridge University Press.
McKenna, E. (2020). «Taxes and tithes: The organizational foundations
of Bolsonarismo”. International
Sociology (35:6:610-631).
Olveira, A. A. y S. Kalil. (2021). “Ação
Política do Partido Militar no Brasil sob Bolsonaro” Anuario
Latinoamericano de Ciencias Políticas y Relaciones Interrnacionales.
Oro, A. P. y Semán, P. (2000). “Pentecostalism in the Southern Cone
Countries: Overview and Perspectives”. International Sociology (15:4:605-627).
Fuente: Revista Común.
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