La II República descontextualizada, el último fetiche
de los políticos españoles
- En el debate de investidura, políticos de todo signo mencionaron al expresidente de la Segunda República, Manuel Azaña
- ¿Qué sentido tiene traer este imaginario a un debate parlamentario en 2020? Preguntamos a dos expertos
Cuartopoder.es
11 de enero de 2020
Manuel
Azaña, presidente de la II República Española, en una foto de archivo
El pasado
martes, en el Congreso de los Diputados, se abrió una página para la historia de España
que comenzó a escribir un gobierno de coalición, formado por el PSOE y Unidas
Podemos. La última referencia de un ejecutivo compartido hay que buscarla en la
Segunda República Española, cuando el Frente
Popular ganó las elecciones en 1936. Quizá por ser el antecedente más
inmediato, los partidos decidieron traer a los protagonistas de este periodo
histórico a la sesión parlamentaria de 2020. El expresidente republicano Manuel
Azaña fue citado tanto por los partidos de izquierdas como los de derechas,
con distintas intenciones, buscando en sus palabras respuestas a la siempre
compleja cuestión de España.
Más allá de la
referencia al gobierno multipartido, hay pocos parecidos más entre la España de
los años 30 y la actual, por mucho que algunos medios adviertan de la llegada
de un nuevo Frente Popular, que en nada se parece al pacto entre PSOE y UP. “La
izquierda de esos años era beligerante, organizada, combativa, tenía un
proyecto de transformación del mundo primero y luego una defensa de sus
posiciones, incluso frente a este ataque físico, de la extrema derecha”,
explica Jordi Casassas, catedrático de Historia Contemporánea en la
Universidad de Barcelona, sobre el abismo entre las formaciones de uno y otro
periodo.
El contexto
internacional tampoco tiene, afortunadamente, ningún parecido. “La única
cuestión que que podría recordar a la deriva europea de los años 30 es el
regreso de las posiciones ultraconservadoras, racistas, etc., que podríamos
asimilar a ese ambiente en el que la extrema derecha de entonces iba creando al
terreno para el estallido de los fascismos, por el resto nada más”, matiza
Casassas, a quien le preocupa la descontextualización de las referencias
históricas que hacen los políticos. En los años 30, los países europeos estaban
inmersos en una fuerte crisis y el continente salía de la I Guerra Mundial y de
la Revolución rusa con muchas heridas que curar.
Resuena la voz de Azaña
Lo que parece
indiscutible es que la figura de Azaña pervive como referente para líderes de
distintos signos: “El único elemento común es la defensa de la democracia.
Azaña dijo que ‘la república será democrática o no será, por eso muchos
políticos recurren a él’”, explica Ángeles Egido, catedrática de Historia
Contemporánea de la UNED y experta estudiosa de la figura de este político
español. Azaña es, por tanto, una figura intelectual respetada y aceptada,
incluso por aquellos que no comparten muchos pilares del proyecto político que
dibujó.
Que el contexto
sea muy diferente no quiere decir que algunas reflexiones del presidente
republicano hayan perdido vigencia. Algunos de los problemas esenciales de
España se mantienen vivos. El aspirante a revalidar la presidencia del
Gobierno, Pedro Sánchez, fue el primero en citar a Azaña, pronunciando
una frase que ya usó Mariano Rajoy en 2017: “Todos somos hijos del mismo sol y
tributarios del mismo arroyo”, expresaba el presidente. Es una frase extraída
de uno de los discursos más famosos de Azaña, Paz, piedad y perdón,
pronunciado en 1938 para reivindicar que "nadie tiene derecho de
monopolizar el patriotismo". Fue el último que pronunció en suelo español
antes de que los sublevados ganasen la contienda.
En pleno auge de los nacionalismos, tanto autonómicos como españolistas,y
con la palabra España en disputa, la frase encuentra su encaje en el discurso
político de 2020. Sánchez, a través de Azaña, reprocha a la ultraderecha que la
patria “no es un dogma que excluya de la nacionalidad a todos los que no lo
profesan, sea un dogma religioso, político o económico”, tal y como prosigue el
discurso original que ya no citó el socialista. “Para Azaña, nadie puede
monopolizar el patriotismo, la patria es de todos y se basa en el concepto
de patrimonio moral”, recuerda la experta.
El hecho de que Sánchez citara a Azaña en la tribuna tiene
otra lectura que puede dar pistas sobre la página que desea escribir en
Moncloa: “Azaña es un símbolo de la voluntad reformista de la República”.
Casado, Azaña y el nacionalismo
El líder del PP, Pablo Casado, y el de Vox, Santiago
Abascal, también subieron a Azaña a la tribuna el pasado martes. Incluso,
el segundo presumió de haber leído al expresidente republicano mejor que
Sánchez. Ante la imposibilidad de confirmar cuál de los dos líderes tiene más
dotes para la lectura comprensiva, Egido sí insiste en un detalle que convierte
a Azaña en uno de los líderes más estudiados: “Es de los pocos políticos que
dejó constancia por escrito de sus años de gobierno. Hay muchos políticos
que han escrito sus memorias, pero siempre a posteriori. Sin embargo, él
llevaba una especie de agenda de todo lo que ocurría”. Cualquiera que aspire a
comprender y gobernar España, debe pasarse por sus páginas.
“El concepto de patria de Azaña está por encima del nacionalismo.
No está en el territorio, sino en el patrimonio moral”, afirma la catedrática.
Abascal y Casado se agarraron a esta defensa de la patria citando ambos las
mismas palabras: "Tolero que ataquen la República, pero nunca les toleraré
que ataquen a España". Los dirigentes de la derecha y la ultraderecha
olvidan que los “atacantes” a los que se refería Azaña eran los sublevados
franquistas. Aun así, los líderes de ambos partidos eligieron estas palabras
como respuesta a las de Sánchez, que ese mismo día iba a ser investido con la
abstención de ERC y los votos de partidos nacionalistas como el PNV.
Aunque en la II República se aprobó el Estatuto de autonomía
de Catalunya y comenzaron otros proyectos que no llegaron a cerrarse, la
catedrática aclara que “la España de las autonomías ha ido mucho más lejos que
lo planteado por la República”, que reconocía la diversidad, pero no
cuestionaba la unidad de España. “No fue federal, sino explícitamente no
federal. Tenían muy presente el ejemplo de la Primera República que sí lo fue”,
concluye.
El profesor de la UB cree que la frase usada por Casado tiene
muchos matices, pero está bien encajada en el debate actual de la relación de
España con los nacionalismos: “Azaña entendía que era un problema a
resolver, pero no quería que se pudiese romper España. En este sentido,
durante la guerra tuvo frases duras al respecto. Fue uno de los impulsores del
estatuto catalán, pero no quería una federación ni mucho menos una
confederación como solución. Por tanto, si el estatuto se mantenía bajo el
control gubernamental le parecía una solución aceptable”.
Largo Caballero, Negrín y… Pedro Sánchez
El martes hubo más evocaciones republicanas en el Hemiciclo.
Abascal acusó al presidente de ser “más de Largo Caballero y de Negrín” que de
Azaña. Ninguno de los dos expertos consultados ven ningún paralelismo entre
ambos personajes históricos y la figura de Sánchez, más allá de ser presidentes
del gobierno socialistas en contextos muy distintos al actual.
Entonces, ¿qué sentido tiene traer el imaginario de la II
República a un debate parlamentario en 2020? El catedrático tiene una opinión
contundente: “El franquismo no ha terminado. Los franquistas sociológicos,
ideológicos, mediáticos, económicos, judiciales, etc. tienen la sensación de que
se están moviendo los que perdieron la guerra y esto les inquieta. En el fondo,
lo que existe es un desprecio por la posibilidad de que exista un modelo
distinto con el que la transición no supo acabar”.
Durante el franquismo, se extendió la idea de que el golpe de
Estado fue una consecuencia directa de una República caótica. Esta imposición,
unida a la desmemoria de la democracia, es un caldo de cultivo para que Vox
resucite este imaginario: “Es evidente que una persona de extrema derecha
antiparlamentaria en el parlamento ha de crear miedos. Una forma de
hacerlo es diciendo 'cuidado con los inmigrantes', pero también recordar que
esa idea de que 'nosotros ya intentamos solucionar cuando campaba el desorden y
los rojos y los comunistas se comían a los niños'. Es un reflejo simplón, pero
hay que ver de dónde parte”, remata Casessas.
Aunque en el Congreso se envuelva en un ambiente de
crispación, el frentismo no ha llegado, ni mucho menos, a la sociedad española.
Puestos a rescatar enseñanzas del pasado, Egido recuerda la lección más
importante de Azaña: “Ninguna idea vale la vida de un hombre”. “Todo se
puede solucionar mediante la política”, añade.
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