La
crisis alimentaria internacional y propuestas para superarla
Por Comité para la abolición de las deudas ilegítimas
KAOSENLARED
7 de septiembre de 2022
Contrariamente a una
idea ampliamente difundida en 2022, la crisis alimentaria mundial comenzó antes
de la invasión rusa a Ucrania y al aumento de los precios debido a la
especulación. A escala planetaria, entre 2014 y 2021, el número de personas que
sufrían inseguridad alimentaria grave aumentó en más de 350 millones, pasando
de 565 millones a 924 millones. Este aumento fue particularmente fuerte entre
2019 y 2021, afectando a un poco más de 200 millones de personas. En 2021,
cerca de 2.300 millones de personas, o sea el 29,3 % de la población
mundial, estaban en situación de inseguridad alimentaria moderada o
grave [1]. En 2022, todos los indicadores están en
rojo e incluso el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se reunió el 17
de mayo de 2022 para debatir sobre cómo hacer frente a la crisis alimentaria
que podría provocar revueltas populares.
Por Eric
Toussaint , Omar Aziki
Resumen
- ¿Cómo podemos explicar que en el siglo XXI
continuemos confrontados con el hambre?
- ¿Cuál es la amplitud de la crisis en el ámbito
humanitario?
- La crisis alimentaria mundial no está provocada
por una reducción de la producción de cereales o (…)
- La crisis alimentaria no comenzó con la invasión
de Ucrania
- ¿Es posible erradicar el hambre?
- Este combate contra el hambre, ¿acaso no es
participe de un combate mucho más (…)
¿Cómo
podemos explicar que en el siglo XXI continuemos confrontados con el hambre?
La agricultura
campesina proporciona el 70% de la producción mundial de alimentos
Un ser humano de cada diez sufre hambre continuamente.
Es el resultado del
modelo de agrobusiness que solamente busca la realización de inmensos
beneficios y no le preocupa la alimentación de la población. Y esta situación
es mucho más flagrante en los países del Sur Global donde los programas
de ajuste
estructural del FMI y el Banco
Mundial alentaron la
agricultura intensiva de exportación según criterios competitivos y de
rentabilidad en el mercado mundial [2] , y marginalizaron el sector de
producción hortícola y la agricultura campesina que, sin embargo, suministra el
70 % de la producción de alimentos mundial. Los alimentos son
transformados en mercadería sometida a la especulación en el mercado
mundial, donde un grupo de grandes multinacionales fijan los precios.
La agroindustria se
apodera cada vez más de la tierra y los recursos hídricos, destruye las
semillas de los agricultores en favor de los híbridos y los OMG, aumenta el uso
de fertilizantes y pesticidas químicos y aumenta la producción de
agrocombustibles Esas grandes empresas del agrobusiness se benefician de
subvenciones públicas, acaparan cada vez más tierras para extender el cultivo de
agrocombustibles, recursos de agua para cultivos híper consumidores, destruyen
las semillas naturales en provecho de híbridas y OGM, generalizan la
utilización de abonos químicos y de pesticidas. Ese modelo de producción
aumenta considerablemente la vulnerabilidad de los cultivos frente a factores
externos y contribuye enormemente al cambio climático y a las sequías que
afectan la agricultura de secano y agotan las napas freáticas. Y todo esto está
directamente ligado al sistema capitalista mundial y a su crisis multiforme de
las que la crisis alimentaria es una de sus manifestaciones.
¿Cuál
es la amplitud de la crisis en el ámbito humanitario?
Según un criterio más
amplio que fue elaborado por la FAO y otros organismos de la ONU, el 30 %
de la población mundial sufre de manera moderada de inseguridad alimentaria.
Si nos concentramos en
el continente africano, siempre según la FAO, cerca del 60 % de la
población está afectada por la inseguridad alimentaria moderada y el 20 %
por la inseguridad alimentaria grave
. Estas cifras podrían
aumentar mucho con la inestabilidad climática.
En 2020, «se estima
que 45 millones de niños y niñas de menos de 5 años sufren
emaciación, la forma más mortífera de la malnutrición, que puede multiplicar
por 12 el riesgo de muerte en temprana edad. Además, 149 millones de
niños y niñas de menos de 5 años presentan un retardo de crecimiento y de
desarrollo debido a una carencia crónica de nutrientes esenciales en su
alimentación.» [3] El 45 % de las muertes de niños y
niñas de menos de 5 años es debido a la malnutrición, y eso representa 3,1
millones de niñas y niños.
«En 2021, la
diferencia entre mujeres y hombres en cuanto la inseguridad alimentaria se
acentuó todavía más: 31,9 % de mujeres en el mundo estaban en situación de
inseguridad alimentaria moderada o grave frente al 27,6 % de hombres. Esta
diferencia muestra un aumento de más del 4 % frente al 3 %
correspondiente a 2020». [4]
Según un comunicado de prensa de
la UNICEF del 23 de junio de 2022: Cada minuto, un niño sufre
malnutrición grave en 15 países afectados por la crisis mundial del hambre:
«Casi 8 millones de niños menores de 5 años en 15 países afectados por la
crisis del hambre corren el riesgo de morir a causa de emaciación grave a menos
que reciban alimentos y atención terapéutica inmediata, y la cifra aumenta cada
minuto, advirtió hoy UNICEF con motivo de los preparativos para la reunión de
líderes mundiales en la cumbre del G7.»
Desde principios de
año, la creciente crisis alimentaria mundial ha provocado que 260.000 niños más
–o un niño cada 60 segundos– sufran emaciación grave en los 15 países más
afectados por la crisis, entre ellos en el Cuerno de África y el Sahel
Central.» UNICEF agrega: « Mientras tanto, el precio de los alimentos
terapéuticos listos para usar, que se utilizan para tratar la
emaciación grave, se ha disparado en un 16% en las últimas semanas debido a un
fuerte aumento del coste de las materias primas, lo que deja a otros 600.000 niños
en peligro de morir sin no reciben acceso a un tratamiento que pueda salvarles
la vida.»
Estructuralmente y de
manera paradójica, una mayoría de personas víctimas del hambre pertenecen a la
población rural. La mayor parte son familias de productores rurales que no
poseen la tierra en propiedad o no tienen suficiente tierra, ni medios para
valorizarla.
Tienen que vender una gran parte de sus productos agrícolas en el mercado, en
particular para poder pagar sus deudas, quedando la familia con escasez de alimentos.
Por supuesto, también hay una población urbana muy empobrecida.
Algunas definiciones dadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la UNICEF: Inseguridad alimentaria moderada: nivel de la gravedad de la inseguridad alimentaria que se caracteriza por el hecho de que las personas afectadas no tienen seguridad en poder procurase alimentos y se han visto obligadas, en un momento o en otro durante el año, a reducir la calidad y/o la cantidad de alimentos consumidos debido a la falta de dinero o de otros recursos. La inseguridad alimentaria moderada hace referencia por lo tanto a una falta de regularidad en el acceso a los alimentos, lo que disminuye la calidad de la alimentación y perturba los hábitos alimentarios normales. Para su cálculo se utiliza la escala de experiencia de inseguridad alimentaria (FIES-Food Insecurity Experience Scale).
Inseguridad alimentaria grave: nivel de gravedad de la inseguridad
alimentaria que se caracteriza por el hecho de que, en un momento dado del año,
las personas afectadas agotan sus reservas de alimentos, sufren hambre y, en un
grado más grave, quedan uno o varios días sin comer. Se utiliza el mismo
sistema de cálculo que para la moderada.
Subalimentación (hambre crónica): Situación en la que una persona tiene
un consumo alimentario habitual inferior al necesario para suministrar el
aporte energético necesario para llevar una vida normal, activa y sana. La
prevalencia de la subalimentación se utiliza para medir el hambre.
Emaciación: La emaciación constituye una forma mortal de malnutrición
que enflaquece y debilita a los niños y niñas y los expone a un gran riesgo de
morir, así como a problemas de crecimiento, de desarrollo y de aprendizaje.
En 2022, más de 45 millones de niños y niñas menores de cinco años sufren
emaciación.
Emaciación severa: Se caracteriza por una delgadez extrema del niño/niña
en relación a su altura, debido a debilitamiento del sistema inmunitario. La
emaciación severa es la forma de malnutrición más inmediata, más visible y más
mortal.
En 2022, más de 13 millones de niños y niñas de menos de 5 años son víctimas de
emaciación severa.
Photo : OXFAM (Flickr, creative commons)
La crisis alimentaria
mundial comenzó antes de la invasión rusa de Ucrania
Citado por el
diario Le Monde (Sous-alimentation: près d’une
personne sur dix souffre de la faim dans le monde, un chiffre en forte hausse
depuis deux ans), Émile Frison, miembro del panel internacional de
expertos sobre los sistemas alimentarios durables (IPES-food), declaraba: « No
es necesario que nos engañemos diciéndonos que asistimos a una crisis
alimentaria debido únicamente a la Covid y a la guerra en Ucrania, y que si
esos problemas se solventan, todo se arreglará». Mathilde Gérard, periodista de
Le Monde agrega: «En realidad, esos dos mayores acontecimientos internacionales
exacerbaron las dificultades estructurales precedentes» (Fuente: Mathilde
Gérard, « Sous-alimentation: près d’une personne sur dix souffre de la faim
dans le monde, un chiffre en forte hausse depuis deux ans », Le Monde,
6 de julio de 2022) [5].
La
crisis alimentaria mundial no está provocada por una reducción de la producción
de cereales o de otros alimentos
La crisis alimentaria
mundial no está provocada por una penuria mundial de producción de alimentos.
En efecto, la producción alimentaria mundial aumenta más rápidamente que el
crecimiento demográfico desde hace más de medio siglo. En 2021, la cosecha de
cereales superó un récord histórico. Pero es importante remarcar que una parte
creciente de los alimentos no se dedica a la alimentación humana.
Los gobiernos del
Norte promueven la producción de agrocombustibles, llamados erróneamente
biocombustibles con el fin de crear una reacción positiva en la opinión
pública. En un artículo de abril de 2022,
Jean-François Collin, alto funcionario y exconsejero en el ministerio de
Agricultura en Francia pone en evidencia «el considerable aumento de los usos
industriales de la producción mundial de cereales (…), especialmente en la producción
de etanol: 30% de aumento de la producción mundial de los últimos cincuenta
años fueron dedicados al desarrollo de los usos industriales de los cereales.
Esto concierne principalmente al maíz y también al trigo. (…) cerca de 200
millones de toneladas de maíz estadounidense son transformadas cada año en
etanol, que se incorpora al combustible de los vehículos con motor de gasolina.
10% de los cereales producidos en el mundo ahora se utilizan como combustible.
Se podría agregar las superficies dedicadas a otros vegetales como la colza, la
soja o la palma (aceite de palma) con los cuales se puede producir un diester
también utilizado como combustible. Y son superficies que no se dedican a la
producción de trigo o de arroz que pueden alimentar directamente a los
humanos.»
El 10% de los cereales
producidos hoy en el mundo se utiliza como combustible, el 35% se destina a la
alimentación del ganado
También es importante
señalar que más de un tercio de la producción mundial de cereales, el 35% según
Collin, se destina a la alimentación del ganado.
Un grupo de sociedades
transnacionales controlan ampliamente el mercado de cereales, formando un
oligopolio, y aumentan permanentemente sus beneficios y su fortuna a costa de
la población mundial. A escala planetaria, cuatro sociedades, de las cuales
tres son estadounidenses y una es francesa, controlan el 70 % del mercado
internacional de cereales. Tienen un papel fundamental en la fijación de los
precios y del aprovisionamiento. Las cuatro son: Archer Daniels Midland, De
Bunge, Cargill y Louis Dreyfus, a menudo designadas con la sigla ABCD.
A nivel mundial,
cuatro empresas, tres de ellas estadounidenses y una francesa, controlan el 70%
del mercado internacional de cereales
Tomemos el caso de
Cargill, veamos que dice Oxfam internacional sobre esta compañía en un reciente
informe: « Cargill es un gigante mundial del agroalimentario y una de las más
grandes sociedades privadas del mundo. En 2017, se la ha catalogado entre las
cuatro empresas que controlan en conjunto el 70 % del mercado de los
productos de base agrícola. El 87 % de la propiedad de la empresa
pertenece a la undécima familia más rica del mundo. La riqueza acumulada por
los miembros de esta familia, que figuran en la lista de milmillonarios de Forbes
es de 42.900 millones de dólares, y su fortuna aumentó en 14.400 millones de
dólares (un 65%) desde 2020, aumentando a un ritmo de 20 millones por día
durante la pandemia. Ese aumento fue debido al aumento de precios de los
productos alimentarios, principalmente los cereales. Por otra parte, cuatro
otros miembros de la gran familia Cargill figuran, desde hace poco, en la lista
de las 500 personas más ricas del mundo. En 2021, la sociedad registró ingresos
netos de 5.000 millones de dólares, realizando uno de los más grandes
beneficios de su historia. El año precedente, pagó dividendos por 1.130
millones de dólares, cuya mayor parte estaba destinada a miembros de su
familia. La sociedad debería, nuevamente, obtener beneficios récords en 2022,
lo que engrosaría la ya colosal fortuna de la familia.»
La fortuna de la
familia Cargill creció un 65% entre 2020 y 2022 y aumentó en casi 20 millones
de dólares diarios durante la pandemia
Oxfam agrega: «Según Bloomberg, Cargill no es la única empresa que realiza
beneficios importantes aprovechándose de las penurias alimentarias y de la
volatilidad de los mercados. Una de las competidoras de Cargill, la sociedad de
comercio agrícola Louis Dreyfus Co. declaró en marzo haber realizado un
82 % más de beneficios que el año anterior, en gran parte gracias a las
fluctuaciones de los precios de los cereales y a los fuertes márgenes con los
granos oleaginosos» (Fuente: Oxfam, «QUAND LA SOUFFRANCE RAPPORTE GROS» «Face à
l’explosion de la fortune des milliardaires et alors que le coût de la vie
grimpe en flèche, il est urgent de taxer les plus riches », [Cuando el
sufrimiento trae la riqueza. Frente a la explosión de las fortunas de los
milmillonarios y mientras el coste de la vida sube vertiginosamente, es urgente
poner impuestos especiales a los más ricos», publicado el 23 de mayo de
2022. https://www.oxfamfrance.org/wp-content/uploads/2022/05/Final-Davos-Media-Brief-12.5.22_FR-final.pdf)
Photo
: Andrew Gustar (Flickr, creative commons)
Ese control sobre el
comercio de alimentos permitió a esas empresas de la agroindustria, y también a
grandes cadenas comerciales como Wallmart o Carrefour, imponer aumentos de
precio del orden del 30% en 2021. [6]
Las políticas
neoliberales de apertura de los mercados, que analizamos más adelante, son otra
causa fundamental de la crisis alimentaria. En efecto, esas políticas
convirtieron a los países del Sur Global cada vez más dependientes de sus
importaciones de cereales (véase más adelante la crítica de las diferentes
políticas aplicadas por los países del Sur bajo la presión de instituciones
como el BM y el FMI, y también de sus propias clases dominantes). En caso de un
shock exterior que produzca un aumento de los precios en el mercado mundial y/o
una dificultad de aprovisionamiento, los países del Sur Global, que no producen
cereales suficientes para su población, están directamente afectados.
Entre los factores
recientes que agravaron la crisis alimentaria, está la enorme especulación que
tuvo lugar en los mercados de cereales después de la invasión rusa a Ucrania.
El precio del trigo y del maíz aumentó cerca de un 50% en unos quince días
mientras que en esos momentos no había ninguna destrucción de la producción y
ningún problema de aprovisionamiento. Se trataba de pura especulación por parte
de las grandes sociedades privadas que compran stocks de cereales (incluyendo
cosechas futuras) en las bolsas de cereales, siendo la principal la de Chicago.
El precio del arroz también aumentó, pero en forma más moderada.
Inmediatamente, las grandes sociedades de comercialización, los grandes
supermercados aumentaron el precio de los alimentos sin justificación alguna.
Tras la invasión de
Ucrania, el precio del trigo y del maíz subió casi un 50% en quince días, a
pesar de que no hubo destrucción de la producción ni problemas de
abastecimiento en ese momento
En el momento en que
se escribe este artículo, al final de agosto, durante los últimos tres meses,
el precio del trigo en la bolsa de Chicago
bajó un 32 % y el del maíz un 22%, sin embargo eso no ha repercutido en
una reducción de precios en la venta minorista.
Los precios para los
consumidores y consumidoras de las clases populares aumentaron enormemente y es
poco probable que bajen, puesto que los gobiernos no aplican políticas de
control de precios o fijación de precios. Efectivamente, las grandes empresas
privadas son libres de fijar los precios que desean.
La
crisis alimentaria no comenzó con la invasión de Ucrania
En realidad, la
situación se degradaba desde 2014 en el mundo entero. En 2007-2008 se había
desarrollado una crisis alimentaria muy grave (véase nuestra explicación de la
crisis de 2007-2008 en «Volvamos a hablar de las causas de la crisis
alimentaria», https://cadtm.org/Volvamos-a-hablar-de-las-causas-de),
que llevó a más de 800 millones de personas a pasar hambre. Entre 2009 y 2013,
la situación había mejorado, sin embargo, comenzó a degradarse nuevamente a
partir de 2014. (Véanse las tablas 1 y 2)
Tabla1: evolución del número de personas que vivieron una situación de inseguridad alimentaria grave (en millones)
A nivel mundial, entre
2014 y 2021, el número de personas con inseguridad alimentaria severa aumentó
en más de 350 millones, de 565 a 924 millones
Tabla 2: Número de personas que vivieron una situación de inseguridad alimentaria moderada, (en millones)
Fuente: FAO The State of Food Security and Nutrition in the World, 2022, tabla 4, p. 26
¿Es
posible erradicar el hambre?
Sí, es totalmente
posible. Las soluciones fundamentales para alcanzar ese objetivo vital pasan
por un proyecto de soberanía alimentaria alternativo al modelo actual de
agrobusiness intensivo. La soberanía alimentaria es el derecho que tienen todos
los países de mantener y desarrollar su propia capacidad para producir su
alimentación de base y supone la protección de los recursos naturales, en
particular: la tierra, las aguas y las semillas. La soberanía alimentaria
coloca a productores y productoras, a distribuidores y distribuidoras y a
consumidores y consumidoras de alimentos en el centro de los sistemas y
políticas alimentarias en lugar de las exigencias de los mercados y de las
transnacionales. Por consiguiente, la soberanía alimentaria tiene por objetivo
alimentar a la población a partir del esfuerzo de los productores y productoras
en el ámbito local, y limitando, también, las importaciones y exportaciones.
Para avanzar hacia la
soberanía alimentaria, es necesario colocar a la agroecología en el centro de
las decisiones políticas de los gobiernos. La agroecología es una alternativa
al modelo neoliberal productivista. Esta práctica garantiza los derechos
colectivos de campesinos y campesinas, protege la biodiversidad, refuerza los
sistemas alimentarios locales y valoriza el trabajo de las mujeres en el campo,
que es, literalmente, vital.
La agroecología nos
permite disponer de una alimentación de calidad: sin OGM, sin pesticidas, sin
abonos químicos. Pero para alcanzar este objetivo, es necesario que más de
3.000 millones de campesinos y campesinas puedan acceder a la tierra en
cantidad suficiente y trabajarla por su cuenta, en lugar de enriquecer a los
grandes propietarios, a las transnacionales del agrobusiness, a los
comerciantes y a los prestamistas. Es necesario, también, de que dispongan,
gracias a la ayuda pública, de medios para cultivar la tierra sin agotarla.
Para hacerlo, hay que
hacer una reforma agraria, una reforma que falta, cruelmente, en Brasil,
Bolivia, Paraguay y Perú, también en Asia y en algunos países de África. Tal
reforma agraria debe organizar la redistribución de tierras, prohibiendo a los
terratenientes privados y proveyendo una ayuda pública al trabajo de los
agricultores. Esta reforma agraria se ha de oponer a las políticas agrarias
puestas en práctica por el Banco Mundial, por grandes fundaciones como la
Fundación Bill Gates y multinacionales que favorecen las grandes operaciones de
acaparamiento de tierras.
La reforma agraria
debe preservar los bosques y selvas existentes y estimular la plantación de
árboles, allí donde estaba devastado, detener la privatización y
comercialización de los recursos hídricos, y evitar el monocultivo que está en
los orígenes de la degradación de los suelos.
También, es importante
señalar las enormes responsabilidades que tiene el FMI y sobre todo el Banco
Mundial en la crisis alimentaria puesto que son especialmente estas
instituciones las que llevaron a los Estados a conectarse cada vez más con los
mercados internacionales, haciendo crecer su dependencia, a suprimir las ayudas
a los pequeños productores agrícolas y a ofrecer una plaza privilegiada a las
transnacionales del agrobusiness. El FMI y el Banco Mundial recomendaron a los
gobiernos del Sur suprimir los silos de granos que servían para alimentar el
mercado interior en caso de insuficiencia de la oferta y/o de un aumento
vertiginoso de los precios. El Banco Mundial y el FMI alentaron a los gobiernos
a suprimir los organismos de crédito público al campesinado y llevando a
campesinos y campesinas a caer en las garras de los prestamistas privados (con
frecuencia grandes comerciantes) o de los bancos privados que aplican intereses
de usura. Eso provocó el endeudamiento masivo del pequeño campesinado, ya sea
en la India, México, Egipto o en numerosos países del África subsahariana.
Según las encuestas oficiales, el sobreendeudamiento de los campesinos que
afecta a los indios es la causa principal de suicidio de más de 400.000
campesinos en la India durante los últimos 25 años (Statistics say nearly 4,00,000
farmers committed suicide in India between 1995 and 2018. Why? (scroll.in))
(solo en inglés). Ese es un país donde, precisamente, el Banco
Mundial se empeñó con éxito a convencer a las autoridades a suprimir las
agencias públicas de crédito a los agricultores. Y eso no es todo: durante los
últimos 50 años, el Banco Mundial y el FMI también promovieron en los países
tropicales y otros países del Sur Global a reducir su producción de trigo,
arroz o maíz y a reemplazarlos por cultivos de exportación (cacao, café,
bananas, cacahuetes, flores, algodón…). Finalmente, para completar su trabajo a
favor de las grandes sociedades del agrobusiness y de los grandes países
exportadores de cereales (comenzando por Estados Unidos, Canadá y Europa),
hicieron que los gobiernos abrieran totalmente las fronteras a las importaciones
de alimentos que benefician de subvenciones masivas por parte de los países del
Norte. Eso provocó la quiebra de numerosos productores y productoras del Sur, y
una fuerte reducción de la producción de alimentos local.
En resumen, es
necesario poner en marcha la soberanía alimentaria, promover la agroecología y
aplicar la reforma agraria. Se debe dejar de producir agrocombustibles
industriales y eliminar las subvenciones públicas a sus productores. También,
es necesario instalar de nuevo los stocks públicos de reserva de alimentos (en
partículas los granos: arroz, trigo, maíz…), instaurar los organismos públicos
de crédito para agricultores y agricultoras y restablecer una regulación del
precio de los alimentos. Hay que garantizar que las poblaciones con bajos
ingresos puedan beneficiarse de precios bajos para alimentos de calidad. Se
debe suprimir el IVA de los alimentos básicos. El Estado debe garantizar a los
pequeños productores y productoras agrícolas unos precios de venta
suficientemente altos con el fin de permitir una mejora real de sus condiciones
de vida. El Estado también debe desarrollar los servicios públicos en los
medios rurales (de salud, educación, comunicaciones, cultura, «bancos de
semillas» …). Los poderes públicos tienen capacidades suficientes para
garantizar, al mismo tiempo, precios subvencionados a los consumidores de
alimentos y precios de venta suficientemente altos para los pequeños
productores y productoras agrícolas puedan disponer de unos ingresos
suficientes.
Este
combate contra el hambre, ¿acaso no es participe de un combate mucho más
amplio?
No podemos pretender
seriamente luchar contra el hambre sin atacar las causas fundamentales de la
situación actual. La deuda es una de
ellas, y la palabrería sobre el tema, frecuente estos últimos años durante las
cumbres del G7 y del G20, no disimula para
nada, que el problema sigue estando ahí. La crisis global que ahora afecta al
mundo agrava la situación de los países en desarrollo frente al coste del
endeudamiento y se preparan nuevas crisis de deuda en el Sur. Lo que está
pasando, en este 2022, en Sri Lanka y Argentinason ejemplos emblemáticos. Esa
deuda condujo a pueblos del Sur, a menudo provistos de riquezas humanas y
naturales considerables, a un empobrecimiento masivo. El sistema deuda es un
pillaje organizado al que hay que darle fin urgentemente.
En efecto, el
mecanismo infernal de la deuda pública ilegítima es un obstáculo esencial a la
satisfacción de las necesidades humanas fundamentales, entre las cuales, el
acceso a una alimentación decente. Sin ninguna duda, la satisfacción de las
necesidades humanas fundamentales debe prevalecer sobre cualquier otra
consideración, geopolítica o financiera. En un plan moral, los derechos de los
acreedores, rentistas o especuladores no están a la altura en relación a los
derechos humanos fundamentales de 8.000 millones de personas, abrumados por ese
mecanismo implacable que representa la deuda.
Es inmoral demandar a
los pueblos de los países empobrecidos por una crisis global, de la que no son
en absoluto responsables, consagrar una gran parte de sus recursos al pago a
los acreedores ricos (ya sean del Norte o del Sur) en lugar de dedicarlos a la
satisfacción de sus necesidades fundamentales. La inmoralidad de la deuda
deriva del hecho de que muy frecuentemente fue contraída por regímenes no
democráticos que no utilizaron las sumas recibidas en el interés de la
población y que a menudo organizan desvíos masivos de dinero, con el acuerdo
tácito o activo de los
Estados del Norte, de los acreedores privados del Norte, del Banco Mundial y
del FMI. Los acreedores provenientes de los países más industrializados
prestaron el dinero con pleno conocimiento de causa a regímenes con frecuencia
corruptos. Por consiguiente, esos acreedores no tienen derecho a exigir a los
pueblos el reembolso de esas deudas inmorales e ilegítimas.
En resumen, la deuda
es uno de los principales mecanismos por los que una nueva forma de
colonización se está operando en detrimento de los pueblos. La deuda se agrega
a las vulneraciones históricas realizadas por los países ricos: esclavitud,
exterminaciones de poblaciones indígenas, yugo colonial, saqueo de materias
primas, de la biodiversidad, de los conocimientos del campesinado (por el
patentado en provecho de las transnacionales del agrobusiness del Norte de
productos agrícolas del Sur como el arroz basmati indio) y de bienes
culturales, fuga de cerebros, etc. Ya va siendo hora de reemplazar la lógica de
dominación por una lógica de redistribución de las riquezas en pro de la
justicia.
El G7, el FMI, el
Banco Mundial, el Club de París imponen su propia verdad, su propia justicia,
de la que son, al mismo tiempo, juez y parte. Desde la crisis de 2007-2009, el
G20 tomó el relevo del G7 y contribuyó a reponer un FMI desacreditado y
deslegitimado al centro del juego político y económico, en particular, con respecto
al Sur Global. Hay que poner fin a esta injusticia que beneficia a los
opresores, ya sean del Norte o del Sur.
El CADTM sostiene con
entusiasmo las propuestas y reivindicaciones
adelantadas por el movimiento campesino internacional La Vía Campesina: ¡Alto a
la crisis alimentaria! ¡Soberanía Alimentaria, ya! Lo
reproducimos íntegramente.
Propuestas de La Vía
Campesina para enfrentar la actual crisis alimentaria y avanzar hacia la
Soberanía Alimentaria
«Frente a este
dramático contexto, La Vía Campesina expresa fuertes demandas y propuestas para
enfrentar la crisis, tanto a corto como a largo plazo.
Demandamos acción inmediata
por:
- El fin de la
especulación con los productos alimenticios y la suspensión de la
cotización de los productos alimenticios en las bolsas de valores. Los
contratos futuros sobre productos agrícolas
deberían prohibirse inmediatamente. El precio de los alimentos
comercializados internacionalmente debe estar vinculado a los costos de
producción y seguir los principios del comercio justo, tanto para los/las
productores/as como para los/las consumidores/as;
- El fin de la
Organización Mundial de Comercio en el control del comercio de alimentos,
así como los tratados de libre comercio. En particular, las normas penales
de la OMC que
impiden a los países desarrollar reservas públicas de alimentos y la
regulación de precios y mercados deben eliminarse de inmediato, para que
los países puedan desarrollar las políticas públicas necesarias para
apoyar a los/las productores/as de alimentos a pequeña escala en este
difícil contexto;
- Una reunión de
emergencia del Comité de Seguridad Alimentaria y la creación de un nuevo
organismo internacional para llevar a cabo negociaciones transparentes
sobre acuerdos de productos básicos entre países exportadores e
importadores, para que los países que se han vuelto dependientes de las
importaciones de alimentos puedan tener acceso a alimentos a un precio
accesible;
- La prohibición
del uso de productos agrícolas para producir agrocombustibles o energía.
La comida debe ser una prioridad absoluta por sobre el combustible.
- Una moratoria
global en el pago de la deuda pública por parte de los países más
vulnerables. En el contexto actual, presionar a algunos países muy
vulnerables para que paguen la deuda es una gran irresponsabilidad y está
desembocando en una crisis alimentaria. Hacemos un llamado al fin de las
presiones del Fondo Monetario Internacional, FMI, para desmantelar las
políticas públicas nacionales y los servicios públicos y a la cancelación
de la deuda pública externa ilegítima en los países en desarrollo.
Exigimos cambios
radicales en las políticas internacionales, regionales y nacionales para
reconstruir la soberanía alimentaria a través de:
- Un cambio radical
en el orden comercial internacional. La OMC debe ser desmantelada. Un
nuevo marco internacional para el comercio y la agricultura, basado en la
soberanía alimentaria, debe abrir el camino para el fortalecimiento de la
agricultura campesina local y nacional, para asegurar una base estable
para una producción de alimentos relocalizada, el apoyo a los mercados
liderados por campesinos y campesinas, locales y nacionales, así como en
cuanto a asegurar un sistema de comercio internacional justo basado en la
cooperación y la solidaridad en lugar de la competencia y la especulación;
- La implementación
de la Reforma Agraria Popular e integral, para detener el acaparamiento de
agua, semillas y tierras por parte de las transnacionales, y garantizar a
los/las pequeños/as productores/as derechos justos sobre los recursos
productivos. Protestamos contra la privatización y el acaparamiento de
ecosistemas y recursos naturales por intereses corporativos bajo el
pretexto de la protección de la naturaleza, a través de mercados de
carbono u otros programas de compensación de biodiversidad, sin
consideración a las personas que viven en los territorios y que han estado
cuidando de los recursos por generaciones;
- Un giro radical
hacia la agroecología, con el fin de producir alimentos sanos en cantidad
y calidad para toda la población. Debemos tener en cuenta que la crisis
climática y medioambiental será nuestro gran reto en el contexto actual y
debemos afrontar el desafío de producir suficientes alimentos de calidad
mientras reanimamos la biodiversidad y reducimos drásticamente las
emisiones de GEI.
- Una regulación
efectiva del mercado de insumos (créditos, fertilizantes, pesticidas,
semillas, combustible…) para apoyar la capacidad de los/las campesinos/as
para producir alimentos, pero también para asegurar una transición justa y
bien planificada hacia más prácticas de agricultura agroecológica;
- Una gobernanza
alimentaria basada en la gente, no en las transnacionales. A nivel
mundial, regional, nacional y local, se debe detener la captura de la
gobernanza alimentaria por parte de las transnacionales y se debe poner el
interés de la gente en el centro. Se les debe reconocer a los/las
pequeños/as productores/as un papel clave que debieran ocupar en todos los
organismos de la gobernanza alimentaria;
- La transformación
de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de de
campesinos y campesinas en un instrumento jurídicamente vinculante para la
defensa de los pueblos rurales.
- El desarrollo en
cada país de las capacidades públicas de almacenamiento. La estrategia de
acumulación de alimentos debe llevarse a cabo tanto a nivel nacional, como
a través de la creación y el apoyo público a reservas de alimentos a nivel
comunitario con alimentos producidos localmente provenientes de prácticas
agrícolas agroecológicas;
- Una moratoria
global sobre tecnologías peligrosas que amenazan a la humanidad, como la
geoingeniería, los transgénicos o la carne celular. La promoción de
técnicas de bajo costo que incrementen la autonomía campesina y de las
semillas campesinas.
- El desarrollo de
políticas públicas para asegurar nuevas relaciones entre quienes producen
alimentos y quienes los consumen, quienes viven en las áreas rurales y
quienes viven en las áreas urbanas, garantizando precios justos definidos
en base al costo de producción, que permitan ingresos dignos para los y
las que producen en el campo y un acceso justo a alimentos saludables para
los/las consumidores/as;
- La promoción de
nuevas relaciones de género basadas en la igualdad y el respeto, tanto
para las personas que viven en el campo como entre la clase trabajadora
urbana. La violencia contra las mujeres y diversidades debe cesar ya.
Los autores agradecen
a Pablo Laixhay y Brigitte Ponet por su atenta lectura.
Traducido por Griselda
Pinero