EL FIN NO
JUSTIFICABA LOS MEDIOS
Uno de los
episodios más negros de la IIGM: 350.000 alemanes asesinados por los aliados
Durante los últimos ocho meses de la
guerra, el mariscal Arthur "Bombardero" Harris siguió atacando
objetivos civiles alemanes. Casi un siglo después, nadie es capaz de defenderle
Las ruinas
de Dresde, retratadas en 1995. (Cordon Press)
EL CONFIDENCIAL / 11/03/2018 22:06
“Supongo que está claro el objetivo de los ataques:
la población civil enemiga, y no las fábricas y astilleros”. Estas son las
palabras que Charles Portal, jefe del Estado Mayor del Aire de Gran
Bretaña, remitió a Norman Borromley en febrero de 1942, justo antes de
la aprobación de la directiva que daba inicio al bombardeo de la aviación
británica sobre suelo alemán. Uno de los episodios más negros de la Segunda Guerra Mundial, que
entre marzo de aquel año y abril de 1945 dejó alrededor de 350.000 civiles
muertos, además de la destrucción de entre 50 y 60% de las áreas urbanas
alemanas.
Entre todos los episodios de destrucción, quizá Dresde
sea el ejemplo más conocido. No se trata del único, ni mucho menos. El
principal objetivo de estos ataques eran los núcleos urbanos, y de esa forma
desaparecieron bajo el fuego de la RAF las calles de urbes como Colonia,
Düsseldorf, Duisburg, Essen, Lübeck, Fráncfort o Hamburgo, donde se calcula que
en la Operación Gomorra murieron alrededor de 42.600 civiles y otras
37.000 personas quedaron heridas. Entre los artífices de la esta campaña de
bombardeo de área se encontraba el propio Portal, pero sobre todo, Arthur
“Bombardero” Harris, mariscal de la Royal Air Force y un firme defensor de
la estrategia de “ataque total”, especialmente durante los muy discutibles ocho
últimos meses. Winston Churchill
observaba desde las bambalinas.
El Escuadrón
de Bombarderos de élite número 5 era capaz de arrasar el centro urbano de una
ciudad en apenas media hora en mitad de la noche.
Lo pone de manifiesto una investigación realizada por
Paul Sanders de la francesa Escuela de Negocios NOEMA y Keith Grint de
la Escuela de Negocios de Warwick que analiza estos bombardeos desde la perspectiva
de la ética del liderazgo. Si bien los ataques aéreos de entre 1942 y 1944
podían resultar “éticamente discutibles pero necesarios políticamente”,
los que tuvieron lugar entre septiembre de 1944 y abril de 1945, ese “crescendo
final” en palabras de los autores, tiene mucha menos justificación, ni siquiera
desde una perspectiva utilitarista. Fue un ataque a gran escala, con dos
tercios de los bombarderos ingleses destinados a bombardear las ciudades
alemanas. En algunos casos, como ocurría con el Escuadrón de Bombarderos nº5,
capaces de destruir un centro urbano completo en apenas media hora.
¿Para qué sirvieron los bombardeos?
El plan para bombardear Alemania se puso en marcha en
septiembre de 1941, no con el objetivo de dañar objetivos militares o industriales
(“según se suele pensar”, como matizan los autores) sino de bajar la moral
de los civiles. Un objetivo muy difícil de cuantificar. No obstante, había
otras razones por las que parecía necesario atacar suelo alemán. Por ejemplo,
sostener la gran alianza con la URSS: para Stalin, el bombardeo de
su nuevo enemigo era la mejor muestra de la buena fe inglesa, y un necesario movimiento
geoestratégico para abrir un nuevo frente que les aliviara. En este caso, en el
propio patio trasero de los alemanes, que debería dedicar gran parte de recursos (principalmente de
su fuerza aérea, la Luftwaffe) a combatir esta amenaza.
Colonia fue
una de las ciudades más afectadas. (Cordon Press)
No es que en esos primeros compases de la guerra no se
planteasen reservas. Es conocido que Winston Churchill se preguntó “¿somos
unos monstruos?” después de ver imágenes de las ruinas de ciudades alemanas
en 1943. No obstante, parecía estratégicamente necesario. El procedimiento
empleado por la Fuerza Área liderada por Harris era el siguiente: una primera
incursión de bombas de demolición que propiciase el pánico entre la población,
limitaba el margen de maniobra de los servicios de emergencia y allanaba el
terreno para la propagación del fuego. A continuación, se lanzaban bombas
incendiarias, cuyos pequeños incendios terminaban resultando difíciles de
eliminar. Las primeras ciudades en experimentar este ataque fueron Lübeck y
Rostock, y a lo largo de los dos años siguientes, el procedimiento se fue
perfeccionando mientras caía una ciudad tan otra.
Fue la medieval ciudad de Colonia la primera gran víctima
de este bombardeo mixto, durante la noche del 30 de mayo de 1942. Murieron
alrededor de 500 personas, pero otras 45.000 quedaron sin hogar. No hay muchos
testimonios de los supervivientes, como recordaba W.G. Sebald
en 'Sobre la historia natural de la destrucción: “A causa de un acuerdo tácito
no había que describir el verdadero estado de ruina material y moral en que
se encontraba el país”. Después de Colonia, llegaron Hamburgo y la
Operación Gomorra, Kassel (10.000 muertos), Darmstadt (12.500), Swinemünde
(23.000) o la ya citada Dresde. Los constantes bombardeos sobre Berlín serían
el objetivo final.
Bonn, Konigsberg o Hilbronn fueron eliminadas
rápidamente. Tanto era así que en cuestión de meses, Harris ya no sabía qué
bombardear.
La gran pregunta, no obstante, es qué se ocultaba
detrás de la aniquilación de los últimos meses de la contienda, y si de verdad
era necesaria tal campaña de destrucción sistemática. Para Harris sí. En su
opinión y en la de sus lugartenientes, la guerra podía terminar sin la
invasión de territorio alemán, simplemente a través de bombardeos continuos
que forzasen la rendición. Como explican los autores del trabajo, el mariscal
consideraba que tenía la bala de oro y que “la victoria final dependía de que
sus bombarderos 'acabasen' con lo que restaba de las ciudades alemanas”. Sin
embargo, la mayoría de esas ciudades ya habían sido reducidas a ruinas. Pero
eso, para Harris en particular y los aliados en general, no parecía ser
suficiente.
Una venganza velada
La campaña que se puso en marcha durante el otoño de
1944 fue letal, animada por el deseo de los aliados de atisbar cuanto antes el
fin de la guerra: el 75% de las bombas lanzadas sobre Alemania fueron tiradas
en esos meses que siguieron a la liberación de Francia. Bonn, Königsberg,
Hilbronn o Karlsruhe fueron eliminadas rápidamente. Tanto era así que en
cuestión de meses, Harris ya no sabía qué bombardear. Hubo mucho más después de
Dresde, en febrero de 1945: pequeñas localidades o ciudades universitarias
recibieron el “tratamiento Dresde”. Es el caso, por ejemplo, de Pforzheim, que
el 23 de febrero de 1945 fue destruida en un 83% y perdió una tercera parte de
su población. 17.600 personas murieron en el ataque.
Dos ancianos
alemanes en Berlín, en mayo de 1945. (Cordon Press)
¿Era necesaria esta ofensiva aérea sobre objetivos ya
no estratégicos? Es una de las grandes preguntas sobre la discutible estrategia
de los aliados en los compases finales de la guerra, que no siempre ha sido
cómodo responder. El propio Churchill, que en febrero de
1942 y ante una serie de derrotas se mostró favorable a que Harris tomase las
riendas y bombardease los núcleos urbanos, empezó a sospechar –especialmente
después del episodio de Dresde– que aquello de aniquilar a la población civil
una vez la guerra parecía destinada a terminar pronto no era lo más ético… ni
un buen argumento cuando llegase el momento de ser juzgados por la historia.
“La escalada de bombardeos urbanos durante los últimos
ocho meses de la guerra no tenía una justificación moral convincente, ni
siquiera desde una perspectiva utilitarista: era un desperdicio de recursos,
de las vidas de los pilotos británicos y de los civiles enemigos, así como de
la posibilidad de poner un fin temprano a la guerra”, concluyen los autores.
¿Qué provocó, por lo tanto, que se le volviese a dar carta blanca a Harris
después de todo lo que había hecho? Quizá “motivos más oscuros”, como la
venganza… Un precio que terminaron pagando miles de civiles alemanes, olvidados
por la historia salvo contadas excepciones. Una vergüenza, incluso en el
contexto extremo de la Segunda Guerra Mundial.
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