Carlos Colón, de creyente diabólico y católico en el redil de los
corderos del Señor a despistado en el corral del marxismo.
Creyente diabólico, porque el manifiesta su creencia en el diablo. Y en
el redil católico, porque él manifiesta ser católico y lo católico no es que
tenga una red sino muchas redes.
Pero lo dice el Evangelio: todos los caminos llevan al marxismo, que como
yo creo que no se sabe, o no se sabe del todo bien, o cuando menos no es sabido
a nivel general por los trabajadores, que son los más interesados en saberlo puesto que
son ellos ángeles creadores de cuanta riqueza exista, sin mediación de gracia
divina o milagro alguno, sino porque trabajan, y por ello los llamados a
dirigir este mundo y sus propias vidas, conviene repetir qué es el marxismo:
una ciencia (el materialismo histórico instaurada por el tocayo de Carlos
Colón, Carlos Marx) y una filosofía (el materialismo dialéctico abierto por el
mismo tocayo de Carlos Colón).
La
ciencia como toda ciencia (de donde hay que excluir la Teología, la “ciencia” que estudia a Dios y la Ecología,
la ciencia que yo no sé qué estudia que no pueda ser estudiado por otras
ciencias) estudia hechos concretos que están en la naturaleza, y que por ello
no hay que inventarlos, sino descubrirlos y explicarlos, mediante las leyes objetivas
internas que los rigen. Marx estudia al ser humano concreto de carne y hueso. Y
este ser humano está en la tierra, donde
produce algo (estructura económica) de una forma determinada para poder
subsistir y reproducirse; distribuye ese algo producido de una determinada
forma (estructura política) de acuerdo al consenso social previamente
establecido, tanto lo que se refiere a lo producido como a la forma de
distribución de lo producido (estructura ideológica). Estas tres estructuras en
conjunto forman la unidad de que está compuesta cualquier sociedad, y son el
desarrollo social de estas tres estructuras en su conjunto que lo origina el
desarrollo de las fuerzas de las fuerzas productiva, a cuyo desarrollo contribuyó
y contribuye la división social del trabajo, que a su vez es lo que explica la
afirmación que hace Carlos Colón: “Estamos en la UE y esta a su vez
juega en el tablero global e interdependiente.”
Muy a su pesar esta afirmación encierra toda la
esencia del marxismo: todo depende de todo. Todo está en permanente movimiento,
y por ello lo que el marxismo contempla siempre es la TOTALIDAD de las cosas,
las múltiples y complejas relaciones que todo tiene con todo. Y de aquí, del
concepto de totalidad marxista, de la relación permanente entre la economía, la
política y la ideología, es de donde toman los listillos y demás tropa reaccionaria
de los ideólogos burgueses al servicio, intencionadamente o no, de los
capitales dominantes, falseándolo, es de donde toman ellos la base para asentar
como categoría que el TOTALITARISMO es
lo que define al marxismo, y por extensión al comunismo, que por cierto, hasta
el día de hoy nadie ha podido ver, excepto
como teoría política que es donde por lógica concluye el desarrollo dialéctico
de la historia, lo que les permite, por un simple manejo y variación del léxico
a la radicalmente falsa afirmación de que el nazismo es equivalente al
comunismo que ha quedado sentada como categoría política.
El totalitarismo tiene que ver con la simpleza mental
y con la unilateralidad, es decir, con el fascismo, porque en esencia el
fascismo viene a representar eso: el simplismo mental y la unilateralidad, o
sea, que se identifica exactamente con el nazismo, mientras que la totalidad
marxista no puede ser simpleza, dado que todo está relacionado con todo mediante
relaciones más o menos complejas, lo que
implica necesariamente multilateralidad por excelencia, por lo que en
definitiva lo que Carlos Colón nos viene a proponer es: no seáis chiquillos,
¿no veis que quien manda y ordena aquí es muy poderoso? Contra el poderoso no
se puede hacer nada, someteos, aceptar su voluntad como omnipotente que es, dejad
que os robe hasta el apellido si es su gusto. Las cosas no se pueden cambiar,
votad únicamente a quien sirva a señor tan poderoso para no osar molestarle.
Tal planteamiento más fascista del siglo XXI, de aquí y ahora, no puede ser.
* * *
Mejor razón
que cabreo
Antes del 10-N valoren lo que ha traído el voto del
cabreo a estadounidenses, italianos y británicos. Y no sólo a ellos
Carlos Colón
DIARIO DE SEVILLA
08 Octubre,
2019
El éxito del mitin de Vox no es una buena noticia para
nadie. Ni siquiera para quienes asistieron a él. Es lo peligroso del cabreo que
lleva a escupir al cielo: el salivazo le cae a uno en la cara. Lo mismo sucede
con la indignación de los votantes de Unidas Podemos. El voto cabreado o
indignado se vuelve contra quien vota opciones radicales y antisistema.
Afortunadamente la única posibilidad que ambos tienen de tocar poder es que los
dos partidos grandes necesiten su apoyo activo, integrándolo en su Ejecutivo
como estuvo a punto de pasar durante la breve luna de miel entre Sánchez e
Iglesias y puede volver a pasar hasta con la suma de Errejón (el que llama a su
partido Más Madrid en Madrid y Más País en España), o su apoyo pasivo, como
sucedió en Andalucía. Nunca, aunque la historia demuestra que estas
afirmaciones siempre son arriesgadas -recuerden la escena de la cervecería en Cabaret-,
Unidas Podemos o Vox gobernarán esta nación.
Aun así no es una buena noticia que la extrema derecha
populista -no se ofendan sus partidarios: lo es tanto como Unidas Podemos es
extrema izquierda populista-, pretenda hacerse la custodia de la bandera, la
defensora de España y la garante del Rey. Como no es una buena noticia que la
vida política española se tense entre extremismos de derechas y de izquierdas
anacrónicos y desfasados. Ni Vox ni Unidas Podemos tienen respuestas realistas
y útiles para los problemas que agobian o preocupan a los españoles. Estamos en la UE y esta a su vez juega en
el tablero global e interdependiente.
Junto al crecimiento del PSOE y el PP todas las
encuestas apuntan una caída de Unidas Podemos y Vox (junto a un Ciudadanos
hundido por el propio Rivera). Ya se verá que pasa con Más País. Y esto me
parece bueno para todos, también para los votantes de estos partidos que no
sospechan la que se les vendría encima -a ellos, no a los poderosos- si Abascal
o Iglesias gobernaran la nación. No hace falta que se pongan trágicos mirando
lo que votaron los italianos en 1924 o los alemanes en 1933. Basta que se miren
en lo que votaron los italianos desde 1994 a 2018 -de Berlusconi a Salvini y Di
Maio-, los británicos en 2015 y 2017 (más el referéndum del Brexit en
junio de 2016) o los estadounidenses en 2017. Todos fueron votos del calentón y
el cabreo. Con consecuencias nefastas no sólo para los italianos, los
británicos y los estadounidenses.
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