jueves, 24 de octubre de 2024
Gaza. Resistiendo el “Plan de los Generales”: exterminio por hambre y sed bajo la metralla
Gaza.
Resistiendo el “Plan de los Generales”: exterminio por hambre y sed bajo la
metralla
Publicado / Por Lucha
Internacionalista
KAOSENLARES
24 de octubre de 2024
El asesinato del líder de
Hamás, Yahya Sinwar, en Gaza, después de un año de guerra genocida de Israel,
no terminará ni con la organización ni con el arraigo de la resistencia
palestina. Es un golpe moral, que completa el descabezamiento de la dirección
del movimiento, pero difícilmente cambiará nada sobre el terreno ni en el curso
de la guerra.
La muerte de Sinwar llega
tras el asesinato en Teherán de Ismail Haniye, líder de la oficina política y
de Mohamed Deif, jefe militar, además de los principales mandos de las brigadas
Ezzedeen al Qassam, el brazo armado del movimiento. Llega tras el asesinato en
Beirut del emblemático líder de Hezbollah, Hasan Nasrallah. Israel ha
asesinado, encarcelado y torturado a muchos dirigentes palestinos (islamistas,
comunistas, nacionalistas), pero no ha acabado con la resistencia ni ha
conseguido direcciones más favorables a sus intereses.
No se trata pues de Sinwar
o de otro nombre sino de la ocupación israelí de Palestina durante más de un
siglo y Hamás designará ahora a un nuevo dirigente. El mensaje de Sinwar y del
7 de octubre era que, contra lo esperado por Israel y sus aliados, el pueblo
palestino se rendiría a la ocupación y eso no ha pasado, al contrario, y ello a
pesar del espantoso coste humano del genocidio de Gaza, la intensificación de
la colonización de Cisjordania o la represión de los palestinos que viven en el
territorio de Israel. Hamás escogerá a un nuevo líder que probablemente
continuará con la misma política y habrá que ver qué capacidad tiene la
organización para recomponerse y evitar un caos interno. Israel puede acabar
militarmente con el aparato militar de Hamás pero sabe que las ideas no se
matan a golpe de bombas.
Netanyahu ya ha dicho que
el asesinato de Sinwar no pone fin a la guerra de Gaza. La ofensiva israelí no
pretende sólo la desarticulación militar y política de Hamás y es evidente que
tampoco la liberación de los rehenes del 7 de octubre es prioritaria para el
gobierno de Netanyahu. Israel pretende una reconfiguración demográfica de la
Franja, con el desplazamiento masivo de la población norteña hacia el sur.
Algunos sectores que ganan cada vez más peso abogan por una reocupación al
menos parcial de Gaza, de donde Israel se había retirado unilateralmente en
2005.
Tras un año de bombardeos
indiscriminados sobre Gaza que han matado a decenas de miles de palestinos
(muchos más de los 42.000 que se han podido contabilizar en los registros
oficiales) Israel se apunta la victoria de la liquidación de Sinwar. Una
victoria que refuerza a Netanyahu pero no casa con el relato israelí. Sinwar no
estaba atrapado en un túnel rodeado de rehenes como aseguraban los poderosos
servicios de inteligencia israelíes que no han logrado infiltrarse en Gaza,
sino que le mataron por casualidad, mientras combatía a los ocupantes. Fueron
fuentes militares israelíes las que dieron la noticia, que Netanyahu salió
horas más tarde a confirmar, sin poder apropiarse personalmente del golpe.
Pese al terrorífico coste
humano y la destrucción masiva de la Franja, un nivel de violencia sin
precedentes en los cien años de historia de ocupación de Palestina, Israel está
lejos de conseguir sus objetivos en Gaza: ni ha desarticulado a Hamás ni tiene
a alguien para sustituirle como autoridad en Gaza ni ha liberado a los rehenes.
El mismo día que se anunció la eliminación de Sinwar, los familiares de los
secuestrados en Gaza emitieron un comunicado desesperado instando a Netanyahu a
poner sobre la mesa un acuerdo para su liberación, algo que el gobierno israelí
no parece plantearse.
Tampoco la guerra en Líbano
está terminando de dar los resultados esperados. Hezbollah, decapitado, sigue
lanzando cohetes y misiles a diario sobre el territorio israelí y la lista de
soldados israelíes muertos en Líbano no para de crecer, mientras Israel
bombardea pueblos y ciudades en todo Líbano, donde ha causado una grave crisis
humanitaria.
En este contexto se habla
cada día más del llamado “Plan de los Generales”, la propuesta de un grupo de
exgenerales que habla abiertamente de una limpieza étnica en el norte de Gaza.
El plan consiste en someter a sitio el territorio de la Franja al norte del
corredor de Netzanim, que Israel abrió al inicio de la guerra y bloquear la
entrada de ayuda humanitaria hasta que la población, y con ella los
combatientes palestinos, mueran literalmente de hambre.
El plan fue publicado a
finales de septiembre por el llamado Foro de Mandos y Soldados en la Reserva,
formado por 1.500 oficiales, que ha criticado la estrategia del ejército
israelí impuesta hasta ahora en Gaza. El foro está dirigido por Giora Eiland,
un general en la reserva que había formado parte del Consejo de Seguridad
Nacional israelí y ahora asesora al gobierno. Se le considera un militar de
centro-izquierda, que, por ejemplo, apoyó a los reservistas que el año pasado,
en el marco de las protestas masivas contra la reforma judicial de Netanyahu,
prometieron no unirse a filas si les llamaban, aunque después del 7 de octubre
se unieron a las fuerzas de élite para atacar a Gaza y ahora también al Líbano.
Eiland lleva un año
abogando por aún más mano dura contra los palestinos de Gaza. Ha defendido la
“destrucción total” de la franja, provocar una “severa crisis humanitaria” y
favorecer la propagación de epidemias para “romper el espíritu de lucha de
Hamás”. “Cuando Gaza se muera de hambre, cientos de miles de palestinos estarán
enojados y serán los que promoverán un golpe contra Sinwar”, ha declarado. Su
estrategia se resume en decir que Israel se ha equivocado empleando sólo la
fuerza militar en Gaza y que para acabar con Hamás lo que hace falta es matar
de hambre, de sed y de enfermedades a la población civil.
El plan consiste en una
primera fase hacer huir a la población del norte de la Franja, como se hizo al
principio de la guerra. Pero entonces entre 400.000 y 600.000 palestinos
decidieron quedarse o volver al norte cuando comprobaron que el sur tampoco era
seguro y que la guerra iba para largo. La segunda fase consiste en convertir el
norte de Gaza en una zona militar cerrada donde no entre comida, ni agua ni
combustible, y considerar a todo el mundo que se haya quedado como
combatientes, con la única opción de «rendirse o morir de hambre». Tras ello,
prevén, «podremos entrar en la ciudad de Gaza sin encontrar apenas ningún
enemigo».
Coincidiendo con el primer
aniversario de los ataques del 7 de octubre, parece que Israel ha puesto en
marcha este plan, con la nueva ofensiva en el norte de Gaza. Nuestros
compañeros de la Unión Independiente de Comités Obreros Palestinos con los que
llevamos meses impulsando una campaña para hacer llegar ayuda a los barrios de
Jabalia, que está en el centro de la ofensiva, nos han podido explicar de
primera mano cómo los bombardeos aéreos, el sitio, el hambre e incluso como el
ejército israelí está utilizando robots que entran en las zonas más pobladas
con potentes bombas para causar el máximo de destrucción sin arriesgar las
vidas de sus soldados.
“Sobreviviremos
y nos encontraremos aquí en Gaza y también en Barcelona. Sois camaradas
maravillosos y luchadores leales. Envío mis saludos a todos los camaradas y
espero que nos encontremos pronto. No importa cuánto genocidio, hambruna,
desplazamiento y destrucción cometa la ocupación, seguiremos resistiendo hasta
que Palestina sea libre. Somos fuertes con todas las personas libres
del mundo, y fuertes con nuestra justa causa.», nos decían en un
mensaje que nos pudieron hacer llegar el 11/10/2024.
Expulsar a la población del
norte de Gaza y reocuparla, el plan de los ministros de ultraderecha del
gobierno de Netanyahu, Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich, parece que ahora se
ha convertido en el plan del gobierno. El bloqueo total de la ayuda humanitaria
en el norte de Gaza forzó incluso una protesta formal de EEUU a tres semanas de
las elecciones de noviembre, y Tel Aviv respondió con un lavado de cara dejando
entrar a un puñado de camiones. El Plan de los Generales parece ser ahora la
doctrina oficial.
Desde el 2006 cuando Israel
impuso el bloqueo de Gaza, con el apoyo de EEUU y la UE, decimos que la Franja
es la mayor prisión al aire libre del mundo, con condiciones de vida
imposibles. Ahora puede quedar reducida a mitad del territorio, un territorio
reducido a escombros sin hospitales, escuelas, infraestructuras de agua ni
cultivos. Sin nada de lo que hace posible la vida. El mundo será un sitio aún
mucho peor si esto ocurre, y no sólo para el pueblo palestino. Es hora de
multiplicar los esfuerzos levantando la voz y movilizándonos para impedirlo.
Mientras siga la resistencia del pueblo palestino es nuestra obligación. Nos va
el futuro de todas.
Layla Nassar
* Imagen “Children of war” Licencia
Petro revela datos sobre la venta del software espía Pegasus por Israel
Petro
revela datos sobre la venta del software espía Pegasus por Israel
TERCERAINFORMACION / 24.10.2024
- El presidente
colombiano, Gustavo Petro, ha revelado datos del presunto lavado de dinero
en el marco de la compra del sofware espía Pegasus a una empresa israelí.
El presidente de Colombia,
Gustavo Petro, en una rueda de prensa.
Petro acusó de lavado de activos a Ran Gonen,
director de seguridad global de la empresa tecnológica israelí NSO Group, por
supuestamente recibir cinco millones de dólares en efectivo como parte de pago
del software Pegasus, usado para espionaje político.
“Creo que el señor director de NSO Group, el
señor Ran Gonen, ha cometido un delito en Colombia, porque en Colombia no es
posible que ningún ciudadano ni nacional ni extranjero porte dinero en efectivo
en una cantidad tal como cinco millones de dólares, eso se llama lavado de
activos”, expresó Petro en rueda de prensa el martes y dijo que enviará la
información que tiene a la Fiscalía y la Procuraduría (Ministerio Público) para
que investiguen lo ocurrido.
En este sentido también, reveló los nombres de
ciudadanos israelíes que habrían llegado al país en 2021 para venderle a la
Administración del entonces presidente Iván Duque (2018-2022) el software espía
Pegasus, presuntamente para interceptar conversaciones de la oposición.
“Sabemos los nombres de las tripulaciones, pero
también conocemos los nombres de algunos tripulantes que llegaron y se fueron
en distintos momentos (…) El avión aterrizó en el hangar de narcóticos de la
Policía, y allí desembarcaron los siguientes ciudadanos israelíes: Oded Gindi,
el señor Moshe Sajar y el señor Yehuda Lahav, director de negocios de NSO
Group, la empresa propietaria del software Pegasus”, afirmó el mandatario
colombiano.
En esta línea, el presidente presentó un
documento de inteligencia israelí en el que se detallan la compra y los pagos
realizados a NSO Group, la empresa creadora de Pegasus.
Precisó que, en 2021, en pleno estallido social
en Colombia, el gobierno de Duque compró Pegasus por un monto de 11 millones de
dólares, divididos en sendas transacciones de 5,5 millones de dólares.
Según el mandatario, estas operaciones fueron
realizadas por la Dirección de Inteligencia de la Policía (Dipol), que utilizó
dos vuelos hacia Israel para transportar el dinero en efectivo.
¿Qué es Pegasus?
Es un programa, desarrollado por la firma
israelí NSO Group, con capacidad para interceptar comunicaciones en
dispositivos móviles, ha sido muy criticado por el uso indebido que se le ha
dado en varios países. El caso más escandaloso es el de México, donde se
expusieron listados de personajes interceptados ilegalmente desde que el
Ejército compró la herramienta en 2011.
Conforme a la ONG Amnistía
Internacional (AI), esta herramienta del espionaje israelí se emplea bajo
excusa de “facilitar la comisión de violaciones de los derechos humanos a
gran escala en todo el mundo”.
España y la pantomima de la descolonización
España y la pantomima de la
descolonización
Por Vivi Alfonsín
Rebelion / España
23/10/2024
Fuentes: Jacobin
América Latina
En un pasaje de
la novela In Dependence, de Sarah Ladipo Manyika, se da la
siguiente situación: un grupo de jóvenes se cita en la Asociación de
Estudiantes de África Occidental, ubicada en el sótano de un campus de Oxford.
Entre ellos hay ingleses, nigerianos, caribeños, ghaneses. Son los años 60 y
los acalorados debates sobre la independencia están en el aire. El motivo del
encuentro es el visionado de un documental sobre Nigeria, un filme que
arrancaba con una breve historia del dominio colonial y esbozaba —mostrando
imágenes de artesanos y campesinos, de la presa de Kainji y del nuevo Puente Níger
que conectaría la ciudad comercial de Onitsha con los puertos— cierto retrato
de la independencia del país. Al terminar, estalló la colisión de posturas.
De un lado
estaban los defensores, acomodados en su querencia hacia las formas del poder
colonial. Del otro, los que percibían en la película la perpetuidad de un robo.
Ike, el personaje más crítico, plantea: «¿Dónde están los nigerianos? No me
refiero a mostrar fotografías de nigerianos como si fuera un estudio
antropológico de los africanos en su hábitat natural. Lo que digo es: ¿por qué
estas películas no están dirigidas por nigerianos? O, al menos, ¿por qué no las
estamos narrando nosotros?». Ike cuestiona que el punto de partida sea siempre
el periodo colonial y no el siglo X, «con los reinos de Benin y Hausa. O, si a
fuerza hay que empezar con los blancos», prosigue, «¿por qué no arrancar con la
trata de esclavos?». Más adelante, apunta: «si el colonialismo ya concluyó,
¿por qué los británicos siguen hablando por nosotros como si fuéramos niños?».
El espíritu de
la novela, heredero de la tradición antirracista y anticolonialista, cuestiona
el alcance real de la independencia de los países colonizados. Habla de la
migración de jóvenes africanos hacia una Europa decidida a educarlos como casta
(o al menos eso parece), del agravio comparativo con otros migrantes menos
privilegiados y de las relaciones que entablan con hombres y mujeres ingleses,
algunos repelentes excolonos y otras enamoradas de África, de su exuberancia y
de su prometedor porvenir político y cultural.
Entre el marco
temporal en que se desarrolla la trama y nuestro presente han transcurrido más
de seis décadas. Pero ya desde su título late la pregunta de hasta qué punto
los procesos poscoloniales terminaron por convertirse en realidad o fueron
cooptados por los mismos intereses coloniales, disfrazados o no de otra cosa.
Publicada en 2008, In Dependence sigue operando como una
provocación hacia las diversas formas en que la colonialidad se hace patente y
se combate en nuestro tiempo. Un presente que enfrenta idénticos retos en
cualquier lugar, cuando el racismo, sin ser nada nuevo, tiene un papel
preponderante.
En España, el
12 de octubre sigue representando una cita anual de monarcas, políticos y
militares unidos para celebrar otro aniversario de la colonización contra los
territorios y pueblos originarios de Abya Yala. Miles de miembros de las
fuerzas armadas desfilan con su potencia bélica expuesta en una coreografía que
pivota entre el recordatorio y la amenaza. Este año, el clima contribuyó a que
la pantomima fuera más breve, ahorrándonos el salto en paracaídas y el desfile
aéreo que dibuja la bandera patria sobre el cielo de Madrid.
Supuestamente,
en la coalición de gobierno PSOE / Sumar late un desacuerdo respecto a qué
hacer con la migración, el racismo y el pasado colonial, pero puede que ese
desacuerdo sea una pose. En la tribuna se hicieron presentes figuras como Elma
Sainz, la Ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones que promueve
contratos de migración circular para explotar trabajadoras migrantes con
sueldos paupérrimos y sin cumplir el convenio agrícola en los campos españoles.
Muy cerca estaba también Grande Marlaska, Ministro de Interior y uno de los
responsables de los asesinatos en la valla de Melilla. En segunda fila se
ubicaba Josep Borrell, Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y
Política de Seguridad y Vicepresidente de la Comisión Europea, quien dijera
allá por 2022 que Europa era un jardín y el resto del mundo una jungla. Un poco
más lejos, Pablo Bustindy, responsable de la cartera de cultura y empeñado en
descolonizar museos.
Ante un panteón
tan ecléctico sería conveniente establecer jerarquías. Definir qué es urgente
por encima de cuestiones que, si bien son necesarias, no cambian de manera
inmediata y directa la vida de quienes encarnan el sujeto político de la lucha
antirracista y anticolonial. Cuestiones que, además, son tomadas como eslóganes
desde la política institucional para fingir una radicalidad que no se tiene o
establecer nuevos estados de calma.
Desde dentro,
sabemos que la paz es difícil en los movimientos sociales. El antirracismo no
es una excepción. Existen divergencias de perspectiva sobre lo prioritario;
modos distintos de posicionarse frente —o junto— al poder; simples disputas
personales que pueden dragar la búsqueda de un horizonte común. Y bien es
cierto que deberíamos tener espacio y tiempo, sobre todo tiempo, para generar
una convivencia larga y compleja entre diversas formas de aproximarse a la
lucha, pero no lo tenemos.
Lo que tenemos
es una realidad donde han sido asesinadas 5054 personas en tránsito migratorio
durante los cinco primeros meses de 2024. Tenemos unas condiciones infrahumanas
de trabajo agrícola, regidas por los acuerdos de migración circular promovidos
por el gobierno de coalición que debió erradicarlos. Los trabajadores manteros
de Bilbao, Madrid o Barcelona son despojados de la mercancía que les permite
una mínima supervivencia y asediados por la persecución policial, hecho
denunciado por Síndic de Greuges de la capital catalana.
Tenemos siete
Centros de Internamientos de Extranjeros en todo el Estado español funcionando
a pleno rendimiento como lo que son, cárceles exclusivas para personas
migrantes, y el macro CIE de Algeciras diseñado para satisfacer los parámetros
de crueldad del Pacto Europeo de Migración y Asilo. Convivimos con la violencia
diaria contra las trabajadoras del hogar y los cuidados y la estigmatización y
castigo hacia las trabajadoras sexuales. Tenemos una Ley de Extranjería que reprime
sin ambages y una sociedad que convive con medio millón de trabajadoras y
trabajadores migrantes en situación administrativa irregular.
Lo interesante,
bajo esta premisa, es cómo nos relacionamos y negociamos con esas formas de
racismo en ese tiempo intermedio que ya ha dejado de ser una excepción, una
crisis, para convertirse en la norma. Aunque discrepo de algunos planteamientos
de Olúfẹ́mi Táíwò en Against Decolonisation, Taking African Agency Seriosuly (y el propio libro no está planteado desde el contexto europeo), hay
puntos en los que su propuesta resulta tremendamente lúcida y provoca una
sacudida necesaria a la corriente decolonizadora. Táíwò sostiene que el
pensamiento decolonial ha contribuido a descuidar o desviado la atención de los
verdaderos problemas de la gente.
El concepto de
descolonización ha devenido tanto en Estados Unidos como en Europa la respuesta
pública de las instituciones a las presiones sociales del movimiento
antirracista. En España, a una parte de la izquierda le sale rentable sumarse a
la moda de la descolonización en una suerte de gatopardismo tokenista. Pero es
peligroso aceptar el lugar subalterno que ofrecen —ese «campo político de
sustitución», siguiendo la idea de Catherine Wihtol de Wenden y Remy Leveau—
para materias de segundo orden y de naturaleza asistencial, como si ello
supusiera un grado verdadero de activación política.
Los espacios
que nos dan, los que nos ceden, donde nos dejan estar —los talleres menores, la
periferia de las universidades, las subvenciones insignificantes para que
sigamos hablando de migración y estudios culturales, el pequeño fondo para
hacer un amago de descolonización en un museo— chocan con una realidad que
empuja su violencia hacia la superficie. El devenir de los procesos de descolonización,
tal como están siendo concebidos actualmente en España, viene coartado por los
tentáculos de la colonialidad y la negativa a emprender cambios estructurales:
Abolición de la Ley de Extranjería, aprobación de la ILP Regularización Ya,
cierre de los CIES, retroceso del Pacto Europeo de Migración y Asilo.
Así, lo que
debería ser una consecuencia de las políticas culturales derivadas de cambios
legislativos garantes de derechos e igualdad, se convierte en lo único que los
representantes de los partidos políticos están dispuestos a hacer por las
personas migrantes. Si lo aceptamos, quedaremos sumidas en este campo político
de sustitución, cada vez con menos agencia y capacidad de litigio. El trasvase
de la figura parlamentaria hacia y desde los movimientos sociales lleva tiempo
pervirtiendo los roles y la división de responsabilidades. La puja ideológica
de la izquierda debe regresar al entorno legislativo y desplazarse fuera de las
cuentas personales de redes sociales y las charlas, espacios virtuales donde
capturan un capital simbólico y discursivo que pertenece a las luchas de calle
y los activismos.
Aquí es
conveniente recuperar la sabia mirada de Silvia Rivera Cusicanqui, en tanto que
ejemplo encarnado de un posicionamiento coherente entre lo teórico y lo real.
Cusicanqui plantea que «lo decolonial es una moda, lo poscolonial un deseo y lo
anticolonial una lucha». En una entrevista de 2019, al ser preguntada por dicha
declaración, afirmó: «Desde tiempos coloniales se han dado procesos de lucha
anticolonial. En cambio, lo decolonial es una moda muy reciente que, de algún
modo, usufructúa y reinterpreta esos procesos de lucha, pero creo que los
despolitiza, puesto que lo decolonial es un estado o una situación pero no es
una actividad, no implica una agencia, ni una participación consciente. Llevo
la lucha anticolonial a la práctica en los hechos, de algún modo,
deslegitimizando todas las formas de cosificación y del uso ornamental de lo
indígena que hace el Estado. Todo eso son procesos de colonización simbólica».
Por mucho que
la «moda» y el «deseo» puedan llegar a ser —hasta cierto punto—
intercambiables, la idea de lucha conserva su potencial. Pero solo será lucha
aquella que se adhiera al terreno mediante acciones concretas, traicionando los
proyectos y las subvenciones que se manejan en los despachos y posicionándose
de manera radical y arriesgada contra la subalternidad política encadenada a
esta dependencia.
Fuente: https://jacobinlat.com/2024/10/espana-y-la-pantomima-de-la-descolonizacion/